Capítulo 25: El nuevo profesor.
Por un segundo, todo se congeló en su sitio. Fue como si todo corriera a cámara lenta. En un segundo estaba cayendo, al siguiente Donovan me tenía atrapada entre sus brazos... Y cuando menos me lo esperaba, mi hermano menor llegaba justo para ser testigo de las habilidades especiales de los vampiros.
Justin parpadeó un par de veces, con su mirada enfocada en mi cintura y la mano de Donovan, la cual seguía firme en su lugar. Caerme quizás hubiera sido el mal menor, pero ahora no podía volver el tiempo atrás y dejarme caer. Noté la tensión en Donovan, en Justin, en el ambiente. Los tres parecíamos congelados en el lugar, mientras los niños seguían riendo en algún lugar cercano.
Nótt huyó, quizás incómoda por la manera en que Donovan la cargaba. Yo también quise huir.
Pero eso no resolvería mis problemas... ¿O sí?
Claro que estaría sorprendido, había sido testigo de la velocidad de un vampiro, el monarca, para ser exacta. Notó con claridad como Donovan me sostenía en el aire y me ayudaba a mantenerme en pie después de atajarme.
Lo vio subir al menos unos cinco escalones en un parpadeo.
No podía engañarlo.
No podía sólo decirle que no vio nada, porque mi hermano era un chico muy inteligente. Y ya tenía días sospechando que algo raro venía de Donovan. Justin no era idiota y no iba a ofenderlo fingiendo que solo fueron ideas suyas.
Porque ya había visto todo lo que debía ver.
—Justin —pronuncié con lentitud.
Di un paso hacia él, cautelosa. Lo traté como si fuera una presa a punto de escapar. Porque mi hermano menor se veía tan pálido y aterrado como si fuera a escapar en cualquier momento.
—Yo —tartamudeó.
Por un segundo, su expresión se volvió aterrada y asustadiza, para luego volver a fruncir el ceño. Molesto, confundido.
Fue en ese momento en que me arrepentí de ocultarle la verdad. Si hubiera sido honesta con él desde el principio, nada de esto estuviera pasando.
—Tranquilo, todo está bien —me acerqué a él a paso lento. No quería ponerlo más nervioso de lo que ya parecía.
—¿Tranquilo? ¿Cómo podría estar tranquilo? ¡Eso no fue normal!
Nunca lo había visto lucir tan alterado. Justin usualmente tenía un gran control de sus emociones. Porque solía actuar de soporte para todos en casa. Desde nuestros padres, tan inestables como lo podrían ser un alcohólico y una mujer con una enfermedad peculiar, hasta nuestros hermanos pequeños, con quien convivía a cada segundo del día.
Y por supuesto, yo también me había encargado de poner una carga mayor en sus hombros.
—Baja la voz —supliqué. No quería que los pequeños nos vieran en este momento.
Agradecí internamente que Donovan me estuviera dejando encargarme de la situación. No sabría qué hacer si soltaba que era un vampiro, de la nada, así como lo hizo conmigo.
Lo veía totalmente capaz de soltarle:
"Oh sí, yo soy un vampiro. Pero no cualquier vampiro. No, soy el monarca, el rey de todos los vampiros. ¿Y esto? Ah, es solo mi castillo, uno de tantos. ¿Todos aquí son vampiros? Pero por supuesto que sí. Aprende a lidiar con ello o lárgate".
No, no era una buena idea que Donovan abriera la boca.
—¿Qué eres? —la mirada de Justin fue detrás de mí.
Jamás, en toda mi vida, había visto esa mirada en los ojos de mi hermanito. Desconfianza, de la más pura. Me sorprendí cuando me tomó del brazo y me puso detrás de él, como si quisiera... protegerme.
Ese hecho me impactó tanto que no fui capaz de pronunciar palabra por unos segundos. Justin no estaba enojado conmigo, estaba intentando protegerme.
—Justin...
—¿Qué eres? ¡Dime la maldita verdad ahora mismo! —espetó.
Intenté hacerme escuchar, pero su vista estaba concentrada en el vampiro frente a nosotros.
—Deberías escuchar a tu hermana —fue lo único que respondió Donovan.
No parecía preocupado, mientras que yo sentía que el mundo se me venía encima.
—No le estoy preguntando a Juliette, te estoy preguntando a ti. Así que dime la verdad, antes de que tome a mi familia y los lleve a un lugar muy lejano, donde jamás podrás encontrarnos —el tono de su voz fue tan serio, que le creí.
Pero Donovan no. Soltó una pequeña carcajada, más que sarcástica, parecía incrédula.
Donovan lo sabía. Sabía que mi hermano estaba hablando en serio. No tenía rastro de miedo alguno en su expresión, solo una fiereza que yo nunca antes vi en él.
—¿Dónde jamás podría encontrarla? —repitió—. Niño, no existe lugar en la tierra donde puedas esconderla de mí.
Para mí sorpresa, él también estaba siendo sincero. Ambos se enfrentaron con la mirada, en una lucha de voluntades que ninguno de los dos podría ganar.
—Donovan, no.
—Yo no estoy haciendo nada —levantó las manos en un gesto inocente.
Mordí mis labios, mientras sentía los latidos de mi corazón acelerarse. La expresión de Justin era tan tensa, que temí que en cualquier momento fuera a lanzarse sobre él.
No sabía cómo reaccionaría el vampiro, pero sin duda no sería un buen escenario.
Tenía la certeza de que no le haría daño, sin embargo, muchas cosas podrían salirse de control si forcejeaban el uno con el otro.
—Justin, escúchame —imploré.
Intenté tomar su brazo, pero antes de que pudiera alcanzarlo se apartó. Me hubiera gustado decir que aquel gesto no me dolió, que su frialdad no me estaba quemando, pero ni yo sería tan buena mentirosa.
—No, no quiero hablar contigo ahorita.
—Sé que esto es confuso, pero te juro que tiene una explicación. Justin, por favor. Solo necesito que me escuches.
Comenzó a caminar lejos, sin reparar en mis palabras. No soporté verlo alejarse de mí, por lo que tomé una profunda respiración, armándome de valor.
—Es un vampiro —confesé de golpe.
Justin se quedó quieto. Noté que su respiración se alteró un segundo antes de seguir caminando, fingiendo que no escuchó nada.
Eso no salió como esperaba. Esperaba que se enfadara, pero que quisiera hablar conmigo. Que me reprochara por ponernos en peligro y que luego me prometiera que estaría conmigo a pesar de todo.
Y a cambio solo obtuve su silencio, mientras el frío me envolvía. Sentía como si hubiera perdido algo importante para mí.
—¡Justin!
Donovan me tomó de la mano, impidiéndome seguirlo. Dejé escapar un suspiro, entendiendo lo que él trataba de decirme sin palabras.
Tenía que darle algo de tiempo.
No podía forzarlo a hablarme, ni a entenderlo. Ya había cometido el error de ocultarle sobre la naturaleza de Donovan. Ahora tenía que enfrentarme a las consecuencias de mis actos.
Solo esperaba que pudiera resolver esto.
—¿Están listos? —pregunté por enésima vez.
Escuché las diferentes respuestas de mis hermanos menores. Desde el entusiasmo de Julia, el poco interés de Jake y la cero participación de Justin.
Era el primer día de clases, luego de tantos años sin estudiar. No recordaba la ansiedad que provocaba un primer día. Además, íbamos a una academia repleta de seres extraordinarios.
Así que por supuesto que estaba nerviosa. Intentaba mostrarme tranquila y animada, para no contagiar a mis hermanos, sin embargo, la mirada de Justin sobre mí me indicaba que no lo estaba haciendo tan bien como yo creía.
Por ser un sitio especial, teníamos que llevar un uniforme. Según una rápida explicación de Donovan, cada color en el uniforme significaba algo especial. Los que tenían las insignias, chaquetas y las faldas rojas, eran vampiros.
Los azules eran brujos, mientras que los hombres lobos tenían el uniforme en color plata. Según las palabras del vampiro, podía estar tranquila si veía uniformes rojos ya que todos los de su especie tendrían el deber de cuidarnos, por órdenes del monarca.
Además, Raven ya asistía como estudiante así que estaría allí sí la situación lo requería.
Aun no entendía por qué necesitaba guardaespaldas, pero decidí dejar de discutir por todo. Si los vampiros vivían de esa forma, yo tenía que adaptarme a ellos.
Nuestro uniforme también estaba decorado con rojo. La falda roja era un poco más corta de lo que me gustaría, aunque apenas estaba unos dedos por encima de la rodilla. La camisa blanca se ajustaba a mi cuerpo, haciendo una combinación con las medias. Los zapatos eran negros y con un pequeño tacón. Tomé una gargantilla que utilicé siempre en mi adolescencia, como un pequeño toque rebelde a mi apariencia. Y para finalizar el bonito brazalete que me cuidaba de las otras especies.
Dudé por un momento, pero al final tomé el broche de rosa que mi madre me regaló y lo puse sobre mi chaqueta. Me pareció un buen toque final, por lo que sonreí por lo bajo.
Dejé que mi cabello cayera sobre mis hombros, enmarcando mi rostro. Mirándome al espejo, pude notar que de alguna forma quedaba bien. Todo parecía estar hecho tan a mi medida que me asustaba. Me sentía extraña, pero estaba conforme con la mirada que me devolvió el espejo.
—¿Cómo me veo? —preguntó sonriente Julia.
Su uniforme era una copia del mío, sólo que en versión miniatura. A diferencia de mí, su falda le llegaba por debajo de las rodillas, mientras su cabello oscuro estaba amarrado en dos coletas que la hacían ver inocente y tierna.
Era tan linda, moviendo su falda de lado a lado antes de darme una vuelta, modelándome su uniforme. Se veía contenta y emocionada por conocer un nuevo lugar.
—Tan hermosa como siempre —le guiñé un ojo.
Mientras tanto, Jake y Justin se veían guapísimos con su uniforme. Y aunque Justin había decidido no hablarme por los últimos días, supe que estaba esperando mi aprobación. Se veía dudoso, ajustando las mangas de su chaqueta roja. La camisa blanca estaba por debajo, mientras que el pantalón era rojo. Le lucía bien, con lo pálido de su piel, el rojo hacía un gran contraste.
—Se ven increíbles. Ese uniforme parece hecho para ustedes —hablé hacia Jake y Justin. El menor me sonrió ampliamente, satisfecho.
Mientras que Justin solo desvió la mirada, aunque se veía de alguna forma conforme. Los chicos debían usar una corbata, por lo que me acerqué hacia Jake, arreglando su corbata con movimientos expertos. Había aprendido de mamá, cuando papá aún era un militar honorable.
Sacudí esos pensamientos. No podía ponerme nostálgica en este momento, no cuando ya tenía suficiente con la discusión con Justin.
—Esto es demasiado complejo para mí —comentó Justin, dejando la corbata a un lado, antes de darse la vuelta y dejarnos atrás.
Era tan orgulloso, que ni siquiera quiso pedirme ayuda para colocársela. Rodando los ojos ante su infantilismo, recogí la corbata. Le ayudaría antes de subir al auto.
—¿Están peleados? —me preguntó directamente Jake.
Su expresión ya no era tan infantil como antes, ahora parecía analizar y observar todo a su alrededor con ojo crítico. Supe que ni siquiera intentaría elegir bandos, pues entendía que una discusión entre nosotros, era eso, solo algo entre nosotros.
—No estamos peleados —contesté, intentando lucir animada—. Es solo que no estamos de acuerdo con algunas cosas. Ya nos arreglaremos.
—Está bien —asintió—. Pero no dejes que pase muchos días así. A él le afecta no tenerte cerca.
Sí, y a mí me afectaba no tenerlo cerca a él. Le agradecí por su preocupación, mientras bajábamos a comer algo rápido. Justo en el comedor, nos encontramos con el rostro sonrojado de Leo, quien devoraba los platos de Marilyn sin siquiera respirar un segundo.
—¡Leo! —saludó Julia, con una gran sonrisa.
—¡Juliette mini! —devolvió.
Solía decirle así por el gran parecido que ambas compartíamos, pero Julia odiaba ese apodo, por lo que hizo un mohín.
—Así que hoy es el gran día, eh.
—¿Estás seguro que prefieres estudiar en casa?
Leo había decidido completar sus estudios en línea. Tendría que movilizarse a la ciudad cercana de vez en cuando para algunos exámenes, pero el resto del tiempo estaría en este castillo.
—Estoy seguro.
Le había preguntado a Donovan sobre esa decisión, pues supuse que él tenía algo que ver en aquello.
Y aunque no lo negó, dijo que no podría poner en riesgo a todo el submundo. No entendí a qué se refirió. Tenía la sospecha de que Donovan sabía algo que yo no. Y la certeza de que no me lo diría.
Los niños desayunaron un par de tostadas, antes de recoger el almuerzo que Marilyn preparó con mucho cuidado. Le sonreí antes de irme, agradeciéndole por la atención a mis hermanos. Era una chica muy dulce, que adoraba a los niños tanto como ellos a ella.
Comimos siendo testigos de la pequeña discusión entre Leo y Julia. Él tenía mi edad, pero en su mente, compartía la de Julia. Riendo por lo bajo, comencé a caminar hacia la salida, siendo seguida por los demás.
Donovan prometió llevarnos el primer día, sin embargo, había comprado un auto solo para mí.
Obvio que me negué, pero al parecer la academia estaba lo suficientemente lejos como para ser necesario ir en auto. Además, teniendo un auto propio, podía movilizarme y hacer lo que quisiera en el día, siempre y cuando le avisara para enviar seguridad conmigo.
No me servía de nada pelear contra la corriente. Después de estar todo este tiempo con el vampiro, descubrí que de nada servía pelear. De una forma u otra, siempre terminaba saliéndose con la suya.
—Justin —llamé su atención cuando los niños entraron al auto de Donovan con toda la confianza.
—¿Sí? —respondió sin verme.
Me coloqué delante de él, poniéndole la corbata sin que pudiera quejarse. Mantuvo siempre la vista a un lado, ignorándome. Me dolió su distancia, pero decidí que no permitiría que nuestra pequeña riña impidiera que cuidáramos a los más pequeños.
—No importa si estás enfadado conmigo, cuida a los niños. ¿Cuento contigo?
El silencio fue tenso, sin embargo, conforme los segundos pasaron, él asintió. Dolía que estuviera alejándose de mí, pero poco a poco iría recuperando nuestra complicidad de siempre.
—Ahí estás —fue mi saludo al encontrar a Donovan bostezando.
Era extraño verlo cansado. Y mucho más raro era encontrarlo comiendo. Caminaba mientras mascaba una tostada. Fruncí un poco el ceño ante la peculiaridad, pero él solo llegó hasta a mí y dejó caer su cabeza en mi hombro.
Di un paso atrás a causa de su peso. Era muy grande y más pesado de lo que había imaginado. Además, se veía agotado.
—¿Estás bien? —pregunté, preocupada.
Le tomé el rostro entre mis manos, asegurándome que no tuviera fiebre. Bostezó una vez más, antes de sacudir la cabeza, espabilándose.
—Estoy un poco cansado, criaturita.
—Creí que los vampiros no se cansaban.
—Lo hacemos —asintió severamente—. Sobre todo, cuando ha pasado un largo tiempo desde que...
Se interrumpió de inmediato. Parecía que estaba medio dormido, pues se le escapó una información que no tenía pensado decirme.
—Si ha pasado un tiempo desde que bebiste de mi sangre —completé.
—No tienes de qué preocuparte —repentinamente, su mirada se congeló en mi chaqueta—. Criaturita... ¿Puedo pedirte un favor?
—¿Qué sucede?
—Este broche... Podrías...
—¿Sí? —fruncí el ceño, sin entender a qué se refería.
—No. Olvídalo —sonrió despreocupadamente—. Vamos, no querrás llegar tarde a tu primer día. ¿O sí?
Dudé un poco, pensando sí debía insistir en averiguar que era lo que él quería decir antes de arrepentirse, pero decidí dejarlo pasar.
Entré en el puesto del copiloto, escuchando a los niños conversar atrás. Donovan me miró con una sonrisa ladeada. Llevaba unos lentos oscuros sobre sus ojos, pero podía notar con claridad su mirada sobre mí. Se veía informal, con una camisa manga corta oscura y unos jeans.
El chico malo de la película. Cualquiera que lo viera pensaría que era el chico malo de una película cliché. Oh, estarían tan equivocados. Sí, Donovan podía ser peligroso, pero tenía un corazón puro. De lo contrario, no estaría en su auto, mientras nos llevaba a nuestro primer día de clases en una academia que él mismo buscó.
—Hey, criaturita —saludó con diversión—. ¿Alguna vez te he dicho que el rojo te luce?
Me sonrojé ante sus palabras, sobre todo, porque Jake y Julia hicieron una exclamación llena de ternura al escucharlo, solo para burlarse de nosotros.
Estúpidos mocosos.
—No, no me lo habías mencionado —desvié la mirada, mientras Donovan comenzaba a manejar.
Después de unos minutos, sentí su mano acariciar con suavidad mi muslo. Era una caricia lenta, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Observé de reojo que nadie nos estuviera viendo, solo para notar que los niños conversaban animados mientras Justin miraba por la ventanilla.
No mencioné nada al respecto. Se sentía bien que me tocara, aunque sea un poco superficial y con cuidado, mientras manejaba hacia un lugar desconocido para mí.
Sin embargo, le di un manotazo cuando su mano comenzó a subir peligrosamente cerca de mis braguitas, causando que soltara una gran carcajada.
—Ten cuidado —susurró hacia mí—. Raven estará cerca. Es un chico complicado, pero no es un mal chico. Las reglas son claras, nadie puede revelar su naturaleza a los chicos, solo tú sabes lo del submundo. Elliot te recibirá hoy, si te trata mal, me lo dices y yo me encargo de darle su merecido.
Su sonrisa fue peligrosa, lo que me advirtió que no estaba bromeando. No entendía porque la relación entre ellos era tan tensa, pero no podía significar nada bueno.
—Estaremos bien —intenté convencerme, viendo como comenzaba a bajar la velocidad frente a una enorme infraestructura.
Llevaba tanto tiempo sin estudiar. Y aunque en mi adolescencia fui una chica muy aplicada y estudiosa, no sabía cómo sería estudiar en una academia llena de seres extraordinarios.
Comencé a sentir que los nervios me invadían. Mordí mis labios, intentando calmar los erráticos latidos de mi corazón.
—No te preocupes, criaturita. Si me necesitas, estaré ahí.
—¿Cómo que estarás ahí? —fruncí de inmediato el ceño.
—¿No lo sabías? —su tono jocoso implicaba malas noticias—. Soy uno de los nuevos profesores.
¡Hola, hola! Paso por aquí para advertirles que los capítulos suaves y tranquilos se están acabando. Ya comienza lo verdaderamente interesante.
¿Están listos?
Porque yo creo que no.
Por cierto... ¿Vieron lo cerca que estamos del millón? Yo muero con la ansiedad de que llegue.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro