Ira
- Porque los conchesumadres tienen de todo po – dice bajo los faroles, en voz muy alta, y los automóviles lo esquivan, y la sombra de las cosas de repente lo resguarda. - ¡Son la peor mierda del mundo! – grita por la oscuridad. Ha comprado una cerveza, lleva la botella en la mano y tropieza con la vereda, permanece en el suelo y la realidad comienza a ondular alrededor.
No sabe cuánto tiempo pasa, se despierta y mea en el primer sitio que encuentra, junto a una camioneta roja, va dejando un charco que toma el rumbo de la calle. Los semáforos le indican detenerse, pero prosigue su marcha y busca en las calles el silencio, aquella casa que él extraña.
- ¡Muérete, doctor! – Arroja la botella contra el ventanal, en la casa están todas las luces apagadas. – ¡¡Devuélveme la vida!! – grita con todas sus fuerzas y el vidrio ha destellado al fragmentarse, el ladrido de todos los perros comienza a rebosar el barrio. Se enciende una luz en el segundo piso. Agita las rejas que lo separan de la casa. Una figura abre la ventana y desde el segundo piso, abre fuego y el disparo al aire enciende las luces de las casas.
-¡¡Te quiero matar!! Comienza a aullar junto a la reja sin distinguir quién está observándolo. ¡¡Te-quiero-matar!! – insiste y grita aferrando la cabeza contra las rejas, de pronto queda en silencio. Su respiración se agita en su interior, da media vuelta y se pierde entre los automóviles estacionados. Se abren las puertas y alguien quiere detenerle, alguien se dirige hasta donde él está.
- ¡Mátame! – Se dirige a su adversario, coloca el cañón del revólver en su corazón. – Imposible, ya estoy muerto -
Se va, prosigue su marcha por las calles y elige las avenidas más oscuras. La sombra que lo ha amenazado se ha quedado quieta en el mismo sitio. Él se pierde, se dirige a la costa, se saca las zapatillas y queda descalzo en la arena. Se arroja al mar helado de la noche chilena, y queda empapado, pero sólo ahí calma su ira, ésta se convierte en tristeza, se pierde entre las olas que lo azotan contra la arena. Escupe agua y ciego, borracho y empapado, camina lentamente una marcha agónica y llena de angustia, por las calles que han hecho pesadas sus propios sentimientos.
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