Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31: ¿Puedo morderte esta noche?

Gemí en voz alta, mientras sus manos se mantenían fijas en mi cintura. Tenía que luchar con todas mis fuerzas para no terminar en el suelo, agotada. Sentía el sudor recorrerme entera, mientras mis piernas temblaban como gelatina. El dolor apenas y me dejaba respirar, pero tenía que ser fuerte.

Comenzó a faltarme el aire, por lo que pronto la habitación se llenó con mis jadeos y gemidos.

—Espera, duele.

—Sólo aguanta un poco más.

Aquel susurro bajo no logró calmarme.

Cerré los ojos, tratando de mantener mi respiración bajo control. Me aferré a la silla, delante de mí intentando acallar mis quejidos. El dolor en mi cintura era demasiado, no creí que pudiera aguantar ni un segundo más.

—Estás matándome —gimoteé.

—Resiste, un segundo más.

—Han pasado varios minutos desde que me pediste un segundo más —lloré.

—Ya estoy por acabar —declaró, para mi alivio.

¿Quién diría que colocar un corsé sería tan malditamente difícil?

—¡Joder, Marilyn! Me lastimas.

—Un poco más, sólo un poco más.

Sí, el vestido que Donovan me había regalado era mucho más que hermoso, pero venía con un corsé nada sencillo de colocar. Resaltaba por completo mi cintura, sin embargo, no estaba tan segura de que valiera la pena. No me sentía nada cómoda con algo torturando mis costillas. Más que un implemento de belleza, parecía uno de tortura.

Marilyn dio un último jalón, proclamándose victoriosa. Gruñí un poco por lo bajo, sintiendo mi cuerpo agotado y eso que apenas estábamos empezando.

No se suponía que fuera tan complicado, de hecho. Era más porque estaba acostumbrada a la ropa ancha y holgada. La tela me daba algo de picazón, pero Marilyn me daría un manotazo si me veía rascándome, así que debía aguantarme las ganas.

—Sé que es difícil, pero te acostumbrarás —me dio un apretón reconfortante en el hombro—. Ya verás el resultado. Valdrá la pena.

No pude seguir enfadada. Después de todo, ella me había mimado y preparado por completo para este día, lo mínimo que debía era agradecerle por todo lo que hizo por mí.

Me preparó un baño de burbujas, en una bañera enorme. Según me confesó, estábamos en el baño del monarca. Era un sitio de lujos, con un tamaño considerablemente grande y todo tipo de cuidados. No se veía como un sitio que Donovan usara mucho, para mí sorpresa. Todo se veía demasiado intacto, nuevo. Le había ordenado a Marilyn que me vistieran en sus aposentos, pues era el lugar más seguro del castillo. Mientras los vampiros comenzaban a llegar, Raven y Camille cuidaban de los niños.

Estaba lo suficientemente cerca de su habitación como para sentir curiosidad, pero demasiado lejos como para dar un vistazo sin que me descubrieran. Así que tuve que conformarme con disfrutar de los lujos del monarca del vampiro.

Marilyn lavó con esencias especiales mi cabello, cuidó mis uñas, me dio un masaje y ahora me ayudaba a peinarme y maquillarme.

Aun no me acostumbraba a verla utilizando sus habilidades por toda la habitación. Lo que a mí me hubiera tomado horas, ella lo hizo en cuestión de minutos. Era rápida y habilidosa, con una gran concentración y determinación. Al parecer, mi apariencia en el banquete era algo sumamente importante y ella asumió la responsabilidad de hacerme lucir más que hermosa.

—Gracias, Mary. Eres la mejor.

Dio los toques finales al vestido, terminó de peinarme y me maquilló con una gran maestría. Se le daba de manera natural, sus manos eran amables.

Yo, que nunca fui fan de maquillarme, no podía quejarme. No me permitía verme en el espejo hasta no tener el resultado completo, pero su sonrisa orgullosa decía mucho. Me dejé hacer, dejando que mi mente desvariara.

Me sentía emocionada, con el corazón latiendo a gran velocidad en mi pecho, como si quisiera escaparse y mudarse con el vampiro que volvía mi mundo de cabeza.

Pero también estaba nerviosa. Donovan no parecía él mismo desde que supo que su abuelo estaba en camino y no sabía qué significaba aquello. ¿Estarían mis hermanos en peligro? ¿La voluntad de Donovan se respetaba lo suficiente como para que estuviéramos a salvo en este lugar?

Era extraño. Jamás pensé que confiaría en otro vampiro, aparte de Donovan. Pero estaba segura de que Raven no permitiría que nada malo sucediera. El problema era que Raven era parte del linaje de los Black. No podía no aparecer en el banquete.

Porque sí, vivíamos rodeados de vampiros, pero todos parecían respetar demasiado a Donovan como para siquiera darnos una segunda mirada. El guardia risueño era el único que me saludaba cuando visitaba a mi madre y siempre fue muy respetuoso.

Además, Marilyn era la mejor persona que había conocido en toda mi vida.

¿Pero esto? No, aquí estaría rodeada de todas las personas importantes en el submundo. Vampiros peligrosos, personas que no necesariamente obedecerían a Donovan.

Estaba metiéndome con gente que tenía un linaje legendario. Y aunque Raven intentó explicarme un poco sobre su jerarquía, la verdad es que no le entendí demasiado.

Sí, sabía que en algunas partes del mundo se mantenían los títulos y todas esas cosas, pero siempre lo vi como algo tan lejano que ni siquiera le presté atención.

Ahí fue cuando descubrí que Camille era la hija del duque, una de las personas más influyentes entre todos los vampiros. Así que la loca, según el apodo de Jake, también estaría presente en el banquete. Solo conocía a tres personas que tenían permitido ir, incluyendo a Donovan, así que en realidad la presencia de Camille era tranquilizadora.

Sí, la mujer no estaba del todo cuerda, pero era inofensiva.

Bueno, tan inofensiva como una pantera domesticada.

—Estás lista.

Marilyn pronto dio su aprobación. No había tomado más de una hora arreglarme, lo que era sorprendente considerando todos los cuidados que tuvo en mí.

Di una vuelta en mi propio eje, viendo como la falda se movía con el más mínimo movimiento de mi parte. El rojo del vestido era lo más hermoso que había visto nunca, del mismo tono que aquellas rosas del jardín.

Me fascinaba las rosas en el corsé, las pequeñas piedras brillantes que hacían lucir al vestido con luz propia. El escote en forma de corazón no era muy pronunciado, pero sí lo suficiente como para lucir sexy. Las rosas bordadas cubrían por completo las pequeñas mangas del vestido, cayendo por todo el escote y llegando hasta la falda. Tener una falda que se arrastraba me hacía sentir como una jodida princesa de cuentos de hadas, sobre todo porque era el vestido más hermoso del jodido mundo entero.

Sin embargo, nada me preparó para verme reflejada en el espejo de cuerpo completo. Mi cabello estaba elegantemente recogido al frente, mientras que caía por mi espalda, llegando hasta mi cintura. Por lo general lo tenía muy liso, pero esta vez Marilyn lo preparó para que luciera unas suaves ondas.

El maquillaje era un poco más neutral. Apenas y podía notar que llevaba algo de maquillaje encima. Mis mejillas se encontraban levemente sonrojadas y mis labios se veían similares a una cereza, con un brillo ligero.

El gran vestido que era toda una obra de arte, el peinado resaltaba mis facciones, el maquillaje me hacía ver fresca y natural. Mi aspecto nunca antes se vio mejor. Me fascinaba lo que veía en el espejo, puesto que parecía una especie de princesa salida de un cuento de hadas, pero sin perder el toque sexy.

¿Era acaso muy narcisista de mi parte quedarme viendo mi reflejo por horas? Porque no podía quitarme la mirada de encima.

—Vaya —escuché a mis espaldas—. Te ves increíble, criaturita.

Volteé a verlo, sólo para quedarme petrificada al ver a Donovan lucir un traje del mismo color que el vestido, era hecho a medida, puesto que le quedaba como un guante. Incluso con la chaqueta puesta, se veían sus músculos, con una camisa blanca que resaltaba lo pálida de su piel. La chaqueta tenía sutilmente bordadas las mismas rosas que mi vestido, por lo que cualquier persona que nos viera sabría que estábamos combinados.

Su cabello, que se encontraba bastante largo, lo tenía peinado hacia atrás en un gesto desordenado que lo hacía lucir salvaje. Donovan estaba más que atractivo, por lo que me permití mirarlo todo el tiempo posible.

—Me tomaré una foto y te la enviaré —me guiñó un ojo.

—Idiota.

—El idiota que te gusta.

Él podría decir lo que quisiera, pero tampoco podía quitarme la mirada de encima. Sus ojos observaron cada parte de mi cuerpo, por lo que di una pequeña vuelta en mi sitio, juguetona.

Mi gesto al parecer le gustó, pues de repente me veía como si quisiera comerme. Me acerqué hasta él, sintiendo el hechizo que nos envolvía, me olvidé de Marilyn, quien se mantenía callada en una esquina de la habitación, me olvidé del banquete, que ya de seguro estaba empezando, pues la música podía percibirse. Me olvidé de todo y de todos, solo me quedé mirándolo a los ojos, el par de rubíes que siempre me hacían perder la cabeza.

—¿Puedo morderte esta noche? —susurró cerca de mi oído.

Sí, podía ver el hambre en su mirada.

Donovan llevaba un largo tiempo sin beber de mi sangre. No moriría por ello, pero podía ver que se comenzaba a debilitar día tras día.

Mordisqueé mi labio inferior, sintiendo nervios. Si le decía que no, sabía que él lo respetaría. Pero no quería decirle que no.

¿Sería tan malo entregarme a él en cuerpo y alma? Porque él parecía capaz de cuidarme, incluso de aquellas cosas a las que no sabía que corría peligro.

—Esta noche —Asentí.

No pude descifrar su mirada, sin embargo, noté que se encontraba bastante feliz. Sonrojada y avergonzada, decidí darme un repaso. Cabello perfecto, maquillaje perfecto y vestido perfecto, sin embargo, seguía sintiendo que algo faltaba.

—¿Estás lista?

Miré a Marilyn, quien asintió colocando sus pulgares arriba. Me di un repaso en el espejo, sintiendo que se me olvidaba algo.

—Creo que sí —dudé un segundo—. ¡Espera! Ya sé que me falta.

Corrí hacía la peinadora, sacando del primer cajón el broche con la rosa que mi madre me regaló. Sentía que encajaba a la perfección con el vestido, así que sin pensarlo dos veces me lo coloqué cerca del pecho.

Me hacía sentir segura cuando lo usaba. Y aunque Donovan había hecho un par de comentarios que no entendí sobre el broche, pareció satisfecho al verme con él puesto.

—Hermosa —aprobó Donovan—. Pero aún te falta algo.

—¿Algo? —repetí, preocupada.

Me concentré tanto en mi propio reflejo que no noté cuando Donovan se acercó, sólo supe que estaba detrás de mí cuando colocó con movimientos expertos un collar de rubíes en mi cuello, para luego tenderme un par de aretes a juego.

Era increíblemente hermoso. Brillaba tanto que incluso sentí que podría cegarme un poco. Los rubíes estaban colocados en forma de gotas, mientras que algo que estaba casi segura de que eran diamantes cubrían todo el collar. Mientras que los aretes en mi mano comenzaron a hacerse cada vez más pesados, conforme pensaba en lo que Donovan acababa de darme.

—Donovan... No puedo aceptar algo como esto —mi voz salió trémula, nerviosa.

—Es tuyo —se encogió de hombros—. Fue hecho especialmente para ti.

—¡Esto debe costar una fortuna!

—Sí.

Lo traspasé con la mirada al percibir que se burlaba de mí. Él sólo sonrió, como si no acabara de darme algo que de seguro costaba más que mis riñones.

—Cuestan una fortuna —asintió, solemne—. Es lo mínimo que debe usar una reina, Juliette.

—Pero yo...

Me acalló con un dedo sobre mis labios, cuidando de no arruinar mi maquillaje. Mi corazón latió como si estuviera en una carrera, mis manos sudaron. Incluso temí que fuera a desmayarme.

Iba a negar que era la reina. ¿Pero que sentido tenía? Iba a ir a un banquete de vampiros como compañera del mismísimo monarca.

—Deja de darle vueltas. Es hora, criaturita.

Tomé una respiración profunda, cerré los ojos por un segundo y me aseguré de tener los nervios bajo control. Sí, iba a entrar a un nido de vampiros peligrosos, pero lo haría de la mano del vampiro más peligroso de todos.

Y sabía que Donovan jamás permitiría que nadie me hiciera daño, así que sólo debía confiar en él.

—Vamos.

Cuando las puertas del salón principal se abrieron, todas las personas que estaban dentro se quedaron en silencio, mirándonos con atención.

Al instante noté que toda la decoración iba en los tonos blancos y negros, además de que todos los presentes llevaban vestidos y trajes de esos colores. ¡Y yo que creí que quizás no resaltaría tanto!

Por supuesto que todas las miradas estarían sobre nosotros, no sólo se trataba del monarca, sino que además era un monarca ególatra que se aseguró que nadie lo opacara este día.

Éramos literalmente el centro de atención, incluso si ignorábamos el hecho de que Donovan era el anfitrión del banquete. Un punto rojo en medio de un lienzo en blanco y negro.

—Eres un idiota.

—Lo sé.

Al instante todos se inclinaron frente a él, dejándome confundida. ¿Debía hacerle una reverencia también? No estaba segura de cómo se comportaban los vampiros, pero si todos lo hacían, quizás yo también debiera actuar como ellos.

—Ni se te ocurra —susurró, frunciendo el ceño.

—¿Eh?

—No te atrevas. Por hoy, eres la reina. Las reinas no se inclinan ante nadie. Ni siquiera ante el monarca.

Nadie se atrevió a levantar la cabeza, no hasta que Donovan hizo un gesto de apreciación. Tomados del brazo, caminamos por todo el salón. No me asusté por las miradas, porque él me hacía sentir segura.

Me sorprendió la decoración del lugar, el salón se veía gigante, las paredes fueron pintadas de blanco, mientras las mesas estaban decoradas con manteles negros. Nadie quitó la vista de nosotros, mientras nos dirigíamos hacia lo que parecía ser el centro del salón.

Con un gesto de Donovan, la banda comenzó a tocar. Me sorprendió notar su mano extendida hacia mí, invitándome a bailar.

—Oh, no. Yo no sé bailar.

—Yo te guío —guiñó con coquetería.

Dudé sólo un segundo que se sintió eterno, pero terminé por aceptar su mano. Si terminaba haciendo el ridículo frente a todos estos vampiros, sería culpa suya.

Él envolvió con su mano libre mi cintura, comenzando a moverse por toda la pista. Sentía todos los ojos sobre nosotros, pero los míos estaban sobre él.

Su cuerpo pareció envolver al mío por ocmpleto. Bailaba a su par, siguiendo los pasos que él me indicaba. Me sostenía contra sí, como si nunca fuera a permitirme tropezarme.

Donovan nació para ser el centro de atención. Incluso con todos mirándonos tan fijo, él parecía moverse como pez en el agua. La música era suave, aunque un poco oscura. Moví mis pies hacia donde él me llevaba. Al principio estuve tensa, demasiado nerviosa como para relajarme. Sin embargo, el efecto Donovan cayó sobre mí, haciendo que me olvidara de todo a nuestro alrededor.

Giramos al ritmo de la música, en un vals que jamás olvidaría.

Me hizo dar una vuelta. El vestido se movió como si tuviera vida propia y casi pude jurar que brillaba. Tampoco me sorprendería si lo hiciera. Me abrazó con suavidad al regresar. Sus ojos brillaban con aquel aterrador tono rubí, pero no me dio miedo.

—Lo haces bien —murmuró en mi oído—. Sigue así, criaturita.

—No lo digas de una forma tan sucia —me quejé.

—Sucias las cosas que te haré.

Me sonrojé a gran velocidad, observando sobre su hombro por si alguien lo había escuchado. Si alguien había escuchado las palabras del monarca, pues nadie se dio por enterado. Sí, nos veían, pero con curiosidad, algunos con una pizca de rechazo. Me sentí avergonzada al recordar que los vampiros tenían un buen oído, así que lo más probable es que alguien escuchara aquella promesa.

Donovan solía ser coqueto, pero nunca tan abiertamente... Picante, por no decir otra palabra.

—Eres asombrosa, Juliette.

—No, yo sólo soy una humana. Tú eres el increíble. ¿Cómo organizaste todo esto? Ni siquiera sabía que todo esto estaba pasando por aquí.

—Somos muy habilidosos —alardeó con una sonrisa pícara.

Claro, por un segundo olvidé que tenían habilidades especiales. Eso explicaba cómo podía organizar algo tan hermoso en tan poco tiempo. Si todos los vampiros podían moverse a la velocidad de Marilyn mientras me arreglaba, entonces solo debió tomarles una hora preparar todo esto, incluyendo pintar las paredes.

—¿Quién es ella? —escuché a alguien preguntar.

—Creo que es su amante.

—¿Amante? ¿Qué hay de Camille?

Bastó con una mirada de Donovan para que se callaran, pero bastó para ponerme tensa.

—Quédate tranquila, mientras estés conmigo, nadie se atrevería ni a darte una mala mirada.

—Porque te temen —repliqué.

—Porque respetan a su monarca.

No pude decir nada al respecto. Bailamos hasta que la canción acabó. Ni siquiera me había fijado en que la música llegaba a su fin, pero cuando terminó, fue como si la pequeña burbuja en la que me había metido explotara en mi cara. Sólo entonces noté los cuchicheos, las miradas malintencionadas, la desaprobación en los ojos de las personas.

¿Y la verdad? Me dio igual.

—Ven, tengo que presentarte algunas personas. Si te sientes incómoda, nos iremos temprano. No temas en decirme si estás cansada o si quieres beber algo

—Está bien.

—Ah, y no aceptes ninguna bebida que te ofrezca nadie —advirtió con seriedad.

Iba a preguntarle porque, pero luego caí en cuenta.

Estaba rodeada de un montón de vampiros. ¿Y que bebían los vampiros?

Sangre.

Las bebidas de seguro estaban hechas con sangre.

No supe como sentirme ante ese hecho, pero me tranquilicé ante la idea de que fue Donovan quién organizó el banquete. Y según Marilyn, él estaba en contra de herir humanos.

—No beberé nada a menos que tú me lo des —asentí, un poco temblorosa.

—No tienes que preocuparte tanto, criaturita. Digo, claro que hay algunas cosas que no debes tocar, pero —repentinamente nos vimos interceptados por un señor, bastante regordete y con un diente de oro que, en mi opinión, le quedaba bastante mal—. Conde Ivanov.

—Buenas noches, señor Black —su acento era ruso, provocando que pronunciara las palabras un poco diferente a lo usual—. Es un gusto verlo esta noche con una compañía tan... —el silencio que dejó fue nuestra suficiente de su desprecio hacia mí—. Tan interesante.

Tenía solo dos opciones. Dejarme pisotear y despreciar, permitirle mirarme como si fuera solo un insecto que se encontraba en el brazo del monarca.

O podía joderle un poco la existencia.

—Donovan, quiero una copa de eso —interrumpí, sin darle tiempo a reaccionar—. No sé qué sea, pero se ve delicioso.

La segunda opción fue la ganadora.

La sonrisa de mi vampiro fue la respuesta de que había hecho algo bien. El instinto me dijo que no podía dejarme pisotear por la primera persona que nos encontrábamos. Mucho menos una con la que me sentía en el derecho de rechazar, pues fue abiertamente grosero conmigo.

—Por supuesto, mi criaturita —susurró en un tono meloso—. Mis disculpas, conde Ivanov, será en otra ocasión.

—Eh, claro... Sí.

Tuve que aguantar mi sonrisa triunfal al ver su incomodidad. No era alguien acostumbrado a ser ignorado, mucho menos para ir a cumplirle el capricho a la humana que acababa de menospreciar.

Sin embargo, nuestro pequeño teatro tuvo más oídos que una iglesia, por lo que pronto todos estuvieron comentando al respecto.

—¡Juliette! —Camille apareció en mi campo de visión, usando un vestido negro que arrastraba por el suelo, luciendo tan sensual como nunca antes—. Ese vestido. Ese rostro. ¡Te quedaste con el mejor premio Dov!

¿Yo era el premio? ¿Estaba hablando de mí como si fuese un trofeo o algo así?

Le sonreí con simpatía, a pesar de todo lo que pudiera pensar de Camille, ella al menos no me veía como si este no fuera mi lugar. Además, su vestido con corte de sirena le quedaba muy hermoso. Su elegancia era tan natural. Ella sabía lo bien que se veía y no temía en ser seductora.

—Te ves muy bien, Camille. Ese vestido es sensacional.

—Oh, si me lo dices tú entonces debe ser verdad —parpadeó hacia mí con coquetería.

—Voy a ir por una copa para ti —susurró Donovan, seductor—. Sin alcohol.

Hice un pequeño mohín, sin embargo, asentí. Donovan se iría sólo un segundo y no demasiado lejos, no tenía por qué temer. Además, estaba con Camille. Ella lucía incluso más aterradora que Donovan, en ocasiones.

Conversé un poco más con Camille sobre los vestidos. Dijo que los diseñó ella misma y lo complicado que fue colocarle los diamantes en gran parte del escote. Yo ni siquiera sabía que eran diamantes los que llevaba puestos en el vestido.

Ella se rio de mí, pero su risa no duró demasiado al enfocar su mirada en alguien detrás de mí.

—Vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí?

Volteé a ver hacia la fuente de aquella voz. Noté que Camille se veía un poco tensa, pero mi mirada estaba enfocada en la señora que avanzaba hacia nosotras en un vaivén seductor. Llevaba un vestido blanco con negro, de cuadros. Su cabello oscuro estaba recogido en un elegante moño y sus ojos rojos resaltaban ante todo el conjunto.

—Señora Black —saludó Camille con una sonrisa tensa.

¿Señora Black? ¿Black, así como el vampiro que me acompañaba? ¿Ese Black?

—Camille —respondió, con algo que me pareció un acento francés—. Siempre es un placer verte, querida.

—El placer es mío —respondió, aunque sus palabras no sonaron nada sinceras.

—¿Y quién eres tú? —su mirada me trasladó.

Me sentí pequeña a su lado, sin embargo, me encargué de no demostrarlo, mientras rezaba para que Donovan volviera pronto.

—Soy Juliette —No le tendí la mano, pues algo me decía que ella no tendería la suya.

—Sí, eso ya lo sé —alzó una ceja—. Mi pregunta es... ¿Quién eres tú?

Habló pausado, luciendo amenazante. Recordé las palabras de Donovan respecto a su madre y supe de inmediato a qué se refería.

Ella no era alguien agradable.

Había una gran malicia en sus ojos rojos. Era mucho menos potentes que los de Donovan. No brillaban con ese toque peligroso. Pero sabía que era alguien de temer.

—Soy la futura reina —respondí, en un impulso de valentía.

Y mi comentario no fue de su agrado, puesto que al instante levantó la mano en la que mantenía su copa y vi con lentitud como el líquido la abandonaba, dirigiéndose a mí.

Cerré los ojos, esperando el impacto del alcohol sobre mi cuerpo. ¿O sería sangre? Quizás una mezcla de ambos. Incluso lamenté que el vestido fuera a empaparse, puesto que era muy hermoso como para exponerse a los ataques de la madre de Donovan.

Esperé un segundo más, pero terminé por abrir los ojos, sólo para encontrarme con el rostro sorprendido de todos los espectadores.

Y un cuerpo que cubría el mío de aquel ataque.



Ay, que este capítulo me encanta. Y los siguientes ufffs. 

La querida suegra de Juliette hizo aparición. ¿No es adorable? 

Aquí abajito les dejo un poco de como me imagino el vestido. Pronto haré una ilustración de ello, así que esperenlo ;)


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro