Capítulo 16: Que elegancia la de francia.
El viaje fue lento y tedioso. Los minutos se sintieron como horas, mientras que las horas se sintieron como días. No podía negar que darles dispositivos móviles a los mocosos ayudó a hacer el viaje más ameno.
Solo se veía bosque y bosque por doquier. Tuvimos que hacer un montón de paradas. Algunas para ir al baño y otra más para cenar los sándwiches que Justin se había encargado de hacer. Y un par más para que los chicos estiraran las piernas.
Después de la cena, los niños escogieron entre las chucherías lo que más se les antojaba, felices. Algo tan simple como una golosina se convirtió en un lujo para ellos. Sentí un poco de tristeza al verlos emocionarse por algo tan pequeño y trivial. Me prometí que haría hasta lo imposible porque ellos tuvieran todo lo que necesitaran. Y que incluso tuvieran un poco más que eso. Porque se lo merecían.
Así fue como pasamos la noche entera en la carretera y gran parte del día siguiente.
Así fue como Donovan me confesó que casi nunca dormía, pero por las apariencias, yo terminé manejando un par de horas, mientras él me guiaba. Mis hermanos no sospecharon nada o si lo hicieron pues no dijeron palabra.
Mis hermanos se distrajeron un largo rato con los teléfonos que Donovan les consiguió. Jake y Julia miraron juntos una película, mientras que Justin revisó cada aplicación con atención, curioso. Yo, en cambio, al principio me negué tocarlo. Quizás como un acto de rebeldía.
Sin embargo, al cabo de unas horas, no pude evitar caer en la tentación. Solo entonces descubrí que mi teléfono traía un montón de libros digitales, mis favoritos.
Me perdí entre letras por algunas horas, pero después de un rato terminé con la vista cansada, así que lo dejé a un lado.
—¿Está todo bien?
Él, al notar mi poco interés, se encargó de poner música en un volumen bajo, dándome espacio. No intentó conversar conmigo, cosa que agradecí.
No me sentía demasiado comunicativa. Todos en el auto lo notaron. Por suerte para mí, mis hermanos sabían que era mejor no molestarme demasiado cuando me encontraba de esa forma. Incluso Jake y Julia, que eran tan inquietos que no había forma de detenerlos, se mantuvieron en silencio, mirando su película animada.
Tenía el estómago un poco revuelto por los nervios, me causaba cierta ansiedad no saber hacia dónde nos dirigíamos y que nos encontraríamos por ahí. No dejaba de preguntarme si fue buena idea acceder, puesto que estaba enviando a mis hermanos a un nido de vampiros. Cualquiera podría hacerles daño y yo no tendría manera de defenderlos.
Por experiencia propia, supe que una vez que un vampiro decide hacerte daño, no hay manera de impedirlo. Nunca tuve que luchar contra Donovan, pero sabía que jamás podría soñar con ganarle. Era rápido y parecía tener una fuerza anormal. Incluso me levantó mientras me besaba como si yo no pesara absolutamente nada para él.
Sacudí la cabeza, intentando que mis pensamientos no siguieran por ahí. No quería ponerme pensar en todo lo que hice. Prácticamente le rogué que me mordiera, suplicándole por más.
Aunque tampoco podía mentirme a mí misma y decir que no lo había disfrutado.
Noté con diversión que comenzaban a caer en los brazos de Morfeo, uno por uno. Comenzó Julia, bostezando en silencio. Le siguió Jake, quien puso su cabeza sobre su hombro. Y por último noté que Justin cabeceaba, luchando contra el sueño, pero sin poder vencerle.}
—Juliette —escuché una voz lejana—. Querida Julieta, es hora de despertar.
Y yo también debí quedarme dormida, pues de repente noté que alguien me removía suavemente.
Me quejé por lo bajo, sin llegar a responder. Quería quedarme durmiendo un minuto más. Estaba cansada, demasiado agotada como para pensar en quién hablaba y qué quería.
—¿Un beso logrará despertar a la bella durmiente?
—Piérdete.
—Una muy mal hablada bella durmiente —fingió sorpresa.
Abrí los ojos con lentitud, sintiendo la pereza luchar contra la lucidez. No reconocí donde me encontraba, pero una mirada bastó para notar que me encontraba sola en el auto, con Donovan apoyándose en la puerta del copiloto, con actitud relajada. ¿Dónde estaban mis hermanos?
—¿Dónde...?
—Salieron corriendo para explorar —explicó con rapidez—. Hemos llegado, Julieta.
Pues sí que parecía sacado de una obra, pensé al ver a mi alrededor. Por un momento, creí que seguía soñando. Porque no había manera de que Donovan nos trajera a este lugar.
Abrió la puerta y se inclinó hacia mi como un caballero de tiempos pasados, ofreciéndome su mano para ayudarme a salir del auto. Yo le seguí la corriente, demasiado concentrada en la vista que tenía justo frente a mí.
Un castillo se imponía sobre nosotros. Se veía antiguo, pero eso no le quitaba el encanto. La entrada era tan extensa, mientras los altos muros se alzaban, orgullosos. Ni siquiera podía calcular cuántos pisos tenía. El exterior era de piedra, mientras que en lo alto se podían observar unas especies de gárgolas, vigilantes. El estilo era un poco gótico, cualquier humano dudaría en ingresar a un lugar como este.
En la puerta se encontraban dos guardias, quienes ni siquiera parpadearon al ver a un par de niños y un adolescente curiosear por el lugar.
—¿Qué demonios...?
—¿Te gusta? —sonrió.
—Esto es un maldito castillo.
—Sí, así es —asintió con seguridad.
Trastrabillé un poco, por suerte él me estaba sosteniendo, mientras yo me mantenía explorando con la mirada todo a mi alrededor. En el frente se extendía un inmenso jardín. ¡Incluso había una fuente! Mis hermanos jugaban en el césped y por un segundo pensé que eso no debía estar permitido, pero mi cerebro no lo procesó en el momento. No entendía lo que ocurría.
¿Íbamos a vivir aquí?
—¿Donovan?
—¿Sí?
—¿Qué es todo esto? —pregunté.
—Un castillo —repitió.
—Sí, puedo verlo. No planeas que vivamos aquí. ¿Cierto?
—¿Cómo qué no? —exclamó, burlón—. Estamos en mi casa.
¿Casa? ¿Realmente él podía decirle a esto casa? No me parecía la palabra correcta. Estaba demasiado sorprendida, me quedé de pie frente a la camioneta, mirando todo con la boca abierta. Donovan se reía a mi lado, pero ni siquiera le respondí.
Bien, las dudas que tenía comenzaron a incrementar. Entendía que los vampiros eran seres poderosos y que podían tener todo el dinero del mundo si quisieran, pero no debía ser muy normal que vivieran en castillos. ¿Cierto?
Había algo que me estaba faltando. Una pieza de información muy importante.
Pero estaba demasiado cansada como para intentar descubrirlo.
—¿Viste esto? —exclamó Jake—. ¡Es gigante!
—¿Este es mi castillo? —preguntó con alegría Julia.
—No seas tonta, es el castillo de Donovan.
Pronto los dos niños comenzaron a discutir. El argumento de Julia se basaba en que, si ella era una princesa, entonces merecía un castillo. Y Jake le refutaba con el hecho de que ella no se había comprado un castillo, así que no era suyo.
—Lo vi —Intervine, antes de que comenzaran a pelear—. Es hora de dormir, niños. Dentro de un rato exploramos todo esto. ¿De acuerdo?
Julia iba a quejarse, sin embargo, se vio interrumpida por un bostezo. Reí un poco al verla frotarse los ojos, un poco molesta consigo misma por estar cansada.
—Vamos —insistí—. Luego haremos todo lo que queramos.
—¿Lo prometes? —susurró la suave voz de Julia.
—Lo prometo.
Nos dirigimos hacia la entrada, justo dónde Donovan nos estaba esperando. Abrió las puertas del castillo para nosotros, sonriendo como un niño travieso.
Se veía feliz. Ese hecho me sorprendió casi tanto como el castillo que se alzaba ante nosotros.
—Bienvenidos a su nuevo hogar —murmuró.
Tuve que ahogar una exclamación al ver el interior del lugar. Las paredes ya no eran de piedra, sino que estaban pintadas de un bonito tono color vino. Un gran candelabro fue lo primero que vimos, con cristales y un gran brillo. Se veía mágico y encantador. Justo en frente, unas amplias escaleras daban paso a los siguientes pisos.
Y yo no sabía cómo ocultar mi asombro.
—Vaya —exclamó Justin.
—Sí, vaya —estuve de acuerdo.
—Por este lado —indicó Donovan, señalando unas puertas a los lados de la escalera—. Se encuentra el comedor y la cocina. Luego de que tomen un descanso, le pediré al servicio que les prepare un buen desayuno. Si a alguno le da hambre mientras tanto, son libres de pasar por aquí cuándo quieran.
No sería sencillo mantener a esos niños lejos de la cocina, pensé por un segundo.
—Y de este lado se encuentra el salón. Ahí se ofrecen bailes, banquetes y demás —señaló—. La primera planta tiene acceso a todo lo que puedan necesitar, así que no duden en venir aquí. Ahora, les enseñaré sus habitaciones y luego les doy un recorrido por el lugar.
¿Habitaciones? ¿Él dijo habitaciones? ¿En plural? No estaba segura de cómo sentirme al respecto, pero lo seguimos a través de las escaleras.
Subimos hasta el tercer piso, tan elegante como todo en el lugar. Incluso intentando lucir un encanto rústico, se veía la elegancia en cada centímetro.
—Aquí se encuentran todas las habitaciones. La mía está del otro lado, pueden pasar por ahí cuando quieran —guiño un ojo en mi dirección—. Me tomé el atrevimiento de decorar sus habitaciones, pero si desean realizar algunos cambios, el decorador vendrá en un par de días.
¿Decorador, dijo? Parecía ser serio al respecto. Como si fuera capaz de hacer una remodelación completa solo si alguien decía que no estaba convencido.
Las puertas más cercanas tenían nuestros nombres escritos. Julia se emocionó visiblemente, mientras que Justin no se veía demasiado convencido. Sí, entendía su sentir. Solíamos dormir en la misma habitación, al alcance de nuestra mano.
Pero lo normal era que cada uno tuviera su propio espacio. ¿Cierto?
—No tenías que molestarte...
—No me molesté —refuto—. ¿Quién quiere ver su habitación primero?
Julia hizo tal escándalo, que hasta Jake convino en que era mejor ver el suyo primero. Reí al verlo un poco enfurruñado, se veía tan adorable.
—Entonces veamos a la princesita primero — Donovan asintió, abriendo la puerta ceremonialmente.
El rosa me chocó de golpe. Todo se veía increíblemente rosado. Arrugué la nariz con tan solo un vistazo, pero Julia gritó, emocionada. Sí, ese era completamente el estilo cursi de Julia.
—¡Es hermoso! —gritó.
La cama con sábanas rosadas y un dosel blanco fue lo que más me gustó. En la habitación había una peinadora, repleta de muchos cachivaches. Los peluches se veían adorables, concedí. Ubicados en una esquina completamente diseñada para jugar. Del otro lado observé con sorpresa al castillo rosa, una réplica del mismo castillo en el que nos encontrábamos.
—¡Mi castillo! —exclamó con asombro.
—Tú misma lo dijiste, una princesa merece tener su propio castillo —asintió Donovan, dándole la razón—. Este es todo tuyo, princesa Julia.
Julia estaba feliz, eso era más que suficiente. Además, no es que pudiera quejarme, la habitación parecía sacada de una maldita película cursi de Disney. Julia parecía querer verlo todo en segundos. Corrió hacia el vestidor, repleto de ropa que a primera vista parecía de su talla, de ahí comenzó a ver todos los peluches de la esquina con gran interés. Parecía encantada.
—¡Gracias, Donovan! —de repente corrió a abrazarlo, tomándolo por sorpresa.
Él no parecía saber que hacer. Julia apenas le llegaba a las piernas, pero se abrazó a él con fuerza. Cuando elevó la mirada hacia él, le dedicó una sonrisa de oreja a oreja. Donovan le revoloteó el cabello, un poco avergonzado.
—Vamos, Julia —insistí, pasado unos minutos—. Veamos las demás habitaciones.
—Bien —asintió, luciendo triste por abandonar su paraíso tan pronto.
La habitación de Jake era asombrosa. Los colores dominantes eran el marrón y el verde, haciendo alusión a un campo de baseball. Los ojos de Jake brillaron al verlo, emocionado. Siempre le gustaron los deportes y en la habitación podía encontrar todo tipo de balones. Incluso tenía un aro en lo alto, para que jugar básquet cada vez que él lo deseara.
Era una mezcla entre infantil y no tan infantil. Perfecta para él, que se encontraba con un pie en la adolescencia.
Me gustó, no pude negar que me gustó. La pasión de Jake por los deportes posiblemente se debiera a mí. No era una persona muy atlética, pero era fan de varios equipos.
—¡Juls, atrapa! —lanzó el balón hacia mí.
Lo atrapé por reflejos. El balón de baloncesto estaba completamente nuevo. Di un par de rebotes en el suelo y corrí hacia el aro. Antes de que pudiera encestarlo, Jake logró robarme el balón.
—¡Oye! —reclamé entre risas.
Todos gritamos cuando logró encestarlo. Chocó su mano con Donovan, agradeciéndole sin muchas palabras.
—¿Te gusta? —pregunté, sonriente.
—¿Tú que crees?
Cuando llegamos a la nueva habitación de Justin, abrí mi boca por completo, sorprendida. Parecía un paraíso tecnológico, la pasión de Justin. ¿Cómo es que Donovan supo con exactitud lo que le gustaba a cada uno?
Una pc gamer junto a un monitor, un enorme televisor a un lado, las luces led iluminando el lugar. Las paredes eran azul oscuras, pero las luces neón eran variadas. Consolas de videojuegos, cientos de juegos a un lado.
Justin se maravilló, luciendo por primera vez en años como lo que realmente era, un pequeño de quince años. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero logré disimularlas.
—No estaba seguro de qué comprar —habló el anfitrión, mostrándose un poco tímido—. Estoy seguro de que me faltaron algunas cosas...
—Gracias —mi hermano lo interrumpió—. No tengo cómo pagarte todo esto.
—Considéralo el pago por todos los años que estuviste ayudando a Juliette. Por todo el tiempo que me tomó encontrarla.
Justin frunció el ceño por un segundo, notando lo extraño que eran sus palabras. Sin embargo, con toda la tecnología frente a él, no le tomó demasiada importancia.
Pronto estuvo mirando todo con atención, como si estuviera temeroso de tocarlo. Justin siempre quiso tener algo así, incluso si no lo decía en voz alta.
Si mis hermanos eran felices... ¿Todo lo demás importaba?
Ya había experimentado una mordida. Y no era tan grave como sospechaba. Incluso podía llegar a disfrutar de ellas. ¿No podía seguirle la corriente al vampiro? Ya no podía arrebatarles esto. Yo nunca sería capaz de darles algo así.
Pero él lo hizo.
—¡Y ahora solo falta la criaturita! —exclamó, con algo cálido en su mirada.
Temí por lo que me iba a encontrar tras abrir la puerta, pero mi cuerpo se movió sólo.
Rosas.
Toda mi habitación estaba decorada con rosas. Los colores predominantes eran casi vinotinto, haciendo alusión a la sangre, supuse, sin embargo, el estilo gótico del lugar me enamoró a primera vista.
La enorme cama se veía tan tentadora... El lugar podría verse un poco oscuro, pero las luces cálidas lo hacían ver ameno.
—¿Y? —apresuró—. ¿Qué opinas?
No respondí, admirando todo en silencio. La cama también llevaba un elegante dosel, uno en colores oscuros. Las sábanas tenían un bordado de rosas increíble. El armario se veía gigante, con una elegancia innata. Mi habitación era la única que tenía una librería, por lo que supuse que Donovan me había investigado de alguna manera.
En la peinadora descansaba una rosa, por lo que me acerqué a tomarla entre mis dedos.
Muebles oscuros, una cómoda alfombra roja y tantos libros que me tomaría años leerlos todos, en pasta dura. Un ligero olor a rosas flotaba por la habitación.
—Es hermosa —suspiré.
—¡Es totalmente Juliette! —exclamó Julia.
Reí al escucharla. Sí, mi estilo solía variar entre colores oscuros, pero nunca creí que algo tan exótico podría ser de mi agrado. Pero lo era.
—Muy bien —dijo Donovan—. Es hora de dormir. En un par de horas vendré a buscarlos. Nos espera un largo día.
Acompañó a mis hermanos a la salida, mientras ellos se veían emocionados por volver a lo que sería su espacio en este enorme castillo.
—Donovan —llamé, antes de que saliera de mi habitación.
—¿Sí? —volteó, interesado.
—Gracias.
Una palabra muy simple para un sentimiento muy grande. ¿Cómo le expresaba lo agradecida que me encontraba? Nunca creí que alguien pudiera hacer algo así por mí, por mis hermanos. Y él...
Él invadía mi espacio. Se apoderaba de todo de mí. Nunca podría escaparme de sus garras y no estaba segura de sí quería escapar.
—No es nada —refutó—. Ahora eres mía, Julieta. Y yo cuido de lo que es mío.
Contrario a lo que esperaba, su comentario no me molestó tanto. Quizás era su manera de decir cuánto le importaba. Quizás Donovan no estuviera acostumbrado a mostrar sentimientos y no supiera como expresarlos.
Pero interesarse de esa manera en nosotros, era sin duda una muestra de afecto. Pudo darnos una habitación, pequeña e impersonal.
Y no lo hizo.
—Si yo soy tuya —murmuré, captando su atención—. ¿Eso quiere decir que tú eres mío?
Mi pregunta pareció golpearle. Parpadeó, sorprendido. Reí un poco al verlo pasmado en el umbral de la puerta.
Balbuceó un par de veces, antes de darse la vuelta y marcharse sin mirar atrás. Sin embargo, pude notar que la punta de sus orejas se encontraban un poco rojas, demostrando que se había sonrojado con mi pregunta.
De todas formas, no había esperado una resputa.
Me metí en la inmensa cama, agotada. Escuché la puerta cerrarse, por lo que sonreí con travesura. Tomar por sorpresa a un vampiro no era algo que pudiera hacerse todos los días.
Dejé que el calor de las sábanas me envolviera. Esto parecía un sueño hecho realidad. ¡Y aún no había terminado de explorarlo todo! La cama era tan cómoda que se sentía como flotar sobre nubes.
Pasados unos segundos, la puerta volvió a abrirse. Un pequeño cuerpo se metió silenciosamente en mi cama, como si estuviera intentando no despertarme.
—¿No te gustó tu nueva habitación?
Esperaba su respuesta sintiendo ansias, pero contrario a lo que esperaba, mi hermana solo me abrazó con fuerza.
—Me gusta —asintió Julia—. Pero prefiero dormir contigo.
No me tomó por sorpresa que a los minutos se uniera Jake. Y mucho menos que Justin terminara por cerrar la puerta.
Al menos la cama era gigante, pensé.
—Los amo —susurré, justo cuando estaba por caer en los brazos de Morfeo, abrazada a lo más importante que tenía en mi vida.
Mis hermanos.
¡Hola! Este capítulo es suave, pero contiene muchas emociones. ¿Qué les pareció?
Recuerden que pueden buscarme en facebook como Anivy Goytte. Además de unirse al grupo de facebook Anivy Readers. Ahí pronto les estaré subiendo una sorpresita *guiño, guiño*
¡Besos virtuales!
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