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Capítulo 5: Yo, el cazador de brujas.

Explicaciones y/o definiciones:

Liberación de serotonina: Para mis seguidores más jóvenes o que no tuvieran la oportunidad de estudiar esta información en la escuela: Se asocia vulgarmente la serotonina como la "hormona de la felicidad", no obstante, en exceso causa desequilibrio psicológico. Una persona adicta a la masturbación o a las drogas, por ejemplo, son más propensas a tener problemas mentales debido a esta hormona. Lo digo de esta forma ultra simplificada, si alguien quiere añadir una explicación científica más completa, está bien, yo sólo lo puse así porque sé que me lee gente mucho menor.

https://youtu.be/phJS3qvIYgA

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Recorrió hundiéndose por la arena, sin importar las dificultades del terreno, hasta alcanzar la civilización. Parecía ser un pueblo antiguo, más o menos de la edad media, el cómo lo plasman en las películas, con su estética hollywoodesca. El humo le entorpecía la vista, hasta le ardían los ojos, no le importó en lo absoluto. Su corazonada era mucho más grande que cualquier cosa. Dicho gas lo hizo saber que era el camino correcto.

Frenó casi cayendo de cara al piso, bueno, de que se tropezó, sí, pero aterrizando con las manos. Alzó la mirada y allí estaban: El asqueroso olor a carne descompuesta ahogaba y era lo menos horripilante de la escena, pues todas esas mujeres, supuestas brujas, empaladas desde la apertura genital hasta el principio de la columna vertebral, para tenerlas con vida y sufriendo aún, se retorcían y gritaban en aflicción extrema. A algunas les faltaban extremidades, parecían haber sido arrancadas por afilados colmillos y no cortadas con un arma blanca.

Tragó saliva y se levantó, siguiendo su rumbo en línea recta. Los cuerpos se situaban a su izquierda y derecha, el sendero iba desocupado. Sabía a quién buscaba, no quería ver en menos la existencia de ellas, no obstante, su objetivo se hallaba mucho más lejos, separada de este grupo. Las llamas no alcanzaban a rozarle.

Cesó la caminata por unos animales salvajes, similares a caninos de gran tamaño, devorando las partes del cuerpo faltantes. Ya no podía fingir la serenidad, tembló horrorizado con esa escena. Rodeó los animales pasando desapercibido, la misión debía continuar sin importar qué tanto llorara pensando en el recuerdo de su fallecida madre. El hedor dificultaba el asunto. Oyó pasos por detrás.

— Amor.

Rodó los ojos.

— Kirk, mi amor... —Repitió el ser imaginario.

— Gracias por venir, a-aunque te a-abandonara —Lagrimeó con la voz quebrantada.

Recibió por la espalda un cálido abrazo, sintió aquel amor que le faltaba. Esa unión... ¿Cuántos años llevaba sin sentirse querido?

Saltó de impresión cuando espeluznantes gritos ensordecedores se apoderaron de todo el sitio, obvio, esas féminas estaban empaladas e incendiándose una a una, algunas ya no tenían fuerzas de luchar, otras se retorcían en los palos en que estaban "colgadas".

Hammett se cubrió los oídos.

— No... no... —musitó para sí mismo.

— No lo ignores —Sugirió Lars. Lo desoyeron—¡Kirk, no lo ocultes, ni lo ignores! —Ordenó alzando abruptamente la voz.

— ¡Cállate! —Exclamó entrando en un estado de pánico.

Pegó un empujón al muchacho de ojos claros y salió corriendo, sabía que seguiría oyendo los gritos y cruzándose con animales que, en teoría, no le harían nada. Parecían entrenados para devorar a las condenadas. Bueno, él era el Dios creador en ese mundo, su atormentada mente podía jugarle una mala pasada y matarse a sí mismo como al inicio de esta historia, o salvarle el pellejo hasta hallar la salida hacia el mundo real. Determinó que los perros come-humanos sólo tocarían a las brujas y que su única función sería estética para asustarle a modo de castigo antes de llegar a su destino. Igual que el accidente en la carroza, la sangre saliendo a litros de su nariz fue pura estética. Las sustancias ilegales destrozaron tanto su psique a lo largo de los años que es incapaz de sentir alegría auténtica y no simulaciones de liberación de serotonina mediante placeres carnales y/o consumo de drogas.

Esqueletos emergieron de la tierra como un tulipán en primavera, tan bello y natural. Una mano le cogió el talón y pateó, gruñendo por lo bajo. Le valía verga, lo único que lo mantenía llorando era el recuerdo de su madre, el resto de violencia por más que lo hagan tiritar, no lo pararían por nada en el mundo.

Podía venir un gil a reventarse la cabeza con una escopeta enfrente y seguiría como si nada, esta mierda era su castigo, no un obstáculo.

— Kirk, ¡Kirk! —Vociferaban. Segundos pasaban— Por favor, ¡regresa! ¡No sabes a qué te enfrentas!

Trató de acelerar y un calambre en ambas piernas le causaron que se atragantara al respirar, forzó la caminata. Se parecía a cómo llegó, incapaz de controlarse. Le dio un tirón en el brazo izquierdo también, una presión en el pecho... Negó con la cabeza el caer, de rodillas, prosiguió negando.

"No, ¡no me voy a morir ahora! ¡No es un paro cardíaco, estoy bien! ¡Los médicos allí afuera luchan por mi salud mientras yo resolveré mierda dentro de mi cabeza! ¡Jódanse, déjenme avanzar!"

Aclaró su garganta.

"Tengo que... tengo que... ¡Váyanse a la chingada, debo verla por última vez!"

Con una fuerza sobrehumana, de modo literal, rompió sus articulaciones inferiores y su anatomía comenzó a avanzar a una velocidad similar a la de un coche moderno en medio de una carrera. No se explica, hasta se marea en el proceso, avanza, avanza y desconfía hasta donde debe detenerse, o si es que tiene la capacidad de detenerse en primer lugar. Jadeó desesperado.

Admiró el final del trayecto: Una mujer de rasgos asiáticos empalada en donde se corta el sendero, sin salida, dentro de una hoguera que resaltaba por las llamas envolviendo hasta varios metros más arriba, como si se tratara de un campo de fuerza protegiendo el sitio profano de aquellos que quieran frenar la condena de brujería.

Piedras le caían desde el cielo y canes rodeaban la entrada.

El moreno pausó el recorrido colocando su pecho por delante, o sino, caería al abismo, le devoraban a la entrada, el fuego lo consumiría o un "asteroide" lo partiría, no tenía modo de continuar. Aquel gesto le costó que un par de costillas se torcieran y atravesaran su pecho, el corazón cambió de posición a un poco más abajo debido a la poca precisión en que su caja torácica funcionaba ahora.

Y la fractura de sus piernas pasó de ser interna a externa, los huesos sobresalían de las rodillas, no había forma de caminar. La sangre brotaba en monstruosas cantidades, desgañitándose, casi escupiendo las cuerdas vocales. Jamás experimentó un sufrimiento tan atroz hasta ese momento.

Sin embargo, caminar era lo de menos. Su objetivo fue alcanzado casi.

Admiró a esos ojos derritiéndose por las brasas, rostro plagado de llagas, heridas putrefactas y otras abiertas con sangre que se evapora. Las facciones individuales que diferencian a esa de cualquier otra hembra, fueron desfiguradas por cualquiera de las condenas que recibió y aún así, nuestro protagonista la reconoció. Obvio que no la pondrían con las otras, es SU realidad, SU sueño, él sabe quién tiene más importancia y siente que lo que esa vivió antes de fallecer en el mundo real, la convierte en la bruja suprema y por ello su psique interpretó que se debía llevar el castigo peor.

Era su culpa que muriera, o eso afirmaba. Debía castigarse con esa culpabilidad dándole el peor castigo, o sino, todo este sueño no tendría sentido en primer lugar.

— M-mamá —Susurró a medida que sorbía la mucosidad nasal—, mamita querida...

Se cubrió el rostro con las manos, le daba tanto asco esa escena que vomitaría.

— P-perdóname, mamita... —Con dificultad, se recostó sobre la tierra, las llamas parecían mecerlo tal bebé— Perdón por no poder salvarte esa noche, yo... Y-yo de verdad que quería que vivieras.

"Debería haberme muerto yo, soy un horrible hijo. Salí homosexual. Salí débil. Soy un drogadicto, fui inútil a la hora de defenderte de mi padre. Fui un inútil el resto de mi vida hasta ahora, que lo sigo siendo. Hice lo que pude para que no te matara y no valió nada. Tú merecías irte de casa y rehacer tu vida, yo... Yo soy un error. No debí nacer en primer lugar. Daría lo que fuera por regresar en el tiempo..."

Resoplidos interrumpieron su soliloquio. Contempló a Ulrich a un metro de distancia, con las manos en las rodillas, sin aliento.

— Mierda, para la próxima me envías a una maratón, ¿no? —Bromeó y al no obtener una respuesta, tomó una faceta seria— Maldita sea, ¿por qué no me esperaste? —El agotamiento lo mataría.

— ¿No ves que mi madre...?

— Sé en qué estás pensando y por qué me trajiste de la nada —Interceptó—: Y no lo haré.

— Por favor —rogó colocando ojos de cachorrito.

— No.

— Hazlo, por mí...

— Te amo, y por eso no me prestaré para eso que piensas y no quieres expresar.

— Adoro que me hagas daño —Confesó.

— ¿Sí? —Alzó una ceja en desconfianza.

— Sí...

Lars rechinó los dientes, explotando de ira.

—Pues, te jodes —Declaró lo que tenía dentro guardado—. Ya no quiero ser tu puto sirviente ni tu almohada para llorar, no tienes solución a estas alturas de la miserable existencia que me llevas.

— ¿L-Lars...?

— Me hiciste demasiado daño, no te soporto —Empezó a llorar entretanto se expresaba.

— ¿Q-qué me harás?

— Hacer que no vuelvas a sentir dolor, te recuperes y sientas paz.

— ¡No, yo digo lo contrario! ¡Ordeno sentir más dolor, más castigo!

— Ya no haces las reglas, Kirk.

— ¡Vete de aquí y no vuelvas hasta hacerme sentir el dolor que necesito para sanar!

El crush imaginario se desintegró en una milésima de segundo.

En sus manos quedó su propio cometido, a pesar de que la sangre seguía manchando su alrededor... Tenía los brazos para desplazarse, podía arreglarse las costillas cuando quisiera. Las piernas parecía que debía esperar un poco, tal vez en el hospital lo arreglaban mucho más allá que sólo una sobredosis. Una idea vino a su mente, de qué pasó antes de que el coma apareciera, no obstante, se hallaba inseguro acerca de si era verídica o la fantaseó con el objeto de llenar el vacío argumental en sus recuerdos.

Se lanzó a la hoguera, con el conocimiento de que no lo mataría.

Percibió cómo se estrellaba contra duras piedras, rompiéndose el resto de huesos, reventándose los órganos internos, el ácido estomacal quemando a su paso, hemoglobina chorreando por todos los orificios posibles... No tiene relevancia. Posicionó frente al cuerpo incinerado de su madre.

Sonrió sobre la pesadumbre.

Ya está hecho, el incendio cesó, las piedras también. Sólo quedaba el viento, el cual se llevó consigo las cenizas. Trayendo la tranquilidad antes de conseguir la inconsciencia.


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