
Capítulo XIV
XIV-EL CUENTO DE DAIMON.
—Para la siguiente clase, por favor.
Y todos empezaron a quejarse.
Había llegado el lunes, porque como ya saben, él se pierde de vez en cuando y regresa haciendo enojar a todos. Era el día de la semana que más se odiaba por la humanidad, y es de entenderse. Veíamos seis materias al igual que los martes.
Dios mío, como extrañaba Canadá. Quería volver a seguir viendo solo mis cuatro o tres clases por día.
Pero ese lunes era como si solo dictaran cinco materias, ya que la segunda hora era de natación y solo participaban los que querían y aquellos que iban a competir para las nacionales como representantes del Colegio International Gates.
Escuché que el instituto llevaba ganando la medalla de natación nacional durante nueve años seguidos. Y la seguridad de muchos me hacía creer que iban a ganar de nuevo este año.
Bueno, eso se esperaba.
Pero meh, nada de eso era lo que me importaba.
Allen…
No había hablado con Allen desde lo que pasó en la cafetería, y tampoco la había visto salir de su departamento durante todo lo que había quedado del domingo. Es decir, me quedé con sus compras, porque aunque toqué algunas veces su puerta, ella nunca me abrió.
Incluso, me había quedado esperándola para irnos juntos al instituto, pero ella nunca bajó, y cuando llegué al instituto, la vi. O sea, estaba esperando a Don nadie, como un imbécil.
Pero lo bueno era que ahora la tenía cerca mientras estábamos en la clase de literatura. Sí, veíamos literatura a primera hora los lunes, y era cuando me tocaba entregar el proyecto que había hecho en pareja con Ennat.
La razón por la cual no había podido acercarme a Allen antes, era que, desde que llegué, estaba hablando en los pasillos con el profesor de Literatura, y eso no me había agradado en lo absoluto.
Era un profesor y una alumna, joder.
Y para peor, se fueron al salón juntos, y no podía levantarme de mi lugar por miedo a que ese imbécil me fuera a regañar delante de todos.
Entonces esperé impacientemente a que la hora terminara para poder acercarme a ella, porque tenía muchas dudas, por ejemplo, ¿Por qué se había molestado? ¿Fue porque se enteró de que tenía un tatuaje y no era tan estúpida como para no darse cuenta que Erwing lo sabía porque Casel me había mirado desnudo ya que se encontraba en mi vientre?
Dios, era terrible pensarlo así, pero también me conmovía, ¿Acaso Allen estaba celosa? ¿Le había molestado saber que me había tirado a Casel?
Y mierda, quisiera decir que me había dejado llevar por la excitación, pero no, realmente quería hacerlo en ese momento con Casel. Y sí, porque era guapa y provocaba un montón, pero nunca creí que algo como eso fuera a afectar mi extraña amistad con Allen.
La cosa fue que los minutos transcurrieron y yo me sentía más y más desesperado, sin dejar de mirar a Allen y sin parar de sentirme nervioso con el pensar de que quizás ella no iba a volver a hablarme.
Ni siquiera se había molestado en mirarme o escribirme.
Y por fin la clase acabó, el profesor nos reiteró sobre un examen que tenemos la próxima semana y luego se largó; y supuse que cansado de mirar a Allen y que ella ni le prestara atención por estar sumergida en un libro.
Me levanté de mi puesto rápidamente, pero Ennat me obligó a sentarme de un solo jalón.
—Lo siento —murmuró—. Es que creo que estás molesto conmigo, y quería pedirte disculpas por haberte besado el otro día.
—Ah, eso —fruncí el ceño—. Te digo que ni me hubiese acordado de eso si no lo hubieses mencionado —y me coloqué de pie, porque Allen estaba a punto de irse, pero solté unas últimas palabras—. Es un tema olvidado, Ennat, déjalo así.
Tomé mi bolso rápidamente y me dirigí hacia Allen, quien ya había salido del salón.
La seguí por el pasillo, y sí que la seguí, porque estaba caminando muy rápido. Pero llegó hasta su casillero y lo abrió, y yo me coloqué a su lado.
—¿Por qué estás molestas conmigo?
Ella sacó un libro del interior del casillero y luego me miró, tranquila.
—No estoy molesta contigo, Freemam.
—¿Entonces? Siento que estás ignorándome y evitándome, habíamos hecho las compras juntos y ahora actúas como si no nos conociéramos.
—No creí que mi amistad te importara tanto. Tu perteneces a las personas de alto rango, y yo solo soy una simple lectora con mala vista y cabello feo, tú mismo me lo dijiste. Entonces ve con ellos, ellos son populares, conocen a muchas personas y van a fiestas, a viajes lujosos, y otras cosas. Yo no tengo nada de eso, no puedo ofrecerte nada más que no sean malos ratos.
Dejé de fruncir el ceño y solo pude sonreír, lo hice apenas y con mucha ironía. Pero solo acabé por soltar una risita, luego otra y otra, y al final una carcajada.
Esperé a que Allen se riera conmigo para obtener eso como su respuesta a que todo lo que decía era jugando, pero no, ella se mantuvo normal, ni seria, ni feliz, ni fría, ni cálida y ni suave como siempre lo era por naturalidad.
Nadie me conocía bien, en serio que no, había actuado de la mejor manera estando ahí solo porque no era mi país y porque ese lugar todavía no se había vuelto completamente mi lugar.
Era muy posesivo, y a veces no me importaba hablarle mal y gritarles a las personas para que se les quedara pegado al cerebro qué era lo que yo quería, pensaba, y cuáles eran mis decisiones.
Yo elegía por sobre todo, nadie elegía por sobre mí.
—Deja las estupideces, pelirroja fea. No…
—No, déjame terminar —me interrumpió—. Sé que te acostaste con Casel, y se corre el rumor de que también con Ennat y quizás también con Fray, y que yo esté contigo me suma a ser una más entre tu planificación. Y no quiero, Freemam, no quiero tener una mala reputación por tu culpa. Prefiero que todos crean que soy una envidiosa a la que su mamá abandonó y a la que nadie quiere por boca de Fray, a que digan que soy una cualquiera.
Y volví a sonreír.
—Yo nunca me acosté con Ennat y tampoco con Fray —le aclaré con mucha seriedad—. Y sobre Casel quisiera no hablar, porque eso no es de hombres y porque así no me educó mi mamá. No voy a decirte que sí pero tampoco voy a negartelo. Y pues, si alguien te tacha como cualquier, mejor que su familia se despida. Pelirroja, ni siquiera sé por qué voy a decirte esto, pero quiero aclararte que yo no soy como tú lo piensas. Tuve solo dos novias, y puedes preguntárselo a ellas mismas, nunca les fui infiel y tampoco hablé mal sobre ellas, a mí nadie me conoce como el friki que se acuesta con una y con otra, o como ese que solo ve a las mujeres como un juguete. No soy un personaje de un libro.
Ella no dijo nada, solo se quedó mirándome como si tratara de comprender la situación.
—Lo siento —murmuró—. Es que no quiero… no… no quiero problemas con Fray. Parece que tú le gustas y ella cree que yo quiero vengarme.
—¿De qué hablas? —arrugué las expresiones.
—No debería decírtelo, pero tú le gustas y ella cree que yo estoy mintiéndome en medio así como lo hice entre ella y Daimon.
—¿Entre ella y Daimon? ¿Fray y Daimon estaban saliendo? —abrí los ojos de par en par, atónito.
—No, pero quieres saber la historia sobre él, ¿No? Vamos a la cafetería por café y donas y te cuento. Y tranquilo, Siana no nos va a molestar porque está declarándosele a un chico de por ahí que conoció hace dos horas.
Eso me hizo reír.
Allen me dio la espalda y empezó a caminar, así que la seguí como si fuera su guardaespaldas, sin dejar de mirarle el cabello.
Al llegar a la cafetería, ambos nos fuimos directamente a pedir un plato de donas, un café negro puro con triple de azúcar para ella y yo pedí un batido de chocolate con crema blanca y una fresa.
Ahí estaba Fray y su grupo de imbéciles de nuevo en esa esquina, a excepción de Prey. Pero no me molesté en observarlos demasiado, solo me enfrasqué en Allen.
Me senté con ella en otra esquina en una mesa redonda de tres puestos, y mientras ella le daba la espalda a Fray y a sus amigos, yo quedaba frente a ellos, pero también frente a Allen.
—¿Entonces? —pregunté preparado para escucharla y succionando el popote de mi batido.
—Bueno, todo empezó a mis trece años cuando estaba pasando unas vacaciones con mi familia materna —empezó ella, hablando como siempre, de manera pulcra, cuidadosa y extremadamente suave y tentativa—. Daimon y yo nos conocimos el día del niño en un parque cuando yo tenía esa edad, mientras que él tenía dieciséis. Él estaba ahí porque estaba acompañando a su hermanito menor. Pues dijo que quería seguir viéndome después de eso, y así ocurrió. Fue de esa forma como Fray lo conoció, a través de una visita que él me hizo en casa de mi abuelo el día de su cumpleaños, y ella llegó de sorpresa para felicitar a mi abuelo.
—O sea, ¿Invistate a Daimon al cumpleaños de tu abuelo? —pregunté, porque no había entendido muy bien esa parte. Ya saben, quería tener todos los detalles buenos.
—Exacto —respondió, asintiendo.
—Entonces la cosa fue así: Daimon fue al cumpleaños de tu abuelo porque tú lo invitaste, y Fray llegó de sorpresa sin ser invitada y se conocieron.
—Exacto —ella volvió a asentir.
—Continúa.
—Bien. Una semana después, no supe nada de Daimon, y tampoco iba al parque como solíamos quedar para vernos, por lo que yo simplemente me fui a estudiar a otra capital y no pude despedirme de él. Cuando regresé en las siguientes vacaciones, volvimos a vernos, pero fue en un boliche. Ahí me enamoré de él, fue algo súper cliché.
Y ambos nos reímos, porque eso había sonado bastante extraño, pero luego ella continuó:
—Sí, suena rarísimo, pero fue una mirada que gran sorpresa. No supe cómo reaccionar, y él tampoco. Pues actuamos como si nada, como si no nos conociéramos, pero yo estaba súper nerviosísima; ya tenía catorce años. Antes de irme del boliche, él se acercó a mi abuelo y lo saludó, y terminó saludándome a mí también. Y como ya era tarde y yo debía volver a casa con mi abuelo, él me pidió que fuera al parque el día siguiente para hablar.
Escuchar la narración de Allen me había creer que yo estaba involucrado en esa historia. Realmente era buena para contar algo, así como un libro, me hacía sentirme dentro de su voz, porque era perfecta y suave en melodía, hacía sus pausas adecuadamente y continuaba con mucha tranquilidad y paciencia.
No sé por qué la había conocido tan tarde, de verdad.
—Pues así ocurrió, le expliqué el por qué tenía que haberme ido.
—¿Le contaste sobre lo de tu padre?
—No, solo le dije que me gustaba estudiar en lugares distintos, era todo. Pero como seguía. Mi papá fue a visitarme a casa de mi abuelo y se llevó a Fray con él, y pues ese día Daimon estaba también de visitas como si fuese casualidad. Ellos intercambiaron tantas palabras ese día y reían tanto, que noté que él parecía llevársela mejor con ella que conmigo. Fue algo que le dije cuando Fray se fue y cuando él también estuvo a punto de hacerlo, y él me dijo, con diecisiete años a una niña de catorce, esto: Es que yo suelo desenvolverme mucho con las personas que no me gustan, ya que si me equivoco me dará igual lo que piensen, porque no podría sentirme nervioso con cualquiera. Una Allen de catorce años pensó desde la perspectiva de un libro, pero no creí que alguien como yo fuese a gustarle a alguien como Daimon. Pues de eso de amores no sabía nada y simplemente me tomé todo como que Daimon solo trataba de ser cortés con ella aún sin que le agradara.
—Cuando en realidad, prácticamente quiso decirte que le daba vergüenza hablar contigo porque le gustabas —corroboré, a lo que ella asintió.
—Sí, algo así. Pues había llegado el momento en que yo tenía que irme de nuevo, y otra vez, no pude despedirme de él. Cuando regresé muchísimo tiempo después, con dieciséis años por las vacaciones, intenté pasar el mayor tiempo posible con Siana y Ludovico, porque desde niños éramos inseparables y solo lográbamos vernos algunos días en vacaciones. Pues a través de Siana escuché rumores de que Fray y Daimon eran súper amigos. Pues ya estaba un poco grande, y decidí ir a visitarlo para saber cómo estaba. Y ahí pasó todo, fue otro encuentro súper cliché. Tuvimos una discusión, porque según él, yo siempre lo abandonaba. Y bueno, nos besamos.
—¿Era tu primer beso? —inquirí rápidamente.
—Sí, y fue bastante raro.
—El primer beso siempre es raro.
—Es cierto. Pues Daimon y yo nos hicimos novios ese día, y fue cuando Fray empezó a odiarme más que nunca, diciéndome que yo le tenía envidia y por eso me había metido en el camino de ambos.
—Ay, por Dios, ya era tuyo.
—No lo digas así, suena raro. Pero él punto fue que estudié aquí segundo año de secundaria pero no en el International Gates, porque no quería ver a mi papá. Y él ya había preparado todo, incluso le compró un año a Fray para tenernos a ambas en el mismo año y también asignarnos al mismo salón. Pero yo eché a perder sus planes y pisoteé sus ansiosas esperanzas. La cosa fue que cumplí los diecisiete y continué estando aquí y con Daimon, hasta que una noche recibí una foto, una foto que se había tomado desde un ángulo alto. Es decir, es cuando alguien se sienta a piernas abiertas sobre otra persona. Pues la persona de abajo, que estaba sin ropa, era Daimon, y quien había tomado la foto era Fray. Dios, ni siquiera puedo explicarte lo dolida que estaba. No dormí en toda la noche, y cuando Siana y Ludovico fueron a verme se los conté, y justo llegó Daimon. Ludovico y él se cayeron a golpes, pero fueron separados por Siana y por mí. Ya sabrás lo demás, ellos nos dejaron solos, pero de nada sirvió, porque apenas le mostré la foto a Daimon, lo eché de mi casa. No le reclamé, solo le pedí las gracias por haberme hecho abrir los ojos. Siguió buscándome, pero ya sabrás, no terminé mis estudios y me largué del país por un tiempo para estudiar afuera y superar todo, incluso en las vacaciones estuve ausente.
Y finalmente todo terminó, porque Allen se había quedado en silencio, se encogió de hombros y se dispuso a tomar su café tranquilamente, sin parecer que seguiría hablando.
Pero algo sí, no parecía afectada en lo absoluto con esa historia, y por ello yo tenía muchas preguntas, así que empecé:
—¿Todavía te gusta Daimon?
—Sí, solo un poco, no voy a negarlo porque es un chico inteligente, además, fue el primer novio que tuve. Pero eso es todo, nada se puede arreglar porque no me gusta lo suficiente como para eso.
—Pero recuerda que todo fue culpa de Fray y no de él.
—Lo sé, esa parte no la sabía. Pero debo aceptar que no es fácil para mí tener que regresar con alguien que se acostó con mi hermana cuando tenía a penas dieciséis años.
—A cualquiera le hubiese pasado, ¿Cómo crees que llegó Fray a este mundo? Tu papá estaba tan perdido en el alcohol que ni siquiera recordaba la cara de la mujer con la que estuvo.
—Y tienes toda la razón, pero lo hecho, hecho está. No puedo vivir con que Fray me saque en cara que se acostó con quien era mi novio. Prefiero comenzar de nuevo.
—¿Comenzar de nuevo? —enarqué ambas cejas—. Escuché que había alguien más en tu vida, y que Fray se había acostado con esa persona.
—Eso era mentira, y si lo desmentía durante el juego, me tocaría beber más. Se trataba de Erwing, estaba enamorado de mí antes y Fray se acostó con él por eso.
—Ya veo que Fray quiere quitarte todo —rodé los ojos con fastidio—. Su envidia da asco, pero bueno, solo los envidiosos no tienen nada hasta dejar de serlos.
—Tiene sentido, supongo —ella suspiró, dándole un mordisco a una dona y poniendo finalidad a la conversación de Daimon.
—¿Te gusta más el color rosado oscuro o el verde oscuro?
Quisiera decir que ni siquiera sabía por qué le había hecho esa pregunta, pero no fue así, la verdad, no me importaba cambiar de tema tan drásticamente con tal de aprovechar esa oportunidad para saber más cosas sobre ella.
Allen levantó la mirada de golpe cuando le hice la pregunta, y luego sonrió.
—¿Quién te mandó a preguntarme eso? ¿Siana, verdad?
Fruncí el ceño, confundido, pero luego alivié las expresiones y la miré con mucha intensidad.
—No. Es que te veo usar frecuentemente ropa y cosas de esos colores.
—Me gustan los dos —respondió.
—Tiene que haber uno que te guste más.
—El verde —respondió, sonriendo—. Así como le gustaba a Katniss. Y a ti no tengo que preguntarte, nunca te he visto con algo que no sea negro, claro, a excepción de tu collar y tu reloj, que son plateados, aunque la semana pasada te vi con uno dorado. Parece que te gusta dar buenas impresiones.
—La buena impresión es poder.
—¿Poder?
—Sí. Como la elegancia.
—¿Crees que tienes poder, Freemam?
Eso había sonado un poco extraño, como si la pregunta de Allen hubiese sido totalmente seria porque incluyó mi apellido en ella. Claro, siempre lo decía, pero esa vez sonó más intenso que nunca.
No dejé de mirarla con mucha intensidad, y me conmovía mucho que no quitara su mirada en ningún momento.
Antes, por supuesto, todas las chicas a las que miraba así, quitaban la mirada por nerviosismo o por simple vergüenza, pero Allen siempre estaba desafiándome con ella; mirándome con mucha profundidad.
—No lo creo, Allen —musité con la voz intimidante e impotente—, estoy cien por ciento seguro de que tengo poder sobre todo lo que quiero y deseo.
—¿Y qué quieres y deseas? —preguntó ella en un susurro mínimo, relamiéndose los labios y todavía sin quitar su mirada de la mía.
Cometí un error.
Había apartado la mirada de sus ojos para mirar sus labios. Es decir, el contacto se había roto por mi culpa, pero fue más culpa de ella que mía, porque se relamió los labios y lo más lógico era que yo bajara a mirar ese movimiento que llamó mi atención.
Y sí que llamó mi atención.
Quería besarla…
—¿En serio quieres saberlo, pelirroja fea?
Ella asintió, muy lentamente y tragando de manera muy nerviosa y visible para mí, como si ya estuviera pensando cuál sería mi respuesta.
¿En serio pensaba que yo quería besarla?, le había visto los labios, sí, pero, ¿Era muy lógico que algo así la llevara a pensar eso?
—Quiero… —musité, también relamiéndome los labios, y logré que eso llamara su atención, lo que me dio mucha satisfacción—… que…
Y los adornos de la cafetería sonaron, por lo que Allen pestañeó varias veces y dejó ir la intensidad que emanaban sus ojos negros detrás de sus lentes de lectura.
Maldita sea, no había nada que no nos interrumpiera.
Estaba solo a nada de decirle: quiero que me dejes volverte mía, Allen. Pero no pude terminarlo aunque estaba decidido a hacerlo.
Quien había llegado era Siana en compañía de Ludovico, quien se ganó la mirada de Hyde en el mismo instante en que entró.
—¡Se acabaron las clases! —chilló Siana—. ¡Atención, atención! El director de la International Gates ha dicho que la semana de clases queda suspendida por el fallecimiento de la madre de un alumno de primer año.
Y todos empezaron a gritar, incluso la mesera del lugar, quien toqueteaba desesperadamente la barra.
Todos, sin excepción, golpeaban las mesas de madera y gritaban como locos.
Y entonces empezaron a salir corriendo hacia la salida, mezclándose entre ellos como agua con sal. O sea, como dos moléculas polares, a punto de disolverse el NaCI en agua.
Tuve que unirme también, porque Allen se había levantado, y me pareció muy extraño que hubiese abandonado sus donas pero no imposible que se hubiese llevado su café con ella.
Allen, entre ese montón de personas que salían por una pequeña puerta de cristal de manera desesperada, se me alejó un poco de al lado, pero mi tamaño era suficiente para verla entre los demás, porque al igual que Siana, era muy pequeña.
Y miré lo peor unos segundos después.
No podía creer que la capacidad de Fray fuera tan buena para crear planes en fracción de segundos y destruir a su hermana de cualquier manera cuando los ejecutara.
Observé todo, absolutamente todo.
Y claro, no solo yo.
Fray le dijo algo a Erwing al oído, y este solo sonrió y asintió, y luego empezó a empujar de peor manera a todo el mundo hasta que logró llegar al lugar de Allen.
Miró a los lados disimuladamente y soltó un manotazo, provocando que su codo se estampara con tanta brusquedad y fuerza en el rostro de Allen que obligó a que ella se tambaleara bastante.
Todos se apartaron y Allen acabó cayéndose al suelo sobre su estómago; soltando el café, el cual cayó derramado sobre la baldosa blanca, y también dejando ir sus lentes, los cuales fueron pisados y destruidos.
Sentí que subí al cielo, bajé al infierno, y luego llegué al segundo infierno: el lugar donde siempre estuve.
Porque sí, la vida también era un infierno.
Todos se quedaron en silencio, fue algo tan profundo, que por un momento no supe qué hacer.
En ese momento, el mundo entero se había quedado paralizado por unos segundos, hasta que las palabras de Allen me hicieron reaccionar, porque me causó ira escucharla decir lo siguiente:
—Ludovico, no veo. ¿Donde están mis lentes? Quiero mis lentes.
Levanté la mirada y busqué a Erwing entre los estudiantes, y por supuesto, no tardé en encontrarlo.
Iba a irme de golpes contra él cuando lo enfoqué mejor, pero Ludovico fue el primero en hacerlo.
Soltó un golpe tan fuerte que todo el mundo se sorprendió y se apartó cuando Erwing cayó de nalgas al suelo.
Pues Ludovico continuó golpeando a Erwing justo después de que se colocara de pie rápidamente, intentando defenderse y gritando ofensas en su contra, pero Ludovico solo se mantuvo en silencio y lanzando golpes a lo loco, acertando solo a algunos.
Aparté mi mirada de la pelea y observé a Allen, intentando ir a auxiliarla, pero ya Siana estaba ayudándola.
Y todo acabó peor en fracción de segundos.
Me sentí terriblemente furioso cuando noté que el pómulo de Allen estaba partido y lleno de sangre.
Es decir, el maldito la había golpeado tan fuerte que le había partido la cara como si hubiera soltado un golpe contra un chico.
Y terminé haciéndolo, pero nada acabó bien.
Me acerqué hasta Ludovico y lo aparté, empujándolo hacia atrás para que dejara de pelear.
—¡¡Estás loco!! —le gritó Erwing a Ludovico, quien se había calmado totalmente cuando lo hice a un lado para que parara de pelear como un psicópata.
—Imagínate —le dije yo a Erwing—. Entonces cuando despiertes dirás que yo estoy demente.
Le solté solo un golpe, pero no en la boca, tampoco en la nariz, ni en el pómulo, ni en la quijada.
Lo propiné donde mi tío dijo que podía hacerlo para lograr algo en específico.
En la sien, y lo solté con tanta fuerza, que Erwing cayó inconsciente al suelo.
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