Dormitorio
Historia escrita por impulso. Ojalá igual les guste.
Era imposible que no me diera cuenta. Apenas puse un pie en la pista de baile, tus ojos azules se clavaron en mí, vigilando todos mis movimientos. Supe de inmediato qué querías, y a decir verdad, a mí también me gustó lo que vi en ti. Ese cabello rubio, esa sonrisa pícara... No queriendo perder tiempo, me acerqué de la manera más provocativa posible a tu asiento en la barra.
Tras nuestra presentación y un par de tragos, decidimos dejar la discoteca y tomar un taxi hasta tu casa. Tuvimos que cuidarnos en el camino; no queríamos que el taxista se diera cuenta de los toqueteos que nos dábamos, sobre todo cuando ambas éramos chicas.
Nada más llegar a la puerta, comenzó la función.
Nuestros zapatos, camisetas y pantalones formaron un camino hasta el living. ¿Qué pasó después? No quiero revelar mucho, pero diré que fueron testigos la cocina, la mesa de centro y muchos otros lugares de la casa. El único lugar que no supo nada de nada fue el dormitorio.
¿Mis sensaciones? Fue tal cual me lo había imaginado... No, miento: fue mejor. Infinitamente mejor. Mi mente iba a mil por hora mientras estábamos en lo nuestro y sentía un intenso calor y latidos acelerados. Esa chica era fuego puro y las marcas en mi cuerpo lo pusieron de manifiesto. Eso sí, ella tampoco salió ilesa: las huellas de mis labios y mis dientes también quedaron estampadas en su blanca y suave piel.
Ocultar las huellas visibles fue difícil al día siguiente. Borrar las que quedaron en el corazón, imposible. No nos quedó otra alternativa: intercambiamos números de teléfono.
Aquella noche no fue la única vez. Su casa tampoco fue el único lugar. Mucho menos hubo una que tomara el control todo el tiempo. La pasábamos bien y disfrutábamos lo que hacíamos. Fue natural, entonces, que las cosas dieran un paso más allá.
(...)
―Nozomi, despierta, ya es de día.
―Buenos días, Elicchi.
Ocho años han pasado desde esa noche en la discoteca. Desde entonces las cosas han cambiado... Bueno, solo un poco. Lo único en verdad diferente es que ahora Elicchi es mi novia.
―Te ves bastante alegre.
―¿Te parece? ¿Puedes adivinar por qué?
―Creo saberlo.
―¿Quieres una repetición, mi pervertida Elicchi?
―Por mí está bien.
La cocina, la mesa de centro, el baño, el comedor, el sofá, todos han sido testigos de lo nuestro. Ahora el dormitorio también.
Arriba está la canción que inspiró esto.
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