Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 10: Halloween

Vi al resto llegar con sus disfraces y solo podía pensar en lo divertido que hubiera sido ser uno de ellos, en lugar de llevar solo un jeans y una camisa negra, aparte de una máscara, claro.

Era el Halloween más aburrido.

Y, claro, el hecho de que Jorge no estaba ahí lo hacía peor, así que, solo di vueltas por el gimnasio, mientras esperaba a que fuera nuestro turno en el cronograma. Me sentía como un fantasma entremedio de todos, como si nadie me estuviera viendo ni se dieran cuenta de que estaba ahí, hasta que por fin encontré de nuevo a Will, pero no me estaba tomando mucho en cuenta, pues estaba más preocupado en que alguien cayera en sus bromas, para grabar sus reacciones.

Se escuchó de repente un grito y Will corrió hacia la puerta del gimnasio, encendiendo la cámara de su celular. Algunos se miraban entre ellos confundidos, mientras otros veían a esa dirección y reían, así que, solo traté de ir al mismo lugar, encontrando a Will grabando a Maddie en el suelo, con cabello naranja en vez de fucsia. Ella se levantó y se fue, con una expresión que me hizo sentir mal por ella.

—Amigo, borra eso —le dijo a Will, mientras veía la grabción que acababa de tomar—. No es divertido.

—Claro que es divertido. Se va a mi video de bromas de Halloween.

—Eso es patético, no está bien reírse de las reacciones de otras personas.

—Bueno, entonces ¿por qué esos videos siempre se vuelven virales?

—Porque muchos idiotas como tú los ven, lo que no significa que estén bien.

Will me ignoró y se fue, a lo que solo me coloqué mi máscara. Fui a buscar a los demás chicos, pues ya teníamos que subir al escenario. Como ya estábamos hacia el final de la fiesta, varios se estaban yendo, lo que era bastante contraproducente para nosotros como banda —probablemente Will justo peleó con Kim el día en que ella escribió el cronograma para la fiesta—. No era tan tarde, eran cerca de las siete de la tarde, pero por ser una fiesta el el gimnasio de la escuela, solo podíamos estar hasta las ocho e incluso los chicos de mi banda tenían otra fiesta a la que ir pasada esa hora.

Nos preparamos, viendo que más chicos seguían yéndose, pero no podíamos hacer mucho más. Claramente no era la "primera presentación" que deseábamos, aunque de todos modos estábamos emocionados y en tan solo la primera canción pudimos generar un ambiente eufórico con los que quedaban. Fue emocionante, tanto que durante ese momento, pude olvidar todo lo demás. Al terminar, me levanté del asiento de la batería y saludé efusivo al resto, luego se dio por terminada la fiesta y empezamos a guardar los instrumentos.

—¿A dónde van ahora? —preguntó Alex—. Tengo un dato y me prometieron que sería hasta la madrugada.

—Un chico de básquetbol dijo que iba a hacer una fiesta luego de esta, pero creo que me sumo a tu plan.

—Bien, ¿Adrián?

—Eh... —Sí, recién en ese momento recordé que había quedado de ver a Jorge en la playa—. Tengo otro plan.

—¡Cuenta!

—No es una fiesta, voy a pasar el rato con Jorge.

—Ah, lo de siempre —dijo Will—. Mándale mis saludos.

Asentí. Llevamos cada parte de la batería al auto de Will y me despedí de él, tras pedirle que dejara mi instrumento en su auto y que al día siguiente lo pasara a dejar a mi casa.

Así que me fui caminando a la playa, mientras le escribía a Jorge que iba en camino, pero no tenía certeza de que siguiera ahí, pues había pasado bastante rato. Entre la presentación de media hora y guardar todo, ya eran pasadas las ocho, era muy probable que Jorge se hubiera ido.

Al ver que no le llegó mi mensaje, corrí por la última cuadra, hasta la costanera. Bajé a la playa y caminé hasta donde solíamos estar, sin muchas esperanzas.

Me acerqué, ahí estaba él, usando su toalla de playa como manta, acurrucado sobre la arena.

—Oye... —susurré y me puse de rodillas junto a Jorge.

Él abrió de a poco los ojos y me sonrió, a lo que le devolví el gesto.

—Te extrañé. —Salió de repente de mi boca.

Él entreabrió los labios y miró a la arena.

—Yo también... Lamento que peleáramos

Jorge se levantó un poco y se sentó, quedando a algunos centímetros de distancia de mí, pero dirigió su vista hacia el mar.

—Perdón por hacerte esperar como tres horas, no pude desocuparme antes.

Volteó a verme y me abrazó, lo que me tomó por sorpresa, pero le correspondí al abrazo luego de unos segundos. Sentir su cuerpo alrededor del mío y su aroma tan cerca me causaba cierto temblor en el cuerpo, pero me gustaba esa sensación de vulnerabilidad que tenía al estar tan cerca de él.

—Perdón por hacerte enojar hace semanas, de verdad te extrañé mucho —habló Jorge, sin soltarme—. Ese día fue... Fue tan raro. Odio que estemos distanciados, perdón por pasar menos tiempo contigo y por asumir cosas de tu vida, como lo de Cindy. Solo... Solo...

Me soltó y tomó un poco de distancia, aunque estaba lo suficientemente cerca todavía como para apoyar su frente en mi hombro.

—¿"Solo" qué? —Me atreví a preguntar.

Jorge se puso erguido de repente, con una expresión quizás un poco de susto. Sentí que mi pulso se aceleró y bajé la vista a sus labios, que estaban ligeramente abiertos. Apoyé mi mano detrás de su nuca, queriendo acercarlo o que se acercara ante mi tacto y por fin volverlo a besar, lo necesitaba, pero él se mantenía inmóvil y no pude evitar pensar en lo que me dijo Cindy, sobre que quizás sí le gustaba, pero le daba miedo admitirlo, sobre cómo pudiera reaccionar su padre si fuera cierto.

No quería que eso pasara, tenía miedo por él.

Lo atraje hacia mí, tomándolo por la nuca, y apoyé mi mentón sobre su hombro, abrazándolo de nuevo, solo que, esa vez, con tristeza.

—Está bien... —murmuré—. Estamos bien.

Sonreí con tristeza, sin que él pudiera saber todo lo que provocaba en mí. Lo sentí sollozar, se estaba derrumbando sobre mí. Él solo lloraba y yo acaricié su espalda lentamente, en un intento por contener su tristeza, pero siguió llorando.

Nunca supe por qué, solo sé que él estaba inconsolable ese día.

Logré calmar mi respiración y él también empezó a tranquilizarse, pero esa vez, no nos separamos por un largo rato. Ni siquiera hablamos, solo estábamos ahí, con las olas del mar rugiendo a unos metros.

Luego de un rato, él me soltó y vi, con la luz de la luna, que se limpió las lágrimas como pudo, pero ya estaba seco su rostro.

—Perdón por eso. —Soltó una risa nerviosa y bajó la vista—. Han sido unas semanas de mierda, la verdad.

—Descuida, sabes que puedes llorar todo lo que quieras conmigo.

Me sonrió y bajó la vista de nuevo. Luego, volvió a ver hacia el mar y me senté casi pegado a él, a lo que se agachó un poco y apoyó de nuevo su cabeza en mi hombro. Volteé para mirarlo y se me escapó una sonrisa boba, mientras él seguía viendo al mar.

—A veces quisiera solo ir allá. —Señaló al horizonte en el mar—. No lo sé... ¿Recuerdas el cuento de La Sirenita? Cuando al final se convierte en espuma de mar... A veces solo quisiera volverme espuma en el mar.

Él sonreía de una forma tan tranquila mientras lo decía, pero con la sola idea de perderlo así, me destruí por dentro, como si algo me apretara el pecho.

Acto seguido, puse mi brazo por detrás de su espalda y lo abracé con fuerza sobre mi pecho.

—Si te volvieras espuma y te fueras con las olas del mar, no sabría qué hacer. Tendría que volverme pirata y nunca más volver a tierra, porque querría estar lo más cerca posible de ti.

Me fui hacia atrás, todavía con Jorge entre mis brazos, y me recosté sobre la arena, a lo que él se acurrucó sobre mi pecho, posando sus manos sobre las mías.

—Piratas... Pensar que de niños jugábamos a que éramos piratas, hasta peléabamos "a muerte" con cualquier cosa que pudiéramos fingir que era una espada. —Soltó una risilla.

—Jugamos a muchas cosas —contesté a secas. Me preocupaba que él se refiriera tanto a la muerte.

—Y ahora ya no podemos jugar, tenemos que solo vivir la realidad. Nos estamos volviendo adultos y no hay espacio para los juegos.

—Mmm... Bueno, todavía nos quedan unos meses antes de cumplir los dieciocho, ¿no? Te propongo que vayamos a jugar a mi casa.

Escuché su risa ante mi propuesta.

—¿Y a qué jugaríamos?

—Um... Bueno... Tengo una play y varios juegos en los que sé que eres pésimo.

No contestó, así que, hice lo que cualquier persona sensata haría: me puse a hacerle cosquillas, mientras seguía sobre mí.

—¡No! ¡No! —exclamó entre risas.

Se colocó sobre mí y me tomó de las muñecas para que parara. Ambos reíamos, hasta que lo vi al rostro y me volví consciente de que de verdad lo tenía sobre mí.

Y solo podía imaginar una cosa.

Lo aparté rápido y traté de pensar en otra cosa, mientras me veía confundido, seguramente por mi brusca reacción. Me puse de nuevo de rodillas sobre la arena e instintivamente posé mis anebrazos ligeramente cruzados sobre mis brazos, evitando que pudiera ver algo que empezaba a sentir que pasaba.

Sí, estaba teniendo una erección ahí mismo, lo bueno es que era de noche y mi ropa era negra, por lo que, en teoría no se debía notar en esa posición.

¿O sí?

Ni idea.

Ay no.

Ay... Sí.

Odiaba ser yo en ese momento.

Jorge empezó a juntar sus cosas, pero yo no quería que se fuera, solo no quería que notara lo que me estaba pasando.

—¿Qué haces? —pregunté, un poco nervioso.

—Que, bueno, ya es un poco tarde y mis padres deben estar enojadísimos porque no pasé el Dia Saci con ellos, así que, mejor me voy pronto.

—¿Y si...? —Tragué saliva—. ¿Y si te quedas en mi casa? —Estaba nervioso al sentir que tenía una erección y, después de esa pregunta, solo fui capaz de hablar en español—. Podrías quedarte hasta después de día de muertos, yo hice el altar, solito este año, y me quedó bonito, podrías ayudarnos a hacer pan de muerto, porque mi mamá tiene que trabajar bastante y estaría yo solito haciéndolo.

—Creo que entendí la mitad de lo que dijiste. —Rio de forma adorable—. Pero entendí que quieres que esté hasta que termine el día de muertos, ¿no?

Asentí, nervioso todavía.

—Y te quedó bonito el altar, ¿no? Ya de lo demás, no sé qué dijiste, ¡ah! Y pan de muerto —repitió lo último en español. Le salía tan bonito, la verdad, pronunciaba muy tierno, pues se le notaba cierto acento gangoso al tratar de hablar como yo.

Simplemente perfecto.

Él no estaba ayudando.

—Vamos entonces. —Sonrió de nuevo—. Quiero comprar otro jugo primero, eso sí.

—Sí, dale... Ve y te alcanzo luego, quiero ver el mar un poco más.

—Podemos ver el mar juntos...

—¡No! Es que... Quizás el señor de los jugos vaya a cerrar pronto... Cómprame uno de mango, por favor, luego te alcanzo.

Jorge asintió, alegre. Se alejó y subió por las escaleras a la costanera. Suspiré, aliviado, hasta que recordé que todavía debía tratar de aliviar mi erección. ¿Hay un peor lugar que en la playa?

Bueno, sí se me ocurren escenarios peores.

Como sea, aprovechando que estaba vacío a mi alrededor, pensé en aliviarla frotando mi mano sobre mi pantalón, pero me dio asco. Debía calmarme, no es como si no me hubiera pasado similar como a los trece cuando debía disertar frente a todos... Sabía que los nervios podían jugar en contra, sí.

Hice ejercicios de respiración. Jorge ya no estaba ahí, debía dejar de pensar en él. Pensé en los sonidos que me rodeaban, pero el ruido de las olas me recordaba a él sobre mí, diciendo que a veces quería irse con el mar...

Perfecto, de estar caliente, pasé a estar triste.

Pero al menos la tristeza ayudaba, así que, seguí pensando en cosas que me pusieran triste.

Tras algunos minutos, fui hasta la costanera y Jorge ya se estaba tomando un jugo de mango, siempre pedía ese sabor. Me extendió el mío y lo probé.

—¿Estás bien? —Se preocupó al verme.

Asentí y no pude evitar abrazarlo. De verdad tenía medio de que cumpliera con sus deseos de desaparecer.

—Estoy aquí, ¿sí? —susurró, sin soltarme—. Estoy aquí.

—Vamos, ¿sí? Ahora no puedo dejar de pensar en lo que dijiste cuando escucho el mar.

—Olvídalo, fue algo tonto. —Rio, bajándole el perfil para que no me preocupara—. Solo vamos.

Me reincorporé y me limpié las lágrimas. Asentí y empecé a tomar mi jugo, para luego caminar junto a él hasta la parada por donde pasaba el recorrido más cercano a mi casa.

Una vez en el autobús, seguimos tomando nuestros jugos y él apoyó de nuevo su cabeza sobre mi hombro, lo que era un poco difícil, pues éramos de la misma estatura. Dejé caer mi cabeza junto a la suya y no disimulé la sonrisa que me provocaba.

Una vez que bajamos, caminamos hasta mi casa y botamos los vasos de cartón vacíos en el basurero de la cocina. Nos sentamos en el sofá, frente al televisor, pero ambos estábamos muy cansados como para buscar un juego, así que, solo dejamos puesta una película que estaban dando en la televisión abierta, por un especial de terror.

—Me aburren estas películas —confesó—. Siento que no tienen sentido.

—Tantos años juntos y todavía me sorprendes. —Reí—. ¿Por qué no me dijiste antes?

—Porque a ti te gustan. Prefiero las de acción.

—Ah sí, solo porque Rápidos y Furiosos hizo una película en Brasil...

—No es por eso. —Trató de contener la risa—. Pero como sea, fueron en más de una película a Brasil y sí: la quinta, la que es en Río solamente, es la mejor de la saga.

Solo reí al escucharlo.

—¡Hay mejores películas que las de esa saga!

—¡Lo sé! Solo digo que de esa saga en específico, es la mejor.

—Bueno, es divertida y tiene puntos extra por tener una canción de Don Omar.

—Tiene más de una, recuerdo que hay una al final y otra que es como la oficial de la película, en los créditos.

—Ah sí, que es como esa canción brasileña vieja que siempre cantas, que también la bailas.

—¿Lambada?

—¡Sí! Pero se llama distinta la de Don Omar.

—Obvio. —Rio—. ¿Quieres poner música entonces?

—No, no. Eh... Quería que siguiéramos viendo la película.

—¡Oh! Sí, perdón.

—Pero si quieres, podemos poner otra, no quiero que te asustes.

Jorge rio al escucharme.

—No es que me den miedo, es que... No sé, es que en serio no le encuentro sentido.

Se levantó del sofá y fue a la cocina.

—¿Preparo algo?

—Eh... Ya, sí. Ahora que lo pienso, no he comido desde el almuerzo.

—Suena como a una eternidad para ti.

Reí y le subí un poco el volumen el televisor. Caminé hasta donde estaba y nos pusimos a buscar comida. Yo no tenía mucha energía como para cocinar, pero él al parecer sí. Le escribí a Cindy, viendo ocasionalmente a Jorge mientras cocinaba, contándole a ella que las cosas estaban bien con él y que estaba en mi casa.

"Oh por Dios", respondió a mi mensaje.

"VAS A DEJAR DE SER VIRGEN".

Traté de no reír al leer su mensaje.

"No soy virgen", contesté.

"Pero del culo sí", siguió ella.

Sí, me ruboricé.

"¿Por qué dejaría ser yo virgen del culo?".

"Porque él es más alto, obvio. Es claro que es activo".

¿Realmente me dijo ESO?

"C, no puedes creer que eso define los roles en una relación, es ofensivo que digas eso".

"Y MEDIMOS LO MISMO", continué en otro mensaje.

"Claramente lo que te ofendió fue que dije que es más alto".

"NO LO ES".

"Mira, no es que seas bajito, eres estatura promedio, y él es alto".

Alcé las cejas y levanté la vista. Jorge me estaba mirando mientras contenía la risa.

—¿Qué?

—No sé qué viste, pero es gracioso que te enojes mientras ves el celular.

—No estoy enojado.

—Avísale a tu cara y a tu tono —bromeó y escuché su risa cuando volví a ver la pantalla de mi celular.

—¿Crees que soy alto? —pregunté en voz baja, sin dejar de ver la conversación con Cindy.

—Mmm... Así como que muy alto, no, pero sí, supongo que eres un poco alto, no sé. Eres como... ¿normal? Creo que serías promedio.

—Gracias. —Mi tono era sarcástico.

—¿Pero por qué te importa? —Siguió riendo.

Seguí discutiendo por eso con Cindy y noté que tenía encima una sombra, a lo que levanté la vista y me topé con Jorge a escasos centímetros de mí. Me levantó el mentón con un dedo y mi respiración se aceleró, pero entonces puso su mano sobre mi cabeza.

—Me llegas a las cejas. Simplemente, eres alto, pero no tanto.

—Solo son unos centímetros. —Volteé molesto—. Básicamente, medimos lo mismo.

Siguió riendo.

—¿Pero a qué va todo esto? ¿Por qué ahora te importa?

—Porque... —Me quedé callado, ¿cómo podía explicarlo?—. Eh... Bueno... Estaba hablando con Cindy y... —Su expresión cambió, se veía con cierta molestia—. Nada, se me ocurrió que quizás podría entrar al equipo de volleyball y dijo que era muy bajo para eso.

Bien, superaste la crisis minti... improvisando.

—¡Oh! Bueno, no sabía que te gustaba el volley.

Ni yo, descuida.

—Sí, o sea, se ve divertido, pero ¿ya ves? No podría ser parte, soy muy bajo para eso.

Jorge volvió a reír.

—Estás bien, sigues siendo alto. Ahora, lo complicado es que no sé si siguen aceptando a estas alturas del año, se supone que los partidos clasificatorios para campeonatos ya empezaron.

—¡Sí, tienes razón! —exclamé, quería safar de tener que unirme a un equipo—. Que mala idea, ¿no? En fin, aclarado el asunto, ¿qué estás preparando?

—Ah, eh... Waffles, pero todavía no pongo la masa a cocinar.

—Bien, excelente, te espero mientras termino la película.

—Ya, sí. —Sonrió, luego se sonrojó y volteó a donde tenía el bowl con la masa.

Tenía ganas de besarlo, pero evité hacerlo, pensando en lo que había hablado con Cindy, sobre lo que podría pasar si él me correspondiera.

Seguí viendo la película y se sentó a mi lado con un par de platos con waffles y salsa de chocolate.

—He pasado demasiadas tardes aquí como para que no me tengas que decir cómo te gustan los waffles.

—Sobre todo que sean esponjosos como tu trasero —bromeé, accidentalmente.

—¡Oye! —Se puso a reír.

—¡Se me salió, perdón!

Seguí riendo con él y empecé a comer, sabiendo que en ese punto él incluso lo tomaba con humor todo.

—Mañana me vas a ayudar a preparar pan de muerto, ¿cierto?

—No hables con la boca llena.

Tragué por su regaño.

—¿Sí te vas a quedar por el día y la cena?

—Mmm... Sí, me gustaría, lo malo es que no traigo más ropa ni mi cepillo, nada.

—Oh, cierto... De ropa lo solucionamos fácil, yo puedo prestarte, lo otro pues... Si no te molesta compartir babas...

—Que asco compartir el cepillo con alguien. —Puso una expresión de desagrado.

—Bueno, besar a tu novia es básicamente lo mismo.

—¡No digas eso!

—Pues ya, lo dije, ¿y qué?

Seguí comiendo, sin darle importancia a su molestia evidente.

—No he hablado con ella desde que le dije que no iba a ir a la fiesta.

—¿Ni siquiera en la escuela?

—No... Estaba realmente molesta, creo que todavía no me perdona.

—¿Y crees que vale la pena seguir ahí?

—No lo sé... De verdad me gusta, siendo honesto, cuando estamos juntos... No sé, todo se siente distinto.

No mames, eso pienso de nosotros.

—Y no me gustaría perderla.

¿Es pedo?

—Wow... Quien diría que sentirías algo tan... Fuerte, por... Ella. —No sabía cómo responder y me costó hilar una oración.

—Sí, supongo que igual uno se acostumbra para bien, ¿no?

—Sí, pero en serio, no sé qué le ves. —Se me volvió a salir y reí, luego me callé al ver su rostro serio—. No quería molestarte, perdón.

—Descuida.

Luego de que terminó la película, empezó otra y seguí viendo, pero Jorge no estaba muy pendiente y se acomodó sobre mi hombro.

—Podrías ir por una manta para que me quede acá —pidió entre susurros.

—Sí, pero puedes ir a mi cama y quedarte ahí, yo me quedo acá.

—¿Seguro?

—Sí, aparte, así puedo seguir viendo películas.

—Ya, entonces... Creo que me voy a ir a dormir.

—¿Tan luego? Pensé que estarías más rato acá.

—Es que me estoy quedando dormido. —Se le escapó una risilla.

Sonreí.

—Bueno, si insistes...

Me levanté y fui a buscar una manta de mi cama para él y la otra para mí. Se la pasé y de inmediato se acomodó en un lado del sofá, luego me senté junto a él y apoyó su cabeza sobre mi hombro, de nuevo.

—Si tú supuestamente eres más alto que yo, ¿por qué siempre eres tú quien se me echa encima? —inquirí, con cierto nerviosismo.

—Ummm... Porque sí, no sé... ¿Te molesta?

—¡No! O sea, es que... Me da igual. No lo sé, siempre hemos sido así, ¿no?

—Sí, yo creo que es costumbre.

No supe exactamente el porqué de su risa en ese momento, pero sonaba adorable.

Al cabo de un rato, noté que se quedó dormido en esa posición y quise abrazarlo, pero no lo hice. Lo acomodé mejor, apoyándolo en el reposabrazos del sofá y dormí del otro lado, ambos estábamos con las piernas flectadas para caber bien, pues yo no quería molestarlo con despertarlo, ni estar lejos, pero tampoco podía dormir abrazándolo como quería, por miedo a lo que pudiera pasar.

Solo había dos posibilidades si se daba cuenta de lo que sentía por él: me rechazaba y no volvíamos a ser amigos o... Me correspondía y él...

Realmente me daba miedo lo que podía pasarle si su familia se llegaba a enterar de algo así.

Apagué el televisor cuando terminó la película y me quedé dormido unos minutos después, pensando en él, ya casi de forma involuntaria.

De verdad lo amaba.





♡♡♡





14 de noviembre de 2023:

Prometí subir este capítulo más rápido, pero no lo logré porque de verdad me está absorbiendo la universidad y además me cuestioné bastante sobre en qué punto terminar este capítulo, pero al menos aquí está el capítulo. ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro