8-"Instintos más bajos"
Luego de dormir por demasiadas horas despertándose entre sueños y dolores recurrentes de pecho, James se incorpora completamente aturdido por todo lo sucedido y con diversos interrogantes por esclarecer en su cabeza, cosa que sucedería si es que alguien se dignara a venir hasta su encuentro.
Sacude su cabeza y observa...
Todo lo que lo rodea expide riqueza. Así que aquel que lo haya salvado, puede sacarlo de su condenada miseria, medita mientras acaricia las sábanas con extremada delicadeza, una tela tan suave no recuerda haber tocado alguna vez en la vida.
Está conectado a una máquina que emite pequeños sonidos a medida que libera algún líquido, seguramente, medicamentos para reponer su magullado cuerpo.
Cuando traga, siente los movimientos peristálticos de su garganta al notar la sequedad de la misma, dándole unas inmensas ganas de consumir algo, ya sea agua o alimento y buscando luego sin resultado.
En ese momento, se abre el acceso a la habitación: —Por fin ha despertado James, ¿cómo se siente? —cuestiona el señor mayor (que anteriormente vió) muy bien arreglado.
James, lo observa con cierto recelo a pesar de saber que el mismo hombre lo ha salvado. Es que no está acostumbrado a que le hagan caso y mucho menos que lo ayuden y le ofrezcan cuidado.
—Estoy bien, gracias, pero... necesito irme, ¿podría..? —señala la vía que conecta directamente a su muñeca.
—Me gustaría poder conversar con usted. Si no es mucha molestia, claro. Primero, déjeme que llame al personal para que retire su suero y luego, si gusta, lo invito a cenar. También le han preparado un baño.
A James, se le abren los ojos cuando el hombre nombra baño y sólido alimento. Así que solo asiente con su cabeza aunque luego recuerda que ni con vestimentas limpias cuenta.
—Lo siento, pero creo que no tengo ropa acorde para sentarme en su mesa —anuncia.
—Ya se ocuparon de sus prendas, están arregladas, limpias y perfumadas. Solo espero que esté dispuesto a escucharme.
El ex militar, solo inclina su cabeza siendo asistido de nuevo, por un joven que pareciera enfermero y por el empleado que conoció primero.
Dicho empleado, luego lo acompaña despacio hasta un gran baño en donde tiene preparada una silla dentro de una gran tina.
—Si me deja, lo ayudo... Para que no se le moje la herida.
Suelta el hombrecillo ante un imponente James a pesar de estar herido. Y éste, solo asiente su cabeza, está más que seguro que no podría bañarse solo aunque quisiera.
Bañarse... Hace tanto tiempo que no dispone de una ducha completa que rebusca en su memoria, el recuerdo de las sensaciones del agua sobre su piel. Pero a medida que el joven comienza a frotar las diferentes partes magulladas de su cuerpo, James se inquieta cuando no logra controlar el intenso hormigueo que le nace desde adentro.
Y tratando de cambiar sus pensamientos, le suelta: —Lamento lo del otro día, no soy muy bueno socializando.
—No se preocupe, no debe darme parte de cómo hace o logra su trabajo —finaliza el muchacho dejando un extenso silencio entre ambos que solo lo llena, los movimientos de sus manos.
En un momento dado, James carraspea girando su cabeza cuando el hombrecillo lo enfrenta y no puede ocultar su dureza. Está dispuesto a hacerse el desentendido para no tener que explicar lo que no tiene sentido, pero se sorprende cuando nota una pequeña mano agarrando su entrepierna.
Entonces, lo mira...
Observa cada movimiento del pequeño cuerpo frente suyo y su solicitud silenciosa de permiso. Tragando saliva ante la situación y maldiciendo por dentro por no poder controlar aquellas necesidades que nunca deberían haber existido.
En un acto desesperado, alarga su mano tomando un puñado de oscuras hebras entre sus dedos y guiando sus labios.
Desesperando cuando siente los dientes más una ansiosa lengua que pasea por encima de la tela y jadeando en el proceso, cuando percibe un tirón hacia abajo y una caliente cavidad que lo engulle sin pena.
¡Bendita gloria la suya! Tener la posibilidad de disfrutar sin la necesidad de cuidarse de que lo puedan atrapar, y bendito el regalo de los cálidos labios de este muchacho.
Con mucho cuidado, el ex militar acompaña el delicioso movimiento del joven hasta morderse sus labios cuando -finalmente- descarga con todo lo que tiene. Tratando de incorporar aire y no sabiendo muy bien como actuar luego de semejante regalo.
Pero se sorprende, cuando el muchacho se limpia los labios y continua con su lavado como si nada hubiera pasado entre ellos.
Irónica la vida... Debía llegar el fin del mundo para poder vivir una experiencia como ésta, una cálida boca envuelta en su dureza y rodeada de suma limpieza.
No recuerda cuando fue la última vez que tuvo una posibilidad como ésta o si alguna vez pensó en tenerla.
El hecho de que sea un par, que no hayan pechos ni una húmeda cavidad, siempre fue contradictorio en su cerebro. ¿Cómo puede ser capaz de disfrutar con aquel que comparte género?
—No se haga la cabeza señor, agujero es agujero. A mí me gustó, espero que a usted, también, le haya gustado.
—Yo... No...
—Lo único importante, es que haya disfrutado. Mi jefe ya debe estar esperándolo —sentencia y prepara la ropa para cambiarlo.
—Puedo solo, no es necesario —contesta tomando sus prendas limpias.
Ya cambiado, camina a paso firme por dónde se le indica hasta llegar a una mesa repleta de comida. Y al ver semejante manjar, su apetito reaparece.
—Siéntese, por favor, espero que haya disfrutado el baño —indica el señor algo mayor. Dejando a un colorado James que trata de no atorarse con su propia saliva cuando sus ojos viajan por todos lados.
—Gracias... Por todo —suelta por lo bajo —. Me siento recuperado, ¿de qué se trata el encargo?
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