Capítulo 49 (+18) ¿Qué tan lejos llegarías?
¡Hola, pequeñas criaturitas! Esta nota está aquí porque tengo algo muy importante que decirte.
Este capítulo es +18, por lo que contiene escenas bastante fuertes. Si eres sensible a este tipo de contenido, te lo recomiendo saltar.
Sin más decirles, nos leemos en la nota de abajito.
—¿Estás... Estás bien? —Brett me miró con pánico y desesperación, a lo que le sonreí.
Pero más que tranquilizarlo, pareció alterarse más. Escupí, solo para notar que mi boca estaba completamente llena de sangre. Por supuesto, eso debió ser asqueroso de ver.
—No es la primera vez que me golpean.
—Juliette...
—Hablo en serio. Incluso antes de estar aquí. ¿Sabes lo difícil que es para una adolescente alimentar a sus hermanos? No fue sencillo, pero sobrevivimos. Tu y yo, saldremos de esta. Estoy segura.
Si Brett volvía a tocarme, el juego se acababa para ellos.
Porque Donovan estaba allí, a la espera de cualquier señal. Y ya se habían escapado una vez.
Pero dos...
Envié a la magia lo más lejos posible. Conté al menos dos docenas de vampiros cerca, pero no se encontraban ni Barret ni Dominik. Con ellos dos lejos...
—No podemos quedarnos aquí —negué con la cabeza. Si Barret se iba, eso solo significaba malas noticias para nosotros—. Brett... ¿Estás completamente seguro de que no puedes usar la magia? ¿Ni siquiera un poquito?
Necesitaba saber con qué podía contar. Y Brett, con tantas heridas en su cuerpo, no parecía ser de mucha ayuda. Sin hablar que yo misma estaba tan lastimada que no podría moverme de aquí.
—¿Por qué preguntas? —frunció el ceño.
Arrastraba las palabras. Incluso si Brett trataba de fingir que se encontraba bien, su estado empeoraba con cada segundo. Necesitaba atención médica y la necesitaba rápido.
La magia ni siquiera era capaz de acercarse a él, por lo tanto, no había nada que pudiera hacer para ayudarlo.
—Para escapar, necesitamos sanar nuestras heridas. Se supone que eres un brujo.
—Sí, se supone —se veía malhumorado, más de lo que suele.
—Voy a intentar empujar la magia lo más que pueda hacia ti —Expliqué, ignorando su mueca—. Necesito que hagas un gran esfuerzo, Brett. Pero esto es urgente. Tenemos que escapar. Puedo sentirlo... Tengo un pésimo presentimiento.
Me miró a los ojos desde la distancia, notando la urgencia en mis palabras. Incluso si trataba de acercarme a él, las cadenas en mis piernas se mantenían inmunes a todos mis esfuerzos. Y mi pérdida de sangre solo significaba malas noticias.
Estuvo a punto de hablar, aceptar hacer un intento, sin embargo, sus palabras murieron en su boca.
Justo en ese momento interrumpió el guardia asqueroso, aquel que me odiaba y al que yo odiaba más que a nadie. Su nombre era desconocido para mí, pero no necesitaba saber su identidad para saber que era alguien peligroso. Supe, con solo darle una ligera mirada, que no planeaba nada bueno. La cicatriz que cruzaba su ojo era aterradora, pero no tanto como la mirada lasciva que me dedicó.
—Brett —llamé, incluso antes de ser consciente de que lo hacía.
—Él no podrá ayudarte —sonrió—. Nadie podrá ayudarte.
—Maldición, maldición, maldición —grité, comenzando a destruir todo lo que estaba a mi vista en esa maldita cabaña.
Los pedazos de madera volaron por los aires. Todo mi cuerpo temblaba del enojo, de la ira. Jamás me había sentido tan inútil. Jamás había sentido la desesperación de llegar tarde.
Pero sucedió. Ella estaba aquí y yo llegué demasiado tarde.
Grité una vez más, sintiéndome tan desesperado como nunca en mi vida. Mis manos temblaron y ni siquiera me importó actuar como un desquiciado frente a los demás.
—Donovan —Elliot intentó calmarme, sin embargo, Mara lo detuvo.
Elliot también se veía abatido. No tenía el mismo sentimiento que yo, pero sabía que estaba haciendo hasta lo imposible por encontrarla. Porque él sabía que sin ella...
El submundo estaría en claro peligro.
Lobos, brujos, vampiros. Quién fuera que estuviera detrás de esto. Quién fuera que estuviera ayudando de una forma u otra. Todos pagarían.
—Voy a matarlos a todos —prometí, sintiendo una gran sed de sangre—. No voy a descansar hasta que cada uno de esos malditos esté bajo tierra. ¿Cómo es que pudieron escapar tan rápido?
—La barrera mágica fue hecha para confundir —explicó, aunque la pregunta era retórica—. Fueron más astutos de lo que pensaba. No noté la barrera hasta que fue demasiado tarde.
Fueron solo segundos. Sentí a Juliette y me moví tan rápido como pude. Pero nuestra conexión no era como un gps. No funcionaba así, por mucho que lo deseara.
Para cuando llegué aquí, la cabaña estaba completamente vacía. Algunos vampiros vigilaban cerca, pero ellos ya habían borrado todo rastro.
Ahora debíamos empezar de cero y sin ninguna pista cercana.
—¿Hay alguna señal de Brett? —pregunté, intentando contener mi furia.
—Estuvo aquí —habló Mara por primera vez—. Yo no soy tan buena para ver la magia, pero mis poderes no funcionan contra él. Hay destellos de personas por todo el lugar, excepto en esta habitación. Por eso sé que estuvo aquí.
Fue él, pensé entonces. Fue él quién logró encontrar a Juliette. Y me dio una oportunidad de salvarla, pero yo no fui capaz de tomarla.
—Así que se encargó de eliminar la magia que rodea a Juliette. Si tenemos suerte, puede que suceda de nuevo —Elliot parecía pensar lo mismo que yo.
Solo que él no estaba viendo el panorama completo.
—No, no lo dejarán vivir —negué con la cabeza—. Ahora tenemos que darnos más prisa que nunca en la vida. Pídele ayuda a tu hermana. Que todos los lobos cercanos ayuden. Esto es urgente, la vida de ambos está en peligro.
Elliot asintió con solemnidad, notando la verdad detrás de mis palabras.
Había logrado percibirla, solo fue un segundo, pero bastó para que la sintiera. Hambre, miedo, sed, dolor, tristeza y una profunda depresión. Sentí su deseo de morir de una vez por todas y sentí también su desesperanza.
Y yo le fallé. Una vez más, le fallé.
—No te derrumbes ahora —Mara fue valiente, atreviéndose a tocarme—. Esto no es lo que necesitamos ahora. Hay que movernos y no podemos si el líder está aquí lamentándose. Lo sé, es una mierda, pero tenemos que resolverlo primero.
—Lo sé. Créeme que lo sé.
—No sé si esto es lo que quieres escuchar, pero debes poner en orden tus sentimientos. Porque cuando la encuentres... Ella te va a necesitar.
Asentí, solo porque tenía razón.
Respiré hondo, luchando con todas mis fuerzas contra mis impulsos. Necesitamos actuar rápido. Quizás... Quizás pudiera encontrarla.
—No deben haber ido muy lejos. Busquen en cada centímetro. Cada brujo debe estar atento a las barreras. Llama a todos. Esto es un código azul.
Porque Brett era un miembro de la academia. Y Eleanna fue lo suficientemente astuta como para crear medidas de seguridad para todo tipo de escenarios en los que sus estudiantes pudieran enfrentarse. Y el secuestro de un brujo se tomaba con especial cuidado.
—Elliot —llamó su atención Mara. No supe que pensamiento escuchó, pero parecía ser algo bastante oscuro—. No es tu culpa. Brett no iba a quedarse de brazos cruzados sabiendo que podría ser de ayuda. Ellos estarán bien.
Salí de la cabaña, pues el olor de la sangre de Juliette inundaba el lugar. Herví de la ira, comenzando a tener cada vez más oscuros pensamientos.
Le estaban drenando cada gota de su sangre.
Y por cada una de ellas, yo iba a hacerles pagar.
Mientras todos se reagrupaban, con la nueva información que Elliot les daba, decidí que necesitaba despejar mi mente. Alejarme de esa maldita cabaña con olor a sangre. Alejarme del fracaso que implicaba que no estuviera entre mis brazos.
Volví al castillo con la cabeza gacha. Planeaba decirle un par de cosas a Raven y luego salir, pero fui interceptado por una pequeña de unos ocho años y una mirada inocente que parecía querer decir mucho.
—¿Qué ocurre? —mi tono sonó un poco más brusco de lo que esperaba.
Pero es que su rostro lleno de lágrimas era demasiado parecido al de Juliette. Y no podía evitar imaginármela con una expresión similar.
—Nótt y Dagr no están —explicó con tristeza—. Parece que escaparon.
—Espera. ¿Qué?
Los perros, que en realidad eran los guardianes del día y la noche, no podían haber desparecido como si nada. Eso no tenía ningún sentido, pues desde que llegaron, mostraron protección hacia los Miller.
No, esto era una pista que quizás nos ayudara a encontrar a Juliette.
—Estaba jugando con ellos en el jardín. Y solo se fueron de repente. No pude seguirles —sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Está bien —me puse a su altura, agarrándole el hombro—. Ellos volverán. confía en mí. Los traeré de vuelta.
Julia no pareció muy convencida, pero yo no pude quedarme demasiado tiempo para consolarla. Los guardianes debían saber algo que yo no.
Si decidieron venir aquí, fue porque querían protegerlos. Que se marcharan sin más no tenía ningún sentido.
Ellos estaban tras Juliette. Y yo podría intentar seguirles el rastro.
—¡Justin! —llamé, apenas llegué a mi despacho.
Sabía que él estaba aquí. Siempre atento. Siempre esperando por noticias de su hermana.
—¿Qué ocurre?
—Corre la voz —ordené—. Diles a todos que, si llegan a ver a los guardianes, que los sigan. Parece que tienen una pista.
—¿Nótt y Dagr?
—Están tras ella —informé, viendo como su rostro se iluminaba.
Porque tuvo una pizca de esperanza. Porque él tampoco iba a descansar hasta que su hermana estuviera a salvo.
Bajó la cabeza lentamente antes de salir. Por lo general, al aceptar una orden, aquellos que no fueran de la familia Black o Camille, solían hacer una reverencia. El hecho de que Justin no se sintiera obligado quizás solo se debía a que era el hermano de la reina, pero algo me decía que había mucho más de lo que creía.
Fruncí un poco el ceño, pero no pude tomarme el tiempo de pensar en ello demasiado. Fui hasta la habitación de mi primo menor, quien era a quien realmente buscaba.
—Raven —saludé cuando fui hacia él.
Tenía ojeras. Y eso que técnicamente los vampiros no necesitábamos dormir. Al menos no tanto. Se veía incluso más delgado de lo que ya era. Y solo en ese momento recordé que solo era un niño.
Era mucha responsabilidad para él, lo sabía. Pero necesitaba de su ayuda.
—Donovan...
Él me miró con anticipo, sabiendo que estaba aquí por algo importante.
—Está bien —puse una mano en su hombro—. Escúchame con atención. Por hoy, deja que yo me encargue de todo. Ve y toma una siesta, come algo saludable y luego ve a cumplir tu misión. Tienes una de las más importantes, así que te necesito bien.
—¿Cuál es? —preguntó con solemnidad.
—Cuida a los niños —indiqué—. Que nadie se acerque a ellos. Marilyn y tu son los únicos en los que confío, así que asegúrate de tenerlos en tu campo de visión en cada momento. Muchas cosas están por ocurrir, así que necesito que te encargues. ¿Puedes hacerlo?.
Asintió, mostrando una mirada determinada en su rostro. Ahora que me había encargado de la seguridad de los hermanos de Juliette, podía concentrarme en su rescate.
Porque conociendo a mi abuelo, era probable que mandara atacantes para asegurarse de tener suficientes rehenes.
—Bien, confío en ti.
Me largué de allí teniendo algo en mente. Tenía que encontrar a los guardianes lo antes posible. Un mal presentimiento se había instalado en mi pecho y no desaparecía hasta que ella estuviera en mis brazos.
—Maldita sea —gimió lastimosamente Brett.
El guardia continuaba dándole una paliza, provocando que todo el lugar se llenara de sangre. Mis lágrimas corrían por mi rostro y mi garganta se desgarraba ante cada grito. El maldito guardia no le dejaba ni un segundo de descanso, golpeando cada parte de su cuerpo.
Escuché el crujido que indicaba que una de sus costillas estaba rota y grité una vez más que se detuviera, siendo completamente ignorada.
—Me ordenaron matarte —sonrió con perversión—. Y yo siempre he amado jugar con mis presas.
Otro golpe en sus costillas y luego otro más cerca de su ojo. Brett no podía moverse o defenderse, totalmente indefenso ante los ataques del maldito guardia. Quería hacer algo para ayudarlo, pero por más que lo intentaba, mis esfuerzos fueron en vano.
Lloré un poco más, haciéndome daño mientras luchaba por liberarme.
La aguja que se encargaba de hacerme sangrar desde hacía rato me la había arrancado con los dientes. Todo mi cuerpo temblaba, mientras luchaba contra las cadenas. Necesitaba salvarlo, no podía verlo morir.
Y ese maldito guardia no pararía hasta matarlo.
Iban a matarlo frente a mí, como a Irelia.
Cuando otro golpe llegó a él, nuestras miradas se cruzaron por un segundo y supe que no tenía mucho tiempo.
Brett estaba muriendo frente a mis ojos.
—Espera —imploré—. Espera un segundo.
Me ignoró con facilidad. Cuando le dio otra patada en el abdomen, grité una y otra vez que se detuviera.
—¿Qué, perra? ¿No ves que estoy ocupado?
—Negociemos —hablé con nerviosismo—. Déjalo ir y negociemos.
Él me miró por encima del hombro. La palabra negocio llamó su atención y me aferré a ello con esperanza.
—Soy fiel a Dominik. No quiero dinero.
Tampoco era como si yo tuviera dinero que ofrecerle, pero no lo mencioné.
—Pero lo sabes. ¿Verdad? La sangre que te está dando no tiene las mismas propiedades. No es lo mismo clavar tus colmillos y extraer la sangre por ti mismo. Te dejaré morderme cuando quieras y lo ocultaré de todos, solo déjalo ir.
—No es una mala oferta —se pasó la lengua por los colmillos—. Pero es un riesgo demasiado grande para un beneficio tan pequeño.
Lo golpeó nuevamente, causando que Brett cayera en la inconsciencia por tercera vez. Él esperaría a que despertara para luego seguirlo torturando.
Gemí en voz alta, comenzando a hiperventilar. La sangre corría por mis brazos y llegaba al suelo. También por debajo de mi nariz, llegando hasta mis labios.
Con un dolor en el corazón causado por la desesperación, lo intenté una vez más.
—¿Qué quieres? —pregunté, conocedora de la respuesta.
—Oh, te morderé —se alejó unos pasos de Brett, quien comenzaba a recuperar la conciencia—. Pero vas a entregarme todo tu cuerpo y no solo tu sangre.
Brett negó con la cabeza, intentando decirme algo, pero yo no podía dudar. Era ahora o nunca. No podía darme el lujo de que el guardia lo pensara demasiado.
Porque esto era de vida o muerte.
Y de alguna manera, estuve toda mi vida esperando algo así. Cuando mis hermanos estaban en peligro, la prostitución siempre rodeaba mi mente.
Esto no sería tan diferente.
—Bien —susurré.
Mis dientes comenzaron a castañar por el miedo. Sentí la pequeña gota de sangre deslizarse debajo de mi nariz, mezclada con mis lágrimas de desesperación. El pánico y el miedo comenzaron a nublar mi mente, sobre todo cuando noté que él se acercaba a mí, sonriente.
Él lo estaba disfrutando, noté. Le divertía mi pánico y mi desesperación. Disfrutaba de mi sufrimiento.
Mordí mis labios de manera inconsciente y traté de no vomitar cuando me puso una mano encima. Me ayudó a levantarme, poniéndome de pie en medio de la habitación. Soltó las cadenas que antes se aferraban a mí. Apenas podía mantenerme derecha, pero eso solo lo divirtió un poco más.
Lloré en silencio cuando noté las heridas sobre mi cuerpo.
Lloré otro poco cuando sentí su mano tantearme, recorrerme. Cerré los ojos, evitando notar lo que estaba por suceder.
Pero él me agarró con dureza del rostro y me obligó a mirar a Brett a la cara.
—Tienes suerte —habló en dirección a Brett—. Hoy verás todo un show.
Escuché que él se revolvía, intentando levantarse, sin ser capaz de hacerlo.
Con un movimiento, destruyó mi ropa en segundos, dejándome apenas en ropa interior. Sentí el frío chocando con mi cuerpo. Mis huesos sobresalían en todas partes, por la cantidad de días sin comer apropiadamente. Y aunque a diario me daba una ducha, aún me sentía incómoda, oliendo a sangre vieja.
Mi corazón se aceleró y me sentí tan mal conmigo misma, pero me recompuse con una rápida respiración. Tenía que ser fuerte.
Tenía que serlo.
—Si demoras demasiado, alguien vendrá —hablé con desprecio.
—No me importaría, pero tienes razón. Hay que movilizar un poco las cosas.
Tenía ganas de vomitar y todo mi cuerpo temblaba. Nunca, en toda mi vida, me sentí tan expuesta, tan vulnerable.
Su cara se acercó a mi cuello. Sentí su asquerosa lengua tantear el lugar antes de que sus colmillos crecieran contra mi piel. Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro, tantas que podría llegar a inundar el lugar.
Todo el estrés de los días anteriores, todo el miedo, todo lo malo vino a mí como un tsunami de emociones.
Comencé a rezar dentro de mí, incluso cuando no era una persona muy religiosa. Esperaba que, rezando, las secuelas de la mordida no serían tan graves. Imploraba a mi cuerpo que no sintiera placer, que no me produjera nada. Incluso si eso significa que doliera.
Porque era más fácil lidiar con el dolor. Mucho más fácil que lidiar con un cuerpo que reaccionaba a unas caricias no consentidas.
—Deliciosa —susurró, antes de clavar sus colmillos en la delicada piel de mi cuello.
Grité ante la ferocidad de su mordida. Sintiendo como mi vida corría verdadero peligro por segunda vez.
Pero al contrario de Dominik, este tipo no tenía tanto poder sobre sus habilidades. Incluso si no era su intención, comencé a notar como algunas de mis heridas sanaban, mientras él robaba tanta sangre como podía.
Su mano alcanzó mi pecho y grité cuando se aferró a uno de mis senos. La otra mano fue bajando poco a poco. Y yo sabía bien cuál era su destino.
Sin embargo, su cuerpo fue perdiendo fuerza. Él no lo notó, al menos no al instante.
Él no lo esperaba. Nadie podría siquiera imaginarlo. Sus manos intentaron aferrarse a mi cuerpo, pero poco a poco, su vida se fue extinguiendo. Él nunca lo sabría, pero yo había logrado que la magia ingresara a mi sistema, provocando que apenas me mordiera, la magia me defendiera.
Sus ojos estaban desenfocados y parecía aferrarse a la vida, su cuerpo cayó hacia delante, intentando hablar mientras la sangre en su boca parecía arder con el fuego de mi ira. Con un grito desesperado, su cuerpo dio las últimas convulsiones. Se sintió como una eternidad, pero a los segundos ya estaba muerto frente a mí.
Porque los vampiros eran inmunes a muchas cosas, menos a la magia.
—Nos vamos de aquí —declaré, aún sintiendo los temblores de mi cuerpo.
Pero no importaba.
Nada de eso importaba.
Porque ahora nada me impediría escapar de este inmundo lugar. Y quien se atreviera a intentar detenerme, tendría que abstenerse a las consecuencias.
Les dije que tenía escenas fuertes.
¿Qué tal les pareció? Mi pequeña Juliette ha estado sufriendo demasiado, me duele.
Amable recordatorio que tenemos dos capítulos adelantados en el otro lugar, guiño guiño.
¡Gracias por seguir aquí! Los amo demasiado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro