XXX. The Color of You
Importante escuchar:
🦋Shinunoga E-Wa by Fujii Kaze
🦋E.T by Katy Perry feat. Kanye West
🦋Truth by Lee Taemin
🚫Contenido explícito
🦋
DOPPELGAÄNGER
El ser humano es uno de los pocos privilegiados con el don del conocimiento. Lo que para el resto de los habitantes del reino animal pudiera quedar resumido en magia, para el más capacitado sobre la escala evolutiva cada nuevo avance parece maravilloso.
Justo como las células que nos componen inician otro hermoso viaje para reponerse a sí mismas y las cicatrices cierran sobre la piel, un mes entero separaba a los curiosos personajes de la oficina principal de Cuántico.
Seguro muchos de los que vivían en el Nueva York de noviembre del 2007 aún recuerdan esa semana llena de conmoción donde más de un secreto quedó sobre la óptica del Tribunal Supremo del Distrito.
Para que existieran inocentes deben escogerse culpables.
Una conclusión tan real como dolorosa cuando se ha perdido a alguien a quien considerabas parte de algo más que un equipo. Para Choi Yeonjun escuchar las conclusiones del proceso judicial donde Park Jimin quedaba absuelto y el nombre de la persona que había asesinado en legítima defensa le contraía las entrañas.
Por eso todos habían concordado en el hecho de aprobar una licencia para uno de los valerosos primos Choi, eso y una verdadera sesión de terapia colectiva en una alineación que se volvía a reagrupar.
La vida es tan misteriosa cuando se lo propone, solo en un mes la oficina pasó de estar en contra de su detective más capaz a ser dirigida por él y su mejor discípulo.
Kim Namjoon fue depuesto de su cargo por corrupción y Kim Seok Jin comenzó a hacerse más cercano de un ex líder que se enfrentaba a un problema que había estado esquivando después de la muerte de su esposa y que en parte le había arrastrado a caer en el hechizo de Haruna Min.
El alcoholismo es una enfermedad aunque la mayoría de las personas se repitan que pueden atravesar ese camino espinoso a solas.
Tal como las sustancias pueden crear dependencia algunas personas también. Jeon Jungkook, uno de los sobrevivientes de aquella fatídica noche, ahora cambiaba los giros al precisar a cierto castaño de ojos color ámbar hasta para respirar.
—¿Otra vez Kook? Te lo he dicho cien veces. No termino hasta las diez. Serás latoso…
Kim Taehyung fue interrumpido por un cariñoso beso mientras el nuevo jefe de la Oficina de Cuántico terminaba de ocupar el umbral del laboratorio principal de Patología.
—Deja de hacer eso cada vez que se te antoje. Si Taemin nos ve…
—Shhh—un pálido dedo silenció los labios carnosos del patólogo para que Jeon sonriera de aquella manera que le derretía el corazón—Taemin hyung anda en sus propios asuntos, aprovechemos tu descanso, hoy tengo doble turno por culpa de Jimin…
Taehyung puso los ojos en blanco, pero lejos de negarse a la petición del oficial, tiró de él para que lo acompañara dentro del pequeño despacho que había en el laboratorio.
—Siéntate y espera mientras termino con la última muestra. Los delitos de índole sexual me repugnan. Después de la ola de suicidios escarlata, es lo único que llega.
—Lamentablemente…
Concordó Jungkook comprobando la pantalla de su teléfono móvil.
“Gracias por cubrirme, jefe.”
Así rezaba el último mensaje de Jimin y el pelinegro sonrió burlonamente. Aunque siguiera sintiendo cierto malestar en su corazón cuando tenía cerca a su compañero de trabajo, el cambio de puesto a petición del propio Jimin y el empeño del atento patólogo que se ajustaba los lentes del otro lado de la habitación, habían servido como una especie de bálsamo para su corazón.
—Tae…
El aludido miró sobre su hombro antes de prestarle toda su atención al pelinegro. Jungkook le observaba intensamente con una sonrisa en su rostro.
—¿Qué pasa Kookie?
Una locura sin dudas estaba atravesando la mente del pelinegro al recordar lo que el propio Jimin le confiara horas antes de pedirle todo el fin de semana libre, cuando acababa de regresar de sus vacaciones.
Muchos pudieran considerar ese hecho hasta cierto punto abusivo, pero teniendo en cuenta los acontecimientos del último mes, con la deposición de Namjoon y la propuesta de Jimin como Jefe de la Oficina, puesto que le cediera a Jungkook, era hasta cierto punto admisible.
El rubio solo pensaba en una cosa, o mejor dicho en una persona y a pesar de todo Jungkook trataba de ponerse en sus zapatos y por eso se lo permitía. Por eso la idea de en un futuro hacer el mismo viaje atrevido ahora le coqueteaba con más fuerza cada vez que tenía a Taehyung cerca.
Aun siendo 2007, el mundo no estaba del todo listo para enfrentar un matrimonio donde cada uno tuviera el mismo género. Jungkook lo sabía y por eso cambió de opinión para formular la pregunta. Aún era muy pronto para ilusionarse.
—¿Te apetece cenar conmigo hoy?
Taehyung arrugó la nariz mientras volvía al procesamiento de la última muestra serológica. Jungkook pensó que le ignoraría como a veces solía hacer.
—Pero cocinarás para mí y de paso te quedas en mi departamento. Odio despertar solo últimamente.
Una sonrisa armoniosa llenó las facciones del oficial mientras se reclinaba sobre la silla que presidía el escritorio del patólogo. Sí, la vida podía ser demasiado curiosa la mayoría de las veces. Tanto como para aquellos que aún no pueden seguir adelante y prefieren pedir perdón aunque no exista razón.
Key no había podido controlarse al ver la especie de tormenta que arrasaba a la talentosa escritora que el mundo conocía como Ellen Erza. Para él no era más que la niña que siempre había jurado proteger.
Una niña de Nunca Jamás que había adquirido la costumbre enfermiza de visitar la tumba de Kang Taehyun con demasiada asiduidad. Un hecho que había traído peleas y roces difíciles de comprender.
Al punto que el joven le había gritado que ya era hora de despertar y pedir ayuda. Alie solo le había ignorado antes de decirle que era libre de volver a Alemania mientras ella se encargaba de conocer a su familia.
Porque obviamente no había podido hablar más que en dos ocasiones con Yoongi, a pesar de la especie de amistad que se había construido entre ella y el detective Park que amablemente había prometido sacar de la concha que solía rodear al doctor y reconstruir esa parte fragmentada de la familia Ezra, que también latía en su prometido.
Hoy no era un día menos y como cada viernes, una mujer menuda y pálida terminaba de dedicar sus oraciones al alma de un joven que se apasionó, quizás demasiado por sus letras. Una rutina que también había atrapado a otra persona.
A veces en medio del caos aparece un indescifrable atardecer azul y Lee Taemin se había quedado sin palabras ante la fragilidad de la chica cubierta de sangre que había quedado debajo del cuerpo de Kang Taehyun aquella noche.
Quizás por ser la primera persona que llegó a ella o el hecho de que sintiera cómo se aferraba a sus brazos intentando contener el terror de haber casi perdido la vida, no se la había podido sacar de la mente y ahora le acompañaba en la distancia de cada uno de esos encuentros de viernes.
—Supongo que ya sabías que estaría por aquí ¿Cómo ha estado el trabajo? Jimin dice que ahora es como temporada alta de órdenes de alejamiento por acoso femenino.
La sonrisa nunca le iluminaba el rostro y Taemin se preguntaba cómo sería la señorita Ezra con un gesto auténtico.
—Es normal en esta época, por decirlo de alguna forma. Es casi Acción de Gracias en América… ¿En tu país celebran algo similar?
Era como si no pudiera dejar de mirarle mientras el sol del atardecer enmarcaba sus facciones. Curiosidad y quizás algo que no se podía permitir le animaban a continuar la conversación mientras se alejaban de los límites del cementerio.
Sin dudas el tiempo podía comenzar a cambiar las líneas de muchas historias y la del detective Park no era la excepción. Una clase de deja vu lo mantenía alerta mientras recordaba cómo meses atrás había esperado a Yoongi en la salida de la academia, apoyado contra el capó de su viejo Ford, ansioso por demostrar que el médico era el culpable de uno de los tantos homicidios que arrasaban Nueva York.
Ahora las razones para que sus palmas estuvieran sudorosas y no parara de morder su labio inferior eran otras. Finalmente, después de un mes en rehabilitación y totalmente recuperado del balazo que recibiera, Min Yoon Gi asistía para ratificar el veredicto final del proceso de divorcio con la impactante noticia de saber que Haruna había aceptado sus términos.
Quizás por eso Jimin había planeado su próxima locura. No iba a permitir que nada ni nadie le detuvieran. Había aprendido a fuerza de golpes que cada segundo con Yoongi era caminar sobre la cuerda floja, por eso cuando la figura elegante del médico se hizo visible en la salida del juzgado del distrito de Nueva York el corazón del detective se disparó de manera dolorosa.
Para los ocupados transeúntes que les rodeaban no sucedía nada especial además de ver a dos hombres caminar uno al encuentro del otro. Para Jimin y para el doctor todo iba en cámara lenta. Desde la forma en cómo los restos del atardecer les dibujaban matices sobre la ropa hasta cómo los labios se reservaban el derecho de una sonrisa cómplice.
Yoongi fue el primero en romper el cómodo silencio mientras se observaban a una distancia prudencial.
—Veo que ha podido desligarse de su trabajo más temprano, detective Park.
El tono burlón solo aumentó el sonrojo en las plenas mejillas del rubio. Decidido a no perder el humor, chasqueó la lengua antes de rodear el coche y abrir la puerta del copiloto en clara alusión al doctor.
Min sonrió ampliamente, esa sonrisa donde sus encías eran perceptibles y un sonido ronco nacía desde lo profundo de su garganta.
—Si es tan amable, doctor Min.
Invitó Jimin sosteniendo la puerta y Yoongi puso los ojos en blanco. Las extrañas bromas en las que competían por el control de cualquier situación no faltaban desde que compartían techo.
En un inicio habían considerado permanecer en el hotel, pero dadas las circunstancias del postoperatorio de Yoongi, Jimin había decidido volver a su pequeño departamento en Queens. No era un palacete y no tenía todo lo que el doctor normalmente ostentaba, pero era confortable y él se había comprometido a ayudar a la recuperación del ser más testarudo de la faz de la tierra.
Un mes donde las peleas giraban en torno a nimiedades y chiquilladas. Un mes donde habían cambiado el papel tapiz y Jimin le había pedido que jamás se fuera de su vida. Yoongi aceptó aun con el temor que solía rondarlo: el de no poder cumplir cada una de sus promesas cuando le amaba dolorosamente.
—Espero que no se trate de un secuestro. Ya me preocupa el hecho de ver equipaje en el asiento trasero ¿Qué estás tramando, Jim?
El Ford inició la marcha con un agónico sonido que se fue ralentizando y el detective aprovechó esa excusa para ignorarle. Yoongi sonrió colocando una de sus manos en la rodilla del rubio.
Jimin se veía demasiado tentador usando jeans ajustados y una camisa a cuadros por debajo de la sudadera de los Yankees que más le gustaba. Una gorra a juego cubría la mata de cabello rubio que ya necesitaba un corte.
Insoportablemente hermoso, como esa invitación ilícita que tanto provocaba a Yoongi la mayor parte del tiempo.
—Sí, voy a secuestrarte Sherlock. Ahora que eres un hombre legalmente libre, no puedo perder tiempo.
Jimin arqueó las cejas de manera sugerente solo para dejar más anonadado al médico. Yoongi aún trataba de vocalizar algo cuando el rubio aprovechó el primer alto que se encontraba en su camino hacia el aeropuerto para robarle un beso.
Uno donde Min quedó con ganas de cancelar cualquier compromiso y hacerle el amor en el asiento trasero del coche. Lamentablemente eso aún no entraba en su itinerario. No cuando Jimin había planeado darle fin a sus ahorros en un fin de semana en el lugar que muchos llamaban la ciudad del pecado.
¿Que pensarías si la única solución para asegurar tu amor fuera en las Vegas?
Aun cuando sea tan barato como veinte dólares con Elvis, el detective estaba dispuesto a arrastrar a cierto doctor pretencioso y cumplir su promesa.
Mientras esta curiosa pareja se debatía en quejas y controversias infantiles, una mujer adoptaba la piel de cualquier enfermera destinada al servicio de psiquiatría del hospital penal donde había quedado recluida Bang Seo Jun, otra sobreviviente de la noche más oscura que recordara Nueva York en años.
Seo Jun había sido un testigo clave en la presentación de cargos de Park Jimin. Había derramado la culpa sobre Kang Taehyun y develado sus propias razones para ser parte de un difuminado plan.
Leucemia aguda mieloide en cuarto estadio.
Seo Jun moriría antes de ver los veinticinco años y su pobre familia no tendría más nada de ella que una placa conmemorativa como una de las cadetes de Cuántico. El dinero era para eso, para alargar su vida y dejarle a su madre y hermana pequeña algo más que el estigma del abandono al que le condenara su padre.
Su historia era oscura y solitaria, tan solitaria como la de cierta niña que solía coleccionar canarios y en sus ataques de ira les convertía en piezas taxonómicas.
Haruna Min arribó al cubículo donde Seo Jun dormitaba. La terapia de quimio terminaba una de sus sesiones. Qué reacciones adversas no se podrían contrarrestar antes de dejar el suero que ella misma había preparado fluir a través del torrente sanguíneo de su víctima.
Seo Jun no la había mencionado pero sí estaba pendiente de un nuevo juicio donde su nombre saldría a la luz, nada perdía con precaver. Por eso había cedido antes a Yoongi. Aceptar Manchester Lake y la casa Min en Mayfair a cambio de dejarle vivir su idilio con el detective había sido el pacto mientras ella cubría sus huellas.
—Buen viaje, Seo Jun, le harás compañía a todos aquellos ilusos que se atrevieron a engañarme.
La droga que Haruna había aprendido a preparar desde sus clases al inicio de la facultad ascendió en la vía que conectaba a Seo Jun al goteo constante de quimioterápicos. Tal como había llegado, la doctora Min desapareció entre los pasillos sin nombre antes que la noticia del deceso de Bang Seo Jun a cuenta de una parada cardiaca llenara los medios de comunicación.
Una causa muy similar a la que se le adjudicara a Kim Woo Sung al ser encontrado sin vida en el dormitorio de su casa en Londres meses atrás. Realidad o coincidencia, Haruna Min se preparaba para usar su última carta en el juego.
Cinco horas cuarenta minutos después y en Las Vegas era casi madrugada cuando Park Jimin y Min Yoongi arribaron al conocido Hotel y Casino Bellagio. La imaginación del detective se quedó corta cuando atravesaron el umbral de la habitación con vistas a la icónica fuente retratada en tantas promociones y películas.
Mientras el rubio se extasiaba con el ambiente romántico en la acristalada ventana, Min Yoon Gi no pudo contener la especie de fiebre que lo había atormentado todo el viaje.
—Bueno creo que valió la pena tirar la casa por la ventana, la vista es…
Jimin fue interrumpido por un necesitado beso que terminó acorralándolo contra la puerta de la habitación. Yoongi le provocaba y mordía mientras sus manos se paseaban sin control por su cuerpo retirando el abrigo y la sudadera que cubría el torso del detective.
Dejándose llevar por el mismo ímpetu sus piernas rodearon las caderas del pelinegro mientras exploraba con la lengua la húmeda cavidad de quién parecía no tener suficiente.
—Yoongi… si estabas tan desesperado, podías…
Nuevamente fue interrumpido cuando un gemido estrangulado salió de su resentida boca en el instante que el médico pasó de sus hinchados labios al contorno de su mandíbula. Jimin sentía la tensión crecer entre ambos mientras trabajaba por sacarle el abrigo y desabotonar los primeros botones de la camisa negra que usaba Yoongi.
Trastabillando en una especie de baile a ciegas, el doctor Min fue encontrando el camino hacia la enorme cama que el servicio de habitación había adornado con una capa de pétalos de rosas rojas. Jimin alcanzó el colchón entre risas mientras terminaba de sacarle la camisa a Yoongi, solo para quedarse en algún tipo de trance mientras contemplaba su perfecta piel.
Los músculos destacaban en tensión para acompañar el más mínimo movimiento mientras el médico se encargaba de esfumar la distancia para construir otro beso lleno de sonidos obscenos. La única prenda que aun cubría el torso del detective terminó de ser sacada para permitirle apreciar el calor de la boca de Yoongi sobre la sensible piel del cuello y de ahí iniciar un sinuoso camino de fuego en dirección a sus pezones.
Jimin se retorcía de placer arqueando su cuerpo para recibir más mientras Yoongi se empeñaba en sacarle los pantalones con toscos movimientos presa de la ansiedad. No había palabras o promesas, solo necesidad coronando el sonido de sus pieles y su bocas aderezando el silencio en la habitación.
Hubo un instante donde el de cabellos dorados creyó desconectarse del mundo. Ese preciso momento donde las manos de Yoongi le apresaban posesivamente bajo la ropa interior, detonando un movimiento de fricción al tiempo que rozaba su propia excitación contra la pelvis del rubio.
Jimin había exigido poseer la boca ajena con un estrangulado jadeo. Al punto de clavarle las uñas en la espalda e iniciar un tórrido descenso para librarse de los molestos pantalones y la ropa interior que aun retenían a su amante.
—Joder, Jim, ahora cuál de los dos es el desesperado…
Jimin no le contestó, en su lugar tironeó del cabello que se le enredaba en la nuca para que lo volviera a besar. Monopolizar su boca era su adicción mientras le rodeaba con las piernas, únicamente separados por los bóxers que aun portaba el detective.
Fue un solo movimiento y el más joven quedó encima del cuerpo sudoroso de Min antes de decidirse a dibujar su piel con besos pasados de tono cuyo peligroso destino hacían al pelinegro asirse furiosamente a las sábanas. Cuando Jimin se decidió a probarlo con la boca supo que estaba perdido.
Como si toda la electricidad que podían cargar sus células se condensara en la zona del bajo vientre, Yoongi elevaba las caderas para que Jimin tomara aún más. Todo el placer, todo el dolor y la humedad de un beso que iba de un lugar conocido a otro por redescubrir. De una estela de fuego a otra hasta percibir los dedos del detective adentrándose en su más secreta intimidad.
—Bebé, deja de jugar, si lo quieres así, yo solo…
Jimin lejos de detenerse terminó sustituyendo la intromisión con su codiciosa lengua y el sonido de succión terminó de doblegar el cuerpo de Min. La pulsación en su centro se hizo insoportable. Si el detective seguía con aquella travesura lo más probable fuera que no pudiera seguir sin dejarse ir sobre su rostro.
Intentando soportarlo, pues evidentemente autocontrol ya no tenía, Yoongi tiró de la melena dorada que aún estaba entre sus piernas para no solo conseguir la atención de su chico, sino subirlo sobre su regazo e intercambiar posiciones. Jimin sonrió.
—¿Qué pasó nene, ya estabas a punto que tienes que jugar sucio para…?
Una mordida en su labio inferior fue la respuesta y Jimin reía a través de aquel beso mientras sentía las manos de Min separarle los glúteos y sin previo aviso profanar su carne de la misma forma que él lo hiciera segundos atrás. Un gemido largo y agudo fue el inicio del concierto.
Yoongi solo rectificó las posiciones antes de quedar alineado a la exigente entrada de su chico. Jimin arrugó la nariz mientras se adaptaba a la intromisión en un lapso de tiempo realmente corto cuando una de las manos del más pálido ya trabajaba en satisfacer su demandante erección.
Sin pensarlo un segundo rodeó el cuello del más pálido mientras se encargaba de silenciar los gemidos de placer que escapaban de la garganta de su amante con otro beso cargado de humedad y erotismo. Los sonidos pesados y las marcas sobre ambos cuerpos fueron acompañando la supernova.
Yoongi comenzó a percibir los estragos cuando la mano que quedaba entre ambos recibió el inicio de aquella conocida lluvia. Gritando una versión estrangulada del nombre contrario, el clímax les alcanzó al mismo tiempo y he aquí la diferencia.
En meses anteriores a la fecha Jimin hubiera dicho que era sexo descontrolado, ahora cuando miraba dentro de aquellos orbes llenos de estrellas para él, se atrevía a afirmar que Yoongi le estaba haciendo el amor de la única forma que conocía.
Como si estuviera leyendo entre líneas, el doctor Min terminó refugiándose en la curva del grácil cuello de su prometido.
—Te amo, Jim, no puedo esperar para compartir mi vida contigo.
Eso era todo y unas ridículas ganas de llorar arrasaron a un emocionado Jimin quien únicamente creería en todas las promesas que pudieran llegar de manos del hombre que lo sostenía.
Nuevas batallas estaban por librarse, pero ahora estaba seguro que podía ganarlas todas. Aun cuando sonara demasiado pretencioso y la razón no podía ser otra: su camino estaba irremediablemente enlazado al de Yoongi.
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FIN TERCER ARCO. STURMFREI
DOPPELGAÄNGER
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