Capítulo 23: Embarazos y enfermedades de transmisión sexual.
—Ya te dije que estoy bien —escuché a Justin refunfuñar.
Sí, ya lo había hecho. Varias veces en realidad. Sin embargo, no me confiaba aún. Estaba como un águila vigilando a su presa. Aunque claro, Justin no era una presa fácil.
Y es que era muy poco usual para mi hermano enfermarse. Sin embargo, al día siguiente de la llegada de Dagr, Justin no fue capaz de levantarse de su cama, víctima de una fiebre que lo inmovilizó. Por supuesto, mi primer pensamiento fue bastante dramático. Algo tipo veneno en su comida, alergia a los guardianes o hasta que había sido atacado por algún vampiro.
Pero mientras yo estaba dando vueltas en mi cabeza sobre posibles conclusiones, Donovan llegó con un doctor humano al que seguramente secuestró.
Físicamente, no parecía haber una causa a su enfermedad, pero, así como se enfermó, al cabo de unas horas ya se sentía mucho mejor. Pasó todo el día en cama por órdenes del doctor, siendo mimado por Marilyn, atendido por los enfermeros especiales Jake y Julia, además de ser vigilado por mí.
Cuidé de él, a pesar de todas sus quejas y de la insistencia de Donovan sobre que no necesitaba hacerlo, pues para eso había contratado enfermeras y al doctor Lucas.
La salud de mi hermano era algo que no le dejaría a nadie más.
Justin me miró con amargura, antes de levantarse de mi cama. Pasó la noche conmigo, mientras Jake y Julia decidieron tener una divertida pijamada de hermanos menores, viendo películas infantiles y comiendo palomitas. Marilyn incluso tomó una foto en su teléfono, ambos mirando a la pantalla con atención, mientras todos los peluches de Julia los rodeaba.
Adorables. Se veía completa y absolutamente adorables. Me gustaba verlos cuando aún se comportaban como unos niños, porque, aunque yo quería negarlo cada día crecían un poco más. Algún día, dejarían de pasar las horas jugando o viendo películas, pero mientras tanto, me sentía feliz de que ellos pudieran disfrutar de su infancia un poquito más.
Así que solo fuimos Justin y yo. Aunque fue algo más similar a yo vigilando cada uno de sus movimientos y no una divertida pijamada de hermanos mayores.
—Juliette, estoy bien. Déjame levantarme. Necesito lavarme los dientes, dame algo de espacio.
—Solo quiero verificar que ya estás totalmente curado.
—Sí, sí. No seas pesada.
Reí un poco, sobre todo porque solo yo sabía lo mucho que Justin amaba ser consentido. Si no lo conociera como la palma de mi mano, quizás me creería su actitud. Podía llamarme pesada y quejarse de que estuviera atento a él, pero su mirada sobre mí era cálida y cariñosa. Disfrutaba de estar siendo el centro de atención, aunque nunca iba a admitirlo en voz alta.
Él ya era todo un adolescente, no sería nada extraño si comenzara a portarse como un rebelde.
Pero esperaba que no lo hiciera, porque adoraba al Justin pequeño y tierno. No me lo imaginaba con una actitud parecida a la de Donovan o Raven. No, mi hermanito era más responsable.
—Te enfermaste de la nada. ¿Qué crees que ocurrió?
No había querido preguntarle, pues temía de su respuesta. Después de ver a mi madre empeorar cada día con su enfermedad, ahora no podía ver cualquier malestar como algo simple.
Todos en casa solíamos sobre reaccionar ante cualquier síntoma de cualquier enfermedad. Justin sabía que mi nariz sangraba y que sufría de eternos dolores de cabeza. Él también sabía que las posibilidades de que yo acabara como mi madre eran altas.
Pero los niños nunca presentaron síntomas parecidos a los míos. Sin embargo, sabía por experiencia que esta supuesta enfermedad comenzaba a mostrarse durante la adolescencia. Así que mientras más crecían, más me preocupaba por ellos.
—No lo sé —confesó con honestidad, sabiendo que no lo dejaría pasar—. Desde hace un par de días me siento... Raro. No sé cómo explicártelo.
—¿Raro?
—Sí, siempre estoy hambriento. Marilyn dice que jamás vio a nadie comer tanto. Algunas veces siento mucho frío o mucho calor. Quizás sea por todo el estrés de los últimos días. Digo, repentinamente no contamos con un padre, un chico parece babear a tu alrededor, nos mudamos como si huyéramos por nuestras vidas y ahora vivimos en un inmenso castillo, rodeados de personas muy extrañas.
Lo escuché con atención, tomando su mano para tranquilizarlo. Porque sabía lo mucho que él se estuvo conteniendo para evitar decir todo esto.
Sabía que era un cambio muy brusco. Ni siquiera yo me estaba adaptando del todo a la situación. A todos nos afectó alejarnos, así como así, de todo lo que antes conocíamos. No podía negar que la repentina desaparición de nuestro padre fue un golpe duro. Además, los chicos tenían semanas sin ver a mamá. Alejados de nuestra ciudad, de nuestro entorno.
Claro que tendríamos secuelas.
Julia no soportaba estar sola.
Cuando lo noté, fue como un puñal en mi corazón, pues nunca me había fijado en ello hasta que Donovan me lo señaló.
Siempre estaba acompañada por Jake, quien parecía receloso por todos a nuestro alrededor, excepto nosotros.
Esos dos ahora parecían ser mucho más cercanos de lo que antes fueron. Y aunque eso no estaba mal, sí era una situación anormal.
Y ahora Justin enfermó.
Estaba claro que había tomado una decisión demasiado apresurada. Era mi responsabilidad cuidar de ellos, pero no fui capaz de crear una transición más pacífica, más paciente.
—Lo lamento, Just —tomé su mejilla en mi mano, sonriendo con tristeza—. Sabes que he hecho lo mejor que puedo.
—No, no —negó, soltándose de mi agarre—. Demonios, Juliette. No te estoy recriminando. Sé que todo lo que haces, que todo lo que alguna vez has hecho, ha sido por nosotros. No me quejo, pero es una realidad que no ha sido fácil vivir con todos estos cambios. Y ahora estudiaremos en un sitio... Diferente. ¿Así dijiste?
Bueno, a alguien tenía que pedirle que me ayudara a mantener a mis hermanos bajo control. Si le decía a Justin que no debían dirigirse a ciertas zonas, él sólo me vería extrañado, pero obedecería de una forma u otra, confiando en mi ciegamente.
—Eso dije —tragué con fuerza.
No me gustaba no decirle lo que ocurría, pero tampoco era como si tuviera la libertad de decir todo lo que quisiera.
¿Cómo podría explicarles que los vampiros eran reales, muy peligrosos y que vivíamos rodeados de unos? No. No podía si quiera pensarlo.
Ni siquiera Justin sería capaz de aceptarlo.
—Tranquila, Juls. Está bien —revolvió mi cabello, como si él fuera el mayor—. Solo dame un poco de tiempo para procesar todo esto.
—Te daría todo el tiempo del mundo si tú me lo pides, Justin.
Él sólo sonrió, sin responderme. Quería decirle mucho más, sin embargo, decidí que hablaríamos al respecto más adelante. Si ellos lograban adaptarse bien... Quizás no fuera una locura decirle que vivíamos con seres sobrenaturales.
—Ven, hay que desayunar. El día promete ser agitado.
Oh, él no tenía la menor idea de que tan agitado sería el día. Tuve que atrasar mis planes cuando él enfermó, pero ahora que se veía bastante bien, no veía razón para seguirlo atrasando.
Después de un desayuno nutriente, llevé a Justin conmigo hacia aquella ala en la que nuestra madre se encontraba. Quizás los niños no estuvieran preparados aún, pero los traería después de asesorarme con mi madre y Justin.
—¿A dónde vamos? ¿Tenemos permitido venir por aquí? —cuestionó cuándo notó todos los guardias que vigilaban el lugar.
Eran al menos diez, para un espacio pequeño y reducido. Era probablemente el lugar más custodiado de todo el castillo. Cuidaban todo el piso, sí, pero de alguna forma, todos apuntaban hacia una sola puerta.
Cada guardia se mantenía firme en su lugar. Incluso si pasábamos cerca de ellos, no nos veían. ¿Donovan explotaba a sus vampiros con trabajos forzados? Digo, mantener esa posición tanto tiempo debía ser agotador.
El uniforme oscuro era bastante atractivo, eso le daba puntos a su favor. Se veían elegantes, pero a la vez peligroso. Sabía que ninguno de ellos titubearía al ver un intruso. Ya lo había comprobado al ver las secuelas que los vampiros dejaron en Leo.
—Sí, Donovan dijo que podía venir cuando quisiera.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Ya la estás haciendo —me burlé, provocando que me diera una mala mirada—. Splo dime, Just. Tú puedes preguntarme todo lo que quieras.
—¿Estás durmiendo con él?
Me atraganté con mi saliva, tomándolo del brazo mientras tosía. ¿Pero qué demonios acababa de preguntar este mocoso?
Los colores se subieron a mi rostro, mientras veía de reojo a los guardias. Todos parecían inmunes a su alrededor, con un profesionalismo que me sorprendió. Yo no fui capaz de guardar la compostura después de escuchar aquellas palabras salir de la boca de mi hermano menor.
—¡Justin! —exclamé, sintiéndome avergonzada.
—Vamos, no me mientas —me miró con una sonrisa pícara bailando en sus labios—. Un tipo que no nos conoce decide llevarnos a vivir con él, nada más y nada menos que a un castillo, nos alimenta, nos da una habitación personalizada para cada uno y además se ocupa de nuestros estudios. Sólo dime que sí para que pueda quitarme la duda de la cabeza.
—Eres demasiado joven para pensar en ese tipo de cosas.
—Ay, por favor. Muchos a mi edad ya están teniendo hijos. ¿Crees que no sé qué es el sexo?
Ahogué un grito, escandalizada. Escuché una leve risa proveniente de uno de los guardias, quien luego fingió una tos. Así que sí se movían, después de todo. Desvió la mirada de inmediato, con las mejillas coloradas. ¡Si hasta el guardia estaba sonrojado! ¿Qué quedaba para mí?
—Justin —murmuré en advertencia.
—Tengo clases de educación sexual —aclaró sin una pizca de vergüenza en su ser—. Sé que debo usar condones y no sólo para evitar bebés, cosa que es muy importante porque ya lidio con dos bebés en casa y son bastante insoportables, sino que también se debe usar para evitar las enfermedades de transmisión sexual —frunció el ceño un segundo, antes de mirarme con alarma—. Si te estás cuidando contra las enfermedades de transmisión sexual ¿Verdad?
—¡Justin! —Grité.
Perdí la paciencia, mientras el guardia parecía atragantarse por no soltar la carcajada que estaba reteniendo. Nunca, en toda mi vida, creí que podría estar tan avergonzada.
En mi defensa, jamás creí que mi hermano menor me daría una charla de anticonceptivos y de enfermedades de transmisión sexual. Digo, era algo bueno que estuviera enterado de esas cosas, pues claramente yo no iba a tener con él "la charla", pero no me esperé que fuera él quien intentará tenerla conmigo.
¿En qué momento se invirtieron los roles?
—¿Qué? —preguntó con inocencia, sin siquiera verse afectado.
—Basta, corta el rollo —rogué—. No me estoy acostando con Donovan.
Susurré lo último, esperando que sólo él lo escuchara. Sin embargo, la tos fingida del mismo guardia me señaló que fracasé miserablemente.
—¿Qué? No puedes estar hablando en serio.
—Pues estoy hablando en serio —murmuré entre dientes—. Te diría que no es tu asunto, pero de alguna manera me alegra que estés informado sobre el tema, sin embargo, mi vida privada es eso, Justin. Privada.
—No es una vida privada cuando todos estamos siguiéndote —replicó con suavidad—. Respeto tu privacidad, Juliette. Solo me preocupo por ti.
—Lo sé —le sonreí, haciéndole una seña al guardia que cuidaba la puerta.
Ahora nunca podría ver a ese guardia a la cara sin recordar todo el suceso. Era bastante guapo y formidable, una lastima que también fuera un idiota con un oído super desarrollado.
Lo vi mover un dedo por sobre sus labios, como si estuviera diciéndome que él guardaría silencio sobre lo que escuchó. Eso, para mí sorpresa, terminó provocándome una mayor vergüenza.
Cuando entramos a la habitación, que parecía más una clínica privada, escuché el jadeo de Justin a mi lado, por lo que tomé su mano, sintiendo las mismas emociones revoltosas.
Esta vez, mi madre estaba muy despierta. De hecho, se veía mucho mejor de lo que la había visto desde hacía tanto tiempo. Estaba sentada en la cama, con su cabello oscuro cayendo por sus hombros. Las enfermeras estaban a su lado, peinándola. Sonreía, antes de ser consciente de nuestra presencia.
Sentí a Justin tensarse, aferrándose a mi mano como si lo necesitara para mantenerse de pie. Sí, también para mí era extraño verla.
Cuando eres un niño, no te das cuenta de todo lo que tus padres hacen por ti. No te das cuenta de los desvelos, del cansancio. No te das cuenta de todas las veces en las que tu madre dejó de comer para darte a ti un poco más. O quizás de todas las veces que trabajó hasta la madrugada, sólo para garantizar el dinero del día a día.
No te das cuenta, hasta que un día de repente tu madre ya no puede levantarse a hacerte el desayuno. Ni te acompaña hasta el colegio a pesar de que ya eres grande.
No te das cuenta hasta que comienzas a valerte por ti misma.
—Mamá —se me escapó un gemido.
—¡Juliette! ¡Justin! —su brillante sonrisa impactó hacia nosotros.
Justin no dudó en correr hacia sus brazos abiertos. Las enfermeras solo se retiraron, en silencio, dándonos nuestro espacio. Mi madre envolvió a Justin en un apretado abrazo, mientras mi hermano se acurrucaba sobre ella, cuidando de no hacerle daño, pero queriendo sentirla lo más cerca posible.
Yo me quedé atrás, aun procesando lo que mis ojos veían. Donovan había investigado durante días y días, me comentó. Todo para conseguir un tratamiento que ayudara en nuestro problema.
Hasta que encontró una pequeña solución.
El problema en la salud de mi madre era que producía demasiada sangre, pues su cuerpo estaba diseñado para ser el alimento de algún vampiro en particular. Encontrar a ese vampiro significaría la cura, pero eso sería buscar una aguja en un pajal.
Era sólo un tratamiento momentáneo, quizás no funcionara para siempre. Le inyectaban cada cierto tiempo un poco de sangre de vampiro. Era una cantidad mínima y Donovan aseguró que jamás se transformaría, puesto que no era así como funcionaba.
La sangre de vampiro le ayudaba a neutralizar el exceso de sangre y poco a poco su cuerpo se iba adaptando a aquellos cambios. Aún faltaba mucho para que estuviera sana.
Pero, gracias a ello, mi madre se veía mucho mejor. Sus mejillas volvían a tener color y ahora era capaz de sentarse en la cama. Además, las enfermeras nos informaron que desde que empezaron el tratamiento, no sangró más.
Ahora solo estaba recuperándose de todos los años de debilidad, ganando fuerza día tras día.
—Ven aquí, mi niña grande —sonrió directamente hacia mí.
No me podía negar a eso. Corrí hacia ella, respirando por primera vez desde hacía tanto tiempo su aroma. Mi madre estaba aquí, al alcance de mi mano. Su calor, su cuerpo acogedor. Mis ojos se llenaron de lágrimas, mientras ella acariciaba mi cabello, como siempre hizo cada noche, después de una pesadilla.
—Mami.
No pude evitar derramar un par de lágrimas, que ella misma se encargó de secar con delicadeza.
—Mis hermosos niños, tenía tanto tiempo sin verlos —acarició mi cabello—. ¿Dónde están Jake y Julia?
—No he querido traerlos antes de hablar contigo, ver que estás bien, pedirte tu opinión.
—Has hecho un buen trabajo, Juliette. Estoy bien —sonrió con dulzura—. Puedes traerlos cuando quieras.
Asentí hacia ella. Los niños estarían muy felices de ver a nuestra madre. A todos nos hacía tanta falta tener un poco de normalidad en nuestra vida. Y ahora que estábamos bajo el mismo techo, podríamos convivir un poco más, ser algo un poco más parecido a una familia.
—Lo haré.
—¿Cómo has estado, Justin? —mi hermano aún no salía de su escondite en el regazo de mamá—. Vamos, niño grande. Cuéntame todo.
Sonreí por lo bajo al ver a Justin. Justo cuando pensaba que ya era todo un adulto, ahora lo veía actuar como cuando tenía ocho años y me delataba si le hacía alguna travesura. Pero no lo juzgaba. Yo misma me sentía de esa forma, como si toda yo fuera de nuevo una chiquilla.
—Ha sido difícil, pero estamos bien, mamá. Pronto empezaremos a estudiar en un lugar nuevo y ahora Juliette tiene un novio.
—¿Un novio? —me sonrió con picardía.
—¡Justin!
Mi grito fue ignorado. Comencé a pensar que Justin se estaba vengando de mis decisiones avergonzándome tanto como pudiera.
Y lo peor era que lo lograba.
—Sí, es el responsable de que estemos aquí, mamá.
—¿Ese chico guapo? ¿Ese es tu novio? —eso había captado su atención.
¿Donovan era mi novio? Bueno, técnicamente no. Pero me besaba y bebía de mi sangre. Incluso nos burlábamos el uno del otro. Teníamos cierta confianza y complicidad.
Cuando estábamos juntos actuábamos como dos enamorados. ¿Pero éramos novios? Nunca lo aclaramos.
Después de todo, Camille seguía siendo su prometida.
—Sí, ese chico guapo es su novio —interrumpió.
Claro. Habla del diablo y al instante ese se aparece.
¡Hola, hola! ¿Cómo están mis criaturitas? Espero que bien.
Odio esta vida de adulto independiente. Ya no quiero ser grande. Pero bueno, en otras noticias, puede que muy pronto pueda dedicarme a esto al 100%
Crucen sus deditos para mí y deséenme mucha suerte, porque la necesito.
Espero que el capítulo les haya gusto, pronto vuelvo con más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro