Capítulo 51: Castígame a mí, protégela a ella.
—Corre y no veas atrás —susurré, pero no estuve segura de sí era para Brett o para mí—. Corre y no veas atrás.
Los vampiros eran seres rápidos y yo además tenía que ir al paso de Brett, quien se apoyaba de las paredes para poder caminar. Las posibilidades de escapar eran pocas, pero sabía que debía hacer algo. No podía quedarme como una tonta corriendo en círculos.
¿En círculos? ¿Por qué estaba corriendo en círculos? Me detuve un segundo, viendo a mi alrededor con extrañeza.
Ya había pasado tres veces por este mismo pasillo. Lo sabía, pues había visto el mismo cuadro de una rosa marchita en un jardín de espinas al menos tres veces mientras seguía corriendo.
Magia de desorientación.
No lo había notado antes, porque estaba demasiado concentrada en escapar.
Aunque me apoyara de la magia, eso no significaba que sería inmune a sus usos.
Si corrías en este sitio sin tener una dirección fija, terminarías en un bucle infinito, sin tener donde esconderte. Brett dijo que así fue como los vampiros lo encontraron en medio del bosque.
Tenía que hacer algo más.
No podía darme por vencida ahora. No cuando por fin tenía una oportunidad para escapar.
—Brett, tienes que escucharme —susurré con apuro—. No podremos escapar de estar forma.
—Ve sin mí.
Apenas podía hablar. La sangre seguía corriendo desde su abdomen y tenía un brazo completamente caído en una posición antinatural. No podía abrir bien un ojo y todo en él era un desastre.
De hecho, era toda una sorpresa que siguiera de pie.
Él, para mí sorpresa, quería vivir. Tenía un instinto de supervivencia tan fuerte, que luchaba por escapar incluso cuando no podía moverse.
—No puedo dejarte —lloré.
Sentí frío. Mirando hacia abajo, noté que estaba en ropa interior, con la camisa que Brett usaba antes toda hecha jirones, apenas cubriéndome un poco. Mis piernas estaban golpeadas, sucias y temblorosas, mis pies descalzos.
Incluso si escapara, no tenía mucha esperanza en mí.
No podría ir muy lejos en el estado en el que me encontraba.
—Lo sé, pero no puedes huir conmigo. Ve por ayuda, Juliette. Yo esperaré aquí, justo aquí.
—No.
—Es a ti a quién buscan —susurró con dolor—. No tienen interés en mí. Tú debes escapar.
—Brett...
—No quiero que ninguno de esos malditos vampiros te ponga una mano encima —declaró, poniéndome la mano sobre la mejilla—. No quiero que vuelvas a estar en su poder. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que fue por mí que no pudiste huir. Juliette... Solo vete. Estaré bien.
—No. No me iré de aquí sin ti.
—Lo vi —susurró, y supe exactamente que quería decir—. Estuve consciente al menos la mitad y no quiero imaginar lo que pasó en la otra mitad. No puedo permitir que vuelvas a ese lugar. No puedo.
—Si te encuentran van a matarte —declaré con lágrimas en los ojos y ni una pizca de duda.
—Lo sé.
Sin que tuviera oportunidad de decir algo más, Brett me empujó en una habitación desconocida. Volteé a mirarlo, pero ya no se encontraba a la vista. Y gracias a la magia, no podría volver a él ni siquiera con ella siendo mi guía.
Tuve que tragarme la desesperación y seguir caminando. Mi prioridad era encontrar la salida antes de que los vampiros me encontraran a mí.
El peso sobre mis hombros amenazó con derribarme, pero tomando un impulso, comencé a correr. El frío suelo lastimaba mis pies, pero no dejé que nada me detuviera. Ni siquiera el sonido de los pasos del vampiro que venía en mi dirección. La katana que había arrebatado del hombro de Dominik era pesada, lo que me dificultaba un poco moverme.
Sin embargo, no dudé en tomarla con fuerza y con un movimiento rápido, hacer un corte en el pecho del vampiro que venía tras de mí. A mis espaldas, lo que parecía ser la puerta hacia la salida.
—No vas a sobrevivir por mucho tiempo —dijo con dolor aquel vampiro, moribundo—. Deberías haberte quedado quieta y callada. Así al menos estarías con vida.
Quieta y callada. ¿Cuántas veces había escuchado esas palabras? Sí, quizás las cosas fueran diferentes sí tan solo yo me hubiera quedado quieta y callada.
—No eres quién para decirlo —sonreí un poco ante su sorpresa—. Prefiero estar muerta que ser un títere más de Dominik Black.
Pero eso simplemente no estaba en mi naturaleza.
No perdí más tiempo hablando con lo que pronto solo sería un cadáver. Sin preocuparme por dar mi posición, abrí la puerta de un golpe y me lancé sin mirar hacia atrás.
El exterior me recibió. La oscuridad de un bosque me dio la bienvenida y aunque por un momento tuve miedo, más aterrador era de lo que huía.
Apenas y podía ver algo, mientras trataba con todas mis fuerzas de no caerme. Fue como ser engullida por la oscuridad. Y por más que lo odiara... Yo sabía perfectamente quién era la presa y quién el depredador.
Corriendo por el bosque, siendo guiada por la magia, semi desnuda y descalza, sabía que no tenía oportunidad.
Cuando los vampiros vinieran por mí, me alcanzarían antes de que pudiera pestañear.
Tropecé con una rama, golpeándome en la cabeza. El dolor me impactó, mientras la sangre comenzó a correr hacia mi ojo. Era una herida bastante grande, haciéndome marear. A la distancia se escucharon las pisadas y los gritos de docenas de vampiros quienes comenzaron a darme caza.
No había forma de que escapara.
Y Nótt también debió saberlo, pues en segundos estuvo corriendo a mi lado. Observé con total sorpresa como aumentaba su tamaño. La pequeña cachorra que solía saltar a mis brazos cada vez que me veía se convirtió en una bestia gigante de pelaje tan negro como la mismísima noche. Sus ojos brillaban como las estrellas, mirándome fijamente.
Era hermosa. Corría a gran velocidad, luciendo tan majestuosa que estuve a punto de perderme solo mirándola.
Rápida, hermosa e incomparable, Nótt cruzaba los bosques sin siquiera ver. Su mirada fija en mí, como si quisiera comunicarse conmigo.
—¿Quieres que suba en ti? —pregunté, por asegurarme.
Quizás notó mis dudas, pues con un movimiento de su cola me envió a su lomo. Me aferré con cuidado a su cuello, mientras que Nótt comenzó a cruzar los bosques. Se movía con rapidez, sorteando los árboles como si fuera totalmente natural para ella.
Probablemente lo fuera.
Después de todo, era la guardiana de la noche.
Para mi sorpresa, Nótt parecía notar también la magia, pues siguió con confianza su dirección. No sabía hacia donde apuntaba, pero poco a poco comenzó a agarrar velocidad, por lo que me aferré con mayor fuerza a su cuello.
Temía que fuera a caerme y con la rapidez con la que se movía, podría partirme el cuello si caía al suelo.
Grité cuando perdí la fuerza por un segundo, pero logré mantenerme sobre ella.
Las ramas me lastimaban cuando pasaba muy cerca de ellas. Enterré mi rostro en el pelaje de Nótt, intentando no sacarme un ojo con alguna rama.
Mi corazón latía desenfrenado en mi pecho. La sangre era una mala señal, puesto que les estaba dando a los vampiros un rastro para perseguirme. Con un grito, casi me dejo caer, pero Nótt fue lo suficientemente rápida como para ayudarme a recobrar el equilibrio sobre su lomo.
—Nótt, voy a caerme, no puedo con esta velocidad.
Pero supe de inmediato porque estaba tan apresurada, pues los vampiros que cuidaban los alrededores comenzaron a rodearnos. Eran al menos diez, sin embargo, no confiaba mucho en mis matemáticas en este momento.
Podían ser más. Sin embargo, estaba segura de que no serían menos que eso. Comenzaron a correr tras nosotras, algunos estando tan cerca que temí que nos alcanzarían en cualquier segundo.
Si venían por mí, entonces quizás Brett tuviera alguna oportunidad. Si todos se alejaban de esa maldita cabaña, entonces al menos existía la posibilidad de salvarlo. Con eso en mente, me aferré con mayor fuerza a Nótt, lamentando si le hacía daño.
—¡Alto! —gritó un vampiro, apareciendo de la nada, imponiéndose en mi camino.
La guardiana de la noche se detuvo en seco, provocando que me impulsara hacia adelante. Solté un gemido doloroso cuando mi agarre se soltó, y luego otro cuando sentí que impactaba contra uno de los árboles.
El dolor me sacó el aire. ¿Cuántas veces me había lastimado en los últimos minutos? Mi cuerpo comenzaba a fallar, demasiado agotado como para dar un paso más. El vampiro estaba allí, con la vía libre para tomarme y yo no me moví.
Nótt de inmediato se interpuso entre el vampiro y yo, soltando un gruñido que me puso los pelos de punta. Se veía feroz, mostrando unos colmillos gigantes. Me pregunté dónde estaba Dagr y por un segundo deseé que estuviera protegiendo a Brett.
Miré a la luna llena.
Si de verdad existía una diosa luna... Este era el momento para ayudarme. Si de verdad existía una diosa que cuidaba del submundo, deseé por primera vez que me considerara parte de él.
Porque yo ya no podía más.
La guardiana se lanzó contra el vampiro, sus colmillos siendo amenazantes. No quise ver, pues el sonido de los huesos rompiéndose me dio arcadas. Pude escuchar gritos y alguna que otra súplica.
Pero yo también había suplicado. Varias veces supliqué que se detuvieran, que me dejaran ir. Y nadie hizo nada por ayudarme.
Entonces yo no haría nada por ayudarlos a ellos.
—¡La encontré! —escuché el grito a lo lejos.
Miré por un segundo hacia el Nótt, para verificar que podría contra otros vampiros, pero ella se veía enfocada en un tercer vampiro que se acercaba. La estaban comenzando a rodear y temí que ella no sería capaz de enfrentarse a todos a la vez.
No podía quedarme aquí. Solo estaría estorbándole.
Levantándome a duras penas, sacando fuerzas de quien sabe dónde, decidí seguir corriendo por el bosque. Cada uno de mis pasos era una pesadilla, cada pequeña parte de mí dolía, pero no me detuve. Con un pequeño vistazo hacia mi cuerpo comprobé que estaba completamente rasguñada por las ramas del bosque, que la camisa apenas y se podía considerar un trozo de tela y que mis pies apenas lograrían avanzar un par de pasos, pues estaban rotos y llenos de lodo.
Algunas lágrimas traicioneras comenzaron a rodas por mi rostro mientras luchaba contra el peso de mi cuerpo. No podía derrumbarme, necesitaba seguir, hasta llegar... ¿A dónde debía llegar?
La magia dejó de guiarme repentinamente, confundiéndome. No podía ver ninguna señal, ningún rastro que me indicara el camino. Volteé hacia todos lados, sin embargo, era como si la oscuridad del bosque me hubiera tragado. Ni siquiera era capaz de ver la luz de la luna.
—¿Qué demonios? —pregunté al aire, sin respuesta alguna.
No. La magia no me había abandonado. Era yo quién estaba tan cansada que no era capaz de percibirla. Había llegado a mi límite demasiado tiempo atrás.
Pero sin la magia para ayudarme, me sentí más perdida que nunca. En algún punto, los gruñidos de Nótt empezaron a desvanecerse, mientras me alejaba tanto como mi cuerpo me permitía.
Vagué por unos minutos, pero el cansancio y el agotamiento comenzaban a cobrar factura. Mi respiración se aceleró y mi corazón comenzó a palpitar con fuerzas. Comencé a temblar por el miedo y el pánico que poco a poco comenzaron a apoderarse de mí.
—Donovan —lloré, justo cuando sentí que el miedo ganaba la partida—. Donovan.
No sabía porque estaba balbuceando su nombre. Quizás fue porque por primera vez en mi vida, sentí que realmente lo necesitaba. Y no solo por mi supervivencia, sino porque las emociones negativas me estaban desbordando y sentía que solo él podría apaciguarlas.
Escuché un crujido a la distancia y tomando mi última fuerza, me impulsé hacia el lado contrario, tropezando con las ramas. Caí al suelo y supe que no sería capaz de levantarme nuevamente. Podía escuchar la voz de un vampiro cerca, diciendo que no me haría daño si me quedaba quieta.
Una lágrima cayó y la otra le siguió. Estaba cubierta de sangre, lodo y cualquier otra inmundicia. Sentada a mitad del bosque, la última pizca de cordura que me quedaba escapó como si nunca hubiera estado allí en primer lugar.
—Donovan...
Dije su nombre una última vez, a sabiendas que mi perseguidor me había dado alcance.
Corría por el bosque, sorteando entre los árboles, intentando guiarme solo con mi instinto. La última vez que vieron a los guardianes del día y la noche, fue cercano a este gran bosque en Noruega. Nos tomó un día entero perseguirlos por el mundo, sobre todo porque ellos eran capaces de usar la magia a su favor cada vez que quisieran. Pero ahora estábamos aquí, en el mismo lugar, lo que al menos debía ser una buena noticia. El único problema es que era enorme y que además tenía protecciones mágicas.
Lo que Aria logró investigar y que se encargó de hacer llegar a mí la información, es que los campamentos donde la sombra de la rosa se escondía tenía una magia muy peculiar. Según su investigación, al menos algún brujo poderoso los había ayudado un par de veces. Además de que tenían un juramente con los guardianes, quienes se comprometieron a cuidarlos. Por esa razón, los lugares cercanos a sus campamentos se mantenían ocultos gracias a la magia.
Cualquier vampiro que se acercara a ese lugar, terminaría desorientándose, corriendo en círculos.
No, no solo los vampiros. Cualquier humano, cualquier brujo, cualquier lobo. Solo aquellos capaces de percibir la magia sabrían el camino.
Y yo no tenía ni la menor idea sobre la magia, pero igual tenía que intentarlo. No me importaba si me tomaba una eternidad, al menos tenía que intentar llegar hasta ella.
La Luna llena brilló sobre mi cabeza y aunque respetaba a la diosa luna, nunca llegué a tener una conversación con ella. Ni siquiera como un ente omnipresente. Por alguna razón, tuve el impulso de hacerlo por primera vez en toda mi vida.
—Madre —saludé con formalidad, deteniéndome por un segundo, de todas formas, ya llevaba horas vagando en este inmenso bosque—. ¿Me odias?
Por supuesto, no hubo respuesta alguna.
No es como si estuviera esperando alguna, pero me sentí un poco ridículo al hablarle a alguien que aparentemente no tenía ninguna intención de escucharme y ayudarme.
—Dime, por favor. Si me odias, lo entenderé. Aceptaré todo lo malo que tengas para mí, madre luna.
El silencio del bosque era perturbador, pues ningún animal se escuchaba a la distancia. O quizás era por la magia protectora que usaban los cazadores de la sombra de la rosa, para terminar por desorientar a los depredadores de la noche.
—No fui bueno —admití—. Por muchos años, no fui un buen monarca. Solo eliminé la esclavitud hacia los humanos porque sabía que haría enfadar a mi abuelo. ¿Y lo que le hice a Eleanna? Estoy consciente de que estuvo mal, terrible. No soy un buen vampiro, pero he aprendido de mis errores. Te juro que he intentado hacer lo mejor para todos.
¿Y a dónde me había llevado? Quise preguntar. Sin embargo, me quedé en silencio. Quizás esto me lo merecía. Quizás esto era el karma, golpeándome con fuerza en la cara.
—Pero por favor —imploré, sintiendo algunas lágrimas quemar en mis ojos. No iba a derramarlas, pero estaban ahí, luchando por salir—. Por favor déjala a ella. Es solo una humana madre luna. Castígame a mí, pero protégela a ella.
Me derrumbé junto a un árbol, sintiéndome desbordado por las emociones. Me dolía el corazón, el alma. No sabía de dónde venía todo este dolor, pero no logré identificarlo como mío. Frunciendo el ceño, hice todo lo que pude para rastrear la fuente.
Justo cuando estuve a punto de dar media vuelta y seguir vagando por los bosques, escuché a lo lejos un pequeño susurro, casi imperceptible. Sacudí la cabeza en negación, pues mi primer pensamiento era que estaba teniendo alucinaciones.
Sin embargo, la voz volvió a escucharse en la quietud del bosque y esta vez no pude ignorarla.
—Donovan —escuché una vez más.
Abrí los ojos ante la sorpresa de escuchar la voz de Juliette. Mi cuerpo se movió solo, en búsqueda de ella. No me importaba nada a mi alrededor, ni el bosque, ni la luna, ni siquiera la posibilidad de encontrarme cara a cara con Dominik Black.
Nada me importaba, porque ella me estaba llamando.
Me movía a grandes velocidades, cruzando todo el maldito bosque. Mis sentidos agudos intentaban guiarse, rezando internamente por no perderme por culpa de la magia.
Cuando llegué a mi destino, una avalancha de emociones me cruzó. El dolor que sentía incrementó con una fuerza abrazadora. Mi corazón se saltó un latido apenas la vi, tan pequeña, tan indefensa.
Un vampiro estaba cazándola. Rondando a su alrededor. Y ella lo sabía.
Pero no intentó defenderse.
Se echó en el suelo, cubriéndose el cuello mientras intentaba protegerse. Un vistazo a su cuerpo y supe por qué. Estaba herida, demasiado delgada, llena de sangre, cansada.
Había logrado escapar, noté con admiración. Pero estaba sin fuerzas para seguir luchando.
Ella no aguantaba más.
Y yo no aguantaba un segundo más viéndola así.
—Donovan —llamó mientras lloraba.
Y mi corazón terminó por romperse, pero en menos de un segundo, llegué hasta ella. El vampiro que estaba intentando convencerla de irse con él me miró con sorpresa y pánico, pero antes de que pudiera decir algo, le corté la cabeza al vampiro con mis propias manos, surcando el viento con mis habilidades.
Él no parecía tener intenciones de lastimarla, pero era tan cómplice como todos los demás. Me importaba poco si solo era un títere siguiendo órdenes. Él también fue el causante de que mi criaturita estuviera así.
La sangre espesa manchó mi ropa y el cuerpo cayó hacia un lado, sin embargo, mi vista estaba enfocada en el pequeño cuerpo que intentaba abrazarse a sí mismo, intentando protegerse a pesar de que ya no le quedaba más fuerza para luchar.
—Criaturita —Susurré, intentando acercarme lentamente—. Soy yo, mi amor.
Negó con la cabeza, aterrada. No parecía ser capaz de escucharme. La conexión llegó hasta a mí y supe que estaba tan atemorizada que no sería capaz de notar que era yo quien intentaba aproximarme a ella.
Se veía tan... rota. Tan herida, tan lastimada. No quedaba nada de aquella chica boca sucia que siempre me hacía sonreír.
Mara tuvo razón. No se acabaría todo cuando la encontrara, porque ahora ella se encontraba en un estado deplorable. Y me necesitaba a mí. No mis enojos, no mis deseos de venganza.
A mí.
—Mi criaturita —di un paso hacia ella, pero se envolvió aún más con sus brazos—. Estoy aquí, Juls.
Verla con tanto miedo fue tan doloroso. Respiré profundamente, calmando mis propias emociones. Necesitaba calmarme para poder calmarla a ella.
—Donovan —siguió llamando, como si no pudiera notar mi presencia.
Lo sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. Al fin la había encontrado y ahora no era capaz de darle el abrazo que ambos tanto necesitábamos.
Porque si intentaba hacerlo a la fuerza, ella no reaccionaría bien.
Me veía como un vampiro más. Como si yo fuera a hacerle daño.
—Ven aquí —supliqué—. Si te toco, vas a alterarte. Ven a mí.
No podía escucharme. Físicamente sí, pero su mente se encontraba en otro lugar, uno más oscuro y peligroso.
—Déjame en paz. Déjame en paz —lloraba, sus lágrimas mezclándose con la sangre.
Me dolía tanto ver lo rota que estaba y juré que los mataría a todos. Incluso a los que no tuvieran que ver. Todos pagarían el precio.
Sus heridas eran más graves de lo que había pensado en un principio y se encontraba semi desnuda, tiritando por el frío del bosque. Sus pies estaban completamente rotos, mientras que una herida se mantenía abierta sobre su cabeza.
Y aunque sentía que estaba muriéndome de hambre, ver su sangre no provocó nada más que odio en mí. Odio por todos los que fueron parte y odio hacia mí mismo por no ser capaz de protegerla.
—Juliette —di un paso más.
Eso provocó que ella repentinamente levantara la cabeza. Pero no me enfocó. Sus ojos desestabilizados intentaron recorrer mi cuerpo, pero solo en ese momento decidió no rendirse y luchar. Se levantó, empuñando una espada delgada que identifiqué como una katana.
Y aunque lo admiré, odié ver como intentaba luchar contra mí.
Decidió entonces que un enfrentamiento cuerpo a cuerpo no era su mejor opción, por lo que optó por moverse rápidamente lejos de mi alcance.
Corrió a duras penas por el bosque y solo entonces pude ver el resto de su cuerpo. Con una camisa hecha jirones, rota en su mayoría y llena de sangre de vampiros, me hice una idea del infierno que acababa de pasar. Sus pies estaban en un pésimo estado y apenas era capaz de moverse, pero intentó huir.
Mi paciencia llegó a su límite y me acerqué a ella. Gritó cuando me vio, pero no me detuve. Vi de reojo como agarraba con manos temblorosa una katana y supe que no dudaría en cruzarme el corazón con ella.
Se vio como una guerrera dispuesta a enfrentarse a lo que viniera. Una parte de mí la amó por no rendirse y la otra parte odió que tuviera que llegar a este estado en el que tuviera que luchar por su vida.
Pero cada vez que se movía se hacía más daño y yo ya no podía soportarlo.
—Estás a salvo —fue lo único que pronuncie antes de abrazarla.
Gritó y se revolvió en mis brazos. La katana cortó un poco cerca de mi costilla, pero supe que era un castigo que me merecía por no saber cuidar de ella. El ardor que sentí me hizo notar que no era una espada normal. Si la movía un poco más, podría poner mi vida en peligro. La sangre comenzó a derramarse y acepté todo el dolor mientras la mantenía presa entre mis brazos.
No pude evitar soltar un quejido por el dolor. Y eso llamó su atención. Por un segundo se congeló en su lugar, dudosa, incrédula.
Repentinamente, como si algo se desbloqueara de su mente, soltó la katana y se aferró a mi cuerpo como si su vida dependiera de ella.
Supe que ese fue el momento en que se dio cuenta de que se trataba de mí. Una vez la espada estuvo lejos, el dolor comenzó a menguar, pero sentía otra clase de dolores.
—Donovan —lloró una vez más, solo que esta vez, notó que estaba junto a ella.
Tartamudeaba. Y yo sabía bien que Juliette no era la clase de chica que tartamudeaba.
—Mi amor —besé sus labios con desesperación, necesitando sentirla—. Mi Juliette.
—Estas aquí —sus manos se aferraban con tanta fuerza a mi camisa que la rompió un poco, pero no podía importarme menos.
—Estás herido —exclamó con horror, intentando alejarse para revisar mis heridas—. Yo te hice esto. Lo siento. Lo siento. Perdóname, Donovan.
—Por la Diosa, Juliette. Cálmate. Estoy bien, no me pasó nada.
—Yo te hice esto —repitió.
—Criaturita, ninguna herida se compara con el dolor que siento aquí —señalé mi corazón, luego el suyo—. Es un honor ser marcado para siempre por ti.
Su cara se arrugó y pronto el llanto tomó el control. Jamás había visto a Juliette tan desesperada. Las lágrimas caían por su rostro y sus gritos pronto inundaron el bosque.
—Estoy aquí, estoy aquí. Te tengo mi amor. Te tengo.
Se derrumbó entre mis brazos. La sentí temblar contra mi cuerpo. ¿O era yo quien estaba temblando? No estaba seguro. Dejé que mi calor la envolviera por unos segundos, sintiendo su delgadez y debilidad. Se veía sedienta, agotada.
—No me dejes —susurró.
—Nunca —prometí, besando sus fríos labios.
Haciendo un esfuerzo máximo, la separé un poco de mi cuerpo, apenas un segundo para sacarme el abrigo y envolverla con él. Incluso si estaba lleno de sangre, era mejor que nada.
Quizás no fuera el momento, sin embargo, necesitaba sentirla, asegurarme de que estaba aquí y que no era solo un sueño. Tanteé con mis manos su cuerpo, descubriendo más heridas y sintiendo su dolor como si fuera el mío propio.
—Donovan —gimoteó.
Incluso cuando su vida estuvo en peligro aquella ocasión en su antiguo hogar, jamás estuvo tan aterrada como en este momento. Lo sabía, tenía que matarlos a todos. Nadie podía quedar vivo.
Porque Juliette estaba rota y yo tenía que hacerles pagar.
—Hazme olvidar —suplicó, viéndome a los ojos.
La desesperación en su mirada, la exigencia en su voz, el temblor de su cuerpo. Todo en ella parecía rogar, suplicando por el olvido, por dejarlo todo atrás.
Y aunque yo haría todo lo que ella me pidiera por el resto de mi vida, tenía que negarme.
—No puedo —intenté negarme, incluso si eso me rompía el corazón y a ella en el proceso.
—Por favor —rogó—. Por favor, Donovan. Hazme olvidar. Llévate estos recuerdos y no me dejes volver allí. Haz que me olvide de todo.
Algo en mí se rompió en ese momento.
Porque jamás, ni en mis peores pesadillas, imaginé que ella me suplicaría de tal manera.
—Puedo llevarme los recuerdos —asentí. Tomándola del rostro para que me viera a los ojos, que entendiera que estaba siendo serio—. Pero no los sentimientos, Juliette. Incluso si me llevo todo, seguirás sintiéndote así y no sabrás sobrellevarlo porque no sabrás que lo causó. No puedo dejarte de esa forma.
La mente era tan extraordinaria. Podía hacerle olvidar, pero eso no quitaría los momentos que acababa de vivir. En su subconsciente, todo seguiría estando igual. Y sin poder procesar el trauma como se debía... Probablemente nunca pudiera sanar.
Así se creaban a los adictos a las mordidas. Porque todos buscaban aquella idea de borrar lo que les lastimaba, sin saber que esos sentimientos jamás desaparecerían.
—Pero no puedo —negó con la cabeza, sus lágrimas no parecían tener fin—. No puedo con esto. No soy tan fuerte.
Se alejó un par de pasos, tomando su cabello entre sus dedos. Antes solía caer largo por su espalda. Ahora ni siquiera le llegaba a los hombros. Y ese era tan solo un pequeño cambio. Una pequeña muestra de todo lo que Juliette había cambiado.
—Juliette.
—¡No! —gritó, su voz se partió y ella me miró directo a los ojos—. No puedo. Ya no soy quién fui. He vivido... He vivido un infierno. ¡La mataron frente a mí! Yo...
—No puedo ni empezar a imaginar por lo que pasaste —hablé con firmeza—. Pero no importa qué me digas, yo jamás voy a acceder a borrar tu memoria. Ódiame. Cúlpame. No me perdones en tu vida si hace falta. Pero no lo haré. Pídeme todo lo que tú quieras, menos eso.
Supe, en ese momento, que algo se rompió entre nosotros.
¡Hola, hola! Este capítulo me pareció hermoso, lloré mucho al escribirlo.
¡El tan esperado reencuentro ha llegado! ¿Qué les pareció?
Nos vemos pronto, promesa.
¡Besos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro