El retrato de nuestro siglo.
26 de noviembre de 1890. Inglaterra.
Hace pocos días que conservo el retrato, mi retrato; me proyecta a la perfección, cada detalla de mi ser se plasma sobre un lienzo colgado de la pared. Diría que mi alma se ve a través ves de la fina pintura, lo cual ya estoy comenzando a creer.
Mis dudas surgieron con un cambio, algo insignificante e inexplicable, una sonrisa macabra se formó de aquellos labios inocentes, dejándome perplejo ante el inesperado cambio; mis acciones recientes me llevan a pensar sobre la conexión con el cuadro con mi vida, tanto espiritual como animal, algo sorprendentemente extraño. Necesito las respuestas a mis preguntas, una conclusión concreta y veráz, saciar mi sed de curiosidad es mi prioridad confirmar mis sospechas, que mis actos impuros se reflejan en mi retrato me aterra, pero prefiero afirmaciones que falsas teorías y el único conocedor es Basil Hallward, el autor de la obra y mi amigo.
Toque la puerta tres veces anunciando mi llegada, no había algún ruido existente atrás vez de la puerta de madera. Una sombra corpulenta me asombro por atrás, era Basil, algo diferente que hace días, se veía más joven y vivo, cualquiera diría que no es el, si no un joven muchacho con el mismo nombre.
—¿Pasas?—sin darme cuenta abrió la puerta dejando a la vista el interior de su vivienda, con una gran sonrisa accedí gustoso.
Nos sentamos en dos sillones diferentes, quedando cara a cara en la sala, el frío clima del día aumentaba mi nerviosismo, sin embargo era necesario hacerlo, confrontarlo por el cuatro esperando que surga la verdad.
—Basil—lo veía con seguridad aunque por dentro moría de pavor—,tienes un secreto oculto ¿no es así? Algo que me hela la sangre de solo imaginarlo, un secreto oscuro con macabros propósitos. Basil eres mi gran amigo y espero que mis afirmaciones sean un invento de mi imaginación, un producto de alucinaciones. Por favor solo dime la verdad.
El silencio domino el ambiente, una fría ola de intriga astuta. Mi corazón palpitaba a gran velocidad, hacia eco dentro de mi cerebro, mientras que Basil seguía serio.
—Mira Dorian, tu belleza se ha vuelto un capricho para mi a tal punto de querer conservarla, y ser dueño de esa perfección anhelada por muchos-sus labios formulan remordimiento, la dulce y gentil cara de mi amigo ha sido embriagada por la tristeza notoria—,tendrás dudas de mis razones e incluso de mi juicio como persona moral. Soy un pintor apasionado y tu amigo desde hace bastante tiempo y si no hubieras conocido a Henry estoy segura que nuestra amistad aún seguiría creciendo.
Lo escucho sin comprender, un tema abarca distintas facetas sin embargo aún no capto ninguna de estas.
—¿Qué tiene que ver con todo esto?
—Más de lo que crees. Desde que conocí al inocente huérfano en el bar supe que eras especial, no solo por tus facciones, tu alma era total pureza. Pasabas las tardes junto a mi posando para mis cuadros, te deleitabas con mis creaciones, un acto tan simple como tomar el té era de tu agrado—se levanta con gran delicadeza, cortando el espacio entre los dos—. Generaste una gran influencia en mi Dorian, tú eres el sinónimo de perfección en persona. Al dibujar tu retrato desee con toda la malicia que tu belleza fuera mía, quería poseerla y admirarla eternamente. No sé bien lo que hice, fue en un solo instante en el que cometí en peor de los actos. Mi amor por tu belleza se amarro a la ambición. Vendí un alma inocente a cambio de conservar su empaque, mi avaricia por tener más que un simple retrato se intensificó y ganó la batalla.
—No...no,no—mi voz temblaba, se entrecortaba—¡No.. puedes ser... tan cruel!
—Lo siento Dorian, no quería , nunca....fue mi intención.
Estaba atónito, era el o mi conciencia recreando la peor escena.
—Tú...—se me complicaba formular una oración concreta. No sabía que pensar o hacer.
—Yo vendí tu alma Dorian, cometí el peor de los pecados no merezco perdón—resignado frente a mi, Basil temía verme a los ojos, su mirada gacha compadecía su profunda tristeza.
—Ya no eres mi amigo.
—Dorian—perdido en mi mundo le preste la poca atención que tenía en ese momento—.Dorian ¿Cómo puedes decir eso?
—Mira quien lo dice. Tú vendiste mi alma, tu añorabas mi inmortalidad solo por un simple capricho. Y aún así te atreves a hablarme como si nada. Lord Henry tenía razón. Solo eres un pintor con alusiones de ser grande, quieres vivir la vida con reglas. Yo las rompo Basil.
Inconsciente me dirigí hacia la cocina, en busca de aire y paz. Yo no merecía su traición, me utilizó para sus fines egoístas.
—Esto no tiene sentido; Vengo en busca de preguntas y hallo una incógnita—Basil me siguió hasta la cocina, me observaba con detenimiento, cada inútil movimiento no era de su desagrado.
—Tal vez no lo entiendas muchacho. Todo fue un simple error.
—¿¡Error!?—mi sangre estaba hirviendo de rabia e impotencia. Mis vista se nublo de lágrimas acumuladas, no medí mis actos y lleve acabo lo inimaginable.
Su antebrazo izquierdo sangraba como nunca, ver tanta sangre me causaba asco pero de alguna forma lo gozaba, disfrutaba ver qué el hombre que me maldijo sufriera, agonizaba antes de morir. La sangre corría por todas partes, bañaba el blanco suelo de la cocina.
Basil se intentaba sostener, ponía su fuerza en un extremo del comedor.
Sus risa sarcástica bajaba mi emoción, me hizo entrar al mundo real, en dónde me arrepentía de mis actos—. Per...dón.
—Gray, no tienes que pedirme perdón, solo hiciste lo mismo que yo. Acabaste con mis sueños.
—Yo no quería—mis manos tiemblan al ver su decaída, su respiración es pausada, le pesa moverse, a pesar de ser una herida pequeña es profunda.
—Ya lo hiciste Dorian, no puedes culparte.
Agarre con firmeza el mango del cuchillo y lo clave en dirección a su corazón. Cualquier rasgo de culpa se esfumó, lo gozaba, ver sus extremidades bañadas en sangre y su cuerpo inservible esparcido por el suelo, el Dorian de antes había cambiado. Mi inocencia fue superada por el dolor y la ira, dos armas mortales que te llevan a cometer actos terribles sin tener conciencia del bien y el mal.
Arrastré su cuerpo hasta el baño, lo arroje en la tina como cualquier objeto sin importancia. Una solución eficaz lograría salvarme del aprieto, su cuerpo desaparecería por arte de magia, sin explicación.
Llame al primer nombre que se me ocurrió, un viejo amigo que siempre me apoyo y esta vez no sería la excepción.
—Hola, Allan—le abro la puerta y le invito a pasar.
Recorre todo la residencia extrañado, se limita al verme y seguirme hasta llegar al baño.
—Dorian—se cubre la boca con ambas manos es señal de asombro, la conmoción cubriendo sus rostro, las ligeras gotas recorriendo sus mejillas, su sentimentalismo, era débil, ahora lo logro comprender—.Primero Sibyl y ahora Basil, oh, Gray lo lamento. No tuve el placer de conocerlos, me limitaba a verlos en los periódicos o por rumores de la gente pero suponía que eran apegados a ti y ambos, ambos se suicidaron. Ella era tu prometida y el tu amigo. Te doy mis más sinceros pesames Dorian.
Sibyl Vane murió anoche, una gran noticia que me conmoción a por dentro, apenas ayer había hablado con ella en la función del teatro, no podía creer su muerte, es cierto, le rompí sus sueños la desprecie sólo por el hecho de ser ella, no lo merecía. Sin embargo no fue mi culpa, sólo le dio un golpe de realidad que no pudo soportar.
Era una simple chica actuando Shakespeare en un teatro del barrio bajo, tenía todo mi amor sus personajes pero lastimosamente ella no. Me di cuenta hace una noche la noche de su muerte, invité a lord Henry y a Brasil a ver su función, fue la peor interpretación de su vida fue el momento en que lo supe, fueron sus personajes y la pasión al momento de actuar... Me enamoré de Julieta no de ella , me enamore de lo que interpretaba.
—Lo sé apenas hoy en la mañana lo escuché. Su rostro angelical acaparaba las primeras planas de periódicos locales-su muerte una desafortunada sorpresa para mí. Pero para ser sincero lo conllevaba bastante bien—. Su uso del razonamiento fue nulo, me lo advirtierón ¿Que podría esperar de una pobre actriz de tercera?
—Dorian, pero ¿Qué?, Este no eres tú—se acerca y toma mi hombro intentando tomar mi cuerpo entres sus dos brazos en un abrazo compasivo, el cual rechazo fríamente.
—Tal vez al principio no fui firme respecto a mis emociones. Me dejé llevar mucho tiempo por el sentimentalismo y dramatismo de la vida. Veía la vida como mi aprendizaje a nuevas y viejas experiencias la tomaba como si fuera una obra.
—No eres el chico que conocí en Oxford. Ya no eres Dorian Gray, eres algo más.
Una confrontación subreal enfrente de un cadáver reciente. Su inocencia y humildad impedía ver lo podrido que estaba, mejor optó por imaginar un suicidio a un homicidio cuando era lo más obvio.
—¿Tú amigo? ¿Basil? ¿Lo mataste?— tira su mirada incrédula hacia mí sus pupilas se agrandan conforme voy afirmando con la cabeza sus ojos cafés se pierden en la nada.
—Toma esto como un proyecto, el dinero es oro y mi tiempo también. Desaparece el cuerpo, no quiero rastro de nada-no le sacaba mis ojos de encima, lo presionaba con la mirada, si hay algo que no soporto fue la presión.
—No. No voy a hacerlo, llamaré... —intento huir y fracaso. Lo sostuve por el cuello con ambos brazos. Quería librarse de mi agarre, hacia todo lo posible, entre patadas y forcejeos inútiles.
—Si no lo haces te regresaré del lugar donde vienes. Acabarás como iniciaste—Le susurré sin piedad.
—Cla...ro. Pero ten en cuenta que esto no se quedará así. Algún día te darás cuenta de lo podrido que estás, Dorian no todo es eterno. Algún día lo pagarás Dorian.
Mi primer crimen, un atroz homicidio a un ser querido que maldijo mi vida y la negoció sin pedir permiso.
Época actual. Nueva York.
Conforme los años transcurrían el hambre se apoderaba de mi, no me importaba los demás, seguía mis instintos sin detenerme, las peticiones de gente cercana a mi era vagas y desechadas, aprovechaba mi vida, mi juventud y belleza eterna. El retrato se alimentaba de las tentaciones que me derrotaban y yo lo alimentaba conscientemente, sabía que debía parar pero mis ansias pudieron más, caí hasta el fondo del abismo del deseo, un horrorífico rincón donde un hombre ambicioso debe permanecer.
Era un juego de nunca acabar, alimentaba mi ego mientras esté seguía creciendo; suplicaba la purificación de mi alma pero demostraba no quererlo, una pintura que me demostró lo destruido que puedes estar cuando deseas más de lo que puedes poseer con tus acciones.
Recorrí muchos lugares al paso de los años tratando de saciar mi sed, experimente nuevas sensaciones que se iban creando conforme avanzaba la evolución del hombre, cada vez buscaba más, una muerte ya no me satisfacía, embriagarme en mi tiempo libre ya no era suficiente, requería poder y dominio. Lo cual conseguí en la Gran Manzana.
Me asenté como un joven empresario con un futuro prometedor, un intelecto fuera de lo común y un liderazgo nato. Dominaba fuertes ambientes de rivalidades, tenía a mi merced grandes extensiones del negocio industrial, a poco tiempo de ingresar a ese ámbito me consideraban "el empresario del siglo". Poseía todo lo que pudiera desear un hombre común pero algo no me dejaba la tranquilidad buscada.
Después de Sibyl muchas mujeres surcaron mi camino al amor, todas ellas se llevaron una parte de mi, me enamore de cada una en cada época diferente. Pero mi suerte no era tan grata, por algún afán del destino tenían la misma escencia de Sibyl y morían igual a ella.
Unos de mis grandes amores fue Micaela Bonilla una joven española de la cual me enamore hace un tiempo atrás. Su suicidio fue un gran noticia internacional, sufrió una caída de un barranco de la cual murió al instante.
Puedo enumerar muchas más pero creo que la más dolorosa fue la de María Iturbide, una muchacha que conocí durante la revolución Mexicana. Fue mi amor prohibido, teníamos un lazo especial, sus caricias, sus rizados mechones negros oleando junto al viento quedaron en la nada al meterse un disparo en la cabeza. Su ama de llaves la encontró muerta y yo nunca volví a verla más que dos días antes de la terrible tragedia.
Casandra y Amelia. Lucero y Anastasia. Y pronto, Deborah Smith.
Me hallaba en una cafetería común de Nueva York, era mi hora libre en el trabajo y prefería pasarla sola ya que carecía de amigos, solo eran cínicos embusteros que quitan el tiempo de los demás.
Una latte de vainilla sería mi compañía en ese frío invierno. El rejol marcaba las 11:15am, un bullicio de gente transitaba en el lugar y me tropecé, estaba apunto de caer sobre una mesa cuando alguien me retuvo, era ella.
Una hermosa joven de rizos rubios y ojos miel, Déborah. Me sostuvo por atrás y sujeto mi amplia cintura. Desde ahí nuestra historia inicio, cómo muchas veces se llevó mi corazón, su escencia era incluso más hermosa que las otras, su amor por el arte atrajo mi atención. Todo era color de rosa, pero los finales felices no pueden ocurrir a las personas sin alma.
Un día estaba contemplado mi retrato y lo horrible que había quedado, asesinaba por placer y el cuadro lo reflejaba, seguía siendo el mismo a mis ojos pero para los demás era un joven rubio con un futuro y belleza.
Volví a tapar el retrato con la manta amarilla como era de costumbre y me dirigí a casa de mi amada.
El automóvil iba a una velocidad media, trataba de tener cuidado sobre lo que veía el espectador, un movimiento en falso y descubrirían mi cruda realidad.
Las calles estaban despobladas, era la víspera de Navidad y todos yacían en sus casas con sus familiares jugando a ser perfectos, mientras los esposos engañan a sus mujeres y ellas fingen no saberlo, dejando que sus hijos se den cuenta por si solos y creen que está bien ese ambiente; patéticas eran las personas de estos tiempos, por una parte me recordaban a Lord Henry un amigo del pasado que alguna vez ídole.
Estacione mi auto frente a el gran edificio y entre al lujoso departamento con la idea de hallar a Deborah y darle una gran sorpresa de navidad.
Presioné el timbre navideño con la aburrida canción de todos los años de la que nadie se hartaba, casi ciento cincuenta años con esa canción me aturdía.
No estaba allí, el silencio sepultral colmaba mis nervios, otro suicidio no creía soportar; creo que ese era mi peor condena.
Una punzada a mi corazón me cortó el aire, mis pulmones hacían un esfuerzo por acumular aire, los latidos de mi corazón se aceleraban conforme los minutos se iban, un ataque a corazón no podría ser posible. El re....
Cómo pude me encaminé de regreso a mi lujosa residencia. Mi razonamiento comenzó a desvariar las luces de los semáforos engrandecía su tamaño y volaban por el aire. Miles de recuerdos surcaron mi memoria, mi visita a casa de Basil por primera vez, el día que se pinto el retrato, mi amistad con Lord Henry, el desprecio hacia Sibyl, su suicidio y por último el día que mate a Basil y la amenaza de Allan, todo se coagulaba en mi contra.
Afortunadamente llegué a mi residencia, tuve que pasar los extensos jardines hasta llegar a la entrada y al bajarme mi piel se contraía a tal punto de reducir mi cuerpo.
Me quemaba por dentro.
Corrí casi de manera deforme las escaleras, la subí a paso veloz con el afán de llegar el retrato.
—Deborah—me quedé estupefacto al entrar a la habitación. Deborah rasgaba el cuadro, entendí la razón de mi repentino sufrimiento, estaba acabando con mi vida.
—Dorian, Dorian—negó con su cabeza, soltaba pequeñas risitas que me desconcertaban aún más—.Tantos años y no te diste cuenta. Creías cada personalidad, cada mujer y cada disfraz. Les entregabas tu corazón como nunca lo hiciste conmigo —me acercaba más a ella con lentitud—; y al final ellas te rompían el corazón.
Mi mundo se volcó, aquellas mujeres que algún día tanto ame resultaron ser la misma, la misma que le rompí su corazón.
Sibyl Vane.
—¿Pero...cómo?—unas desdichadas lágrimas recorrieron mi rostro, todo el daño que algún día realicé se me devolvió de la manera más inesperada.
—Conseguir un trato justo por venganza no es tan difícil Dorian, tu lo sabes bien. Solo tienes que entregar todo a cambio de lo que deseas, y yo desee hacerte sufrir—una navaja atravesó mi corazón, el corazón del retrato. Cada vez se hundía más y más hasta envejecerme y el cuadro se llenó de vida.
Caí al suelo, me retorcía del dolor, la voltee a ver una vez más. Lo rubios hermosos se tornaban en lacios mechones cafés, sus ojos miel tenían vida, su dorada piel se volvía blanca, la inocencia e ilusión que tenía su ser ahora tenía sentido, siempre fue ella, siempre estuvo a mi lado, me amo y la deseche, luego la moneda se volteó . Al final no éramos tan diferentes.
Es una adaptación del " El retrato de Dorian Gray".
Es mi primera obra escrita formalmente para Wattpad. Cualquier crítica u opinión constructiva serán aceptadas con gusto.
Portada realizada por: Editorial90s
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