8
Capítulo:
Te prometo que te mantendré a salvo
Eva estaba de pie, viendo la pequeña habitación donde estaban, era más pequeña que el baño de su habitación, normalmente cuando estaba de viajes con su padre, que era muy pocas veces de hecho, se alojaba en habitación exclusivas, enormes y con todos los lujos posibles, pero ahora estaba ahí, en una habitación horrible con dudosas manchas en el techo ¿Cómo diablos llegaron esas manchas ahí? Las paredes también te van manchas raras, la cama sin hacer y las numerosas toallas sucias dejaban ver que el servicio de habitaciones no era muy eficiente.
No pensó mal de él porque no pudiera permitirse una habitación buena.
Era evidente que andaba escaso de dinero, aunque ella tenía la impresión,
basándose en la cultura popular, de que los asesinos a sueldo eran compensados de forma generosa. Tal vez hubiera otro motivo por el que se alojaba en ese lugar tan destartalado.
―Siento que no sea una habitación agradable. ―Dorian lanzó la llave al
desvencijado mueble de la televisión―. Estoy seguro de que estás acostumbrada a cosas mucho mejores.
―No, no ―dijo rápidamente―. Esto está bien.
Resopló.
―Me da la sensación de que vienes con la buena educación configurada por defecto.
―Sí. ―Era cierto. No había motivo para ocultarlo, pero ella no lo consideraba un defecto.
Él le lanzó una sonrisa sorprendentemente infantil que cambió su forma de verlo.
Tenía varias facetas, al igual que muchas de las flores que dibujaba.
Desde un cierto ángulo, parecía calculador. Desde otro, podía ser brutal. Sin embargo, había algo por debajo de todo eso, como si se le quitaran los pétalos exteriores a una rosa para exponer su hermoso centro. Era eso lo que a ella le fascinaba de él.
―¿Qué? ―Dorian frunció el ceño.
Incapaz de resistirse, levantó la mano para acariciar la piel de su entrecejo. Disfrutó de su suavidad, de la forma en que sus músculos se movían bajo la superficie y del modo en que él respondió a su contacto. La reacción instintiva de su cuerpo fue instantánea y devastadora.
―Estás excitada ―susurró―. Lo noto.
―¿Cómo?
―Por tu olor. ―Su voz era áspera y aterciopelada al mismo tiempo. Le
hizo sentir escalofríos―. Cambia cuando te excitas. Sospecho que si te tumbara en la cama y te lamiera el coño, podría saborear lo que estoy oliendo.
La erótica imagen que dibujó con sus palabras la abrasó hasta los huesos.
Nunca nadie le había hecho sentir algo igual. Su experiencia era extremadamente limitada, pero ese siempre había sido un acto íntimo demasiado alejado de su zona de confort como para planteárselo siquiera.
Ahora la mera idea le resultaba excitante.
Dorian se inclinó hacia ella hasta que sus labios se encontraron directamente al lado de su mejilla.
―Me encantaría hacerlo, ¿sabes? Ver cómo te retuerces mientras te abro con los dedos y te lamo el clítoris con la lengua.
―No… ―Se olvidó de repente de lo que estaba diciendo cuando la besó.
Le pasó los brazos por el cuello y abrió la boca para permitir que introdujera la lengua. Le encantó. Esta vez quería más. La había llevado al orgasmo simplemente frotándole la pierna entre las suyas. ¿Cómo sería tener su pene apretando en su interior?
―Si no paro ahora, no podré hacerlo ―dijo entrecortadamente.
Ella ni siquiera dudó.
―Entonces no pares.
―¿Entiendes lo que me estás pidiendo? ―Su mirada era salvaje, su respiración rápida y superficial.
―Quiero hacerlo contigo, Dorian
Con un gemido, la levantó con los brazos. La inmediata sensación de vértigo hizo que se agarrase a sus hombros. La forma en que la llevaba era como si no pesara nada. Su fuerza era asombrosa. ¿Vería la prueba de ello cuando se quitara la ropa?
Estaba ansiosa por descubrirlo.
Sintió el duro colchón bajo su cuerpo y las sábanas ligeramente ásperas.
Le quitó el vestido de una forma tan sutil que hasta el mismo se extraño.
―Eres preciosa ―murmuró. Colocó la mano en su vientre―. Tu es piel es tan suave…
La besó en el vientre, haciendo que si aliento le hiciera cosquillas provocando un más de sensaciones causando que se moviera.
―¿Estás impaciente, pequeña? ―le preguntó con amabilidad―. No lo estés. Te prometo que te va a gustar.
El le quitó el sujetados haciendo se sus tetas quedarán expuestas y a su disposición, no perdió tiempo y las tomo con sus manos para masajearlas, chuoarlas y lamerlas a su antojo, Eva se removía de placer con cada lamkda que él le daba.
Le metió un dedo entre los labios y le rozó el clítoris con la yema. Se arqueó, casi separándose de la cama ante el escalofrío que sintió por su contacto. Sus músculos interiores se contraían sin cesar y ella gemía porque ya no podía mantenerse en silencio. Empezó a mover el dedo en círculos sobre su clítoris cada vez más rápido y después retrocedía hasta que ella le atrapó la mano entre las piernas para que se diera prisa.
―Ten paciencia ―le dijo.
Ella retorció las sábanas con los dedos.
―Por favor. Necesito… necesito correrme.
Él siguió con su deliciosa tortura hasta que el orgasmo estalló en ella. Tembló y se
sacudió mientras sus músculos se apretaban y se contraían en las últimas
sacudidas de placer. Apenas podía respirar, pero ni siquiera le importaba que
pudiera desmayarse. Le gustaba demasiado como para preocuparse por ello, pero aún quería más.
―Por favor, Dorian.
Él la observo, la respiración de ambos era un verdadero desastres.
—¿Que quieres? — le pregunto con la voz gruesa.
—Quiero que me la metas.
Esas palabras casi hicieron que se corriera en los pantalones. Dorian no había deseado a mujer con tanta desesperación en toda su vida. Era tan suave y dispuesta como si la hubieran creado sólo para él.
Se sentó sobre sus talones y se quitó la camisa por la cabeza. Ella dejó escapar un ligero ruido y extendió la mano para tocar los tatuajes que le recorrían el pecho y los brazos. Algún día le explicaría lo que significaban, pero no en ese momento.
―Más ―suplicó.
Riéndose, se quitó las botas militares y se esforzó por quitarse los pantalones. El pene le golpeó el vientre como si estuviera intentando meterle algo de sentido común, entonces ella le tocó la punta con un dedo y se olvidó por completo de lo que era el sentido común.
―Está tan… tan suave… ―El asombro de su voz le subió el ego hasta mas no poder―¡Pero también está dura!— lo apretó con su mano y froto la punta con su pulgar
Se colocó entre sus piernas. Encontraba deliciosa la sensación de su piel contra la de ella. Y la beso. Le besó los labios y la mandíbula
Se curvó contra el cuerpo de él, levantando su muy húmeda vagina hacia su enorme erección. Él apretó la punta contra su clítoris. Ella levantó la mirada hacia él.
Llevó la mano entre ambos cuerpos y colocó la cabeza del pene en su abertura.
El primer empujón contra su cuerpo fue tan apretado que resultó casi agonizante. Ella jadeó y arqueó la espalda. Se obligó a parar.
―¿Te hago daño?— pregunto al verla con los ojos cerrados.
―No ―dijo con la respiración entrecortada―. No pares, ¡me encanta!
Contemplando su expresión, se adentró lentamente en su cuerpo. Estaba muy húmeda pero endemoniada mente apretada y se golpeó mentalmente al caer en cuenta de algo…
―Eva, ¿lo habías hecho antes?
―¿Con alguien de verdad? No. Y debo decir que la sensación es mucho más intensa. Pero por favor, no pares. Te lo ruego fóllame, Dorian.
Y esas palabras bastaron para que el animal salvaje que vivía en su interior saliera a la luz, salió de ella para luego entrar de golpe.
Ella jadeó y levantó las caderas para recibir cada estocada que él le daba.
Le palpitaba el miembro a causa de lo apretado que tenía su interior era… era exquisita. Apenas podía moverse en su interior, ella estaba realmente apretada, estaba realmente exquisita, estaba… estaba… su mente estaba con una bruma de placer increíble, jamás había sentido algo así, y menos había sentido tanta satisfacción al sentir las uñas de una mujer clavadas en su espalda como lo estaba haciendo ella en smese momento.
El cuerpo de Eva se relajó un poco y él la penetró con rudeza, cada vez un poco más profundo. Cada embestida era pura perfección y ella deseaba que durara para siempre, pero la creciente oleada del orgasmo de él se aproximó y él no pudo contenerse más. El deseo de marcar a Eva como suya era innegable, necesitaba correrse, necesitaba llenarla con su semen sentir que era de él completamente.
Sus oidos le zumbaban, se concentro en regular su respiración y en mantenerse lo suficientemente cerca de ella pero con el apoyo de sus brazos para no aplastarla con el peso de su cuerpo.
Se dió cuenta al poco rato que ella le había estado susurrando algo en ruso mientras le acariciaba su cara y el lacio cabello negro.
Dorian se colocó de lado y atrajo a Eva hacia su cuerpo. La sostuvo como si fuera el tesoro más preciado que poseería jamás.
―¿Estás molesto? ―pregunto suavemente en un susurro―. ¿Porque no te había dicho que era virgen?
―No ―Estaba ligeramente molesto consigo mismo por no haberse dado cuenta antes, pero no había rastro de enfado―.No puedo estar molesto por haberme dado algo tan maravilloso.
Ella depositó un ligerísimo beso en su mejilla.
―Venir conmigo va a ser peligroso, Eva, pero te prometo que te mantendré a salvo.— le dijo al cabo de un rato.
―Si, Lo sé.
La fé y la confíanza que ella le tenía lo dejó atónito. Dorian no había creído en nada en décadas, pero tenía la sensación de que eso iba a cambiar para siempre.
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