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Capítulo 13

A Bellatrix la despertó un carraspeo; más que despertarla, la molestó. Pero estaba muy a gusto, así que hundió la cara en la almohada e intentó seguir durmiendo. Cuando notó que la almohada la abrazaba, en su sueño flotó la idea de que acaso no era una almohada. Le dio igual también. Lo que fuese olía bien y la hacía sentir a gusto. Pudo ignorar los ruidos molestos hasta que se convirtieron en una voz elevada y —bajo su criterio— muy desagradable.

—Buenos días.

Bellatrix refunfuñó y abrió los ojos. Lo que estaba protegiéndola de la luz y el ruido no era una almohada, era el cuello de Sirius donde se había refugiado. Él a su vez la había abrazado y así dormían apaciblemente. Hasta que llegó Marlene.

Sirius tardó unos segundos más en despertarse, pero lo hizo. Liberó a Bellatrix y se frotó los ojos con desconcierto. Después se giró hacia su mesilla para mirar el reloj.

—Marly, son las siete de la mañana, ¿qué haces tan pronto? —preguntó somnoliento.

—Quería darte una sorpresa —respondió ella con frialdad.

—¿Noes unpocopronto parasorpresas? —arrastró Bellatrix las palabras mientras se levantaba.

Canuto, tumbado a los pies de la cama, ladró sumándose a su opinión.

—¿Hay algún problema con la cama de la habitación de invitados, Bellatrix? —preguntó Marlene intentando calmar su tono.

Ma 'burría —respondió la aludida bostezando.

—¿Qué? —replicó Marlene.

No obtuvo respuesta porque Bellatrix ya había abandonado la habitación. Dejó que el matrimonio aclarara la situación y se metió a la ducha. Dedujo que esa mañana no saldrían a correr, así que se vistió con calma y después bajó a la cocina. Para su alegría, solo estaba Sirius.

—¿Y Marlene? —preguntó sentándose mientras él le servía unas tostadas.

—Ha pasado a desayunar con Lily.

—¿Pero no quería darte una sorpresa o nosequé?

Sirius se encogió de hombros con despreocupación.

—No sé, están preparando disfraces conjuntos para Halloween ella y sus amigas. Estarán con eso.

—¿De qué te disfrazarás tú? —le preguntó Bellatrix.

—James y yo vamos a ir de leones —declaró orgulloso.

Bellatrix puso los ojos en blanco. Claro que se disfrazaban en pareja... esos dos eran el verdadero matrimonio. De todas maneras, Bellatrix comentó que no era un atuendo muy propio de Halloween.

—Seremos leones asesinos —lo solventó Sirius.

Bellatrix sacudió la cabeza mientras untaba su tostada. Su primo la miró y comentó:

—Creí que no te gustaba la mermelada de fresa.

—No me gusta el sabor, pero me gusta porque al untarla parece que el pan se está desangrando —explicó Bellatrix concentrada en su labor.

Sirius la miro sorprendido (tampoco mucho) y murmuró: «Eres entre adorable e inquietante». Bellatrix asintió distraída, tomándoselo como un cumplido. Desayunaron en silencio hasta que ella le preguntó si tenía algo que hacer por la mañana. Normalmente debía ocuparse de pedidos, de la contabilidad o de cualquier asunto relacionado con el bar. Pero esa mañana no tenía nada importante.

—¿Quieres subir al refugio conmigo?

—¿En serio? —preguntó Sirius— ¿Me dejarán entrar?

—Sí, McGonagall me dijo que subieras un jueves y hoy es jueves.

—¡Genial entonces! Me hace ilusión verte en tu trabajo.

Bellatrix asintió casi con timidez porque a Sirius le interesase más verla a ella que a los animales. Mientras ella preparaba sus cosas, él le escribió una nota a Marlene explicándole que se iban de excursión. Después, montaron en el coche de Bellatrix y subieron a Hogwarts. Conformen entraban, ella fue señalando los edificios principales y explicándole su función. Después aparcaron y entraron al centro de control.

—Este es mi puesto —le informó sentándose en su escritorio—. Ahí en las pantallas ves a los animales. Ese es el zorro al que rescaté... y a ese corzo también ayudé a salvarlo. Y este es Wingardium, el programa de control donde los registramos a todos.

Sirius lo observaba todo con admiración. Realmente Dumbledore lo tenía todo muy bien montado.

—Black...

Los dos se giraron y McGonagall se dio cuenta de su error.

—Me refería al Black macho —ironizó la subdirectora—. Me extraña que con lo que os gusta a ti y a tu amigo merodear por todas partes no hayáis venido antes aquí.

—Me avergüenzo fuertemente de no haberlo descubierto por mi cuenta, Minnie —aseguró Sirius con una sonrisa.

Bellatrix se dio cuenta de que a su jefa le molestaba que usara el apodo delante de ella, pero aun así no protestó.

—¿Cómo está el joven Potter?

Bellatrix recordó que Sirius le contó que cuando Harry era pequeño, Dumbledore le hacía de canguro a veces. En ocasiones McGonagall acudía también e incluso compartían las celebraciones familiares. Ahora, al verlos interactuar, tuvo claro que se tenían cariño. No le extrañó, todo el mundo adoraba a Sirius.

—Muy bien, está contento en el instituto... para desesperación de James, que lo echa mucho de menos.

—¿Y Lily no?

—Lily tiene demasiado trabajo con James —bromeó Sirius.

—No tienen remedio ninguno de ustedes —suspiró la mujer sacudiendo la cabeza.

Sirius sonrió ampliamente dando por hecho que era un cumplido. Le preguntó entonces qué tal era Bellatrix en el trabajo y la subdirectora lo pensó durante unos segundos para declarar finalmente:

—Exactamente igual que usted, pero en mujer.

—¡La mejor entonces! —exclamó Sirius orgulloso.

Bellatrix no intervino, no se sentía muy cómoda con tanta socialización.

—Sí que está haciendo un buen trabajo aquí —reconoció McGonagall—. Debo marcharme ya, hoy nos traen a otro corzo. Sigues con las fotografías, ¿verdad?

—Sí, sí —respondió Bellatrix al momento.

—Muy bien. Siempre es interesante verle, Black.

—Igualmente, Minnie.

—Si os apetece, podéis quedaros a comer en el comedor de la residencia, así podremos hablar un rato más.

—Genial, muchas gracias —sonrió de nuevo Sirius.

McGonagall asintió y se marchó.

—Dame un minuto, tengo que mirar unos archivos.

—Claro, voy a ver esto —comentó Sirius echando a andar por la sala.

Había un pensamiento negro que había asaltado a Bellatrix esa mañana y la tenía casi temblando. En todo Hogwarts había cámaras... y la noche anterior había matado a dos personas. El perímetro de aquel lugar era enorme y las cámaras limitadas, pero bastaría con un fotograma para encerrarla de por vida.

Buscó las imágenes de forma frenética. Curiosamente las cámaras que hubiesen podido captarlos estaban enfocando a los árboles. Solo el día anterior, ahora ya retransmitían de forma habitual. No había ni rastro de ellos. Tampoco de los tres cuerpos que dejaron. Alguien se había ocupado de cubrir sus huellas. Probablemente Dumbledore, ya que a Grindelwald no le preocupó dejar rastros y no era su primer rodeo. Bellatrix sintió un escalofrío al constatar lo siniestro que era en el fondo su amable vecino observador de pájaros.

—Ya estoy, vamos —avisó Bellatrix preparando la cámara.

—Eh, mira, ¡soy gryffindor!

Bellatrix se acercó y vio que Sirius había realizado el test en uno de los ordenadores para ver a qué casa pertenecía. Puso los ojos en blanco, a ella no le gustaba Gryffindor, pero Sirius declaró orgulloso que claramente era un león. Bellatrix le obligó a levantarse y cogió su equipo.

—Hoy tengo que fotografiar a unos mapaches huidizos. A ver si los encontramos.

Sirius la siguió ilusionado con la misión.

Encontraron a los mapaches tras varias horas de una búsqueda bastante emocionante. Pasaron muy buena mañana. Sirius disfrutó mucho conociendo las distintas zonas de Hogwarts, viendo a los animales y observando a Bellatrix trabajar en algo que le gustaba.

—Este sitio es realmente bonito —comentó Sirius—. Por la noche tiene que ser espectacular, las estrellas se verán con mucha claridad.

—Supongo que sí —murmuró Bellatrix—. Como cuando de pequeños subíamos al tejado.

Su primo asintió con una sonrisa y mientras volvían en el Nimbus al edificio principal preguntó:

—¿Nos quedamos a comer entonces?

Bellatrix lo meditó. No deseaba pasar en Hogwarts ni un minuto más de lo necesario (por mucho que le gustase, seguía siendo su trabajo), pero a Sirius le hacía ilusión. Y además... Marlene volvería a casa y tendría que comer sola. Así que aceptó. Guardó su material, pasó las imágenes al ordenador y salieron del edificio.

Bellatrix nunca había estado en el bloque destinado a viviendas, era el más grande y alejado de la zona. Ni siquiera sabía dónde estaba el comedor. No hubo problema porque por el camino se encontraron con Flitwick, que enseguida trabó conversación con Sirius. Como él también iba a comer los acompañó.

—¡Madre mía! —exclamó Sirius.

El edificio de piedra gris que casi se camuflaba con el paisaje por dentro se asemejaba a un castillo medieval: techos altos, suelos alfombrados, enormes lámparas de araña, chimeneas encendidas... Todo en tonos dorados y granates, derrochando opulencia, pero también con un carácter confortable que invitaba a sentarse en cualquier rincón.

—Albus es un poco excéntrico con la decoración —sonrió Flitwick—, pero reconozco que es muy agradable vivir en un lugar tan único. Ahí al fondo está el comedor.

Le siguieron por un pasillo cubierto de retratos de científicos y filósofos hasta llegar a un enorme comedor. A Bellatrix le sorprendió la cantidad de mesas que había repletas de platos deliciosos. Ignoraba cuántos trabajadores tenía exactamente Hogwarts y cuántos de ellos comían ahí, pero a su juicio tantos manjares para una comida de jueves era excesivo. Su primo no tuvo tantos miramientos:

—¡Qué buena pinta tiene todo!

Se sentó en una mesa en cuyo centro había varias bandejas calientes con pollo, pescado y carnes, además de ensalada y un par de platos de pasta. Empezó a servirse incluso antes de que a Bellatrix y a Flitwick les diera tiempo a sentarse. Ella también llenó su plato bastante rápido, realmente todo tenía muy buena pinta. Y el sabor no defraudaba.

—Mejor que en la casa de comidas del pueblo —aseguró Sirius.

Al poco acudió McGonagall con otra pareja de trabajadores. Se sentaron en su mesa y entablaron conversación. Todos menos Bellatrix, que se centró en la comida mientras pensaba en sus cosas. Cuando terminaron con los platos principales, uno de los cocineros apareció con varias tartas de postre que degustaron también con alegría. A Sirius le dio pena tener que marcharse.

—Quédate a tomar el té —le pidió una chica—. Lo tomamos en el salón principal y...

—Nos encantaría —aseguró Sirius—, pero entro a trabajar en menos de dos horas y no nos dará tiempo si no nos marchamos ya. Ha sido un placer conoceros y ver todo esto, muchas gracias.

Le dio un abrazo a McGonagall, la invitó a visitarlos en el pueblo cualquier día y se marcharon. Los trabajadores también le pidieron que volviera pronto.

—Lo he pasado muy bien —aseguró Sirius sonriente cuando subieron al coche—. Y me ha gustado verte ahí, se te da muy bien y se nota que valoran tu trabajo.

—Sí, estoy contenta —respondió Bellatrix.

—Entonces, ¿te quedarás hasta Navidad? —preguntó Sirius esperanzado.

—Bueno... Supongo que sí... Si no te...

—¡Claro que no! Me alegra tenerte en casa.

Bellatrix sonrió. A ella también le gustaba estar con él.

Cuando llegaron a casa Marlene estaba pintando en su estudio del piso de arriba. Bellatrix no quería formar parte de ninguna conversación que pudiera tener lugar, así que al momento comentó:

—Voy a pasear a Canuto, luego nos vemos en el bar.

Le puso la correa al perro que agitó el rabo satisfecho y salieron los dos de casa.

El pueblo ya se había engalanado para celebrar Halloween al día siguiente, con calabazas en los jardines, escaparates cubiertos de telarañas y murciélagos y gente usando ya sus disfraces para amortizarlos. Pocas cosas le apetecían a Bellatrix menos que celebrar esa fiesta; no compartía en absoluto el entusiasmo vecinal. Por desgracia, su primo sí...

—Buenos días, Bella —la saludó cuando desayunaron a la mañana siguiente—. Sé que no te gusta Halloween y crees que es para críos y...

—No lo creo, Sirius. Es un hecho —replicó con su malhumor matutino.

—Sí, sí, como sea. Pero vendrás al concurso de disfraces, ¿verdad? James y yo vamos a hacer un número de leones asesinos que...

Para mantener el respeto y la admiración que sentía por su primo, Bellatrix desconectó en ese punto y se evadió a sus fantasías. Cuando volvió a la realidad, Sirius seguía hablando:

—Y luego en el bar habrá karaoke de canciones siniestras...

—Jamás en mi vida estaré tan borracha como para presenciar eso —murmuró Bellatrix.

Sirius sacudió la cabeza por su falta de espíritu. Terminaron de desayunar, salieron a correr y Bellatrix se marchó al trabajo.

Ese día varios de sus compañeros (con los que nunca había hablado) se acercaron a ella para comentarle lo bien que les había caído su primo y preguntarle cuándo volvería. Por un lado, siempre le gustaba que apreciaran a Sirius; por otro, era muy celosa. Además, no quería relacionarse con esa gente tan rarita...

Aun así, el trabajo fue la menor de sus molestias ese día. El desagrado que sintió cuando volvió y vio que todo el pueblo empezaba a disfrazarse y a montar sus shows de Halloween la hizo dudar si aparcar o continuar hasta Londres sin mirar atrás. Al final se quedó, pero solo porque tenía hambre.

Comió y subió a echarse la siesta. Estaba cansada y sobre todo deseaba huir del salón: las amigas de Marlene habían acudido para disfrazarse juntas y no las soportaba. Sirius se había marchado a casa de los Potter. Ese día iba a volver al pueblo hasta Harry, que había cogido el bus desde el internado porque adoraba Halloween como su padre. Que gente más insoportable.

—Tú también no... —sollozó Bellatrix cuando vio a Canuto con un traje ancho naranja que, siendo muy optimistas, representaría a una calabaza.

El perro la miró ladeando la cabeza.

—Te han obligado, ¿verdad? —le preguntó—. Tranquilo, yo te libero.

Le quitó el traje y al momento el perro lo atrapó con los dientes y procedió a destrozarlo.

—Sabía que eras de mi equipo —le felicitó Bellatrix frotándole el lomo con cariño.

No obstante, los dueños de la casa sospecharían que Canuto no había podido desnudarse solo... y a Bellatrix no le gustaba asumir las consecuencias de sus actos. Así que cogió su abrigo y salió de casa mientras el perro seguía destrozando su traje con alegría.

Se alejó de la avenida residencial para esquivar a zombies, vampiros y brujas. «Son ridículos... Las brujas de verdad no necesitamos sombrero ni escoba» pensó Bellatrix. Bruja. Era un ¿insulto? que habían usado con ella desde pequeña y lo había adoptado como lema y bandera.

Llegó pronto a las calles comerciales (a las tres que tenía ese pueblo). Los escaparates e incluso sus dependientes hacían honor a la fecha, pero se resignó. Contempló los diferentes negocios en busca de algo que se le hubiera pasado en sus anteriores visitas y pudiese regalarle a Sirius dentro de tres días. Como era de esperar, nada nuevo.

Pronto volvió a la calle principal. En ambas aceras niños con sus padres pasaban a pedir dulces por las casas. En la plaza central habían montado un escenario en el que los participantes representaban alguna escena con temática de terror, También en el parque había un concurso de diseño de calabazas y varios puestos que vendían dulces con formas de fantasía. La gente corría de una atracción a otra, Bellatrix nunca había visto tanta gente en el valle de Godric.

Tuvo que reconocer que, escarbando en las capas inferiores al desprecio, sentía algo más. ¿Tal vez envidia? No de la situación en sí, claro, ni del ridículo que estaban haciendo... pero sí de tener alguien con quien compartir esos eventos, alguien con quien ilusionarse.

—No vas disfrazada.

Se giró y vio a Rodolphus mirándola de brazos cruzados. Había olvidado que le invitó (principalmente porque no creyó que acudiera).

—Me dijiste que todo el pueblo se disfrazaba y había que venir disfrazado —insistió Rodolphus con tono acusador.

Ella se acercó y le observó divertida. Rodolphus se había disfrazado de Drácula, pero de forma sutil: llevaba una capa tan elegante que al propio conde le habría dado reparo ponérsela. Debajo, un traje oscuro que le sentaba como un guante y le habría servido para una boda (o funeral quizá). La única concesión a la fantasía eran los colmillos postizos, pero hasta eso se notaba que era fabricado a medida y no de una tienda de disfraces.

—Sí que voy disfrazada —replicó Bellatrix divertida—. Soy una expresidiaria gótica medio loca con la piel similar a la de un cadáver.

Rodolphus la contempló pensativo. Llevaba un vestido largo negro, con sus botas de combate y un abrigo ajustado hasta la cintura con la falda asimétrica. En un entorno alejado de la noche de difuntos, hubiese llamado la atención.

—Está bien —le concedió Rodolphus—. Te perdono porque sigue sonando sexy.

Bellatrix sonrió y comentó:

—Tú eres un Drácula pocho, no llevas ni sangre en la boca.

—Soy un Drácula con modales —la corrigió—. Soy lo suficientemente viejo, sabio y poderoso como para comer sin mancharme. No se me cae la sopa cuando la tomo, así que tampoco se me escurriría la sangre si la bebiera. Nunca he entendido eso.

Bellatrix rio y le concedió que tenía razón. Rodolphus la atrajo hacia sí y la besó. «Es más entretenido que ver a todo el pueblo haciendo el ridículo» pensó Bellatrix. Así que le besó también y a eso dedicaron unos minutos.

Cuando se separaron porque seguían en medio de la acera, Bellatrix vio a Sirius contemplándolos desde la plaza. No le quedaba mal el disfraz de león... Mejor que a Potter y a miniPotter desde luego. Junto a ellos estaban también Marlene y Lily, disfrazadas de esqueletos. Le dio mucha rabia que todos la estuvieran mirando. Rodolphus no se dio cuenta, solo la miraba a ella.

—Vámonos —murmuró cogiéndolo del brazo.

—De acuerdo —respondió Rodolphus al punto, visiblemente aliviado de alejarse del circo. Se quitó los colmillos postizos con rapidez y preguntó: —¿Te apetece cenar?

—Vale, pero en otro lugar, fuera del pueblo. ¡Y conduzco yo!

Con tal de marcharse del ambiente halloweenesco, Rodolphus lo aceptó todo. Había aparcado a la entrada del pueblo, era complicado adentrarse más con tanta gente correteando por las calles.

—¿A dónde podemos ir que la gente sea normal? —preguntó Bellatrix arrancando.

No necesitó especificar que buscaba a gente no concienciada con la fiesta de los muertos. Rodolphus le recomendó Harsea, la ciudad más próxima, en la que la gente vivía con más prisas y sin tiempo para pasarlo bien.

—Perfecto —decidió Bellatrix.

Como ahí estaba el hotel donde se alojaba Rodolphus, pudieron dejar el coche en el garaje privado

—El restaurante del hotel está bien, pero hay otros mejores, si te apetece dar un paseo.

A Bellatrix le apetecía.

Harsea era una ciudad costera muy bonita, con muchas tiendas, parques y un elegante paseo marítimo. Y, sobre todo, casi ningún escaparate tenía telarañas ni esqueletos y nadie iba disfrazado.

—¿Te gusta algo? —preguntó Rodolphus.

Bellatrix había pasado demasiados segundos contemplando el escaparate de una joyería.

—No... Ando buscándole un regalo a Sirius, el lunes es su cumple y aún no tengo nada.

—¿Y habías pensado en un reloj?

—No sé... No he pensado en nada en realidad, no encuentro nada que le pueda gustar y que sea lo suficientemente bueno.

—Ajá... —murmuró Rodolphus— ¿Y algo de ropa? Un abrigo o algo así.

—Se me da mal lo de las tallas y todo eso. Además, la ropa de hombre es aburrida. También pensé en un tatuaje, pero creo que por el momento no tiene ideas para ninguno más.

—¿Y algo más personal?

—¿Cómo qué?

—Yo qué sé. Esas cosas que hacen las familias felices... Algo con fotos vuestras, un álbum o...

—Eso estaría bien —concedió Bellatrix—, pero no tenemos fotos juntos.

—¿Por qué no? —preguntó Rodolphus con curiosidad—. Ah mira, este es mi restaurante favorito de aquí.

Entraron y mientras cenaban, Bellatrix le relató los conflictos que sufrió Sirius con su familia y que le impedían volver a Grimmauld Place a recuperar sus recuerdos.

—A mí también me prohibieron pisar esa casa, claro... y cualquiera propiedad que pertenezca a los Black.

—Pero... ¿tus tíos no están muertos?

—Sí, pero Regulus cumple a rajatabla su voluntad. Él ni siquiera vive en Grimmauld, se mudó a la mansión de su novia, pero instaló una alarma en la casa familiar... por si acaso.

—Nunca había conocido a una familia que superara a la mía en paranoia y en... en ser un asco en general.

Bellatrix alzó una ceja. Normalmente no permitía que nadie ajeno criticara a los Black... pero a Rodolphus se lo dejó pasar, le había salvado la noche.

La cena fue deliciosa y el vino que la acompañó todavía más. Cuando terminaron, volvieron al hotel y tomaron un par de copas más en el piano-bar. En esa ocasión, Bellatrix sí aceptó quedarse a pasar la noche. 

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