
Capítulo XX
XX-MÁS DE UNA VERDAD
Allen, a último momento, decidió no ir a casa de su abuelo como él se lo había pedido, y ese hombre la había estado llamando más de cuarenta veces (sin mentir), incluso había enviado a más de tres de sus hombres a buscarla, pero ella no quiso levantarse del sofá en ningún momento.
Ya nos estábamos solos, Siana había venido a verla después de yo llamarla, porque la verdad era que no sabía qué hacer para tratar de consolarla, porque lloraba, estaba bien, y luego volvía a llorar de nuevo.
Yo no era bueno con las palabras cursis, tampoco con los abrazos. Allen lo había dicho: no me conocía, así que yo era el menos indicado para ayudarla. Dudaba mucho que un abrazo mío le fuera suficiente.
Entonces Siana estaba ahí con ella en el sofá, también Ludovico y Birkin, y extrañamente, Prey, quien no había dicho ni una palabra desde que había llegado. No sabía qué hacía ahí, pero si Allen no lo echó, entonces yo no puse objeción.
No era momento para mis berrinches de hombre celoso. Claro, cualquier momento podría serlo así fuese un mal momento, pero estábamos hablando de la muerte de la abuela de Allen.
Siana y yo habíamos tenido la oportunidad de toparnos juntos en la cocina, ella para buscar un vaso de agua y yo porque estaba recostado de la encimera desde que ellos habían llegado. Por ella tuve la oportunidad de saber que los abuelos de Allen se habían separado cuando la mamá de Allen murió.
Las cosas sí que estaban bastante complicadas entre esa familia, la verdad, y yo no sabía qué opinar al respecto.
El estado de Allen había mejorado bastante con el rato, porque de vez en cuando Birkin decía algo y ella sonreía. Ojalá pudiese tener la misma habilidad que él en cuanto a eso, pero apenas escuché la noticia, dejé de estar embriagado pero todavía en mi poco sano juicio.
Ya lo dije, no soy bueno consolando, nunca lo fui.
Pero quería aprender, quería aprender a hacer sentir mejor a Allen cuando tuviera esos episodios.
Después de un rato, donde yo seguía apoyando a Allen pero desde la distancia, sonó la puerta, y estuve seguro que sería un cuarto hombre de traje enviado por el señor Othelio.
Me dirigí a la puerta al igual que Prey, y al abrir, ambos nos quedamos mirando a quien estaba detrás.
El señor Freyen.
—Buenas noches —saludó.
—Madrugadas —le corregí, y Prey no dijo nada, solo miraba sin pestañear.
—Ah, sí. ¿Está Allen? Me enteré de lo que le pasó a la mamá de Tinley y… quisiera saber cómo está.
Miré a Prey, y él también me miró a mí. Tanto él como yo no sabíamos si era buena idea dejarlo pasar, así que simplemente alzamos los hombros casi al mismo tiempo.
Bien, ¿Entonces quién tomaba la decisión? Porque yo no pensaba hacerlo, y acercarme a Allen para preguntárselo no me parecía apropiado.
—¿Quién es?
Tuvimos suerte, la defensora del pueblo llegó y ambos tuvimos que hacernos a un lado. Creo que Prey y yo también pensábamos lo mismo: que Siana era bastante complicada, así que preferíamos no interponernos en su camino porque ella intimidaba mucho.
Siempre estaba a la defensiva. Era una mujer muy agresiva para ser bastante pequeña. Pobre del novio que en algún momento vaya a tener.
—Señor Freyen. Buenas noches —saludó ella, amable.
Prey y yo fruncimos el ceño, mirándola.
—Madrugadas —corrigió él, algo que me hizo sonreír. Ella volteó para fulminarlo con la mirada, pero luego sonrió para mirar al señor Freyen—. ¿Quiere pasar?
—Sí.
Bien, la decisión estaba tomada. Todos nos apartamos y el señor Freyen entró, pidiendo permiso. Allen bajó los pies del sofá y se quedó sentada, mirándolo, y en lo que su papá se sentó de manera insegura en el sofá, ella se estrelló contra su cuerpo para abrazarlo y empezar a llorar de nuevo.
Siana empezó a hacernos movimientos con las manos que todos entendimos a la perfección, así que terminamos saliéndonos del departamento de Allen para darle privacidad con su padre.
Pues apenas estuvimos afuera y nos recostamos del paredón (Ludovico y Prey se sentaron en el suelo), el ascensor hizo un sonido, sonaron las puertas eléctricas al abrirse y empezaron a entrar personas.
Vale, no eran personas cualquieras, eran exactamente tres y sonreí con ironía cuando mi mirada se cruzó con la de Daimon, acompañado de Casel y Fray.
Maldita sea la mona, ¿Acaso no se cansaban?
Allen se sentía demasiado mal, así que hice un esfuerzo por no mirar a ninguno y decidí no hacer una escena, solo por ella y porque ahora estaba de luto, también porque su padre estaba presente y no quería dar malas impresiones; aunque muy poco me importaba.
Mientras Casel, Fray y Daimon caminaban en dirección a nosotros, desde el otro lado de los pasillos se acercaban aquellas dos chicas que se habían mudado de últimas a la residencia. Al menos hasta donde yo había visto.
Una de ellas, la castaña, se quedó mirando a Birkin con desinterés y luego pasó su mirada hacia mí, analizándome hasta los órganos.
Pues apenas avanzaron después de decir buenas noches y que todos respondiéramos, Fray se tropezó de manera intencional con una de éstas, que era rubia, y el único motivo que pude tener fue que la chica se había quedado mirando a Daimon de manera embobada.
—Se pide permiso, amiga —aseveró la chica rubia, dándole la espalda pero con el rostro volteado para mirarla. Fray no le hizo caso, solo rodó los ojos.
—Buenas noches —dijo ella misma—, ¿Dónde está Allen?
Pues nadie le respondió. Siana se miró con Ludovico como si no hubiese nadie presente. Prey se comía las cutículas. Birkin miraba al techo y yo simplemente tenía los ojos entrecerrados mientras respiraba pausadamente, porque moría de sueño, pero no quería irme sin antes escuchar a Allen decirme que estaba bien.
—¿Prey? —le preguntó Casel—. Fray preguntó algo, ¿O es que todos se quedaron mudos?
Y nuevamente nadie dijo algo, ¿Quién iba a hacerlo si eso no era problema de ninguno? Pues nadie.
Birkin, Ludovico y Siana, no soportaban a Casel, ni a Daimon ni a Fray; y yo menos. Y Prey, pues parecía sumergido en su propio mundo. Él casi nunca hablaba, y era lógico, los cuatro estábamos ebrios, y si no fuera por Siana (la única sobria), no habríamos sabido qué hacer con Allen.
Fray intentó acercarse a la puerta del departamento de Allen, pero justo antes de que pusiera su mano en el pomo, Siana metió la suya en medio, impidiéndolo.
—Allen no está pasando por un buen momento, Fray, de verdad. Y te pido de toda alma que por favor te vayas, tú solo empeorarás las cosas. Y si eso pasa, entonces cumpliré la amenaza que te hice aquel día cuando le pegaste a mi hermanito. Te voy a matar.
Birkin soltó una risita, y eso empujó a Ludovico a hacer lo mismo, pero con mayor intensidad. Entonces ambos acabaron riéndose mientras que Prey y yo estábamos bastante confundidos. Claro, entendíamos todo referente al tema de Siana y Fray porque las palabras de Siana eran inconfundibles y ella solo hablaba para decir todo con agresividad y siendo muy directa. Lo que no entendíamos Prey y yo, era el por qué Ludovico y Birkin se reían. Pero debo de imaginarlo, si ellos conocen a Siana de la misma manera en que yo empiezo a hacerlo, sabrán que es raro que haya hecho una amenaza y no actuado. Su mirada y sus expresiones parecían tan salvajes como Elizabeth Bennet.
Para muchos no pero para mí sí, Elizabeth era la más insoportable y salvaje de sus hermanas. Que me perdone Dios por pensar así de una mujer, pero estaba a nada de llamar perra a Fray.
Calma, Dorian, tú no eres así, ni por más molesto que estuvieras.
Vale, lo que me ardía era que lastimaran a Allen. Que ella fuese lastimada por alguien que no era yo. Quería ser el único con el poder hacerlo. Quería ser el único que pudiera dañarla y herirla.
—Apártate, Siana —le pidió Fray, sonando cansadísima—. Esto es algo familiar, yo no sé qué haces aquí.
—Estoy segura de que soy más familia de Allen que tú. Yo vengo por amor y dolor a ella, tú vienes por aparentar y por hipocresía. Así que vete.
—Que te quites —Fray le dio un empujón, y tuvo tiempo de abrir la puerta, pero no de entrar.
Siana levantó la mano y le propinó, no una bofetada sino un golpe a puño cerrado, y lo soltó con tanta fuerza que no creí que realmente esa fuera Siana. Quedé bastante sorprendido cuando escuché el sonido que se emitió al Siana impactar su mano contra la quijada de Fray; fue seco, sonó fuerte y como un objeto cayendo al vacío. Yo, que era un experto con golpes y llaves en cuanto a la lucha libre y el boxeo, hubiese dado a Fray por inconsciente si el golpe hubiese sido en la sien y no en la quijada. Era suficiente para noquearla, pero si no lo hizo el golpe de Siana, lo hizo la pared, porque Fray estaba muy pegada a ella, por lo que su cabeza terminó estampándose bruscamente contra el muro.
Y ahí cayó, inconsciente.
Casel intentó emitir un grito, pero quedó a medias porque Daimon, quien estaba detrás suyo, la abrazó para sostener sus brazos y con su mano sobrante le tapó la boca.
Todos quedamos sorprendidos mirando con más atención a Fray tirada en el suelo de largo a largo, Prey y Ludovico también se levantaron para mirar desde un mejor ángulo. La pobre todavía llevaba su vestido ajustado y sus tacones, porque seguramente de la fiesta de Ludovico se fue a otro lado a terminar lo que Ludovico acabó solo por Allen.
Una fiesta. O mejor dicho, un fiestón.
—¡La maté! —chilló Siana, llevándose las manos a la boca, pero yo me arrodillé frente a Fray rápidamente para tocarle el pulso. Estaba viva. También acerqué mi oreja a su nariz y miré detenidamente su abdomen. Estaba respirando.
—Está noqueada —revelé—, y hay que quitarla rápido de aquí para que el señor Freyen no la vea.
—A tu departamento —señaló Siana, y era pésima idea, pero no había otra opción.
Todos se quedaron mirándome para escuchar mi decisión, pero no dije nada porque Birkin habló primero.
—Yo voy a borrar las cámaras de seguridad —susurró, colérico, cubriéndose la boca para reprimir una risa y alejándose del área mientras disimulaba una preocupación. En realidad, todo su rostro estaba lleno de preocupación fingida.
Me dirigí a mi departamento sin decir nada y abrí la puerta, mientras que Ludovico y Prey arrastraban a Fray por los brazos hasta el interior. Maldición, ellos podían cargarla, pero no lo hicieron, prefirieron arrastrarla y reírse a la vez. Eran malos, era cierto, pero yo no pude evitar atacarme de la risa cuando estuvimos dentro de mi departamento (incluido Daimon, mientras continuaba sosteniéndole la boca a Casel, pero al Siana cerrar la puerta, él la soltó).
—¡Joder, mírenla! ¡Busquen alcohol!
Daimon se pegó de frente a la puerta, cubriéndose la boca con ambas manos mientras su cuerpo se estremecía, específicamente: sus hombros y su pecho; es decir, estaba riéndose en silencio.
—¡No es gracioso, Prey, cállate! ¡Y tú también, Daimon! —les gritó Casel, arrodillándose en el suelo para sostener el rostro de Fray entre sus manos como si estuviese muerta.
—Voy por alcohol, ya vuelvo.
Me dirigí a mi habitación rápidamente, dejando a un Prey arrodillado en el suelo, riéndose, a un Ludovico del mismo modo sentado de nalgas y cubriéndose el rostro, a una Siana que se sentó en mi sofá sin pedir permiso y llena de mucha preocupación, incluso con los humedecidos, a un Daimon que no se atrevía a apartarse de la puerta para que no lo vieran reírse, y finalmente a una Casel enojada, preocupada y llorando.
No tardé en regresar con algodón y alcohol, y se lo entregué a ella misma. Ella fue quien se encargó en despertar a Fray, y cuando todos miramos que poco a poco empezaba a recobrar el conocimiento, dejamos de reírnos y nos alejamos (Ludovico y Prey levantándose del suelo, llenos de diversión y con los ojos chispeantes).
—Fray —pronunció Casel—. Ay, por Dios, estás viva.
Prey bufó, casi sonando como un resoplido que parecía una risita mínima y forzada por intentar reprimirla.
—¿Dé dónde sacaste esos golpes, Siana? —le pregunté, bastante conmovido.
—Los obtienes cuando eres mujer y creces solo con hermanos hombres.
—Ah —asentí, rascándome la nariz—. Recuérdame siempre no meterme contigo.
Siana rodó los ojos y negó lentamente con la cabeza, cosas que me hizo sonreír a medias.
—No sabía que tenías esa fuerza —le dijo Ludovico, con la voz seria por naturaleza—. Te la tenías bien guardada, y sigue así, no quiero que termines matándome en cualquier momento.
—Calla, Vico, anda.
—Gracias a Dios no es amiga mía —opinó Prey, sin expresiones. Era igualito a Ludovico, hablaba y no podíamos saber si decía las cosas para bien o para mal.
—¿Dónde está esa perra? —inquirió Fray, colocándose de pie rápidamente—. ¿Dónde carajos estamos?
—En mi departamento —respondí—. Y por favor, si vas a pegarle a Siana hazlo allá afuera, no quiero que rompan nada.
—¿Estás loca, verdad? —le preguntó Fray a Siana cuando su mirada cayó sobre ella.
Siana se levantó del sofá al ver que con bastante violencia Fray empezaba a dirigirse hacia ella, luego lo rodeó y se quedó detrás de él, negándose a que Fray la alcanzara. Pues Fray se subió de rodillas al sofá e intentó tomarla, pero yo me acerqué rápidamente a ella y la tomé por la cintura, apretándola con fuerza para evitar que ambas destruyeran mi departamento. Claro, de Fray todo era normal, el problema era que Siana terminara incendiando el edificio completo.
—Ya, ya —murmuré cuando tomé a Fray por la cintura con mis manos y fácilmente la llevé hasta la puerta, donde la solté, luego tomé el pomo y lo abrí—. Voy a agradecerte que por favor salgas de mi departamento, también ustedes dos —señalé a Daimon y a Casel, y ellos no tardaron mucho en hacerlo, al igual que yo y los demás.
Volvimos a tomar nuestros antiguos lugares. Daimon y Casel se fueron, y aunque Casel intentó persuadir a Fray para que también se fuera con ellos, ella se hizo la terca y se quedó esperando a un lado de la puerta de la habitación de Allen a que seguramente saliera su padre.
—¿Puedes llevarme a mi casa? —le preguntó Siana a Ludovico—. Por favor. Estoy cansada y mi mamá tiene que salir temprano, así que tengo que cuidar a Servek.
Ludovico asintió, así que Siana le pidió un momento para ir a despedirse de Allen. Pues Fray aprovechó esa gran oportunidad para entrar también, rozando a Siana con el hombro.
Ay, esa mujer buscaba que Siana volviera a golpearla y noquearla.
El ascensor había sonado nuevamente y la figura de Birkin apareció, sudoroso.
—Ya volví, ¿Y la fallecida? —preguntó, echándose aire con la mano.
Ludovico soltó una risita al mismo tiempo que Prey y yo.
—Birkin, ¿Puedes llevar a Siana a su casa? —le preguntó Ludovico, y luego soltó de forma hermética—: Quiero quedarme un rato más con Allen.
Birkin asintió, aquechando las llaves en el aire cuando Ludovico se las aventó.
Creí que al Siana irse con Ludovico, Prey y Birkin también optarían por irse, pero fue todo lo contrario. Así que bien, ahora tenía menos oportunidad para tener a Allen solo para mí.
Odiaba que todo fuese siempre tan complicado. Pero las cosas no iban a ser como antes, cada vez que tenga la oportunidad, pasaré mucho tiempo con ella.
***
Había amanecido y yo me encontraba de espalda sobre el sofá de mi departamento, mirando hacia el techo con bastante sueño porque solo dormí seis horas y pensando en qué estaba haciendo Allen, si estaba despierta, si se sentía bien, si había desayunado y si estaba en su departamento. Quería seguir durmiendo, pero los pensamientos sobre ella no me dejaban, además, el hambre siempre era más poderoso, así que tomé una ducha, me vestí y me fui a la cafetería que quedaba cerca de la residencia. Cafetería a la que iban todos los conocidos, porque al entrar, estaba ahí el grupo de Fray, incluyendo al imbécil de Daimon; con mucha comida sobre la mesa.
Hubiese preferido encontrarme con Siana, la verdad, pero yo siempre tuve mala suerte.
Me acerqué a la barra después de echarle una mirada rápida a Prey, porque ellos no me importaban. Pedí una hamburguesa y un jugo de naranja, luego me senté a esperar en una mesa bastante apartada del grupo a que me entregaran el pedido. Para matar ese rato, intercambié un par de mensajes con mis padres, con mi abuelo y con mis amigos que estaban en Canadá. Y también utilicé unos segundos de mi valioso tiempo para dejar de seguir a Casel en Instagram.
Coloqué el teléfono sobre la mesa y suspiré, pasándome las manos por el rostro. No pasó mucho tiempo antes de que mi vista cayera sobre una televisión que había en la cafetería, detrás de la barra y tendida a la pared.
El abuelo de Allen estaba en las noticias, un montón de periodistas, reporteros y comunicadores sociales estaban tomándole fotos y siguiéndolo, también le hacían preguntas sin parar, pero aquellos tres hombres de traje que siempre estaban escoltándolo (uno de ellos con gafas oscuras), trataban de quitarle cuidadosamente a la multitud se encima para subirlo a un auto negro.
Seguramente debía ser por la muerte de su ex-esposa, era decepcionante ver cómo las personas no guardaban respeto y lo dejaban en paz, pero con mis padres fue igual cuando murió mi…
—Buenos días, Dorian, ¿Dormiste bien?
Maldición, ella se había acostado, seguramente, más tarde que yo, y ahora parecía radiar, o quizás era el maquillaje, pero muy poco se le notaba. Tenía el cabello totalmente aplastado y perfectamente peinado hacia atrás, como si lo hubiese peinado con bastante gelatina, y finalmente tenía un bollo amarrado en la parte de su nuca. Llevaba argollas muy grandes, gafas de sol negras sobre la cabeza y los labios bien rojos con una capa más de algo que parecía lubricante.
Madre mía, ¿En serio llevaba lubricante en los labios? Pensarlo me provocaba una punzada en el vientre.
Ya, Dorian, no seas ignorante, sabes perfectamente que es un brillo labial y que las chicas de ahora lo usan en triple capa para parecer aesthetic.
Gracias por aclararme todo, subconsciente.
Era Casel, e iba vestida totalmente de negro. De acuerdo, no podía negar que tenía muchísimo estilo y que también sabía utilizar maquillaje adecuadamente.
Se sentó frente a mí cuando le respondí el buenos días, sin pedirme permiso, y me sonrió con muchas ganas.
—Te ves bien para haberte acostado bastante tarde hoy en la madrugada —confesó.
¿En serio? ¿Me veía bien? Obviamente no necesitaba que ella me lo dijera, porque yo lo sabía. Además, tenía cremas importadas esenciales para cuando me pasaran cosas parecidas. Aprendí a utilizarlas gracias a Piita, porque ella siempre utilizaba todo tipo de productos para parecer tres años menos de los que tenía y de los que aparentaba. Casel y ella eran tal cual en estilo, pero Casel era más hermosa en la cara, aún así, a mí, Piita me parecía más hermosa, porque era su personalidad y su lealtad lo que la definía como mujer.
Piita era simplemente perfecta, solo le faltaba aprender a pelear, pero ella ya tenía quien la defendiera, dos mejores amigos (Buty y yo), dos hermanos mayores, un padre y un novio.
—Gracias —murmuré.
Por fin la mesera me trajo mi comida y me dispuse a comer, sin importarme que Casel estuviese presente. Me preguntaba cuándo iba a irse, porque yo no quería echarla y parecer un inmaduro medio imbécil. Es decir, no me importaba que estuviese ahí, así que seguí comiendo.
Llevaba en el estómago media hamburguesa y todo el jugo de naranja, y Casel seguía metida en su teléfono tecleando tormentosamente con sus largas uñas pintadas de negro, sin parar, como si hablara con diez personas a la vez. Me iba a volver loco, y estuve a nada de echarla, solo que los adornos de la cafetería sonaron y llamaron mi atención.
Vaale.
Lo siento mucho, Casel, pero ella siempre iba a darte dos patadas en el trasero aunque no se esforzara por tener el mejor estilo.
Allen había llegado a la cafetería, y me sentí ansioso cuando la miré, nervioso, hiperactivo, sentía unas ganas terribles de acercarme a ella y abrazarla, también de besuquearla hasta dejarla agitada y sin aliento, sofocada, sudada, nerviosa, inquieta. Quiera tocarla hasta que se volviera loca y pronunciara cientos de veces mi nombre, con suavidad, con tentación, con provocación.
Oh, Dios, era la primera vez que pedía un deseo y no se cumplía tan rápido.
Allen había llegado con Siana, pero eso no importaba mucho, solo me interesaba ella. Era la primera vez que la veía vestida de negro. Maldición, el negro iba perfecto con su tono pálido de piel. Llevaba zapatos negros sin trenzas y muy pulidos (zapatos que parecían masculinos). Un pantalón gabardina del mismo color ajustado en el trasero, de allí para abajo le quedaba semi ajustado, y no se le veía nada mal. Una camisa manga larga de color negro que llegaba hasta la mitad del cuello y le daba más elegancia porque era muy ajustada. Y finalmente, guantes negros que parecían ser la segunda piel de sus manos.
Lo último que miré en Allen, fue lo que más me gustaba de ella y de su naturaleza femenina: su cabellera rojiza, la cual llevaba suelta, dejando al aire sus extravagantes rizos caídos sobre sus hombros, su espalda y su cadera, y esas pequeñas hebras sobre su rostro y sus redondos lentes de lectura.
¿Realmente esa era… Allen… Mi Allen?
Por fin su mirada cayó sobre la mía. Estaba bien, se veía hermosa, fervientemente hermosa. Pero olvidé algo, ese algo era Casel. Allen analizó un costado de mí y luego rodó los ojos y apartó el rostro.
¡Rodó los ojos y apartó el rostro!
¿Qué había sido eso, eh? No lo sabía, pero iba a descubrirlo aunque sabía que estaba en graves problemas.
Allen dejó de mirar hacia mi mesa y siguió hablando con la mesera y con Siana, quien estaba vestida también de negro…
Espera…
Me giré para mirar hacia la mesa de Fray. Hyde, Daimon, Fray, y también Casel (que ya la vi bien), estaban vestidos de negro. ¡¿Habían enterrado a la abuela de Allen?! ¡¿En qué momento?! Por el amor de Dios, eran las siete de la mañana casi las ocho, ¿Tan temprano la sepultaron?
—¿Te gusta Allen, Dorian? —inquirió Casel.
Sí la escuché pero no le presté tanta atención como para mirarla, porque estaba ocupado mirando como Allen se guardaba sus guantes en los bolsillos y se recogía el cabello.
Quería tomarla por la cintura y llevármela de ahí, porque al maldito de Daimon se le iban a salir los ojos.
—Me encanta —le respondí a Casel, sin importarme que fuera a decírselo a sus amigos.
Más tarde, a la cafetería entró Ludovico, vestido también de negro. Se situó junto a Allen y Siana en la barra para hablar con la mesera, quien parecía encantada escuchando todo lo que Siana hablaba.
Quería quitar la mirada, pero no pude. Al final, tuve que hacerlo, porque Casel dijo algo que llamó mi atención:
—Daimon también está enamorado de Allen.
—Nunca dije que yo estaba enamorado de Allen.
—Y yo nunca dije que tú dijiste que estabas enamorado de Allen.
—Dijiste: "también" —enfanticé, recordándoselo—. Es como si también lo hiciera.
—Vale, no me refería a eso, sino a otros —enarcó las cejas en dirección a la mesa que compartían sus amigos—. Tendrás que hacer la filita porque son cuatro.
—Cuatro —enarqué una ceja—. Cuatro —repetí, pero no sin creerlo, porque yo podía decir que si Allen se lo proponía, sería capaz de tener tras ella a todos los hombres del mundo. Pero yo no quería que fuera así, solo quería que me tuviera y que me quisiera a mí.
—Claro —Casel torció los labios—. Daimon, Erwing, Prey, y todo el mundo sabe que a Ludovico parece gustarle ella.
—¿Prey? —fruncí el ceño. Eso sí que no me lo creí.
—Es de pocas palabras, dice que Allen le cae bien y que parece ser su tipo. Ya sabes. Leer libros, estar en silencio, lo concentrada y madura que es.
No podía ser cierto, es decir, ¿Él no era amigo de ella, o sí?
Debía admitir que fue muy extraño que Prey intentara alejar a Allen de nosotros cuando estábamos ebrios jugando al dominó, y también el hecho de que se hubiese quedado un rato con ella mientras lloraba por la muerte de su abuela. Pero no, no parecía extraño mientras la miraba, solo fue apoyo así que no podía sacar conclusiones apresuradas. Pero algo que sí podía decir, era que tenía otro tipo de mirada con Ludovico.
Prey solo era educado, y nada más, porque pudo haber apartado a cualquier mujer que hubiese estado en el lugar de Allen solo porque habían muchos hombres ebrios ahí.
Casel solo quería dañarme el cerebro con su estupideces. Yo, que conocía bien las miradas, podía decir que Prey estaba enamorado de Ludovico antes de decir que lo estaba de Allen. Además, Siana también leía libros y era madura como Allen, a él quizá podía gustarle Siana. Que pudieran tener los mismos gustos no necesariamente tenía que decir que le gustara.
—Me das lastima, Casel, de verdad —murmuré, guardándome el teléfono en mi bolsillo—. Debe ser muy triste ser tan malo e hipócrita. Seguramente por eso no sabes lo que es apoyo, el que alguien esté contigo en las buenas y en las malas. Pero está bien que pienses así de Ludovico y de Allen, eres libre de pensar sobre ellos lo que tú quieras, me demuestras que eres igual que media humanidad. No pueden ver a dos seres muy unidos porque enseguida sacan conclusiones psicópatas, ¿No? Permiso.
Tomé mi plato y mi vaso (ya vacíos) y me acerqué a la barra, colocándolos cerca del lugar donde normalmente los clientes que querían dejaban los cubiertos y demás cosas. Me acerqué a los chicos y me metí entre Allen y Siana, quienes estaban sentadas en unos bancos altos.
Enseguida el olor a vainilla impregnó mi nariz violentamente.
—¿Qué pasó con la perra esa? —me preguntó Siana—. No me digas que hicieron las paces, porque te corro de aquí y le digo a Birkin que te pida desalojo.
—Siana, por Dios —Ludovico torció los labios con amargura.
—¿Cómo estás? —le pregunté a Allen, inseguro, porque no sabía si ella estaba molesta conmigo.
—Bien —sonrió con ternura, apartándose una hebra de cabello que estaba molestándole el ojo izquierdo. Guao, no parecía para nada molesta, actuaba totalmente normal. No sabía si quería que me celara o si prefería mantenerla así.
—¿Ya enterraron a tu abuela?
—Sí, esta mañana. Fue algo rápido, la verdad, porque los periodistas estaban montando un desastre. Pues mi abuelo los amenazó con demandarlos por irrumpir en un entierro. Y bueno… ya sabrás.
Y entonces sonrió, como si nada hubiese pasado. Fue una sonrisa malvada, y entrecerré los ojos un poco por eso.
—¿Y a qué hora te dormiste anoche…?
—Ay, Dorian —se quejó Siana—. ¿Qué tanto preguntas, mijo? Pareces un disco rayado.
Ludovico soltó una risita, y Allen igual; con bastantes ganas, a decir verdad. Parecía que la muerte de su abuela muy poco le había afectado, o quizás ya había llorado lo suficiente y no tenía que seguir haciéndolo. Quería saber sobre ese tema, tenía tantas preguntas que hacerle a Allen que no veía el momento de terminar si empezaba ahora. Pero mejor dejo el pensamiento de tantas preguntas atrás, porque a la hora de estar con ella, nunca preguntaba lo que quería preguntar porque el tiempo se desvanecía fácilmente cuando estábamos juntos.
—Mira, Allen, yo me voy —anunció Ludovico, sonando normal—. Ya sabes que mis padres llegan hoy y quiero recibirlos —se bajó del blanquito y se acomodó el saco del traje, y antes de irse, me dijo unas palabras que nunca me esperé—: Deberías venir con Allen a mi casa un día de estos, antes de que mis padres se vayan. Tal vez les agrades.
Y se fue. Yo quedé tan sorprendido como Siana.
—¿Acaso Vico…? —le preguntó a Allen, como si ya Allen supiera la pregunta.
—Sí, eso parece. Es bastante extraño.
—Extrañísimo.
—Ya —aseveré, riéndome—. ¿Qué hablan?
—Nada —dijeron ambas, negando con la cabeza.
—¡Ah! —chilló Siana, bajándose rápido del blanquito—. Me voy con Vico, no tengo dinero para tomar un taxi.
Le dio un beso en la mejilla a Allen, me abrazó con rapidez y luego se alejó corriendo, pasando la puerta a nivel Dios. Ojalá que Ludovico no lo haya dejado, aunque si lo hace, yo le daría el dinero para que se fuera y me dejara solo con Allen.
Me senté a su lado, en el banco donde estaba Siana anteriormente.
—¿De qué hablabas con Casel? —frunció el ceño.
¿Wah? ¿Meh? Me conmovió mucho el cambio de humor de Allen, tanto que llegué a sonreír con arrogancia para empezar con la mía. Sus labios estaban rectos, su mirada oscura, y sus expresiones de buena persona se habían marchado a pasear por ahí.
—¿Celosa, Allen? —le pregunté, entrecerrando los ojos.
—Demasiados hombres leales en el mundo. Demasiada personalidad y belleza en mi ser. No me permitiría nunca algo así.
Bien, ya no sabía si el papel de arrogancia era mío o suyo. Allen se incorporó mejor en el banquito alto y dejó de mirarme con interés para mirar hacia el lugar detrás de la barra donde entraban y salían meseros. Era como el depósito donde preparaban y almacenaban todo.
Me acerqué a su oído y susurré: —¿Segura, Allen? ¿No estás ni un poquito celosa?
—No hagas eso. Aléjate.
Le hice caso, riéndome. Ella me miró de reojo, pero terminó volviendo a ponerme atención para hablarme.
—Quería darte las gracias por… por haber estado conmigo ayer. Creo que estaba bastante dolida y no… no te presté mucha atención.
—Tranquila, Allen, no tienes que darme las gracias. Y, estés dolida o no, nunca me prestas atención.
—Te lo compenso.
—Me interesa —revelé inmediatamente, mirándola con mucha insistencia.
—Puedo ir a visitarte un rato a tu departamento, no sé —se encogió de hombros.
Sonreí, tratando de reprimir la risita.
—Eso suena bien, Allen, ¿Segura que quieres venir?
Ella frunció el ceño y pasó saliva, luego me miró los labios y se relamió los suyos. Al principio no sabía si había hecho eso para darme una señal, pero luego supe que no, porque arrugó la nariz y apartó su mirada como si estuviese entrando en razón, como si por un momento estuviese tomando conciencia.
—No… —murmuró—. N-no, no vayas hacer nada raro, Freemam, porque apenas lo hagas me voy.
—No lo haré, lo prometo —levanté la mano en forma de promesa.
No sabía a qué ella llamaba raro, pero apretarla por la cintura y robarle un beso, no era raro.
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Holaaa, aquí Cecilia.
Estoy súper feliz porque Dorian llegó a las 1K de lecturas en menos de dos meses. No saben cuánto aprecio el apoyo que me dan, de verdad. Y muchas gracias, a este paso me ayudan más de lo que esperaba a crecer como escritora❤️
No actualicé antes porque YA SOY BACHILLER DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA🇻🇪 y estoy un poco ocupada con el proceso de mi graduación.
Pero aquí les dejo este capítulo ya editado.
Y tengo otros esperando por ser editados también. No saben lo que se viene, prepárense, chicas😈 WUAJAJAAJ
Adelanto de uno:
—Ya veo que no —se auto respondió cuando desvíe la mirada—. Deberías empezar diciéndole que eres de Alemania. Que no tienes diecisiete años sino veintiuno. Que estuviste internado durante dos malditos años en Bernant porque tienes otra personalidad, ¿Cómo es que se llama la maldita enfermedad asquerosa que tienes? Ah, sí, trastorno despersonalización- desrealización.
Por cierto, actualicé las imágenes de los personajes:), está en *Notita y Personajes*. Ya me falta poco.
Ig: ceciliamoncada1.1
Espero sus comentarios y votos.
Cecilia M.
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