capítulo 47: Agonía.
—Joder —escuché la maldición de Barret.
Y es que la vista debía ser de lo más peculiar. Una prisionera de guerra aferrándose con fuerzas al cuerpo inerte de la única persona que fue amable con ella durante su cautiverio.
—No la toques —ordené, mirándolo con todo el odio que sentía.
—Juliette...
—Era tan joven... Tan valiente —comenté, sintiendo como nuevamente mis ojos se llenaban de lágrimas—. Me dijo que, si lograba salir de aquí, se convertiría en una doctora. ¿Puedes creerlo? Ella sabía que no iba a salir de aquí con vida, pero eso no le impidió soñar.
Barret se sentó en el suelo conmigo entonces. Tanto él como yo sabíamos que debía deshacerse del cuerpo, pero yo simplemente me negaba a soltarlo.
Por supuesto, también sabíamos que mi propia vida estaba peligrando. Después de aquella paliza de Dominik, apenas podía ver por mi ojo izquierdo. Sentía el rostro hinchado y tenía tantas heridas y moretones.
—Esto fue mi culpa. ¿No es así?
—Voy a darle un sepulcro digno —prometió, sin querer responderme—. Te prometo que voy a ser cuidadoso.
No te la lleves, gritó mi subconsciente. Sin embargo, no hice nada mientras lo veía retirar el cuerpo con completo cuidado y suavidad. Cuando tomó la cabeza de Irelia, simplemente no pude seguir mirando.
Si esto fue lo que les hicieron a mis ancestros, podía comprender cómo llegaron al punto de utilizar la magia a su favor.
No supe cuánto tiempo había pasado, solo mirando hacia la pared. Solo supe que Barret volvió, sin rastros de Irelia.
Ella estaba muerta, pero mi cerebro aún no lo procesaba. Incluso con las horas que pasé abrazando su frío y rígido cuerpo. Ahora que no estaba, supe que nunca volvería a verla.
Nunca podría ayudarla a escapar de esta pesadilla. Y ella ya no vendría a curar mis heridas.
—Traje comida —anunció la voz arrepentida de Barret.
Él nunca creyó que duraría tanto tiempo en esta agonizante tortura. Porque él creía que Donovan iba a claudicar apenas escuchara de mi secuestro.
—Métetela por donde no te dé el sol —escupí.
—Vamos, Juliette. Estás en el esqueleto. Necesitas comer algo...
—Comer no va a sanarme.
Irelia siempre traía comida consigo. Especialmente frutas. Sus cuidados me mantuvieron tan sana como podía, pero ahora ella no estaba aquí.
Sin embargo, no era la primera vez en mi vida que pasaba hambre. cuando la pobreza era extrema, pasé meses alimentándome solo de algunas frutas que lograba comprar.
—No voy a irme hasta que comas —frunció el ceño hacia mí.
—Piérdete.
—No puedo dejarte morir.
No, a mí no. Pero a Irelia la asesinaron frente a mis ojos solo por el hecho de estar en la misma habitación que yo. Pero yo era la carnada. Yo era el objeto que planeaban intercambiar por la corona.
—No me interesa si Dominik te asesina —refuté—. Si mueres, sería mejor para mí.
Su expresión cambió, como si lo hubiera golpeado. ¿Pero qué rayos esperaba? ¿Un síndrome de Estocolmo?
—Solo hago lo que se me ordena.
—Ah, claro. No tienes personalidad —asentí—. Eso te quita todos tus pecados. Ya te perdoné, eso lo justifica todo.
—Estás buscándote problemas, de nuevo —susurró.
Una parte de mí, no culpaba a Barret. Incluso con todo lo imbécil que era, sabía bien que el culpable era y siempre sería Dominik Black.
Aún así, cuando el enojo nubló mi cabeza, poco me importó la racionalidad.
—¿Y qué demonios te importa? ¡Tú me secuestraste, maldito infeliz! ¿Ahora finges que te preocupas por mí? Solo quieres mi sangre y eso ya lo tienes, ahora lárgate de aquí.
Vi como dejaba el plato en un lugar cercano. Podía utilizar un poco mi mano derecha por lo que, si me esforzaba un poco, podría comer.
Pero contrario a sus expectativas, solo tiré el contenido en el piso.
De inmediato entró el guardia del día, aquel vampiro que se creía la gran cosa porque era la mano derecha de Dominik. No solía verlo mucho, pero sabía que era el encargado de extraer mi sangre.
El vampiro que siempre me veía con ojos lujuriosos y desagradables.
—Te dije que esta perra no se doméstica tan fácilmente.
Sentí el golpe en mi mejilla derecha incluso antes de poder percibirlo. Era rápido para golpear.
Aunque ya no me sorprendía. Todos los días entraba aquí y me daba una paliza cuando no cumplía sus expectativas.
Incluso intentó propasarse conmigo, pero Barret se lo impidió. Al parecer, la amenaza que le hizo fue bastante fuerte, pues no lo volvió a intentar.
Levantó el brazo nuevamente, dispuesto a arremeter contra mí una vez más.
Y no me quise quedar de brazos cruzados. Con mi mano libre, Levanté los granos de arroz que Barret trajo y se los eché directamente en sus ojos.
Escuché su gruñido y me preparé para el golpe que vino. Esta vez no me tomó por sorpresa. Ni ese, ni el siguiente.
Aunque todos esperaban que me rompiera, yo seguí actuando con indiferencia.
Quizás, incluso si yo misma me negaba a admitirlo, esto comenzaba a afectarme más de la cuenta.
Porque lo peor que podría pasarme, sería morir. Y morir no parecía tan mala opción.
—¡Basta! —gritó Barret, alejándolo con magia.
—Maldita perra —escupió en mi dirección.
—¿Así le dices a tu mami? —pregunté con mi voz más dulce.
—Juliette, es suficiente —Barret tuvo que utilizar toda la magia para retener aún más al guardia.
—¿Yo soy la del problema? —se escuchó la acidez en mi voz.
Escuché el suspiro de Barret, pero lo ignoré. Gracias a los golpes del infeliz, la herida en mi brazo izquierdo se abrió de más y al poco tiempo manché toda mi ropa y a mis alrededores con la sangre.
Comencé a notar como me mareaba, pero incluso si sentía que me estaba muriendo, no iba a demostrarlo.
Todo se volvió borroso a mi alrededor. Mi corazón comenzó a latir de forma desbocada, provocando que la sangre saliera cada vez más fuerte.
Estaba en mi límite, supe entonces. Ya no me quedaban fuerzas para luchar. Ya no podía aguantarlo más.
Escuché las voces a lo lejos, mientras sentía como Barret me colocaba en su burbuja de magia, intentando evitar que los vampiros de alrededor vinieran por mí.
—Maldita sea. No, no cierres los ojos. Juliette. ¡Hey, Juliette!
—Joder.
—¡Va a morir y es tu culpa! ¡Te dije que no la tocaras!
Algo se rompió en ese momento, pero no fui capaz de entender lo que pasaba a mi alrededor. Todo era borroso, confuso.
—No quiero estar aquí cuando Dominik llegue.
—Yo no hice nada. Esto no es mi asunto.
—Necesitamos hacer algo.
—¡Haz algo!
—Mi magia no sirve para esto —escuché una voz nueva que me sacó de mi letargo.
Sobre todo, porque la voz era increíblemente parecida a una que conocía bien.
Sí... Conocía esa voz. Pero no había manera de que él estuviera aquí.
—¡Mi magia no hace efecto en ella! —exclamó con pánico Barret—. Es la primera vez que esto ocurre. ¡Tú eres un brujo!
Mi cuerpo estaba tan pesado que incluso moverme era difícil.
—Déjame acercarme a ella —imploró la voz, como si quisiera disimular su pánico.
—No puedo hacer eso.
—Esto es por la magia —explicó, a regañadientes—. La magia te ha identificado como alguien peligroso, por eso no puedes sanarla.
—¿De qué estás hablando?
—Hablo de que la magia es su amiga y para la magia, tú le haces daño. Tengo que tocarla para poder sanarla. Me trajiste aquí para ello. ¿No es así?
Solo era capaz de escuchar partes de su conversación, pero entendí un poco la situación en la que me encontraba.
Estaba muriendo.
Donovan debía estarlo sintiendo, incluso si la magia de Barret estaba impidiendo nuestra conexión.
—Felicidades, acabas de secuestrar al único brujo en el mundo que no es capaz de utilizar la magia.
Escuché aquel murmullo y supe que ninguno de los vampiros fue capaz de escucharlo. Lo sentía cerca de mí, así que, a duras penas abrí los ojos. Ahí estaba él. Él, con sus tatuajes y su aspecto de matón. Él, a quién le temblaban las manos por el pánico de ver que agonizaba a su lado, sabiendo que no podría hacer nada para salvarme.
—Brett —susurré.
—Juliette —confirmó, con la voz contenida—. Creí que estabas muerta.
—No, solo estaba de parranda —respondí a duras penas.
—Solo será un segundo —recordó Barret, intentando mantener el control de la situación.
Porque lo importante era que yo no muriera. Si llegaba a morir, no tendrían más sangre de reina. No por un tiempo.
—Bien, un segundo es suficiente.
Barret no sabía nada sobre Brett. Él no tenía idea de sus poderes, por lo que sonreí en mis adentros.
Brett no iba a curarme. Brett iba a indicarle a Donovan mi posición.
Porque él no podía usar la magia, solo apartarla.
Yo debía ser lo suficientemente fuerte como para sobrevivir hasta que Donovan llegara por mí. Si lo lograba, entonces podría escapar.
Había una pequeña esperanza.
Sentí el toque de Brett y sentí como la conexión que existía entre Donovan y yo palpitaba. Fue solo un segundo.
Eso bastó para que Barret supiera de las verdaderas intenciones de Brett. Al momento en que su poder se extinguió, supo que algo estaba ocurriendo.
Pero yo lo sabía. Dentro de mí, lo sabía.
Donovan venía por mí.
Estos capítulos siempre me hacen sufrir. Y lo peor es que apenas inicia... Lo que se viene es peor y las R lo saben.
Recordatorio amigable de que tenemos dos capítulos extra en otro lado, guiño guiño.
¡Nos leemos pronto!
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