Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11: Sobre mi maldito cadáver

Cuando los niños llegaron, todo volvió a la normalidad. O a la normalidad que se puede tener con un vampiro merodeando por el lugar. Justin tenía mejor rostro, mientras que Jake y Julia parecían estar mucho más calmados y tranquilos. Sentí alivio al tenerlos nuevamente en mi rango de visión.

Sabía que Justin los cuidaría, pero siempre me ponía nerviosa cuando alguno de ellos no estaba en casa.

Mamá había pasado el día más dormida que despierta, según me informó Justin. Estuvieron solo un rato con ella, pero su condición no era nada favorable.

Después de que los niños cenaran, me senté en un taburete cercano a la encimera. El lápiz entre mis dedos se sentía pesado mientras calculaba nuestros ingresos. Había encontrado en la habitación de mis padres los recibos de la clínica en la que estaba ingresada mi madre, quizás porque necesitaba confirmar las palabras de Donovan, quizás porque una parte de mí quería pensar que podía manejarlo todo sola.

Pero no me sorprendió encontrar evidencia de lo que me dijo. Me prometí a mí misma confiar un poco en él más adelante, pues todo lo que me informó podía verlo frente a mis ojos.

Un montón de números en rojos. Había encontrado cada recibo, cada factura, cada firma. Y no estaba segura de poder conseguir toda esa cantidad de dinero en toda mi vida trabajando.

Dos años seguidos en una clínica era mucho más costoso de lo que alguna vez llegué a imaginarme.

Me sentí un poco tonta por nunca pensar en ello. ¿Cómo es que no me di cuenta? Todo siempre estuvo frente a mis ojos y yo nunca lo noté. Mi padre desapareciendo a mitad del día y llegando más alcoholizado que antes, con docenas de botellas bajo el brazo y evitando mi mirada...

Siempre estuvo ahí.

La verdad la ocultó tras una botella y yo se lo permití.

Por más que buscaba soluciones, siempre quedaba en números rojos. El sueldo del bar y la librería no alcanzaba para pagar el próximo mes, ni para los tratamientos. Y ni hablar de nuestra comida.

Suspiré, cansada. El peso sobre mis hombros era mucho más pesado cada día que pasaba. ¿Hasta qué punto podría cargar con todo esto? Además, ahora que mis hermanos y yo estábamos por nuestra cuenta, no solo tenía que preocuparme por el dinero, sino que además debíamos asegurarnos de que nadie supiera lo que ocurrió con mi padre.

Una denuncia y todo estaría perdido.

Servicios sociales no me permitiría quedarme junto a mis hermanos. Justin quizás pudiera salvarse, pero Julia y Jake terminarían en una casa de acogida.

Pensar en ello casi me hace llorar. De la desesperación y la impotencia.

Sentía que todo estaba a punto de derrumbarse sobre mí y no sabía si era capaz de hacerle frente.

—Juls —llamó Justin.

Lo miré con atención, comprobando que estuviera bien, que ya no se encontraba sintiéndose mal. Su tez siempre fue un poco pálida, su cabello oscuro estaba revuelto y me veía con preocupación. Aún tenía algunos rastros de acné, víctima de la adolescencia. Pero cada vez se veía mayor, como si estuviera creciendo frente a mis ojos a cada segundo que pasaba.

—¿Sí, cariño? —pregunté.

Cualquiera que me viera hablando con mis hermanos se sorprendería. Oh, la mal hablada de Juliette podía ser cariñosa y suave. Pero siempre fui así con ellos. Eran unos niños, todos ellos. Merecían todo el amor y cariño del mundo. Y si yo era la única capaz de dárselos, entonces les daría todo.

—¿Podemos hablar?

Donovan se encontraba entreteniendo a los niños. Parecía llevarse bien con mis hermanos y aunque en un principio le ordené que no se acercara, ahora me sentía un poco mejor al tenerlo cerca. Al parecer, era el mejor jugando a llevarlos a caballito. Claro, con su fuerza descomunal de seguro ni sentía que llevaba un niño sobre sus hombros.

Incluso Jake, quien al principio se mostró receloso, se divertía junto a él. Y Julia parecía encantada de ser tratada como una princesa por alguien tan elegante y peculiar como Donovan.

—Ven —llamé, haciéndole un gesto en taburete más cercano—. Háblame.

—Sé que anoche ocurrieron cosas... —comenzó, vigilando de reojo que los niños no estuvieran prestándonos atención—. Cosas de las que preferiría no hablar nunca. Pero soy tu hermano. Y estoy aquí para apoyarte en lo que sea que necesites.

—¿Crees que eres un adulto? —pregunté.

Hablaba en serio. Justin era lo suficientemente maduro para escucharlo, pero quería asegurarme de que estuviera preparado. No le diría todo, por supuesto que no, solo tenía quince años y demasiadas responsabilidades sobre sus hombros. Sin embargo, era imposible mantenerlo en la oscuridad. Quizás los niños no quisieran preguntar por nuestro padre, quizás por miedo o por cobardía, pero Justin no dejaría pasar su ausencia como si nada.

—Aún no lo soy, pero voy a serlo Juliette. Creceré y me convertiré en la persona que te proteja, pero por favor, ayúdame. Hay tantas cosas que no entiendo...

Mi pobre niño, yo jamás dejaría que me protegieras. La hermana mayor siempre debía cuidar de sus hermanos menores, así era como funcionaba. Aunque jamás podría decir que no me derritió oírlo hablar con tanta vehemencia.

—Nuestro padre tenía deudas —contesté—. Demasiadas. Más de lo que puedes imaginarte. Se involucró con las personas equivocadas.

—¿Te hizo algún daño? —me tomó de las mejillas, mirándome de arriba a abajo—. ¿Aquel hombre te hizo algo, Juliette?

Más que tocarme indebidamente y apuntarme con un arma, pues no. Nada.

Intentaba no pensar en ello. Era como si mi corazón aún estuviera acelerado por el miedo y el pánico de ese día. Los recuerdos estaban tan claros en mi cabeza, que aún podía recordar el tacto del arma, el sonido lascivo de aquel hombre en la sala y sus manos intentando tocarme.

—Estoy bien —sonreí un poco.

—¿El tipo...?

Sabía lo que intentaba preguntarme.

—Es alguien peligroso. Es exactamente la clase de persona con la que no quieres verte involucrado, pero te prometo que ya no tenemos que preocuparnos por él.

Mi hermano asintió, asimilando mis palabras poco a poco. No se veía muy seguro, pero al menos no parecía estar tan alerta.

—¿Estamos por nuestra cuenta? —fue su pregunta, la cual ya me esperaba.

Sin embargo, los nervios me invadieron. ¿Justin se enfadaría si supiera que había echado a nuestro padre de casa?

—Lo siento, Justin. Intento hacer lo mejor para la familia, pero hay cosas que simplemente no pueden permitirse y...

—Siempre lo estuvimos —interrumpió—. Asumiré que el fantasma que habitaba en esta casa ya no se encuentra más. Eso es todo lo que importa.

No lo había notado antes. Nunca había reparado en el resentimiento que mi hermano cargaba hacia nuestro padre. Por supuesto, mientras yo estaba trabajando, era Justin quien lidiaba con la presencia de un alcohólico en la casa.

Era él quién limpiaba cada botella a cada hora del día. Era él quién procuraba que los niños no se cruzaran con papá mientras estaba alcoholizado. Al final del día, era Justin quien se quedaba cada noche esperando por mí, temeroso por mi bienestar, mientras escuchaba a nuestro padre encerrado en su propio dolor a unos metros.

—¿Y quién es él? —señaló hacia la sala con la cabeza.

¿Quién es él? Ojalá pudiera saberlo. No podía sólo decirle la verdad.

"¿Él? Oh, él sólo es un vampiro que bebió de mi sangre hace unas semanas y ahora se la pasa tras mi culo diciendo que soy suya. ¡Y también te mordió a ti! Además, no estoy segura de qué hizo con aquel tipo y tampoco con nuestro padre, pero no te preocupes, no parece ser peligroso."

—Es un amigo —repetí—. Vino a ayudar.

—Juliette...

—Es de confianza —dije a mi pesar—. No estoy muy segura de qué hace aún aquí, pero no les hará daño. Fue él quien me ayudó con la situación anoche y parece genuinamente preocupado por todos nosotros.

—Es quien te acompañó hasta aquí el otro día —por supuesto, mi hermano sabía atar cabos—. Si tú confías en él, yo también lo haré.

—Aun así le tendrás un ojo encima. ¿Verdad? —pregunté con burla, a lo que mi hermano solo sonrió de lado, sin responderme.

—¿Dónde está ahora papá? —siguió con el interrogatorio.

—En rehabilitación.

Justin pareció pensar mis palabras. Él sabía que no le estaba contando toda la historia, pero al parecer le bastó. Confiaba en él, pero también intentaba protegerlo.

—No sé qué hacer —admití hacia él—. Mamá sigue grave en la clínica y descubrí que incluso trabajando todo el día sin descanso no es suficiente para pagar. Y sin un adulto en la casa, todos corremos peligro.

—Estaremos bien —me abrazó con fuerza—. Puedo dejar la escuela, ayudarte a trabajar.

—Jamás —interrumpí—. Jamás te dejaría hacer eso. Necesito que estudies, Justin. Y necesito tener a alguien aquí para cuidar a los más pequeños. Encontraré una solución, solo quédate conmigo siempre y todo estará bien.

—Estoy seguro de que encontraremos una solución. Siempre lo hacemos.

—Juliette —llamó tímidamente Julia—. Donovan pregunta si está bien que se quede a dormir esta noche en el sofá.

Ah, así que el gran vampiro había optado por utilizar a una niña de ocho años para salirse con la suya.

Me levanté, resignada. No podía quedarse deambulando siempre por la casa. Los niños se preguntarían sobre él. Habían aceptado su presencia porque llegó en el momento justo, como un bálsamo.

Donovan llegó en medio de una pesadilla.

Y aunque los pequeños no parecían recordar del todo, parecían saber que Donovan nos ayudó y cuidó en el peor momento de nuestras vidas.

—¿Hasta cuándo estarás rondando por aquí? —pregunté con más brusquedad de la que pretendía.

Estaba colocando unas mantas sobre el sofá, incluso sin que le respondiera. Así que ya había decidido por mí y solo envió a Julia para evitar que me enfadara demasiado. Lo miré, cruzándome de brazos. Era demasiado alto, sus pies no entrarían en ese pequeño e incómodo sofá barato.

No contestó.

Suspiré por lo bajo. Le debía una y no tenía derecho a dejarlo pasando una terrible noche.

—Puedes dormir en el cuarto de mis padres —murmuré, arrebatándole las cosas de las manos—. Mueves una maldita cosa de su sitio y date por muerto.

Comencé a caminar hacia el pasillo, sabiendo que él me seguía. Me sorprendió notar que sus pisadas no se escuchaban. ¿Era acaso ligero como una pluma? ¿Entonces cómo tenía tanta fuerza? Había tanto que necesitaba saber de él. Pero sabía que Donovan era alguien reservado. Contestaba mis preguntas, cuando él quería y de la manera en la que él quería. Era curioso, no se negaba a responderme, pero no hablaba sobre sí mismo.

Al final del día, no sabía nada personal sobre él. ¿Escuchaba música? ¿Qué hacía la primera vez que se cruzó conmigo? ¿Tenía familia? ¿Amigos? Nada, no sabía nada sobre el ser que aseguraba ser mi alma gemela.

¿Por qué estaba tan callado? ¿Acaso estaba molesto?

Lo confirmé cuándo me sujetó por el codo justo cuando comenzaba a abandonarlo en la habitación de mi madre. Me sorprendió notar la rudeza con la que me sostuvo, aunque no me hacía daño, si era un agarre firme. Lo miré con el ceño fruncido de inmediato, precavida.

—Puedo entender que actúes con recelo conmigo, pero deja de pensar de esa manera.

Su mirada era feroz, sus ojos tenían aquel peligroso brillo carmesí. Ahora que había pasado el día junto a él, estaba segura de que sus ojos solo cambiaban cuando hacía alguna mierda vampírica. Estaba tenso, podía verlo por su postura, por su toque sobre mi piel.

Donovan Black estaba furioso y yo no tenía ni idea de la razón.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Voy a encargarme del dinero —soltó de repente—. Deja ese trabajo en el bar, al menos el del bar. No tendrás que preocuparte por nada. Confía en mí. Déjame encargarme de eso. Te aseguro que no les faltará nada. Ni a ti, ni a tus hermanos. Puedes vivir una vida normal si quieres. Vive entre los humanos o ven conmigo, pero por favor, deja de pensar en eso.

—Donovan, no tengo ni media idea de lo que estás diciendo. ¿Qué pasa?

—¡No entendía por qué no te sorprendía cuando te hablé sobre el burdel! No hasta que noté ese recelo. ¿Estás pensando en prostituirte? ¡Sobre mi maldito cadáver!

—Baja la voz —siseé.

Temía que alguno de mis hermanos pudiera escucharlo. Ellos no tenían que saber hasta qué punto era capaz de llegar por ellos, por mamá. Por mi familia entera.

No sabía cómo demonios Donovan pudo saber de mis pensamientos, pero no estaba cómoda al respecto. ¿Ahora no podría tener la privacidad de pensar y considerar cada una de mis opciones?

¿Él podía leer mi mente? ¿O acaso solo era extremadamente perceptivo?

—¿De verdad pensabas denigrarte de esa forma? —Estaba descontrolado, sus emociones marcándose en su frío rostro.

—¿Denigrarme? —Repetí, sintiéndome furiosa—. ¿Crees que estaría denigrándome?

—Espera, no quise decir eso —lo interrumpí.

—Dejé mis estudios hace dos años para trabajar. He estado en más trabajos que los que cualquiera en toda su vida. He luchado día tras día para llevarles comida a mis hermanos y medicina para mi madre. Busqué cada opción y todas las pensé con detenimiento. ¿Crees que iba a denigrarme? ¡Ni siquiera tienes idea de todo lo que he hecho! pero sin duda, jamás me he denigrado. ¿Sabes acaso la magnitud de lo que dices? Quedarme de brazos cruzados mientras mis hermanos sufren—respiré profundo después de todo el vómito verbal—. Eso sí que sería jodidamente denigrante.

—¡Estoy intentando decirte que voy a encargarme! ¿No te das cuenta de que solo me preocupo por ti?

—Y yo te digo que no necesito nada de esa mierda viniendo de ti.

—¡Juliette!

—No. No quiero escucharte. No sabes nada. No sabes por lo que he pasado. No sabes la desesperación de saber que no hay otra opción. Eres un vampiro, de seguro estás acostumbrado a salirte con la tuya, pero yo no.

—¿Por qué quieres pintarme como el villano?

—¿El villano? —repetí—. Tengo a tres hermanos menores a mi cargo, Donovan. ¿Crees que puedo simplemente marcharme contigo a donde sea, sin tener al menos en consideración su seguridad? Porque te recuerdo que cuando me conociste, estaba siendo atacada por uno de tu especie.

—Me encargué de eso —aclaró.

—¡Ese no es el punto! —me exasperé, moviendo las manos—. ¿Puedes garantizarme que, si me voy contigo, nada les pasará a mis hermanos?

El silencio que siguió tras mi pregunta fue tan incomodo como cortante. Él me miró como si quisiera decirme que sí. Pero ni una palabra salió de su boca.

Me largué de la habitación, conocedora de que estaba a punto de romper a llorar. Todas mis emociones me desbordaban. Me sentía completamente perdida. ¿Qué estaba bien? ¿Qué estaba mal? En algún punto, la línea comenzaba a verse borrosa.

Quizás había reaccionado de más con Donovan, pero estaba tan cansada... El peso sobre mis hombros amenazaba con derrumbarme en cualquier momento y él ni siquiera parecía entenderlo.

Por supuesto que pensé en la prostitución como una opción.

La prostitución solo parecía una opción para las personas desesperadas. Y yo estaba tan, pero tan, desesperada. Por supuesto que lo consideré, mil y una veces.

Lo pensé cuando tenía quince años y nadie quería darme trabajo. Lo pensé en los meses que tuve que robar para poder alimentar a mis hermanos. Incluso lo pensé en todas las veces que hubo alguno que otro viejo verde haciéndome propuestas monetarias a cambio de favores sexuales.

Pero era solo una niña. Me negué en redondo, no quería conocer mi sexualidad de esa manera. Y justo ahí la jefa llegó. Después de tener mi primer trabajo, los demás fluyeron.

Sin embargo, la idea seguía en mi mente. En caso de emergencia, me decía.

Si algo sabía, es que no existe tal cosa como el dinero fácil. Si alguien pensaba que la prostitución era algo sencillo, es porque nunca pensó en ello seriamente.

El maltrato que existía hacia las prostitutas era algo que no se mencionaba. Muchos hombres creían que compraban un objeto sexual para hacer y deshacer. Para realizar todo lo que sus esposas le negaban.

¿Cuántas mujeres no se vieron violentadas durante el sexo? Desde forcejeos, hasta relaciones sádicas y degradantes. ¿Cuántas mujeres no arriesgaron incluso su vida? Todo mientras se prostituían.

¿Pero podían hacer una denuncia? No.

Eso no tenía ningún maldito sentido. Al volverlo un negocio ilegal, solo hacían la vista gorda de todos los hombres que maltrataban física y emocionalmente a las mujeres.

Las consecuencias psicológicas que la prostitución dejaba en las mujeres era algo que tampoco se hablaba. Las huellas que dejaba atrás. Las cicatrices emocionales. El peso de saber que estarás consintiendo una violación.

Porque era una violación.

Pocas mujeres podían decir que se prostituían de manera voluntaria. ¡Todas en algún punto se vieron arrinconadas! La presión de llevar a casa el alimento, la presión social y económica.

Era sencillo decir "Oh, esa mujer se prostituye, que fácil es".

¡Y no! Nadie que no lo viviera podía tener idea de lo que realmente significaba vender tu cuerpo para que un enfermo hiciera contigo lo que le venga en gana. Nadie que no haya pensado seriamente en las posibilidades podía notar todo lo que conllevaba.

Era algo que solo las personas más desesperadas se atrevían a hacer. Y yo no podía negar que me encontraba desesperada en este momento. ¿Cómo demonios hacía para dormir tranquila, si sabía que mañana tendría que enfrentarme a más recibos, números en rojo y la preocupación de conseguir alimentos para el hogar?

¿Debía entregar mi cuerpo por el bienestar y salud de mi familia? Porque no podía negar que estaba dispuesta a hacerlo.

Llegué a mi habitación, mirando a los niños dormir. Sí, era un riesgo que estaba dispuesta a tomar por ellos. No lo veía como algo denigrante. Lo veía como el sacrificio más grande que pudiera tomar en mi vida.

Con esos pensamientos en mente, dejé que el sueño me venciera, cayendo en los brazos de Morfeo.

Cuando desperté, los niños no estaban en la cama, exceptuando a Jake. Me veía fijamente, sin parpadear. Ni siquiera tenía idea de cuánto tiempo llevaba viéndome dormir.

—Hola, rarito —saludé, alborotándole el cabello.

—Donovan dijo que no te despertáramos, pero yo sé que odias llegar tarde con la jefa —sonrió.

Me levanté de la cama de un salto al escucharlo. ¿Qué hora era? ¿Por qué demonios nadie me despertó? ¡Donovan iba a acabar con mi cordura!

—Mierda —mascullé por lo bajo al ver la hora.

De inmediato volteé a ver a Jake, pero ya no se encontraba en la habitación. Por suerte para mí, no quería que me escuchara diciendo groserías.

Me di una ducha rápida, corriendo por todo el lugar. La jefa entendería que llegara unos minutos tarde, pero yo odiaba las demoras.

Cuando logré alistarme, me encontré a Donovan saliendo de la cocina con un delantal amarrado en su cintura. Casi me da un ataque de risa, hasta que recordé que estaba enfadada con él.

—Come algo antes de irte —ordenó con frialdad.

¿Cómo es que intentaba lucir serio y demandante con un delantal de florecitas cubriéndolo? ¡Sólo se veía ridículo!

—Comeré algo en el camino. ¡Jake, Julia! —grité—. Más les vale estar listos en este momento.

—Están listos —volteó los ojos—. Deja esa actitud conmigo, Julieta. No soy el Romeo que estará intentando conquistarte.

—No pedí que lo fueras.

—¿Están peleando? —preguntó Julia, apareciendo repentinamente—. Los amigos no deben pelear, Juls.

—Oh, no. No estamos peleando —contesté con suavidad—. A veces las personas tienen diferentes ideas, Julia. Y eso está bien.

—¿Está bien? —repitió para asegurarse.

—Sí. Lo malo es no aceptarlo. A ti te gustan el helado de fresa y a mí el de chocolate. ¿Eso está mal?

—No —frunció el ceño.

—Exacto —sonreí.

Claro que era mucho más complicado, pero ella era muy joven para comprender mis palabras. Además, llegaba tarde al trabajo. No tenía tiempo para explicarle sobre debates y posturas ante una situación delicada en la que dos personas tienen opiniones totalmente diferentes.

Eso lo dejaría para unos años más adelante.

—¿Nos vamos? —preguntó Justin.

—Sí. ¿Qué harás tú, Donovan?

—Voy contigo, criaturita.

Le hice mala cara, sin embargo, no dije nada al respecto. Quizás nos convendría tener una conversación sincera fuera de casa, donde mis hermanos no pudieran escuchar todo lo que hablábamos.

—Juls está enfadada —le susurró Julia a Jake—. Creo que se caen mal.

—¿Ambos se llevan mal? —Jake me miró de reojo—. No estoy seguro de eso.

—Mi profesora dice que los que se pelean se aman —abrió mucho los ojos—. ¿Será cierto?

—No, Julia —intervino Justin—. Tu profesora está equivocada. Las personas que se aman a veces pueden pelear, pero si de verdad están enamorados, deben resolver sus problemas de otra forma. Con comunicación y honestidad.

Ese era un buen discurso.

Y también una indirecta para que arreglara mis cosas con Donovan en privado.

—No lo entiendo —confesó Julia.

—Yo tampoco —le siguió la corriente Jake.

Salimos de casa como toda una familia feliz. Cualquiera que nos viera jamás imaginaría que el hombre que caminaba a mi lado con actitud relajada era un vampiro aterrador y aparentemente controlador. Tampoco imaginarían que yo estaba dispuesta a pelear contra él como si alguna vez tuviera oportunidad de ganarle.

¿Quién era Donovan? Sí, un vampiro. ¿Pero qué implicaba eso? No sabía nada de él. ¿De dónde vino? ¿Cómo llegó a mí? ¿Se quedaría todo el tiempo?

—Cuidado —advirtió—. Esa curiosidad podría meterte en grandes problemas.

Tarde, Donovan. Ya es demasiado tarde. 



Este capítulo tiene toca unos temas bastante fuertes. Me gusta escribir en la perspectiva de Juliette, porque a pesar de su edad, ella es alguien plenamente consciente de su situación. 

Me gustaría que no fuera un personaje tan juzgado. Pienso que si un desconocido se les acercara a decirles que se hará cargo de todo, ustedes harían lo mismo que Juliette. Claro, esto es solo ficción, pero en la vida real no puedes simplemente irte con la primera persona que te ofrezca el universo.

Solo quería mencionarlo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro