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Capítulo 18: Atrás, gata rompehogares.

—Una academia para personas con poderes especiales —mascullé, alejándome de aquel par de locos.

Ver la magia me había conmocionado. Ese chico, Elliot, parecía alguien importante. ¿No había mencionado que era el próximo líder de algo? Fruncí el ceño con solo pensarlo. No entendía nada de lo que ocurría a mi alrededor. ¿Y quién demonios era Eleanna?

Él dijo que era otra de las conquistas de Donovan. Eso desató una oleada de sentimientos que me negué a procesar. Fuera quien fuera, parecía ser quien movía los hilos de todo. ¿Y qué era yo en comparación? La pobre humana que no había dormido lo suficiente, la pobre y tonta humana que necesitaba ayuda, aunque esta viniera de un completo desconocido que decía ser un vampiro.

¡Y él quería enviarnos a una academia para personas con poderes especiales! ¿Y qué demonios significaba eso? ¿Era acaso una especie de reformatorio para chicos problemas?

¿A quién se le ocurría? ¡Claro que estaríamos en problemas! Nosotros no pertenecíamos a ese lugar.

¿Acaso estaba cometiendo un error al ocultarles a mis hermanos la verdad? Tenía mis motivos, pero no sabía si al final del día todo terminaría explotándome en la cara.

No estaba del todo segura de cómo iba a resultar esta experiencia viviendo con vampiros. Por eso prefería mantenerlos en la oscuridad. Si el día de mañana debíamos volver a vivir entre los humanos, no podían exponerse a hablar de más, comentando algo sobre el submundo.

Miré con atención los cuatro brazaletes. Eran bonitos, con una pequeña cadena que brillaba en plateado, unidas por un círculo, dentro del cual tenían centenas de líneas, haciendo la forma de una estrella. Mis hermanos no sospecharían del brazalete, pero eran un detector de magia. Fueron hechos para detectar magia a nuestro alrededor y mandar una señal de alerta.

Me sentí interesada de inmediato en su funcionamiento, aunque no me permití demostrarlo ahí dentro. Donovan ya se estaba burlando lo suficiente de mí. ¿Qué diría si supiera que estaba interesada en la magia? Y es que me parecía tan intrigante, tan llamativo. ¿Cómo funcionaba la magia? ¿Había un límite para lo que podían hacer? ¿Reglas?

Maldito vampiro.

Lo había buscado porque mis hermanos querían agradecerle, una vez despiertos, porque sinceramente apenas podían mantener los ojos abiertos antes, por todo lo que había hecho con nuestras habitaciones.

Aunque tomaría un par de días para que mis hermanos se acostumbraran a dormir solos.

Las personas del castillo me miraron con interés mientras me dirigía hacia el comedor. No era un interés malo, debía aclarar. Era una curiosidad, como si se preguntaran quién era yo y por qué el monarca de los vampiros me trataba de esa manera.

Solo uno me miró con algo parecido a la diversión, uno de los guardias. Le devolví la mirada, frunciendo un poco el ceño. ¿Qué le parecía tan divertido?

Pero siguiendo las instrucciones que Donovan nos dio, llegué a mi destino completamente ilesa.

Un poco confundida, pero ilesa.

—¡Juliette! —Cuando llegué al comedor, mis hermanos ya estaban comiendo.

Se veían felices, pensé con satisfacción. La comida en la mesa era rebosante, repleto de todo tipo de desayunos. Ellos atacaban la comida con desesperación, mientras los sonidos de satisfacción llenaban todo el comedor.

Había espacio para al menos veinte personas, pensé con asombro. Me gustó que el comedor fuera un espacio un poco más abierto, lleno de luz y frescura.

—No sabíamos que les gustaba —aclaró la amable cocinera. Se llamaba Marilyn y se encontraba cuidando de mis hermanos.

Fue la primera persona, vampiro, o como se llamen, en recibirnos cuando salimos de nuestra habitación. Fue amable al indicarme el camino hacia el despacho de Donovan. No confiaba aún en ella, pero no parecía ser una mala persona.

Le daba el beneficio de la duda.

Además, confiaba en el juicio de Donovan. No nos pondría en peligro. ¿Cierto?

—Gracias, pero no tenía que haberse molestado —le sonreí.

Se veía bastante joven, aunque no estaba segura sobre su edad. Después de todo, se trataba de un vampiro. Tampoco sabía mucho sobre su especie, pero ahora que vivía en un castillo repleto de ellos, tenía que comenzar a hacer preguntas.

—Claro que tenía que molestarme —refutó—. Son los invitados de honor. Tomaré nota de lo que más les gusta por un tiempo, si no le molesta.

—Adelante —permití, sentándome en el gigante comedor.

Me serví unos panqueques con un poco de miel. Además, tomé un par de frutas de la mesa, puesto que se veían realmente deliciosas. No fui como mis hermanos, que se atragantaban de todo un poco. Sobre todo Jake, quien tenía las mejillas llenas hasta más no poder de comida.

—Esto es la gloria —exclamé al primer mordisco.

Marilyn se emocionó, lo que me pareció adorable. No era una persona importante, pero ella se veía como si mi aprobación fuera lo que más necesitara en este mundo.

¿Qué significaba ser la chica del monarca? Esperaba que no tuvieran intenciones de hacerme una especie de reina.

Comí un par de bocados, disfrutando el delicioso plato frente a mí. Terminé sirviéndome un poco de jugo fresco y una rebanada de pan con queso, siendo un poco más golosa de lo que normalmente sería.

—¡Donovan! —escuché un grito en la puerta de entrada. Una mujer, supe de inmediato—. ¡Ven aquí!

—¿Quién es? —me atreví a preguntar.

Seguí comiendo, ignorando la nueva presencia en el castillo. Fuera quien fuera, no sería más importante que mi desayuno.

—Es la prometida del señor Black, Camille —respondió con temor.

¿Prometida? Así que aquel maldito vampiro tenía una prometida. ¿No había encontrado manera de decírmelo? No lo sé, antes de besarme. ¡Antes de entrometerse en mi jodida vida!

Podría haber dejado pasar lo del monarca. Después de todo, era algo que no tenía nada que ver conmigo. ¿Pero una prometida? Eso ya era demasiado.

Repentinamente perdí el apetito, así que terminé alejando el plato. No me pasó desapercibido el gesto de tristeza en Marilyn.

—¿Qué es una prometida? —preguntó Julia con inocencia.

—Es cuando una persona está comprometida a casarse —explicó Justin, mirándome con cautela.

¿Qué? ¿Creía que iba a enfrentarme a ella? ¡Ni en sueños! ¡Se trataba de un maldito vampiro! No estaba lo suficientemente loca.

—Me parecía oler carne fresca por aquí —interrumpió.

Era una mujer impresionante. Sus curvas deberían ser consideradas un pecado, su cabello rubio brillaba como el mismísimo sol, con largas pestañas enmarcando unos ojos azules como el cielo. Su vestido rojo se ajustaba a ella como una segunda piel.

A su lado, me sentí mas como una pequeña pulga, con mis pantalones oscuros desgastados y mi camiseta de una banda musical.

¿Los vampiros estaban dotados de belleza extrema? Porque eso parecía.

Pero no permití que eso me afectara. Robándome una fresa de la mesa, terminé levantándome con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

—Marilyn —llamé—. ¿Podrías llevar a los niños al jardín? Aún no conocen todo el lugar y no me gustaría que se perdieran.

—Sí, señorita.

Los niños protestaron, pues Marilyn les había prometido postres. Sin embargo, los acallé con una mirada. Al verme siendo tan serias, terminaron por levantarse del comedor. Sabía que estarían enfurruñados un largo rato por eso.

—No iba a hacerles nada —frunció el ceño—. ¿Acaso parezco la clase de chica que ataca a unos niños?

—Sí —respondí sin poder contenerme.

Sinceramente esperaba una furia desbordante, no una carcajada encantadora. Miró a mis hermanos con una ternura que me sacó por un momento de órbita, sin embargo, cuando su mirada cayó en mí, supe que esa mujer cerca solo significaba problemas.

—Juliette —Justin se quedó junto a mí, como si intentara protegerme, mientras Jake y Julia salían a regañadientes.

En serio, Justin. No planeo enfrentarme a ella, no quiero morir tan joven.

—Oh, así que tú eres Juliette —Se acercó con una sonrisa sensual—. Es un gusto conocerte. Yo soy Camille Van Gonagh.

—Me encantaría decir lo mismo, pero la verdad no creo que sea un gusto conocerte.

Volvió a reír. No sabía si lo hacía solo por burlarse de mí. O quizás era que me encontraba como alguien graciosa. Tuve un poco de miedo, sobre todo porque Justin no parecía tener intenciones de dejarme a solas con aquella femme fatale.

Y yo temía más por mi hermano que por mí misma.

—Eres hilarante —fingió secarse una lágrima.

—Yo no sé quién eres tú, pero creo que debería irme.

—Oh, vamos. No seas tan aburrida —sonrió seductoramente—. ¿O es que quieres dejarme a solas con este chiquillo? Eres muy amable.

—Justin, ve con los niños —ordené de inmediato—. Mantente lejos de él.

Justin me miró, puede que él no lo supiera con exactitud, pero sus instintos al parecer le decían que aquella mujer era peligrosa. Y precisamente por eso, debía acceder. Mientras más alejada se encontrara de mis hermanos, mucho mejor.

—Así que esa es tu debilidad —habló la vampiresa, mientras Justin al fin me obedecía, dando un paso atrás—. ¿Por qué no vamos tú y yo a dar un paseo? Ya que Donovan no ha querido hacer acto de presencia.

—No creo que sea una buena idea —intenté negarme.

—Vamos —sonrió.

Me tomó del brazo sin que pudiera decir nada al respecto. Le hice señas a mi hermano de que estaría bien, al menos eso esperaba. No creía que ella fuera tan idiota como para atacarme justo debajo de la nariz de Donovan.

Al menos eso quería pensar.

Su piel era fría. Sus pasos eran firmes, caminando con total seguridad. Se echó el cabello atrás cuando pasamos junto a unos guardias, provocando que ellos la miraran como si quisieran comérsela.

Y a ella parecía gustarle obtener esa clase de reacción por donde pasaba.

—¿Ya te han mostrado el salón? —preguntó con fingida amabilidad.

—No.

—Bueno, vamos allá.

Me llevó a rastras por todo el lugar. El castillo era mucho más grande de lo que pensé, sobre todo cuando vi el inmenso salón. Supuse que aquí se hacían las reuniones importantes entre los vampiros.

Era un lugar encantador, con una gran iluminación y grandes ventanas que daban hacia el jardín. Los techos eran increíblemente altos, mientras la decoración se inclinaba por un estilo gótico que le daba cierto encanto al lugar. Y justo al final, pude ver algo que me dejó paralizada.

Dos tronos.

Uno era claramente masculino, imponente. Mientras que el otro era un poco más bajito, apenas unos centímetros. Se veía más femenino, más delicado.

Y no estaba segura de por qué, pero odié este lugar apenas ingresé. No me agradaba la vibra.

O quizás no me agradaba la vampiresa que me arrastró hacia el centro, quedando justo frente a los tronos.

—Verás, Julieta —comenzó a hablar lentamente—. Toda mi vida, literalmente toda mi vida, me prepararon para el día que tuviera que sentarme allí —señaló hacia uno de los tronos, el más pequeño y femenino—. Todo este tiempo he estado esperando a tomar mi lugar. Y ahora, de la nada, una humana apareció con intenciones de arrebatármelo. Dime, Julieta... ¿Qué debería hacer?

—Yo no...

Su mirada sobre mí fue aterradora. ¿Iba a matarme? ¿Iba a morir de esta forma? ¡Yo no tenía nada que ver con su trono!

¿Ella lo quería? Pues yo se lo entregaría en bandeja de plata de ser necesario.

—Dime, cariño. ¿Qué harías tú en mi posición? ¿Dejarías a la amenaza tomar tu lugar? ¿O lucharías por lo que te pertenece?

Balbuceé un par de veces, sin saber que responder. Me sentía intimidada, por lo que miré hacia otro lado.

—Camille —fue una sola palabra, pero esa voz logró erizar mi piel—. ¿Qué crees que haces?

La presencia de Donovan logró calmarme un poco. Era sorprendente, pero con solo verlo ya me sentía mucho más segura. Porque si de algo podía estar segura, es de que Donovan me protegería.

—Le preguntaba a Juliette qué haría ella en mi lugar —respondió con honestidad.

—¿Tú lugar? —repitió con sorna—. Tú no tienes lugar aquí.

Donovan llegó hacia nosotras. De un simple movimiento me puso a su lado. No detrás de él, para protegerme, ni delante de él para presumirme. A su lado. Como su igual.

No podría negar que ese gesto me agradó.

—Tu bien sabes que eso no es cierto —respondió con actitud desinteresada—. No puedes quedarte con esa humana, Dov.

—Yo puedo hacer lo que quiera, Camille —sonrió. A diferencia de todas las sonrisas que le había visto hacer, la mayoría con ironía y burla, esta era peligrosa. Una clara advertencia de que no debían meterse con el—. Por si no lo recuerdas, soy el monarca. Mi cabeza está por encima de la tuya.

—Por el momento —asintió—. Y cuando esté en ese trono, nuestras cabezas estarán en el mismo nivel.

Quería desaparecer. No tenía nada que ver con todos estos problemas. No había pedido a un vampiro acosador, ni mucho menos meterme en tantos problemas que se me hiciera imposible alejarme de él.

Ya no quería más. Quería vivir una vida tranquila, lejos de todo tipo de dramas.

Pero Camille no tenía intenciones de dejarlo pasar. Se veía la indignación en sus facciones, una furia que intentaba disimular con una falsa amabilidad.

Ambos se miraban fijamente a los ojos, como si se estuvieran retando el uno al otro. Ninguno quería dar su brazo a torcer.

—Creo que deberían discutir estos asuntos en privados —intenté escabullirme.

—¿Acaso ya le has dicho a ella la verdad? —preguntó de repente, llamando mi atención.

—¿Cuál verdad?

—Camille, no la metas en esto —advirtió Donovan en voz baja.

—¿Sabe ella que incluso si están juntos, es tu deber casarte conmigo?

¿Su deber? Fruncí el ceño al escucharla. Até los cabos por mi cuenta, ya que nadie se atrevía a decirme las cosas de frente. El problema radicaba en la descendencia. Si era una monarquía, Donovan tenía la obligación de dar un heredero al trono.

Y sería con la mujer frente a mí.

—Nunca vamos a casarnos, Camille. Tus padres pueden decir lo que quieran, yo nunca te acepté como mi prometida.

Auch. Eso debió doler.

La discusión siguió incluso mientras mi cabeza daba vueltas a la información que acababa de adquirir. ¿Donovan me había traído al castillo para que fuera una especie de concubina?

—Te recuerdo que no fueron solo mis padres, Donovan. Tus padres me eligieron. Por decreto real, yo soy tu prometida.

—Y ahora ellos no están en el poder y la decisión es sólo mía —Se encogió de hombros.

¿Cómo Donovan podía mantener esa fría actitud en una situación como esta? ¡Yo ya estaría lanzando improperios desde hacía al menos veinte minutos! Pero él estaba tranquilo, como si fuera su día a día.

Y yo simplemente comencé a observar la discusión frente a mí.

—De acuerdo. Finjamos por un segundo que está bien, que tienes razón. ¿A quién vas a elegir como tu reina? ¿A una humana? No me hagas reír.

—Todos asumieron que elegiría a una reina. ¿Y si me gustaran los hombres? ¿Y si quisiera compartir el trono con un Rey?

Mi risa llamó la atención de los dos vampiros frente a mí. Comencé a reír a carcajadas, mientras me aferraba a mi estómago. Ellos me miraron como si me hubiera terminado de volver loca y probablemente no estaban tan equivocados.

Pero es que mi mente viajó hasta el brujo que había conocido instantes atrás, en el despacho de Donovan. Si yo no estuviera presente... ¿Habría tomado al brujo como su rey solo para llevarle la contraria a Camille? Podía apostar que sí.

—¿Estás hablándome en serio?

Supe de inmediato que Donovan había ganado la discusión, de una manera bastante absurda, debía admitir. La expresión de Camille se desencajo y sus ojos mostraron su enfado.

—Oh, cállate —exclamó.

Los vampiros eran seres extraños, definitivamente muy extraños. La discusión era un poco absurda, pero ellos parecían... disfrutarla.

De pronto, el rostro de Camille se iluminó, mostrándose un poco más tranquila y juvenil. Ambos terminaron estrechándose la mano, mientras yo me encontraba solo como una espectadora muy desconcertada.

—¿Te he asustado, Julieta? —se acercó a mí en un vaivén sensual de sus caderas.

¿Los vampiros tenían algo con decirme Julieta? Mi nombre es Juliette. Ju. Li. Ette.

¿Cómo pudo mostrar un cambio tan notorio de actitud? Primero parecía que iba a saltar hacia la yugular del vampiro, pero ahora se veía divertida y relajada.

—No —mentí.

Sonrió como si le pareciera adorable mi actitud. ¿No estaba siendo alguien super peligroso hace unos segundos? ¿Ahora qué diablos le había pasado?

—Camille, no juegues así con ella —negó Donovan, luciendo visiblemente más relajado—. Juliette, ella es Camille. Es mi mejor amiga y sí, se puede decir que es mi prometida.

¿Mejor amiga, dijo?

—Pero antes muerta que casada con él —respondió ella, guiñándome un ojo.

¿No estaban discutiendo sobre todo el futuro de los vampiros? ¿Qué pasó con la descendencia y con el compromiso? ¿Acaso yo era la única que no entendía nada de lo que ocurría?

—¿Es una broma? ¿Todo esto sólo fue parte de un jodido humor bizarro? —alcé una ceja.

Donovan tuvo la decencia de verse un poco avergonzado, pero no se disculpó. Así que el vampiro era capaz de jugar una broma... Vale, eso terminaría anotándolo en el libro de la vida.

—No era mi intención, pero al verte siendo tan cautelosa, no pude evitarlo —sonrió con algo más de simpatía, encogiéndose de hombros—. No le haría nada a los niños, nadie se atrevería a contradecir al monarca. Puede que parezca un imbécil, pero nadie quiere perder la cabeza por una sangre que se puede conseguir en cualquier lugar, sin ofender.

—No me ofendo.

Aunque quizás si me sintiera un poquitín ofendida. Digo, a nadie le gustaría que la minimizaran a solo una sangre que pudieran encontrar en cualquier lugar. ¿Cierto?

¿O es que acaso había terminado de contagiarme de la locura transmitida por los vampiros?

Como si supiera cuáles eran mis pensamientos, Camille me tomó del brazo y susurró muy cerca de mi oído, como si no quisiera que Donovan la escuchara.

—Esperaba que pudiéramos ser amigas. No hay muchas vampiras. ¿Sabías que, por lo general, nacen sólo vampiros? —explicó—. Las mujeres de por aquí, en su gran mayoría, eran tan humanas como tú. Sólo unos pocos casos, como yo, son vampiras de nacimiento. A eso le llaman sangre pura. Así que, incluso si te casaras con Donovan, él estaría obligado a acostarse conmigo para tener un hijo —torció la boca, en un gesto de desprecio y asco.

—Camille —advirtió Donovan en tono bajo.

—Oh, pero no te preocupes. La tecnología humana es bastante útil en algunos casos. Bastaría con una inseminación artificial. ¡Y listo! Vampiro heredero cortesía de la familia Van Gonagh.

¿La parte buena? Alguien parecía muy dispuesto a explicarme todo sobre los vampiros de una forma muy gráfica.

Por la otra parte, la mujer frente a mis ojos era peligrosa y enigmática. Por más que lo intentaba, no podía leerla. ¿Era buena? ¿Mala? No lo tenía claro.

Pero por supuesto, nadie era completamente bueno o malo. Los seres humanos estamos llenos de colores en medio. ¿Blanco? ¿Negro? ¡No! Toda una escala de grises nos conformaba.

Y supuse que los vampiros eran iguales. O peores, dependiendo de donde se viera.

—¿Y qué hay de la boda? —le seguí la corriente, preguntándole como si estuviera muy interesada.

Bueno, era cierto que estaba un poquitín interesada.

—Oh, nada de eso importa realmente. ¿Sabías que los vampiros no son monógamos por naturaleza? Los hombres lobos tienen una sola pareja en toda su vida y así son felices. Pero no los vampiros. Creo que tiene mucho que ver con nuestra alimentación —comenzó a desvariar—. Digo, puedes amar mucho comer pizza. ¿Pero no te aburrirías si todos los días comes la misma pizza? En algún punto querrías probar algo nuevo. ¿No te parece?

—Camille, no llenes a Juliette con detalles absurdos —le dio un golpe en la frente, provocando que ella respondiera con un mohín.

—En realidad —interrumpí—, aprecio la honestidad. Así que, si tienes algo más que contarme, soy toda oídos.

—Te lo diré todo —sonrió seductoramente—. Nos llevaremos muy bien. ¿Verdad que sí?

Donovan rodó los ojos, pero no dijo nada al respecto. Al parecer no le importaba demasiado. O quizás creía que Camille era inofensiva.

—Siempre y cuando te mantengas bien alejada de mis hermanos —respondí con una sonrisa forzada.

—No prometo nada —me imitó.

—Camille...

—¿Sí?

—No toques a los niños —ordenó Donovan.

—Bien, bien —suspiró dramáticamente—. Pero el chico que estaba junto a ella no era un niño. ¿Sabes?

Comenzó a reír, como una niña que acababa de hacer una travesura.

Y en ese momento me arrepentí un poco de haber traído a mis hermanos conmigo.


¡Hola, hola! ¿Cómo están? ¿Qué tal les pareció el capítulo? 

¿Qué opinan sobre Camille? 

¿Y será la fascinación de Juliette por la magia un problema? 

¿Tienen teorías acerca de lo que se viene? 

¡Quiero saber todo lo que piensan! Gracias por todo el apoyo, los adoro demasiado. 

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