Capítulo 29
Nota: Este es el último capítulo. Muchas gracias a quienes habéis estado aquí desde el primero y habéis comentado y apoyado de todas las formas posibles, os adoro con toda mi alma, y también a quienes lleguéis después, siempre agradezco todos los comentarios. Espero escribir pronto otro Bellarius, pero hasta entonces publicaré uno nuevo de Bellatrix x chica OC titulado La Espía del que ya tenéis el primer capítulo para que lo podáis guardar y sigamos hablando por ahí. ¡Os quiero y adoro como Sirius a Bella y como Dumby a un buen chisme!
* * *
Los Black no se equivocaron en sus previsiones: a la mañana siguiente todo el Valle de Godric sabía que la relación entre Bellatrix y Sirius había evolucionado hacia lo inevitable. Ni siquiera fue necesario que lo relatara ninguno de los que lo presenció: los vecinos que lo vivieron con las ventanas abiertas bastaron.
Aun así, Sirius se aseguró de hablar antes con Marlene, de ser él quien se lo contara. Muy nervioso y avergonzado, le confesó que él no se había dado cuenta hasta ese momento, pero ese sentimiento siempre había estado ahí. Quería a Bellatrix de todas las formas posibles. Marlene lo escuchó de brazos cruzados y solo le espetó un:
—Qué sorpresa.
A Sirius casi le indignó ser el único sorprendido por la noticia.
Marlene recogió sus cosas y se marchó sin decir nada y sin dedicarle una palabra más. De ese gesto Sirius dedujo que ella también estaba al tanto de que su boda fue más bien una celebración del amor sin validez legal.
En cuanto su casa quedó libre, corrió a insistirle a Bellatrix para que volviera a mudarse con él. Pero ella impuso una serie de requisitos previos:
—Cambia las sábanas. Y el colchón. Y quita los cuadros esos. Y las fotos de gente que no sea yo (de Potter te dejo mantener un máximo de dos). Y la decoración cursi y hortera.
Sirius la miró desconcertado, pero asintió y tomó nota de todo. La decoración no era su fuerte, así que habló con Grindelwald que le pasó el contacto de la persona que reformó la casa de su tía-abuela. Durante los días que ese proceso duró, Bellatrix se dedicó a intentar mejorar la relación entre Canuto y Saiph. Dio su misión por finalizada el día que volvió del trabajo y los vio a los dos sentados en el poyo de su ventana contemplando fijamente a Dumbledore discutiendo con sus pájaros.
—Ya sois dos cotillas perfectamente integrados en el pueblo, enhorabuena —los felicitó.
No obstante, al poco se sentó con ellos. Su vecino acababa de recibir la visita de Eleanor y Bellatrix nunca los había visto juntos. Cuando vio que subían el tono, abrió la ventana a ver si escuchaba algo.
—Yo vaticiné que sería para primavera —decía Dumbledore.
—Sí, pero yo insistí en que sería ella la que lo haría —rebatía Eleanor.
Bellatrix frunció el ceño sin comprender de qué hablaban. Cuando Grindelwald volvió del trabajo y vio a la pareja discutir, negó con la cabeza y miró hacia la acera de enfrente. Por la mirada de disculpa que recibió, Bellatrix empezó a sospechar que aquello tenía que ver con ella.
—Habían hecho una apuesta a ver cuánto tardábamos en liarnos —la informó Sirius esa tarde, visiblemente molesto con el asunto.
—¿¡Qué!? —exclamó Bellatrix indignada.
—Sí, pero Albus se ha acercado más en la fecha y Eleanor en la forma, así que no se ponen de acuerdo en el ganador...
—¡Pero qué clase de...!
—Son los cotillas mayores del pueblo, Bella, hay que aceptarlo.
Su prima no parecía dispuesta a aceptarlo, se la veía más encariñada con la idea de salir y matarlos. Para distraerla, Sirius le recordó que tenían hora en el estudio de tatuajes de Harsea. De mala gana, Bellatrix asintió y cogió su bolso.
Fueron con el coche de Sirius y entraron al elegante local, en tono blanco brillante con diseños y dibujos muy elaborados enmarcados en las paredes. Los recibió una chica de pelo negro con mechas azules muy sonriente. Le dio dos besos a Sirius con alegría y se presentó como Darcie.
—¡Hacía ya meses que no venías! —le reprochó a Sirius dándole un manotazo cariñoso.
—He estado ocupado —sonrió él—. Esta es mi... Bellatrix, es mi Bellatrix.
Se estrecharon las dos la mano y luego Darcie le explicó que Sirius le había pasado su foto y ella había elaborado el diseño. «A ver si te gusta» murmuró buscando en su ordenador. Mientras estaban con eso, otra tatuadora terminó con un cliente y saludó a Sirius también con emoción. Bellatrix las miró a ambas con mala cara hasta que Darcie le enseñó un dibujo espectacular basado en la fotografía que le tomó a Lobuto. Aseguró al momento que le encantaba, no había nada que cambiar.
—¡Genial! —exclamó la chica—. Y a ver el tuyo, Sirius... —murmuró abriendo otra carpeta.
Bellatrix frunció el ceño, su primo no le había dicho nada de tatuarse él también. Ante su sorpresa, Darcie les mostró un diseño precioso basado en otra fotografía que Sirius le había pasado.
—Pero... pero... —balbuceó Bellatrix.
Era ella jugando con Lobuto. La captura era de una de las de las cámaras de vigilancia de Hogwarts y la tatuadora había creado un diseño muy realista y a la vez con un encanto que Bellatrix nunca había visto en un tatuaje. Al momento Sirius declaró que le encantaba.
—Perfecto, los imprimo.
Mientras los imprimía, Sirius miró a Bellatrix divertido esperando su reacción. ¿La emocionaba que Sirius fuese a tener una imagen suya en su piel para siempre? Sí. Era un privilegio que no tenía ni Potter... Pero aun así, como no le gustaba parecer demasiado enamorada e impresionable, comentó:
—Es totalmente ilegal sacar fotos de cámaras de vigilancia. Y más fuera de Hogwarts. Si se enteran, despedirán a quien sea.
—Fue Minnie —se jactó Sirius con una inmensa sonrisa de autosuficiencia.
Bellatrix blasfemó en voz baja. Su primo conseguiría que Satán se hiciese creyente por él. Sirius la besó y ella sonrió feliz.
Dos horas después, salieron del estudio con tatuajes nuevos. Cenaron en Harsea y a la mañana siguiente Sirius subió a Hogwarts con Bellatrix porque ella insistió en que tenían que enseñarle a Lobuto sus retratos. A Sirius no le parecía el plan más cuerdo del mundo... pero obedeció.
A Lobuto debieron de gustarle porque los llenó de babas. Sirius salió con todas sus extremidades intactas y por tanto lo consideró una victoria.
Desde entonces, las visitas de Sirius al trabajo de Bellatrix se hicieron más frecuentes. Incluso algunas noches iban los dos a disfrutar de la calma y la belleza del lugar. En una de esas, bajo las estrellas y entre lobos, Sirius le pidió que se casara con él (esta vez una boda de verdad firmando todo lo que hiciera falta). Bellatrix respondió con un «Obviamente» que más que ilusionado sonó a «Treinta años has tardado, amigo». Pero el anillo era muy caro y Sirius sonreía mucho, así que se sintió la persona más afortunada del mundo.
—Tengo que hablar con James para que vuelva a ser mi padrino... —murmuró Sirius.
Los Potter estaban enfadados con él por haber roto su relación con Marlene, pero también reconocieron que igual le presionaron demasiado en su día para que se asentara y poder salir con otra pareja. Así que ahí estaban, reconciliándose.
Cuando Sirius fue a hablar con su mejor amigo, Bellatrix quedó con Grindelwald para hacerle la misma petición. A Grindelwald le sorprendió un poco que no tuviese a nadie más, pero aceptó al momento ser su padrino. Quedaban de vez en cuando en el piso que Bellatrix había ocupado hasta semanas antes, ahí no los molestaba nadie.
—Vamos a celebrarlo —murmuró Grindelwald eligiendo una botella de vino.
Brindaron y bebieron y después Bellatrix, nerviosa, abordó la segunda cuestión que la había llevado a pedirle esa cita:
—Sirius quiere viajar, ir a conciertos, hacer muchas cosas juntos... Está superilusionado, ya ha preparado una docena de planes y una luna de miel carísima visitando los países con más lobos del mundo.
Grindelwald sonrió ante eso. La miraba con curiosidad, intentando descifrar dónde intervenía él en ese plan.
—Y yo quiero también, claro, es lo que siempre he soñado... —reconoció Bellatrix en voz baja—. Pero todo eso es caro y más llevando mascotas. Sirius tiene ahorros y yo también gracias al trabajo y a que usted me dejó la casa... Pero el dinero se acaba y ya he sido pobre mucho tiempo, no quiero volver a serlo. La cuestión es que...
Apartó la mirada. Había logrado captar por completo el interés de su interlocutor, que no creía que fuese a pedirle dinero (demasiado orgullo) pero tampoco se le ocurría otra opción.
—Quería preguntarle: si tuviese un objeto muy valioso... pero obtenido por métodos ilegales... que es muy caro pero obviamente no lo puedo vender en cualquier parte... ¿Cómo lo haría?
Grindelwald alzó las cejas ligeramente, no esperaba ese giro.
—¿Como un cuadro robado o algo similar? —quiso saber.
—Sí, eso es. Como un cuadro... pero mucho más manejable.
—Una joya, ¿por ejemplo?
Bellatrix asintió al momento. A Grindelwald le costó unos segundos. No buscaba la respuesta a la pregunta sino lo que podía ser con los datos que tenía de Bellatrix. Entonces recordó el incidente por el que fue a la cárcel, lo leyó todo en la prensa. Ahí sí que no disimuló la sorpresa:
—¿No fue destruido?
Bellatrix negó con la cabeza.
—¿Pudiste sacarlo de ahí?
Asintió. Grindelwald se calló y reflexionó. Respondió después, lentamente, que conocía a gente que pagaría gustosa por ese objeto, después lo cortarían y nadie lo reconocería nunca. Él mismo se lo podría gestionar en pocos días.
Bellatrix lo pensó. Finalmente se convenció, ya era tarde para no confiar en ese hombre. Metió la mano en un bolsillo interior de su chaqueta y sacó una bolsita de cuero acolchada por dentro. Extrajo un rubí rojo, brillante y de un tamaño inusualmente grande para una piedra preciosa. La Piedra Filosofal por la que Voldemort y muchos otros dieron la vida.
Grindelwald le preguntó con un gesto si le permitía y Bellatrix la colocó sobre su mano. El hombre la miró con evidente fascinación. Sin apartar los ojos de la piedra rojo sangre, preguntó:
—¿Cómo la sacaste? Creí que te habían detenido en la nave y todo ardió... No pudiste llevarla encima.
—No. La escondí.
—¿Dónde? Lo revisaron todo durante meses.
Bellatrix asintió. Sí, en su día supo que sería así.
—Se la hice tragar a Nagini.
—¿Perdón?
—La serpiente gigante de Voldemort se la tragó. Yo supe que no saldría de ahí, estaba sola y rodeada del Ejército y las fuerzas especiales. Necesitaba que la serpiente me la sacara. Que saliera... y muriera. Por eso incendié la nave, se me da bien el fuego. Efectivamente Nagini logró escabullirse y huir bajo tierra, pero ya había aspirado los gases tóxicos y murió pocos metros más allá. Era una zona abandonada a excepción de la nave... y solo revisaron la nave porque nadie salimos de ahí.
Grindelwald la miraba con soberana admiración.
—En cuanto salí de la cárcel fui a buscar. Había pocas posibilidades de encontrarla, no sabía qué había sido de Nagini ni dónde acabó. Me costó unas semanas de búsqueda y excavaciones... pero la encontré. Pensé en venderla, no tenía nada en esos años. Pero no sabía cómo hacerlo y no quería que me volvieran a pillar... y decepcionar a Sirius. Así que... la he guardado.
—Bellatrix, deja a tu primo y yo a mi marido. Podemos apañarnos.
Bellatrix se echó a reír recordando que pocos meses antes ella le hizo la misma oferta. Tras manifestarle su admiración sin ambages, Grindelwald prometió ocuparse del asunto.
Dos semanas después, Bellatrix disponía de una cuenta en un paraíso fiscal con una cantidad de dinero que les garantizaría a ella y a Sirius la buena y ociosa vida que merecían.
Como le adoraba y no quería engañarle pero tampoco hacerle cómplice, una noche, tumbados los dos en la cama, Bellatrix reunió valor y le confesó a Sirius que en los últimos tiempos había hecho algunas cosas ilegales. Al momento él la miró preocupado. Ella le aseguró que estaba todo solucionado, que no lo haría más y que se había asegurado de que pudieran vivir bien para siempre. Sirius lo meditó en silencio y al final preguntó:
—Cuando sucedió el incidente en el que acabó la banda del asqueroso ese de Voldemort...
A Bellatrix le sorprendió que sacase justo ese tema. Pero conocía bien a su primo, igual que él a ella. Por eso supo lo que quería preguntarle, lo que siempre sospechó pero nunca quiso saber. Y ella le ahorró verbalizarlo.
—No veía otra forma de salir, Sirius... No creo que la hubiera. Tuve que hacerlo.
—¿Tuviste que incendiar una nave en la que había varias personas?
Bellatrix asintió. Siempre se le dio bien incendiar cosas, desde pequeña, y le encantaba contemplarlas arder. Sirius no disfrutaba tanto como ella, pero la acompañaba cuando con cuatro años decidía incendiar los abrigos de plumas de su madre. Por eso sabía de lo que era capaz.
—¿Cómo sabias que ibas a salir ilesa?
—No lo sabía. Y en ese punto ya me daba igual— susurró Bellatrix con profunda vergüenza.
Tras unos segundos de silencio, Sirius preguntó:
—¿Y ahora?
—Ahora no —respondió ella al momento—. Nunca he tenido tantas ganas de vivir.
La expresión de Sirius se suavizó ante eso. Dio el tema por zanjado sin hacer más preguntas y sabiendo que nunca más volverían a tocarlo. Y abordó la siguiente cuestión que aguijoneaba su mente:
—¿Tuviste algo que ver con que mi hermano se quedase sin mayordomo?
Sin decir nada, temblando de miedo, Bellatrix asintió. Sirius cerró los ojos acusando el golpe. Le hizo prometer de nuevo que no repetiría algo así, se moriría si a ella le pasara algo. Ella se lo prometió. Al final Sirius murmuró:
—Me trató muy mal... y lo hiciste para conseguirme un regalo... El mejor regalo que me han hecho... Está bien, me parece bien. Igual no somos tan diferentes —susurró en su oído.
Bellatrix ronroneó absolutamente feliz. Sirius era sin duda su lobo gemelo.
Cumplió su palabra. No volvió a matar a nadie (aunque sí amenazó y quizá torturó un poco durante las misiones contra los furtivos a las que Grindelwald la llevó).
Se casaron en una ceremonia preciosa, con Canuto como portador de las alianzas y un par de pájaros muertos como decoración regalo de Saiph. Dumbledore casi se desmayó al verlos, pero Bellatrix le notificó que su gato se había indignado cuando se enteró de que apostaba a costa de su vida sentimental.
Viajaron juntos a ver lobos por todo el mundo, vivieron en los lugares más bonitos del planeta y también regresaron a casa, al pueblo que para Bellatrix mejoró radicalmente cuando Sirius pasó a ser su marido. Hasta se alegró cuando se enteró de que Marlene se había casado con un fotógrafo londinense con el que esperaba una hija. Cuando Grindelwald le comunicó que Rodolphus salía por primera vez con un hombre llamado Dolohov, Bellatrix sentenció:
—Obviamente. Después de mí solo queda la homosexualidad, nadie está a mi altura.
Ella siguió trabajando en Hogwarts, aunque como colaboradora, solo cuando le apetecía; lo mismo que Sirius con su bar. Los dos fueron padrinos de Eleanor y Julia cuando se casaron y se mudaron a la antigua casa de los Grindelwald. Por su parte, Saiph y Canuto se convirtieron en la Patrulla del Chisme del pueblo: el gatito se acomodaba sobre el amplio lomo de su peludo compañero y así caminaban por el pueblo metiendo la cabeza en cualquier sitio que oliese a comida. Como eran adorables, todo el mundo les daba ofrendas alimenticias y no se les escapaba ningún cotilleo.
Así, junto a Saiph y Canuto, Bellatrix y Sirius formaron la familia más atractiva, triunfadora y agresiva de todo el país. Y fueron absurdamente felices para siempre.
—FIN—
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