XXXIV. When Heaven meets Hell
Importante escuchar:
🦋Happen Ending by Epik High
🦋Angel pt.2 by Jimin of BTS, JVKE, Charlie Puth and Muni Long
🚫Contenido sensible
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DOPPELGAÄNGER
Yoongi llegó al departamento que compartía con el detective pasadas las seis de la tarde.
—Estoy en casa, Jim… ¿Jim?
Deshaciéndose del calzado y el abrigo intentó localizar al rubio para quedarse sin palabras al observar la estancia a media luz, solo iluminada por unos finos candelabros sobre la pequeña mesa que solía usar para preparar su trabajo.
El sofá había sido movido hacia el fondo de la estancia y algunos cojines se desperdigaban sobre la alfombra en clara alusión a lo que se proponía allí. Con un dedo acarició el contorno de las copas que estaban en el servicio.
Su apreciación se quedó en silencio al encontrar a Jimin justo a unos metros. El detective le esperaba, vaya que lo hacía, cuando únicamente exhibía el albornoz como prueba que había estado en la ducha al momento de su llegada.
—Dame unos minutos Yoon y te recibo como se debe.
Se atrevió a articular Jimin, mientras intentaba que su voz saliera lo más normal posible. El pulso de nervios y dolor en su alma era insoportable. Sin embargo, Yoongi interpretaba aquella actitud bajo la cobertura adorable de la timidez y sin poder contenerse se acercó para encerrarlo en sus brazos.
—No necesito que te cambies, mi amor. Ya eres perfecto de esta forma.
Resolvió antes de tomar el perfilado mentón entre sus dedos y besarlo a placer. Jimin se aferró a ese beso. Deseó que la hábil boca de Yoongi borrara todo lo que se había atrevido a planear, pero ni siquiera el fuego del deseo o la pasión podían alejarlo de ese espacio oscuro.
—Te he extrañado tanto—Consiguió pronunciar antes de comenzar a trabajar en el cuello de la camisa del más pálido—No tienes idea de la falta que me haces…
Yoongi sonrió divertido porque era evidente que la cena tendría que esperar. Jimin apostaba por otras prioridades y no le fue difícil dejarse arrastrar, para terminar en brazos de su chico mientras le dibujaba la espalda con la humedad del vino en su paladar.
—Me encantaría que esto fuera eterno… A pesar de que el cocinero aún necesita lecciones…
—¡Oye! Dijiste que quedó delicioso, eres un mentiroso de marca mayor…
Se quejó Jimin antes de arrebatarle el tenedor donde se unían algunos ravioles a un jugoso camarón. Yoongi se relamió los labios al ver cómo el rubio degustaba la comida aun cuando se encontraba sobre su regazo.
—No me dejaste terminar. Evidentemente la mejor comida aquí viene de otra parte.
Su boca se cerró sobre el cuello de Jimin, creando un sonido oscuro que fue acompañado por otro jadeante.
—Hablo en serio, Yoon ¿No te gustaría dejarlo todo atrás? Cuando estábamos en el hotel me advertiste que habría un final y hasta ahora me doy cuenta que tenías razón. En lugar de habilitar tu clínica aquí… Por qué… por qué no probamos en otro lugar. Siento que Nueva York representa demasiados tormentos para ambos…
Lo último atrajo la atención del médico, que después de dejar una marca en el cuello del rubio se atrevió a encontrarlo con la mirada. No quería tentar a su suerte, no de esa manera, por ello probó con una salida más simple a lo que ya denotaba como arrepentimiento.
—¿Quieres escapar de la ciudad o quieres escapar de mí?
Aun cuando lo pronunció suavemente Jimin se estremeció por completo. Yoongi estaba detrás de él, sosteniéndole con brazos y piernas mientras seguían unidos de aquella manera. Jimin rompió ese contacto para tomar el rostro del médico entre sus nerviosas manos.
—Mírame… ¿Te parece que estoy abandonándote ahora?
Yoongi endureció el gesto y puso sus manos sobre las del rubio.
—Dímelo tú. Sobre toda esta ilusión deliciosa, te noto ansioso. Demasiado ansioso Jim…
Como si la realidad le diera una bofetada, Jimin volvió a caer en la cuenta que no le podía mentir. No completamente. Se humedeció los labios mientras intentaba encontrar una respuesta que tranquilizara a Yoongi, pero el doctor fue más rápido.
—¿Qué cambió?¿Qué sabes ahora que te está haciendo dudar? Siempre puedes decir que se acabó, te lo mencioné aquel día en la encimera del hotel. Estoy listo para cometer cualquier crimen por ti, incluido el hecho de dejarte ir…
—No sigas…
—¿Entonces…?
Las cejas enarcadas, la mandíbula firme en un gesto de tensión total. Jimin no podía soportarlo y se rompió. Se rompió en mil pedazos mientras abrazaba a Yoongi y deseaba que sus lágrimas pudieran avivar ese lado humano que tanto se esforzaba por esconder el doctor Min.
—Nunca podría arrepentirme de ti. Eres tan valioso, eres lo único que tengo. No quiero despedirme de ti nunca. Yoon, solo deseo empezar de cero, borrar todo el dolor que has experimentado, convertir tus días en algo mejor y no tener que estar compitiendo contra un asesino invisible para solo tener instantes robados. Estoy tan frustrado de correr contra el tiempo. Cada día me levanto con el temor de perderte. Esa parte del amor, es una carga tan lacerante que a veces quiero gritar, pero estoy dispuesto a soportarla mientras estés aquí. Solo sugería un cambio, no la idea de abandonarte, eso nunca sucederá. No para la persona que soy ahora. Esa que está completamente segura que eres tú todo lo que quiere.
Aun no sabía de dónde había llegado aquel estallido de valor o la razón por la cual las lágrimas se sentían compartidas. Yoongi no dijo nada pero lo abrazó profundamente hasta que Jimin se calmó sobre su pecho.
Contando los compases del corazón del detective, el doctor deseó no estar imaginando su peor realización. Sin embargo, Jimin se las arregló para alejar aquella nube de tensión en una de otra naturaleza. Casi con miedo al rechazo le pidió que se tendiera sobre la alfombra.
Los ojos verdes del doctor, solo iluminados por las velas, se dejaban mecer por las caricias del detective. La música que podían tocar sus cuerpos se hizo presente y Jimin prefirió cubrir sus preocupaciones con los tintes de la necesidad mientras se entregaba otra vez.
Tantas oportunidades como le fuera posible. Tantas ocasiones como para asegurarse que Yoongi estaba exhausto y a pesar de balbucear palabras sin sentido sobre la almohada, no se despertaría para notar su ausencia.
Jimin no necesitaba otra señal, ni siquiera otra respuesta, mientras cargaba su arma y ocultaba su rostro bajo la protección de una gorra de las que se usaban en la academia.
Para evitar ser descubierto por las pesadas botas militares, deambuló descalzo hasta que la puerta del departamento crujió a su espalda. El número 224 de la calle Mayfair sería su destino.
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DOPPELGAÄNGER
Las luces sobre Nueva York se traducían en sombras alargadas para una noche agradable del mes etiquetado con la Navidad, siendo sumamente aprovechable para que Haruna Miyazano dejara las ventanas traseras de la Mansión Min de par en par mientras preparaba su equipaje.
Lo había decidido. Vendería la propiedad para trasladarse indefinidamente a Manchester Lake y quizás aquel caserón también sufriría el mismo destino mientras se encargaba de contactar con los familiares que le quedaban vivos en Japón.
No esperaba que Yoongi contestara a esa última provocación cuando se cumplía exactamente otro aniversario del suicidio de su madre y el comienzo de la corrupción de su personalidad.
Estaba hasta cierto punto agotada y conocer que habían abierto una investigación a petición de los tutores legales de Seo Jun, tampoco le sonaba a buenas noticias.
—Cada estación tiene su concepto, creo que hemos llegado al final ¿No opinas lo mismo Mizuki-san?
El gato siamés que dormitaba en su regazo correspondió con un débil ronroneo. Lo había encontrado en la calle meses atrás y por alguna razón le recibió en su hogar. De cierta manera su cara enfurruñada le recordaba a Yoongi.
Solo pasaban las doce en el reloj de Ansonia* que el padre del médico había adquirido en una subasta. Ese era el efecto devastador de vivir en un sitio lleno de recuerdos y maldiciones.
Haruna acordó retirarse después de esa última campanada pero el sonido de un auto aparcando en la gravilla de la mansión la hizo arrepentirse. Sería posible que…
Los toques en la madera del portón principal le agitaron el corazón. Como una niña pequeña que acaba de cometer una travesura, se deshizo del contacto de Mizuki y a trompicones corrió abrir la puerta.
Nunca pensó encontrar la figura elegante de Park Jimin mirándola detrás de la oscuridad que le confería la gorra. Todo de negro y Haruna tuvo un mal presentimiento cuando el detective colocó una mano en el umbral y una sonrisa desfigurada le iluminó el atractivo rostro.
—Buenas noches señora… ¿Por alguna casualidad esperabas a otra persona?
El tono agrio de él logró aturdirla y casi como si lo previera intentó cerrar la puerta en su cara. Esa noche, Park Jimin no era el ángel de la piedad.
—No, no, no…
Insistió él haciendo fuerza para quedar dentro de la residencia y cerrar a su espalda. Haruna se replegó a tal punto que chocó con el sofá. Jimin avanzaba con calma apreciando cada detalle del lugar.
Desde las cortinas al estilo tradicional japonés, los antiquísimos relojes o la escalera de gargantilla, su memoria era difusa en aquel sitio donde no tuvo mucho tiempo para explorar.
—Pensé que serías más dada al diálogo, pero es casi una certeza que fuiste tú quien envió esa jodida cinta. Qué esperabas… un aplauso o que él viniera en mi lugar. Hace mucho tiempo que teníamos esta conversación pendiente. Te he tenido que soportar hasta el cansancio y ahora…
—¡Aléjate demonio!… Yoongi aún no sabe con quién se mete. Tú no sabes con quién te metes… tú…
El ataque de Haruna conseguía borrar su expresión, siendo presa de la descontinuación de su tratamiento con antidepresivos, estaba hiperactiva y sudorosa mientras Jimin se cernía sobre ella para tomarle las muñecas casi con sorna.
—Demonio… mira que forma de colocar palabras ajenas en quien no te pertenece. No sé cuántas copias tengas de la cinta que le enviaste a Yoongi, no sé cual sea tu plan exactamente, pero terminará aquí. Hoy mismo para ser exactos. Aunque, creo que sí has acertado en alguna parte. Yoongi te tuvo misericordia, yo… no seré tan benevolente…
Un grito ahogado llenó la estancia mientras ambos forcejeaban sobre el sofá. Mizuki, el único testigo de aquella escena se aventuró fuera de la estancia para internarse entre los sonidos de la noche.
Unos minutos adelante, Min Yoongi regresaba de una pesadilla de las grandes. Cubierto de sudor y buscando por el cuerpo de Jimin se dio cuenta que había navegado entre la frontera de los sueños y la realidad al recordar la última parte de su martirio.
“Amar es destruir, pero algunas veces significa perdonar. No temas a darlo todo por amor, aun si te equivocas, el amor tiene el poder de arrasar con todo aquello que nos sobra y sobre las cenizas de tu miseria erigir un nuevo comienzo. Amar es destruir mi hermoso August y yo… yo siempre te he amado. Sé fuerte, nunca te abandonaré.”
Su madre le había besado en la frente y Yoongi tiró de sus cabellos al no poder borrar la fecha en la que estaba viviendo. Unas décadas atrás en una noche de diciembre, Helena había dejado de existir y ahora se le aparecía en el instante más vulnerable cuando no podía encontrar la calidez de Jimin para refugiarse.
Primero pensó que el detective estaba en el baño o en la sala de estar, por eso fue cuidadoso de colocarse un pijama mientras le buscaba por la casa. Luego la ansiedad comenzó hacer estragos cuando comprobó que no podría localizarle esa noche.
El móvil de Jimin sobre la encimera de la cocina lo decía todo. Como una nebulosa supernova de premoniciones, Yoongi se ocupó de levantar el desastre que aun presidía la sala de estar. Seguro había salido por cuestiones de trabajo.
A veces solía suceder que en medio de la noche Jimin era convocado a una redada, pero siempre le avisaba y le prometía dar noticias. Por eso, que dejara el celular se le hacía un tanto sospechoso. Ladeando la cabeza a fin de espantar su manía de pensar demasiado, se sirvió un trago de su whisky favorito mientras localizaba el portátil.
La máquina seguía suspendida sobre el último archivo consultado y se dio cuenta que él no había ingresado al reproductor de audio. Extrañado probó a cliquear sobre la grabación pero por lo visto habían eliminado el folio o quizás se trataba de un dispositivo externo.
Rascando su nuca mientras se obsesionaba por aquel detalle intentó recuperarlo por el historial. Su sorpresa fue grande al comprobar el horario de la reproducción y el autor del contenido.
“5: 03 P.M, extensión veinte minutos con doce segundos, creado por H.M y M.Y.”
Parpadeó al encontrar aquella coincidencia y casi como si se encendiera alguna clase de alarma en su interior comenzó a peinar la estancia con la mirada. Él llegó pasadas las seis.
Solo Jimin podía haber usado la computadora y él tampoco era dado a dejar archivos disponibles que no fueran considerados de peso. De hecho, todo lo aseguraba con contraseñas y el rubio nunca había mostrado interés por sus documentos.
Ni siquiera cuando el caso por la dichosa investigación había estado entre sus objetivos. Entonces, por qué solo unas horas antes de verlo, Jimin había estado escuchando una cinta firmada con su nombre y el de su ex esposa.
Desesperado, como si algún detalle importante se le estuviera escapando, las palabras de su chico le acompañaban en una búsqueda casi infructuosa.
¿No te gustaría dejarlo todo atrás? Siento que Nueva York representa demasiados tormentos para ambos…
Yoongi percibía cómo la garganta se le cerraba al descubrir lo que fuera un pendrive entre los restos de la basura. Aun careciendo del caparazón que solía protegerlo, intentó conectarlo y para su suerte el bendito archivo aún estaba allí.
Solo tuvo que escuchar el inicio de una de las tantas sesiones de su terapia con Haruna y el cielo se le acabó de unir con la tierra.
No tenía que ser un genio para saber que Jimin no regresaría esa noche. No tenía que ser siquiera coherente para correr de vuelta a la habitación y cambiarse en lo primero que encontrara en el armario que compartían.
Como si el hecho de ser una sola alma dividida en dos cuerpos hablara más alto, Min Yoon Gi deseó que no fuera demasiado tarde.
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DOPPELGAÄNGER
Notas:
*Ansonia: Los relojes Ansonia eran fabricados desde 1851 por una empresa situada en Ansonia (Connecticut), trasladada a Brooklyn (Nueva York), en 1878. Era un negocio enormemente rentable, fabricando miles de relojes en un gran número de estilos.
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