Capítulo 41: Aborto de mono.
—Dime la verdad —inició, con tono indiferente—. ¿Acaso perdiste la cabeza?
Su mano fue un poco rústica al curar las heridas que yo misma causé en mi brazo. Estuve a punto de quejarme, pero algo me dijo que era mejor no enfurecerlo más.
—Puede ser —admití, sin rastro de burlas.
—¿En qué demonios estabas pensando? ¿Acaso no notaste el peligro al que te expusiste? ¿Dónde quedó tu instinto de supervivencia?
Su pregunta no me tomó por sorpresa. El tono en que la formuló, sí. Podía percibir sus emociones como si fueran mías. Y aunque sabía que estaba enfadado, su tono no lo demostró.
Me había llevado en brazos hasta la enfermería, donde él mismo vendó y curó la herida de mi muñeca. El dolor era un claro recordatorio de lo que hice, como una sombra de lo ocurrido.
—No puedo morderte —me indicó, incluso cuando no lo sugerí—. Te mordí antes y has perdido mucha sangre. Si te muerdo, pondría en riesgo tu salud.
—Estoy bien...
—No, no lo estás —me miró con enojo, suspirando exasperadamente.
No me importaba tener que cargar con una cicatriz. Después de todo, mi hermano ya tenía que cargar con las suyas. De todas formas, no es como si necesitara de una marca permanente para no olvidar lo que pasó.
—Te dejé hacer lo que querías. Fingí que caí en tu trampa y me contuve de no interrumpir tu loco arrebato suicida. Así que creo que me merezco una explicación.
—Quería reunirme con ella y sabía que estarías en contra —respondí, después de un largo rato.
Él me miraba. Podía sentir aquellos ojos rubís mirándome intensamente. Desde que había recuperado el sentido, los poderes de Donovan estaban un poco inquietos. La clara muestra se encontraba en sus ojos.
De pie, cerca de la puerta, como si temiera que fuera a escaparme, se encontraba un muy activo Donovan. Los calmantes habían hecho efecto, yo lo había visto con mis propios ojos, pero conforme los segundos pasaban, él recuperaba su usual fuerza.
No había logrado derribarlo, claramente. Aun así, no podía decirme que había sido inmune a ellos.
—Estás loca —suspiró—. Estás malditamente loca, criaturita.
Sabía que estaría molesto. De hecho, se encontraba mucho más calmado de lo que esperaba. A veces lo escuchaba hablar para sí mismo, refunfuñaba por lo bajo, hablando entre dientes. Solo entendía la palabra loca repitiéndose una y otra vez.
—No te molestes conmigo, sabía que no te haría daño. Solo quería sacarte del juego por un rato—hice un puchero hacia él.
—No, es que no estoy enfadado. Siento muchas cosas, pero enfado no es una de ellas. ¿Estoy sorprendido? Quizás. ¿Ofendido? Puede que un poco. No sé qué demonios pensabas, Juliette, pero eso fue peligroso.
—Tenía todo bajo control —mentí.
—¿En serio? —alzó una ceja en mi dirección—. Porque no es así como yo lo veo, señorita me-desmayo-apenas-cruzo-una-puerta.
Resoplé, sin embargo, no estaba en condiciones de responderle. Él tenía razón. Ni siquiera recordaba el momento en que me consiguió ni cómo fue que me trajo hasta aquí. Lo último que rondaba por mi mente era el temblor de mi cuerpo y la necesidad de correr lejos.
Sí, me había enfrentado a cosas terroríficas anteriormente, pero jamás las había buscado por mi cuenta.
Por dentro y aunque no quisiera admitirlo, estaba orgullosa de mí.
No estaba orgullosa de los métodos que utilicé. Dormir a Donovan con calmantes era algo que había tomado como última instancia. Pero incluso si él no estaba enfadado por lo que hice, yo sí. Tendría que esforzarme por pagarle aquella travesura que le hice.
—¿Tienes idea de lo difícil que fue no sacarte de allí a rastras? Y claramente tuviste ayuda. Voy a matarlos. Camille y Raven cruzaron la línea.
—Ellos solo estaban ayudándome. Fui yo quien actuó como desquiciada. ¡Pero tienes que entenderme! No podía solo dejarte todo el asunto a ti y hacerme la desentendida. ¿Estuvo mal lo que hice? Definitivamente. Pero no me arrepiento, Donovan. Ellos tocaron a Justin, jamás debí permitir que eso sucediera. No puedo cambiar lo que pasó, ya lo sé. No voy a rendirme, tú sabes que no puedo rendirme, pero no voy a insistir más, no hasta encontrar una solución real.
—¿Sabes cuántos peros has dicho? —se burló.
Supe que esa era su manera de dejarla las cosas como estaban. Cambió de tema, burlándose de mí, para que así pudiera relajarme un poco. No lo había notado antes, sin embargo, Donovan solía evitar las peleas. Cada vez que la situación comenzaba a ponerse tensa, él se burlaba, sonreía o simplemente hacía algo para cambiar de tema.
No le gustaba discutir, aunque sí que le gustaba joder.
Sin embargo, no podía dejar las cosas así entre nosotros. No, si quería que esto funcionara, debía aprender a hacerme responsable por mis acciones.
—Lo siento, Donovan —me sinceré con él—. No quería hacerte daño. Te juro que verifiqué que no te haría daño. Solo quería...
No fui capaz de continuar. Un nudo se instaló en mi garganta y él lo notó. Se acercó a mí, tomándome de las manos. Su calidez hizo contraste con mis manos frías. Sus ojos fijos en los míos, esperando pacientemente a que hablara con él.
—¿Qué, mi amor? ¿Qué querías?
—Solo... Quería poder ir con Justin y decirle que todo estaría bien, pues su hermana mayor ya se había ocupado de todo. Pero tu madre fue sincera. ¿No es así? Dijo que no hay forma de revertirlo y tú ya lo sabías.
—Convertir a alguien no es tan fácil. Debes tener a una persona con una fuerte determinación de vivir. No se engaña a la vida tan fácilmente. Para convertir a alguien, debes usar hasta la última gota de su sangre. Y no todo el mundo puede aceptar esos cambios.
—¿Sufrió mucho? —Esa era la pregunta que menos quería hacer, pero también la que más necesitaba respuesta.
Él negó con la cabeza, indispuesto a decírmelo. Y eso fue suficiente para que yo supiera la respuesta. Respiré profundo, haciendo un esfuerzo por no echarme a llorar de nuevo
—¿De dónde sacaste la idea de la sangre? —preguntó, sus ojos brillando por la curiosidad.
—De Justin, de hecho —sonreí de lado—. Cuando se abalanzó sobre mí en la habitación. Me quedé pensando sobre eso. ¿Por qué mi sangre sería especial o diferente? ¿Solo porque soy tu pareja? Eso me sonaba un poco tonto, así que luego de eso fui al jardín, a pensar. Y ahí noté que en realidad hay tantas cosas que no sé. Me llaman reina, pero no sé qué significa. Ahí fue cuando tomé la decisión de investigar, algo que debí hacer desde el principio. En la biblioteca descubrí un par de libros interesantes sobre tu religión. Ustedes creen en la madre luna, no lo entiendo del todo, para mí la luna solo es eso, una luna. Es ilógico pensar que se trata de una diosa.
—Es una diosa —interrumpió—. Es muy real, incluso Eleanna ha tenido contacto con...
Mi mirada fue capaz de callarlo en segundos. Le había tomado demasiado tiempo notar que no era precisamente partidaria de escuchar ese nombre.
No es como si estuviera celosa acerca de esta chica a la que todos mencionaban una y otra vez. Quizás si la conociera, no me sentiría tan recelosa con solo escuchar su nombre, pero no podía olvidar que Donovan la llamaba con aquel apodo cariñoso con el que solía llamarme a mí.
¡Eso estaba tan mal!
¿Qué tan cercano era con ella como para que tuviera aquel apodo? ¿Acaso le decía así a todas sus novias o algo así?
Porque sinceramente no lo entendía.
—En fin, lo que quería decir es que ustedes tienen un balance. Si en fuerza, rapidez y en cualquier aspecto tú me ganas, no es una relación balanceada, estoy en clara desventaja en comparación. Así que estuve pensando mucho en ello. ¿De qué sirve tener una reina entonces?
—Así que llegaste a la conclusión de que todo estaba en tu sangre —una sonrisa de orgullo bailó en sus labios—. Eres inteligente, criaturita.
—Pues sí, lo soy.
Intenté disimular lo avergonzada que me encontraba. Su sonrisa era toda una tentación, mientras que su mirada provocaba oscuros deseos en mí. Ahora que había probado lo que era el sexo con Donovan, era muy difícil para resistirme a su magnetismo.
—¿Qué fue lo que hiciste allí adentro, Juliette?
No parecía tan interesado en la respuesta como pensé. Después de todo, se trataba de su madre. Podría haber planeado un asesinato o algo así, pero él estaba tranquilo.
—Solo diré que no dejes que nadie entre.
Él asintió, aceptando mis palabras sin dudar. ¿Por qué? ¿Por qué nunca preguntaba? ¿Por qué aceptaba todo lo que le decía, sin insistir, sin presionarme?
Donovan era el monarca de los vampiros. Eso significaba que tenía una enorme responsabilidad sobre sus hombros. Una que ni siquiera yo podía imaginarme... ¿No era eso algo agotador? Porque sonaba como si lo fuera.
—¿Alguna vez quisiste no ser quién eres, Donovan?
La pregunta escapó antes de que me diera cuenta, tomándonos a ambos por sorpresa. Tomó mi mano, observando la venda que cubría mi herida. Su expresión de pronto se tornó triste.
—Nunca quise —admitió—. ¿Un trono? No podía estar más lejos de mis objetivos. No me arrepiento de ser el monarca, pero no es algo que yo pidiera.
Su tono fue bajo, ronco. Su mandíbula se encontraba apretada, su semblante oscuro. Si había algo en Donovan, es que era irresistible incluso cuando no lo pretendía.
—Lo siento —fui sincera, sintiéndome avergonzada por mis acciones.
—Está bien —sacudió la cabeza—. Solo hay que reajustarnos un poco. No sé cómo actuar. No sé si debería apoyarte o detenerte. No quiero que te pongas en peligro, no cuando yo estoy aquí para protegerte. Me gustas, me gustas independiente y fuerte a tu manera, pero por un segundo creí que moriría al percibir tus emociones. Yo lo sentí, criaturita. Tu miedo, tu temor, aquel dolor que te provocaste y la decepción que sentiste.
Bajé la mirada, avergonzada. Quizás pudiera engañar a todo el mundo, pero no a él. No a aquel que compartía mis sentimientos y emociones.
—Quiero entrenarme —declaré—. Quiero ser más fuerte. Quiero protegerlos. Y eso te incluye a ti.
Asintió con solemnidad. Se levantó de la silla, haciéndome un gesto de que lo acompañara. Dudé por un segundo, pues sabía que, si aceptaba seguirlo, no habría vuelta atrás. Después de todo, no sabía lo que para Donovan significaba entrenar.
Cuando me miró de reojo, decidí que no podía arrepentirme. Lo seguí, confiando ciegamente en él.
—Bien, entonces eso haremos. Serás una gran reina, criaturita.
Por un segundo, deseé que tuviera razón.
Escuché la campanilla sonar, indicándoles a los estudiantes que la hora del almuerzo había llegado. Choqué con un par de cuerpos sudorosos, recibiendo una mala mirada de su parte. Claro, que era yo quien iba contra la marea de adolescentes hormonales, así que técnicamente si era mi culpa.
Me encontraba en la academia en busca de Aria Matthews. Tras un aparatoso y desagradable fin de semana, el lunes llegó, por lo que los niños debían ir a sus clases. Justin, en cambio, se mantenía confinado en alguna parte del castillo. Habíamos conversado por teléfono un par de veces, solo hablando sin sentidos. Ambos necesitábamos sentir que todo estaba bien entre nosotros, así que evitamos los temas peliagudos.
Tenía dos motivos esenciales para buscar a la profesora Aria en horario de almuerzo. El primero, agradecerle por toda su ayuda, sin ella, jamás habría sido capaz de enfrentarme a Rumia.
El segundo, pedirle su ayuda una vez más.
Los estudiantes pasaban a mi lado, mirándome de reojo. Sí, algunos vampiros de la academia estuvieron presentes en el tan desastroso banquete, así que todo lo ocurrido ahora era un chisme que se extendía cada vez más.
Y yo era el centro de aquello.
Incluso había escuchado a alguien mencionar que me había molido a palos con Dominik Black.
¿Dónde rayos sacaban esta gente la información? Obviamente no era rival para el antiguo monarca. Si había algo que decir, sería que Dominik Black me molió a palos.
Llegué a la puerta del salón donde usualmente se encontraba Aria. Esperaba no incomodarle, pues lo que menos quería era causarle problemas.
—¡Tía, Aria! Escúchame, no sé cómo regresar. ¡Ayúdame y deja de llamar a Liam para que venga por mí cada vez!
Escuché aquella voz familiar a través de la puerta. No estaba segura de quien era la propietaria, pero sí que la había escuchado anteriormente. Incluso dudé en interrumpir, pero mi curiosidad pudo más.
Después de un par de toques, Aria me permitió entrar. Apenas abrí la puerta, noté que se trataba de aquella chiquilla con la que me había topado tiempo atrás, la semi rubia adolescente que siempre se veía apresurada. Su cabello estaba revuelto y sus pantalones embarrados con lodo. Parecía estar enfadada, mientras que Aria, con su bata blanca de laboratorio impecable, se mantenía inmune, como si nada le importase.
—Oh. Hola, Juls —Me saludó con confianza, antes de darle una última mirada furibunda a Aria.
—Hola, tú —fruncí un poco el ceño, no recordaba su nombre—. Creo que tengo algo que te pertenece, lo dejaste caer hace unos días.
—¡Así que estaba contigo! —exclamó con alivio. No me perdí la mirada que le dedicó a Aria, nuevamente—. Eso es genial. ¿Lo tienes?
—Lo siento, lo dejé en el castillo.
—Eso sonó tan humilde —se burló.
Actuaba con demasiada confianza a mi alrededor. ¿Quién demonios era esta chica y por qué actuaba como si me conociera de toda la vida? ¿Y por qué eso no me molestaba?
—Lily, no puedo ayudarte —Aria interrumpió la conversación—. Sé que quieres que le diga a Elliot que te haga otro, pero tienes que entender que no siempre habrá un Elliot al cual molestar.
—Eres injusta, tía Aria. Solo quiero un rastreador de tiempo, sabes que lo necesito.
¿Un rastreador de qué? Me sentí perdida, pero no quise interrumpir para preguntar. Suficiente tenía con ser una ignorante del submundo, no necesitaba ponerme en evidencia.
—Y tú sabes que eso deja a Elliot sin energía por semanas. ¡Además de que acaba de hacerte uno!
—Pero lo perdí —hizo un puchero—. ¿No puedes sólo pedirle que haga otro? Puedo ir a buscar el que Juls me robó, pero igual quiero tener un repuesto, por si acaso.
Iba a interrumpir y decirle que yo no le robé nada, sin embargo, la molestia de Aria fue creciendo con cada palabra, por lo que apenas dejó de hablar, Aria arremetió contra ella verbalmente.
—¿Cómo esperas que haga eso? —era la primera que veía a la profesora levantar la voz, y eso que se dedicaba a educar niños problemáticos—. ¡Se supone que él no sabe quién eres en este tiempo! ¿Qué justificación podría inventarme?
—¿Tiempo? —pregunté antes de darme cuenta—. ¿De qué están hablando?
—Ah, claro. Ahora jodiste a Juliette —negó Lily con la cabeza—. Eres una mala cuidadora del tiempo, tía Aria.
—¡No he jodido a nadie!
—¿Qué? —mi confusión era latente. Aun no estaba lista como para enfrentarme a las rarezas del submundo.
—¡Lily!
—¡Aria!
—¿Qué? —repetí.
Estaban tan enfrascada en su discusión que no notaron cuando un chico, un poco menor que yo entró en el salón. Era musculoso, a pesar de su edad. Su cabello era muy oscuro, haciendo contraste con la palidez de su piel. Sus ojos azules se posaron por un segundo en mí, antes de desviar un poco la mirada, avergonzado. Tuve un pequeño crush momentáneo con él y sólo por eso agradecí no estar con Donovan.
No era mi culpa, de repente estaba rodeada personas con altas dosis de bellezas. ¿La magia los hacía verse más hermosos o se debía a que yo era débil contra ellos? No lo sabía, pero lo que si sabía es que acababa de comerme con la mirada a un chiquillo, antes de que este abriera la boca, mirando a Lily como si quisiera matarla.
—Te encontré, estúpida.
La exclamación llena de frustración en Lily me sorprendió, sacándome de mi ensimismamiento. Golpeó el piso con un pie, cruzándose de brazos. ¿Eran ideas mías o Lily acababa de tener un berrinche?
—¡Te dije que me dejaras sola, Liam!
—¿Y cómo podría dejarte sola cuando eres tan estúpida? Ve a casa, Lily.
—¡No! —gritó—. ¡Él no me quiere allí, así que no voy a volver! Además, estoy estancada en este tiempo, no es que tenga muchas opciones. ¡Y deja de pedirle a versiones de mí que te lleven conmigo!
—Madura, por eso es que Tyler no te quiere.
No sabía de qué estaban hablando, pero hasta yo supe que había cruzado una línea.
Los ojos de Lily se llenaron de lágrimas contenidas, mientras que aquel apuesto chiquillo mostró una mirada arrepentida. Supe que eran hermanos, incluso cuando parecían tan diferentes el uno del otro. Lily era un poco más rubia, mientras que Liam tenía un cabello azabache. Lo único que tenían en común, era el color de sus ojos.
Ambos compartieron una mirada, como si estuvieran hablando telepáticamente. No sabía si era posible, sin embargo, el tenso silencio que lo siguió confirmó que estaba en lo correcto.
—¡Te odio!
Se desvaneció en el aire tras esa declaración, dejándonos a todos en un tenso silencio. La magia era realmente sorprendente, pero mi intuición me dijo que eso no era nada normal, incluso entre personas muy extrañas.
—¿Alguien puede explicarme que sucede aquí?
Aria suspiró frustrada. Debía ser realmente delicado como para sacarla tanto de quicio, pues siempre la percibí como una persona tranquila y con mucha paciencia.
—Lo que acabas de ver fue un ataque hormonal de una adolescente de quince años —explicó, luego de un rato—. Se trata de una viajera en el tiempo y este de aquí es su hermano.
—Hola —saludó con vergüenza al notar que había estado todo el tiempo presente—. Lamento que vieras esto, Juls.
—Espera, así que ellos me conocen en un futuro y por eso me tratan con tanta confianza —pregunté, sólo para asegurarme.
—Así es —Le dedicó una mala mirada—. Se supone que nadie debe saber de ellos, así que te ruego que guardes el secreto.
—Eso está bien por mi parte, igual no tengo a nadie quien contárselo.
Liam se sonrojó, desviando la mirada. ¿Eran ideas mías o este chico tenía un ligero crush conmigo? Oh, Donovan estaría tan furioso si se enterase.
Además, no debía saber nunca que, por un pequeño segundo, fue correspondido.
No tenía nada de malo sentir atracción hacia alguien más. Lo que estaba realmente mal era actuar en base a esa atracción, eso sí que era algo delicado. Mientras tanto, solo me deleitaría con la mirada cuando viera a Elliot. Y ahora también a Liam.
—Yo me voy, necesito encontrar a Lily antes de que haga más desastres. Esté molesta porque Tyler la rechazó, de nuevo. Así que decidió botar todos los dispositivos de locación temporal, para no tener que verlo en mucho tiempo. Supongo que estaba aquí buscando tu ayuda, tía Aria. Lily es tan impulsiva.
Aria asintió. Parecía acostumbrada a que estos mellizos tan peculiares estuvieran por aquí, porque no se mostró tan confundida como yo. ¿Quién era Tyler y por qué estaba rechazando a aquella chica?
¿Cómo así para lidiar con este gran chisme sin resolver? ¡Que alguien me explicara lo que pasaba o moriría de la curiosidad!
Sin embargo, mis plegarias no fueron escuchadas, porque luego de intercambiar par de palabras con la profesora, Liam se retiró, dedicándome un incómodo gesto. Estaba tan sonrojado que incluso se le notaba en las orejas.
Después de que saliera, caminando, como una persona normal y no como su hermana, el silencio invadió el salón.
—Perdón, Juliette —Aria se quitó las gafas de protección, sentándose en el escritorio, era una chica rara. Ahí estaba una silla, pero ella eligió sentarse en la mesa—. Estos chicos siempre vienen a mí porque soy la única persona que sabe de ellos en este tiempo.
—Incluso te llaman tía.
—Son sobrinos de Elliot —sonrió un poco al pronunciar su nombre—. Él sospecha de ellos, pero mientras no lo confirme, yo debo soportar las rabietas. Es realmente confuso cuando vienen versiones mayores o menores que ellos. Lamento que te involucraras en esto.
—Está bien —Le sonreí sinceramente—. No debe ser sencillo, pero creo que haces algo honorable. No conoces a esto chicos aún pero incluso así los ayudas. No todo el mundo es capaz de hacerlo.
—Puede que tengas razón —suspiró, calmándose—. En fin. ¿A qué se debe tu visita? No es que me moleste, pero es inusual verte aquí fuera de nuestras clases extracurriculares.
—Pues precisamente a eso venía.
Si le sorprendió, no hubo ninguna reacción en su rostro que lo delatara. ¿Cómo es que siempre parecía saberlo todo? Quizás fuera debido a la lectura de auras, aquello que me explicó era su especialidad.
—Verás —continué—. Descubrí un par de cosas hace unos días. Al parecer soy descendiente de la sombra de la rosa. ¿Te parece familiar?
—He escuchado poco —frunció un poco el ceño—. Creo que Elliot puede ayudarte más que yo.
—Sí, pero no le tengo tanta confianza. Además, creo que no le caigo bien.
—Después de aquella pelea con Brett, puede que no —bromeó.
Al menos esperaba que fuera una broma. No había intentado hacerlo enfadar tanto, pero luego de aquella pequeña pelea, Elliot se apartó incluso más de nosotros. Antes solía estar a la vista, como un águila protectora sobre nosotros. Ahora era como una sombra que a veces pasaba por los pasillos.
Tendría que pedirle disculpas.
—No quiero incomodar, es sólo que necesito tener más información. ¿Sabes? Es difícil ser una humana indefensa rodeada de vampiros. Si hay alguna oportunidad de ser más fuerte, me gustaría aprovecharla. ¿Podrías, por favor, ayudarme?
No tuvo tiempo de responder, porque justo entonces entró Brett, como una especie de huracán. La puerta se estrelló contra la pared en un ruido escandaloso, mientras que en su hombro se encontraba alguna chica que luchaba por bajarse.
¿Este era el día de las cosas raras o algo así? Porque no era nada normal todo lo que veía.
—¡Suéltame, troglodita! Imbécil, patán, idiota —gritó con furia.
Brett se veía bastante tranquilo. Parecía ignorar los ataques de la chica, quien no paró de insultarlo en todo el rato. Golpeaba, inútilmente, la espalda de Brett con sus puños, mientras este la mantenía bien sujeta de los muslos, procurando que no cayera al suelo.
—Aborto de mono, pequeña cucaracha, bruto, subnormal, mequetrefe, energúmeno, capullo.
—Hola, Aria. Encontré un pajarito por allí, así que decidí traerlo. ¿Se encuentra tu amante disponible?
Aria se encontraba completamente pasmada. No parecía saber cómo reaccionar y yo tampoco. ¿Esa chica necesitaba ayuda? Porque se veía bastante molesta. No sabía qué debía hacer, por lo que decidí apartarme un poco.
Que la profesora se encargara de ello. Yo no iba a meter mis narices.
—Cretino, fantoche —siguió—. Troglodita, simio mal desarrollado.
—Lo siento, pajarito. Ya habías dicho troglodita antes —se burló, lo que provocó que se enfadara más.
—Elliot, te conviene venir aquí en este instante —escuché a Aria susurrar.
¿Se comunicaban de alguna forma que yo no conocía? Quise indagar, pero los insultos de la chica llamaron más mi atención.
—¿Qué demonios está pasando? —decidí interrumpir al ver que el rostro de la chica se encontraba cada vez más rojo—. Brett, baja a la chica. ¿Quieres?
—Pues vale —sonrió con travesura, segundos antes de dejarla caer sin ningún tipo de delicadeza.
—¡Animal! Rata de dos patas, orangután, cara de limón podrido, gilipollas, engendro del demonio.
Vaya.
Y yo que creía que era mal hablada. Quise anotar un par de insultos para mi repertorio, pero la chica hablaba demasiado rápido, por lo que no me dio la oportunidad.
Lo veía a él directamente, mientras se mantenía en el suelo. Al menos Brett tuvo la delicadeza de soltarla de nalgas y no de cabeza.
—Tus palabras me halagan, cariño.
Elliot apareció en ese momento. El grupo era tan extraño, que no podía dejar de pensar en que las estrellas se alinearon o algo así. ¿Por qué estábamos aquí? Era tan extraño.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz de mando.
Por respeto a Aria, decidí que no diría en voz alta lo sexy que esa voz sonaba.
—Atrapé a un pajarito —repitió Brett, encogiéndose de hombros.
—Neandertal —escupió la chica.
Su cabello rosado llamaba mucho la atención. Lo tenía por los hombros, rozando su mandíbula. Sus ojos eran oscuros, un poco más de lo normal. Su ropa estaba un poco desordenada, con un pantalón desgastado y unos zapatos que habían visto tiempos mejores.
Tenía un lindo estilo, pero gracias a Brett ahora parecía una muñequita de trapo.
—Hola, señorita —Elliot se acercó a ella con cautela, actuando calmado—. ¿Qué fue lo que causó que este chico maleducado te trajera hasta aquí?
—¡Él sólo me tomó por encima de su hombro y me trajo aquí sin ningún tipo de delicadeza! Esto se puede considerar un secuestro. ¿Sabe?
—¿Cómo te llamas? —intervino Aria.
—Soy Mara —gruñó.
—Brett, no puedes sólo secuestrar jovencitas y traerlas aquí —regañó.
—No la secuestré. Ella evadió la seguridad de la Academia. Nadie podía percibirla hasta que yo me acerqué. Me pareció curioso que eso le sorprendiera tanto, así que la traje.
Mara evadió las miradas. Se veía un poco avergonzada, pero a mi parecer, le daba más vergüenza ser atrapada en el acto que el mismo acto. Al ver la expresión culpable de la chica, Elliot tomó una postura un poco más defensiva.
Por supuesto, podría ser alguien peligroso, así que debía estar listo para enfrentarse a lo que fuera.
—Bien —gruñó—. Soy una bruja, una un poco diferente.
Eso llamó la atención de todos, incluso la de Brett, quien intentaba lucir ajeno a la conversación mientras que se inclinaba ligeramente hacía ella para escucharla mejor.
—Soy capaz de leer los pensamientos —dirigió una mirada hacia mí—. Sé que tú piensas que esta situación es divertida, el estirado de por allá piensa que soy una molestia y la mujer de aquí solo tiene mucha hambre como para prestarnos atención. Escucho todo incluso cuando no quiero. A excepción del chimpancé.
—Espera. ¿Yo soy el chimpancé? —Una sonrisa divertida bailaba en su rostro.
—Sí —confirmó sin vergüenza alguna—. Nadie puede percibir mi presencia si yo no quiero y también podría causarles a todos una gran migraña. Soy... Problemática. No lo intento, pero a veces mis poderes se salen de control y termino haciendo daño a las personas cercanas. Por eso quise venir y comprobar por mi cuenta si este lugar era tan bueno como decían. Creí que... Quizás, pudieran ayudarme.
Elliot no dijo nada por un par de minutos, sólo pensando. Se tomaba muy en serio su papel como el director de la Academia. Parecía que le importaba de verdad todo lo que les ocurría a sus estudiantes y que sólo intentaba hacer lo mejor para todos.
—¿Cómo es que tú no tienes pensamientos? —alzó una ceja hacia Brett—. Sabía que una simple neurona no era capaz de crear pensamientos básicos, pero tú eres incluso más extraño de lo que creí que eras.
—Soy inmune a la magia —explicó con un gesto arrogante—. No existe magia alguna que pueda afectarme, incluyendo la tuya, pajarito.
—Bueno eso lo explica todo —suspiró dramáticamente—. Oye, tú.
Me sorprendió que se acercara hacia mí. Su expresión era firme, pero no me daba una mala vibra. Su cabello corto rebotaba un poco con cada uno de sus pasos, mientras que su ropa descuidada daba le daba la apariencia de ser bastante badass.
—Si tienes tantas ganas de pedirle a alguien que te entrene, sólo dilo —susurró cerca de mi oído—. Ninguno de ellos te diría que no. Incluyendo al aborto de mono.
—Dijiste que no podías leer sus pensamientos —señalé con diversión.
—No puedo —se encogió de hombros—. Pero es evidente que le gustas.
—Bien, Mara —interrumpió Elliot—. Entiendo los motivos por los que viniste, pero no puedo tomar una decisión sin tener al menos a un representante de los vampiros.
—Ella es una representante de los vampiros —me señaló con un movimiento de su ceja—. Y una muy importante.
—Espera. ¿Qué? No puedo tomar una decisión, así como así.
—Técnicamente si puedes —torció Elliot—. Eres la reina. Además, a Donovan no le importaría si un día decides que quieres que el cielo se vuelva rojo, él estaría feliz de pintarlo para ti.
Sabía que su comentario fue sarcástico, pero no pude evitar sentirme halagada al escucharlo.
—Como representante de los brujos y los lobos, doy mi aprobación para que Mara ingrese a la Academia, después de pasar por cierto tipo de pruebas —habló con solemnidad, mientras la magia hacia acto de presencia.
Todos me miraron, esperando algo de mi parte. Ah, claro. Debía decir algo similar a lo de Elliot para que así Mara pudiera estar aquí.
—Como representante de los vampiros —titubeé—. Doy mi aprobación para ustedes ya saben qué.
Brett ni siquiera intentó esconder el ataque de risa que le provocaron mis palabras, lo que me hizo avergonzar un poco más.
—Bien, entonces tú vienes conmigo, Mara. Brett, te necesito cerca mientras le hago un par de estudios. No podemos sólo aceptar a un estudiante que apareció de la nada, pero haré todo lo que pueda.
—¿Y yo qué pinto allí? No me pagas por ser tu guardaespaldas.
—Tampoco me pagas por vivir en la Academia, así que considera que estamos a manos.
Elliot y Brett se alejaron, charlando. Aunque parecía más bien una discusión. Por alguna razón, era la primera vez que los veía de otra forma. Elliot parecía odiar a Brett y viceversa, pero quizás esa era su forma de interactuar.
—Debería ir con ellos —torció Mara—. Fue un gusto conocerlas. Sus pensamientos son... agradables.
¿Se estaba burlando? Porque eso parecía.
—Vaya. Este día ha estado de locos —comentó Aria luego de un tenso silencio.
—Sí, bueno... No es el peor para mí.
Ambas reímos un poco. Me agradaba Aria. Era una excelente profesora y una chica espontánea y vivaz. No solía encajar con personas así, pero la alegría de Aria era contagiosa.
—La chica dijo que querías pedirme un entrenamiento. ¿Eso es cierto? —habló con cautela.
—Lo es —suspiré, armándome de valor—. ¿Alguna vez has escuchado de la sombra de la rosa?
—He escuchado sobre ellos — respondió, frunciendo ligeramente el ceño—. Eran humanos. ¿Cierto? Humanos con afinidad con la magia.
—No tengo idea —admití—. Pero aparentemente están relacionados conmigo.
—Ya veo...
—¿Crees que puedas...?
—¿Entrarte con las habilidades de la sombra de la rosa? No lo sé, pero creo que podemos intentarlo.
En un arrebato, la abracé al escuchar su afirmativa. Aria se congeló por un momento en su lugar, pero luego me devolvió el abrazo con calidez.
—No estás sola, Juliette. Te prometo que haré todo lo que esté en mis manos. Investigaré todo lo que pueda y te ayudaré en cada paso. Puedes contar conmigo.
Solo esperaba no tener que arrepentirme.
¡Hola, hola! Como ya muchos deben saber, estoy actualizando en otra plataforma primero, así que allí estamos más avanzados en la historia. Si desean saber cuál es, pueden encontrarme en facebook como Anivy, que allí puedo dar todos los detalles libremente.
Explicación breve y con spoilers de lo que ocurre con Lily: Como es joven y no domina bien sus poderes, necesita localizadores de tiempo. Con eso, puede viajar a voluntad. Como Juliette chocó con ella antes y perdió el suyo, quedó atrapada en este tiempo. Ya sabe dónde se encuentra así que es probable que solo entre al castillo y lo tome.
Espero que les haya gustado. Nos leemos muy pronto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro