Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9: No hagas bebés.

Me quedé paralizada por un segundo. Mi hermano me miró con el ceño fruncido, como si estuviera intentando entender la conversación que se llevaba a cabo frente a él.

Pero si debía ser completamente sincera, ni siquiera yo entendía muy bien lo que estaba pasando.

¿Donovan le había hecho algo a mi padre?

—¿Te encargaste? —pregunté, un poco asustada.

Por un segundo, sentí miedo de él. Era un vampiro, un ser extremadamente peligroso. Podía hacer con los humanos lo que le viniera en gana en tan solo un parpadeo.

Y también era la misma persona que se pasó la mañana haciendo el desayuno, intentando no despertarme.

—Ya no tienes que preocuparte por eso —asintió.

Sin embargo, sus palabras solo podían significar la ausencia de mi padre en casa. No sabía cómo sentirme respecto a ello, sin embargo, pasado unos segundos, decidí que no me importaba tanto como debería.

Después de todo, se trataba del hombre que nos traicionó.

—¿Qué? ¿De qué hablan? —interrogó Justin, confundido.

Donovan se llevó un dedo a los labios, diciéndome que me mantuviera callada.

Y aunque dudé, terminé por asentir. No hablaríamos del tema en este momento.

Como si la presencia de Donovan en la casa siempre hubiera estado allí, los chicos se acostumbraron a su presencia en tiempo récord, siendo un poco revoltosos. Tal parece que tenían demasiada energía y no hallaban como drenarla. En días como este, solía llevarlos al parque, para que corretearan por todo el lugar libremente. La casa era demasiado pequeña, por lo que no tenían a dónde ir.

Jake y Julia peleaban, como todos los días. Se llevaban poca edad y ambos eran lo suficientemente revoltosos como para no llevarse bien todo el tiempo. Aunque sabía que se adoraban mutuamente, a veces se comportaban como si quisieran sacarse los ojos el uno al otro.

Mi cabeza dolía y mi nariz no paraba de sangrar, no me sentía nada bien. Justin se encerró en la habitación, tomando una siesta.

Y Donovan... Bueno, el vampiro había desparecido a mitad de la mañana, sin decir nada al respecto.

—Julia, por favor... Solo baja la voz —pedí en una súplica.

Sentía que en cualquier momento mi cabeza explotaría. Quizás a causa del estrés. Quizás por las pocas horas de sueño. Pero me sentía peor que nunca en mi vida.

Algo no estaba bien conmigo.

—¡No! —gritó, enfurecida. Su pequeño rostro estaba completamente sonrojado a causa del enojo—. ¡Él dijo que me tocaría a mí jugar hoy!

Peleaban por una pequeña consola de videojuegos que teníamos. Era muy antigua, de cuando yo era una niña, pero era lo que tenían para pasar el rato dentro de casa.

Jake solía creerse el dueño y señor de la consola. Y Julia no lo aceptaba. Usualmente la pelea terminaría con la intervención de Justin, quien solía estar atento a los turnos de juegos en los niños.

—Deberías compartir un poco más, Jake. No me hagas quitártelo y que ninguno de los dos juegue.

Ambos me miraron alarmados. Esa era la manera perfecta para acabar con las discusiones. Ellos sabían que, si yo lo tomaba, no volvería a dárselos hasta luego de un par de semanas. De mala gana, Jake accedió a compartir. Al menos jugarían un rato entre ellos, sin discusiones, sin peleas.

Se fueron corriendo hacia la habitación, cuidando de no despertar a Justin.

El silencio reinó por un segundo.

Me recosté en el sofá, inclinando un poco la cabeza hacia adelante con un paño de agua fría sobre mi nariz, intentando detener el sangrado. No era una situación agradable, pero tampoco era nueva.

Estaba tan acostumbrada.

Además, había visto a mi madre en demasiadas ocasiones de esta manera. Ya no me alarmaba ante la presencia de la sangre, aunque la odiaba.

Odiaba lo que representaba.

Por la sangre había perdido la presencia de mi madre en mi vida. Conformándome con verla un par de veces a la semana, si lograba tener un momento libre. Por la sangre mi padre se había enfocado más en su botella que en nosotros. Por la sangre trabajaba día y noche. Por la sangre mis hermanos se criaban a duras penas.

Por la sangre mi vida era caótica y destructiva.

Duré un par de minutos así, con los ojos cerrados. Dejé mi cabeza en blanco, intentando relajarme. Hasta que sentí un par de manos tocar mi cabeza.

Su tacto era suave, delicado. Como si tocaran algo extremadamente frágil. Recorrió mi entrecejo con un dedo, intentando suavizar mi expresión.

—Juliette, ya llegó tu Romeo —murmuró.

No necesité abrir los ojos para saber de quién se trataba.

—¿Cómo mierda entraste? —fue lo único que pude pensar.

Se había largado sin decir nada y había creído que no volvería a verlo, al menos por un par de días. Aunque ahora que lo pensaba mejor, no era como si una cerradura fuera contrincante para un vampiro. Ante su silencio, abrí los ojos solo para encontrarlo justo frente a mí, un poco más cerca de lo que debería. Lo miré con atención, notando que sonreía con tranquilidad.

Mi corazón se agitó al verlo sonreír así. Se veía malditamente atractivo.

—Fui al supermercado —señaló las bolsas que cargaba—. Le pedí a tu hermano la llave.

—Oh...

Mi respuesta llamó su atención. Tal vez fuera porque no estaba atacándolo ni maldiciéndolo sin parar.

—¿Qué está mal? —tanteó, con una mueca preocupada.

No se veía tan burlón, como siempre se mostraba, y eso ya era un gran contraste. De hecho, desde la noche anterior, se encontraba de esta manera. Callado y un poco taciturno. Preocupado, quizás.

Me agradaba este Donovan. Aquel que era atento y cuidadoso. Pero si debía ser sincera, prefería al burlista que siempre estaba sonriendo con picardía. Era mucho más sencillo lidiar con él así, porque sabía exactamente que esperar.

—No he parado de sangrar —le expliqué, con intención de borrar aquella mueca de su rostro.

No tenía idea de cómo tratar con un Donovan preocupado y cuidadoso. Lo vi dejar las bolsas en la mesita del centro, con su atención totalmente puesta en mí.

Me puse nerviosa cuando se acercó.

Era un vampiro y yo sangraba. Por más que quisiera confiar en él, esa era una situación poco usual. No sabía cómo reaccionaría.

—Te has alterado mucho —explicó tras analizarme un largo rato con la mirada—. Tu cuerpo genera mucha sangre cada vez que tienes miedo y ayer pasaste por algo horrible. Por eso no paras de sangrar.

—¿Qué puedo hacer? —sabía las consecuencias de sangrar demasiado.

Y no quería terminar como mi madre.

—Debo morderte —explicó con una mueca culpable—. No aliviará todos tus males, pero detendría ese fastidioso sangrado.

—No lo sé... A veces te tengo un poco de miedo —admití.

Sonrió con tristeza, asistiendo y alejándose de mí, como si yo estuviera ardiendo y el tuviera que alejarse de las llamas.

Me sentí sola y vacía ante su lejanía.

No sabía qué demonios pasaba conmigo. ¿Por qué quería sentir un poco más su tacto? ¿Por qué anhelaba su presencia, como si de un bálsamo se tratase? ¿Por qué no quería que siguiera con esa expresión tan tensa y desolada?

Donovan era solo un vampiro idiota que insistía en ser parte de mi vida, pero ahora sentía que era yo quien insistía en dejarlo entrar.

—No tenías que ir a comprar nada —susurré cuando el silencio inundó la sala.

—Quise ayudarte un poco. Podemos ir juntos al supermercado después. Comprar lo que sea que haga falta.

—No pedí tu ayuda.

—No necesito que la pidas. Sé que la necesitas. Creerás que es algo tonto, pero si tú estás alterada, yo también me altero un poco.

Su declaración me tomó por sorpresa. Sobre todo, porque por primera vez, Donovan se escuchaba completamente honesto. Siempre decía las cosas a medias, como si no quisiera asustarme.

Como si estuviera ocultándome algo, para ser exacta.

—¿A qué te refieres?

Me vi intrigada ante sus palabras. ¿Acaso no era solo una fuente de sangre para él? No entendía nada. Dijo que mi estado lo afectaba, como si estuviéramos unidos de alguna forma u otra.

—Los hombres lobos creen que tienen su alma dividida en dos —comenzó a explicar con parsimonia—. Llegada a cierta edad, sienten donde se encuentra esa otra mitad y se complementan. Sienten lo que el otro siente, pueden percibir si están en peligro y muchas cursilerías más. La criaturita y el perro son la pareja más melosa de la tierra.

—¿Criaturita? —sentí una pizca en mi pecho, algo parecido a los... ¿Celos?

¿Me encontraba celosa acaso? ¿Por qué? Sí, creía que me decía a mí criaturita como algo personal. Nunca creí que existiría otra chica con ese apodo.

¿O acaso le decía de esa manera a todas las mujeres?

—Sí, Eleanna —respondió sin notar mi reacción—. Es una chica rara. Te caerá bien.

—¿Ah sí?

Disimula, Juliette. Disimula. Que no se entera que ardes en celos o nunca lo dejará pasar.

—Bueno, a lo que te decía, cada especie tiene algo similar a eso. Una pareja predestinada, por decirlo de esa manera. Los vampiros no podemos sentir dónde está nuestra donante, no tenemos ni la menor idea. La única manera de saberlo, es entrando en contacto con su sangre. De hecho, por muchos años todo el tema de las donantes fue considerado un tabú, una leyenda que le contaban a los niños pequeños. No existen registros ni antecedentes. Aunque muchos aseguraban haberla encontrado, ya sabes lo cursi que pueden ser las parejas.

Rememoré lo poco que sabía de mi primer encuentro con Donovan.

Alguien me había atacado en medio de la noche. Era un vampiro muy aterrador que incluso golpeó mi cabeza contra el suelo. Recuerdo haber sangrado y gritado. También recordaba que luché con fuerza, intentando quitármelo de encima.

Luego llegó Donovan.

Y de ahí, todo estaba en negro. Apenas unas imágenes pasaban por mi mente, como una fotografía borrosa.

—¿Por eso me mordiste? —pregunté.

Él lució sombrío y aterrador por un momento. Fue sólo un segundo, pero bastó para recordarme que no estaba conversando con cualquier persona.

—No pude contenerme —hizo una mueca de desprecio, hacia él—. Lo intenté, pero no pude contenerme. Bastó con el olor de tu sangre para volverme loco.

Pero yo tenía bastante rato sangrando y él no parecía tener problema con eso.

Fue entonces cuando noté que sus manos estaban firmemente cerradas. Evitaba mi mirada e incluso pude notar el rastro de sudor sobre su frente. Como si estuviera luchando para contenerse.

De acuerdo, definitivamente mi sangre lo alteraba.

—Así que a lo que te refieres es que estamos de alguna manera conectados debido a que yo soy tu... ¿Donante?

Preferí cambiar de tema y terminar por informarme de lo que sucedía.

Necesitaba saber en qué demonios me estaba metiendo. No podía seguir caminando a oscuras con Donovan, sin saber a dónde demonios me llevaba. Era jodidamente imposible seguir ese ritmo.

—Así es —sonrió con una pizca de burla—. Si comienzas a excitarte, yo lo sentiré.

Imbécil. Definitivamente estaba tratando con un imbécil.

—Maldito pervertido.

Róo con ganas al escucharme. Fue la primera vez que lo escuchaba reír con ganas, con honestidad. Incluso yo, que solía considerarme una amargada me uní a su risa.

—Veo que estás de buen humor —comentó Justin, llegando a la sala.

Para estar recién levantado, se veía bastante arreglado.

—No realmente —intenté negar, avergonzada—. ¿A dónde vas?

Mi hermano menor me miró con cierto reproche y diversión, como si supiera que solo mentía para intentar salvar mi orgullo.

—Llevaré a los mocosos con mamá —anunció—. No soporto estar encerrado y ellos están peleando aún por la consola. Creen que no los escucho, pero no son tan silenciosos como ellos piensan. Me están volviendo loco.

—¿Quieres que te acompañe? —me ofrecí de inmediato.

No me sentía bien, pero tampoco me sentía cómoda dejándole a Justin la responsabilidad de cuidar a los pequeños. No cuando él tampoco se encontraba en su mejor estado.

—No, eres muy fastidiosa. Quédate aquí y no hagas bebés.

—¡Justin! —exclamé, entre el enfado y la diversión.

Donovan por su parte se encontraba tragándose la risa, mientras yo sentía mi rostro enrojecer.

—Hablo en serio, Juliette. No quiero ser tío.

Su tono bajo solo lo hacía peor, pues podía notar que hablaba con demasiada honestidad.

—Tú ni siquiera deberías saber de dónde vienen los bebés.

—Tengo quince —entrecerró los ojos en mi dirección—. A esta edad muchos están haciendo bebés.

—¡Entonces debería ser yo la que te diga que no quiero ser tía tan pronto!

—Pero yo lo dije primero.

Sonrió, sabiéndose vencedor en la pelea. Incluso Donovan, quien se había mantenido como un fiel espectador, le dio la razón.

—No haremos bebés —prometió Donovan con fingida severidad.

—¡Donovan!

—Bueno, eso me deja más tranquilo —tomó las llaves que Donovan había dejado en la mesita y llamó a los niños—. Si sucede algo, Llámame.

—Lo mismo para ti.

No vivíamos en un sitio seguro. Los allanamientos, secuestros, violaciones y asesinatos era el día a día en esta zona. No era un buen sitio para los niños. Por esa razón no solían salir solos. La clínica quedaba cerca, pero aun así no me sentía segura dejándolos ir.

Sin embargo, mi hermano estaba creciendo a gran velocidad. Debía cederle ciertas libertades, como poder salir cuando quisiera, siempre y cuando fuera a horas y sitios adecuados.

Donovan y yo nos quedamos en la sala. Mi nariz seguía sangrando y yo comenzaba a frustrarme.

—Iré preparando el almuerzo —anunció, repentinamente incómodo.

—Déjame ayudarte —me levanté demasiado rápido. El mundo dio vueltas a mi alrededor, pero Donovan estuvo ahí para sostenerme en un parpadeo.

—¡Juliette!

Intenté guardar la calma. No era la primera ni la última vez que sucedería. Estaba tan acostumbrada...

Pero no Donovan. Él me miraba con tanta angustia, como si se preocupara por mí.

Al parecer, lo hacía. Después de todo, yo era su donante.

O lo que fuera que eso significara.

—Estoy bien...

—Voy a morderte —anunció con seriedad.

No repliqué mientras me elevaba en sus brazos, caminando hacia mi habitación. Sentí miedo y expectación. No recordaba cómo fue mi mordida, pero había visto a Donovan morder a mi hermano.

Incluso cuando fue un acto casi monótono para él, provocando que me preguntara a cuantas personas había mordido Donovan anteriormente.

Él había mencionado que era un afrodisíaco.

¿Sería cierto?

—Dijiste que no haríamos bebés —recordé con seriedad.

—Bueno, hay muchas otras cosas divertidas por hacer que no implican crear bebés, querida Julieta —replicó con burla.

—Donovan —murmuré en voz baja, cuando me colocó en la cama.

Sus manos pronto estuvieron cerca de mi cabello, apartándolo de mi cuello. Él estaba siendo cuidadoso, atento. Me miró a los ojos al instante cuando me escuchó hablar, dejando mi camisa en su sitio por un momento.

—Esto... No sé cómo decirlo —tartamudeé.

—¿Qué ocurre?

Su voz se escuchaba preocupada en medio de la oscura habitación. Era momento de confesarle algo, pero no sabía cómo iba a tomárselo.

—Es solo que... Yo no...

—¿Tú no? —Alzó una ceja, animándome a hablar.

—Yo nunca tuve tiempo para este tipo de cosas —comencé a divagar—. Así que yo... Ya sabes.

—No te estoy siguiendo, criaturita.

—Esta es mi primera vez —confesé de golpe, avergonzada.

Sentí mi rostro arder y me escondí detrás de mis manos, solo dejando un pequeño espacio entre mis dedos para ver su reacción.

Su expresión casi hace que me brote un ataque de risa. Estaba pasmado, sorprendido. Ni siquiera parecía saber que responder a eso.

Observé como se sonrojó, volteando su rostro hacia algún punto de la habitación.

—Nosotros no... —carraspeó—. No voy a hacerte el amor así, Juliette.

Sus palabras cayeron como un balde de agua fría en mi cuerpo. ¿Lo había malinterpretado?

—¿Ah no?

—No.

Ahora yo me encontraba incómoda y avergonzada. ¿Acaso había terminado diciendo algo absurdo?

¡Todo era a causa de él! Siempre dándole una interpretación sensual a sus palabras.

—No así —continuó—. Primero quiero conocerte, hacerme parte de tu vida. Te haré el amor y el día que lo haga, será el mejor de toda tu vida, Juliette.

Repartió suaves besos alrededor de mi rostro, como si quisiera calmar la rojez que lo rodeaba. Sus manos repartieron caricias suaves por todo mi cuerpo, apenas rozándolo, tentándome.

Acercó su rostro a mi cuello. Sentí cosquillas cuando su respiración entró en contacto con mi piel. Mi piel se erizó y luego sentí el ligero toque de sus labios sobre mí.

—Aunque ahora debo admitir que tendremos un momento bastante interesante.



¡Hola, mis criaturitas! Sí, ya sé. Soy malvada por cortarlo en la mejor parte, no me arrepiento. 

El próximo capítulo estará que arde. ¿Y adivinen qué? Lo voy a publicar mañana, porque es el cumpleaños de Anivy como escritora.

Así que nos leemos muy pronto.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro