Capítulo 19
Bellatrix se adaptó bien a su nuevo hogar. Le gustaba tener la casa para ella sola, sin rendir cuentas a nadie de sus salidas ni preocuparse por hacer demasiado ruido. Además de la principal ventaja de no cruzarse a Marlene en la cocina. Tampoco a Sirius lo echaba mucho de menos porque se veían todos los días: seguían saliendo a correr juntos, después desayunaban, la mayoría de días Bellatrix comía en su casa, por la noche iba al bar... Eso sí, la amenaza se había cumplido: Dumbledore le había presentado ya a media docena de pájaros diferentes. Aun así, llevaba ya un par de semanas y estaba contenta con la solución.
Era sábado por la mañana y estaba limpiando la casa. Pese a que ese nunca fue su campo, desde que vivía de alquiler gratis mantenía la casa impoluta. No quería decepcionar a Grindelwald. Acababa de sacarle brillo al espejo del baño cuando llamaron al timbre. Miró el reloj. Aún faltaba una hora para su cita de la comida con Sirius, que había ido al pueblo de al lado a ver el partido de los chicos que entrenaba James. Igual habían terminado pronto...
Bajó las escaleras saltando de dos en dos, ese día estaba contenta. Hasta que abrió la puerta.
—Buenos días, Bella —la saludó Rodolphus.
Se le veía nervioso. Bellatrix le miró en silencio. De haber sabido que era él, se hubiese puesto algo más que una sudadera negra extralarga y unos calcetines gruesos de lana... pero ya era tarde.
Hacía semanas que no se veían, desde el turbulento viaje a Londres. Ese día terminó bien (o esa impresión se llevó Bellatrix), pero después sucedió lo de Rabastan... Imaginó que Rodolphus había pasado con su hermano esas semanas y por eso no había visitado el pueblo. Pero a ella no le había dicho nada.
—Grindelwald me ha contado que ahora vives aquí —sonrió Rodolphus con timidez.
—Sí, ha sido muy amable —respondió Bellatrix.
No sabía bien cómo reaccionar. Tenía emociones encontradas: por un lado, Rabastan prácticamente la insultó y Rodolphus había estado tres semanas sin dar señales de vida; por otro, gracias a él, Sirius tuvo un gran regalo de cumpleaños...
—Y... ¿Te apetece dar una vuelta o ir a tomar algo? —le ofreció él.
—No puedo, he quedado con Sirius.
—Ya...
—Puedes pasar un rato —ofreció Bellatrix sin demasiado entusiasmo—. Tengo... no sé, cervezas y alcohol.
—Vale, sí —respondió Rodolphus con rapidez—. Dame un minuto, me he dejado algo en el coche.
Había aparcado enfrente, a la salida del garaje de la casa de Dumbledore y Grindelwald. Bellatrix lo observó alejarse con paso presuroso y sacudió la cabeza. Dejó la puerta entreabierta y volvió a la cocina. Sacó un par de cervezas y se miró en el reflejo de la nevera, intentando peinarse con las manos para estar lo mejor posible. Se rindió cuando pensó que quizá lo que Rodolphus pretendía era seguir el consejo de su hermano y dejarla.
—Te había traído esto —comentó Rodolphus nervioso tras cerrar la puerta y encontrarla en la cocina.
Bellatrix se giró, dejó las cervezas sobre la mesa y aceptó sorprendida el ramo de flores. Eran rosas moradas, teñidas para conseguir un color de fantasía que mejoraba la oferta de la naturaleza. El arreglo, con florecillas negras y doradas, era precioso.
—No sabía si... No pareces el tipo de chica a la que le gustan las flores —confesó Rodolphus.
—No... No suelen gustarme, pero estas están bonitas. Gracias —dijo Bellatrix repentinamente nerviosa—. Creo que había un jarrón en el salón...
No le gustaban mucho las flores, destinadas a morir en pocos días, pero nunca se las habían regalado. Por eso el gesto la emocionó más de lo que debería a alguien de su perfil. No entendía bien cuál era el motivo, pero sería demasiado violento preguntar. Imaginó que era su forma de disculparse... por lo que fuera. Encontró lo que parecía un moderno jarrón plateado y volvió a la cocina con él.
—Espero que sea un jarrón... —murmuró mientras lo llenaba de agua—. En esta casa es todo tan elegante que no te puedes fiar.
Rodolphus sonrió. Bellatrix colocó las flores y lo dejó sobre la encimera para subirlo luego al dormitorio. Recuperó las cervezas y se sentaron.
—He estado ocupado estos días, por eso no he podido venir —empezó Rodolphus.
—Ya lo suponía.
—¿Qué tal has estado?
—Bien, como siempre —respondió Bellatrix pensando que era una pregunta un poco estúpida. Aun así se la devolvió por cortesía: —¿Y tú?
—Bien, bien —respondió Rodolphus demasiado deprisa.
Bellatrix asintió y se quedaron en silencio dando tragos de cerveza. Unos minutos después, Rodolphus reunió valor y le dijo:
—Sé que vino mi hermano, que hablaste con él.
—No es que me dejara elección —masculló Bellatrix.
—Ya imagino que no fue agradable... No me lo quiso contar, se le escapó una noche en que nos pasamos con el vino —confesó Rodolphus—. Se disculparía él mismo, pero tuvo que volver a Francia por...
Bellatrix ahogó una risa entre dientes.
—Tu hermano no se disculparía ni en mil años.
—Sí que lo haría —aseguró Rodolphus muy serio.
—Igual si tú le obligaras.
Se miraron en silencio, hasta que Bellatrix añadió:
—Da igual, no hace falta. Tu hermano es imbécil y preferiría no volver a verlo. Pero tampoco estaba muy equivocado...
Rodolphus la miró en conflicto, sin saber si defenderla a ella o a Rabastan.
—Mi hermano es demasiado sobreprotector... Y también bastante arrogante y acostumbrado a que todo el mundo le tema y respete. Imagino que el choque contigo sería grande —comentó Rodolphus con una pequeña sonrisa.
Bellatrix se encogió de hombros, a ella no le parecía gracioso.
—Pero no tenía razón ni derecho a decirte nada.
—Prefiero que la gente sea sincera —respondió Bellatrix—. ¿No crees que la tiene? ¿Crees que es una completa locura lo de que soy mala para ti?
—Sé que... eres importante para mí, Bellatrix.
Ella puso los ojos en blanco ante el cliché y la forma tan ridícula de evitar responder. Rodolphus no se achantó:
—Claro que eres peligrosa, hay riesgos al estar contigo y no eres la nuera que mi madre querría. Pero es lo que te hace especial... Lo que hace que seas la única a la que he permitido conducir mi coche.
Eso último hizo sonreír a Bellatrix. Decidió que estaban en paz, de alguna forma, tenía sentido. Y había sido sincero (o así le parecía), eso era importante. Con aire inocente preguntó:
—Entonces, ¿me presentarás a tu madre?
Rodolphus la miró disimulando el horror y comentó:
—Más adelante si eso... Con conocer a mi hermano ya hemos tenido suficiente por este año.
Bellatrix asintió, en eso tenía razón. Bebieron en un silencio ahora más agradable que tenso, hasta que Rodolphus comentó:
—Le dijiste a Rabastan que querías casarte... Lo hiciste para fastidiarle, ¿verdad?
—No, es verdad. Quiero casarme, quiero una familia; sin hijos, por supuesto, pero quiero una familia —respondió Bellatrix.
No supo leer la expresión de Rodolphus, pero quizá había un ligero miedo. La típica aversión de los hombres al compromiso y el hecho de que solo habían tenido tres citas...
—Pero no tiene por qué ser contigo —añadió Bellatrix muy sonriente.
Ante eso, Rodolphus no supo qué replicar.
—Uy, ya es tarde —murmuró Bellatrix mirando el reloj—. Me tengo que vestir, no puedo ir a comer así.
—¿Por qué? Yo te veo muy bien —sonrió Rodolphus.
—No sé si el resto del mundo sabrá apreciarlo... ¿Quieres venir? Solo estaremos Sirius y yo, he conseguido librarme de Marlene y de los Potter.
—Eh... No, no... Es algo entre vosotros, no quiero molestar.
—No molestas. Seguro que si Siri te conoce le caerás mejor.
—Ya... ¿Y si mejor cenamos esta noche? Tú y yo solos. A las siete, te llevo a donde quieras.
—Bueno, vale. Me da igual dónde, sorpréndeme.
Rodolphus asintió y la besó. Bellatrix le acompañó a la puerta y él prometió pasar a buscarla a las ocho. En eso quedaron.
Poco después apareció Sirius con Canuto y olvidó por completo a cualquier otra persona.
—¡Hola, Siri! —le saludó ella abrazándole con alegría—. Y hola a ti también, enanito —añadió acariciando al perro—. Cojo mi abrigo y vamos.
—Estás contenta hoy —sonrió su primo.
Bellatrix asintió. Salieron de casa y entonces Sirius comentó con precaución:
—Sé que íbamos a comer solos en el restaurante del pueblo, pero... James, Lily, Marlene y el resto del grupo también van a comer ahí...
Al momento la alegría desapareció de la cara de Bellatrix. Odiaba ese estúpido pueblo, tan enano que resultaba imposible librarse de la gente molesta. Con lo que le costaba conseguir una cita con Sirius para que encima se la boicotearan...
—Si te apetece ir con ellos...
—No —respondió Bellatrix al momento.
—Me encanta lo bien que disimulas tu odio —sonrió Sirius—. Si lo prefieres, podemos comprar unos sándwiches calientes en la panadería y...
—¡Sí! —exclamó Bellatrix al momento.
—Y nos los comemos en...
—¡Sí, sí! Donde sea —le interrumpió de nuevo Bellatrix.
Sirius sacudió la cabeza con una sonrisa entre triste y divertida. Mientras estuvieran los dos solos, a Bellatrix le daba igual el plan. Ella se agarró a su brazo y así se adentraron por las callejuelas del pueblo hasta llegar a la tahona. Fabricaban pan en su propio obrador y también ofrecían bocadillos, sándwiches y empanadas calientes. Los Black eligieron unos cuantos, también un par de bebidas y se lo prepararon todo en una bolsa de papel. Así, se encaminaron a un parque algo desangelado a las afueras del pueblo.
—No me había fijado en este lugar —comentó Bellatrix cuando llegaron.
—Como está más lejos y no hay columpios, no viene casi nadie —explicó Sirius—. Pero es más tranquilo y las vistas son bonitas.
Su prima estuvo de acuerdo. Desde ahí, se veía en lontananza el centro del pueblo y, al otro lado, la carretera que lo unía con el siguiente. Se sentaron en un banco de piedra y compartieron los sándwiches y un bizcocho que habían comprado de postre. Canuto disfrutó de su propio bocadillo de salchicha.
—Así que Lestrange ha venido a verte...
—Sí, me ha traído flores.
—Qué típico, después de días sin aparecer te trae flores —comentó Sirius despectivo.
Bellatrix frunció el ceño.
—Son bonitas, me han gustado.
Sirius iba a replicar burlón de nuevo, pero la miró y se quedó en silencio.
—Te gusta de verdad...
—Claro —respondió Bellatrix abrazándose nerviosa.
—Ah... —murmuró su primo, también repentinamente incómodo—. ¿Pero solo te gusta o le...?
—Mira, sé que a ti no te cae bien —le interrumpió Bellatrix principalmente porque no quería responder—, pero a mí sí y es lo importante. Me da pena que no te caiga bien, pero es lo que hay.
Tras otro silencio tenso, Sirius comentó:
—Ahora entiendes lo que siento yo contigo y Marlene.
—No es lo mismo —respondió Bellatrix al momento.
—¿Por qué no?
—Porque... porque...
«Ella es imbécil» era la continuación de la frase que Bellatrix decidió omitir. Optaron por cambiar de tema para no enrarecer más el ambiente.
—¡Por cierto! —exclamó Sirius recordando algo repentinamente—. ¿Sabes qué he leído en el periódico esta mañana? Era solo un breve, apenas cinco líneas, pero decían que están buscando a Kreacher, el mayordomo de mi hermano. ¿Te acuerdas de lo desagradable que era?
—¿Qué? —replicó Bellatrix sintiendo un escalofrío.
—Al parecer vive solo en Grimmauld, cuidando la casa. Mi hermano va como una vez al mes para dar vuelta. En la última vio que Kreacher no estaba y ese no sale nunca, hasta la compra se la llevan. Así que avisó a la policía y lo están buscando.
—¿La policía? —replicó Bellatrix con sudor frío.
—Sí, a mí también me parece excesivo. Ese hombre tiene como doscientos años y nunca ha estado bien de la cabeza, seguro que se ha momificado en un rincón o se lo llevó el viento al abrir la ventana o lo que fuera —comentó Sirius con desinterés—. Siempre me trató muy mal... Mejor en el infierno.
«Bastante cerca está» pensó Bellatrix mientras asentía. Pese a que era imposible que sospechase lo más mínimo, Sirius la conocía muy bien, así que no quería correr riesgos. No quería involucrarlo... ni tampoco decepcionarlo mostrándole la clase de persona que seguía siendo. Así que intentó reunir serenidad y le preguntó cómo había ido el partido de futbol del equipo que entrenaba James.
—Oh, muy bien, ha estado muy emocionante —respondió Sirius.
Tenía tantas ganas de relatárselo que ni siquiera reflexionó sobre el hecho de que era la primera vez que Bellatrix se interesaba en ese tema. Ella le escuchó con fingida atención mientras se sosegaba. Pronto recuperó la calma. Lo estaba buscando la policía, pero no lo encontrarían... y a ellos tampoco. Todo en orden, mejor no pensarlo.
Una hora después volvieron al pueblo, dando una vuelta más larga para que Canuto pudiera corretear tranquilo. Al pasar por la cafetería vieron que los amigos de Sirius estaban ahí tomando el café de después de comer. James enseguida los vio y les hizo un gesto para que les acompañaran.
—¿Vienes? —le preguntó Sirius a Bellatrix.
—Nah, he quedado con Rod luego, tengo que prepararme.
—Vale... Pásalo bien.
—Se intentará. Gracias por la comida, ha estado muy bien. ¡Adiós, Canuto!
Le revolvió el pelaje al perro que le lamió la mano con alegría y le sonrió a Sirius. Él sonrió también mientras entraba a la cafetería seguido de su mascota. Canuto era conocido y querido en todo el Valle de Godric, le permitían el acceso a todas partes.
Bellatrix volvió a casa, vagueó un rato y después se preparó para su cita. Ahora que tenía un buen sueldo, se había comprado un par de conjuntos más, así tenía más opciones. Casi todo negro y con toques góticos, su estilo era invariable. A las siete menos cinco Rodolphus llamó al timbre. Ella salió ya preparada, se besaron y subieron al coche.
—¿A dónde vamos? —preguntó alegremente.
—Han abierto un restaurante nuevo en el pueblo de aquí al lado, creo que te gustará —comentó Rodolphus.
—Muy bien —sonrió Bellatrix.
No hablaron mucho durante el trayecto y en la cena fue ella la que parloteó alegremente mientras Rodolphus la escuchaba con una pequeña sonrisa. De lo relativo a Kreacher, ni media mención. Cuando terminaron, dieron su ya habitual paseo por la zona y después volvieron a la carretera. Rodolphus la llevó hasta su casa y detuvo el coche ahí.
—Ahora tengo mi propia casa, te puedes quedar a dormir —ofreció Bellatrix mirándole.
—Ah... —respondió Rodolphus que no había contemplado esa posibilidad.
—¿Te apetece? —preguntó colocando la mano sobre su rodilla y trepando lentamente.
—Me das un poco de miedo, Bella.
Ella rio y comentó:
—Iremos despacio, te invito primero a una copa.
Sin más, salió alegremente del coche y abrió la puerta de la casa. Rodolphus la siguió unos segundos después.
—¿Quieres cerveza o vodka? —preguntó Bellatrix—. Grindelwald me dijo que podía tomarme alguna botella de vino, pero me parece lo último ya beberme su alcohol...
—Cerveza está bien.
Bellatrix le arrojó un botellín que él atrapó de milagro y ella se sirvió cuatro dedos de vodka. Después, pasaron al salón.
—Espera, corre las cortinas. Tengo la sensación de que Dumbledore está todo el día espiando.
Rodolphus obedeció sin hacer preguntas. Bellatrix encendió una lamparita y se sentaron en el sofá. Como él no estaba muy hablador esa noche, le pidió que le contara cosas de su trabajo y ella lo hizo. Tras varias anécdotas que su novio escuchó con atención, Bellatrix se quedó sin alcohol y se aburrió. En lugar de ir a rellenar el vaso, se sentó en el regazo de Rodolphus y le besó. Con eso ya se entretuvieron el resto de la noche.
—¿Te quedas a dormir? —preguntó Bellatrix varias horas después, tumbados juntos en la cama.
—Si tú quieres... —respondió él dudoso.
—Sí, no me importa —sonrió ella.
Rodolphus asintió y volvieron a quedarse en silencio.
—Es raro estar en la cama de mi... compañero de negocios —comentó Rodolphus.
—He cambiado las sábanas —respondió Bellatrix burlona.
Él le dio un golpe cariñoso en el hombro porque ya contaba con eso. Bromearon y charlaron en voz baja bastante rato, Rodolphus no parecía tener ganas de dormir. Pero al final el sueño les venció.
Bellatrix tenía el sueño ligero desde que estuvo en la cárcel, se despertaba al mínimo ruido. Y el que oyó no fue mínimo, sonó peligrosamente cerca. Abrió los ojos a la completa oscuridad de la habitación y se quedó en tensión intentando identificar el origen. No fue difícil: Rodolphus parecía estar gimoteando y retorciéndose en sueños. Dudó unos segundos, eso nunca le había pasado (probablemente porque siempre dormía sola), pero al final le tocó el hombro suavemente. Él no reaccionó.
—Rod —susurró—, despierta. Estás teniendo una pesadilla.
Encendió la lámpara de su mesilla, repitió su nombre y Rodolphus despertó por fin. Se tapó los ojos aturdido y molesto por la luz, hasta que recordó dónde estaba.
—¿Qué... qué pasa? —preguntó adormilado.
—Parecía que estabas teniendo una pesadilla, he tenido que despertarte.
—Ah... —respondió él todavía recuperándose.
—¿Era eso?
—No sé... No recuerdo qué estaba soñando.
A Bellatrix le sorprendió que no lo recordara cuando acababa de pasar, pero asintió.
—Siento haberte preocupado... —se disculpó Rodolphus avergonzado— Gracias por...
—No te preocupes —aseguró Bellatrix—, suelo dormir poco. ¿Quieres un vaso de agua o...?
Él rechazó el agua con amabilidad y, en su lugar, fue al baño a lavarse la cara para despejarse. Bellatrix se quedó en su lado de la cama, pensando en la mala suerte que tenía: ahora que por fin tenía una casa en la que podían cohabitar, Rodolphus lo pasaba mal. Cuando por fin volvió Bellatrix casi había vuelto a dormirse.
—¿Estás bien? —le preguntó preocupada.
—Sí, Bella, lo siento mucho.
—No, no, no lo sientas. Lo importante es que estés bien.
Rodolphus sonrió con gratitud, la besó en la mejilla y volvió a tumbarse a su lado. Bellatrix miró la hora —las cinco de la mañana— y apagó la luz. Así se durmieron de nuevo.
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