Capítulo 8: ¿Romeo? Creí que tu nombre era Donovan.
—No puedo hacer eso —negué rotundamente—. Incluso si lo que dices es cierto, no puedo asesinarlo. ¿Cómo piensas que sería capaz de decidir sobre la muerte o vida de mi padre así cómo así? Definitivamente estás loco.
Una cosa es que él fuera un maldito infeliz y otra muy diferente era que su vida estuviera en mis manos. Yo solo era una adolescente, por adulta que quisiera mostrarme. No era una asesina, ni un ser insensible. Y él era mi padre. No cualquier persona. No un desconocido.
Sí, mi padre nos traicionó de la peor manera posible, pero seguía siendo el hombre que me dio la vida, la persona que se quedó conmigo cada vez que estaba enferma, el que me llevaba a comer un helado a escondidas de mi madre.
Y también era la persona que nos puso a todos en peligro. ¿Qué hubiera hecho si Donovan no intervenía?
Me encontraba en una encrucijada. Con sentimientos tan contrarios, tan diferentes el uno del otro.
Los padres no suelen ser perfectos. De hecho, muy pocos afortunados podían decir que sus padres, los dos, habían sido buenos con ellos. Era normal equivocarse, puesto que no existe un manual para criar a los hijos. Yo no era madre, pero después de todos estos años cuidando de mis hermanos, podía ver lo fácil que era fallar y lo difícil que era remendar nuestros errores.
Eso no implicaba que yo pudiera perdonar lo que mi padre había hecho, por supuesto que no. Jamás olvidaría esta noche. No podría, ni aunque lo intentara. ¿Pero dar la orden de asesinarlo? No, esa no sería una decisión que yo pudiera tomar.
—Yo jamás permitiría que tus manos se mancharan de sangre, criaturita —dejó un beso en ellas, remarcando su punto—. No puedo perdonar a la persona que te hizo daño.
Si era sincera conmigo misma, me parecía preocupante lo serio que se veía. Como si fuera una especie de ley que él se acabara de inventar, pero que planeaba hacer cumplir al pie de la letra.
—Apenas me conoces —murmuré.
—¿No te has dado cuenta de que el tiempo es relativo? —preguntó con una sonrisa tentadora—. Puedes pasar toda tu vida junto a una persona y no sentir nada hacia ella. Así como puedes pasar un par de semanas con alguien y sentirlo todo. Estaba enfadado contigo, no voy a negar que me sacas de mis casillas, pero aun así nunca te dejé. Todos estos días... He estado torturándome a mí mismo al mantenerme alejado. Solo quería darte un poco de espacio. Si hubiera sabido que algo como esto pasaría, jamás hubiera permitido que estuvieras sola ni un solo segundo.
—Gracias —sentí las lágrimas quemar en mis ojos, sin embargo, me contuve.
Donovan me miró con intensidad. Sus ojos eran tan rojos y tan enigmáticos, su nariz era perfilada, al igual que su mandíbula. No tenía ni el rastro de la barba, mientras que sus labios eran delgados y tenían una apariencia fría. Tenía un aire oscuro y peligroso, pero era sorprendentemente protector. Incluso podía no ser un idiota por momentos.
¿Cómo se sentiría besarlo? ¿Sería tan frío como parecía? ¿O quizás fuera capaz de encender toda una hoguera con sus labios?
Debía admitirlo, algo en él me intrigaba. Causaba sensaciones en mí y no estaba acostumbrada a eso.
—Juliette...
Dio un paso hacia mí.
Sentí el peligro incluso antes de que abriera la boca, porque él me miraba como si quisiera comerme.
Y por primera vez, no me desagradó la idea de ser su comida.
—Tomaré cartas en el asunto —Lo interrumpí—. Gracias por ayudarnos, pero yo lo resolveré.
Frunció el ceño, enfadado. Algo peligroso brilló en sus ojos, sin embargo, asintió. No estaba feliz con la idea, pero lo aceptó con respeto. Era algo que me gustaba de él. Podía ser un poco controlador.
Y, sin embargo, sabía respetar un no.
—Deberías intentar descansar —limpió la sangre que corría por debajo de mi nariz con un pañuelo—. Alterarte no te hace bien.
¿Cómo podía ser tan amable y tan brusco al mismo tiempo? Lo alejé de un manotazo cuando comenzó a frotar mi nariz con más fuerza, comenzando a causarme dolor.
Reí al ver su expresión arrepentida, pues al parecer no lo había hecho con esa intención. Como si no fuera capaz de controlar su propia fuerza.
Me sorprendió la oleada de ternura que eso provocó en mí.
— ¿No te tienta? —señalé hacia el pañuelo, ignorándolo.
—¿Tú sangre? —Alzó las cejas—. Por supuesto que sí, pero no soy un animal, Juliette.
Lo pensé por un momento. No quería quedarme debiéndole, no quería sentir esa especie de responsabilidad hacia él.
Me levanté con cuidado. Fue sencillo desabrochar los primeros botones de la camisa del uniforme, exponiendo mi cuello. Cerré los ojos, sin atreverme a ver su reacción.
—En agradecimiento —señalé.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. El silencio de la noche era apenas interrumpido por el canto de un grillo. Moría de la expectativa. ¿Cómo sería? ¿Dolería? No estaba segura, pero era lo más probable.
Sentí su cuerpo acercarse lentamente a mí. Me tensé de manera inconsciente, un poco asustada. No era la primera vez que bebía de mi sangre, pero era la primera vez que estaba consciente de que sucedería. Tocó con suavidad mi cabello, alejándolo un poco de mi cuello para darle espacio a su boca. Temblé ante la expectativa, mordiendo mis labios.
—Preciosa —sentí su cálido aliento sobre mi cuello.
Y ahí estaba. Sus labios se presionaron justo sobre mi cuello. Todo en mí vibró, expectante. Sentí el ligero rastro de sus labios, estaba jugando con mi cuello, torturándome al hacerlo más largo. Su mano estaba colocada firmemente en mi cintura, acercándome a él.
Cerré los ojos, concentrándome en las sensaciones que él provocaba en mi cuerpo. Repentinamente, sentí un pequeño mordisco juguetón, justo antes de que me soltara.
Abrí los ojos, consiguiendo su rostro sonriente.
—¿Qué...?
—No voy a morderte, Juliette —negó suavemente—. Estás cansada, has tenido un día de mierda y esto no te hará ningún bien. Te tomaré la palabra, luego.
¿Estaba cuidándome? ¿Acaso esta era su forma de preocuparse por mí?
No supe cómo reaccionar, así que solo me envolví en mis brazos, comenzando a caminar hacia mi casa o lo que quedaba de ella. Sentí mis mejillas arder, por lo que procuré darle la espalda, sin que lograra verme.
Mañana tendría que terminar de limpiar todo este desastre, pensé apenas abrí la puerta. Donovan y yo nos habíamos encargado arreglar y colocar en su lugar todo, pero aún quedaban algunas cosas por acomodar y muchas más por hacer. Además, mi padre seguía ahí.
Maldición, no quería encontrarme con él. Sentí el ardor de las lágrimas quemando en mis ojos al pensar en eso. El dolor de la traición era lacerante, tan fuerte que casi prometía con hacerme derrumbar.
Volteé hacia Donovan, quien seguía en el mismo lugar, cruzado de brazos en una actitud despreocupada. Él me sonrió levemente, apenas levantando una de las comisuras de sus labios. Me despedí con la mano, a lo que él solo asintió. Era un tipo extraño.
No era precisamente normal su comportamiento.
Pero me salvó... Salvó a Justin.
Y esa era una deuda de por vida.
Siempre estaría en deuda con él. ¿Quería mi sangre? Bueno, supongo que dársela no sería tan horrible. Después de todo, él parecía preocuparse por mí. Así que probablemente no muriera solo por eso.
¿Cierto?
—Juliette —habló mi padre desde la puerta de su habitación.
Se estaba tambaleando, apenas capaz de mantenerse en pie. Su rostro preocupado impactó contra mí, pero esta vez dejé que el enojo invadiera mi cuerpo. Todo el temor, todo el miedo y toda la preocupación que sentí, dejé que fluyera en su contra.
—Eres la peor basura que pudo pisar la tierra —escupí—. Cuando despierte mañana, espero que te hayas esfumado de mi casa.
—Juls —intentó acercarse, pero lo detuve con una mano.
—Se acabó, papá. Nos expusiste al peligro, lastimaron a los pequeños. Y todo por tu maldita culpa. Si estás aquí cuando despierte, me aseguraré de que te arrepientas cada segundo de tu jodida existencia. ¿Quedó claro?
—Solo escúchame...
—¿Qué? ¿Qué vas a decirme? Si lo que quieres es excusarte, no necesito esa mierda.
—Intentaba salvarle la vida a tu madre, Juliette —rogó por mi atención—. ¿De dónde crees que sale el dinero para pagar todas las facturas? No tenía otra opción.
—¿Y por eso decidiste ponernos en riesgo a todos nosotros? —pregunté, sintiendo mi corazón rompiéndose una vez—. Puedo perdonar que me pusieras en riesgo. Yo misma lo haría, si con eso fuera capaz de salvar a mamá. ¿Pero ibas a permitir que un hombre como aquel se llevara a Julia? ¿Qué pensaste que iba a hacer con ella? ¿Criarla como a su propia hija? ¡Él planeaba vendérsela a algún enfermo!
—No iba a dejar que se la llevara...
—¡Claro que ibas a hacerlo! —exclamé—. Ibas a permitir que me llevaran. Ibas a dejar que me vendieran como a una prostituta. Y antes de que yo llegara, ibas a permitir que hicieran lo mismo con Julia.
—Yo los amo, a todos ustedes —sus palabras se enredaron en su lengua.
—Vaya forma de demostrar amor, papá. ¿Sabes algo? El amor no duele. Esa es una mierda que dicen las personas para justificar sus relaciones tóxicas. Dices que nos amas, pero no has estado para nosotros desde que mamá enfermó. Dices que nos amas y pasas los días hundido en el alcohol, sin importarte que nosotros necesitáramos de ti.
—He estado aquí cada día.
—¿Lo has estado? —pregunté, sintiendo una lágrima bajar por mi mejilla—. Entiendo que mi mamá necesitara el dinero. Pero yo necesitaba de un padre.
—Juls, cálmate un poco. Podemos resolver esto.
—Ya fue suficiente. Los niños estarán bien sin ti. Porque lo han estado todo este tiempo. No necesitamos de ti.
Intentó aferrarse a mi brazo, pero lo esquivé con gran facilidad. Estaba enfadada. No, furiosa. Quizás no pudiera aceptar la idea de acabar con su vida, pero no le permitiría destruir aún más las nuestras.
No más.
—Lárgate.
Fue lo último que le dije, antes de abrir la puerta de mi habitación.
Ahí estaban mis charlatanes. Los tres estaban durmiendo en la cama grande, abrazados los unos al otro.
La herida en el brazo de Jake no era tan grave, bastó con limpiarla y ponerle un mejor vendaje, cortesía de Donovan. Julia estaba un poco maltratada, sin embargo, salió ilesa.
Y Justin...
Mi pobre hermano parecía tener mucho dolor. Sabía que Donovan había logrado hacerlo sentir mejor, sin embargo, según lo que me explicó, no podía curarlo por completo sin que su cuerpo se resintiera debido a la primera mordida, así que solo pudo ayudarlo superficialmente.
Estaríamos bien.
Por feo y oscuro que el panorama se encontrara, sabía que mañana saldría el sol. Y todo cambiaría de perspectiva.
Me acerqué hasta su cama, cuidando de no despertar a los niños.
Abrió sus ojos cuando estaba comprobando su temperatura. Al principio miró con pánico a su alrededor, como si no lograra despertar del todo. Lo ayudé a levantarse en silencio, esperando a que se calmara un poco.
—¿Juliette? —preguntó, alarmado.
Ni siquiera me había visto. De hecho, pronunció mi nombre por costumbre, no porque supiera que estaba a su lado.
—Aquí estoy —tomé su mano, sintiendo su temblor.
—Los niños...
Sabía que intentaba preguntarme, incluso cuando estaba tan desconcertado.
—Están bien, están a tu lado.
—Lo siento —comenzó a llorar por lo bajo, repitiendo esas palabras una y otra vez.
—No, yo lo lamento. No pude llegar a ustedes a tiempo. ¿Te asustaste mucho? Yo aún estoy aterrada —confesé hacia él—. Pero ya todo está bien. Todo está bien.
Lloré junto a él, en silencio. Mi hermanito era muy joven, pero ya cargaba con tanto peso sobre sus hombros. Nunca debí dejarlos solos, tenía que estar aquí para cuidarlos, para asegurarme de que nadie les hiciera daño.
Pero si no trabajaba... ¿Cómo podríamos pagar las cuentas? Estaba en una completa encrucijada.
—No pude protegerlos —tapó sus ojos con su brazo, intentando esconder sus lágrimas de mí.
—Claro que sí. Jake está bien, solo tiene un rasguño y Julia se encuentra en perfecto estado.
—Tenían miedo, yo tenía miedo —confesó—. Quería llevársela. Y tú dijiste que yo tenía que protegerlos si tú no estabas.
—Y lo hiciste, Justin. Están bien, fuiste muy valiente —dejé que las emociones se desbordaran de mí, llorando en silencio.
—Quiero ser más fuerte —admitió, pidiéndome un abrazo.
Lo envolví con mi cuerpo, cuidando de no lastimar las pocas heridas que le quedaban. ambos lloramos por un rato, mientras los pequeños dormían cerca.
Miramos el amanecer, ambos demasiado inquietos como para dormir. ¿Cómo hacerlo? Habíamos pasado una de las peores noches de nuestras vidas.
Al menos tenía el día libre. Podía ocuparme de cuidar de mis hermanos, asegurarme que mi padre se mantuviera lejos de nosotros. Pasaría por el bar a dar las explicaciones necesarias, aunque posiblemente me haya quedado sin empleo.
Se suponía que iríamos al hospital, a visitar a mamá.
Sería en otra ocasión. No podía llevarle al hospital a dos niños heridos, una niña maltratada y a una adolescente que aún no tenía idea de qué haría para curar sus heridas. Y no me refería a las físicas.
—Perdón —susurró, quedándose dormido.
Yo lo cuidaría.
No logré protegerlo, dejándole toda la responsabilidad de cuidar nuestro hogar. A veces olvidaba que solo era un adolescente, un pequeño que no debía preocuparse por estas cosas. Ya no más. Encontraría la manera de estar a su lado, cuidarlos a cada instante. Nadie volvería a hacerle daño a mis hermanos, no si yo estaba aquí para ellos.
—Juliette...
—¿Sí? —mis ojos se mantuvieron cerrados, pero estaba despierta y alerta.
—Justin insiste en querer preparar el desayuno.
—¿Qué?
Abrí los ojos de golpe, arrepintiéndome al instante. Maldita luz. El dolor de cabeza me recibió al instante, pero mis alertas sonaban en mi mente.
La mirada preocupada de Jake me recibió. Busqué por la habitación, solo para encontrar que éramos él y yo los únicos ocupantes.
Me levanté de un salto, corriendo hacia el pasillo. Mocoso insolente. ¿Qué le hacía pensar que podía levantarse sin decir nada? Casi me caigo, los vestigios del sueño aún presentes en mi cuerpo. No debí dormir tan profundamente, pero el cansancio se había apoderado de mí cuando el sol salió.
Me congelé en el umbral de la puerta, viendo a Donovan mezclar lo que parecían unos huevos.
—¿Qué mierda...? —dejé escapar.
—Buenos días, criaturita —sonrió, de buen humor—. Si buscas a tu hermano, lo mandé a sentarse en el sofá de la sala.
—¿Qué haces aquí? —fruncí el ceño.
—El desayuno —señaló con obviedad.
A su lado se encontraba una bolsa con lo que parecía ser pan, tocino y hasta mantequilla. Aparentemente había ido de compras, puesto que nada de eso podía encontrarlo en nuestra cocina.
—¿Viste, Juls? —apareció Julia, con las mejillas sonrojadas—. ¡Está haciendo huevos con tocino!
Parecía maravillada y encantada. Feliz. Como si todo lo ocurrido la noche anterior solo fuese una mala pesadilla.
Algo en ello no estaba bien. Entrecerré los ojos hacia Donovan, mirándolo con sospecha. Como si leyera mi mente, guiñó uno de los suyos en respuesta. ¿Les había hecho algo a los pequeños? Eso parecía, aunque por esta vez, no iba a quejarme. Era mejor si ellos creían que todo se trató de una pesadilla.
Le preguntaría cuando estuviéramos a solas.
—Iba a hacer panqueques —confesó con una mueca—. Pero no estaba seguro de sí te gustaría.
—¿Bromeas? ¡Juls ama los panqueques!
Miré con alarma hacia mi hermana, quien parecía sentirse muy a gusto con la presencia de un desconocido en la casa.
—Julia —llamé su atención, antes de que terminara contándole mi signo zodiacal y la talla de mis zapatos—. Ve a cuidar de Justin.
Asintió, sin quejarse. Al menos estaba en una edad obediente y tranquila. Debía disfrutarlo antes de que creciera un poco más y comenzara a rebelarse.
—No iba a involucrarme —susurró hacia mí, luego de que Julia saliera corriendo—. Tu hermano parecía estar en problemas y quise ayudar.
—Te pedí que te mantuvieras lejos de ellos.
–Lo sé, perdón.
No se veía precisamente arrepentido.
Suspiré, incapaz de reclamarle. Después de todo, estaba haciendo el desayuno para nosotros y cuidando de Justin. No era tan malagradecida tampoco.
—¿Te ayudo en algo? —ofrecí.
Si no puedes con ello...
—No, ve a descansar. Solo has dormido tres horas y eso no es bueno para tu salud.
¿Me estaba regañando?
Iba a protestar, pero las palabras murieron en mi boca. Donovan tarareaba mientras cocinaba. Parecía estar de buen humor. No entendía por qué lo hacía, pero estaba feliz de ayudar. No quise arruinarle el momento, así que lo dejé estar.
—Bien, iré a ver a Justin. Si necesitas algo...
—No lo haré —negó, sonriente.
Bien, definitivamente era una situación extraña. Caminé hacia la sala, un poco desconcertada. Fue en ese momento que me di cuenta de que usaba solo un pijama y ya Donovan me había visto en él.
Usar unos pantalones de conejitos y una camiseta blanca no debería ser tan vergonzoso, pero pronto sentí mi rostro arder.
—Juliette —encontré a Justin, pálido.
—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? —me acerqué rápidamente, comprobando su temperatura.
—Hay un desconocido en nuestra cocina —río, como un niño pequeño.
A su lado, noté un frasco con calmantes suaves. Revisé con cuidado, notando que eran inofensivos. Apenas calmarían un poco su dolor.
—Si, lo hay —reí junto a él ante lo absurdo de la situación.
—Menos mal que tuviste ayuda anoche —tomó mis manos con firmeza—. Él dijo que lo invitaste a pasar la noche en el sofá porque era tarde. Y antes dijiste que era un amigo, así que no protesté. Además de que me siento como en la mierda.
Bueno, yo no lo invité a ningún lado, pero al menos era una excusa aceptable.
—¡Hey! —le pegué juguetona. Fingiendo enfado—. Nada de malas palabras, jovencito.
—Mira quién habla —apareció Donovan con dos platos repletos de comida.
—Donovan... —intenté protestar.
—Silencio, Julieta. Deja que Romeo haga su parte —guiñó un ojo.
—¿Romeo? Creí que tu nombre era Donovan —preguntó, curioso. Aceptó el plato de que el vampiro le tendió, hambriento.
Donovan me miró, retándome en silencio a negarme a comer. No tuve más opciones que aceptar el plato, agradeciéndole por lo bajo. No era una persona maleducada, por más que pudiera parecerlo.
Gemí al primer bocado. No era un plato muy elaborado, sin embargo, los huevos revueltos estaban en su punto, el tocino le quedó jugoso y crocante, mientras el pan lo había tostado y untado con mantequilla.
—Esto está delicioso —admití, comiendo rápidamente—. ¿Los niños ya comieron?
El asintió, sonriente y tranquilo.
—Ten cuidado —me tendió un vaso de jugo de naranja—. Come despacio, criaturita.
—No le digas así —intervino Justin, frunciendo el ceño—. Suena burlón.
—¿No crees que tu hermana es una criaturita? —preguntó con cierta seriedad, esperando ansioso la respuesta.
Justin pareció pensarlo por un segundo. Incluso dejó su comida a un lado. Parecía un poco molesto, pero no lo suficiente. Como si el comentario le fastidiara.
—Mi hermana es una heroína —declaró luego de un momento—. Nos ha salvado a todos más veces de las que puedes imaginarte. ¿Criaturita? Lo dices como si fuera una ardilla. Mi hermana sería más como un león, un depredador que podría parecer tierno, pero que no teme en clavarte sus garras. No la subestimes de esa manera, Donovan. No creo que quieras enfrentarte a un león.
Silencio.
En la sala solo quedó el silencio.
Justin solo volvió a su comida, como si nada hubiera sucedido.
Parpadeé, sorprendida. No esperaba que Justin tuviera esa perspectiva de mí. Me sentía conmovida, por más que intenté ocultarlo. Donovan, en cambio, parecía bastante satisfecho con la respuesta de Justin.
—¿Iremos hoy al hospital? —volteó hacia mí, ignorando nuestro estado.
—No —negué suavemente—. No quiero que mamá se preocupe. Iremos otro día.
—No estoy de acuerdo —pocas veces mi hermano me llevaba la contraria, por lo que me sorprendí—. Mamá se sorprendería más si nadie aparece esta semana.
Bueno, el mocoso quizás tuviera un punto.
—Por cierto, Juliette —llamó Donovan mi atención—. Me aseguré de cumplir la última orden que diste anoche.
¿La última orden?
Ladeé la cabeza, confundida. La noche fue tan caótica, que apenas y podía organizar mis pensamientos.
Luego lo entendí, como si me hubieran golpeado.
Mi padre no estaba en casa y posiblemente nunca volvería.
Creo que nadie se imagina lo mucho que me gusta esta historia. Es completamente diferente a todas las que he hecho, porque es mucho más oscura, es mucho más intrigante. Aún no sé qué harán estos personajes y eso me fascina.
Donovan y Juliette me parecen la mejor pareja que he hecho. Sus momentos románticos me encantan, cuando se fastidian el uno al otro.
Yo estoy orgullosa de esta historia y espero que ustedes también. Gracias por estar conmigo en cada paso.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro