18. Miedo.
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Si antes de la inesperada "confesión", Mina y Nayeon apenas se veían, ahora era sumamente difícil que cruzaran palabra. Cada vez que la coreana se encontraba en el hogar de los Park no preguntaba por su cuñada y, por su parte, Mina se mantenía en su habitación encerrada con la primera excusa que se le ocurría, todavía se sentía avergonzada e inocentemente pensaba que con el pasar de los días todo volvería a ser igual a cuando apenas se conocían.
Ese fue su primer error, creer que sería fácil dejar de pensar y sentir.
Sí, quizá no llevaban años conociéndose, pero Nayeon había resultado una persona difícil de olvidar. Sus comentarios, su risa, su preocupación. Mina no se sentía bien sabiendo que ni siquiera contaría con la amistad de la coreana.
— Ni siquiera dije que me gustaba. — Mina habló para el aire, sus dedos se movían con agilidad y su mirada no se apartaba de la pantalla del computador. — Ella lo malinterpretó todo. — Apuntó y disparó a uno de los cinco enemigos. "Disparo a la cabeza." Una sonrisa de autosuficiencia apareció en su rostro. — Solo dije que es asombrosa. — Soltó un suspiro y en menos de dos segundos la pantalla se volvió gris. Su personaje había muerto. Molesta por haber perdido se quitó los audífonos lanzandolos cerca del teclado y se impulsó para deslizar su silla hacia atrás. — Deja de pensar en ella. — Cubrió su rostro con ambas manos y reclinó su silla.
— Mina, bebé, ya es hora de irnos.— Su padre tocó tres veces su puerta. — ¿Ya estás lista? Tu madre y hermano nos esperan allá.
La joven se levanto perezosamente y abrió, su ceño estaba fruncido gracias a la luz del pasillo, había perdido la cuenta de las horas que llevaba encerrada en su oscura habitación. — ¿Irnos? ¿A dónde?
Siwon, su padre, pasó de tener una alegre expresión a otra muy confundida. — Dios, lo olvidé. Tu madre me va a matar... — El hombre caminó de un lado a otro, llevando ambas manos a su cintura. — Hoy Jinyoung pedirá formalmente la mano de Nayeon.
Su estómago se revolvió. — Formalmente. —Repitió con cierta gracia. — Perdón, pero, ¿no has visto el anillo que Nayeon siempre lleva consigo? Yo creo que eso es muy formal. ¿Necesita volver a pedirle que se case con él? Ya le dijo que sí una vez, que no sea molesto... — Ni siquiera se dio cuenta cuando empezó a hablar más rápido de lo normal, ganándose una mirada curiosa por parte de su padre. — E-es decir, no me gustan las formalidades, ya sabes, se me hacen aburridas.
— Pero hacerlo frente a la familia Im es diferente, hija.— Siwon explicó con la dulzura que lo caracterizaba. — Llamaré a tu madre, le pediré unos minutos más. Será mejor que te apresures, báñate y cámbiate, te esperaré abajo.
Mina no supo con exactitud cuántas maldiciones repitió en su cabeza una y otra vez mientras cerraba con fuerza su puerta. Si no podía soportar los "lindos" momentos que la pareja exhibía frente a todos, no sabía cómo soportaría algo tan cursi como una pedida de mano.
— Ya te dijo que sí, maldito egoísta, deja de restregarmelo en la cara.
Se quedó parada, mirando la oscura pared, sintiendo un nudo en la garganta.
— Tal vez... sí me gusta después de todo.
Aceptarlo era lo más difícil que le había tocado hacer esos últimos meses. Era fácil de suponerlo, después de todo la tenía presente en su mente la mayor parte del tiempo, cuando estaba con ella se sentía torpe, tonta y feliz, y apenas podía ver los intercambios de afecto con su hermano. Era un remolino de emociones que la absorbía hasta dejarla en el suelo, débil y sin esperanza.
Caminó hasta su ventana y pensó, vagamente, que si se caía accidentalmente resultaría con una pierna rota, pero con una excelente excusa para no ir a casa de los Im.
Los próximos minutos no supo como encontró la fortaleza para ducharse, cambiarse y bajar hasta la sala principal donde su padre miraba una película antigua.
— ¿Lista? — Preguntó Siwon, apagando el televisor.
"No."
Llegaron a tiempo, al menos Tiffany no se veía molesta y eso, para Siwon, era todo un logro.
Su hermano llevaba una estúpida sonrisa y un estúpido traje que le quedaba estúpidamente bien.
Y Nayeon... Nayeon se veía hermosa.
Si ya había aceptado su gusto hacia su cuñada, entonces no veía problema al reconocer lo bella que era.
La coreana llevana un vestido rojo que resaltaba su esbelta figura, tacones negros y altos logrando -por fin- superar en estatura a Mina. Y su cabello suelto, ligeramente rizado, lucía fantástico en ella.
Mina no mostró ninguna expresión, ni siquiera se molestó en fingir una sonrisa cuando la cálida familia de Nayeon la saludó afectivamente. Podía verse como una verdadera maleducada pero no le importaba, no realmente, no estaba disfrutando de estar allí. Cuando su mirada se cruzó con la de Nayeon, su ceño se frunció ligeramente y volteó su rostro hacia su padre que tomaba una copa de champagne.
Las dos familias se acomodaron en la sala, dejando en el centro a la feliz pareja.
— Nayeon, mi amor, sé que te lo he preguntado con anterioridad y fui el hombre más feliz al saber tu respuesta...
Jinyoung inició su discurso y Nayeon, que intentó por todos los medios prestar atención, no pudo evitar ver por el rabillo del ojo a Mina que permanecía tras los señores Park beber de un solo golpe todo lo que en su copa había. No le gustaba pensar que con esa reunión tanto ella como Jinyoung le estaban haciendo daño.
No podía negarlo, se sentía extremadamente feliz de casarse con el chico a quien amaba, pero... ¿Por qué de repente ese hueco en su estómago cada vez que recordaba a Mina? Las palabras de la japonesa hacían eco en su cabeza cuando se despertaba, cuando se bañaba o desayunaba, peor aún, cuando se acostaba y le arrebataban el tan preciado sueño.
Aplausos y risas la trajeron a la realidad, Jinyoung había terminado de hablar.
Mina bebió una segunda copa.
— Iré por algo de aire. — Le dijo Mina a su madre que con solo su mirada le hizo saber su desaprobación. — Ya terminó todo lo formal, ma. ¿Por favor? Volveré en un momento para unirme a la celebración.
Tiffany suavizó su expresión y asintió. — Con tantas copas debes estar acalorada, ¿no?
La menor apretó los labios reprimiendo una sonrisa. — No sé de qué hablas. He tomado solo una copa.
— ¿Multiplicada por cuánto? — Esta vez Mina rió, no se había percatado de que su madre llevaba la cuenta de todo lo bebido esa noche.
— Ya regreso. — Besó la mejilla de Tiffany y se alejó de la celebración de ambas familias.
Pidió ayuda amablemente a uno de los empleados y en menos de dos minutos se encontraba cruzando la puerta de vidrio que daba acceso al patio trasero. Ya no se sentía enojada, a decir verdad, ya no sentía nada en ese instante, logró entender el por qué algunas personas se refugiaban en tal adicción. Su cuerpo parecía flotar y difícilmente podía ocultar su expresión adormilada.
Le gustaba no tener que sentir punzadas en su corazón.
El alcohol lograba adormecerla lo suficiente como para dejarse caer en el césped sin importarle que este estuviera húmedo gracias a la brisa nocturna. Extendió sus brazos y piernas, cerrando los ojos.
— Me lo suponía, te quedaste dormida. ¿No sientes frío?
Mina abrió los ojos de golpe y se mareó al levantar su torso de forma brusca para quedar sentada. — Ah. — Se quejó llevando una mano a su cabeza. — Cuánto dormí.
— Veinte, tal vez treinta minutos.
El choque de copas se escuchaban muy lejanas. Mina no pudo alzar la mirada porque todavía no se atrevía a enfrentar a la dueña de esa voz. — Y tú... — Carraspeó su garganta. — ¿Y tú no sientes frío? — Se dio cuenta, entonces, que Nayeon todavía usaba ese vestido. Se reincorporó rápidamente y se quitó la chaqueta. — Deja de exponerte así, ¿es que quieres enfermar? — Tragó saliva al detectar cierta ternura en la mirada ajena, hizo todo lo posible para controlar sus temblorosas manos.
Nayeon dejó que la cálida chaqueta sea acomodada sobre sus hombros y le sonrió en agradecimiento.
Empezaba a hacerse costumbre no hablar entre ellas. Mina llevó las manos a los bolsillos y se balanceó de atrás hacia adelante.
— Mi hermano se lució, ¿no? — Para variar un poco los roles, era Mina quien iniciaba la conversación.
— Siendo sincera, no escuché ni la mitad de lo que dijo. — Confesó algo avergonzada, sus manos sujetaron la chaqueta para evitar que se resbalara y tímidamente observó el perfil de Mina. — Estuve un poco distraída.
— Eso es nuevo. Cada vez que él habla... bueno... — Arrugó la nariz. — Lo escuchas atentamente.
— Es cierto, pero algo deben tener los Park que captan mi atención de inmediato.
— P-por los Park te refieres a... Jinyoung y-
— ¿Tú? Sí. — El frío de la noche se vio completamente opacado, las mejillas y orejas de Mina se acaloraron. Quizá empezaba a detestar el control que Nayeon tenía sobre su organismo. ¿Latidos rápidos? ¿Rostro ruborizado? Mina se sentía como una adolescente torpe. — Supongo que es recíproco, ¿verdad?
— ¿El qué?
— Yo tengo tu atención. Y tú la mía, sin hacer nada, solo siendo tú misma, solo parándote así.
La menor parpadeó, esas habían sido sus palabras aquella noche. El sentimiento que su cuerpo entero guardaba era como... como una montaña rusa. Su corazón latía como loco, completamente emocionado por la experiencia que Nayeon le brindaba y su estómago parecía ser hogar de millones de mariposas.
Ambas se quedaron mirando fijamente e inevitablemente Mina llevó una mano al rostro ajeno, estaba frío, lo acarició con suma ternura y delicadeza tratando de no caer en sus propias tentaciones.
Su mirada se desvió a los labios ajenos y su conciencia le gritaba que parara.
— Perdón. — Mina no dijo nada más. Se inclinó y sus labios besaron los ajenos, por fin probaba el brillo de fresa que Nayeon siempre se colocaba frente a ella.
La japonesa abrió de pronto los ojos, se encontraba acostada en el césped y todavía llevaba su chaqueta. Era difícil de explicar el vacío que sintió al darse cuenta que todo había sido un sueño; un triste y cruel sueño. Su corazón ahora latía adolorido, como si una aguja se hubiese colado en su pecho y escudriñara cada rincón.
Miró al interior del hogar con un nudo en la garganta, probablemente Nayeon se encontraba abrazada a su hermano, presumiendo su anillo, siendo feliz con alguien que no era ella.
Se levantó sin verdaderas ganas y arrastró los pies hasta el hogar de los Im. No dijo nada, incluso cuando se topó con ambas familias comiendo algunos bocadillos y la invitaron a unirse.
Pasó de largo hasta la puerta principal e ignoró los molestos llamados de su madre. Pudo escuchar a Nayeon llamándola y preguntándole si estaba bien; cuánto le hubiese gustado gritarle que no. Que sus sentimientos empezaban a descontrolarse y se sentía horrorizada, asustada.
Salió de allí por fin, se ganaría un enorme castigo pero ese era el menor de sus problemas. No le importó qué calle tomó, su ubicación ya había sido enviada a su mejor amiga.
— Hola, bonita, ¿por qué tan sola? Me costó encontrarte, hay muchas calles que no conozco..
— Luego de varios minutos caminando sin rumbo exacto, una motocicleta aparcó a un lado. Mina esbozó una diminuta sonrisa al ver a Chaeyoung.— Diablos, qué te pasó. Luces... ahm, no luces como tú.
Mina se encogió de hombros y sin decir mucho, se acercó a su mejor amiga, la sintió tambalearse un poco por su peso y el de la motocicleta, pero se acomodó rápido.
— ¿Podemos irnos?
Chaeyoung la abrazó con cariño esperando ser útil, esperando calmar la aflicción de la mayor, pocas veces ambas se demostraban el amor fraternal que sentían la una por la otra, y esa era una de esas raras ocasiones. La rubia deseaba protegerla, y la conocía tan bien que decidió no preguntar la razón de ese estado, sabía que en cuanto estuviera lista, Mina hablaría sin necesidad de interrogarla.
— ¿Qué te parece un largo viaje sin salir de la ciudad?
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Oh por Dios, otra actualización.
No los veo comentando. No me hagan enojar. O ES QUE QUIEREN OTROS 8 MESES SIN ACTUALIZAR.
Una pequeña duda, ¿les salen los guiones largos o cortos?
Nos vemos en el siguiente, que espero sea pronto.
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