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SEMANAS


La mañana del lunes inició como cualquier típico amanecer en la escuela. Con los profesores irrumpiendo a las seis en los dormitorios, prendiendo las luces y gritando ¡DE PIE!, a todo pulmón; los estudiantes incorporándose sobre las literas, soñolientos y sin deseos de levantarse; el típico y escaso desayuno con olor a humo de leña quemada; el vestirse con las ropas de trabajo o el uniforme para iniciar una nueva y aburrida jornada mientras aguardaban la llegada de la guagua con los profesores. Pero para Yolanda y sus amigos, aquella no sería una jornada como las otras. Esa mañana, Valeria y Joel estaban de buen humor, ya que tendrían el último examen final y estarían libres, al menos, hasta las pruebas de ingreso, lo que significaban que podían incorporarse tranquilamente a los ensayos del piquete.

Pero además, al llegar el ómnibus, acompañando al profesor Diego, venían también Claudia y Niurka, la jefa de manifestación de danza de la Casa de Cultura. Como siempre, llevaba ropas de colores muy chillones y toda una gama de prendas de bisutería del más escandaloso gusto. Al ver a los chicos, no pudo evitar un ataque de emoción demasiado exagerado según las caras de los jóvenes.

Diego los reunió en el ranchón y les informó que en menos de dos semanas, se efectuaría en Camagüey el tan esperado festival de la FEEM. La noticia provocó un arrebato de alegría en los muchachos, que rompieron a gritar y a abrazarse, llenos de entusiasmo, llamando la atención del resto de los estudiantes y profesores que llenaban la plaza escolar para el matutino.

Claudia les advirtió que desde ese momento, contaban con muy poco tiempo para perfeccionar cada uno de los números, y no debían perder tiempo y aprovechar al máximo todos los segundos que pudiesen emplear en ensayar. El profesor Diego le encargó a Dennis que anotara el nombre, los apellidos y el grado y grupo de cada uno de los chicos del piquete, incluyendo a Igor. El muchacho, sorprendido, preguntó el motivo de ser incluido, ya que no bailaba en la coreografía:

_ Necesitaré un asistente para que guíe al operador de audio en el teatro donde actuemos.

La noticia fue del regocijo de todos, principalmente de Denise, quien podría disfrutar de la compañía de su novio en aquella aventura. Cayeron sobre Igor, sacudiéndolo y ovacionándolo mientras el altísimo joven permanecía boquiabierto, sin saber qué responder, aturdido por la sorpresa de aquella noticia. Dennis, que ya se había puesto manos a la obra y estaba garabateando los nombres de cada uno de los chicos, arrugó la frente de pronto y preguntó:

_ Profe, somos un montón... ¿Usted cree que Conrado autorice que faltemos a la escuela tanta gente?

_ Conrado es el más interesado en la participación de ustedes en el festival provincial. Luego de la visita integral y la actuación que hicieron para los metodólogos, solo se habla de ustedes en la dirección municipal de educación. El grupo de baile del IPUEC se ha convertido en toda una referencia, y la participación en el evento de círculos de interés, aumentó mucho más nuestra popularidad.

_ ¡Somos famosos! _ exclamó Erik sacudiendo las manos.

_ Tanto como famosos no lo sé, pero de que han alcanzado notoriedad, eso sí es seguro.

Paseó la mirada por cada uno de los rostros congregados alrededor, y reparó en la ausencia de uno:

_ ¿Dónde está Katia?

_ Fue a la enfermería porque se sentía un poquito mal._ se apresuró en responder Salim, y el tono de su voz le indicó al profesor que la chica continuaba sintiéndose incómoda tras el incidente ocurrido noches atrás.

_ Pero no se preocupe, profe._ aseguró Itzel._ Nosotros nos encargamos de ponerla al tanto de las buenas noticias.

_ Muy bien, y por favor, insístanle es que es muy importante que no se ausente bajo ningún pretexto de los ensayos. Debemos aprovechar el tiempo al máximo desde este momento. Otra cosa. Deben llevar lo necesario para estar un fin de semana: toalla, sábanas, aseo, vaso, cuchara, ropa adecuada además de las que deben usar en las presentaciones. No quiero a nadie con prendas de vestir inapropiadas. Tengo entendido que las presentaciones del festival serán de noche, en un teatro, y para acudir a un teatro uno se acicala lo mejor posible. Además, necesito que, de ser posible, todas las niñas lleven un leotardo, preferiblemente negro.

Algunas de las chicas protestaron, pero Yolanda las hizo callar, alegando que ella tenía leotardos suficientes para facilitarle a las que no tuvieran. Renzo codeó a Víctor antes de decir con voz socarrona:

_ Nora se va a ver cuqui-cuqui con un leotardo puesto.

Antes que la muchacha pudiera responderle, Erik se adelantó:

_ ¡Mi gorda se va a ver más sexy que todas estas culi-flacas juntas!

Su comentario provocó una risotada y un abucheo colectivo. Diego frunció las cejas:

_ ¿Me perdí de algo interesante de lo que no tengo conocimiento?

_ Luego se lo explicamos, profe._ sonrió Dalton.

_ ¡Erik y Nora se empataron!_ chilló Grettel señalando a la pareja.

_ Es algo que esta niña no se puede aguantar la lengua dentro de la boca._ gruñó Flavia.

_ Bien,_ prosiguió el profesor Diego._ entonces, las niñas, leotardos. Los varones, necesito que todos y cada uno de ustedes se garanticen una licra negra larga... Si no la tienen, búsquenla, cómprenla, alquílenla o pídanla prestada, pero cada uno debe tener una. Todos, sin excepción, incluyan en la ropa a llevar un pullover negro y uno blanco. No importa si tiene algo estampado, o si es desmangado o con tirantes, mientras sea negro o blanco.

_ ¿Y todo eso para qué, profe?_ quiso saber Betsy con una mueca.

_ Lo sabrán cuando llegue el momento de que lo sepan. Ah, las niñas, para el leotardo deben tener disponible también medias pantys. Imagino que Yolanda las puede ayudar en eso, por lo menos a las que no tengan.

Los observó por un segundo:

_ ¿Todos grabaron bien lo que dije? Después no quiero tener que endiablarme con ninguno porque no recordó lo que debía llevar al viaje.

_ Tranquilo profe,_ dijo Dennis que estaba escribiendo velozmente en su cuaderno._ yo anoté todo lo que usted ha dicho, y pienso machacárselos hasta el cansancio.

Esta vez fue Niurka quien tomó la palabra:

_ Deben tener presente algo muy importante, muchachos. No es solamente la escuela quien se beneficiará con el éxito que tengan en el festival. Todo el municipio se verá implicado. Casa de cultura, la UJC, la FEEM. Ustedes serán el grupo que representará la manifestación de danza en el festival, con la rueda de casino y la bailarina con su solo de baile, de la misma manera en que el muchachito lindo de la guitarra representará la manifestación de música. Toda la labor artística de Florida está en las manos de este grupo.

Hubo algunas risitas solapadas, y Aarón se ruborizó al escuchar como aquella mujer tan extravagante se refería a él como muchachito lindo, y lanzó una rápida mirada a María Alejandra, pero ella parecía tan divertida como el resto:

_ Mierda,_ masculló Luis Mario._ eso es demasiada responsabilidad.

_ Van a enfrentarse a otras agrupaciones con unidades artísticas provenientes de todos los municipios de la provincia, de otros preuniversitarios y politécnicos, incluyendo la vocacional y los Camilitos.

Fabián no pudo evitar erguirse con rapidez:

_ ¿Los Camilitos también compiten?_ preguntó con voz ansiosa.

_ Si, y presentan muy buenos números musicales._ contestó Niurka.

Fabián se mordió los labios, y solo cuando Dalton escurrió una mano entre la suya, reaccionó, mirándolo como si de repente se hubiese sobresaltado:

_ Profe, ¿y cuánto va a durar el festival?_ preguntó Brianna a Niurka.

_ Será un fin de semana completo. Comienza el próximo viernes, en la tarde. Debemos estar desde la mañana para acreditarnos y ubicarnos en el hospedaje.

_ Ay ¿y dónde nos quedaremos a dormir?_ interrumpió Grettel.

_ Tengo entendido que en la vocacional, porque los estudiantes estarán de pase ese fin de semana. Habrá no solo las sesiones competitivas, sino que también tendremos clases magistrales y talleres. No tengo todavía todos los detalles, pero puedo decirles que será un fin de semana intenso y ajetreado. El domingo en la tarde será la gala de premiaciones, y me han dicho que quieren conformar el espectáculo con los mejores números que se hayan presentado en el festival. Espero que ustedes sean uno de los grupos ganadores, y que los tengan en cuenta para volver a actuar en la gala final.

_ Hay otro asunto muy importante del que debemos hablar,_ comenzó a decir Claudia._ aparte de nosotros, representando a Florida asistirán estudiantes del otro preuniversitario y de los politécnicos, para competir en las categorías de teatro y artes plásticas. Somos posiblemente una de las delegaciones más grande que participará en el festival. Cuando dijimos la cifra aproximada de asistentes, en Camagüey casi pusieron el grito en el cielo, por cuestión de la logística, pero nos batimos duro y conseguimos imponernos y hacer que aceptaran a nuestros participantes en su totalidad. Pero como somos un grupo grande y necesitamos un transporte exclusivo solo para nosotros, debemos buscar un medio para que nos lleve el viernes y nos recoja el domingo en la tarde.

Flavia alzó una mano:

_ Quizás yo pueda ayudar. Mi padrino es chofer en la base de transporte escolar. Si hablo con él, a lo mejor consigo que nos ayude. Le alquilamos la guagua y punto, ya tendríamos transporte.

_ ¿Cuándo podrías hablar con él, Flavia?_ preguntó el profesor Diego.

Flavia alzó los hombros y frunció los labios:

_ No sé, él está en la casa después de las siete de la noche. Podría llamarlo por teléfono.

_ Muy bien. Claudia y yo debemos quedarnos hoy, te daremos acceso a la dirección para que puedas comunicarte. De hecho, pienso quedarme toda esta semana para ensayar duro y sin descanso. Claudia estará yendo y viniendo para apoyarme. En serio muchachos, desde ahora, estamos en estado de alarma. Tenemos poco tiempo para estar listos y preparados.

Niurka volvió a tomar la palabra:

_ Yo también estaré viniendo en estos días, porque estaré en base a asesorar el trabajo de Diego. No es que haga falta, pero como él no es un instructor graduado, ustedes saben, el burocratismo jugando su papel. Igual, en estos días me verán por acá, y también deberá venir en algún momento un instructor de música para que trabaje con el muchachito lindo de la guitarra...

Esta vez las rechiflas no se hicieron esperar, y el sonrojo en el semblante de Aarón se hizo más evidente. Niurka los miró a todos, sin comprender aquel proceder:

_ ¿Qué pasa? ¿Qué dije?

_ No les hagas caso._ aconsejó Diego._ Ellos que son unos payasos. Adolescentes. Insoportables e irritantes.

_ Es porque le dijiste muchachito lindo a Aarón._ explicó Claudia con un suspiro.

_ Ay pero... ¿Qué tiene de malo?_ y señaló a Aarón._ De verdad que el muchacho está lindo cantidad. Es un manguito.

Las burlas ganaron en intensidad, y Aarón no sabía dónde meterse:

_ Vaya Aarón, tienes una admiradora._ se mofó Erik y Nora lo acogotó fuertemente.

_ Lástima que no se pueda decir lo mismo de ti, animal con ropa.

_ Si quieres me la quito. La ropa._ e hizo amago de bajarse el pantalón de trabajo.

_ ¡¡¡Noooooo...!!!!!_ vociferaron todos al unísono.

******************

La advertencia del profesor Diego no fue una broma o exageración de su parte. Realmente, desde el anuncio de la cercanía del festival, los ensayos arreciaron con una ferocidad agobiante. En las mañanas, los chicos del piquete que formaban parte de la coreografía no acudían a las labores agrícolas, concentrándose en ensayar bajo la supervisión de Claudia. Durante los minutos del recreo, los de onceno y duodécimo se les unían hasta que debían regresar nuevamente al salón de clases.

En las tardes, en dependencia del horario de autoestudio, hacían otra tanda de ensayos, hasta la noche, luego del horario de dormir, en que se quedaban en su salón habitual, practicando hasta poco después de la medianoche.

Tal y como había anunciado Niurka, un experimentado instructor de música de la Casa de Cultura, vino par de veces en la semana y se reunió con Aarón para darle algunas instrucciones y preparación para el evento. Yolanda ensayaba directamente con el profesor Diego, quien se ensañaba con ella exigiéndole perfección en cada movimiento. Pero lejos de amilanarse, se sentía plena. De alguna manera era como volver el tiempo atrás, cuando estudiaba en la escuela de arte, con un nivel de exigencia tan o mayor que el que recordaba.

Además, a pesar de aquellas actividades extras, el profesor seguía muy de cerca los desempeños académicos de cada uno, y era intransigente con respecto a los descuidos en cuanto a los deberes escolares se refería:

_ Me importa poco si tengo que cancelar la participación de uno de ustedes en el festival. Lo primero es lo primero, y estudiar es el objetivo principal de cada uno.

_ Ay profe,_ bromeó Renzo en una ocasión._ usted no está loco como para descompletar la coreografía a estas alturas.

Diego entrecerró los ojos para mirarlo y se encogió de hombros:

_ ¿Quieres apostar, Renzo?

Pero el joven no se atrevió a replicar:

_ Me parece que debo ir a visitar a mi querida amiga, tu abuela. Tal vez debería discutir con ella que no te estás esforzando lo suficiente. Necesitas que te castiguen con varias semanas o meses sin montar esa moto tuya a la que estás tan encariñado.

_ Ay profe por lo que más usted quiera, no me haga eso._ suplicó Renzo entre las risotadas burlonas de sus amigos.

Conrado ya tenía en su poder el listado oficial de todos los participantes al festival provincial, y aunque en un inicio le escandalizó la cantidad de jóvenes que se ausentarían, igual se calmó cuando comprobó que el festival se realizaría en pleno pase largo, no afectando la asistencia de estudiantes a la escuela. Aunque, ese viernes se le anunció que los jóvenes debían actuar en una gala especial a la que se les había invitado para el sábado en la noche en la Casa de Cultura. Como no podían irse todos en la guagua de los profesores en la tarde, Conrado autorizó que salieran en la guagua de guardia, a las cinco de la mañana.

Esa noche ensayaron hasta muy tarde. Desde la tarde ya habían organizado sus equipajes. A las cuatro y media de la madrugada, el profesor Diego les dio el de pie a los chicos y envió a Claudia a despertar a las niñas. Hacía frío, y cuando salieron de los dormitorios, soñolientos, abrigados y tiritando de frío, cargados con maletines y bolsos, se acurrucaron unos contra otros en la tarima de la plaza, en espera de que pudieran abordar la guagua.

Llegaron a Florida con los primeros rayos del sol, y cada cual se dirigió a su casa. Joel se quedaría, como siempre, en la casa de Renzo, aunque iría a almorzar y cenar con Yolanda y su familia.

El profesor Diego los había citado para ensayar esa tarde en la Casa de Cultura, y así lo hicieron. Más descansados y con mucho ánimo, tuvieron varios ensayos, y planificaron todo para esa noche. La gala comenzaría a las ocho y treinta, así que tendrían que estar a las siete y media para arreglarse.

La función de esa noche fue muy especial, ya que acudieron casi todos los familiares de la mayoría de los chicos. Valeria se emocionó muchísimo cuando vio a sus hermanos con sus respectivas parejas, e incluso, sus padres asistieron para verla bailar. La abuela y la tía de Renzo no faltaron, escoltadas por el primo del joven. La mamá de María Alejandra le preguntó a Aarón si sus padres irían a verle, pero el joven negó, alegando que aunque sus padres estaban muy comprensivos con él, entendía que había límites que ellos no transgredirían, e ir a verlo cantar canciones mundanas en la Casa de Cultura, era uno de esos límites.

Los padres y el hermanito de Yolanda, los padres de Grettel y Víctor, los abuelos de Nora, los papás de los cuatrillizos, la tía de Fabián. Los padres de Flavia, los de Itzel, Katia, Salim, Brianna, Oscar. Conrado no pudo asistir porque estaba de guardia en la escuela, pero la mamá de Wendy sí estuvo presente. Erik invitó a casi toda su familia. A Luis Mario nadie fue a verle. Aarón y Joel trataron de hacerle sentir mejor, animándolo, diciéndole que ellos tampoco tendrían a nadie entre el público para aplaudirles:

_ Pero nos tienes a todos nosotros._ sonrió Wendy dándole un beso en la mejilla.

El patio de la Casa de Cultura estaba abarrotado de personas, en su mayoría, familiares de los chicos del piquete. Durante la espera antes de que comenzara la gala, la tía María Elena se puso a platicar con los padres de los cuatrillizos, mientras que la familia de Erik se interesaba en los abuelos de Nora. El patio era un hervidero de murmullos, amenizado con la música que estaba reproduciéndose desde la cabina de audio, mientras que tras el escenario, los artistas se preparaban. Por lo general reinaba un espíritu de entusiasmo en el público congregado, exceptuando quizás a Azela, la mamá de Valeria, que estaba embutida en su asiento con cara avinagrada, los brazos cruzados sobre el pecho y negándose a prestar oídos a las susurrantes súplicas de su esposo, quien se inclinaba hacia ella por momentos y le pedía que se mostrara algo más animada. Por el contrario, Rosalinda y Rubí compartían la agitación de su padre por ver a su hermana menor en escena, al igual que Bea. Mario Iván, quizás por solidaridad con su madre, no mostraba ningún signo de emoción.

Además de las dos coreografías y la actuación de Aarón, habría otros aficionados con declamaciones de poemas y otras interpretaciones musicales y danzarias. Por supuesto, al finalizar el espectáculo, la coreografía individual de Yolanda y el collage de ritmos cubanos fue lo más aplaudido por el público, desatando una verdadera euforia en el auditorio que, en ambas presentaciones, acabadas las mismas, se puso en pie para ovacionarlas.

Mientras el público asistente ya se marchaba, y el personal de la Casa de Cultura recogía los asientos, los chicos del piquete y sus familiares compartían la alegría de haber vivido y disfrutado de una gran presentación del grupo. Valeria estaba realmente emocionada ante las felicitaciones de sus hermanos, cuñados y su padre, que la abrazaba y le decía lo bien que había bailado, luciendo maravillosa en el escenario:

_ ¿No vas a felicitar a la niña, Azela?_ preguntó Odiseo a su esposa.

Azela, envuelta en su delicado chal de seda negra recamada en lentejuelas doradas, se irguió, y acercándose a su hija menor, sin dejar de mirarla, alargó una mano para acariciarle la cabellera recogida en un rebuscadísimo peinado:

_ Felicidades, Valeria. No tenía ni idea de que sabías bailar tan bien.

_ La vida es más que estudio y medicina, mamá._ sonrió Valeria al borde de la emoción al ver que su madre volvía a hablarle.

_ Espero que este pasatiempo no interfiera en tus estudios para las pruebas de ingreso.

_ Mamá por favor..._ protestó Rubí._ ¿Puedes dejar de ser tan matraquillosa al menos por esta noche? Deja a Valeria que goce de su éxito.

_ ¿Qué les parece si vamos a merendar algo?_ propuso Odiseo.

_ Ay papá,_ dijo Valeria._ los muchachos y yo vamos a sentarnos un rato en el parque.

Odiseo besó a su hija menor en la cabeza:

_ Ve entonces, pero no vayas a regresar muy tarde a la casa. Y salúdame a Diogo, no hemos tenido casi tiempo ni para verle.

_ Pues aprovecha ahora, papi._ señaló Rosalinda._ Porque por ahí viene, y acompañado de sus padres parece.

El cuerpo de Azela se contrajo, pero hizo un esfuerzo por mantenerse apacible y amable mientras el novio de Valeria presentaba a sus padres y a sus suegros. Lanzó una mirada a los novios de su hijastra y su otra hija, y suspiró pesadamente. Bueno, quizás no serían los yernos perfectos con los que había soñado toda la vida, pero al menos las muchachas estaban felices con ellos. Eso tenía que bastar.

******************

Yolanda y Joel se despidieron de los padres de la muchacha. Aliosha se quedó gemiqueando puesto que quería irse de paseo con su hermana mayor y su cuñado. Elvira le había dicho a Joel que, de no ser por lo intransigente de su esposo, no habría necesidad de que se quedara a dormir en la casa de otras personas:

_ Pero es preferible no presionarlo demasiado. José Armando todavía está acostumbrándose a la idea de que su niñita querida tiene novio. Permitir que duermas en la casa sería provocarle un soponcio a ese hombre, te lo aseguro.

_ No entiendo cuál es el problema._ protestó Yolanda mirando en dirección a su padre, que estaba conversando con los abuelos de Nora._ Yo me quedé todo un fin de semana en la casa de Joel y su familia no tuvo problema alguno con ello.

_ Es muy distinto. A los varones se les permite ciertas libertades que a las hembras no.

_ ¡Eso es injusto!_ berreó Yolanda encogiéndose de hombros._ ¿Por qué los hombres siempre tienen que ir por encima de nosotras? ¡Tener más derechos!

_ Deja de quejarte._ sonrió Joel besándola en la mejilla mientras la abrazaba._ Y usted no se preocupe, Elvira. Estoy muy bien en la casa de Renzo. Su abuela y su tía me tratan siempre como a un príncipe.

_ ¿Entonces se van a ir a pasear ahora?

_ Si, todo el piquete se va a sentar en el parque un rato. No me esperes despierta, mami.

_ Y tú no vayas a regresar muy tarde.

******************

_ Aarón y yo queremos pedirles algo.

Llevaban cerca de dos horas sentados en el parque central, bebiendo refrescos y comiendo palomitas de maíz, con Aarón y Fabián turnándose para interpretar canciones que todos entonaban a coro, mientras Erik y Salim las dramatizaban de manera exagerada y graciosa.

Todas las miradas se dirigieron a María Alejandra, que había comenzado a hablar de repente:

_ ¿Qué pasa?_ preguntó Luis Mario dando un trago a la lata de refresco que Víctor le había entregado.

María Alejandra y Aarón se miraron por un instante brevísimo, y la muchacha, tras humedecerse los labios resecos, empezó a decir:

_ Queríamos proponerles que, en vista de que está tan cerca el festival provincial, fuéramos todos mañana a la iglesia.

Luis Mario se atragantó con un sorbo de refresco, y Renzo y Víctor soltaron una carcajada burlona. Los demás no pudieron evitar los semblantes de sorpresa ante aquella petición:

_ ¿Es en serio?_ preguntó Erik boquiabierto.

_ Claro que es en serio._ respondió Aarón, ofendido ante la reacción de sus amigos.

_ Una pregunta,_ Dennis alzó una mano._ ¿a cuál iglesia iríamos? ¿A la tuya, Aarón, o a la de tu novia?

_ A la mía._ contestó María Alejandra._ Bueno, de hecho, a la de los dos, porque Aarón lleva semanas visitando mi iglesia.

_ Sigo sin entender,_ intervino Betsy._ ¿para qué tendríamos que ir a la iglesia?

_ Porque es una forma de que Dios bendiga nuestro trabajo, y de pedirle que todo resulte lo mejor posible._ explicó Aarón.

_ A mí me parece buena idea._ dijo Itzel._ Digo, yo no soy de ir a la iglesia ni mucho menos, pero supongo que nunca está de más ponerse en las manos de Dios.

_ Yo nunca he ido a una iglesia._ observó Katia._ ¿Cómo hay que vestirse?

_ Normal, algo decente y recatado._ respondió María Alejandra.

_ Aburrido._ refunfuñó Betsy.

_ Y elegante._ saltó Salim._ Todas esas iglesias son una pura pasarela con esas viejas beatas desfilando con sus vestidos elegantes y sus joyas.

_ Eso era antes, Salim._ intentó explicarle María Alejandra moviendo la cabeza de un lado a otro, y dirigiéndose a todo el piquete, agregó._ Miren, fue solo una idea loca que tuvimos Aarón y yo. Son libres de aceptar o no la propuesta. Solo creímos que sería bueno pedir juntos porque todo nos salga bien.

_ ¿A qué hora tendríamos que ir?_ quiso saber Oscar ajustándose los espejuelos.

_ La segunda misa comienza a las nueve de la mañana.

Renzo puso el grito en el cielo:

_ ¿Quéeee? ¿Nueve de la mañana? ¡Se volvieron locos! ¡Los domingos yo me levanto a las once o las doce del día, nunca antes!

_ Pues mañana harás una excepción,_ le dijo Betsy._ porque iremos a la iglesia.

Renzo soltó una risotada:

_ Por favor, espero que tengan un tanque de agua bendita, aunque cuando te rocíen con ella será como en las películas de terror, que te caerá encima y echará humo, como si estuviera hirviendo.

_ Eres tan pujón._ masculló Betsy echándole una mirada de odio.

Luis Mario apuró lo que quedaba en la lata de refresco y la arrojó dentro de un vertedero de basura antes de ponerse en pie y decir, sacudiendo las manos:

_ Bueno, pues si mañana tenemos que madrugar para ir a la iglesia, supongo que ya va siendo hora de que nos vayamos a dormir.

_ Calabaza, calabaza..._recitó Denise pero no pudo terminar ya que Dalton la interrumpió para preguntar.

_ Y... ¿cómo hacemos? ¿Llegamos y entramos? ¿Así de fácil?

María Alejandra organizó todo. Se congregarían en un pequeño parquecillo cercano al templo, antes de las nueve de la mañana. Ella y Aarón los entrarían y acomodarían en bancos previamente reservados.

La nueva aventura que suponía aquel plan, impidió que repararan en la expresión sombría de Fabián. Era el único que se mostraba incómodo con la idea de frecuentar una institución religiosa, pero guardó silencio y fingió una sonrisa cuando Dalton lo miró.

******************

Al día siguiente...

Renzo bostezó de manera escandalosa y el empujón que Betsy le propinó por ello casi lo hizo tropezar con uno de los bancos de las dos largas filas por entre las cuales avanzaba, en compañía del resto de los chicos, cohibidos ante las curiosas miradas que recibían de parte de los fieles que ya empezaban a llenar la iglesia. María Alejandra y Aarón iban al frente, sonrientes mientras los conducían hacia las tres primeras filas de bancos del lado derecho, que estaban vacíos, como si las hubiesen tenido reservadas para alguien. Para todos ellos:

_ ¿Por qué no nos guardaron puestos al fondo?_ susurró Itzel._ Aquí estamos demasiado al frente.

_ Siento que todos nos miran._ dijo Salim colgándose de un brazo de Katia.

_ Será por la ropa tan escandalosa que te pusiste hoy._ señaló la joven con una mueca.

_ ¿Qué? Mi ropa no es escandalosa. Es bastante elegante y muy decente y apropiada para este lugar.

Los jóvenes lo recorrieron de pies a cabeza con los ojos. Salim lucía un juego de chaqueta y pantalón de color mostaza, sobre una impoluta camisa de color salmón y una chalina gris a juego con la gorra plana que se había puesto sobre los cabellos alborotados:

_ Mejor me abstengo de opinar sobre ese tema._ dijo Joel torciendo la boca._ Y quítate esa gorra, que no hace sol.

_ Ustedes mejor ni hablen, que no tienen ni idea de lo que es la alta costura y la elegancia en el vestir._ Salim suspiró._ Estoy seguro que si la prima de Yola estuviera aquí, celebraría el conjunto que me puse.

_ Compórtense._ advirtió Aarón y les indicó que se acomodaran en los tres bancos vacíos.

Los jóvenes no dejaban de contemplar el lugar en donde se encontraban. Los altísimos ventanales por los que se filtraba la luz coloreada ligeramente de un claro tono verde por los cristales teñidos en forma de semicírculo; el altísimo techo de madera, de cuyas vigas pendían dos enormes y antiguos candelabros con bombillas lumínicas encendidas. El presbiterio estaba hermosamente adornado con unos jarrones de mármol rebosantes de alpinias, espigas de azucenas y gladiolos sobre un follaje de arecas verdes. El altar estaba cubierto por un lienzo blanquísimo, y un cubremantel de encaje también inmaculado. En ambas orillas de la mesa del sacrificio, un candelabro con cirios ya encendidos y en el centro, un crucifijo dorado. El aire olía a flores, cera derretida y a incienso:

_ Nunca había entrado a una iglesia. Qué lindo es todo._ dijo Valeria al oído de Diogo.

Grettel reparó en una especie de poncho blanco que llevaba puesto María Alejandra:

_ ¿Qué es eso que llevas puesto, Mary?

_ Un poncho de lectores. Es que voy a cantar el salmo hoy y tengo que estar allá arriba en el coro.

Y señaló hacia atrás, a la parte superior donde se advertía una balaustrada de madera tallada, el lugar del coro parroquial:

_ ¿Tú también cantas?_ se sorprendió Erik.

_ ¿No te vas a sentar con nosotros?_ se asustó Denise._ Mira que aquí nadie sabe ni papa de lo que tiene que hacer o decir.

_ Ustedes no se preocupen. Solo manténganse en silencio y escuchen todo lo que se diga. Además, Aarón se va a quedar aquí con ustedes, y él más o menos ya está dominando la liturgia y los guiará poco a poco. Solo traten de disfrutar el momento.

Antes de que pudiera irse, Renzo la detuvo, sosteniéndole una punta del poncho:

_ Oye María Alejandra ¿Esto demora mucho? Porque yo todavía traigo la cama arriba. Tengo tremendo sueño.

_ Entonces duérmete y ya no protestes más._ gruñó Betsy taladrándolo con los ojos de manera amenazante.

Faltaban unos diez minutos para las nueve de la mañana, y el templo rebozaba de murmullos. Los chicos voltearon los ojos hacia lo alto cuando escucharon el resonar de las campanas. Por encima del lugar del coro, advirtieron unas escaleras de madera que ascendían, perdiéndose rumbo a la torre del campanario:

_ Cuando acabe la misa, subiremos al campanario. María Alejandra le pidió permiso al sacerdote y dijo que sí.

Aquella noticia pareció emocionar a todos, excepto a Renzo, que continuaba mascullando enojado por haberse tenido que levantar tan temprano un domingo, y de Fabián que estaba sentado totalmente serio junto a Dalton, quien retenía una de sus manos entre las suyas y se inclinó para preguntarle en un susurro:

_ ¿Qué te pasa?

_ Nada, estoy bien.

_ Ese cuento se lo haces a otro. Desde ayer que María Alejandra nos hizo la invitación vi la cara que pusiste, y ahora solo hay que verte para darse cuenta de que pareces incómodo. Si no me quieres decir, bien, pero no intentes engañarme.

Fabián suspiró y paseó la mirada entorno, sobre el mar de personas que se preparaban para la eucaristía y continuaban observando con curiosidad a la pandilla de jóvenes que habían invadido el templo esa mañana:

_ No me gustan las iglesias. Eso es todo.

_ ¿Alguna razón?

Pero no pudo hablar, puesto que una señora muy emperifollada, vestida de amarillo y con muchas prendas de bisutería en el cuello y las muñecas, se detuvo junto a ellos, toda sonrisas, dando gracias a Dios por la presencia de tantos jóvenes lindos esa mañana en la iglesia. Les dio la bienvenida y repartió besos a diestra y siniestra, trazándoles con los dedos, a cada uno, una crucecita sobre la frente. Su voz era potente, aunque llena de altibajos. Erik, sentado junto al pasillo en el primer banco, se quedó mirando a la señora, que se acomodó en el banco paralelo al ocupado por el muchacho:

_ Oscar, ¿Wendy y Luis Mario no vienen?_ preguntó Flavia.

_ No lo sé. Me sorprende porque Luis fue el primero en sugerir anoche que nos fuéramos para que pudiéramos venir temprano.

_ De seguro llegan más tarde._ sonrió Brianna jugueteando con un mechón de cabellos de su novio.

Dennis soltó un estornudo:

_ Ese olor a incienso me revuelve la nariz._ se lamentó.

Y justo entonces sonó un poderoso campanillazo y todos los presentes callaron y se pusieron en pie. Aarón también se levantó y les indicó a sus amigos que hicieran lo mismo. Unos acordes hirieron el silencio y al instante se alzaron un coro de armónicas voces desde lo alto, entonando un canto de alabanza, mientras por la senda central caminaban los monaguillos, con sus roquetes blancos sobre las sotanas rojas. Uno de ellos portando un incensario que balanceaba de un lado a otro, haciendo que el perfumado humo blanco se dispersara por entre los presentes. Dennis estornudó de nuevo.

Un joven llevaba una larga vara de metal rematada con una cruz de bronce. Le seguían varios niños, graciosísimos con sus indumentarias. Grettel no pudo evitar soltar un gritito de admiración e inmediatamente fue silenciada por sus amigos. Dos adultos iban detrás, con unos ponchos iguales al que traía María Alejandra. Y cerraban la comitiva, un par de diáconos y el sacerdote, con unos ropajes amplísimos, de color verde y blanco:

_ Debe ahogarse del calor con tanta tela por encima._ musitó Víctor alzando una ceja.

_ Con esa cosa verde esmeralda que trae el cura encima me haría un abrigo súper bellísimo._ jadeó Salim.

_ ¿Se pueden callar?_ les ordenó Nora en susurros molestos.

Los fieles acompañaban el canto de entrada con fervor, sobre todo la emperifollada señora que los había saludado antes. Su voz desgarrada y desafinada, repleta de altibajos, sonaba por encima de todas las demás, y como parecía no saberse muy bien la letra del canto, a veces emitía sonidos extraños, tratando de seguir (y para nada lo hacía) la melodía. Erik no le quitaba los ojos de encima, no se sabía si fascinado, o sorprendido o a punto de reírse de aquella excéntrica mujer. Nora, sentada junto a él, lo golpeó con un codo:

_ ¿Puedes dejar de observar a esa mujer? Se va a dar cuenta de que la estás mirando fijamente.

_ Es que no puedo dejar de verla._ dijo el muchacho apretando los labios para no reírse.

Cuando todos los integrantes de la procesión de entrada estuvieron ubicados en el presbiterio, el sacerdote, un hombre bastante joven, de no más de cuarenta años, de frente al pueblo, dio inicio a la celebración invitando al pueblo al trazar la señal de la cruz sobre sus pechos mientras decía a través de un micrófono sostenido por uno de los monaguillos:

_ En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, amén.

Aarón, sentado en el primer banco, indicó a los jóvenes, muy despacio, como ejecutar la señal de la cruz. Algunos consiguieron hacerla muy bien, otros, como Erik, Víctor y Betsy, realmente se hicieron un verdadero lío de manos. Grettel estaba admirada por la juventud del sacerdote, y le resultó bastante guapo:

_ Creo que comenzaré a venir a la iglesia todos los domingos._ musitó mordiéndose el labio inferior con picardía.

_ Te apoyo._ susurró Betsy._ ¿Cómo es posible que ese muñequito se haya hecho cura? ¡Qué desperdicio!

_ No empiecen._ les reprochó Denise por lo bajo.

Luego del acto penitencial, en el que el coro volvió a cantar, se entonó el himno del Gloria in excelsis Deo. El sacerdote hizo a continuación una breve oración, y todos tomaron asiento, mientras las dos personas adultas con ponchos se acercaban a una especie de atril tallado en mármol. Por la senda vieron a María Alejandra avanzar hacia el presbiterio y subir luego de ejecutar una respetuosa inclinación de cabeza. Uno de ellos, una mujer madura, leyó un fragmento de la Sagrada Escritura, haciendo al final una especie de invocación o aclamación a la que el pueblo respondió a coro: Te alabamos Señor.

Fue el turno de María Alejandra, quien, acercándose al micrófono dispuesto, entonó, acompañada del piano que alguien tocaba desde lo alto, una sencilla antífona que toda la congregación repitió a una señal suya. Los chicos estaban fascinados, ya que jamás habían escuchado cantar a María Alejandra. Al final de aquel salmo, una serie de palmadas rompieron el profundo silencio. Erik se había puesto en pie, aplaudiendo, y Aarón tiró de él, haciéndolo sentar de un tirón. Algunos de los chicos bajaron las cabezas para ocultar sus risas de burla, otros, para ocultar la vergüenza, pero respiraron tranquilos cuando comprobaron que, incluso el sacerdote se estaba divirtiendo con lo sucedido:

_ Siempre tienes que dar la nota._ gruñó Nora conteniendo los deseos de acogotar a Erik.

El tercer lector ejecutó la lectura correspondiente y fue entonces el turno de uno de los diáconos, que avanzó hacia el ambón, con un canto de Aleluya de fondo, escoltado por tres monaguillos, incluyendo al del incensario, y leyó un fragmento del evangelio. Aarón respondía con energía a todas las aclamaciones y luego de la lectura, indicó a los chicos que se sentaran en silencio. El sacerdote avanzó hacia el ambón y comenzó su prédica, que giraba en torno al pasaje evangélico que había proclamado el diácono y que hablaba de un joven rico que se acercaba a Jesús y le preguntaba cómo ganar la vida eterna.

El sacerdote no se refirió a ricos ni a pobres, ni a agujas ni a camellos. Habló de los jóvenes, de la gran riqueza que suponían para cualquier sociedad. Habló de los sueños, del futuro, de la dignidad y la virtud. Esa era la clase de jóvenes que el mundo necesitaba. Jóvenes que soñaran en grande, pero sueños buenos, de esperanza, de amor, de hacer el bien, de construir un mundo mejor donde la paz y la alegría tuvieran lugares privilegiados.

Hablaba con tal pasión, que hasta Renzo acabó por despertarse y prestarle atención. Cuando terminó de predicar, Erik estuvo a punto de aplaudir nuevamente, pero Nora fue mucho más rápida y le contuvo las manos, clavándole las uñas hasta hacerlo gemir.

El resto de la celebración litúrgica fue bastante confusa para los chicos, que no entendían mucho de lo que ocurría ante sus ojos. Aarón intentó explicarles en susurros apresurados, pero terminó por decirles que más tarde podría aclararles sus dudas. Durante la consagración, cuando todos los fieles se arrodillaron, ellos no supieron si imitarlos o sentarse o quedarse de pie. Eso sí, ninguno se atrevió a romper el impresionante silencio que reinaba en aquel sitio de adoración, roto apenas por el sonido cristalino de unas campanillas que algún monaguillo hacía sonar.

En el momento de la comunión, cuando los fieles se aproximaban para recibir el cuerpo de Cristo en las especies de pan y vino consagrados, ellos se sentaron y observaron a las personas acercarse al sacerdote y los diáconos que distribuían la comunión, y luego regresaban a sus asientos y se arrodillaban o se sentaban para elevar a Dios su plegarias. Renzo se puso de pie:

_ ¿A dónde vas?_ le gruñó Betsy.

_ Yo también quiero probar la galletica esa que están dando.

_ No, no puedes._ negó Aarón con paciencia.

_ ¿Por qué no?

_ Porque necesitas prepararte primero para comulgar.

_ ¿Y tú puedes ir a comerte la galletica?

_ No. Me estoy preparando para bautizarme y poder comulgar en un futuro.

Renzo se volvió a sentar, enfurruñado:

_ ¿Entonces me hicieron madrugar, estar todo este tiempo aquí, levantándome y sentándome cada cinco minutos para que al final no me den una galletica de esas?

_ Compórtate o te meto._ le amenazó Betsy por lo bajo.

El sacerdote hizo una nueva plegaria tras la cual pareció que la celebración había acabado, pero el joven presbítero, dirigiéndose a sus fieles con un tono menos solemne, indicó a todos que tomaran asiento y pronunció algunos anuncios para varios días de esa semana: reuniones, encuentros formativos, ensayos del coro, clases. Todo indicaba que aquella comunidad estaba llena de vida. Finalmente, posando su mirada en los tres primeros bancos ocupados por el piquete, comenzó a decir:

_ Bueno, y habrán notado que hoy hemos tenido muchas caras nuevas en nuestra eucaristía. Quisiera presentarles al grupo de baile al que pertenece nuestra querida María Alejandra. Ella y su novio han querido traerlos hoy para que reciban una bendición especial, ya que la semana próxima estarán en Camagüey para un evento competitivo. Tengámoslos presentes en estos días en nuestras oraciones y esperemos que todo les salga bien... Pónganse de pie jóvenes, para que los conozcan.

Tímidamente, los chicos obedecieron, mientras recibían una lluvia de aplausos. La señora vestida de amarillo y voz desgarrada también se puso de pie, sonriéndole a los chicos y gritando: ¡Gloria a Dios! ¡Que el Señor me los bendiga! Esta vez Erik soltó una carcajada y de nada sirvió que Nora le tirara de una oreja. María Alejandra descendió del coro y avanzando hacia el frente, indicó a sus amigos que la siguieran. Todos, parados frente al sacerdote, inclinaron sus cabezas mientras la asamblea enmudecía para que el celebrante recitara una oración especial para ellos y sus proyectos. Luego, colocó a cada uno sus manos en sus cabezas, para otorgarles una bendición particular.

La misa terminó cuando toda la comunidad recibió la bendición final, y con un canto de salida como fondo, monaguillos, lectores, diáconos y el sacerdote, se retiraron tan solemnemente como habían entrado.

A continuación los chicos fueron asaltados por una muchedumbre ansiosa por saludarlos y desearles éxitos. No podían evitar sentirse emocionados ante una acogida tan calurosa. Solo Fabián seguía silencioso y bastante sombrío:

_ ¿Puedes cambiar esa cara?_ le regañó Dalton._ No entiendo tu actitud.

_ No me gustan las iglesias. Ya te lo dije.

_ ¿Pero no entiendo por qué? Todo el mundo nos ha tratado muy bien.

_ Eso es porque no saben lo que somos tú y yo. Pero hace un rato vi a unas personas mirando a Salim, señalándolo y riéndose, e incluso, algunos lo miraron con mala cara. Las iglesias suelen ser bastante crueles con los gais. Siempre nos han cuestionado, juzgado y rechazado, independientemente de que en sus filas, haya cientos de miles de gais ocultos que no dan la cara por miedo o vergüenza. Por eso no me gusta la religión, porque en mi criterio es una gran hipocresía.

Aarón, que los estaba escuchando discretamente, se atrevió a decirles en voz baja:

_ Decir eso es bastante exagerado, Fabián.

_ Lo siento, Aarón, pero es mi manera de pensar. No creo en Dios. De hecho, si realmente existiera, hay muchas cosas que me gustaría preguntarle.

Lejos de ofenderse, Aarón se encogió de hombros:

_ ¿Qué cosa, por ejemplo?

_ ¿Por ejemplo? Pues, si es verdad que odia tanto a los homosexuales ¿Por qué entonces permitió que naciéramos? ¿Por qué no nos destruye y se evita el trago amargo de soportarnos? En cambio nos deja nacer, nos hace así y permite que la gente nos torture por ello. Creo que eso es demasiado cruel viniendo de alguien que dicen que es amor.

Por un momento, Dalton creyó que Aarón se enojaría por las palabras de Fabián. Sin embargo, el joven se acercó, le colocó las manos sobre los hombros, y mirándolo fijamente, con una sonrisa en los labios, respondió con mucha calma:

_ Fabián, antes pensaba que los gais eran personas malas. Que estaban en el mundo para sembrar corrupción y daño y maldad. Fue lo que me inculcaron en mi antigua iglesia. Pero desde que comencé a venir a la iglesia católica, aprendí que solo son personas como cualquier otra, a quienes Dios ama tanto como a las demás personas restantes. Dios no odia ni rechaza a nadie. Los seres humanos lo hacemos porque somos miserables e imperfectos, y nos hemos hecho un dios que es como nosotros, miserable e imperfecto. Y lamentablemente ese es el dios que a veces ponemos ante la gente. Pero tienes que saber que Dios, el verdadero, el que es AMOR, ese Dios te ama, a ti, a Dalton y a Salim.

_ Quisiera creerlo._ dijo Fabián tras una pausa, pero con el semblante más suavizado.

_ En otro momento podemos hablar de este tema, si quieres, pero ahora vayamos al patio. El padre quiere tener un encuentro con nosotros.

Salieron del templo hacia el exterior, a un amplio patio enlozado con piedras, en cuyo centro se alzaba una mata de mangos que daba sombra, y bajo cual los asistentes a la misa dominical estaban parados, conversando, riendo y saludándose. Aarón los condujo hacia un pequeño salón lleno de sillas negras acolchadas. Era una especie de aula con ventanitas de madera y cristal de estilo isabelino. Se acomodaron y aguardaron a que llegaran el sacerdote y María Alejandra. El reverendo se presentó y quiso escuchar los nombres de cada uno. Muchos pensaron que se insultaría cuando tocó el turno de Salim, y el chico se expresó tal cual era, con toda la libertad que le caracterizaba, pero el sacerdote solo se limitó a alzar una ceja y a sonreír ampliamente:

_ ¿Dónde está Grettel?_ preguntó Yolanda de repente.

_ Creo que fue al baño,_ respondió Víctor,_ pero ya se ha demorado demasiado.

_ Padre, faltan dos del grupo que no sabemos por qué no vinieron._ dijo María Alejandra haciendo referencia a Wendy y a Luis Mario.

_ Entonces son un grupo bastante grande. Qué bueno... ¿Y quién los atiende?

Los jóvenes comenzaron a hablar del profesor Diego, de cómo era la labor que desempeñaban y del festival en el que tomarían parte en menos de una semana. En medio de la charla, Grettel hizo su entrada, casi corriendo:

_ ¿Dónde te metiste?_ le preguntó su novio._ Estaba a punto de salir a buscarte.

Grettel se dejó caer sofocada en el asiento:

_ Lo siento. Fui al baño, pero me entretuve escuchando a unas personas que estaban hablando de algo que pasó hoy.

_ De verdad que eres adicta al chisme._ señaló Betsy con una mueca.

_ ¿Y qué fue lo que pasó?_ quiso saber Salim de inmediato.

_ Allá va el otro._ musitó Joel.

Grettel se movió toda oronda y comenzó a contar:

_ Parece ser que hoy una mujer le cayó a machetazos a su propio hijo. La mandó directo al hospital.

Aquella noticia provocó una oleada de comentarios:

_ Se verán horrores._ dijo Brianna.

_ ¿Qué clase de madre hace algo así?_ se quejó Katia, espantada ante aquella narración.

En los siguientes minutos no se habló de otra cosa que no fuera del terrible suceso, hasta que el sacerdote tuvo que despedirse y dejarlos para ir a atender a unas personas que demandaban de su presencia. María Alejandra y Aarón los llevaron entonces hasta la torre para que subieran al campanario y vieran la maravillosa vista que podía advertirse desde lo alto.

Fue una mañana diferente y muy agradable para todos, incluso para Renzo, aunque seguía quejándose y asegurando que en cuanto llegara a su casa y almorzara, se acostaría a dormir hasta el otro día:

_ ¿Se te olvida que estamos de pase corto y que tenemos que entrar hoy a la escuela?_ le recordó Dennis.

Los chicos se despidieron y se marcharon a sus casas, quedando para encontrarse a la seis de la tarde en el punto de salida del camión que los llevaría de vuelta a la escuela:

_ ¿Vas a almorzar por fin en la casa de Yolanda?_ preguntó Renzo, ya montado en su flamante moto, con Betsy acomodada tras él.

_ Si y me voy a bañar allá también. Pasaré por tu casa a recoger el equipaje y a darle las gracias por todo a tu abuela y a tu tía.

_ Sabes que ellas están enamoradas de ti._ se mofó Renzo antes de poner en marcha el vehículo, que se alejó con un potente bramido.

******************

Joel y Yolanda disfrutaban de un delicioso almuerzo en compañía de José Armando, Elvira y el pequeño Aliosha, cuando sonó el teléfono. José Armando protestó, ya que odiaba que alguien molestara en cualquiera de los horarios propios de las distintas comidas:

_ La gente a veces no sé en lo que piensa._ decía._ Estas no son horas de llamar a la casa de nadie.

_ En mi casa es igual._ explicó Joel._ Como mis padres son médicos, los teléfonos sonaban en cualquier momento, para cualquiera de los dos. Mi mamá optó por, en los horarios de almuerzo o comida, lo desconecta y se quita de encima el problema.

_ Pues tendremos que hacer lo mismo aquí.

_ Pero si aquí no llama nadie._ saltó Yolanda mirando a su padre con desaprobación._ te has vuelto un poquito resabioso.

Elvira, que había ido a contestar la llamada, regresó al comedor:

_ Yola, es para ti. Creo que es uno de los muchachos del grupo. Sonaba bastante preocupado.

Asombrada, Yolanda miró a Joel y se encaminó a la sala. Tardó unos minutos en regresar, y cuando lo hizo, todos se preocuparon al ver la expresión de su rostro:

_ ¿Qué pasó?_ quiso saber Joel.

_ ¿Y esa cara, Yola?_ intervino su padre._ ¿Pasó algo malo?

Yolanda abrió la boca para hablar, pero ni un solo sonido brotó de entre sus labios. En cambio, sus ojos se empañaron por las lágrimas que no tardaron en emerger. Joel se puso de pie, y la muchacha se arrojó contra su pecho:

_ ¡Pero niña acaba de decir qué pasa!_ insistió Elvira al borde de la preocupación.

Yolanda apartó la cabeza y trató de controlarse. Tomó aire y secándose las lágrimas del rostro, miró a Joel, que aguardaba ansioso a que ella se explicara:

_ Era Oscar... Llamó para decir que Luis Mario está hospitalizado. Fue él... el muchacho al que la mamá le cayó a machetazos.

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