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XVII. Silly Liar

Las gotas de lluvia de una húmeda mañana en Manchester se adherían al cristal del típico Coffee Shop que te esperas encontrar a las afueras de cualquier localidad inglesa.

El ambiente diluido por las conversaciones susurradas o el olor a pan horneado parecía infundir algo de calidez al corazón de una mujer que lo único que conocía en sustitución del afecto era la dependencia.

Haruna Min endulzaba su capuchino con paciencia mientras sus labios color escarlata en contraste claro con una piel muy similar a un lienzo en blanco o a la porcelana, se regocijaban en una irónica sonrisa.

Había desobedecido a Woosung presentándose allí, pero la curiosidad por conocer a su rival la estaba matando.

Solo unas semanas atrás cuando desembarcara por el aeropuerto internacional de Londres decidió que le haría una visita a su esposo. Nunca pensó que su predicción llegara a término con tanta rapidez.

Yoongi solo mencionaba que estaba completamente enfocado en su tesis cuando era ella la que le llamaba para recopilar el material necesario y complementar el proyecto que por años les había unido.

"Es él."

Sonrió casi imperceptiblemente al comprobar cómo la campanilla del Coffee Shop tintineaba para recibir a un hombre de dorados cabellos castaños y ojos de un imposible azul.

Park Jimin era hermoso, de eso no tenía dudas y aun cuando le doliera admitirlo debía felicitar a su esposo por tener tan buen gusto.

El detective muy bien podría unirse a un catálogo de moda parisina o de las propias series de Vogue que Haruna coleccionaba en los últimos tiempos.

En aquel suéter cuello de tortuga en negro y la chaqueta de cuero de motero encima lucía más atrayente. Haruna se mordió el pulgar para no dejar una maldición sobre el humeante capuchino que había pedido.

Incluso se atrevía a usar la ropa de Yoongi. Una chaqueta que ella misma había escogido como regalo de cumpleaños de su esposo mucho tiempo atrás, cuando el médico decidía recluirse en su asilo personal cada vez que visitaba Londres.

El hecho que compartieran vestimenta y el semblante complacido de Jimin después de retirarse los lentes de sol, solo confirmó lo que ya temía.

"Lo estás haciendo en serio... ¿verdad, cariño? No solo quieres estudiarlo, estás traicionándome descaradamente."

Una sonrisa desfigurada le iluminó el rostro mientras se perdía en el andar del detective que en esos momentos hacía notar su acompasada voz para pedir el mejor pretzel alemán que vendían en el lugar.

Haruna no tuvo que cavilar mucho. Ese era el postre favorito de su esposo y Jimin lucía encantado mientras recibía los coqueteos de la camarera contando alguna especie de historia donde se había perdido entre las callejuelas del pueblo buscando quién le ayudara a embalar unos documentos que irían directo a Nueva York.

La mujer cerca de la ventana jugueteó con los largos y lacios cabellos que salían de su boina color crema pastel. Justo a juego con el abrigo y el vestido que le cubría hasta la mitad de las rodillas.

Una verdadera muñeca que esperaba por su cómplice mientras Park Jimin se alejaba de aquel Coffee Shop sin siquiera sospechar que el enemigo estaba más cerca.

A solo unas horas de aquel sitio, el Doctor Min culminaba su última conferencia con un agasajo gigantesco.

—Mira que te lo he dicho, necesitamos de ti aquí en Oxford ¿Qué te puede atar tanto a Nueva York como para no aceptar una propuesta tan tentadora?

El decano de la facultad de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento estrechó la pálida mano de quien fuera el mejor graduado de su generación. Min sonreía de aquella manera que infundía respeto y miedo al mismo tiempo.

—Charles... Sabes que estoy obsesionado con una única cosa y mi investigación está dando sus frutos después que nos trasladamos a Nueva York. Espero poder publicar la tesis dentro de unos meses, pero siempre es bueno saber que piensa en mí para el puesto.

El hombre correspondió el gesto con otro apretón de manos antes de derivar la conversación hacia el proceso de aplicación a la universidad y la posibilidad de que Min se uniera al grupo de colaboradores del programa abierto en la Universidad de Harvard en Estados Unidos, en un intento por conectar ambas facultades.

Aun dentro de toda aquella vorágine algo dentro de la aguda mente del doctor le gritaba que aplazara todos los halagos vacíos que recibía, cuando realmente lo único que le interesaba era regresar donde Jimin.

Faltaba muy poco para que el verdadero lado del detective se mostrara en su máximo esplendor y la despedida de la mañana había encendido la alarma en el médico. Demasiado dispuesto, demasiado romántico y en última instancia aterradoramente dulce.

Jimin poseía el perfil psicológico de un sociópata, lo cual se traducía en cierto desorden a la hora de actuar. Aun cuando sus años de entrenamiento como militar y luego como detective le hubieran hecho un poco más controlable, esa seguía siendo la diferencia capital entre ambos.

Donde Yoongi analizaba y predecía, Jimin actuaba sin miedo a las consecuencias. En otras palabras el problema y la posible forma de atraparle residía en el proceso de planificación y quizás otro fantasma más pesado susurrándole al oído a un condescendiente doctor que después de frenar la oleada de agasajos insípidos se retiró a su Aston Martin en otro día lluvioso en Londres.

Estar consciente casi al cien por ciento de quién eres y lo que eres a veces es molesto. Min no encontraba completa satisfacción cuando sabía que las sonrisas y elogios podían ser analizados.

Las expresiones faciales que adornan una sonrisa social se aprenden casi por defecto, la máscara maquillada de una sociedad que te obliga a encajar cuando la verdadera esencia se esconde bajo la piel parecen conformar parte de la ecuación para ser considerado normal.

Esas eran sus cavilaciones cuando su parte más sentimental, si es que aún existía, cruzaba los dedos porque su predicción no fuera cierta. De lo contrario no tenía idea de cómo se iba a poder controlar.

"Espero por tu propio bien...mi adorado Jim, que no hayas sido tan idiota."

Mientras tanto la oficina principal de la UCH en Nueva York se movía bajo la monotonía de una tarde soleada. Lee Taemin miraba las sombras del atardecer crecer sobre el marco de la ventana de su despacho.

El antes segundo al mando del Departamento de Toxicología quedaba en el puesto de Jung Hoseok, cuando recientemente el castaño había sido transferido a Oklahoma como parte de las medidas dictadas por Namjoon después de los homicidios del mes de julio.

Curiosamente desde que Jimin había abandonado el país, la marea de suicidios escarlatas y otras actividades vinculadas al caso se había apaciguado, un hecho que para nada jugaba a favor de una posible defensa.

El rubio conocía a Jimin desde sus inicios en la Academia, de hecho, había sido uno de los artífices de que el detective continuara en las filas del ejército después de aquel hecho en cierto punto dudoso.

Taemin no sabía cómo explicarlo bien. En aquel tiempo siendo Oficial y Jimin un joven cadete que acababa de jurar, no pudo comprenderlo más que como el hecho de que una mente brillante como la del de ojos azules provenía de un reino lo suficientemente oscuro.

Tan oscuro como la razón de que si no hubiera sido por su propia mano Jimin quizás no hubiera regresado de esa zona de penumbra después de haber llegado al límite antes.

Ahora con las especulaciones que se construían sobre su joven amigo y la idea de que quizás existiera una remota posibilidad de que estuviera directamente relacionado con la horda de casos que giraban en torno a la imagen de una mariposa cuyas alas estaban cubiertas de sangre volvía sobre esas memorias que juraba haber enterrado en el pasado.

El recuerdo de aquella noche le rondaba con más periodicidad de la que se atrevería a admitir. Un Jimin de veinte años a punto de matar a golpes a su compañero en los dormitorios de Cuántico.

Un Jimin más allá de la locura cortando la circulación en el cuello ajeno con su bota, armado únicamente con un cepillo de dientes dejando marcas en la espalda contraria muy similares a las encontradas en los cadáveres examinados por su propio equipo.

De solo pensarlo le entraban escalofríos. Solo pudieron dejarlo pasar cuando el mismo Taemin se ofreció como testigo y la otra parte involucrada en el asunto admitió haberlo provocado.

Meses después sería presentada la valoración por parte de un equipo de psiquiatría sobre la condición del ahora detective. Tratar con un psicópata en potencia es caminar sobre el fuego con los ojos vendados, pero al mismo tiempo, lo hace perfecto para deducir cómo funciona una mente criminal si tienes todas las herramientas para llegar a ese nivel.

Taemin expuso ese argumento con la única idea de salvar al chico de ojos tristes y ademanes tímidos que solía ser el mejor en su promoción. Jimin se disculpó tantas veces que su primera víctima fue lo suficientemente benévola como para perdonarle.

Quizás el destino estuviera en contra de aquel joven y un accidente de tráfico le privara de la vida, pero Taemin recordaba también el día del entierro y la mirada afilada con la que Jimin contemplaba el epitafio. Como si en silencio se culpara a sí mismo por algo que no pudo terminar. Los años habían pasado y actualmente se preguntaba cuánto quedaba de esa especie de mancha oscura en el detective.

—Sinceramente me gustaría que fueras inocente... si pudiera salvarte esta vez... amigo mío...

Fueron las palabras susurradas a la soledad de su despacho cuando sobre la mesa del ahora Jefe del Equipo de Patología y Toxicología descansaba un grueso número de folios donde un hombre de mirada azul era expuesto nuevamente bajo la lupa de las dudas.

De vuelta a una nebulosa tarde en Londres, Min Yoongi maldecía en voz alta al comprobar que el sistema de electricidad de Manchester Lake había sido burdamente puenteado. No le hacía falta sumar dos más dos o siquiera comunicarse con la compañía a cargo de ese tipo de reparaciones.

Él mismo se ocuparía de resolver aquel "imprevisto" mientras la ira le hacía respirar agitadamente. Cuán débiles nos puede volver el amor. Por unos instantes acarició la idea de equivocarse en su predicción.

Por unos sutiles segundos creyó que aquellos luminosos ojos azules que le despidieran en la mañana no serían capaces de mentirle cuando lo único que no le podría perdonar era una traición.

—¡Joder... Jim!¿Por qué demonios tenías que ser tan predecible?

Gritándole a la soledad del pequeño bosque que cubría la salida de Manchester Lake, justo donde el alimentador de la electricidad había sido puenteado con habilidad, Min luchaba por no reducir a pedazos el suministrador preso de la ira en su sistema.

Tenía que calmarse. Armar un escándalo no era su estilo. Tenía que respirar y apegarse al próximo peldaño de su plan. Las semanas viviendo con Park le habían lavado el cerebro.

Estaba loco por él y no de la forma en que debería. No podía caer, no sin antes estar seguro que le acompañaría sin reservas antes de intentar una traición como justo acababa de suceder. En el primer descuido Jimin se la había jugado, pero aún estaba a tiempo.

Aun su costumbre de planificar y medir seguía salvándole de la total oscuridad. Cuando las chispas en el conmutador desaparecieron para dejar paso al flujo de electrones dentro de aquellos cables, Min respiró profundo. Un problema menos.

Ahora solo tenía que convertirse en el excelente actor que solía ser y regresar con naturalidad a la residencia para comprobar que en la habitación que normalmente usaba para redactar su tesis faltaban exactamente dos cintas de audio y los expedientes tanto de Sara como de Eddie.

Negando con la cabeza al punto que se servía del mejor Bourbon de la pequeña licorera a su izquierda, la mirada fría de una mujer de etéreas proporciones le encontró en su soledad. Helena Kim lucía majestuosa en aquella pintura al óleo, como si cobijara con su señorial presencia al piano de cola que presidía la estancia.

—¡Salud, madre...! Siempre has tenido razón... si amar es destruir... a él no le va a importar...

Fue lo que proclamó antes de dejar el vaso para aceptar el cuello de la botella en sus rosáceos labios. Necesitaba calmarse, al menos lo suficiente para que Jimin no sospechara el futuro que esa noche le iba acompañar.

🦋

DOPPELGÄNGER

La pintura de la madre de Yoon en este fic.🥰

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