01. El cuento de hadas sin final feliz.
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La oscura habitación albergaba a dos personas semi inconscientes. Tal vez muy temprano para su gusto pero tras recibir una llamada de una Chaeyoung emocionada, Mina no dudó en visitarla para probar la nueva mercancía que su amiga tenía.
La japonesa estaba situada en el suelo, con la espalda apoyada en la cama de la coreana, piernas cruzadas, brazos extendidos sobre el borde del colchón y su cabeza gacha. Todos sus sentidos permanecían nublados, lo suficiente como para ignorar la presencia de Chaeyoung que permanecía acostada sobre la cama balbuceando cosas sin sentido.
Mina no era primeriza con la heroína, pero era tan difícil encontrar vendedores de confianza en Seúl que no estaba acostumbrada a consumirla. No se arrepentía. Había podido olvidar por unas cuantas horas el dolor que le generaba perder a la persona que amaba. Cobarde era el sinónimo perfecto para ella, pero no estaba dispuesta a estropear la perfección de Nayeon con sus malas costumbres. Así que la dejaría en manos del tarado de Jinyoung. Don perfecto sí la merecía.
Regresando a su situación actual y la única a la que debía prestar atención, su nariz logró percibir un desagradable olor muy cerca a ella. No lo soportaba y se vio con la obligación de alzar su rostro, limpiar el brazo donde minutos antes una aguja había estado y bajar la manga de su camiseta. No pasó mucho tiempo cuando una sonora carcajada escapó de sus labios al descubrir la fuente del hedor, recordando que hacía unos veinte minutos había vomitado y el desagradable charco permanecía a su lado.
— Iugh. — Arrugó su nariz e intentó levantarse, fallando en el intento por unas cinco veces. Tuvo que posar ambas manos sobre el colchón y con ayuda de este impulsarse hacia adelante para poder acostarse al lado de Chaeyoung. Fue una misión difícil trepar esa pequeña distancia pero lo logró. — Hazte a un lado...
La escuchó quejarse pero obedeciéndola de inmediato.
Se quedó boca arriba, con las manos sobre su abdomen y la mirada fija en el techo. Ya no había extrañas figuras moviéndose sobre las paredes, el efecto alucinógeno iba pasando lentamente siendo reemplazado por un incómodo malestar que se propagaba desde su estómago hasta su boca.
Oh-oh.
Rápidamente se levantó y vomitó nuevamente.
Debía empezar a controlarse o terminaría arruinando la habitación de su amiga por completo. Volvió a acostarse con la esperanza de mejorar. Envidiaba la tranquilidad con la que Chaeyoung dormía, ella deseaba hacer lo mismo. Un buen descanso después de un viaje no le venía nada mal.
Tal parece que sus plegarias fueron escuchadas ya que una vez dejó de sentirse mareada y con náuseas, sus párpados cedieron y Morfeo la llevó a un profundo sueño.
Solo unos molestos golpes sobre su rostro la hicieron despertar después de... muchas horas, tal vez días o semanas. No lo sabía y poco le importaba.
— ¡Idiota! — Un golpe más con una suave almohada que hizo a Mina fruncir el entrecejo, negándose a abrir los ojos. — ¡Despierta maldita sea!
— Cálmate. — Pidió la japonesa a su amiga.
— Esto apesta a mierda. — Bramó la bajita golpeándola una vez más. Estuvo dispuesta a lanzarle el balde con agua fría que había preparado para limpiar su pieza pero se detuvo cuando Mina se dignó a abrir sus ojos, mirándola completamente irritada. — Más te vale, Myoui, que me ayudes a limpiar esto antes de que mi padre vuelva.
— Sí, sí. — Movió su mano con desinterés y se sentó al borde del colchón por unos segundos. No estaba tan mal. ¿O sí? Sin prestarle atención a los reclamos de la coreana se dirigió al baño que tenía la habitación para poder lavarse el rostro.
El agua fría le ayudó a refrescarse, alzó su rostro y miró su reflejo, miró las pequeñas gotas que se deslizaban y caían lentamente sobre el cerámico. Lucía fatal. Y no era necesario que alguien se lo dijera, bastaba ver su expresión tan cansada, decaída, triste.
— Estúpida. — Se dijo a sí misma escuchando de fondo el tono de llamada de su teléfono. No deseaba responder ya que se imaginaba quién podría ser. Ese día se había planteado desaparecer, refugiarse en la habitación de Chaeyoung, drogarse y con suerte perder el conocimiento hasta dejar de sentir. Pero sus padres no dejarían de llamarla para recordarle que debía asistir a la ceremonia más importante de ese año.
— Mina. — Su amiga apareció tras ella con el teléfono, el enfado que le mostró minutos atrás había desaparecido. Le mostró la pantalla y pudo leer "mamá" en esta mientras seguía sonando esa estúpida canción que le recordaba tanto a Nayeon. Había sido tonto de su parte ponerla como tono de llamada. — Deberías contestar.
— ¿Qué hora es? — Cuestionó ignorando su consejo.
— Casi las seis de la tarde. Estuvimos inconscientes desde medio día. Deben estar preocupados.
— Ya. — Mina bajó la mirada y se giró. — ¿Puedo bañarme aquí?
— Te prestaré algo de ropa también.
La mayor sonrió. — Gracias.
— Pero tu camiseta la usaré para limpiar el desastre que hiciste. Maldita inconsciente.
Ambas rieron. Mina se sintió muy agradecida con su amiga, lo suficiente como para acercarse a ella y sorprenderla con un abrazo que fue correspondido de inmediato.
— Todo está bien. — Dijo en voz baja Chaeyoung. — Solo no hagas ningún desastre. — Advirtió.
Su ducha duró cinco minutos gracias a la prisa que llevaba. Unos jeans negros, Vans del mismo color, una camisa blanca cuyas mangas dobló hasta sus codos y una corbata delgada oscura fueron suficientes para ella. Se veía formal. ¿No? A esa altura poco le importaba.
Se despidió de su mejor amiga prometiéndole que le recompensaría el desastre creado en su habitación y después condujo hasta el lugar donde su familia le esperaba. Por primera vez respetó la velocidad máxima permitida y estaba deseosa de que un neumático fallara, pero sabía muy bien que no tenía tanta suerte.
Su plan inicial era ignorar la invitación que llegó a sus manos un mes atrás y perderse todo el día, pero lo cierto es que había una pequeña parte de su ser que la incitaba a ir hasta esa iglesia donde, una vez los novios dieran el sí, su vida acabaría. Masoquista de su parte, bastante, pero sus padres la matarían si llegaba a perderse el matrimonio de su amado hermano.
Porque no bastaba con enamorarse de una mujer comprometida. Ella iba por más. La mujer de su hermano.
Si hubiera imaginado que regresar de Japón resultaría en una trágica historia de amor jamás habría puesto un pie en ese avión.
— Nayeon, cariño, ella es mi pequeña hermanita. Mina, ella es mi bella novia, Im Nayeon. Espero que puedan llevarse bien.
No resultó ser amor a primera vista pero el tiempo que lograron compartir más adelante las acercó más... lo suficiente como para engañar a un buen hombre. Algo ingenuo, pero bueno al fin y al cabo.
— Dime que no me case... Mina, dime que serás por siempre mía y dejaré todo por ti. Solo dilo...
No podía pedirte tal cosa, incluso si deseaba gritar a los cuatro vientos que esa mujer era suya por y para siempre no podía arruinarla. La japonesa no tenía nada que ofrecer más una adicción que iba incrementando poco a poco y consumiéndola lentamente. Romántica o estúpida, no quería prometerle cosas que jamás cumpliría, junto a ella no habría ninguna boda de ensueño, hijos perfectos, cenas o lujos. Solo... desastre.
Escuchó las campanadas y su corazón se aceleró. Estaba cerca.
— ¡Pero mira nada más! ¡Te llamé todo el día y no te dignaste a responder! — Fue lo primero que escuchó de su madre cuando bajó de su coche y caminó hasta la entrada de la iglesia ya decorada para la ceremonia que se llevaría a cabo.
— Ah. Lo perdí. — Mintió sin importarle tener su teléfono en su bolsillo trasero, sería visto fácilmente si se volteaba pero eso era lo de menos. — ¿Y papá? — Preguntó al no ver al hombre cerca.
— Calmando a tu hermano. — Respondió con una sonrisa orgullosa. Después revisó a su hija de pies a cabeza y agradeció que esta al menos se hubiese esforzado en la vestimenta. Su ropa no era la adecuada pero al menos no se había aparecido con su pijama, que Mina era capaz. — Te ves bien.
Mina asintió y se detuvo a ver a su madre. — Tú igual. — Dijo para no desmerecer todas las horas que probablemente había utilizado para prepararse.
Tomó un gran respiro y no se atrevió a preguntar por Nayeon pero era obvio que todavía no hacía acto de presencia. Las damas de honor esperaban afuera, todas vestidas con el mismo color. Jinyoung le había ofrecido ser parte de ellas pero se negó rotundamente.
Mordió su labio inferior al escuchar a una de las amigas de Nayeon gritar que ya estaba en camino.
No quería permanecer allí, se arrepintió de estar consciente. Se arrepintió de muchas cosas al darse cuenta que en unas horas su hermano y la mujer que amaba estarían rumbo a Grecia para su luna de miel. Y no sería ella quien la tuviera entre sus brazos, escuchando sus jadeos y agudos gemidos.
Estaba por volverse loca.
Todo se volvió una locura, más o menos. Los invitados se reunieron para ver la llegada de la feliz novia. Mina apretó sus puños y aguantó la respiración cuando, a lo lejos, pudo escuchar el trotar de los caballos. Jinyoung no se había medido a la hora de cumplir con la boda que Nayeon tanto planeó desde los ocho años.
Se quedó quieta, mirando en cámara lenta cómo el carruaje se acercaba, en él iba el señor Im y Nayeon. Tan hermosa, tan radiante.
Su corazón dio un vuelco al verla, un ángel sin alas. Tan hermosa e inalcanzable. Sus ojos ardieron ante el deseo de llorar, ni siquiera porque se casaba con otra persona, deseaba llorar por lo perfecta que lucía. Estaba conmovida, emocionada. ¿Esa mujer era real? Gracias a los dioses por crearla
Una obra de arte hecha persona.
Cuando su mirada se cruzó con la de Nayeon deseó correr, tomarla entre sus brazos y besarla como si no existiese un mañana.
Todos exclamaron felices al verla pero no era suficiente, no para Mina, ¿por qué no estaban tocando las campanas? ¿Por qué el mundo no se detenía para admirar a Nayeon? ¿Por qué no anunciaban en altavoces la llegada de esa princesa?
Ninguna apartó la mirada, no hasta que el padre de Nayeon le susurró que era hora de ingresar.
La coreana hizo un último intento, deseosa de que Mina tuviese el valor suficiente para ir hasta ella y luchar por su amor. Pero cuando paso por su lado y la japonesa se hizo a un lado con la cabeza gacha supo que no todas las historias de amor debían acabar bien.
Y la de ellas terminaba cuando miró a Jinyoung parado en el altar esperando por ella.
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