Capítulo 36: Al FBI le gusta tu comentario.
Desperté sintiendo calor. Un brazo envolvía mi cintura desde atrás, pegándome a un cuerpo duro y firme. Recordaba a la perfección cada segundo de la noche anterior, sin embargo, llegados al final, cuando Donovan me llevó en brazos hacia el baño, las cosas comenzaban a volverse borrosas para mí. Estaba un poco confundida respecto a las cosas que le dije, pero de lo que estaba segura es que volvimos a hacer el amor dos veces más durante la noche, con intervalos y descansos de mi parte.
La pasión que nos envolvía desde hacía tanto tiempo terminó explotando en mi cara. Fue uno de los momentos más increíbles de mi vida. Esperaba que el cuerpo me doliera, que sintiera aquel golpe de mi mejilla. Incluso cansancio. Pues nada estaba más lejos de la realidad, me encontraba relajada y cómoda. Satisfecha. Fuimos apasionados, casi salvajes. Aunque por supuesto, Donovan tuvo que contenerse.
Si no se contenía, probablemente hubiera terminado como puré de Juliette.
Gracias a su mordida, mi cuerpo se sentía mejor que nunca antes. El dolor en mi mejilla desapareció por completo, al igual que la marca de sus dientes sobre mi cuello, noté al llevarme la mano hasta allí.
—Me estás dando calor —me quejé, frunciendo el ceño.
—¿No hay un buenos días para mí? —cuestionó con sorna.
Sabía que estaba despierto. Los vampiros no parecían dormir nunca, además, su respiración en mi nuca lo delató. Me abrazó con más fuerza, haciéndome sentir un poco sofocada.
—No, no hay para ti.
Me removí entre sus brazos hasta que me soltó. Estiré mi cuerpo, sintiendo el fresco de su habitación sobre mi piel desnuda. Dormir juntos después de tal arrebato fue perfecto, casi mágico, pero Donovan se volvió caluroso, probablemente adrede, y me despertó.
—Al menos dame un beso —exigió.
—No hasta que me lave los dientes —le escuché refunfuñar por lo bajo, frustrado.
—No sería lo peor que hemos hecho —soltó, creyendo que no lo escucharía.
Y aunque era cierto, no iba a ceder.
Me levanté de la cama sin timidez. Ya Donovan había visto mi cuerpo por completo, así que no tenía nada que ocultar. Bueno, verlo era quedarse corto. Me había tocado, besado y acariciado en cada centímetro de mi piel.
Seguía quejándose en la cama, sin moverse.
Nunca lo había visto tan relajado. Era increíble lo que una buena sesión de sexo podía causar a alguien, pensé con travesura.
El piso estaba frío y la habitación era oscura incluso de día. Típico cliché de vampiros, no se sentían muy cómodos con la luz del sol. Tarareando, me dirigí hacia el baño de Donovan. Apenas abrí la puerta, noté una inmensa bañera al final del cuarto de baño. Debía darle espacio para al menos seis personas. Fruncí el ceño al imaginarme las fiestas privadas de Donovan en este lugar. No le había prestado suficiente atención al lugar antes, demasiado extasiada como para ver algo aparte de su cuerpo y sus atenciones.
Revisé en sus armarios hasta que encontré un par de cepillos de dientes sin usar. Hice mis necesidades básicas y me peiné un poco el cabello. No quería salir de nuevo desnuda, por lo que busqué entre las cosas de su baño hasta conseguir una camiseta negra, con el logo de una banda musical.
Parecía usada, pero después de olfatearla por un rato, solo percibí el ligero rastro de un perfume, así que decidí que estaría bien con esto.
Cuando salí, noté que Donovan había acomodado un poco su habitación. Las prendas habían volado por todo el lugar, pero ahora toda la ropa estaba pulcramente doblada y en orden. Él se encontraba sentado sobre la cama, trayendo puesto solo un pantalón desgastado. Entre sus manos se encontraba el broche que mi madre me regaló, dándole vueltas entre sus dedos, distraído.
—¿Está todo bien?
—Por supuesto —Contestó, pensativo—. ¿Por qué no lo estaría?
—No te ves muy bien —comenté.
—Perdóname. Es solo que... Hay cosas que ni siquiera yo sé —se sinceró, mostrándose preocupado—. No tengo ni la menor idea de dónde sacaste esto.
—Fue un regalo de mi madre.
—Sí, eso ya lo sé. ¿Pero de dónde lo sacó ella? —insistió.
Algo me estaba perdiendo. Donovan estaba serio y ni siquiera había reparado en que le robé una de sus camisas, así que de seguro el tema era preocupante. Me acerqué, con cuidado. A veces, tratar con Donovan era más similar a tratar con un animalillo herido que con una persona.
Él me aceptó a su lado. Me imaginé por un momento la situación. Él estaba acomodando el desastre que ambos provocamos y luego llegó a sus manos aquel broche que tanto parecía importarle.
—Se lo dio su madre —le conté—. Mi abuela desapareció cuando mi madre era una niña. Ella tenía como... ¿diez años? Probablemente. La policía insinuó que ella simplemente abandonó el hogar, pero mi madre nunca creyó eso. Una madre que te adora con su vida no se marcha, así como así, dejándote atrás. Por suerte, mi abuelo la cuidó hasta sus últimos momentos de vida. Ellos nunca perdieron la esperanza de que ella volviera y ese broche era su objeto más preciado. Es algo que ha estado en la familia por muchos años. ¿Por qué me estás interrogando al respecto? ¿Qué ocurre?
Se quedó en silencio durante unos segundos, con su mirada fija sobre el broche. Su ceño estaba fruncido y sus labios apretados, mientras le daba vueltas al pequeño broche entre sus dedos. Parecía analizar todos los lados del broche. Buscando algo.
—Hey, me estás haciendo preocupar.
—Dominik Black dijo que esto le pertenecía a la sombra de la rosa —respondió, dejándome más dudas que respuestas.
—¿Qué se supone que es eso?
—Una organización de humanos —explicó, tenso—. Una organización encargada de exterminar a los vampiros.
Parpadeé, desconcertada. Tomé sus palabras y le di vueltas, pero por más que lo pensé, no logré encontrarle ningún sentido. Los humanos no eran rivales para los vampiros. Yo misma había sido testigo de ello. Vi como capturaron a Leo y lo mantuvieron captivo como si fuera un simple martes. ¿Y Donovan estaba diciendo que yo era parte de una organización secreta o algo así? Porque era lo más estúpido que había escuchado en mi vida.
—Donovan, estás diciendo tonterías.
—No lo entiendes —parecía bastante frustrado—. Los vampiros y los humanos han estado relacionados desde siempre. La sombra de la rosa se creó porque las mujeres de la familia Rossé eran donantes de vampiros poderosos. Mujeres con condiciones especiales, como tú y como tu madre.
Nunca había escuchado que existieran más personas como nosotras. Y aunque Donovan me había explicado que las hemorragias ocurrían porque nuestros cuerpos estaban hechos para alimentar a vampiros poderosos, nunca llegué a pensar que hubiera más casos así.
—¿Esto ha pasado antes?
—Sí. El odio hacia los vampiros comenzó porque robaban a las mujeres de esa familia. Así que los humanos se unieron y crearon una asociación de personas con condiciones parecidas. La llamaron la sombra de la rosa en honor a la única mujer que escapó de los vampiros, la única mujer de la familia Rossé que pudo vivir una vida normal. O al menos pudo ser normal, hasta que decidió convertirse en la primera cazadora de vampiros.
Absorbí toda la información, frunciendo un poco el ceño. ¿La primera persona en cazar vampiros fue una mujer? Nunca me lo hubiera imaginado. Quise saber más instintivamente de ella, de toda la sombra de la rosa. Quería escuchar la historia de aquella Rossé que escapó de los vampiros y luego se vengó de ellos.
—¿Alguien fue capaz de escapar de los vampiros? —pregunté, solo porque quería su confirmación—. No entiendo esto Donovan. ¿Cómo podrían los humanos enfrentarse a los vampiros?
—No lo sé —admitió—. Pero voy a averiguar al respecto. Sobre todo, porque parece estar demasiado relacionado contigo.
Supe que hablaba en serio por su ceño fruncido y sus hombros tensos. Al parecer era algo mucho más importante de lo que yo podría llegar a imaginarme. Y aunque Donovan ya sospechaba que había algo en ese broche, su preocupación aumentó en el momento en que su abuelo lanzó aquel comentario.
—Puedo preguntarle a mi mamá al respecto —ofrecí.
Asintió, aun con la cabeza entre las nubes. Mientras tanto, solo quería comer. Mi estómago rugió en ese momento, delatándome. Después de que Donovan me follara toda la noche, por supuesto que estaría hambrienta.
—¿Tienes hambre, criaturita? —una sonrisa bailó en sus labios, burlándose de mí.
—Muero de hambre —admití con un puchero.
—No podemos permitir eso —guiñó un ojo.
Ya lo habíamos agarrado de broma interna. Últimamente tenía mucho apetito, aunque no sabía la razón y tampoco había pensado mucho en ello. Solo sabía que llegaba del instituto muriendo de hambre, a pesar de que antes había pasado muchos días sin comer adecuadamente.
Quizás me estaba malacostumbrando, pensé con alarma.
Después de todo, Marilyn preparaba la mejor comida de todos los tiempos. Claro que siempre querría comerla.
Me levanté de la cama, dirigiéndome directo hacia la puerta. No podía atrasar más mi desayuno, porque comenzaría a ponerme de mal humor. La comida debía llegar a las horas adecuadas, en el momento adecuado. O sería algo parecido a despertar a un dragón dormido.
—¿Vas a salir solo usando mi camisa? —elevó una ceja en mi dirección.
—¿Te molesta? —le sonreí con picardía.
Parecía estar riéndose de algo que yo no entendía. Por un segundo, pensé que había algo que me estaba perdiendo, pero intuí que incluso si le preguntaba, no me lo diría.
—No es que me moleste...
—¿Entonces?
—No, nada —sacudió la cabeza despreocupadamente—. Si alguien te mira, solo le sacaré los ojos.
Se colocó una camisa sin buscar mucho y se calzó unos zapatos cómodos, todo con aire despreocupado y relajado, como si no acabara de decirme que iba a sacarle los ojos a alguien si me miraba.
—Estabas bromeando. ¿Cierto? —quise asegurarme.
Volteó a verme por sobre su hombro, sonriendo peligrosamente.
No, no estaba bromeando.
Un escalofrío me recorrió entera y por un segundo solo pensé que era una suerte que no fuera yo la enemiga de Donovan Black.
—¡Juls! —Julia corrió hacia mí apenas me vio.
Antes de bajar al comedor, había pasado por mi habitación. Me di una ducha rápida y me cambié la ropa. No quería que los vampiros del castillo quedaran ciegos por los celos del monarca.
Ya me podían agradecer por permitirles seguir con los ojos en sus cuencas.
Así que ahora me encontraba con mis hermanos después de estar toda la noche separados. Los pequeños brazos de Julia me envolvieron, mientras su cabeza se reposaba contra mí. Incluso Nótt y Dagr se acercaron corriendo al verme, como si me hubieran extrañado.
—Hola, mocosos revoltosos.
Noté que Justin no se encontraba en el comedor, pero supuse que habría desayunado antes que los demás y estaría estudiando. Yo también debería estar pasando mi tiempo estudiando, pronto se vendrían un par de exámenes que estaban haciéndome doler un poco la cabeza.
—Te extrañé —lanzó un puchero en mi dirección, enfurruñada.
—Y yo te extrañé a ti, mi rayito de luz.
Jake me miró de reojo, como si estuviera esperando algo de mi parte. Sonreí internamente, ahora que estaba creciendo, trataba de evitar ser un niño consentido. Pero yo sabía cuánto amaba que lo mimaran, incluso si crecía y se convertía en un hombre hecho y derecho.
—Ven aquí, amargado en miniatura —Lo invité con un gesto de mi mano.
Dudó un segundo, sin embargo, no pudo resistirse a abrazarme. Sus brazos me rodearon con fuerzas y yo se lo devolví con el mismo afín.
—Bien, bien. Ahora cuéntenme. ¿Qué hicieron anoche?
Respondieron a la vez, por lo que apenas entendí un par de palabras. Al parecer pasaron la noche entre películas, palomitas y una sesión improvisada de karaoke.
—Gracias por estar con ellos anoche —les agradecí tanto a Raven como a Marilyn.
Raven fue un poco más como un intermediario. Se pasó la velada entre la fiesta y el karaoke. O al menos así fue hasta que cierto incidente sucedió y el banquete se arruinó.
Cuando todo salió mal, Marilyn encerró a los niños, me informó. Jake y Julia se quedaron en la misma habitación, mientras que Justin prefirió quedarse estudiando en su habitación.
—¿Qué les parece tener un pequeño picnic al medio día? —ofrecí—. Ya que los dejé abandonados anoche, quiero pasar tiempo con ustedes.
—¡Sí! —gritó con entusiasmo Julia.
Miré con una pregunta silenciosa a Marilyn, a lo que ella asintió con una gran sonrisa. Eso significa que no habría problemas con hacer un almuerzo al aire libre.
—¿Está bien si me uno a ustedes? —preguntó Donovan.
Me mordí los labios, mirándolo con atención. ¿Quería unirse a un almuerzo familiar? Eso era un poco inusual, pero no estaba en contra de ello. Si él quería pasar tiempo conmigo y con mis hermanos. ¿Qué razón tendría de impedirlo?
Desayunamos con ganas, devorando con ganas la comida preparada por Marilyn, quien se unió a nosotros al desayuno como pocas veces hacía. Siempre evitaba comer con nosotros cuando Donovan desayunaba aquí, pero esta mañana él mismísimo monarca insistió en tenerla en la mesa.
Ya se podía considerar un miembro más de esta rara e inusual familia.
—¿Está Justin bien? —pregunté luego de comer.
—Sí, dijo que no estaba de humor, así que lo dejé en su cuarto —respondió vagamente Raven.
—¿Seguro que está bien?
—Claro, solo parece estresado por el examen de la semana que viene.
Asentí, sin agregar nada al respecto. Pasamos el resto de la mañana juntos, solo charlando un poco mientras las horas pasaban. Noté que ese era el plan de Donovan, mantenerme distraída y con mis hermanos para que no conversáramos.
No sabía que consecuencias tendría aquel enfrentamiento entre el monarca actual y el anterior.
Sobre todo, porque noté que cada vez había menos guardias cercanos. El castillo parecía estar vacío, exceptuando a un par de vampiros que había visto cercanos a él. ¿Fue una decisión tomada adrede o los vampiros estaban abandonándolo?
Él se veía tranquilo. Así que consideré la posibilidad de que fuera una medida preventiva. Donovan era un monarca con gran poder, pero seguían existiendo personas que se oponían a él, seguidores de su abuelo. Vampiros que harían lo que fuera por vengarse en nombre de Dominik Black.
Respetaba que no quisiera hablar conmigo de todo. Al Final, yo sólo era la chica humana que no tenía idea de cómo funcionaba la sociedad de los vampiros. Camille o Raven podrían ayudarlo mucho más de lo que yo lo haría.
Pero yo también era la reina de los vampiros. Y tenía que empezar a tomar ese puesto con la seriedad requerida.
—Julia, cuida por donde caminas. No corras por ahí así —sermoneé.
Nos encontrábamos en el jardín que Donovan preparó para mí. Nótt y Dagr corrían por todo el lugar, mientras Raven y Jake intentaban hacer volar a un dron que Donovan les regaló. Había enviado a Julia a preguntarle a Justin si quería unirse, pero dijo que sólo le gruñó una respuesta, algo parecido a un no.
Luego pasaría por su habitación a ver qué ocurría con él. Los exámenes eran estresantes, pero al menos podía unirse a nosotros en las comidas.
—¡Julia! Te dije que dejes de correr —repetí.
Estaba intentando atrapar a Dagr, riéndose mientras la pequeña cachorra blanca huía como si se tratara de un divertido juego. Mientras tanto, Nótt se echó bajo la sombra de un árbol, adormecida.
—Te ves hermosa hoy —murmuró Donovan cerca de mi oído.
—Sólo lo dices porque quieres que vuelva a meterme en tu cama —bromeé.
No necesitaba decir esas cosas para que yo quisiera volver a su cama. O también podría invitarlo a la mía.
Lo miré de reojo. Se veía mucho más pacífico de lo que esperaba. Miraba hacia el cielo, con las manos detrás de su cabeza y su espalda recostada sobre el tronco del árbol. El día estaba claro y pacífico, bastante silencioso. Los niños jugaban, los perros correteaban y a mi lado estaba el vampiro que ponía mi mundo de cabeza.
¿Quién diría que terminaríamos así? Había tanta paz, tanta tranquilidad. Me sentía completamente a salvo cuando él estaba a mi lado. Tenía sentimientos por él, por aquel vampiro que alguna vez llamé acosador.
Mi madre estaba mejorando cada día más. A los niños les iba bien en el instituto y cada día me acostumbraba más al castillo. Todo estaba bien.
—¿Eres feliz conmigo, Donovan? —pregunté con suavidad.
—¿Qué? —pareció sorprenderse al escucharme.
—He investigado —confesé—. Sobre aquello acerca de las donantes. Todos parecen creer que es más un mito que una realidad. Así que me preguntaba si realmente te sientes satisfecho conmigo. Sé que no soy la persona más bonita o la más inteligente, no entiendo tu cultura y siempre ando de malas. No creo ser lo que tú esperabas. Ni siquiera estoy segura sobre si quiero ser una reina. Pero tú has tenido que conformarte conmigo, así que me pregunto si estás satisfecho con que sea yo y no alguien más tu donante.
Esos eran mis pensamientos más recurrentes y crueles. ¿Donovan había tenido elección o solo tuvo que conformarse conmigo? ¿No era demasiado cruel que tuviera que estar solo con aquella humana que la Madre luna eligió para él?
Porque mi vida mejoró por completo cuando él llegó. ¿Y la suya?
El caos llegó conmigo cuando entré en su vida. No solo tuvo que cuidar de una humana, sino que también con toda la familia que yo traía conmigo.
¿No era yo un impedimento para los vampiros? Camille incluso se había preparado su vida entera para reinar.
—¿Eres idiota o algo así? —fue lo que respondió luego de unos segundos—. Criaturita, créeme cuando te digo que jamás aceptaría a alguien que no seas tú. Eres todo lo que siempre he necesitado, incluso cuando no lo sabía. Tu fortaleza, tu forma de ver el mundo, incluso que seas tan desconfiada, cada pequeña parte de ti que te hace ser quién eres, cada cosa que puedas imaginarte, todo eso me encanta. Adoro tu cuerpo, adoro tus sonrisas, aunque seas tacaña para darlas. Adoro ese lunar junto a tu ojo y la dulzura que tienes en tu mirada cuando ves a los seres que amas. Adoro tu boca sucia y tus malas palabras, adoro que sepas defenderte y que no le tengas miedo a nada. Eres perfecta para mí, tal cual eres. Así que no dejes que ese tipo de pensamientos entre en tu cabecita.
Me sonrojé al escucharlo. Incluso un par de lágrimas luchaban por salir. Las palabras de Donovan fueron las perfectas, las que más necesitaba escuchar. Estaba afectada y con el corazón acelerado, pero intenté que no se notara. Iba a responderle con sinceridad, decirle todo lo que pensaba de él y admitir que tenía sentimientos hacia él.
Sin embargo, apenas abrí la boca, noté que Julia acababa de caerse entre las rosas. Su pequeño grito surcó el viento. Me levanté, apresurada. Una sensación de pesar se instaló en mi pecho. No debía ser nada grave, pero cualquier cosa pequeña podría convertirse en una mayor teniendo en cuenta que vivíamos en un castillo lleno de vampiros.
Sangre y vampiros no era una buena combinación, yo lo había descubierto a la mala.
Corrí hacia ella, rezando para que no fuera nada aparatoso. Julia siempre fue un poco torpe, por eso no me gustaba que corriera por todos lados.
Raven llegó mucho más rápido que yo. La ayudó a levantarse, sólo para quedarse congelado en su lugar, con la mirada fija en la rodilla de Julia.
—Donovan —susurré, sintiendo pánico.
Los ojos de Raven se pusieron rojos, alertando a Donovan. Lo que sea que pasara por su mente, no fue nada bueno. Se apresuró a llegar junto a ellos, caminando mucho más rápido que yo, pero sin llamar la atención de Jake y Julia, quien seguía en el suelo.
—Tranquila, estás bien —escuché a Raven susurrar—. Ven, te ayudaré a limpiarte.
Tanto Donovan y yo nos quedamos congelados. Raven estaba calmado, trataba a Julia con una gran dulzura, sonriéndole mientras limpiaba sus lágrimas.
—Me duele —gimoteó, sin ser consciente del peligro que estaba corriendo.
—Lo sé, princesita. Vamos a curarte en un santiamén, ven.
La ayudó a levantarse, sacudió su vestido y luego la llevó en sus brazos hasta el interior del castillo.
Donovan y yo los seguimos, mientras que Jake miraba todo con un gesto malhumorado. Luego tendría que hablar con él, pero mi prioridad era la pequeña niña sangrante en los brazos de un vampiro.
—Juliette, trata sus heridas —ordenó Donovan apenas llegamos a aquel lugar que se designaba como enfermería en el Castillo, cerca de donde se encontraba mi madre—. Raven, ven conmigo.
—De acuerdo.
Raven no parecía estar muy de acuerdo, pero aun así salió por la puerta hacia el pasillo. Donovan iba a hablar con él y yo también quería ser parte de la conversación, pero primero debía ocuparme de la niña.
—¿Te duele mucho? —pregunté con suavidad a la llorosa Julia.
—No tanto —intentó hacerse la fuerte.
—Está bien, sólo hay que limpiar esto y ponerte una vendita. ¿Puedes con eso?
Sonreí cuando asintió. Rebusqué por el lugar hasta encontrar lo que necesitaba y luego me puse manos a la obra. Ella lo soportó como toda una campeona. La herida era quizás un poco más grave de lo que había pensado, pero estaría bien. Sólo era un raspón un poco aparatoso.
—Quédate aquí un minuto —le pedí.
Fui detrás de los vampiros, curiosa. Donovan parecía demasiado serio y quería saber qué demonios acababa de pasar. Que a Raven se le descontrolaran los poderes, incluso por un solo segundo, era lo suficientemente peligroso como para alterarnos.
—¿Estás loco? —escuché la exclamación alterada de Raven por el pasillo—. ¿Qué clase de animal crees que soy?
—No es eso —el tono de Donovan era afilado—. Sabes que no me refiero a eso.
—Claro. Te refieres a qué cómo ella es mi donante, entonces a la primera gota de sangre debía abalanzarme sobre ella y morderla. ¡Es una niña, Donovan! Jamás le haría algo como eso.
—¿Qué dijiste? —intervine.
Raven me miró directamente. Estaba sonrojado y con una mirada perturbada. Para él también era un choque, casi tanto como lo fue para mí.
—Julia es mi donante —repitió, alto y claro—. ¡Pero te juro que ni siquiera se me ha pasado por la cabeza hacerle algo! No tengo ese tipo de pensamientos con ella. Es una niña, Juliette. ¿Quién podría pensar en morderla cuando es tan pequeña? Sé que le llevo seis años. También sé que vas a estar en contra, pero yo solo quiero ser su amigo. Cuando ambos seamos unos adultos, decidiremos qué hacer. Por favor, no la apartes de mí.
Me pareció curioso que su primer pensamiento era que yo lo apartaría de ella. No lo haría, pero tampoco podía dejar las cosas como estaban.
Donovan había mordido mi cuello a la primera gota de sangre. Era una gran muestra de autocontrol lo que Raven había hecho. La había cuidado incluso cuando todos sus instintos gritaban que la mordiera.
Pero yo solo podía pensar en los peligros a los que Julia se enfrentaría al ser la donante de un vampiro.
—No —negué con la cabeza—. Esto no puede ser real.
—Por favor, Juliette. Jamás le haría daño —suplicó.
—Donovan... ¿Qué haremos? —pregunté con pánico—. No podemos alejarlos, pero...
Él solo asintió, entendiéndome. Miles de pensamientos cruzaron por mi cabeza, cada uno peor que el otro.
—Hablaremos de esto luego —decidió Donovan—. No podrás acercarte a Julia sin supervisión. ¿Estamos claros?
Donovan confiaba en Raven. Pero Donovan también conocía lo difícil que era estar cerca de una donante.
—Está bien —asintió pasados unos segundos—. Lamento mucho esto, Juliette. Pero soy sincero. Te prometo que seré un vampiro ejemplar.
—No es que no confíe en ti, Raven. Lo hago. Lo sabes. Pero esto... Esto se sale de nuestras manos —confesé.
—No te preocupes, voy a ganarme tu confianza.
—Raven...
—No le haría daño, Juliette. No le haría daño.
Pero por un segundo, pareció intentar convencerse más así mismo que a mí.
Ustedes no me lo preguntaron, pero sí. Raven Black tendrá su propia historia y ya la estoy escribiendo.
Y créanme, estará buenísima.
Si se preguntan dónde leer el próximo capítulo, lo actualizaré primero en inkitt, me pueden encontrar allí como Anivy. A partir de ahora, los capítulos se actualizarán primero por allá y luego por aquí en wattpad.
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