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Capítulo X

X-ALGO RÁPIDO.

Todo el grupo empezó a gritar: ¡¡Uhhh!! Burlándose de Fray, pero ella actuaba a no estar afectada en lo absoluto, como si ya estuviera acostumbrada al tema.

Y yo, pues no pude evitar reírme, tampoco Ludovico. Ambos soltamos una carcajada llena de gracia por lo último y por sobre todas las demás risas, incluso Alexen, Daimon y las chicas que recientemente me habían presentado, estallaron en risas.

Quisiera decir que Siana había sido ruda, pero no, yo amaba la venganza cuando era del mismo calibre, porque ambas cosas que habían dicho los amigos de Fray y lo que había dicho Siana, habían sido muy privadas, y no debían decirse así como así al aire.

Pero plo, plo, plo, pasó y ya no había vuelta atrás.

Fray no había cumplido las reglas del juego, por lo que la mandé a callar.

Dijo en dirección a Siana:

—Ninguna de las dos tenemos futuro, ¿A ti te duele? —le preguntó a Siana, tratando de defenderse y queriendo dejarla en ridículo también a ella, pero no lo logró.

—No son las reglas del juego —le dije—. O es sí, o es no. Bebes dos tragos por lo que dijiste, o cinco por si no quieres responder.

—No —respondió ella a la pregunta de Siana, pero tomó dos tragos por haber respondido como no era, rodando los ojos.

Le había pasado lo mismo que a Ludovico cuando él le respondió a Casel. Pero cumplió, así como él lo había dicho.

Y continuó el siguiente: Alexen, quien le preguntó a Siana.

—¿Verdad o reto?

—Reto —respondió ella.

—Te reto a que muevas tu culo de aquí y no vuelvas después de una hora.

Y chisté, porque la verdad era que eso no me lo esperé y me había causado cierta gracia.

Pensé que ellos realmente se querían y que eran de esas parejas melosas que duraban años y eran envidiables.

Pero no.

Nadie se quedó mucho a esperar, por lo que rápidamente en lo que Siana se marchó, preguntó el siguiente: Ludovico, quien me preguntó a mí:

—Verdad o reto.

—Verdad.

Y como si nada y muy directo, soltó lo siguiente:

—¿Eres capaz de cogerte a Casel?

Demonios, no era fácil de responder pero lo hice a la deriva, ya que no quería parecer un desalineado del mundo o el nuevo medio raro:

—Sí, pero solo una vez —respondí con honestidad, encogiéndome de hombros para darle a entender a ella de una vez que no me interesaba para algo sentimental, ya que me escribía por WhatsApp a cada momento.

Y también lo hice no solo esperando a ver la reacción de Allen, sino para causarle molestia a Fray.

Y todos empezaron gritar, incluso a reírse a carcajadas de manera impresionada, incluso Allen, quien parecía muy estupefacta, pero de buena manera.

Bueno, supongo que no le importó, y yo tampoco tenía que esperar nada de parte de ella, ¿Verdad?

Los chicos creían que era juego mi respuesta, pero yo había hablado muy en serio.

Casel no dijo nada, parecía estar de acuerdo y a la vez no. Ella estaba bastante tachada, y era lo menos que se merecían las personas que no se dejaban respetar.

Las mujeres a veces no se daban cuenta de lo mucho que valían para perder el tiempo con lo que no deberían.

En el juego, ahora le tocaba a Hyde preguntar, y ésta fue direccionada a Allen cuando se echó una mirada con Fray que todo el mundo notó, incluso Allen.

Ya Allen estaba preparándose, sabía que no sería nada bueno.

Quería agarrarla por la mano y sacarla de ahí, luego subir a mi auto con ella y conducir durante horas, hasta hacerla sentirse bien consigo misma.

—Allen, verdad o…

—Reto —respondió ella de inmediato, y me impresionó su actitud.

Allen levantó su cara muy en alto y sus expresiones se tensaron, como si ahora fuera ella contra todo el mundo.

Así me gustaba, ¡Eso era personalidad, actitud, confianza!

Ella podía, yo sabía que sí. Esa mirada no la había visto en ella, pero decía que la Allen mala había llegado un rato a jugar con nosotros.

¡Entonces, que se acerque lo bueno!

—Te reto a que beses a alguien del círculo —le reto Hyde, mirando a Fray.

¿Acaso Fray había planeado con ella y con sus demás amigos todos los retos que debían ponerle a Allen y a los demás?

Era trampa e injusto.

Pero ¡Ta-tan!

Allen le dio su gran sorpresa a Hyde, y Hyde lo merecía por haberse metido con ella.

Allen se arrodilló en el suelo y pasó por detrás de Daimon, por detrás de la misma Hyde y luego por detrás de Ludovico.

Carajo, carajo, ¿A quién iba a besar?

¡¿A quién?!

Ahora entendía por qué se había puesto del otro lado, entre Ludovico y Alexen, porque quería que Hyde no sé perdiera absolutamente nada de lo que pasaría luego.

Allen besó a su Ludovico, y no creí que Allen fuese a hacer eso. Era imposible para mis ojos aceptarlo a pesar de que lo veía.

Tomó a Ludovico por la nuca y lo echó hacia atrás de manera agresiva pero sensual, y atrapó su labio inferior entre los suyos, cerrando los ojos a la vez para continuar.

Sentí de todo, era cierto, y a penas pude entender y acomodar mis emociones. Pero esas emociones y revoltijos quedaron atrás, trayendo a mí unas enormes ganas de besar a alguien, porque Allen se destacó, provocando esas ganas en mí.

Empezó a usar visiblemente su lengua con los labios y la lengua de Ludovico para que Hyde mirara todo claramente.

Ay, Hyde, yo empezaba a apreciarte y a ayudarte, pero aparentemente, te metiste con la persona equivocada solo para darle el gusto a otro y terminaste mal tú.

Entonces el beso de Allen y Ludovico continuó.

Allen abrió los ojos y se quedó mirando a Hyde con cierta intensidad mientras besaba a Ludovico, lo hacía de manera tan lujuriosa, que era imposible creer que esa era la silenciosa lectora pacífica sensible.

Y no paró hasta un largo rato, donde mordía, lamía y succionaba los labios de Ludovico con muchas ganas. Y él, de igual forma, respondía.

¿Acaso Allen le gustaba a Ludovico? No lo supe, pero lo dudé, él solo era bueno con ella, solo con ella tenía mucha expresiones y hablaba bastante.

¿Era posible eso?

Dios, que no sea así.

Allen paró de besar a Ludovico después de casi cinco minutos, cinco minutos en los que no dejó de mirar a Hyde en ningún momento, y Hyde se había quedado totalmente pasmada.

Pero entonces, la mirada de Saddy me hizo saber que estaba pensando demás. Negó lentamente con la cabeza, mirando a Allen y luego a Ludovico.

Okay, okay, no se gustaban. Nada que ver. Y yo esperaba que fuera así, porque los celos de no haber sido yo quien besaba así los labios de Allen, me carcomían.

Igual, no le creía del todo a Saddy, porque ella no conocía los pensamientos ni los secretos de Ludovico.

Pero al punto:

Yo no quería simplemente besar a Allen así como así, por un reto o por un querer propio. Quería que ella se desesperara tanto hasta que me suplicara que la besara, o que le hiciera otras cosas.

Ahora eso se había vuelto un gran deseo. Ella me llamaba, y cada vez que daba un paso atrás para no permitir algo así, su mirada me tomaba desprevenido y me jalaba dos pasos hacia ella.

Teníamos una manera única de mirarnos cuando teníamos la oportunidad. No sabría explicarlo, pero ella y yo sabíamos lo que sentía y lo que significaba.

Solo nosotros dos.

No quería sentir eso, pero era imposible. Allen tenía algo en su exterior y también en su interior que me obligaba interesarme en ella más de lo normal.

Era un misterio que yo quería descubrir sin tener que preguntar, pero también era algo más que solo un misterio.

Era la pelirroja fea.

MI pelirroja fea.

Y el juego continuó, ahora le tocaba a Daimon, quien estaba del lado derecho de Hyde.

—Verdad o reto —le preguntó a Fray.

—Verdad —respondió ella de nuevo, porque siempre respondía lo mismo, y era aburrido.

Entonces, creo que entendí el por qué había pasado todo lo que había pasado.

Fray era aún peor de lo que yo creía, y era cierto, estaba tan obsesionada con dañar a Allen que parecía enfermizo algo así.

Pero eso era envidia, y nada más.

Daimon le hizo la siguiente pregunta, asombrando a la mayoría, incluso a Allen y a mí:

—¿Es verdad que drogas a los chicos que no puedes tener para acostarte con ellos, tomarle fotos y luego joderles la vida?

Mi-er-da.

Ca-ra-jo.

Allen miró a Daimon, luego a Fray, e hizo eso un par de veces más, hasta que simplemente suspiró, como si aun no pudiera entenderlo. Tomó una de las botellas del círculo y le dio un largo sorbo para después continuar con el juego.

Sabía que quería irse de ahí, pero no lo hizo, siguió actuando a que era fuerte, y que nada le afectaba a pesar de que parecía no saber esa parte de la verdad.

Claro, si es que esa era la verdad.

Quizás Daimon no tuvo culpa de lo que había pasado —lo que pensaba yo por todas las cosas que estaban saliendo al aire durante el juego—, pero no quería que molestara a Allen, tampoco que continuara junto con los demás recordándole algo que a ella parecía no agradarle.

Y obviamente, a nadie le agradaría una infidelidad, es horrible, doloroso y humillante.

—No soy la culpable de tus errores —fue lo que le dijo Fray a Daimon, sonando como una cínica, y luego tomó dos sorbos de vodka.

El siguiente.

—Verdad o reto —le preguntó Allen a Saddy.

Oh, oh, iba a empezar a vengarse.

—Reto —le dijo Saddy.

Y ella se fue más que todo en contra de Taylor, como hubiese hecho yo. Era mi pelirroja fea, y la había elegido por su inteligencia.

Retó a Saddy a algo que no debía:

—Te reto, Saddy, a que beses a Prey, a que le quites la camisa y continúes hasta llegar a su vientre.

¡Carajo!

Todos empezaron a gritar y a aplaudir contra el suelo, incitándola.

Ella lo pensó, sí que lo pensó, incluso miró a Taylor con cierta pena, como si estuviera esperando algún permiso. Pero Taylor no dijo nada, y no parecía contento.

Y ella lo hizo, sin esperar aprobación por parte de su novio, rodeó el círculo hasta llegar a Prey, pero entonces Prey habló:

—No tiene que hacerlo.

Era la primera vez que lo escuchaba hablar.

—Ya van cinco tragos —le dijo Allen—. Si no estoy equivocada, Prey, fuiste tú quien creó esa regla desde que éramos más jóvenes, ¿No? Tomábamos cinco veces en cada pregunta mal respondida y ya luego nadie podía tomar y debía responder y cumplir los retos. Así que adelante. Te veo.

Guao, guao, la gatita había sacado sus garras.

—Sabes que Taylor y yo somos mejores amigos —continuó Prey, mirándola como si realmente deseara que ella fuera buena con él.

Entonces sí, Allen suavizó sus expresiones. Ya no se veía seria, inalcanzable y altanera, todo lo contrario.

—Bien —ella asistió lentamente, perdonándolo—. Entonces la reto a que vaya por Siana y la traiga aquí.

Y Saddy lo hizo, asintiéndole como si se lo hubiese agradecido desde lo más profundo del alma, luego se perdió entre la multitud.

¿Podía ser más tierna y considerable? Sabía que sí, Allen nunca iba a cambiar, ser buena parecía estar siempre en su esencia sencilla como chica.

Y el juego continuó, sin esperar a Saddy y a Siana.

—Verdad o reto —le preguntó Prey a Daimon.

—Verdad —respondió él.

—¿Todavía quieres a Allen?

Meh.

Eso me interesó, y todos nos quedamos en silencio, esperando muy atentos la respuesta.

Saddy y Siana llegaron, volviendo a retomar su lugar. Ya sabían lo que venía, porque Taylor lo dijo:

—Prey le preguntó a Daimon si todavía quería a Allen, y estamos esperando la respuesta.

Daimon miró a Allen, luego a Prey, como si ya no tuviera más que pensar porque con solo mirar a Allen había obtenido la respuesta:

—Sí.

Eso fue un plomazo en el pecho, pero yo esperaba que Allen nunca lo perdonara.

Además, ella parecía que nunca iba a hacerlo, porque la respuesta de Daimon no le importó, ya que continuó actuando normal y tampoco se molestó en volver a verlo.

Pero si veía bien a Daimon, era el típico chico que podía gustarle a Allen.

Pelinegro, ojos negros, atuendo de negro, rasgos perfilados, cuerpo ejercitado.

Claro, seguramente ella se había referido a él, y quizás seguía queriéndolo pero ahora presentía que no lo conocía como antes había logrado hacerlo.

Tenía dudas, y quería que fueran confirmadas por boca de ella.

El juego continuó:

—¿Verdad o reto? —me preguntó una de las chicas que desconocía porque se me había olvidado su nombre.

—Reto —respondí.

—Te reto a que beses de lengua y durante cinco minutos —y miró a todas las chicas del círculo—. A Fray.

No quería besarla, y se lo escupí en el rostro.

—Si Prey se salvó y Siana volvió —murmuré, tomando una botella de vodka—, entonces yo también puedo —y le di tres sorbos rápidos.

No quise mirar a Fray, pero sentía que ella estaba mirándome.

Y le pagué de la peor forma, me quedé mirando fijamente a Allen, sin importarme hacerle creer a ella que me gustaba su hermana la pelirroja fea.

Que no era fea, pero su color de cabello sí y eso la hacía fea.

—Se cambian lo retos —me dijo la chica desconocida—. Que tomes no quiere decir nada, tienes que cumplir un reto, así como Saddy lo hizo sin necesidad de beber.

—¿Y qué hago entonces, princesa? —le pregunté, aburrido—. Pero pon un buen reto, la manera que usan para jugar no es divertida, es molesta y sacan a la luz problemas personales que no son para nada divertidos. Y para completar, ni siquiera preguntan ni retan lo que quieren, sino lo que Fray les dice. Eso hace el juego terrible, la verdad.

—Bien. Entra a esa puerta de ahí —la señaló, estaba en una esquina y recostada de la misma había una pareja besándose—. Con Casel, durante diez minutos.

Sonreí, me coloqué de pie y tomé a Casel por la mano, ayudándola a levantarse.

Y me la llevé de ahí, decidido.

Amigos, no voy a mentirles, Casel era atractiva. Tenía todo lo que me gustaba, el cabello, los ojos, la sonrisa, los labios, el color de piel, el cuerpo.

Además, yo era hombre, un hombre que había estalkeado muchas de sus fotos y me dejó con ganas de mirar lo que había por debajo.

Eso era lo único que sus fotos provocaba: morbo y con ganas de mirar más de solo lo que mostraba.

Al llegar a la dichosa puerta, Casel pidió permiso a las personas que estaban ahí para que se apartaran, luego la abrió y se introdujo al interior, y yo hice lo mismo, hasta que me recosté de la misma y le pasé el seguro dándole la espalda.

Era una especie de armario. Había ropa masculina tendida en un perchero, la mayoría solo eran blazers y abrigos, y también había una peinadora con pintura brillante encima y maquillaje, como si una chica se hubiese arreglado ahí, y quizás había sido Fray, porque la fiesta era suya y quizás la propiedad de su padre.

—Bien —murmuré—. Son diez minutos, no tenemos que hacer nada.

En realidad, no era por querer hacerlo o no, sino porque no quería estar precisamente con ella.

Si Siana no me había mentido, yo no sabía si Casel podía tener alguna enfermedad por haberse acostado con cualquiera.

Me daba asco.

—¿Qué… —me preguntó ella—… tienes algún compromiso?

—Ninguno, sino que simplemente no quiero.

Ella asintió, sentándose sobre la peinadora y suspirando.

—Y yo creía que querías un reto serio —murmuró. 

Intentaba manipularme para que estuviera con ella, conocía esas palabras desde que tenía memoria. O mejor dicho, desde que tenía mentalidad madura en eso de las relaciones.

Pero permití que creyera que me había ganado.

Me acerqué lentamente a ella, mirándola fijamente, hasta que estuvimos frente a frente y a la misma altura, porque la peinadora le permitía estar del mismo tamaño que yo.

Yo media 1.89, y Casel me llegaba por la quijada, pero era más alta que Allen, solo un poco.

Su cabello rubio estaba suelto, y se encontraba sobre sus mejillas y sus hombros. Quería guardarlo detrás de sus orejas, pero no, se lo dejé así.

Le coloqué la mano sobre la nuca, lentamente, luego enterré mis dedos entre su cabello y la tomé con fuerza, obligándola a jadear mientras me miraba.

Y acerqué mi rostro al suyo, con el fin de alcanzar sus rosáceos y carnosos labios, y mordí suavemente el inferior, tirando lentamente de él.

Le eché el rostro hacia atrás durante el acto, tirando de su cabello hasta dejar su cuello expuesto ante mí.

Y ataqué allí primero, dejé un pequeño mordisco suave, luego succiones, una detrás de otra y en diferentes lugares.

Pero ya no pude contenerme luego, los jadeos de Casel me habían encendido. Su piel y su cabello eran una tentación para mis ojos desde tan escasa distancia.

Le abrí las piernas con ayuda de mi otra mano, enterrando mis dedos en su piel de manera ligera, pero antes de meterme en medio de ellas, dejé de besar su cuello y la miré.

—¿Quieres que lo haga? —le pregunté, en un susurro.

—Sí… —murmuró, entre un jadeo.

—¿Estás segura, Casel?

—Sí.

Y entonces continué, sin el fin de volver a detenerme.

Volví a tirar de su cabello para tener más acceso a su cuello, por donde pasé mi lengua y continué con ese jugueteo de su piel y las secciones de mis labios internos, el contacto de mi lengua y mis mordiscos.

Acabé por meterme entre sus piernas, y recorrí mi mano izquierda por su cintura hasta llegar a una de sus nalgas, y de un jalón la pegué con fuerza contra mí.

Ella jadeó y rodeó mis caderas con sus piernas y me apretó con más fuerza contra ella, obligando a que nuestras partes íntimas hicieran contacto, pero no era mi primera ni mi segunda vez, tampoco la tercera ni la cuarta, y no se me iba a levantar así tan fácilmente.

Debía tocarla, besarla, que ella me tocara a mí, verla sin nada, o por lo menos, sin el vestido que llevaba puesto.

También había otra manera, pero no hacía eso cuando no estaba en una relación.

Casel me tomó por las mejillas, alejándome de su cuello, y empezó a besarme desesperadamente, introduciendo su lengua dentro de mi boca y poniéndola en contacto con la mía.

Sus labios tiraron de los míos, también sus dientes, pasó su lengua por ellos, e incluso solo dejaba pequeños besos sobre ellos.

Aparté mi mano derecha de su cabello y acabé por tomarla con ambas por las nalgas, apretándola todavía más contra mi cuerpo.

Sus manos abandonaron mis mejillas y pasaron a mi cuello, pero continuó besándome. Y aquellas avanzaron, soltando el resto de mis botones y quitándome la camiseta para dejarla caer en cualquier lugar, y luego llegó al botón de mi pantalón, pero hice un sonido con la garganta que le negó hacerlo.

Ella lo entendió, y aunque intentó acariciar lo que había más abajo, la detuve antes de que ocurriera y le coloqué las manos sobre mi pecho para que las mantuviera ahí.

Cuidadosamente, empecé a introducir mis manos por dentro de su ajustado vestido, acariciando sus muslos y obligándola a estremecerse un poco.

Finalmente llegué hasta sus desnudas nalgas y las acaricié apretadamente, rasgándolas un poco con mis uñas hasta llegar a sus muslos de nuevo, pero volví a introducirlas hasta el borde sus bragas y las jalé lentamente hasta que se las quité.

Dejé de besarla para introducir tres de mis dedos en su boca, empujándole el rostro un poco hacia atrás para dejar un beso sobre su cuello.

Saqué mis dedos de su boca cuando ya estaban empapados, y volví a besarla de nuevo como si fuésemos anormales.

Le apreté el cuello un poco con mi mano izquierda y lentamente empecé a introducir mi mano derecha por medio de sus piernas, y llegué a ese punto de ella que estaba igual de empapado que mis dedos.

Jadeó con más fuerza, mordiéndome el labio con mayor intensidad pero soportable. Incluso se estremeció y aumentó su respiración.

Primero acaricié su punto más débil, muy lentamente y en un toque mínimo, y después de unos segundos, bajé y pegué todavía más mis dedos a su intimidad, acariciándola con suavidad y con lentitud, sin prisa.

Y continuó jadeando, respirando agitada y de manera sonara.

Y el rato corría…

—Dorian… —musitó, y empezó a agitar las caderas y a apretarme con fuerza por los hombros.

Era esa la señal. Empecé a mover mis dedos más rápido sobre ese lugar caliente y empapado que dejaba expuesto sus duras piernas abiertas y encogidas.

Y a medida de que movía más rápidos los dedos, ella agitaba con mayor fuerza las caderas y continuaba gimiendo, esta vez con más fuerza. Entre sus gemidos se iba mi nombre mezclado con algunas malas palabras.

Después de unos segundos muy escasos, paró de menear las caderas y soltó un gemido fuerte, quizás el final. Se había venido rápido, y eso me causó mucha satisfacción.

Llegué hasta su oído y mordí cuidadosamente su lóbulo, porque llevaba un arete puesto, y luego le susurré, agitado:

—Me toca a mí, Casel, ¿Lo quieres con condón o sin condón?

—Con condón —respondió, a penas en un hilito de voz.

Que bueno, porque yo también. Ya saben, para prevenir. Podía estar muy excitado, pero eso no era excusa para no tomar prevenciones.

Tomé la billetera de mi bolsillo rápidamente y saqué un condón del interior, y lo destapé a la misma velocidad, colocándomelo.

Levanté la mirada para ver a Casel, estaba recostada del espejo de la peinadora, todavía con la respiración agitada, con el pecho subiendo y bajando de manera lenta pero entrecortada, como si le faltara el aliento, con el rostro sudado, los labios resecos y entreabiertos, y los ojos brillosos.

Algunas hebras doradas de su cabello se encontraban pegadas a su rostro, por lo que las aparté cuidadosamente.

No quería irme de prisa, estaba esperando que ella superara un poco su orgasmo para poder continuar sin necesidad de lastimarla.

Hasta que estuvo lista.

Colocó sus manos a cada lado de su cadera pero sobre la peinadora. Y miró hacia abajo a mi miembro erecto y haciendo contacto con su muslo, se relamió sus labios y volvió a mirarme a los ojos, luego me tomó por el cuello y continuó besándome de nuevo, desesperadamente.

No sabía si era la respuesta, pero así me lo tomé.

Abrí sus piernas un poco más y deslicé su vestido, subiéndoselo a la cadera para tener mejor comodidad y más acceso a ella, ya que le quedaba bastante ajustado.

Y la traje a mí con cuidado, colocándola en el borde de la peinadora.

Tomé mi miembro entre una de mis manos y lo coloqué en su entrada, y lo deslicé con fuerza dentro de ella, de una sola embestida.

Esta vez, Casel gimió con más fuerza y se retorció, pero no me moví, solo dejé que su dolor pasara, porque no quería ir lento para que se acostumbrara a mí.

Quería ir con todo, porque sentía que iba a explotar si no saciaba mis ganas.

Le cubrí la boca con una mano, pegándole la cabeza del espejo de la peinadora, y con mi otra mano, también con ayuda del brazo, la abracé por la cintura y empecé a moverme contra ella, embistiéndola con fuerza.

Pegué mi frente contra la suya y cerré los ojos, ya que para mí no significaba nada, y mirarla a los ojos mientras los hacíamos sería algo muy intenso y de ninguna manera quise hacerle creer que podía pasar algo más después de eso.

No nos iría mal a ninguno de los dos. Primero, porque ella aceptó que lo hiciéramos. Y segundo, no terminaría siendo un imbécil porque era algo que ella quería sabiendo que solo era por un reto y por ganas del momento.

Esperaba que fuera justo para ambos. Y algo que se acabaría pronto.

Casel me apartó la mano de su boca y la guío hasta colocarla sobre uno de sus senos, el cual se encontraba por debajo de su vestido pero no llevaba sujetador, y prácticamente se sentía todo.

Lo apreté y lo pellizqué por sobre la ropa.

Sus gemidos eran algo fuertes, pero luchaba contra sí misma para que no fuera peor.

Colocó sus manos sobre mis nalgas, pero con la tela del jean de por medio, y empezó a jalarme con mucha más fuerza contra ella, buscando que la embistiera con mayor intensidad.

Y los gemidos fueron peores mientras mi miembro hacía más fricción contra su interior, se sentía duro, mojado y fuerte.

Casel no estaba muy cerrada, lo que me decía que tenía sexo constantemente, pero eso no me importó, las embestidas fuertes servían de mucho.

Cuando sentí que estuve a punto de venirme, deslicé mis labios hasta su oído y mordí ligeramente su helix, suspirando agitadamente para que ella me escuchara y nunca se le olvidara.

Para que recordara que era Dorian Freemam, un francés que lo hacía bien con menos de dieciocho años.

Pude abrir los ojos y verme al espejo, muy de cerca. Tenía el cabello mojado de sudor y algunas hebras pegadas a la frente, los ojos llenos de brillo de excitación, la respiración agitada y los labios entreabiertos.

Casel logró venirse antes que yo, pero no me detuve, continué haciendo unas embestidas más, solo unas cinco últimas, con mucha fuerza para acabar ya.

Y lo hice. Esa vez, por primera vez haciéndolo con Casel, dejé escapar un jadeo porque finalmente había llegado a mi orgasmo.

El orgasmo era algo increíble, uno de los mejores placeres que podíamos sentir los seres humanos.

Y como era placer, los hombres pensábamos en quienes más queríamos, o simplemente veíamos cosas donde no las habían durante la eyaculación.

Pues yo continuaba viendo mi atractiva imagen en el espejo, y luego miré el reflejo del cabello rubio de Casel.

Y por un momento me parecieron rizos rojos.

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