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Aquí y allá

'El rey ha sido destituido, fuerzas hostiles tomaron el poder y hay traidores entre nosotros...'

Las noticias corrían como regueros de pólvora por los pasillos del salón presidencial.

Si el soberano había caído, era cuestión de tiempo para que fueran por el presidente y su familia.

Krest sabía que las cosas no estaban bien en el poder, sin embargo aún no se esperaba que los grupos revolucionarios se atrevieran a destituir al rey, una imagen de antaño que sólo era simbólica porque el poder era ejercido casi en su totalidad por los ministros y el regente de turno.

Él era quién ostentaba ese poder desde hacía tres años, cuando fue elegido democráticamente por el pueblo francés.

Tomar el gobierno del país galo era un arma de doble filo, un hierro caliente que nadie deseaba y él, como buen ciudadano, había aceptado el reto en pos de enseñarle a su hijo mayor lo que era ser un buen patriota.

Pero siempre estaban aquellos que priorizaban su propios intereses financieros, se aseguraban el poder, aún si iban en contra de su país.

Así era que poco a poco, aquellos que juraron lealtad al pueblo de Francia junto a Krest, se fueron poniendo en el bando contrario, poniendo en juego la democracia y la libertad de la gente.

Ante este panorama, Krest debió tomar medidas para asegurarse el bienestar de su familia.

-Necesito saber cuál es la posición exacta del joven Camus.

-Lo dejamos junto a su madre en el sector B de la mansión de París.

-Bien, envía más hombres de seguridad allá, ya saben que deben seguir las instrucciones para que nadie sospeche... son órdenes del señor Krest.

-Así se hará, señor...

La policía se agolpaba nerviosa en las distintas puertas de entrada a la casa de gobierno, los insurrectos estaban entre ellos, muchos se habían vendido por unas cuantas monedas de oro.

Krest se hallaba reunido con el gabinete de defensa, los ministros no querían tomar medidas que los dejara en mala posición política.

-Necesito saber con quienes de ustedes cuento... el pueblo necesita una respuesta concreta.

-Sabes que tienes mi total apoyo, así ha sido desde siempre...

-Gracias Zaphiri, no esperaba menos de tí...

Uno a uno, sus hombres de confianza fueron dando su palabra de honor de hacer todo lo necesario para sacar el país adelante y acabar con la amenaza.

Camus ayudaba a su madre con su pequeño hermano menor, de apenas meses de vida. Con sus diecisiete años, se sentía feliz de tener un hermanito.

Lo malo era que en esos momentos todos corrían peligro y el bebé estaba totalmente indefenso ante un ataque.

Él estudiaba online, de esa manera su padre no tenía el miedo permanente de que pudiera sucederle algo. Aún así, tenía muchos amigos, de la infancia, de la escuela, todos se interesaban por su bienestar y trataban de paliar la soledad que ahora embargaba al peliagua.

-Ey Cam! Cómo es que no nos contaste que estarías en la asunción del presidente de Alemania? Tuvimos que verte por televisión, eso sí, casi ni te podíamos distinguir entre tantos guardaespaldas...

Aioria le hablaba mientras se enfrascaba en otra partida de ajedrez virtual.

Camus parpadeó un par de veces antes de responder.

-No Aio, yo no he salido de la residencia, ha de ser alguien parecido a mí...

-Claro que no, además te presentaron junto a la delegación francesa...

-Pero yo no...

-No importa Cam, si no puedes decir nada, lo entiendo... por cierto, estabas bien guapo y hasta parecías más alto...

-Qué dices Aio!- un jaque mate cortó la conversación que empezaba a ser incómoda para el francés.

-Jaja, te puse nervioso y no viste venir a mi reina!

Camus rió entonces, nunca sabía cuando su amigo hablaba en serio o sólo por molestarlo.

Los meses se sucedían y Camus empezaba a aburrirse de estar encerrado, sin poder ver a sus amigos más que a través de una pantalla de celular o compartiendo videojuegos.

La situación no mejoraba, los insurrectos seguían los pasos del presidente, no le hacían daño pero eran como una sombra que llevaba consigo a todos lados.

Ya ni siquiera se podía comunicar con su familia, no quería arriesgarlos más y, por lo tanto, hacía presentaciones solo.

Camus chateaba con Aioria y Shaka y el rubio le hizo ver que su cabello había crecido.

-¿Cómo lo sabes si hace meses que no nos vemos?

-Te vi en el canal de noticias, junto a la guardia francesa en el monumento a la Bastilla. Lucías imponente con ese traje de gala, ahora dime, ¿desde cuando usas gafas?

Ya eran varias las veces que sus amigos decían verle sin él haber salido de su escondite. Una duda empezó a carcomer su mente.

¿Quién era el que se hacía pasar por él? ¿Quién ponía su vida en peligro en su lugar?

Decidió que debía ver más los noticieros y tratar de encontrar a ese doble suyo, quién quiera que fuera.

No podía acercarse al presidente, preguntar por su familia, pero sí podía reemplazar a ese jovencito que tanto le gustaba.

Lo que había empezado como una idea loca de acercarse al hijo del mandatario y declararle su amor, terminó en una sesión de maquillaje y  tintura que lo puso frente a un espejo sin poder creer lo que veía.

Nunca se había puesto a pensar en que era bastante parecido a ese chico, sólo detalles como el tinte de su cabello, la obvia diferencia de edad y el hecho que él, Degel, usaba lentes permanentes.

Los guardias del presidente lo confundieron unas dos o tres veces y a la cuarta ya el ministro de defensa se presentó ante él para ofrecerle ser el doble de Camus.

Claro que ni el mismo presidente lo sabría, sólo serían apariciones esporádicas que no traerían peligro sobre su persona.

Cuando le hablaron de la paga, Degel sólo pidió la oportunidad de conocer a su doppelganger.

Y allí estaba, en ese monumento que era un símbolo de la revolución francesa.

Sólo esperaba que su dulce amor lo viera en su lugar y se sintiera feliz, sabiendo que desde su posición, él lo cuidaba.

Los ojos de Camus no podían creer lo que la pantalla le mostraba. Ese joven se encontraba rodeado de guardias franceses mientras su padre rendía tributo en el día de la Independencia de su país.

Ese muchacho era idéntico, bien podría ser un gemelo suyo, aunque él sí podía notar diferencias. Tomó varias capturas y ya luego se puso a estudiarlo en detalle.

Era, a juzgar por su altura respecto a guardias que reconocía en la imagen, unos quince centímetros más alto que él y tal vez unos cinco años mayor. Ya no tenía rasgos adolescentes como él y sus ojos, sus ojos eran casi violetas, hipnotizantes.

Camus se dio cuenta que estaba casi babeando sobre la imagen que tenía en sus manos y se avergonzó.

¿Acaso le gustaba su propio reflejo?

No, ese joven no era su reflejo, se le parecía mucho pero él mejor que nadie podía ver que era una persona totalmente diferente y muy atractivo, además de maduro y varonil.

-Aio, necesito de tu habilidad con la tecnología. Averigua el número de celular de Káiser, es un pariente lejano de tu abuelo Ilias, no?

-Se lo pido a mi abuelo, creo que son primos, algo así...

-No, Aio, no quiero involucrar a nadie, sólo busca en el sitio de los guardias del presidente y pasame su número.

-Ya... ya... casi... ¡lo tengo! Ahí te paso el contacto... me debes una, precioso!

-Si, primor, te debo una muy grande! Muchísimas gracias!

Riéndose por las locuras de su mejor amigo, cortó la videollamada y envió un mensaje al número que había obtenido.

Buen día joven, no nos conocemos personalmente y deseo que esta situación se revoque.
Anhelo tener frente a mí al hombre que me representa ante el pueblo de Francia y que ha enamorado incluso a mis amigos.
Contácteme, por favor.
Camus Verseau


Leía y releía la pequeña misiva y una mínima sonrisa junto a un dejo de preocupación se formaron en su apuesto rostro.

¿Qué deseaba ese niño con él? ¿Lo encontraba atractivo y por eso lo quería conocer?

Degel se guardó el mensaje y se dispuso a completar su vestimenta, debía presentarse nuevamente en una universidad pública.

Los guardias tocaron su puerta y salió rumbo a ese lugar sin imaginar que todo cambiaría.

En medio de su discurso, hombres encapuchados interrumpieron la plática y sin mediar palabras, apuntando con sus armas a la audiencia, se llevaron al peliverde.

Su rostro tapado con una tela oscura, no reconocía voces ni el lugar por dónde lo llevaban. Lo sentaron en una silla y lo ataron.

-¿Quién eres? ¿Crees que no conocemos al hijo del presidente? Te le pareces, más no lo suficiente...

-¿Entonces para qué me quieren?

-Las fuerzas leales de a poco van tomando el control del país, nos están venciendo... necesito una salida, algo que me ayude a escapar del país ileso...

-No entiendo...

-Necesito a Camus... el presidente firmará lo que sea para que su hijo esté a salvo... ¿Dónde está?

-Yo no lo sé... ni siquiera lo conozco...

-¡Mientes!- un golpe resonó en la sala

El dolor en su estómago era soportable en comparación con la idea de que Camus fuera usado de escudo por los mercenarios.

-Ya le dije... no sé nada...

Nuevamente lo golpearon y, al tirarlo junto a la silla, su móvil cayó. No les tomó mucho encontrar lo que necesitaban.

-Pero tu celular no dice lo mismo... le gustas al niño, quiere conocerte... le haremos su sueño realidad...

'Maldición, Camus'...

¿Sabes que no hay nada que me pueda hacer más feliz que tenerte frente mío?
Nos vemos frente al monumento que tú sabes.
Degel

El piso tenía vida propia cuando Camus leyó la contestación a su mensaje del día anterior. Había creído que el joven no deseaba conocerlo, pero se había equivocado y se encontraba muy feliz.

Tras haberse arreglado, debió hacer varios llamados a sus amigos para que  cubrieran su mentira y así poder escapar a ver a Degel.

Milo, Shaka y Aioria se encargarían de entretener a los guardias y Marin a su madre.

Así Camus saltó la ventana y se dirigió corriendo al lugar de encuentro. Su corazón latía como desquiciado entre la adrenalina, la anticipación y, porqué no, un poco de miedo al saberse solo tras tanto tiempo encerrado en el refugio.

Llegó agitado, refugiándose bajo un frondoso árbol como le había dicho Degel y esperó lo que fueron minutos pero pareció una eternidad hasta que sintió pasos.

Para su desgracia, no era quién esperaba sino varios hombres armados que le taparon la boca y se lo llevaron sin que nadie los viera.

El viaje fue tedioso, se maldecía por ser tan ingenuo y por culpa de su inexperiencia y falta de madurez, se encontraba secuestrado y en grave peligro.

La siguiente vez que pudo ver, se halló sentado frente a otro hombre que también estaba encapuchado. Bastó ver su cabello para saber quién era.

-¿Degel?

Apenas un movimiento de su cuerpo y uno de sus captores le dio un golpe. Sólo se oyó un quejido y Camus que suplicó por su bienestar.

-Ya no le hagan daño, por favor, ya basta!

-¿Acaso quieres tomar su lugar como él tomaba el tuyo? ¿Quieres ser su héroe?

-Sólo quiero que ya no lo lastimen...

La capucha fue removida del peliverde y por fin se vieron frente a frente, ojos violetas frente a azules violáceos, casi idénticos salvo detalles obvios... el rostro del mayor estaba magullado por los golpes recibidos pero eso no impidió que Camus lo viese perfecto y que Degel lo mirara con una pequeña sonrisa.

-Ustedes dos serán nuestro pasaporte hacia el exterior. Nadie pondría en peligro al hijo del presidente.

Hubo un revuelo generalizado y pronto se escucharon gritos y tiros, bombas de humo cayeron cerca de los dos jóvenes atados, que trataban de deshacerse de las sogas que los aprisionan. Estaban asustados y los ojos les ardían pero pronto unos uniformados llegaron y los desataron, poniéndoles máscaras antigás.

-Joven Camus, Degel, ¿se encuentran bien?

-Señor, Degel fue duramente maltratado, necesita atención médica...

-Camus... iré con ellos, sólo si vienes conmigo...

-Por supuesto... no te dejaré solo después de todo lo que has hecho y pasado por mí...

-¿Cómo supieron dónde nos tenían secuestrados?

-Aioria... instaló un radar satelital en tu teléfono móvil y nos guió hacia donde los tenían. Fue una suerte que no te lo quitaran...

Camus rió feliz mientras subía a la ambulancia y se sentaba junto a Degel, quien descansaba en la camilla y ya le habían vendado las costillas.

Ya eran varias las que le debía al rubio.

-¿Puedo pasar? ¿Cómo-  Aioria no pudo terminar la frase porque labios sedosos se estamparon contra los suyos mientras delgados brazos rodearon su cuello.

-¡Gracias, gracias, gracias! ¡Aio nos salvaste!

El rubio estaba totalmente ruborizado, más aún cuando vio al peliverde sentado en la cama, con el torso desnudo. Le miraba serio y ya empezaba a dar pasos hacia atrás cuando Degel le detuvo.

-Tranquilo niño, ni Camus me pertenece ni yo soy tan desagradecido con quién nos salvó la vida... pero si vas a querer algo más con él, entonces sí hablaremos en serio.

Aioria palideció un momento, antes de ver la sonrisa de Camus. Se distendió un poco y aclaró la voz.

-Señor, yo adoro a Camus pero como amigo, no tengo otras intenciones con él, además que tengo un hermoso novio ya...

Ante esto, Camus se acercó curioso.

-¿Acaso...? Milo?

-¡No! ¿Cómo crees? ¡Shaka!

Y los tres rieron distendidos...

Dos meses después, Francia ya estaba limpia de rebeldes, la libertad y paz habían vuelto, la gente paseaba en las calles, los niños correteando felices, jugando.

Camus caminaba de la mano de Degel, acababan de estar con su padre, quién había reconocido el valor del peliverde con una medalla honorífica y le había concedido la mano de su hijo mayor.

Se miraban enamorados, no habían tenido un noviazgo normal y mucho menos formal hasta ahora, pero estaban seguros de sus sentimientos.

-¿Quieres venir a mi casa, hermoso? Veremos películas con pizza.

-Claro! Mis padres ya saben que hoy volveré tarde...

Una sonrisa pícara apareció en el rostro del menor, que se colgó del brazo de Degel, viendo cómo la gente los observaba y murmuraban

'¿Serán hermanos?'
'Su parecido es increíble!'
'¿Si es un doppelganger, ¿cuál será el malvado?'

Sin poder contener la risa que esos comentarios les causaban, salieron corriendo hasta el hogar del mayor, en un bonito vecindario.

Camus ya había estado allí unas cuantas veces, pero esta vez tenía una idea muy diferente de cómo matar el tiempo junto a su 'novio oficial'.

En cuanto entraron, al pasar por el sillón, Camus se arrojó sobre Degel y lo besó con pasión.

-Ya sé que dijimos de esperar pero, te quiero, te amo, te deseo...

-Camie, no es como si yo no quisiera estar contigo... es por hacer las cosas bien... tu padre me confió su tesoro y no quiero defraudarlo...

-Y me defraudaras a mí, entonces...

Hizo un puchero mientras se sentaba correctamente en el sillón.

-Lo siento...

Camus no dijo más y pasó al sanitario. Degel preparó todo para lo que tenían planeado aunque se sentía culpable de haber rechazado a su novio.

La pizza estaba en los platos frente al home theatre, las aguas y jugos naturales también, pero el menor no volvía.

Preocupado que estuviera descompuesto, Degel fue a buscarlo y no lo halló allí; en cambio sintió música suave en el dormitorio y se asomó. Lo que vio lo deslumbró.

Camus estaba recostado en el centro de la cama, un body muy sensual cubría su cuerpo y dejaba nada a la imaginación.

Con los ojos cerrados, se acariciaba desde el cuello, hacia sus labios, que humedecían sus dedos sensualmente.  Las manos seguían bajando por su pecho y jugaban con sus pezones, mientras arqueada su columna y elevaba sus caderas.

Ya Degel sentía su excitación palpitar dentro de sus jeans y casi aulló cuando los dedos de Camus se adentraron dentro de la pequeña zunga que tapaba su erguida hombría y empezaron a acariciar a ritmo lento la cabeza y el glande.

Sus gemidos subían de a poco y Degel ya no se contuvo cuando el menor giró su cuerpo para levantar sus caderas, hundiendo su rostro en la almohada y dejando que sus dedos quitaran la pequeña malla para liberar su rosada entrada y así poder probar suerte, tanteando...

Se quitó el pantalón y el bóxer en un solo movimiento y subió a la cama, sin decir palabras hundió su rostro entre sus glúteos y lamió esa entrada rosada, vírgen y necesitada...

-Pequeño diablillo, te daré lo que quieres...

Camus rió victorioso pero no se esperaba que Degel lo volteara y comenzara un ataque oral por todo su cuerpo.

Ahora sí que el menor gemía sin pudor, experimentando por primera vez el ser devorado con devoción y lujuria, nada parecido a sus sueños húmedos.

Degel se encargó de hacerle ver estrellas con las luces encendidas y, cuando lo empezó a preparar para tomarlo, lo hizo con una dulzura única, que le erizó la piel.

Camus se abrazaba a su cuello mientras, casi doblado en dos, veía cómo Degel simulaba embestidas y lo lubricaba con dos dedos. Ya quería sentirlo dentro, ese enhiesto y enorme miembro que ya estaba lubricado y con un preservativo.

Fue de a poco, dándole tiempo para que se adaptara y cuando al fin estuvo totalmente envainado, lo levantó en brazos y lo apoyó contra la pared. Las piernas de Camus estaban sobre los hombros contrarios y su espalda resbalaba contra el muro en cada embestida.

El menor se sentía en el cielo, pero no tenía idea de lo que provocaba en su amante, teniéndolo totalmente abierto para su placer.

No quería lastimarlo así que lo bajó con delicadeza y lo recostó en la cama, donde lo volvió a penetrar de frente, besándolo tiernamente, diciéndole lo mucho que lo amaba...

Camus ya no podía controlar sus emociones, entre las palabras y las embestidas, pronto se sintió al borde del abismo y con su primer orgasmo, arrastró a Degel a un clímax intenso.

Sin aliento, felices, se separaron para acomodarse abrazados, Degel manteniéndolo cerca de su corazón, posesivamente.

-¿Hubieras peleado con Aioria por mí?

El mayor sonrió ante la pregunta y lo miró con picardía.

-No, ¿por qué lo haría?

La cara de Camus fue de desilusión.

-Hubiera peleado por tí si me hubieses abandonado por él, pero no lo hiciste y, además, ya en ese instante me sentía tu dueño aunque dije lo contrario.

-¿En serio? ¿Te pertenezco?

-Claro que sí, mi pequeño truhán... ya no puedes separarte de mí, eres parte de mi corazón...

Y para demostrarle que no mentía, se puso detrás suyo y se hundió nuevamente en su cuerpo, sus brazos rindiendo culto a esa belleza de chico y él sintiendo, como sus latidos se sincronizaban en una danza pasional de amor.

FIN

Buenas noches querid@s amigos, paso a dejarles este pequeño one-shot dedicado exclusivamente a mi querida amiga @Aries_9322 por su cumpleaños.

No sé qué hora será en México, espero llegar antes que acabe el día con mi regalo❤ y espero que te guste.

Sin más, nos seguimos leyendo!

Hasta pronto!!

Se les quiere muchísimo,

Sailor Fighter ❤

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