Capítulo 5, parte 1: No se juega con la comida.
—No me veas con esa cara —suplicó, con voz contenida—. Solo digo la verdad.
La incredibilidad me invadió por completo. Estaba segura de que lo veía con asombro y duda. Con interés y miedo. Donovan ni siquiera parecía consciente de lo que había dicho, como si fuera el acto más natural del mundo para él.
Sus palabras quedaron flotando en el ambiente, incluso anulando todo el ruido del bar a nuestro alrededor.
¿Cómo es que podía decirme que era importante para él? Yo solo era una humana más, una con una vida ya bastante complicada. Pero él dijo que le importo... No pude evitar que mi corazón se acelerara, que esa declaración se clavara en mi mente. Sabía que le daría vueltas y vueltas, buscando respuestas.
Podía mentirme a mí misma. Podía decirme una y mil veces que yo podía sola, que no necesitaba de nada ni de nadie.
Pero escucharlo decir que le importaba... Eso provocó los sentimientos que creí olvidados resurgieran, incluso con más fuerza que antes.
Las voces de las personas a mi alrededor me sacaron del trance en el que me había sumergido. Comencé a moverme automáticamente, limpiando la barra con movimientos simples y rápidos.
¿Yo era importante? Esa pregunta no paraba de repetirse dentro de mí. ¿Yo? Entre todas las personas... ¿Yo?
—¿Por qué? —susurré, abrumada.
—Ya te lo expliqué —comentó casualmente—. Tienes la sangre más deliciosa del mundo.
Su respuesta llegó como un balde de agua fría. Solo le interesaba mi sangre. Claro, si me consideraba su comida entonces ya podía entender que tan importante era para él.
Me tomó por sorpresa sentirme decepcionada, como si me hubiera hecho ilusiones, incluso cuando siempre creí que era una persona con los pies bien puestos sobre la tierra. Debía cuidar mejor mis sentimientos, no podía permitirme embaucar por un vampiro, por atractivo que este fuera.
—¿Y solo por eso quieres monopolizarla? —solté con amargura.
Él notó el cambio en mí. Se acercó un poco más, inclinándose sobre la barra tomando un mechón de mi cabello entre sus dedos. Lo vio fijamente, hasta que su mirada fue subiendo poco a poco hasta caer sobre mi cuello. Un escalofrío me recorrió entera cuando noté que sus ojos brillaban como rubíes. Tan peculiares y tan hechizantes.
—No —negó con seriedad. Sus fríos ojos rojos me dejaron sin habla—. Quiero monopolizarla porque es mía. Mía.
—No sé quién mierda crees que eres, pero no soy tu comida.
Hablé con tanta firmeza que hasta él se mostró un poco impactado. Su mirada sobre mí comenzó a incomodarme, su cercanía me hacía sentir ansiosa, así que busqué con la mirada a algún cliente, cualquier cosa que necesitara de mi atención para poder escapar de su peligrosa presencia, sin embargo, nadie estaba viendo en nuestra dirección.
Como si solo él y yo existiéramos en este mundo.
¿Por qué nadie se acercaba a pedir algo? ¿Era acaso por el enigmático hombre frente a mí? ¿Tenía el poder de alejarlos?
Algo en mí me dijo que sí.
Si iba a estar rondando cerca de mí, debería preguntarle un poco más sobre sus poderes. No creía que solo bebiera sangre y ya. Además, por alguna razón, cuando estaba junto a él nadie se me acercaba. Ni en la librería ni en el bar. Y eso ya era decir mucho.
Incluso los clientes que regularmente me daban problemas, ahora se comportaban como seres normales. Nadie había intentado ver debajo de mi falda o tomarme alguna foto mientras estaba descuidada.
—¿Comida? —preguntó con una sonrisa ladina—. Oh, Juliette. Eres mucho más que comida.
No entendía jodidamente nada de lo que estaba pasando. Me removí, incomoda. No me agradaba la sensación de estar frente a frente con un depredador, uno que se veía con toda la intención de devorarme.
—En fin —le resté importancia con un gesto de mi mano—. ¿Qué es lo qué quieres realmente de mí? Porque el cuento del servicio de limpieza no me lo trago. Escúpelo.
—Quiero tu sangre —admitió en un susurro ronco—. Quiero poder beber de ella cuando quiera, como quiera. Quiero que te entregues a mí.
—Ni en tus malditos sueños. Ni en los malditos sueños de tus malditos sueños.
Se encogió de hombros, como si mi respuesta no le importara en absoluto. Era asombrosa la capacidad que tenía para hacerme enfadar. Su indiferencia y actitud despreocupada me hacían arder la sangre.
¡No podía simplemente exigir mi sangre sin recibir alguna queja de mi parte!
—Créeme, será un sueño para ti cuando te muerda —sonrió de manera seductora.
Una parte de mí le creyó.
La otra, quiso sacarle el dedo del medio.
Así que lo hice. Sonreí victoriosa ante su expresión congelada. No parecía saber lidiar con el rechazo. Pobre vampiro, no sabía con quién estaba lidiando.
Sí, era atractivo. Sí, llamaba mi atención. Sí, de alguna manera que no comprendía, su compañía no me desagradaba tanto. Pero no por ello le iba a permitir hacer lo que quisiera conmigo.
Además, ya tenía demasiadas cosas encima como para lidiar con ello. Mis objetivos eran bastante claros. Lograr que mis hermanos tengan una mejor vida, asegurarme de cumplir con el dinero para que mi madre estuviera bien dentro del hospital y si tenía tiempo de sobra, ayudar a mi padre a superar su problema con la bebida.
En mi vida no había espacio para un vampiro con aires de seductor.
—Está bien, criaturita. Te daré tiempo —colocó un billete de cien dólares sobre la barra, como si fuera el gesto más natural del mundo—. Ahí está la propina. Cuídate, Juliette.
Lo miré retirarse, sorprendida. Balbuceé un par de palabras que se negaron a salir, confusa y un poco impactada.
No entendía su actitud, pero algo dolió dentro de mí cuando se marchó con actitud de derrota. Aun cuando intentó esconderlo, sus hombros caídos decían mucho.
Sin embargo, tuve la sensación de que la discusión no había acabado.
¿Cuántas semanas habían pasado desde la primera vez que noté a aquel vampiro siguiéndome? Parecía que fuese ayer, pero el tiempo pasaba muy rápido cuando apenas y tenías tiempo de respirar.
Jake había logrado ir a su excursión. Su sonrisa apenas regresó a nuestro hogar no tuvo precio. Parloteando sobre todo lo que vio, contándonos todo lo que hizo.
¿Valió la pena el sacrificio? Valió cada maldito segundo.
Era solo un niño y por primera vez en años, actuaba como tal. Incluso Justin tuvo que admitir que fue una buena idea permitirle ir.
Aunque ahora el problema era que Julia había sentido celos, pero le había prometido que iría al viaje de su clase, cuando le tocara dentro de unos años.
El billete que Donovan había dejado en la barra quemaba en mi bolsillo.
No, no lo había utilizado. Aunque la tentación fue grande, mi orgullo pudo más. Bastó con dos noches de horas extra para obtener el dinero para Jake, sin tener que utilizar aquel dinero que no me pertenecía. Pude tomarlo, pude aliviar mi carga con aquel billete, pero eso no era algo que yo haría. Estuve durante dos largos años haciéndome cargo de todo por mi cuenta. Y todo lo que me gané, lo hice de manera honrada.
Bueno, quizás al principio no todo fue muy honrado. Me había visto arrinconada a hacer cosas no tan... éticas. Desde robar algunos suplementos de los mercados hasta pasar un par de meses como carterista. Lo que sea por sobrevivir.
Pero odié cada minuto de ello. Por eso me había prometido a mí misma no volver a ignorar mis valores. Donovan no parecía necesitar ese dinero, pero yo quería ganármelo por mi cuenta.
Esperaba verlo. No sabía la razón, pero quería ver su rostro, sentir su presencia cerca de mí. Y no solo para devolverle su dinero. Quería, por más que no entendiera, estar con él.
Sin embargo, como si nunca hubiera aparecido en mi vida, desapareció sin dejar rastro.
Dos semanas habían pasado desde aquella noche en la que se retiró tras una patética despedida. Se alejó de mí sin decir una palabra, cumpliendo la bizarra promesa de darme tiempo. A veces podía notar una sombra siguiéndome cuando salía del bar. No estaba del todo segura de sí se trataba de él, puesto que ni una sola vez se acercó a mí.
¿Estaba preocupada por él? Puede que un poco, concedí, intentando organizar mis pensamientos. ¿Existía algo que representara un peligro para los vampiros? Al fin y al cabo, ni siquiera tenía idea de si existían cazadores o algo de ese estilo. Podría estar en peligro. Incluso muerto... Claro que me preocupaba, no era un ser insensible, después de todo.
Suspiré ante la contradicción de mis pensamientos.
Un vampiro que intentaba tomarme como comida había desaparecido y yo no dejaba de preguntarme por qué me afectaba.
Quizás fuera porque su presencia era relajante. Ese aire despreocupado lograba calmar la histeria de mi día a día. En el poco tiempo que estuvo siguiéndome, su presencia se había moldeado a la mía.
Incluso comenzaba a tolerarlo un poco más. Solo un poco.
Sin embargo, la rutina logró que no tuviera demasiado tiempo para pensar en todo lo que había sucedido desde que él apareció en mi vida. Trabajaba día y noche. Noche y día. Mis horas de sueño casi desaparecían, pero el esfuerzo valdría la pena. Justin había prometido utilizar sus vacaciones, que ya se encontraban un poco cercanas, para tomar algún trabajo de medio tiempo y ayudar en lo que pudiera en casa. Y aunque quise negarme, no pude. Justin me veía día a día, a punto de desfallecer. Claro que se preocupaba por mí y lo lógico era que quisiera ayudar. No podía negárselo si era su decisión, puesto que ya no era un niño pequeño.
Mientras tanto, yo seguiría esforzándome en los trabajos.
Sonriendo con coquetería, me encargué de darle sus bebidas a un par de clientes regulares. Con ellos me comportaba muy amable, puesto que siempre dejaban una generosa propina.
El bar se encontraba a rebosar. La música estaba demasiado alta y el dolor en mi cabeza aumentaba a cada segundo.
Siempre me dolía la cabeza.
Era extraño, pues cuando Donovan rondaba por los alrededores, no sentía aquel intenso y molesto dolor que me atormentaba desde que era una niña.
Incluso mi nariz dejó de sangrar por un par de días.
¿Tenía algo que ver la mordida que Donovan había dejado en mi cuello? Ni siquiera entendía cómo había hecho para no dejar ni el más mínimo rastro de mordida. ¡Incluso mis recuerdos se vieron afectados por su culpa!
Maldito vampiro.
¿Para qué había entrado a mi vida? Solo desmoronó la realidad en la que me encontraba para posteriormente desaparecer.
No se le perdonaría.
—Juliette —escuché una voz conocida a mis espaldas.
Por un segundo me congelé, pensando que solo estaba en mi imaginación. Pero pronto esa voz volvió a escucharse, más clara, más cerca.
—Eres tú. ¿Cierto?
Estuve a punto de dejar caer una de las botellas, pero la atajé en el aire con unos reflejos que hasta a mí me sorprendieron.
Conocía al dueño de esa voz. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho. Y cuando mis ojos cayeron sobre él, los sentí humedecerse ligeramente.
—Leo. No deberías estar aquí —me di la vuelta, reconociéndolo al instante.
Cabello castaño y rizado en las puntas. Un cuerpo musculoso al que yo recordaba un poco más flacucho y desgarbado. Ojos verdes que me veían con una enorme determinación y una mueca en sus labios al ver mi corto uniforme.
Lo conocía tan bien que era capaz de notar cada pequeña diferencia en él.
Pero a la vez se veía como un completo desconocido frente a mí.
—Quería hablar contigo —admitió.
—¿Si sabes que esto es un bar? ¿No? No se les permite la entrada a menores de edad.
Se sorprendió al escuchar la frialdad en mi voz. No pude controlarlo. Cuando lo veía, recuerdos amargos que creía olvidados venían a mí. Su comportamiento confiado flaqueó un poco, pero luego volvió al ataque.
—Tú también lo eres —susurró hacia mí, con actitud enfadada.
—Si no te vas por tu cuenta, le diré a seguridad.
Y es que Leo fue durante muchos años un compañero de clases. Más que eso, siempre fue un amigo.
También fue mi primer amor.
Y mi primera gran decepción.
Aún podía recordarlo, un par de años atrás, cuando todo comenzó a desmoronarse. Él fue la primera persona conocida que me vio trabajando en un bar mucho peor que este, donde solo abundaban drogadictos y prostitutas.
Pocos días más tarde, me habían expulsado del instituto. Los rumores de que vendía mi cuerpo corrían por los pasillos y el director no tuvo otra opción más que echarme.
—Solo quiero hablar.
—Ya es muy tarde para eso.
Me di la vuelta, consciente de que lloraría si seguía frente a él. Porque cuando estábamos juntos, yo dejaba de ser la Juliette fuerte y capaz. Volvía a ser una niña de apenas catorce años que acababa de descubrir que su madre tenía una enfermedad incurable.
—Juls...
—¡Rick! —mi voz se elevó por sobre la música. Al instante, Rick estuvo a mi lado, preguntándome que sucedía—. Escolta a este chico a la salida. ¿Vale?
Asintió, un poco confundido. Pero incluso si no parecía saber qué hacer, cumplió mi petición, mientras yo intentaba controlar mi acelerado corazón.
Ya no estaba enamorada de él. Ya no. Sin embargo, el nerviosismo al verlo en mi trabajo me dejó desestabilizada. Mis manos aún temblaban un poco.
Llevaba más de dos años sin verlo. Dejé que me afectara porque me agarró con la guardia baja. Solo debía volver a mis labores, esperar a que mi horario acabara y recluirme en mi cama durante unas horas.
Pero mis planes se vieron interrumpidos cuando a pocas horas de salir sentí la vibración del pequeño teléfono antiguo que llevaba oculto en mi sujetador. Había comprado dos, uno para la casa y uno para mí.
Y nadie tenía mi número, nadie que no fueran mis hermanos.
Sentí el pánico ingresar a mi sistema. Las alarmas sonaron en mi cabeza mientras mis temblorosas manos luchaban por sacar aquel artefacto.
¿Y si algo malo había ocurrido? ¿Se trataría de mamá? ¿Y sí...?
Tragué duro, segundos antes de llevarme el teléfono hasta mi oreja. No podía perder el tiempo pensando en posibilidades, era mejor contestar y saber de una vez si algo sucedía. Quizás no fuera nada, quizás solo se activó la llamada sin querer, quizás...
Lo primero que percibí fue caos.
Un grito agudo resonó en mis oídos. Escuché un vidrio romperse, un golpe en seco y más gritos aterradores, llenos de pánico y dolor.
—¿Pero qué...? —dejé escapar.
¡Hola, hola! Para las personas que ya leyeron, de seguro no se esperaban a este nuevo personaje. Leo siempre estuvo en mi mente cuando escribía, pero nunca supe como introducirlo en la historia. Pues adivinen... Ya lo logré.
Estoy muy feliz de que les esté gustando esta historia, muchas gracias por cada voto y comentario. Hacen que la inspiración se apodere de mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro