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Capítulo: 12 No te decepcionaré, Eva. Te lo prometo
Cuando Eva y Dorian aterrizaron en uno de los aeropuertos de Moscú, estaba empezando a sentirse como toda una viajera experta. O era que estaba terriblemente agotada. Sí, eso era.
Había estado tan ansiosa que se le habían agotado las energías.
―Por aquí, cariño. ―Dorian la tomo por el brazo y la condujo hacia unas escaleras. Donde un cartel de la aduana estaba a la vista.
Ella había olvidado de que tendrían que volver a pasar por la aduana. Por lo menos no la aterrorizaba tanto como cuando habían empezado el viaje. Caminó fatigosamente detrás de Dorian y se colocaron al final de una de las larguísimas filas.
Le maravillaba la idea de estar realmente en Rusia. Comenzó a oír conversaciones a su alrededor en multitud de idiomas. Pudo identificar fragmentos de conversación con idiomas diferentes.
Le dio una sensación de satisfacción el poder entender algunos fragmentos de lo que decían. Su padre había insistido en que aprendiera varios idiomas, aunque ella jamás había pensado que… le llegase a servir en algún momento.
Eva aún sentía escalofríos al imaginar lo que haría su padre cuando se enterara de lo que había hecho. Sin duda ya la habrían echado en falta. Alejandro Gil estaría poniendo patas arriba toda la ciudad para encontrar a su hija.
― ¿En qué piensas? ―le susurro Dorian en ruso.
Ella respondió en inglés.
― ¿Crees que debería llamar a mi padre para que sepa que estoy bien?
― ¿Crees que se conformaría con eso?
La expresión de Dorian no desvelaba en absoluto sus pensamientos. Ese hombre dominaba el arte de poner la cara impasible.
No hacía falta meditar la respuesta.
―No, no le bastaría saber simplemente que estoy bien. A menos que esté en un lugar en el que el mismo pueda vigilarme, nunca le bastará.
―Bueno pues… ¿qué sentido tiene? ―preguntó como si nada
―Me siento mal porque se esté preocupando sin motivo.
―No creo que esté preocupado sin motivo. Estás viva, y sobre todo a salvo.
― ¿Por qué dices eso? Ella frunció el ceño, intentando encajar todas las pequeñas piezas―. Nadie nos ha perseguido. Tú has dicho que no vas a cumplir el encargo. Parece un asunto olvidado. ―Algo en la expresión de él la puso sobre aviso. No habría sabido decir el qué, pero sabía que no le estaba contando todo―. Conoces a esa persona, ¿verdad?
― ¿A quién?
Él abrazo pero ella se apartó
―Conoces a la persona que mandó que me mataran.
Al menos una de las personas que los rodeaban hablaba inglés, porque Eva vio que una chica joven los observaba con interés. Se acercó a Dorian e intentó parecer despreocupada.
―Mi padre ―dijo él―. En este caso, él es mi cliente.
Eva abrió los ojos como platos, sentía que saldrían saltando de su cara, tapo su boca para ahogar un grito. No lo podía creer.
―Pe.pero, ¿por qué? — Ella ni siquiera conocía a ese hombre.
―Hace unos años asesinaron a mi hermano. ―hablo Dorian. La tensión de su voz le dijo cuánto le había afectado su muerte―. Hace un mes, mi padre descubrió que fue tu padre quien dio la orden de matarlo.
―No.
La rotunda negativa se debía más bien a un deseo desgarrador de hacer que fuera mentira y no a que creyera realmente que no fuera cierto. Por desgracia, Eva creía absolutamente que su padre sería capaz de hacer cosas así de horribles si podía obtener algún beneficio.
―Independientemente de que el asesinato de mi hermano fuera o no castigado, mi padre cree que esta es la mejor forma de vengarse. ―Dorian frunció aún más el ceño.
Deshizo el gesto. Se estaban acercando a las pequeñas cabinas. Dentro de poco, Eva tendría que entregarle a un oficial de aduanas su pasaporte falso y rezar por recordar su nombre, especialmente tras esa confesión.
Dorian le dio un suave apretón, atrayéndola hacia sí.
― ¿Te encuentras bien?
―Sólo estaba pensando en Rachel ―dijo ella suspirando y pensando en la verdadera Rachel de la identidad que estaba usurpado. Levantó las cejas sorprendido.
―No existió de verdad, ¿sabes?
―Creo que lo sabía. ―Se encogió de hombros para transmitir lo que sentía―. Sólo me preguntaba cómo sería.
― ¿O más bien cómo sería ser ella? ―sugirió Dorian.
―Pues… Sí.
―Tal vez la única diferencia entre ambas es la certeza de que tú eres real y ella no.
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.
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Dorian le dio a Eva un beso suave en la cabeza y la instó a avanzar en la fila. Sólo quedaba una persona por delante de ellos. No eran precisamente libres. Dorian no le había dado mucha información a su primo Andrei sobre su inesperada visita a Moscú. Era totalmente posible que Andrei le cerrara la puerta a Dorian en la cara cuando se enterara de lo ocurrido.
―Siguiente ―dijo el oficial con tono aburrido. Dorian soltó a Eva
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―Andando ―le dijo en ruso
.
La observó esperando que recordara que supuestamente era rusa nativa.
Por lo que había visto hasta el momento, hablaba bien ruso. Tal vez no tan coloquial como el de un nativo, pero de todas formas era calmado y fluido.
El agente de aduanas parecía cansado. Le hizo a Eva las preguntas necesarias sobre el motivo por el que visitaba el país y le preguntó si llevaba algo perecedero. Eva dio las respuestas pertinentes con un ruso correcto.
Dorian dejó escapar un suspiro de alivio cuando el siguiente agente le indicó que pasara. Para entonces podría haber realizado el proceso hasta dormido, pero cuando vio que el oficial de aduanas abría su pasaporte, se dio cuenta de que le había entregado el pasaporte equivocado.
Dorian viajaba con unos cuantos seudónimos. Se había distraído y por desgracia le había entregado el pasaporte real. Menuda suerte.
Eso no era bueno. Significaba que su padre sabía que Dorian estaba en el país. Con los contactos que su padre tenía en el gobierno, no tardaba nada en rastrear a alguien.
Y Dorian estaba bastante seguro de que ahora mismo su padre estaría buscando una explicación de por qué la princesa Gil seguía viva.
― ¿Trabajo u ocio? ―preguntó el oficial sin interés.
―Vuelvo a casa ―dijo Dorian―así que imagino que ambos.
―Bienvenido. ―El oficial asintió con la cabeza y le indicó que pasara.
Dorian no se imaginaba cuánto tiempo había pasado desde que ese pasaporte pasó por el sistema. Probablemente según los registros llevaba casi cinco años fuera del país. Estos temas tan complicados no eran nada en comparación con lo que tenía delante ocuparse de Eva, de los padres de ambos y de la necesidad de mantenerla viva.
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.
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El caserón de su primo se encontraba no muy lejos de la Plaza Roja, en una zona antigua de la ciudad. El tren los llevó hasta la plaza y Dorian decidió que irían caminando desde allí. Eva estaba tan absorta en las vistas que era casi imposible mantener una conversación con ella.
No es que le importara. El clima estaba muy agradable. Se paró en seco y contemplo en panorama. Vio cómo lo asimilaba todo, memorizando los detalles que más tarde reproduciría en su bloc. A pesar de ser de allí, tenía que admitir que los vivos colores y los vibrantes olores de la ciudad eran impresionantes.
Todo era bastante surrealista. No tenían la sensación de estar realmente de vacaciones, pero aun así estaban deambulando observando las vistas como si no fuera más que turistas.
―Es precioso ―dijo Anna―. Mi padre nunca la describe así.
― ¿Y Cómo la describe?
―Abarrotada y sucia, Llena de pobres e indigentes.
―Bueno, Moscú es como cualquier otra ciudad ―le dijo Dorian
― ¿Acaso no es eso la vida? ―preguntó. Se detuvo en el puente para mirar los botes que pasaban por debajo de ellos de camino al canal.
―Sí, así es. Y creo que tu padre estará intentando protegerte de esa dura realidad.
― La esencia del arte es el contraste. Creo que la vida es igual. No puedes proteger a alguien de eso sin reprimir su habilidad para vivir
¡Cómo le fascinaba esa mujer! Cada vez que creía haber logrado comprenderla, entender su personalidad, le salía con algo nuevo, sorprendiéndolo.
Dorian tomó su mano y deambuló por el puente de camino hacia el barrio que se encontraba al otro lado. Era una situación muy cómoda.
―Qué bonito ―dijo Eva en voz baja―. ¿Vives aquí?
―No. Mi primo.
Frunció la suave piel del entrecejo.
― ¿Y Dónde vives tú?
―En ningún sitio. En todas partes. ―Hizo una mueca―. Vivo donde me lleva el trabajo.
― ¿Y ahora vamos a casa de tu primo? ―Su voz se elevó unas cuantas notas, haciendo evidente su ansiedad.
―Andrei es como un hermano para mí. ―Dorian esperaba estar diciendo la verdad―. Necesitamos un lugar para descansar. Tengo que encontrar un modo de deshacer todo este embrollo y Andrei puede ayudarme.
― ¿Por qué estás tan seguro? ―preguntó, no iba a negar que estaba nerviosa.
―Ahora mismo no estoy seguro de nada. ―Dejó de caminar y se giró hacia ella―. En la vida no hay certezas. Nunca. Lo sabes.
Eva apretó los labios y por un momento, él pensó que iba a discutir. Se relajó un poco cuando accedió. Todo el lenguaje corporal de ella le decía que ya no iba a pelearse con él por este tema.
―No tengo otra opción que confiar en ti ―dijo suavemente―. Debería enfadarme que me hayas acorralado en un rincón, pero no estoy enfadada. ―Se mordió el labio inferior―. Hasta ahora me has mantenido a salvo. Ahora estoy a un millón de kilómetros de casa y tú eres la única cosa conocida que tengo.
Dorian le sostuvo la cara entre las manos y le besó las mejillas y la punta de la nariz.
―No te decepcionaré, Eva. Te lo prometo.
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