Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 53: Fuego.

Lo vi partir y no pude soportarlo. Mi mente comenzó a irse a lugares oscuros. El miedo me invadió apenas dejó de tocarme, como si él fuera capaz de alejar todas las cosas malas solo con su presencia. No podía tolerarlo, no quería que me abandonara. No quería volver a sentirme sola e indefensa.

Apenas dio un par de pasos, introduciéndose en el bosque, mi cuerpo se movió por su cuenta, pidiéndole a la magia que me diera tiempo de llegar hasta él una vez más.

Se sorprendió cuando sintió el agarre sobre su camisa. Sobre todo, porque se movía con tanta rapidez gracias a sus habilidades, que no había forma de que yo llegara tan rápido a él.

Pero la magia sí. Sobre todo, ahora que había aprendido a manejarla como una extensión de mi propio cuerpo.

—No te vayas —Hablé sin darme cuenta—. No me dejes sola de nuevo, Donovan.

—Esto es definitivamente nuevo —comentó, viendo su camisa como si intentara descifrar qué rayos había hecho.

Aproveché su confusión para acercarme hasta él de una vez y envolví todo mi cuerpo alrededor del suyo. Crucé mis brazos por detrás de su cuello y alcé mis piernas para enredarlas en su cintura. Incluso yo noté que no tuvo ningún problema para sostenerme, como si pesara menos que una pluma. Para él, probablemente así fuera.

Lo escuché respirar profundamente, como si estuviera intentando controlarse, como si estuviera jugando con el poco autocontrol que le quedaba.

Quizás lo estaba haciendo.

Donovan no tardó en responderme, envolviendo sus brazos en mi cintura, acercándome, como si se pudiera, aún más a su cuerpo. Una parte de mí sabía que teníamos dos espectadores cerca, pero no me interesó en lo más mínimo. Yo necesitaba este contacto. Necesitaba abrazarlo hasta que todos mis demonios perdieran su voz.

—Nosotros le avisaremos a los demás que ya encontramos a Juliette —Eleanna tomó del brazo al hombre lobo y se lo llevó lejos de nuestra vista, en pocos segundos.

Internamente, agradecí que fuera tan rápida y que supiera leer el ambiente. Respetando nuestra privacidad, se marchó sin mirar atrás.

—Si vas a irte a pelear —Hablé con dudas, alejando apenas mi cabeza de su pecho para poder observarlo—. Necesitarás tener fuerza.

—¿De qué estás...?

—Muérdeme, Donovan.

Se negó incluso antes de que terminara la frase, frunciendo el ceño. Entendía sus dudas, probablemente siguiera pensando que le pedía que borrara esos recuerdos de mi mente.

Pero yo no estaba insistiendo ante ello.

Ya no.

Dominik Black bebió cada gota de mi sangre por días y días. Su fuerza, siguiendo lo que todos los vampiros a mi alrededor decían, debía ser mucho más de lo que Donovan se imaginaba. Mi ansiedad no disminuiría sabiendo que estaba en una clara desventaja. Porque mientras Dominik solo descansaba bebiendo una copa de mi sangre, Donovan usaba cada pizca de su energía en encontrarme.

Yo era la pieza clave para equilibrar el juego.

Y también la pieza que podría destruirlo y reducirlo a cenizas, si así lo deseaba.

—Estoy herida —dije, en cambio. Porque Donovan jamás aceptaría morderme en estas condiciones—. Tienes que sanar mis heridas. Y solo tú puedes morderme.

—Con la magia puedes sanar —siguió en negación.

—Prefiero que lo hagas tú —insistí.

Me miró a la cara por lo que pareció una eternidad, pero terminó por asentir. Incluso si él quería negarlo, podía sentir su hambre. De seguro agotó todas sus energías en buscarme. Y ahora que me tenía frente a él, con el olor de mi sangre en el aire, no podía simplemente resistirse. No si era yo quien estaba insistiendo, poniéndome en bandeja de plata para que se diera todo un banquete.

Incluso si sabía que no era la mejor idea. Ni el mejor momento.

Sin embargo, seguía siendo algo que ambos necesitábamos.

—No quiero morderte. No cuando estás tan débil...

—Necesitas de mi sangre y yo necesito de ti.

—En el momento en que clave mis colmillos en ti, es probable que vea todo por lo que has pasado. He evitado indagar en tus recuerdos, pero no podré evitarlo mucho más.

Por mi mente comenzaron a pasar imágenes desagradables. Las imágenes que Donovan vería sí llegaba a morderme. ¿De verdad estaba dispuesta a mostrarle el infierno por el había pasado?

—Está bien —respondí luego de unos segundos.

Pero él y yo sabíamos que eso no estaba del todo bien. ¿Quién podría controlar la furia de Donovan si veía directamente de mis recuerdos todo lo que sucedió desde mi secuestro? No podía ni siquiera imaginarme su reacción.

—Sé gentil —supliqué sin darme cuenta.

—Siempre, mi amor.

Mi corazón se aceleró cuando noté como su rostro se inclinaba sobre mi cuello y no pude evitar tener malos recuerdos. El vampiro rasgando mi ropa, clavando sus asquerosos colmillos en mi cuello, el temor, la angustia de no saber si mi plan funcionaría y el asesinato al que fui obligada a cometer.

Me aseguré de no tener rastros de sangre envenenada en mí. No quería cometer un error y que Donovan pagara el precio.

Comencé a dudar y estuve a un segundo de darle un empujón para apartarme, pero por primera vez desde aquel día en que lo conocí, Donovan simplemente clavó sus colmillos en mi cuello sin darme tiempo a reaccionar, provocando que sangrara. Grité ante la sorpresa, ante las sensaciones que disparó con su mordida. No era doloroso, no en comparación con todas las heridas de mi cuerpo.

Fue rápido. Quizás para que no lo pensara demasiado. Incluso así, sus labios se sentían suaves alrededor de mi cuello. Se preocupaba por cada centímetro de mi cuerpo, sosteniéndome cuando me sentí desfallecer.

Lo sentí apretarme con fuerzas las piernas, mientras una oleada de placer me recorría entera. Había algo ciertamente adictivo en una mordida, pues todo lo malo que había pasado, comenzó a verse borroso, lejano.

Entre nosotros, solo existía el placer. Si Donovan decidía en este momento devorarme, yo no me quejaría.

Sin embargo, el placer fue tan efímero, que a los pocos segundos sentí como se escapaba entre mis manos. De forma repentina, noté como se tensaba, cada vez más. Su mordida se hizo dolorosa cuando apretó sus dientes y la agradable atmósfera que antes sentía comenzó a disiparse.

Donovan estaba perdiendo el control debido a mis recuerdos.

Su mente se encontraba dispersa, mientras la mía comenzaba a aclararse cada vez más.

Su mordida perdió agarre, pero su boca siguió ahí, inmóvil. La sangre se desbordaba hacia mi hombro, manchando todo a su paso. El olor me pareció nauseabundo y quise apartarme, pero supe que este era el momento en que Donovan más me necesitaba.

—Mi amor —susurré, aferrándome a sus hombros con fuerza—. Mi rey.

—No —gruñó, contra mi piel.

—Mi héroe. Mi salvador. Mi Romeo.

Comencé a repartir caricias por su cabello, sin ser capaz de moverme demasiado. Cualquier movimiento provocaba que sus colmillos se clavaran en mi piel dolorosamente, por lo que estaba limitada. Sus manos me hacían daño por la fuerza de su agarre, mientras él se mantenía inmóvil, perdido en su mente. No dejé de tocarlo hasta lentamente se alejó de mi cuello, dejando besos desesperados por todo el lugar.

—Bésame —suplicó.

Y yo accedí, porque no había forma de que yo me negara a un beso de Donovan Black.

Mis labios impactaron contra los suyos, sintiendo a lo lejos el sabor de mi propia sangre. Contrario a darme asco, me pareció algo curioso. No podía sentir lo que él sentía frente a mi sangre, pero podía fingir por un segundo que lo entendía.

Sus manos se aferraron con una fuerza dolorosa a mi cuerpo, sin embargo, no me quejé. Al contrario, le devolví el agarre. Mis uñas se clavaron superficialmente en su piel, mientras en el bosque solo se escuchaban mis pequeños gemidos y la respiración agitada de Donovan, quien me abrazaba como si quisiera fundirme en su cuerpo.

Yo sentía la misma necesitad, la misma sensación de que no podría volver a respirar si él se alejaba apenas un centímetro.

El frío de la noche no tuvo lugar entre el calor que existía entre mi corazón y el suyo. Tantos días separados, tantas noches de sufrimiento.

Con su beso, yo misma pude sentir su ansiedad y preocupación. Donovan había estado a punto de perder la cabeza por no encontrarme, pero ahora que lo había hecho...

Estaba a punto de perder la cabeza por no saber cómo lidiar con los sentimientos que le causó ver mis recuerdos.

—Quiero matarlos a todos —murmuró contra mis labios—. Quiero que paguen por cada lágrima, por cada gota de sangre. Quiero darles una tortura y que sufran cien veces más lo que tu sufriste. Quiero destruirlos, Juliette.

—No me sueltes —supliqué con voz tensa—. No te atrevas a soltarme.

Era un dolor compartido, pero eso no lo hacía menos doloroso. Intenté sobreponerme, pero mis sentimientos estaban a flor de pie. No noté mis lágrimas hasta que él las limpió con sus dedos. Debía verme horrible, pero él me veía como si lo fuera todo para él.

—Tengo que irme antes de que sea demasiado tarde—murmuró de mala gana, pero no me soltó.

—Lo siento —susurré, sintiendo las lágrimas arremolinarse en mis ojos.

—¿Qué? —frunció el ceño ante mis inesperadas palabras.

—Perdóname, Donovan —mis lágrimas volvieron a aparecer, sólo que por una razón diferente—. Puedo percibir la magia.

—Si, eso ya lo sé —se notó confundido.

—No, no lo sabes. Yo siempre fui el cebo. Lo sé y creo que tú lo sabes también. Pensé que, en tus condiciones, podrías correr peligro —expliqué apresuradamente—. Dominik Black ya se marchó. Te entretuve el tiempo necesario para que se fuera. Solo quedan los vampiros que cuidan su retaguardia.

El silencio nos inundó. De manera repentina, sus manos me abandonaron, colocándome en el suelo. Tomó distancia y eso dolió más que cualquier puñetazo. Se pasó una mano por el cabello, despeinándose. Se veía confundido y frustrado, como una bestia apenas contenida.

—¿Por qué? —preguntó en un susurro contenido—. ¿Por qué lo hiciste?

—Creí que si me mordías sería suficiente, pero no fue así. Donovan, no quieres admitirlo, pero estás agotado. Y yo también. Solo quiero regresar a casa, contigo. Te prometo que te ayudaré a vengarte. Hasta que no quede nadie de pie, pero en mi estado actual, yo tampoco soy de mucha ayuda. Perdóname.

Su silencio heló mi sangre. Donovan se mantenía con el ceño fruncido, apenas siendo iluminado por la tenue luz de la luna.

Tuve miedo de que porque primera vez, realmente se hubiera enfadado conmigo.

Porque yo había hecho muchas cosas que lo sacaron de quicio, pero él nunca reaccionó como yo esperaba. Cuando me abalancé sobre Brett, solo se veía molestamente orgulloso. Y cuando ataqué a su madre en contra de su voluntad, tampoco reaccionó de mala manera.

Quizás lo de esta noche fue la gota que colmó el vaso.

Y como siempre, yendo en contra de mis pensamientos, Donovan solo puso una mano sobre mi cabeza, despeinándome aun más de lo que ya estaba, comenzando a caminar dentro del bosque.

—¿Donovan? —llamé con voz angustiada.

—¿Sí? —respondió con normalidad.

—¿A dónde vas? —el pánico se debió notar en mi voz, pues me vio por encima de su hombro antes de responder.

—Voy a buscar a Brett para que podamos ir a casa.

A casa. No supe cuándo comencé a considerar aquel castillo como mi casa, pero fue lo primero que vino a mi mente. Vi como su espalda se alejaba, adentrándose en la oscuridad del bosque. Sabía que debía moverme, seguirlo.

Pero mi cuerpo no reaccionó.

No supe cuánto tiempo había pasado. Me quedé allí, recostada de un árbol, mientras intentaba descifrar si había hecho lo correcto. Dejar escapar a Dominik era una mala idea. Pero incluso si yo lo herí, el instinto me gritaba que no era sabio enfrentarse a él esta noche.

Porque Nótt y Dagr solo se habían enfocado en proteger, no en atacar. Y quizás fuera una tontería basar mis decisiones en eso, pero algo en mí gritaba que solo debíamos enfocarnos en salir de aquí antes de que las cosas se pusieran feas.

Puse mi espalda contra un árbol, respirando profundamente. Hacía solo unos minutos, había estado aterrada. Ahora, incluso si me encontraba sola, estaba tranquila. Porque sabía que Donovan estaría aquí al instante. Y porque noté aquellas pisadas que apenas conocí hoy.

—Oh, aquí estás —escuché una voz suave, amable—. Debes estar congelándote. Donovan debió traerte ropa.

Eleanna, aquella híbrida que tantas veces me hizo arder de celos, me veía con tranquilidad mientras me tendía un par de pantalones negros y una camiseta del mismo color. Me pregunté por un momento de dónde demonios lo sacó, pues en su pequeña mochila no parecía poder llevar demasiadas cosas.

—¿De dónde...?

—Oh, cariño —sonrió con travesura—. Un lobo siempre debe andar con ropa extra. Estamos demasiado acostumbrados a la desnudez, pero igual tomamos medidas al respecto.

Su actitud jovial fue como un bálsamo para mí. Actuaba como si fuera lo más normal del mundo, incluso mientras me veía cambiarme.

Estar vestida me hizo sentir mucho mejor. Ahora al menos no andaba corriendo por todos lados en ropa interior y sin zapatos, pues también me tendió unas zapatillas. Me quedaban un poco grandes, pero era mejor que nada.

—Estás muy herida —repentinamente se puso seria—. Ni siquiera una mordida pudo sanarlo... ¿Quieres una ayuda extra?

No me sorprendió que supiera que Donovan me había mordido. Sobre todo, porque la sangre seca sobre mi cuello y hombro eran bastante notorias.

Su expresión sobre mí era, cuando mucho, curiosa. Parecía estar conteniéndose de preguntarme mil y un cosas. Agradecí que no me mirara con lástima, aunque sí tenía una sonrisa suave, que no le llegaba a los ojos.

—¿Ayuda? ¿Por qué habrías de ayudarme?

Mi pregunta, aunque un poco grosera, fue cien por ciento honesta. ¿Por qué alguien tan importante y poderoso, como todos parecían coincidir en que ella era, querría ayudarme? No quería dudar, pero su amabilidad me parecía un poco sospechosa.

—Estoy en una gran deuda con Donovan —No se lo tomó a mal, hablando con calma—. Desde que me ayudó en mis peores momentos, decidí que lo ayudaría siempre que me necesitara. Pero es un vampiro muy orgulloso, jamás pide ayuda y siempre cree que puede resolver todo por su cuenta. Por eso me sorprendió cuando recibí su llamada. Nathan, mi pareja, estaba en contra de que viniera. Ya sabes, los bebés y todo aquello. Estar embarazada de mellizos es agotador, incluso cuando solo tengo un par de meses. Pero yo fui muy firme. Si Donovan, quien es tan orgulloso me pedía ayuda, entonces en verdad necesitaba que le diera una mano. Así que aquí estoy. En fin, solo quería decirte que eres lo más importante para él. Y al ser lo más importante para él, también lo eres para mí. Porque Donovan es mi amigo.

Su voz se tornó cariñosa, pero por primera vez, no sentí celos. Hablaba con un cariño muy fraternal. Y aunque no estaba segura de qué sentir, noté que no había ningún tipo de malicia en sus palabras.

Ella solo era una amiga de Donovan. Una que por alguna razón compartía el apodo conmigo, pero eso no era motivo para odiarla.

Además, era tan hermosa. Su cabello rubio platinado caía por su espalda en pequeñas ondas, contrastando con lo oscuro de su ropa. En su cuello colgaba una luna que parecía tener luz propia, mientras sus ojos castaños se veían tan amables y cálidos que casi me hacían evitarlos. No se notaba tanto su pancita de embarazo, pero sí podía ver un pequeño bultito en su abdomen, apenas perceptible.

—Oh, sí. Debes estar hambrienta —comentó de la nada—. Siempre traigo comida encima. Los mellizos agotan mis energías. Aquí tienes.

No pude evitar notar que fue ella quién más atendió mis necesidades físicas. Me dio ropa, zapatos, agua y comida. Donovan no parecía haber pensado nada de ello. Pero Eleanna sería una mamá, una muy buena, considerando que cargaba todo lo que necesitaba y me lo tendía sin que se lo pidiera.

Me tendió un par de barritas nutritivas. Y solo hasta que las tuve en mis manos, noté que estaba muriéndome del hambre. Después de mucho tiempo en la cabaña, noté que mientras más usaba la magia, más hambre tenía. Eso explicaba por qué en el castillo siempre estaba hambrienta, mis habilidades intentando desarrollarse también consumían gran parte de mis energías.

Las abrí con dedos temblorosos y antes de darme cuenta ya le estaba clavando los dientes. Eleanna sonrió un poco al verme comer, tan enfrascada en la pequeña barrita que me olvidé de mi alrededor por un segundo. Y justo en ese momento escuché una rama crujir y me puse tensa, al igual que la chica a mi lado.

Cuando un vampiro asomó su cabeza por entre las ramas, Eleanna levantó una mano y una potente fuerza salió disparada hasta el vampiro, asesinándolo al instante. Miré sorprendida el cuerpo calcinado, sintiendo como perdía el apetito ante el olor y la vista.

Ella ni siquiera se inmutó, sacudiéndose el polvo de los pantalones con una actitud despreocupada.

—Espera. ¿Eso fue...? —me detuve cuando se llevó una mano a los labios, sonriendo con algo parecido a la tristeza.

Decidí no seguir preguntando.

Todos teníamos nuestros secretos, al fin y al cabo.

Ella me pareció familiar, quizás fuera porque estaba acostumbrada a tratar con Elliot.

Pero entonces algo hizo clic en mi cabeza. Yo había conocido a unos mellizos que viajaban en el tiempo. Miré hacia el vientre de Eleanna como si pudiera realmente ver a través de el. La realización me golpeó y estuve a punto de decir algo. Eleanna lo notó, tan perceptiva.

—Déjame adivinar... ¿Conociste a Liam y Lily?

—Yo no —tartamudeé, sin saber que decir.

—Está bien —ella rio—. No me sorprende. Si fue su versión adolescente, de seguro te marearon con información que no deberías saber. No creo que deba decírtelo, pero es un pequeño secreto a voces. ¿Cuento contigo?

—Por supuesto —respondí—. Ni siquiera se lo he dicho a Donovan.

—Él seguramente ya lo sabe de todas formas —hizo un mohín—. No hay nada que se le escape.

—Créeme, lo aprendí por la mala.

—Vamos, es hora de unirnos con Donovan. Puede ser el rey de los vampiros, pero para mí, es el rey de los tontos si piensa que puede dejarme atrás.

Quise preguntarle a que se refería, pero una pequeña expansión de la magia a mi alrededor me lo confirmó por su cuenta. Donovan estaba acabando con todos los vampiros que se topaba en su camino. Se movía tan rápido por el bosque, que ni siquiera la magia podía seguirle el paso.

El que nos acabábamos de topar, solo era uno que intentaba huir de él.

Al parecer, estaba sacando su frustración destruyendo a todos los vampiros que se encontraba a su paso. Eran demasiados, pero no tenían oportunidad alguna contra el gran monarca.

Guie a Eleanna a través del bosque. Ahora que no estaba corriendo sin un destino fijo, pude notar que la magia señalaba con claridad el camino. Si Donovan no se hubiera enfadado, podría haberle ayudado señalándole la ubicación de los vampiros. Sin embargo, lo mejor era mantenerme callada. Nadie me obligaba a tomar decisiones por mi cuenta y luego esperar que él reaccionara bien.

Mis piernas dolían. Incluso después de que Eleanna hiciera esa cosa rara conmigo. Podía notar que las heridas más recientes se cerraban, pero las cicatrices...

Ahí estaban. Una marca de todo lo que había vivido. Un recordatorio eterno de todo el infierno por el que había pasado.

Repentinamente, mis alertas comenzaron a sonar. Podía percibir a Dagr, para mí tranquilidad, se encontraba en la misma habitación que Brett. De él no pude saber nada, pues la magia lo evitaba como si fuera la peste. Sin embargo, no veía señales de Nótt. El miedo me invadió y pronto comencé a buscarla por todo el bosque, sintiendo cada segundo como una tortura.

—¡Nótt! —llamé una y otra vez, sin importarme si estaba dando mi ubicación.

Eleanna me miró con extrañeza, más no se interpuso en mi camino. Comencé a caminar con paso apresurado, con un mal presentimiento. ¿Dónde demonios estaba Nótt? La última vez que la vi, se encontraba a mi lado, protegiéndome de los ataques de los vampiros.

Algo había ocurrido, pues cuando estaba con Donovan, había verificado que se encontraba cerca. ¿Dónde estaba?

—¡Nótt! —seguí—. ¡Ven aquí, pequeña cachorra!

No había respuesta alguna.

Mientras caminaba, nos alejábamos cada vez más de la cabaña. Mis pasos eran torpes y descuidados, mientras que los de Eleanna eran delicados y suaves, como si toda su vida hubiera estado en los bosques.

Probablemente así fuera.

Mis instintos fueron más veloces que mis pensamientos. En un segundo estaba de pie y al otro estaba aplastando a Eleanna contra el suelo mientras una explosión de magia hacía arder el árbol a nuestras espaldas.

Sentí el fuego cerca de mi cara, el calor que lo envolvía parecía extenderse a grandes velocidades.

—¿Estás bien? —grité, asustada.

—Vaya, esos reflejos no parecen humanos —fue lo único que dijo entre risas.

Escuché un par de pisadas cerca. Quien sea que fuera nuestro atacante, parecía saber exactamente dónde nos encontrábamos. Levantando la vista, me encontré con el rostro deformado de Barret, quien estaba de pie sosteniendo una bola de pelos negra.

Se me escapó un jadeo cuando lo noté.

Esa pequeña bola de pelos era mi pequeña bola de pelos.

Y se encontraba totalmente inerte en sus brazos.

—Mira lo que me hiciste hacer, Juliette —habló con enojo, dejándola a mis pies.

Miré con lágrimas en los ojos el cuerpo de aquella cachorra que desde que la conocí estuvo a mi lado, protegiéndome. La toqué con dedos temblorosos, solo para descubrir que no tenía pulso.

—Nótt —lloré amargamente—. Vamos, Nótt. Despierta.

No había respuesta alguna. Una parte de mí notó que Barret lanzó otra bola de fuego hacia nosotras. Y también notó que Eleanna estaba protegiéndome. Sin embargo, yo solo veía el cuerpo sin vida de la guardiana de la noche, sintiendo como la ira y el odio crecían en mi interior.

—Yo iba a dejarte vivir —murmuré con la vista hacia abajo—. Le diría a Donovan que sea indulgente contigo, pues al final, también eras una víctima en este juego de poder.

Barret se detuvo, impactado por la fuerza de mis palabras. Clavé mi vista en él, sin intentar disimular el gran odio que le tenía.

—Ahora —sonreí macabramente—. Ahora me encargaré de que pagues por lo que hiciste. No debiste tocarla.

Un simple toque con la magia y se vio en el suelo, mientras el fuego crepitaba atrás de mí. Mi enojo crecía con la misma intensidad que el incendio que él mismo inició.

—Voy a disfrutar esto —murmuré, enviando con mi magia el fuego por todo el bosque, sin importarme las consecuencias.


¡Hola, mis criaturitas!

¿Qué les pareció? Ya solo queda la otra parte de este capítulo, uno más y el epílogo, que por cierto, está que arde. 

¡Yo estoy super feliz de por fin estar terminando esta historia! Gracias por irme acompañando en este viaje. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro