2.1. Anxiety:The Pain
🌿Importante escuchar:
🍁Experience by Ludovico Einaudi (Composición para piano)
🍁Ikanaide by Aki Chan (Dimash Performance)
🍁Amygdala by Agust D
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DOPPELGAÄNGER
El cerebro humano es un reino impresionante. Su capacidad para adaptarse y reaccionar a un mundo que los más codiciosos llaman realidad solo lo distingue como el más complejo y misterioso de los terrenos.
No sabemos aún cómo funciona a ciencia cierta, pero nos gusta especular sobre todo aquello que no puede ser medible o cuantificable más allá de pruebas y diagramas. La habilidad de este poderoso órgano nos seduce y atrapa tal como al niño de apenas dos años sentado al borde de una banqueta que casi no puede alcanzar.
Allí las manos níveas y delicadas de una mujer acarician las teclas a dos colores de un instrumento que se ganará su joven corazón. Notas sin nombre pero con un abstracto sentido llenan la estancia de una amortiguada emoción en el número 427 de la calle Alle, una de las tantas construcciones con remanentes del estilo gótico que podía incluir el lado más favorecido en Hannover, Alemania.
La melodía del piano cambia drásticamente y de las cadenciosas notas surge una historia que el pequeño Yoongi recuerda con el rostro encendido. La mujer que interpreta le sonríe con aquella aura señorial que solo pueden tener las princesas.
—Tú también quieres, ¿verdad pequeño?
Casi sin advertirlo las pequeñas manos del niño piden por el abrazo de la etérea mujer. No transcurre mucho tiempo para que encuentre el calor de los generosos pechos y su propia madre le ayude alcanzar el primer sonido de lo que será su vida.
—Eres tan curioso. Siempre estaré orgullosa de mi perfecto niño.
Yoongi asintió mientras se interesaba más en la forma en que debían seguir las notas para ser coherentes que en la expresión nostálgica en el rostro de Helena Kim. Aquella mujer de penetrantes ojos verdes con detalles en dorado cargaba la herencia de su padre coreano y una madre perteneciente a la aristocracia alemana que a pesar de todo le había permitido cometer el mismo pecado.
Cómo había conocido a Min Hyun Chul en una cena de beneficencia en el propio Hannover y cómo había caído en la labia de aquel impresionante hombre solo para traer al mundo a un pequeño niño que nunca sería normal.
Yoongi comenzó hablar a los seis meses de edad. Más bien a gritar cuando sus pesadillas parecían no dejarle tranquilo. El niño no era como los demás y Helena se culpaba por acarrear esa maldición con la que solía morir su familia materna. Todos padecían esquizofrenia o algún que otro trastorno de la personalidad.
De su padre no sabía mucho... solo que había perecido en un accidente de coche y que su madre había caído en depresión al punto de expulsarla de la casa que ahora ocupaba. Helena era pianista clásica y cantaba solo cuando se sentía triste o demasiado feliz.
Su personalidad siempre oscilaba entre esos dos extremos, así que en el fondo comprendía la singularidad que mostraba el pequeño Yoongi ahora concentrado en aprender una armonía cuando la mayoría de los niños de su edad solo balbuceaba incoherencias.
—Vamos a estar bien. Mamá te va a cuidar siempre, mi hermoso cupcake.
Un beso en la delicada cabeza del pelinegro y Yoongi sonrió sin comprender que aquella promesa sería el inicio del fin. Dos años después...un niño se cubría los oídos mientras su madre sacaba literalmente a puntapiés al hombre que una vez había jurado amar eternamente.
—¡No quiero verte a ti tampoco... me recuerdas a ese cretino. Al final eres hombre y en un futuro también actuarás con la misma crueldad! Vas abandonarme ¿verdad? Vas a dejarme sola cuando crezcas y alimentes ese demonio que vive en tus ojos... ¡No quiero verte jamás!
Yoongi alcanzó a escapar cuando el ruido del piano siendo masacrado por Helena llenó la habitación. Era noviembre y las calles se llenaban de nieve al punto de castañearle los dientes. Para un niño de cuatro años sería una verdadera odisea encontrar un lugar donde refugiarse.
Sin embargo, Yoongi no veía el mundo como los demás. Ya leía libros que a personas mayores les causarían repulsión. Ya dominaba el Canon de Pachelbel * a la perfección y además de alemán hablaba coreano y japonés. Tenía una mente prodigiosa y muy apegada a los detalles.
Había escuchado la palabra esquizofrenia entre el servicio de la casona donde él y su madre vivían, jurándose a sí mismo comprender por completo aun si eso definiera lo que debería ser al alcanzar la mayoría de edad.
—Me pregunto si yo seré igual... me pregunto por qué ya no me amas... Madre...
Casi al borde de la hipotermia el niño fue encontrado por una angustiada Helena que después de su ataque recordara que tenía un hijo que amaba de una extraña manera.
Yoongi solo percibió cómo su madre le fregaba el cuerpo con una esponja y lo dejaba dormir sobre su cálido pecho esa noche. El pequeño aun no podía conciliar el sueño cuando se veía reflejado en aquellos ojos verdes tan atormentados como los suyos.
—No llores, Yoon... te nombré de esa manera porque en el idioma de tu abuelo significa el que será elegido o el que es superior, en alemán te llamas August justo como el otro nombre del Emperador Augusto Cesar, porque tu naciste para ser un emperador. A pesar de todo yo te amo, pero quiero pedirte que nunca le digas a nadie esas palabras. Amar es destruir y tú no puedes permitirte el lujo de ser destruido. Siento... siento en mi piel que pronto nos despediremos y será precisamente porque te amo. Así que el día que encuentres a una persona con la misma capacidad de encenderte y destruirte como tu padre o como tú mismo provocan en mí, resérvate el derecho de confiarle esas palabras. El día que las dejes salir será únicamente para despedirte...
Aun siendo un prodigio para su edad, el pequeño Min Yoon Gi apenas podía comprender por qué su madre lloraba mientras le abrigaba contra su pecho.
"Aun así yo te amaré por siempre, mamá..."
Pensó dejándose envolver por el aroma a bosque en calma que exudaba la mujer. Otros dirían que Helena Kim usaba una esencia muy similar a las violetas o al olor de la tierra cuando se acerca una tormenta, pero Yoongi siempre la asociaría con la casa de campo que solían visitar los fines de semanas en que su madre brillaba como la ninfa de cabellos negros y ojos verdes que era.
Estaba enamorado de la mujer que le dio la vida y que al mismo tiempo le condenaría a la soledad. Un año y medio después, Yoongi llegaba a Estados Unidos, el lugar donde realmente había nacido, para comprobar que su madre era la amante de un empresario famoso en la industria del opio que jamás le reconocería hasta acabar con la poca estabilidad que podía mostrar una derrotada Helena que había decidido terminar con una vida de oscuridad y dolor a los veintiocho años.
—Quiero que me escuches bien... Yoongi, estoy cansada de pedirte que traigas el pan como se debe. Así que hoy quiero del pretzel que solíamos comer en Hannover. Son tres bloques hasta la panadería. No llegues tarde.
La bufanda roja en el pálido cuello del niño fue ajustada. Yoongi a pesar de ser regañado por su comportamiento errático en los últimos meses se atrevió a besar las mejillas frías y llenas de lágrimas de Helena. Estaba tan acostumbrado a verla llorar y emborracharse que todo aquel escenario le pareció normal. La mujer le abrazó conteniendo un suspiro.
—Voy a estar esperando. Ve con cuidado, mi hermoso August.
No sabía por qué ella usaba su nombre alemán. Más bien no pudo advertirlo antes de cerrar la puerta pero su sentido de audición era tan bueno que escuchó como Helena suspiraba un descolorido: Te amo.
Siete horas después un alegre Yoongi llegaba con una bolsa de pan dulce alemán entre las manos solo para comprobar que la casa de su madre desaparecía entre las llamas de su propia decadencia y que los vecinos le imploraban que no traspasara el umbral hacia un siniestro que no tenía nada de común. Aun así el pequeño logró zafarse lo suficiente para contemplar a los peritos sobre el cadáver de Helena que aun con los ojos abiertos sonreía a un mundo tan cruel como el que habitaba en su cabeza.
"El día que te diga te amo, solo será para despedirme... pero, yo siempre te amaré."
El grito de Yoongi bien hubiera sido comparado con el de una criatura lastimada y perdida. La sombra de los demonios que pugnaban en su joven alma se haría más grande.
El odio y la ira contra un padre que nunca estuvo presente, la frustración por no ser suficiente para proteger a quien le había dado la vida, todo conspiró para que aquel chico que ahora formaba parte de la lista de los pequeños bajo la tutela de Servicios Sociales se transformara en un problema incontenible que lejos de hablar solo producía tétricos alaridos mientras destruía todo a su paso.
Por algunos meses estuvo entre una casa de acogida y la siguiente. Su padre nunca se hizo cargo mientras las pesadillas donde Helena aparecía a visitarlo y pedirle que la liberara solo siguieron en el camino de lo que muchos llamaban locura.
La incomprensión y el miedo ante un niño que poseía un alma demasiado pesada para su edad se reflejaron en el último de los hogares de acogida cuando el instructor cansado de lidiar con aquel muchacho peleonero le colocara un bozal pues Yoongi había mordido a un niño mayor que intentó abusar de su condición en los baños comunes.
No permitía que se le acercaran, mucho menos el contacto físico. La dirección de Maryland, en el estado donde había ido a parar después de la muerte de su madre, ya no sabía qué hacer.
Corría el mes de noviembre en lo que sería el inicio de los ochenta y la familia Park daría una cena para aquellos afiliados al Hogar de Niños sin Hogar de Maryland. Yoongi fue obligado a asistir. Estuvo a punto de armar un berrinche pero al ver a los anfitriones se quedó petrificado. La mujer de cabellos dorados y gentiles ojos azules le habló como lo hiciera su propia madre.
—¿Eres Yoongi?¿El hijo de la pianista alemana? Seguro se te da bien el piano. Me contaron que eres muy inteligente...
Para ese entonces las conversaciones se reducían a monosílabos, por eso solo asintió mientras la mujer le guiaba a donde su esposo probaba las teclas de un exquisito piano de cola. Yoongi estuvo lo suficientemente extasiado en el instrumento para obviar que en las piernas del elegante señor un atento muchachito rubio le observaba ignorando lo que sería una lección de piano sin dudas.
—Ahh por lo visto nuestro pequeño Jim está más interesado en la llegada de Yoongi que tu lección querido...
Jim... El de ojos verdes paladeó aquel nombre en sus finos labios y la pequeña criatura que le observaba sonrío resaltando un suave rubor en sus abultadas mejillas.
Era demasiado adorable y esponjoso para su gusto. Parecía un muñeco de los que se usaban en propaganda y Yoongi tuvo el presentimiento de que le perseguiría una vez les dejaran en la habitación de juegos que los Park habían ofrecido para la cena de aquella noche.
Acción de Gracias significaba estar con la familia y compartir con aquellos que más apoyo necesitaban. Yoongi se sentía ofendido y con un gesto de molestia dio media vuelta para no observar el perfecto retrato que era la familia Park.
Escuchó los cometarios de toda la velada. Cómo había sido grosero con quienes por primera vez mostraban interés en él y que probablemente le adoptaran. Nunca pensó en encontrar una manita pequeña y regordeta jalándole de los pantalones estilo colegial que le habían obligado a usar.
Park Jimin tenía solo dos años y carecía de sentido común mientras solo abrazaba con su mano libre un oso de peluche que por mucho era la mitad de grande que él. Yoongi observó sus increíbles ojos azules, una copia exacta de la señora Park. Tuvo ganas de apartarlo pero no lo hizo. El fantasma de su madre llegó justo a tiempo para susurrarle al oído.
"Los horrores más grandes tienen el aspecto de un puro ángel."
Notas:
*Johann Pachelbel: fue un destacado compositor, clavicembalista y organista alemán del período barroco. Entre sus numerosas composiciones hay que mencionar su célebre Canon en re mayor, escrito para tres violines y bajo continuo, obra que ha sido objeto de numerosas grabaciones.
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