Capítulo 12: ¿Qué le hiciste a mi puerta?
Seguir caminando como si no estuviera completamente enfadada con el ser a mi lado fue difícil, como una de las tareas más complicadas a las que tuve que enfrentarme, sobre todo porque él iba silbando por el camino, como si no pudiera estar más relajado.
Sabía que se había enfadado conmigo tras esa pequeña discusión, pero al parecer había decidido dejarlo atrás, actuando como si nada. No estaba segura de sí era porque se sentía confiado en que había ganado la pelea, o porque realmente no le importaba lo que yo hiciera o dejara de hacer.
—¿Vamos a hablar de lo que pasó ayer?
—No —se negó con tranquilidad, fingiendo indiferencia.
—Se supone que eres un adulto. ¿Sabes?
—Solo te llevo cinco años —informó.
—¿Ves? Ni siquiera tenía idea. Pensé que eras un viejo con cientos de años y con un ligero toque de pedófilo.
—¿Por qué pensarías algo como eso? —ahora sí que se encontraba alarmado.
—No lo sé. ¿Qué podría saber yo sobre los vampiros? En las películas siempre tienen miles de años más que la protagonista. Yo estaba siendo benevolente al darte solo cientos de años.
Me miró con enojo, lo que solo me hizo reír por lo bajo. No solía ser una persona muy bromista, pero tomarle el pelo se estaba convirtiendo en mi actividad favorita.
Abrí la puerta de la librería, demasiado acostumbrada al pequeño tintineo de la campana sobre la puerta como para reparar mucho tiempo en el. Aunque Donovan si se miró intrigado por un segundo. Como si fuera la primera vez que notaba ese molesto sonido sobre una puerta.
La librería estaba completamente vacía, lo usual porque era muy temprano. En un par de horas tendría a tanta gente como una librería podía atraer. Los clientes habituales pasaban al menos una vez a la semana, pero eso solo eran personas afortunadas que podían darse ese lujo.
Apenas entré, noté que la jefa parecía estar esperándome. Se veía demasiado nerviosa, mordisqueando sus uñas en un gesto inconsciente. Fruncí el ceño de inmediato, eso no era lo usual.
—¡Juliette! —gritó la jefa apenas me miró entrar en la librería—. Lo escuché todo. ¿Cómo estás, niña?
Se acercó a mí, revisando cada área de mi rostro. Su mirada amable estaba llena de preocupación. Incluso tenía un par de ojeras que no estaban ahí antes. ¿Por qué estaba tan asustada? ¿Qué cosa escuchó?
Un mal presentimiento se instaló en mi pecho al instante. Sentí el miedo invadirme, provocando que mis manos sudaran y mi corazón comenzara a acelerarse.
—¿Lo... Escuchó? —pregunté, parpadeando continuamente.
¿La jefa acaso estaba hablando del ataque? ¿Si ella lo sabía, entonces cuántas personas más también lo hacían y cuánto tiempo me quedaba antes de que el gobierno viniera por nosotros? Porque no era tan ilusa como para pensar que solo una persona en esta ciudad se había enterado. Era obvio que el chisme se había corrido como la pólvora y yo perdí el día de ayer solo recuperándome en vez de pensar en una solución. No iba a permitir que me arrebataran a mis hermanos. Prefería arrancarme la piel a pedazos antes de estar lejos de ellos.
Miré a Donovan de reojo, encontrándome con que él también se veía consternado. Si él no lo dijo, entonces... ¿Quién?
Clavé mis uñas en las palmas de mis manos, intentando controlar mi reacción.
—Dicen que tu padre se dio a la fuga cuando los cobradores fueron por él. Lo vieron abandonar tu casa con un hombre desconocido y antes de eso escucharon algunos gritos ¿Estás bien? ¿Qué tal están los niños? Dime si necesitas algo y yo haré lo posible por ayudarte.
Maldición.
Si ya sabían que estábamos solos en casa, era solo cuestión de tiempo para que el servicio social apareciera en mi puerta. La ansiedad me impidió respirar con normalidad, mientras la jefa seguía mirándome con gran preocupación. Sus intenciones eran buenas. Sabía que se ofrecía a ayudarme de corazón, que haría todo por nosotros.
Pero no creía que fuera capaz de ayudar. No en una situación como esta.
¿Qué demonios podía hacer? Se me acababan las opciones. Nadie aceptaría que me hiciera cargo de mis hermanos. ¿Y mamá? ¿Qué haría con mi madre? ¿Cómo podía explicarle una situación tan jodida?
"Oh, hola mamá. ¿Mis hermanos? Bueno, cuando estaba trabajando en un bar, cosa que no debería estar permitida, me enteré de que el imbécil de mi padre pidió un préstamo y adivina qué. ¡Nosotros éramos su seguro! Oh, pero no te preocupes, un vampiro me ayudó a salir del problema. Aunque ahora mis hermanos están a manos del gobierno".
Sí, eso no sonaba nada bien.
El pánico me envolvió, logrando hacerme temblar por un segundo. Necesitaba una respuesta y la necesitaba rápido. La jefa me veía con más intensidad mientras los segundos pasaban, esperaba que le desmintiera o que le dijera la verdad y ninguna de esas opciones parecía ayudarme en este caso.
Eso fue hasta que sentí una fría mano posarse en mi cintura. Su efecto fue inmediato, me calmó con un simple toque, como si eso fuera todo lo que jodidamente necesitara. Alguien en quién apoyarme cuando me venía abajo.
—De hecho —me escuché decir—. A eso venía, jefa. Mi tía nos pidió ir a vivir con ella por un tiempo, a una ciudad un poco lejana.
¿Qué mierda? ¿Cómo es que estaba hablando? ¡Esas no eran mis palabras!
Estaba completamente segura de que yo no pretendía decir algo como eso, pero como si algo o alguien se hubiera apoderado de mí, mi lengua comenzó a moverse contra mi voluntad.
—Cálmate —escuché dentro de mi cabeza—. Yo me encargo.
Por un segundo creí que la jefa no se lo creería, pero sonrió abiertamente al escucharme hablar. Su rostro se iluminó y aunque las marcas de la preocupación seguían presentes, se veía mucho mejor.
—¿Una tía? —parpadeó varias veces, sorprendida.
—Sí, por parte de mamá. Se distanciaron hace unos años, pero cuando se enteró de la situación, nos pidió que fuéramos con ella.
—¡Oh! Eso es maravilloso, Juliette. No te preocupes por el trabajo, siempre podrás contar conmigo. ¡Al fin podrás volver a los estudios! No tienes idea de lo mucho que me alegra que tengas a alguien en quien apoyarte.
Su alegría fue sincera, pero mis palabras sin duda no lo eran. Donovan me estaba obligando a hablar y ni siquiera tenía la menor idea de cómo eso era posible.
—Gracias por todo lo que hizo por mí, jefa.
Le di un abrazo caluroso, sintiendo las lágrimas quemar en mis ojos.
Estaba a merced de Donovan. No tenía más opciones que acceder a lo que él me pidiera. Ni siquiera intenté luchar cuando se despidió de la jefa, poniendo de excusa que debía empacar.
Vi todo como si solo fuera una espectadora, sintiéndome ajena a mi propio cuerpo.
Odié cada segundo.
Y planeaba expresarlo.
—¿Qué demonios crees que haces? —susurré hacia él mientras la jefa buscaba el cheque con el pago de los últimos días que había trabajado para ella.
—Una vez vi a un brujo hacerlo —explicó con naturalidad—. No tenía idea de cómo lo hizo, así que busqué información sobre ello. Resulta que los vampiros tienen algunas habilidades ocultas. Puedo susurrar en tu mente lo que debes decir, aunque tú podías negarte. Aceptaste lo que hice, Juliette.
—No tenías ningún derecho...
—No, pero tú lo sabes. Sabes que vendrán por ustedes. Y sabes que solo yo podré sacarte de esta.
Me quedé callada, mientras esperaba a que la jefa volviera conmigo. No quería abandonarla, no quería abandonar a nadie. ¿Qué demonios haría con mi madre? ¿Y los niños? ¿Cuál era su maldito plan? ¿Y qué le costaba al menos informarme lo que planeaba hacer antes de manipularme a su antojo?
¡No podía simplemente hacerlos abandonar los estudios para ser unos prófugos de la justicia!
Pero tampoco podía aceptar que nos separaran... ¿Orfanatos? ¡No! Maldición, no.
—Cuenta conmigo, mi niña. Estoy tan feliz por ustedes —sonrió maternal, apenas regresó—. Sé que vas a quejarte por el dinero, pero acepta esto de mi parte. Les ayudará.
—Gracias por todo —tomé el cheque con manos temblorosas—. Volveré por aquí pronto. Cuídese mucho, jefa.
Era una promesa que no sabía si podría cumplir.
¿A dónde iríamos? ¿Quién nos protegería? ¿Donovan?
¿Y quién me protegía a mí de Donovan?
—Relájate —susurró de nuevo en mi mente.
Intenté actuar con naturalidad, ocultar todos mis sentimientos. Estaba aterrada, pero sonreí como si fuera la persona más feliz del mundo. Debía hacerlo, si no quería hacer preocupar más a la jefa.
¿Una tía? Mi madre era huérfana y mi padre era hijo único, con unos padres tan estrictos que nunca quiso volver a verlos.
—¡Hasta pronto! —se despidió.
Salí de la librería con la mano de Donovan aún en la parte baja de mi espalda, casi al punto de rozarme cerca de las nalgas.
Le di una mirada matadora, provocando que me soltara.
—¿Qué demonios te pasa? —grité con furia apenas estuvimos a una distancia considerable.
—Estoy salvando tu trasero, deberías estar agradecida.
—¿Agradecida? —repetí—. ¡Controlaste mi cuerpo como te dio la maldita gana!
—Entraste en pánico —señaló con tranquilidad.
—¡No tenías ningún maldito derecho! ¿Quién demonios crees que eres?
—Eres mía, Juliette —gruñó con voz grave. Su rostro se transformó en una máscara de rabia y furia.
—No te pertenezco —escupí—. Vete al demonio, Donovan.
—Así que... Así es como serán las cosas entre nosotros.
—¿Qué?
—Sí, yo digo algo que no te gusta, tú me mandarás al infierno y me darás la espalda. Si vas a pelear conmigo, al menos hazlo de frente. Las discusiones no se resuelven huyendo, Juliette.
—Pues muy de frente te digo que más te vale no acercarte a mí.
—Muy maduro de tu parte —murmuró.
Comencé a caminar lejos, dejándolo plasmado. No me detuve hasta que no llegué a mi hogar, azotando la puerta de entrada como si esta tuviera la culpa de lo sucedido.
No lo quería ver, no ahora. Incluso si sus intenciones eran buenas, incluso si quería ayudarme.
Sabía que estaba siendo un poco irracional, pero mis sentimientos estaban a flor de piel. Me sentía al borde, como si estuviera a instantes de caer derrotada.
No me agradaba sentirme así, no quería sentirme así.
—Maldición —grité con frustración.
Tomé uno de los cojines del sofá, tan furiosa como me encontraba y lo lancé hacia algún punto en la sala. Solo que me di cuenta muy tarde que esté terminó impactando contra el rostro de un completo desconocido que se encontraba invadiendo mi casa.
—Bueno, esa no era la bienvenida que esperaba.
Fruncí el ceño inmediatamente al verlo. Sentí mi piel erizarse, como si mi cuerpo fuera consciente del peligro al que me enfrentaba. Y es que la palidez de su piel me alertó que se trataba de un vampiro, pero contrario a lo que Donovan provocaba en mí, este gritaba peligro.
Sus facciones eran afiladas, mostrando una sonrisa burlona. Incluso pude ver el brillo de sus colmillos, amenazándome. Sus ojos carmesíes se posaron en mi con descaro. Su ropa era negra, su cuerpo era bastante delgado, pero con la cantidad exacta de músculos para parecer aterrador.
¿Tuve miedo? Por supuesto.
¿Lo dejé ver? Por supuesto que no.
—¿Y quién eres tú? —alcé una ceja en su dirección.
—Así no es como se reciben a los invitados —sonrió aún más.
Algo en él me molestaba. Había algo... Algo que no me agradaba. No me daba confianza. Para empezar, había entrado a mi casa sin mi permiso.
Pero dejando su falta de modales a un lado, seguía teniendo ese no sé qué, incomodándome. Como si hubiera visto su rostro en algún momento.
—Pues resulta que no eres mi jodido invitado. Así que tienes dos opciones —hablé lento, mostrando una sonrisa irónica—. Uno, te vas de mi maldita casa en este instante.
—¿O? —me provocó.
—O te saco de aquí a patadas en dos minutos —concreté, dando un aplauso—. Por favor, elige la segunda opción.
—Eso sería algo interesante de ver —declaró, acercándose.
Si no supiera que solo intentaba intimidarme, tal vez habría salido corriendo, atemorizada. Pero si no me equivocaba, este vampiro solo quería joderme la existencia.
Si quisiera hacerme daño, ya lo hubiera hecho.
¿Cierto?
—Espera un minuto más y tendrás entradas VIP para el espectáculo.
—Vaya, pero que agresiva.
Pude notar su olor, ver sus ojos de cerca. Algo en él gritaba que era peligroso. Sin embargo, se veía demasiado joven. Intentaba aparentar ser mayor, y, aun así, estaba segura de que máximo tendría la edad de Justin.
Era un crío con aires de prepotente, pero un crío, al fin y al cabo.
—¿De verdad quieres jugar a esto? No estoy teniendo un buen día —solté con dulzura—. Así que no sigas jodiendo con mi paciencia. ¿Vale?
—No voy a irme. Estoy buscando a alguien. Quedamos en vernos hace unos días, pero como no llegó a nuestro punto de encuentro, decidí rastrearlo y eso me trajo hasta aquí.
—Como podrás ver, no hay nadie más en casa —expliqué, intentando usar la última pizca de paciencia que me quedaba.
—Espera un segundo —se asombró de repente, sorprendiéndome—. Apestas a la esencia de Donovan.
—¿Y?
—¿Cómo es que conoces a Donovan? —preguntó con perplejidad, como si no pudiera creérselo.
—Dijo una mierda sobre ser su donante o algo así.
¿Había hablado de más? Porque algo en su expresión me dijo que había hablado de más. Primero se mantuvo quieto, como si estuviera procesando mis palabras. Luego pareció demasiado emocionado, lo que me pareció una mala señal.
—No es cierto. Esto es increíble. ¿De verdad?
—Ya te dije que sí.
—Entonces tu eres...
—La persona que te va a echar a patadas de aquí si no te largas —concreté.
—No puedo irme sin entregar el mensaje. Mejor hablemos de ti —sugirió con una sonrisa burlona.
—¿Si sabes que a Donovan no le hará gracia que estés aquí?
Probé nombrando al vampiro. Su reacción fue suficiente para notar que Donovan era alguien temido. ¿Por qué? ¿Era un asesino? ¿Un rey? ¿Un mercenario?
Esto solo demostraba lo poco que sabía de él.
—No me importa lo que él piense —intentó mantener su actitud.
—Oh, sí. Te creo —solté con sarcasmo—. ¿Cuál es tu nombre, vampiro?
—Me llamo Raven —respondió con simpleza—. Black.
¿Black? ¿De dónde me sonaba ese apellido?
Me golpeé la frente con la mano al caer en cuenta. Así que Raven era algún familiar de Donovan. Sí, podía notar el parecido. Quizás fuera en el tono de sus ojos carmesí. O quizás de sus facciones afiladas.
O en lo idiota que ambos eran.
—¿Qué quieres, Raven? ¿Mi sangre? —pregunté directamente.
—Déjame ver tu cuello.
Su voz era un poco aguda, quizás porque estaba en plena pubertad. Más que ser imponente, me causó un poco de ternura.
—Entonces acércate para que lo veas mejor —ladeé la cabeza.
Parecía que la boca se le estaba haciendo agua. Terminó por cortar la distancia entre nosotros. Y justo cuando estaba por posar sus dientes sobre mi cuello, lo tomé de la oreja, dándole un gran jalón que lo hizo gritar como niña.
—Pero ¿qué te pasa? ¡Estás loca! —gritó—. ¡Eso duele!
Comencé a llevarlo en dirección a la puerta, ignorando sus alaridos. Se quejó en voz alta, sin embargo, no intentó soltarse.
Podría hacerlo, digo. Me ganaba en fuerza y en altura.
Así que lo más seguro es que solo se tratara de otro vampiro queriendo joder a mi alrededor. Sí, se veía peligroso, pero ni siquiera intentó atacarme o defenderse. Ahora que lo veía mejor, se veía como un crío imitando a alguien.
—Y por favor no vuelvas —sonreí, dándole una sonrisa abierta, justo antes de cerrar la puerta en su cara.
—¡Oye! No es justo.
—Demasiado tarde, vampiro.
No sabía quién era ni que estaba buscando, pero las palabras de Donovan resonaron en mi cabeza. Más vampiros vendrían por mí. Vendrían muchos más, todos deseosos por beber de mi sangre. ¿Y qué haría entonces? No sabía si todos eran tan idiotas como este.
¿Mi vida correría peligro? No quería que algo así sucediera de nuevo.
—¿Y ahora qué haré? —pensé en voz alta.
—No dejarme afuera de nuevo, por ejemplo.
Mi cabeza giró como en la película del exorcista, solo para encontrar a un Donovan que se veía completamente relajado, con un Raven a su lado intentando imitar su pose de brazos cruzados y espalda recostada sobre la pared.
¿Y ahora qué demonios le habían hecho a mi puerta? ¡El maldito vampiro rompió la puerta como si de un simple juguete se tratase! No, definitivamente esto era demasiado para mi salud mental.
—¿Qué diablos te pasa? ¡Rompiste mi puerta! ¿Acaso perdiste la cabeza?
—Quizás —tuvo la decencia de al menos mostrarse avergonzado.
—¿Qué hice para merecerme esto? —pregunté al cielo—. ¿Acaso en otra vida fui cruelmente malvada o algo así?
—Quizás fuiste una emperatriz malvada —sugirió el crío.
Volteé a ver a ambos vampiros, mi ceño fruncido y mis manos crispadas. El enfado de apoderó de mi cuerpo, aunque por mucho que intenté controlarme, no lo logré.
—¡Se acabó! —grité—. ¡Esto ya acabó con mi maldita paciencia! No sé qué estaban pensando, pero jodidamente no pienso tolerarlo.
—Juliette...
—¿Se llama Juliette? —preguntó Raven.
—Pensé que estabas en peligro —explicó, ignorando a Raven.
—¿Qué?
—Raven estaba intentando volver a entrar y pensé que alguien pudo haberlo seguido. No lo pensé bien, pero voy a repararlo.
—Estoy bastante cansada —admití, en un susurro enojado—. Odio tus poderes.
—Lo sé, no volveré a usarlos frente a ti a menos que sean necesarios.
—Aw, los tortolitos arreglaron sus diferencias —hizo un gesto de ternura—. Ahora bésense.
—Cállate —soltó con frialdad—. Ven aquí, Juliette.
Le saqué el dedo del medio con una sonrisa, lo que le enfadó visiblemente. Estaba tan cansada, todo el peso de lo ocurrido cayó sobre mis hombros y noté con pánico como mi nariz comenzó a sangrar de manera abundante.
Donovan me arropó con su cuerpo antes de que pudiera darme cuenta. Me abrazó con fuerza, ignorando mi sangre. No pude ver lo que ocurría, pues me enterró en su pecho. A diferencia de otros días, ahora se sentía cálido y agradable.
Dejé que me sostuviera contra él. Podía percibir tenuemente el latido de su corazón en su pecho. Al parecer no era un muerto viviente. Era una información que no sabía que necesitaba tener, a decir verdad.
—Largo —escuché que ordenó con voz firme. Seguido de su voz, unos pasos resonaron por la sala, justo antes de que la puerta se cerrara.
O al menos lo que quedaba de ella.
Tenía que arreglarla pronto. Mis hermanos no podían llegar a casa y notar que la puerta apenas pendía de un hilo. Rompió la cerradura y el marco apenas parecía sostener lo que quedaba. Lo obligaría a repararla mientras yo preparaba la cena, decidí.
Pero mientras tanto, me dejé atrapar por el olor de Donovan, por la calidez que emanaba. Su cuerpo y el mío encajaron a la perfección. Dejé que sus manos envolvieran mi cintura, mientras las mías permanecían en su pecho.
No estaba segura de sus intenciones, pero tenía mis propias teorías.
Teoría uno: Intentaba contenerse a sí mismo de atacarme.
Teoría dos: Intentaba protegerme del recién llegado, aquel pequeño vampiro insolente llamado Raven.
Incluso podrían ser ambas a la vez, existía la posibilidad. No necesitaba ser demasiado inteligente para saber que la sangre y vampiros no era la combinación más segura del planeta.
—Tranquila, criaturita —susurró cerca de mi oído—. Te tengo.
—Rompiste mi puerta.
—Si, lo sé.
—Me controlaste a tu antojo.
—No volveré a hacerlo —prometió.
—Eres un egocéntrico y un idiota.
—Solo de lunes a domingo —asintió.
Reí un poco, sorprendida de que pudiéramos tomarnos un segundo en medio del caos para hacer pequeñas bromas.
—¿Qué puedo hacer? —mi pregunta flotó sobre la sala por unos segundos, aún entre sus brazos.
—Tú puedes hacer todo lo que tú quieras hacer, Juliette. ¿Quieres seguir aquí? Está bien. ¿Quieres venir conmigo? Entonces lo haremos funcionar. No estás sola. Tienes que entender que no estás sola. Estoy aquí para ti y tú puedes usarme tanto como quieras hacerlo. Si quieres algo, solo tienes que pedirlo y yo me encargaré de que suceda. Pero ya no puedo quedarme aquí. Así que debes tomar una decisión pronto.
¡Hola, hola! Ustedes no se imaginan todo lo que le cambié a este capítulo. En mis historias en instagram y facebook comenté que el capítulo me estaba dando dolor de cabeza, pero al menos me divertí mostrando mi proceso de edición.
Espero que les haya gustadoooo.
Por cierto... ¿Notaron que ya llegamos a los 900k? Yo todavía no me lo creo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro