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Capítulo 8: Humo

El baile tuvo que ser suspendido, debido a la pelea, pues la situación empeoró al involucrarse otros chicos y los chaperones presentes —que quién sabe dónde andaban cuando Adrián mezcló las bebidas con licor— llamaron a la policía. Elizabeth estaba muy enojada y ni ella ni Kim sabían que la pelea se originó por mí y Will.

—Por nuestras vidas —dijo Will ese día—, si alguna de las chicas pregunta, nosotros tratamos de intervenir y parar la pelea entre dos chicos de décimo, ¿ok?

—Estoy de acuerdo.

—No pensé que sería tan fácil convencerte de mentir. —Volteó a verme, extrañado.

—Como dijiste: es por nuestras vidas.

Will se cambió el trozo de papel higiénico que llevaba en la nariz para contener la sangre. Éramos más o menos diez chicos en una celda de la estación de policía, esperando por la fianza para evitar pasar la noche ahí.

Mi mejilla ardía por un golpe que me había dado Will, al igual que tenía un dolor intenso en la espalda porque me tiró al suelo. Tenía además un ardor en las costillas, pues alguien me había pisado en medio del tumulto.

—¿Jorge Pereira? —llamó un policía y levanté la vista—. Levántate, vinieron por ti.

Solo había llamado a una persona y no había sido a mis padres, sino al único que de verdad me hubiera ayudado en esa situación.

Adrián estaba de pie esperando, junto a su mamá, quien después me enteré que pagó mi fianza. Él me abrazó en cuanto llegué hasta él y me quejé por el dolor de mis heridas. Mientras, detrás de nosotros había varios padres blancos quejándose porque tenían que pagar la fianza, alegando que era ilegal siquiera tener detenidos a los chicos por ser menores de edad, pero en mi experiencia siendo amigo de Adrián, nadie alegaba por eso si detenían a un chico latino, pues seguro «había hecho algo» y «era un peligro público» —Dios no quiera que traten de la misma forma a un blanco, ¿verdad?—.

—¿Estás muy herido? —preguntó preocupado.

—Algo... Lamento haber arruinado tu noche.

—No, descuida, esto era más importante.

Sentí en ese momento que me congelé.

—Vamos a mi casa, allá mi mamá te puede sanar, ya sabes, con cremas y todo eso.

Asentí sin decir algo y recogí mis cosas. Salimos de la estación y la señora García le reclamó a un oficial por estarle sacando una multa a su auto estacionado, a lo que solo reímos, pero ella estaba furiosa por ello.

—¿Vas a decirle algo a Elizabeth por esto?

—Uh... Sí, pero mañana mejor —respondí—. Ahora solo quiero dormir un poco y si sigue doliendo, tal vez vaya al doctor.

—No será necesario, mi mamá tiene unos ungüentos que son mágicos... Ya sabes, en el sentido de que son muy buenos, no en el sentido de que tengan marihuana u otra cosa, ya sabes...

No pude evitar reír al escucharlo, lo que empeoró el dolor. Quería preguntarle por Cindy, pero preferí evitar el tema por esa noche, solo quería sentirme mejor y descansar un poco.

Adrián insistió en que me sentara en su cama y me quedara ahí, que él iba a dormir en el sofá y me vi obligado a ceder. Me dejó ahí un rato, para ir a hablar con su mamá, y me recosté mientras lo esperaba, pensando en todo lo que pasamos juntos por años.

—Oye, no te quedes dormido. —Su voz sonaba risueña y volteé a verlo, con una sonrisa automática en mi rostro.

Apretó los labios y mostró un pote con ungüento, a lo que asentí y me senté.

—Pensé que vendría tu mamá —comenté a Adrián.

—Ella está agotada... Ha trabajado mucho, así que, le dije que yo podía hacerme cargo.

Asentí ligeramente y me saqué la chaqueta, que estaba desordenada y sucia. Me deshice de la corbata de moño y Adrián se sentó frente a mí en la cama, dejó el ungüento a un lado y me ayudó a desabotonarme la camisa. Otra vez sentí que el aire me faltaba y el corazón se me aceleraba, a la vez que el mundo empezaba a girar más lento. Debía evitar mirarlo a la cara, pero era difícil y aquel acto se me hizo eterno.

Me quité la camisa y vi su expresión de preocupación al notar la sangre acumulándose por debajo de mi piel en mis costillas. Adrián untó sus dedos en el frasco con ungüento y empezó a esparcirlo por mi piel, a lo que cerré los ojos, me estremecí de dolor al sentir su tacto y mi respiración se aceleró.

—Eh, tranquilo... Todo está bien.

Suspiré, todavía con los ojos cerrados. Realmente me empecé a sentir mejor, pues luego me puso ungüento en la espalda y se recargó sobre mí por un largo rato. Pude sentir su respiración acelerada chocando con mi piel, volviéndose cada vez más serena.

No supe cuánto tiempo pasó, solo de la calma que ambos teníamos, interrumpida solo cuando Adrián se apartó y se levantó.

—Voy a... —Aclaró la voz—. Voy a ir a dormir.

—¿A dónde? —pregunté en voz baja.

—Al sofá.

—¿Y si te quedas acá?

Adrián se veía ligeramente sorprendido. Siempre que me quedaba en su casa, yo dormía en un saco sobre un colchón en su habitación y en el verano incluso dormimos una noche juntos, por lo que, no entendía por qué no podíamos volver a hacer eso. No era algo nuevo, no tenía por qué poner esa cara.

—Prefiero que duermas aquí y yo en el sofá, ¿sí? Quiero que descanses... Que te sientas bien cuando despiertes.

—¿Y? ¿Acaso mi enfermero no debería estar cerca para cuidarme? —bromeé.

Adrián se volteó hacia la puerta.

—Descansa.

Salió sin mirarme de nuevo y cerró la puerta de inmediato. Me quedé mirando hacia allá un momento, anonadado al no entender qué había pasado para que él se comportara así, qué fue lo que pasó como para que de repente se marchara.

Me quité luego los zapatos y el pantalón. Normalmente no dormía solo en calzoncillos, pero mi ropa en ese momento era un desastre y era obvio que no tenía otra cosa para ponerme.

Desperté a la mañana siguiente algo desorientado al ver a mi alrededor, hasta que recordé todo lo que había pasado. Me estiré y observé la habitación de Adrián, pintada y decorada con diversos tonos de azul —al ser su color favorito—, y con pósters de diversos artistas. Sonreí y decidí levantarme de la cama, hasta que al ver al suelo me encontré con que él estaba durmiendo sobre el suelo, cubierto completamente por una alfombra azul.

—Adi... —Traté de despertarlo con suavidad, aunque no daba resultado—. Oye, ya es de mañana... Adi...

Suspiré. Era inútil, así que, me levanté por el otro lado y empecé a buscar mi ropa para vestirme. Para mi sorpresa, Adrián se había empezado a despertar y me estaba mirando con cierta extrañeza.

—Perdón, uh... Siempre despierto medio atontado. —Rio.

—Y no se te quita durante el día.

Ambos reímos con fuerza y él se empezó a poner de pie.

—Uh, si quieres, puedo salir para que te vistas.

Había olvidado que llevaba solo calzoncillos. Mierda.

Me empecé a ruborizar, pese a no quererlo, lo que hizo que mi rostro se pusiera más rojo. Adrián salió de la habitación, sin dejar de reírse, lo me hizo sentir como si fuera un tonto. Me vestí, avergonzado por lo que había pasado, sin entender todavía por qué.

Fui a desayunar y Adrián me dijo que estábamos solos, porque su mamá ya se había ido a su turno. Por lo general, me hubiera quedado todo el día con él, pero había quedado de ver a Elizabeth después de almuerzo, a lo que me tocó explicarle y me respondió que solo sacara algo para desayunar y que podía irme cuando quisiera. Se veía triste, como decepcionado, pero no fui capaz de hablar con él sobre eso, solo comí y me fui.

Siempre habíamos sido los dos solos contra todos, nos gustaba decirlo, y en ese momento no respeté aquello, pues lo dejé solo.

***

El día lunes, de regreso a la escuela, Elizabeth se la pasó hablando del baile con todo, aunque yo solo podía pensar en la locura de esa noche desde que peleé con Will, hasta que descansé en la casa de Adrián, quien de nuevo ya no se juntaba mucho con nosotros, pese a que sí con Will después de clases, por la banda que estaban armando.

Pasados unos días, veía cada vez más a Adrián con Cindy, incluso defendiéndola cuando alguien hablaba sobre ella, aunque ella era bastante capaz de defenderse sola, llegando a los gritos incluso si alguien le decía algo.

Elizabeth, en tanto, se pasaba el tiempo libre que tenía en planificar las cosas para la fiesta de Halloween, ya que, al no tener su baile de bienvenida perfecto, esa fiesta debía ser la mejor de todas. Insistió en que hiciéramos un disfraz como pareja, a lo que terminé accediendo, después de todo, se lo debía sin que ella lo supiera.

Estaba envuelto en un lío del que quería salir, pero todavía no me daba cuenta realmente.

Y cuando todavía faltaban un par de semanas para Halloween, me quedé mirando a Adrián al terminar las clases de ese día, en lugar de ir de inmediato al entrenamiento de básquetbol. Él estaba hablando de algo con Cindy y la abrazó, lo que me asombró y sentí que me faltó el aire un momento.

Esperé a que ella se fuera para acercarme a Adrián, pensando en qué decir para no molestarlo ni incomodarlo. Era difícil tratar de saber algo, cuando ni siquiera sabes qué es lo que buscas en ese momento.

—Hola. —Traté de sonreír.

Él volteó a verme y me sonrió, dándome cierta calidez y calma.

—Hola, ¿cómo sigues?

Era ridículo que me preguntara, después de algunas semanas desde la pelea... Desde la noche en que él me ayudó a sanar...

—Bi-bien... —Me puse nervioso al recordar cuando desabotonó mi camisa y pasó sus manos por mi torso... Para ponerme ungüento, claro.

Y que a la mañana siguiente me vio en calzoncillos.

Otra vez me estaba sonrojando, debía pensar en otra cosa.

—¿Estás bien?

No.

—Sí, eh...

Lo miré a los ojos, grave error. Bajé la vista y me detuve en sus labios... Mucho peor.

Y entonces lo noté: él también estaba sonrojado, mirándome con sorpresa en su expresión.

Pero debía calmarme y pensar en otra cosa, así que, recordé que él a penas se juntaba con nosotros y había estado pasando mucho tiempo con Cindy.

—¿Tienes algo con Cindy? —pregunté. Mis nervios se habían pasado.

—¿Por qué? ¿Estás celoso? —bromeó, aunque en realidad su tono sonaba más serio.

—¡No! —Me eché a reír, pero él no, así que me detuve—. Lo siento. Es solo que... Te he notado cada vez más distante estos meses y a la vez triste, como si te estuvieras apagando. Quisiera verte feliz.

—Oh, así que crees que estando con Cindy voy a ser feliz. —Se veía serio, más bien, molesto.

—Tal vez...

—No necesito estar con una chica para ser feliz, ¿ok? —expresó enojado—. ¿O acaso tú lo eres con Elizabeth?

—¿Qué? Oye... No estoy hablando de mí, ¿sí?

—Ni siquiera fuiste capaz de mentir un segundo y decir que sí lo eres. ¿Por qué sigues con ella?

—Cállate. Quería ser un buen amigo, pero ya veo que no te interesa. Tienes la cabeza llena de humo.

Volteé para irme al gimnasio y Adrián me gritó mientras me alejaba:

—¡Él único que tiene humo en la cabeza es el que está fingiendo que es feliz con alguien que no quiere!

Apreté el puño, pero no le respondí, solo seguí caminando. No logré concentrarme durante la práctica, pues las palabras de Adrián resonaban en mi cabeza, como un par de cuervos picoteándome.

Sí, me los imaginé así por culpa de las decoraciones que puso por toda la escuela el club de teatro esa semana, por la proximidad de Halloween.

En lo personal, todavía era algo extraño, pues antes de llegar a Estados Unidos no había visto la fiesta de Halloween, pero sí recordaba que de niño había visto la celebración del Dia do Saci, aunque mis padres decían que era para evitar que perdiéramos nuestras tradiciones ante la fiesta de Halloween, por lo que, al llegar a Estados Unidos, tampoco quisieron que fuera parte de dicha fiesta, sino que pasábamos nuestro propio Día Saci en la casa, recordando las leyendas de nuestro país y sin dejar de lado nuestro idioma, teniendo siempre prohibido hablar en inglés cuando estábamos en familia.

Sabía que en el caso de Adrián también tenían en su país otra celebración, día de muertos, pero eso nunca fue impedimento para él y su mamá de celebrar Halloween, para ellos solo era una fiesta más en el calendario y se divertían, para después honrar a sus ancestros el uno y dos de noviembre. Realmente era más divertido pasar el treinta y uno de octubre con ellos que en mi casa, siendo una constante pelea con mis padres en los últimos ¿tres años? No lo sé, en mi caso empezó cuando tenía catorce y solo quería ir a la fiesta de Halloween, como los demás chicos de mi escuela.

Al terminar la práctica, apreveché de enviarle un mensaje a Adrián, para preguntarle por cómo iría disfrazado a la fiesta de Halloween, pero no lo vio, pese a aparecer que sí estaba conectado. Fruncí el ceño ante eso y Will se me acercó, tocando mi hombro para llamar mi atención.

—¿Por qué te ves enojado?

—No estoy enojado.

—¿Y entonces por qué te ves como que sí? O sea, esa era mi pregunta.

Bufé ante la insistencia de Will, simplemente no quería hablar con él y mucho menos sobre los problemas que estaba teniendo con Adrián.

—¿No tienes que molestar a alguien más?

—Para tu desgracia, no, a esta hora ya se fueron.

Se sentó junto a mí, como si esperara que tuviéramos una conversación solo por hacer eso.

—Vamos, ¿qué pasa?

—Ok, no voy a hacer esto.

Me levanté y me empecé a alejar, mientras Will reclamaba a mis espaldas, a lo que me puse mis audífonos y le subí el volumen a State of Grace al máximo, para no tener que escucharlo. Volví a revisar y había visto el mensaje, pero no me respondió, así que, solo guardé mi celular y seguí caminando hasta llegar a la playa, pasando por el parque y varias paradas de autobuses.

Si así serían las cosas, ni siquiera sabía si de verdad quería continuar estando cerca, pero una sensación dentro de mí me movía a hacerlo, como si tuviera la necesidad de permanecer en aquel punto, donde pudiera estar disponible si decidía reanudar nuestra amistad... tal vez era el tiempo, tal vez algo más, solo sabía que odiaba la idea de que Adrián ya no fuera parte de mi vida.

Los días pasaron y, casi como un ritual, después de cada práctica iba a la playa, hasta que el atardecer, para luego tomar un jugo del puesto al que solía ir con Adrián y volvía a mi casa, aunque realmente no quería acabar así el día.

En todo ese tiempo, Adrián no me volvió a hablar en la escuela, tampoco respondía a mis mensajes. Me sentí cada vez más abrumado por la situación y ni siquiera pude hablarlo con alguien, pues él era el único con quien hablaba de las cosas que me hacían sentir mal, con las demás personas solo mantenía conversaciones superficiales. Ni siquiera con Elizabeth hablaba de lo que sentía en realidad, en ningún momento, ella solo se la pasaba preocupada de las cosas sociales de la escuela, incluyendo vernos bien, aunque ya a ese punto no me interesaba. Me hacía sentir como un rey atrapado en un trono, en lugar de poder salir a disfrutar de la vida.

Me esforcé toda la vida por ser siempre complaciente, siempre perfecto... Siempre una versión que le agradara a todos, al punto en que veía que el mundo avanzaba, pero yo me quedaba ahí frente a todos, sonriendo para que pensaran que todo estaba bien, cuando realmente no sentía que así fuera.

Y Adrián siempre supo ver eso de mí, la versión real, esa era la que le agradaba, pero ni yo sabía cuál era. Supongo que al que nunca busqué agradar fue a él, solo fluíamos, como le gustaba decir. Teníamos nustro propio mundo, nuestra realidad, una en la que hacíamos lo que queríamos y nunca encontraríamos rechazo por parte del otro.

Pero ya no era así. Terminé desagradando al único al que de verdad le importaba quien era, no una versión que quería ver, todo por estar siempre buscando la aprobación del resto. En ese momento, era menos yo, y él lo podía ver, estaba siendo solo un reflejo de lo que querían los demás y ni siquiera me importaba, hasta que ya no pude recurrir a él.

¿Era eso lo que él quería? ¿Que me diera cuenta de eso?

«En lugar de ir allá... Podríamos... Nada, solo quedarnos acá en la playa y emborracharnos», recordé que dijo.

Ese día quiso decirme que no debía hacer todo lo que otros quisieran, debía hacer algo que yo quisiera, pero le dije que él no entendía... y claro que lo hacía, porque después él fue, porque yo le pedí que lo hiciera.

«Hola», le envié.

«¿Sabes qué? En lugar de ir a la fiesta de Halloween, quiero ir a la playa».

«Como dijiste que hiciéramos para el baile de bienvenida».

«No sé si quieras, pero al menos yo estaré ahí, viendo el atardecer».

«Podemos verlo juntos».

«Te espero al atardecer del 31 de octubre, donde nos gusta estar».

Quedaba menos de una semana para Halloween y estaba cambiando por primera vez todos los planes. Le dije a mi familia que no estaría con ellos ese día, también le dije a Elizbeth que no contara conmigo, porque no quería ir a la fiesta.

Sí, se enojó mucho, y la entendía de todos modos, porque debí haber sido claro con ella desde el inicio, en lugar de aceptar todo lo que decía, pero ya no había vuelta que darle.

El humo por fin empezaba a alejarse.

Quería un día para mí, sin importar qué.

Y solo esperaba que Adrián quisiera pasarlo conmigo, aunque ya no habláramos.

De verdad lo necesitaba.

De verdad quería verlo al atardecer.









♡♡









Holaaaaa ♡

Sé que debía haber actualizado hace semanas, lamento eso u.u

También lamento la extensión, me hubiera gustado que fuera un capítulo más largo, pero por el bien de la narrativa, lo siguiente del capítulo va a ser narrado por Adrián (y ya pueden imaginarse sobre qué festividad que adoro va a ser el capítulo).

Espero que les haya gustado y perdón por desaparecer tanto tiempo, septiembre este año fue un mes complicado para mí, esperemos que octubre sea mejor.

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