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Capítulo 14: All I Want For Christmas

Narrado por Jorge

Era domingo en la mañana. Se suponía que debía acompañar a mis padres a la iglesia, pese a haberles dicho que no quería seguir yendo, aunque tenía miedo por la reacción de mi padre. Los últimos días fueron una locura que no quería recordar, pero pensar en la noche anterior me remitía al jueves en la noche, cuando mi padre se enojó y me estranguló durante la cena. No importaba lo que yo quisiera, solo el modelo de hijo que mis padres querían que fuera.

Bajé a desayunar cuando ellos se estaban yendo. Mi padre seguía sin dirigirme la palabra, no lo hacía desde el jueves y ese día no sería la excepción. Escuché un portazo cuando estaba adentro de la cocina, sin saber si se habían ido o si se iba a ir hacia mí iracundo de nuevo. Agarré por instinto un cuchillo y lo apreté con fuerza, esperándolo, pero nunca apareció. Al darme cuenta de que sí se había ido, dejé el cuchillo en el mesón y sentí que me derrumbaba sobre este.

Mientras lloraba, seguí preprando un jugo y tostadas con mantequilla, funcionando de forma muy mecánica. Comí lo poco que había preparado y subí de regreso a mi pieza, sin pensar en si debía hacer algo más, solo quería esconderme un rato de todo.

Luego de cerrar con llave la puerta de mi habitación, me tiré sobre la cama, cansado de sentirme de esa forma. Durante mucho tiempo, no podía identificar lo que sentía cada vez que veía a Adrián, como si hubiera neblina en mi cabeza.

Y quién diría que, tras una confusa noche, esa neblina se disipó, dejándome entender qué era realmente aquello que sentí todo este tiempo.

Tomé una bocanada de aire y exhalé, mirando al techo, sin dejar de revivir en mi mente lo que pasó. Ahí mismo, en mi habitación, traté de convencerme de que solo fue una estupidez más del alcohol, ese tipo de cosas que uno hace sin pensar y por el calor del momento, pero en el fondo sabía que era algo que quise hacer desde hacía mucho, un deseo que suprimí cada vez que parecía asomarse, de forma casi inconsciente, pues no podía siquiera plantearme la posibilidad de... No, debía detenerme.

Aunque recordé también todas las veces que me sentí incómodo al verlo con alguna chica, las veces que extrañamente me interesó más pasar tiempo con él que con mi ya exnovia. Aquellos momentos en que nuestras miradas se cruzaron de forma inusual y aquella cabaña a la que fuimos con nuestros amigos por unos días en el verano, cuando mos quedamos solos y sentí que mi corazón latía tan fuerte, como si se me fuera a salir, y lo peor es que fue solo por una tonta broma... y todo cobró sentido.

Exactamente, ¿desde cuándo me empezó a gustar Adrián?

Sonaba tan extraño. Siempre había sido mi mejor amigo, porque con él siempre sentí una conexión que no podía tener con otras personas. Era el único que de verdad podía ver quien era, en vez de lo que quería que fuera.

¿Arruiné la amistad?

Sin embargo, él también quería aquello.

Toda la vida escuché lo que estaba bien y lo que estaba mal. Lo que debía y no debía ser. Lo que estaba permitido y lo prohibido.

Todo lo que pasó en los últimos días se suponía que estaba mal, no era lo que debía ser, pero sobre todo... estaba prohibido. Pensé en el rostro de Adrián, mis labios abriéndose a los suyos, enredando mis dedos en sus mechones... y todo eso estaba dentro de lo prohibido.

Cubrí mi rostro con mis manos y grité, sin poder contener más lo que sentía. De verdad lo quería, pero no podía tenerlo. Pensaba en lo que haría mi padre si se enteraba de lo que pasó y el miedo se apoderaba de mí, era horrible vivir con esa ansiedad de no saber cuándo podía venir el siguiente golpe o ataque, pero era peor darme cuenta de que tenía que ocultar algo para sobrevivir.

Era mucho más seguro para mí olvidarme de lo que habíamos hecho, pero ¿cómo podía hacerlo? Ni siquiera podía dejar de pensar en él.

Tomé mi celular para distraerme un rato en las redes sociales, aunque me lo hacía difícil ver tantas cosas de Adrián. Siempre subía algo, principalmente con Cindy y a veces conmigo... es increíble que en un momento pensé que ellos estaban juntos, aunque si en realidad yo le gustaba a él y yo también sentía atracción por él, ¿que sentí antes por Elizabeth?

Me costaba entender qué era lo que me pasaba, tenía en la cabeza una percepción muy polarizada sobre cómo debía ser todo. No me cabía en la cabeza que me atrajera un chico, menos cuando ya me habían gustado algunas chicas. ¿Era posible? ¿Podían ser deseos compatibles?

Quizás estaba confundido por lo bien que me sentía con su compañía y cómo él me apoyaba... O quizás disfrutaba tanto de su compañía porque me gustaba y tenía miedo de admitirlo, pues no podía vivir sin él.

Agarré mi almohada y ahogué un grito con ella. Era eso, eso era lo que me pasaba. Tenía miedo a que él se alejara, como antes, y quedar desamparado, aunque también tenía miedo a que mi padre se diera cuenta en algún punto de lo que estaba pasando e hiciera algo, sobre todo cuando ya estaba claro que no tenía remordimiento hacia el daño que me hacía.

No soportaba esa situación, pero ¿qué podía hacer? ¿A dónde podía ir? Ni siquiera tenía a alguien con quien hablar, pues con el único que podía ser sincero con todo era Adrián y ahora sentía que no podía acudir a él.

Me aferré a la idea de que debía olvidarme de lo que sentía y evitarlo, por mi propia seguridad. Tuve una idea muy estúpida, pero que me pareció lógica entonces.

Llamé a Elizabeth, pero se molestó conmigo porque estaba en la iglesia. Ella no era católica, sino de una de esas típicas religiones de estadounidenses, como debía ser cualquier chica adolescente ideal de Estados Unidos, ¿no? Al menos ella era lo que todos esperaban que fuera, ojalá yo hubiera podido ser como mis padres esperaban.

—¿Qué quieres? —preguntó, después de expresar su molestia.

—Quería...

Evadir lo que siento.

—Quería ver si... Si podemos juntarnos hoy... No lo sé.

Se quedó un momento en silencio, lo que era un tanto raro en ella.

—Sí, está bien. Me parece bien.

—¡Genial! —No, no era genial—. ¿Te parece si paso a buscarte a las cuatro?

—¿A dónde me llevarías?

—Este... Eh... No lo había pensado. Podemos caminar hasta algún lugar cercano, no sé. Solo pensé en que necesitaba hablar contigo.

—Bien, veamos qué hacemos después... Sabes que odio eso.

—Sí, lo siento. Es que no lo planifiqué, fue algo espontáneo.

—Descuida, después vemos.

—¡Genial! Nos vemos a las cuatro entonces.

—Sí.

Sonaba decepcionada, aunque tal vez solo fue la impresión que tuve y en realidad estaba molesta, ni idea.

Y sí, esa tarde fui a buscarla y la convencí de arreglar las cosas. Fue algo estúpido de mi parte, primero porque lo hacía para huir de mis sentimientos y segundo por el hecho de estar ignorando los de ella al insistir en una relación en la que yo no iba a dar a cambio lo que ella daba, por más que creyera en ese momento que sí podía lograrlo, como si estar en una relación con alguien provocara que pudiera gustarme o quitarme a alguien más de la cabeza.

Así que, el lunes por la mañana, la esperé en la puerta de la escuela para entrar juntos. Llevaba una caja de chocolates, en compensación por no haber planeado el día anterior, también a modo de pretender que era el novio ideal.

Solo bastó unos pasos por el pasillo para que pudiera notar a Adrián cerrando su casillero, con el rostro petrificado. Llevaba sus audífonos puestos y no supe cómo reaccionar ante él, solo me quedé viéndolo.

—Jorge, tengo que ir por mis cosas. —La voz de Elizabeth me trajo devuelta a la realidad.

—Sí, ya... Vamos.

Volví a dirigir la vista hacia el casillero de Adrián, pero lo vi marcharse solamente. Comprendí entonces las consecuencias de mi decisión, no solo estaba huyendo de lo que sentía, sino que terminé huyendo de a quien quería y lo lastimé por ello, porque ya habíamos dado un paso en el que no tenía retorno con él. Ambos sabíamos que aquello era mucho más que una amistad, pero yo di un paso al costado.

Durante el almuerzo, le envié un mensaje a Adrián para que nos viéramos después de clases, para poder hablar. Me dejó en visto por un rato, aunque casi al terminar la hora, me contestó que sí.

Traté de mirarlo en clases, pero él estaba sentado mucho más atrás y necesitaba voltear demasiado.

—¿Se le perdió algo, señor Pereira? —Me llamó la atención la profesora de ciencias sociales, cuando volteé por tercera vez.

—Eh... Yo...

—Que no se repita en mi clase o voy a mandarlo a detención.

—Sí, profesora.

Me llegaron varios mensajes y los revisé cuando la profesora se dio vuelta. Era Adrián, molestándome por el regaño de recién.

"Recuerda que quedamos en hablar".

"Siempre que no te manden a detención".

"O quizás nos toque estar juntos en detención".

"Quién sabe".

No pude evitar sentir un cosquilleo, que rápidamente se convirtió en un escalofrío recorriéndome la espalda. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué podía decir? Sí, sabía que debía explicarle todo, pero me abrumaba pensar en lo que sentía hacia él.

—¡Suficiente, Pereira! —gritó la profesora, sacándome de mis pensamientos— ¡Sabe que no se puede usar el celular en clases.

Había sido lo suficientemente estúpido como para quedarme meditando con el celular en la mano. Me entregó una nota, que indicaba que debía quedarme después de clases, al menos no tenía práctica  ese día.

"Bueno, tocará que me castiguen también", me escribió Adrián en ese momento.

Volteé a verlo confundido y se puso de pie sobre su silla. De la nada, comenzó a gritar y a agitar los brazos, de inmediato la profesora le llamó la atención y lo amenazó con mandarlo a detención si no se comportaba, pero él no paró.

—¡Dos días de castigo para usted, García!

La gran mayoría hizo ruido ante eso, todo tipo de ruidos la verdad. En general, éramos el grupo más desordenado de último año, por lo que, solo bastaba algo inesperado para romper con la frágil estabilidad que podía tener un profesor en la sala de clases.

Cuando al fin las cosas se habían normalizado, solo quedaban cinco minutos de clases. La profesora estaba más que enojada, casi todos los varones se ganaron toda una semana de castigo por ello.

A la salida de la sala, escuché a algunas chicas riendo por eso, diciendo que alguien debería estudiar el comportamiento de manada que se producía en los hombres del grupo. No lo voy a negar, éramos como veinte hombres y de ellos como quince entrábamos en este comportamiento de manada, siguiendo al monito mayor, que solía ser Adrián, aunque otras veces era Will.

—Así que... —Se me acercó por detrás Adrián, susurrándome al oído. Volteé a verlo y quedé a solo unos centímetros de su rostro—. Señor Pereira, ¿no? Creo que nos tocará vernos en detención.

Sí, era totalmente normal que nos tratáramos así, nadie se extrañaría de nuestra proximidad, pues todos sabían que nuestra amistad era así de intensa y cercana, aunque yo sabía que se trataba de algo más que una amistad. Era tan difícil no sentirme nervioso al estar tan cerca... sin embargo, debía controlarme.

Tenía un nuevo problema, ¿cómo iba a poder hablar con él si estaban casi todos nuestros compañeros ahí? Me quedé un momento pensando mintras guardaba mis cosas, solo... o eso creí.

—¿Por qué dejaste que te castigaran? —Escuché que Elizabeth regañaba a Will al fondo de la sala—. Te necesito hoy en el ensayo.

—Ay, por favor... ni siquiera ocupo un rol importante. —Will sonaba molesto—. Solo tienen que matarme y ya, literalmente es para lo único que existe mi personaje.

—¿Entonces qué? ¿Vas a hacer berrinche para evitar ir?

—No... pero estar castigado es una gran excusa.

—Bueno, te recuerdo que somos suplentes, así que, si en teoría algo llegara a pasarle a Maddie y a Jeff antes del show, nos van a pedir que los reemplacemos y necesitas saber cada parte de Romeo para eso.

—Sí, en un caso muy hipotético de que les pasara algo.

—Uno nunca sabe, de repente justo el día antes se caiga la torre del balcón de Julieta o se caiga una luz sobre ellos o...

—Espera, ¿estás pensando en hacerles algo?

—No lo sé, quién sabe. Solo sé que necesito que estés atento y me ayudes a recuperar lo que esa rara me robó.

—¿No es ir muy lejos?

—Yo no he dicho que hagamos algo contra ellos... todavía. Puedo hacer que Kim vuelva contigo, si todavía quieres. Ella siempre me escucha.

¿Estaba saliendo con una psicópata o qué?

Dios... ¡es una locura!

—Hola, chicos. —Me acerqué. La cara de Elizabeth mostraba su completo descontento contra mí.

—¿Qué pasa? —preguntó, sin cambiar su expresión.

—Nada... Solo... Solo quería pasar un rato contigo antes de ir a mi castigo.

Sonrió. Ok, había dicho otras veces que su sonrisa me daba ternura, pues nadie conocía su lado dulce más que yo, pero después de esa conversación... Me parecía la sonrisa más retorcida y falsa posible.

—Bien, yo los dejaré solos. —Will levantó las cejas y claramente evitó reírse. Me dio un golpe en el hombro y se fue.

—¿De verdad piensas hacerles daño solo por un papel en una obra escolar?

—¡No es solo un papel en una obra escolar! ¡Es un protagónico de la obra de teatro más famosa de todos los tiempos! No creo que lo entiendas, porque no es tu ambiente, lo sé, pero imagina cómo se verá en mi postulación para el próximo año en Juilliard, necesito todos los protagónicos posibles y se me acaba el tiempo.

—Ok, a ver... ¿por qué esperar un año para postular? Manda todo lo que has hecho, estoy seguro de que les sorprenderá tu trayectoria escolar.

—Ya lo envié y no he recibido mi carta para ir a hacer la audición.

—Bien, ¿y si te unes a un club de teatro externo?

—¡No me da el tiempo con la escuela! Necesito ahora hacer lo mejor posible.

—No lo harás haciéndole daño a otros. Brilla como tú puedes, sin necesidad de tener el papel principal.

Elizabeth me besó, pero no sentí algo. O sea, estuvo bien, es solo que... No era él.

—Lo vas a entender, ya verás. —Volvió a sonreír y se dio mediavuelta—. Bien, vamos, tú tienes que ir a tu castigo y yo tengo que ir al auditorio.

—¿No vas a hacerles algo, cierto?

—No... sería inútil ahora. La obra es el doce de febrero, falta mucho.

Mierda. Ella de verdad estaba pensando en lastimarlos y era solo por un papel en una obra.

Salí de la sala y avancé por el pasillo para buscar la sala de detención, todavía tratando de asimilar los últimos minutos, sin poder dar crédito a que alguien pudiera ser así de mezquina.

Adrián me estaba esperando en la puerta de la sala, apoyado junto al dintel, pero yo realmente no sabía cómo hablar con él después de lo que pasó. Sentí que mi corazón se detuvo un momento o tal vez exageraba, pero tenerlo frente a mí y sabiendo que teníamos una conversación pendiente me causaba ansiedad y a la vez una emoción que no lograba distinguir de las demás.

Tomó distancia de la pared, moviendo su pierna como si se impulsara con esta, y luego se aproximó a mí.

—¿Y entonces? —preguntó con las cejas alzadas,—. ¿De qué quieres hablar? ¿De tu relación con Elizabeth? ¿O de lo que pasó en tu habitación?

—Yo...

La puerta de la sala se abrió bruscamente y ambos tomamos distancia en un segundo. El profesor de matemáticas nos vio rápido, exhaló y dijo:

—Jóvenes, adentro... ¿Por qué no me sorprende que Adrián esté acá?

—Porque lo quiero mucho, profesor, no puedo evitar querer ver su demacrado rostro dos horas.

Adrián entró sonriendo, mientras claramente al profesor le hervía la sangre, aunque intentaba no perder los estribos. Fui detrás de Adrián y me tocó sentarme entre él y Will, quienes al parecer me guardaron dicho lugar solo para molestarme durante dos horas.

El profesor leía su libro, a la vez que la mayoría dormía y otros veían sus celulares por debajo de la mesa, de seguro para no sumar otro día de castigo. Por mi parte, intenté avanzar un ensayo de sociales que debíamos entregar el viernes como fecha límite, debido a que era el último día de clases previo a las vacaciones por las fiestas. Como dije, lo intentaba, pues Will estaba todo el rato usándome de mensajero con Adrián, haciéndome pasar papeles de un lado para otro. Si bien no quería, no dejaban de interrumpirme cuando leía o escribía algo.

—¡Ya basta! —Creo que ya llevábamos una hora así cuando me harté definitivamente.

—¡¿Qué está pasando?! —exclamó el profesor, enojado—. ¡¿Por qué está gritando?!

—Señor, ellos...

—¡¿Que no entiende que deben estar dos horas en silencio?!

A ver si entendí: ¿mientras haya silencio podíamos hacer lo que quisiéramos? Vaya...

—No tiene sentido que haya silencio si no hace algo para que no me molesten.

—De hecho, sí haré algo: la directora se va en media hora, le va a encantar que le mande en este momento a un alumno irrespetuoso para que esté una hora supervisándolo.

Pisé con fuerza el suelo, con impotencia. Todos hicieron un ruido de "u" y rieron ante mi acción, a lo que el profesor les gritó que se callaran.

—¿Ya estás feliz? —Miré a Adrián, tratando de entender por qué fue así conmigo.

Adrián se veía desconcertado, pero no tenía tiempo para esperar a que reaccionara o respondiera, pues tenía que irme a la oficina de la directora, yéndome rápido de la sala.

Llegué a la oficina de la directora y toqué a la puerta, me dijo que pasara y la encontré apagando el computador de escritorio.

—¡Jorge! Que raro verle aquí... ¿hay algún problema? ¿Por qué se quedó en la escuela? No autoricé una práctica de baloncesto fuera del horario habitual.

—La profesora Johnson me castigó por usar el celular en clases, no es que me quedara por algo de baloncesto. —La vi asentir sorprendida—. Adrián y Will me estaban molestando en detención cuando yo trataba de hacer una tarea, les pedí que pararan y el señor Harris me dijo que tenía que por hacer ruido tenía que cumplir el resto de la hora de castigo con usted.

—Oh, ya veo... Él sabe que no me gusta que me hagan quedarme más tiempo del necesario, seguro que pensó que me molestaría contigo con eso, cuando en realidad me molesta su actitud. Descuida, hablaré con él después, fue abusivo desde su rol de autoridad.

Levanté las cejas y asentí, un tanto sorprendido. Ella era todo lo contrario a lo que uno esperaría de una directora.

Me encantaría poder decir que pude hablar con Adrián después de eso, pero lo cierto fue que no lo encontré al salir. Le envié mensajes y solo los vio, sin responderme devuelta. Se había marchado sin avisarme y el resto de la semana estuvo evitándome.

Llegaron las vacaciones por navidad y solo podía pensar en él, por más que no quería hacerlo, incluso cuando acompañé a Ellie con su hermana al centro comercial. Él era todo lo que quería.

—Entonces, recuerda —me dijo Ellie al oído mientras esperábamos en la fila para que su hermana se sacara una foto con Santa Claus—: Nellie se sienta, le dice a Santa qué quiere, le toman la foto conmigo y, cuando nos alejamos, tú le vas a preguntar a Santa qué quiere Nellie y luego me dices al oído, para avisarle a mi mamá. ¡Gracias!

—¿Pueden dejar sus boberías de novios? —pidió Nellie, su hermana—. ¡Ya nos toca!

Probablemente creyó que nos susurramos algo lindo de novios, ni idea, pero claramente nuestro plan para evitar que no supiera todavía que Santa Claus no existía estaba funcionando.

—Santa, la semana pasada, unos niños de mi curso se rieron de mí por querer venir al centro comercial. —Nelli ni siquiera saludó antes de hablar—. Dijeron que no eres real, aunque tal vez tú no eres el real... ¿Puedes decirle al verdadero Santa que quiero que venga esta navidad y me deje verlo? Es lo único que quiero, no quiero un regalo, solo poder verlo y saber que sí existe.

No lo susurró como suelen hacer los niños cuando le piden algo a Santa, sino que lo dijo bastante fuerte como para que hasta otros niños empezaran a hacerle preguntas a sus padres, causando murmullos y algunos tonos de angustia.

—No te preocupes, Nellie, estaré ahí en navidad, pero recuerda que mi magia funciona cuando los niños bien portados duermen.

—¿Y si no soy bien portada? ¿Puedo estar despierta?

—Eh... Si estás despierta, no puedo entrar por la chimenea, y si no te portas bien, tendré que arrojar carbón por la chimenea.

—Ok, pero... Entiendo si no eres el real, solo tienes que decirle al verdadero Santa que lo único que quiero para navidad es poder verlo, ¿puedes, puedes, puedes?

—Eh... Sí, Nellie, por supuesto que estaré ahí en navidad, pero recuerda que debes dormirte para que pueda entrar.

Nellie bajó sin la foto y Ellie fue a atajarla rápido, casi obligándola a sentarse de nuevo por la foto oficial, la cual fue a buscar después con un asistente "elfo" del stand.

Teníamos un gran problema: su regalo era poder ver a Santa, nada más. Como si fuera algo fácil de lograr.

—Quizás deberían ya decirle la verdad —dije cuando llegamos a su casa y Nellie entró corriendo, lo que me permitió hablar en paz con Ellie.

—¿Estás loco? Decidimos que queremos que lo mejor es que mantenga la ilusión mientras es niña, no queremos que sea un trauma de la infancia, ¿entiendes? Es mejor que llegue a la adolescencia y se dé cuenta al ser mayor.

Hizo un plan, que consistía en que debía disfrazarme como Samta Claus y aparecer en la nochebuena, a la medianoche más bien, despertar a Nellie para desearle una feliz navidad y poner bajo el árbol un regalo que me iba a pasar. Era una completa locura, sí, pero no podía negarme a ayudarla, en especial porque no quería terminar haciendo sentir mal a una niña.

¿En qué mierda me había metido?

En fin, en la víspera de navidad, fui temprano a la misa con mis padres, solo por hacerlos felices, pero me sentí incómodo todo el tiempo. Traté de explicarle después a mi madre que no iría a la misa del gallo por ayudar a Ellie, lo que hizo que se enojara. Cuando expliqué más, fue peor, pues no entendió lo importante que era para ellos que les ayudara y consideró que era absurdo. Bueno, tenía razón, sí, pero no por eso iba a dejar que una niña se decepcionara de la navidad.

En la noche, posterior a la cena con mi familia y mientras mis padres se preparaban para la misa del gallo, yo me vestía con un traje que alquilamos con Elizabeth, obviamente no podía olvidar el regalo que me pasó para su hermana.

—Ok, solo tengo que decir: "¡Ho, ho, ho! ¡Feliz navidad, Nellie! Tengo que irme rápido a visitar a otros niños, así que, ten tu regalo y espero saber de ti el próximo año"... Dios, esto es tan estúpido.

Eché al saco un cojín con una faja para ponerme como barriga y el gorro con cabello blanco y barba larga para ponérmelos cuando estuviera llegando a la casa de ellos. Obviamente, no iba a entrar por la chimenea, así que, debía rogar a que Nellie no lo cuestionara.

Había un taxi esperándome a las doce. Fue inevitable que el chofer se riera de mí, por lo que, decidí contarle la historia y consideró que le estaba haciendo más daño a la niña al mentirle así.

Tenía razón, obvio.

Dentro del taxi, me coloqué la barriga falsa y el resto de la indumentaria, sin faltar las risas del chofer. Le pedí que parara un par de casas antes, para que Nellie no me viera llegar o irme después en el taxi. Había tantas cosas que podían salir mal y era claro que sería peor si así pasaba.

Caminé hacia la casa, repitiendo en voz baja lo que tenía que decir, que había sido planeado por Elizabeth. Cuando estaba por llegar a su casa, vi de repente un destello que se coló pese a las cortinas, proveniente de la sala de estar.

Juro haber escuchado el ruido de cascabeles dentro de la casa cuando me acerqué a la puerta. Introduje la llave y la abrí lentamente, para poder abrirme paso a la habitación de Nellie para sorprenderla. Sin embargo, ella ya estaba despierta.

—Prometo que no lo diré. —Escuché su voz desde la sala de estar y me asusté. ¿Con quién hablaba—. Guardaré el secreto y creeré siempre en ti, porque nunca he dejado de creer.

—Bien, bien, pero solo este secreto debes guardar, ¿está bien?

—Sí, en todas las demás cosas diré la verdad a mis padres.

—Muy bien. Creo que esto es para ti.

Me asomé a la sala de estar, sosteniendo sobre mi hombro el saco con el regalo para Nellie adentro para golpear a quien sea que se había metido, pero lo que vi me dejó atónito: había un hombre de avanzada edad agachado, llevando un gran abrigo de pieles, unos guantes viejos y un gran saco junto con él. No llevaba un gorro, pero sí tenía una larga cabellera blanca, al igual que su barba. Se notaba que sonreía y su rostro era radiante, acogedor.

—Ne-Nellie... Ven conmigo, aléjate de él.

—Descuida, estamos bien. —Sonrió Nellie.

—Creo que ya debes irte a dormir —le dijo el hombre.

Nellie asintió con la cabeza. Pude ver que tenía entre sus manos una vela blanca y corrió hacia la escalera.

Volví la vista hacia el hombre y él se reincorporó, fue entonces que pude darme cuenta de que era mucho más alto que yo y fornido.

—Te agradezco la preocupación por Nellie, puede que no sea la niña mejor portada, pero así son todos los niños. Sé que no me veo como todos creen, pero no es mi culpa que se difundiera una imagen mía por parte de una compañía por décadas, ¿verdad?

Asentí, sin dar crédito a lo que veía.

—Y es bueno que después de tantos años te preocupes por la felicidad de los demás, pero recuerdo que eras un niño con muchos sueños antes de irte de Brasil, así que, prométeme que no solo harás felices a otros, sino que también te vas a preocupar de ser feliz tú, ¿está bien? Y dale una oportunidad al amor, no el que finges por agradar, sino el verdadero amor. Ese sí que es el regalo más importante.

Asentí de nuevo. Era increíble, ¿de verdad estaba hablando con Santa Claus?

—Bueno, de todos modos, ya casi eres un adulto, no quiero que termines de alguna forma arruinando la hermosa ilusión que es tener fe, fe en algo que no se ve, como la magia, pero que da felicidad.

Metió la mano en una bolsa de cuero que llevaba amarrada y la sacó empuñada. La abrió frente a mi rostro y sopló un polvo sobre mí.

Desperté en mi cama, sin estar seguro de cómo había llegado ahí o, más bien, sin saber si aquello había sido un sueño.

Hablé después con Ellie y me dio las gracias, porque Nellie seguía creyendo, aunque no le había contado por qué. Al parecer, hablé con ella en la noche, como planeamos, pero Nellie no lo dijo, después seguí con el resto del plan.

Solo había tenido un sueño extraño, probablemente había soñado con lo que me hubiera gustado que pasara. Tal vez mi inconsciente estaba tratando de decirme algo que seguía sin entender.

Y sí, había algo que no quería admitir: de verdad, todo lo que quería esa navidad era poder pasarla con Adrián. Durante todas las vacaciones, solo podía pensar en él y en aquella noche en que nos besamos.












•••












26 de diciembre de 2024.

¡HOLA, FELIZ NAVIDAD!

Ok, es el día después de navidad, sí.

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Esperaban ese final?

Llevo años ideando la forma de mostrar que en el universo de estos libros sí existe Santa Claus, pero tal vez se entienda mejor eso si leen mis otros libros (es un universo de fantasía, pero Jorge no sabe de la existencia de la magia y, como casi todo está narrado por él, decidí mejor no mostrar directamente magia... Salvo por Santa Claus, y Jorge cree que es un sueño, así que, TODO BIEN).

De verdad que intenté poder terminar el capítulo antes, pero pasaron muchas cosas en el último mes, la peor de todas es que tengo malo el cargador de mi celular, así que, a penas puedo usarlo para escribir, pues no siempre puedo cargarlo 🥲 en lo que me paguen (después de año nuevo) podré comprar uno nuevo.

¿Odio la vida adulta?

Sí. Al menos puedo trabajar para arreglar mis problemas (lo cual es otro problema, de hecho).

Los quiero mucho. Muchas gracias por seguir leyendo esta historia y trataré de tener el siguiente capítulo la próxima semana, para año nuevo.

¡Nos vemos!

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