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FEBRERO

♪...Where hummingbirds are flying in the sky
Dreams are coming true
A magic place where you can count the stars
Just lay down in the middle of the night, look up to the sky,
Tennessee skyline...♫

Enero había llegado a su fin y febrero empezaba a abrirse paso con sus días que alternaban entre la calidez y la frialdad. Los estudiantes podían despertar una mañana tiritando de frío y embutirse en sus abrigos, y al día siguiente levantarse con un calor exasperante. Erik decía que, de seguir así, con esos cambios de clima tan bruscos, terminarían extinguiéndose como los dinosaurios. La broma los hizo reír cuando la dijo la primera vez, pero al repetirla durante tres días seguidos, y a veces en más de una ocasión, perdió toda la gracia, aunque igualmente, él continuó diciéndola cada vez que quería hacerse sonar.

Luego de la participación del grupo en el evento de círculos de interés y formación vocacional en el que resultaron ampliamente galardonados y elogiados, vino un brevísimo período de calma, tornándose en una especie de rutina aburrida. Clases, estudio y ensayos. Pocas fueron las novedades en el ámbito escolar, siendo quizás lo más relevante, el doble triunfo de Dennis, que alcanzó el lugar cimero en los concursos provinciales de Español e Historia, siendo seleccionado para participar en la selección nacional de ambas materias. El único inconveniente, era que el joven llevaba una semana fuera de la escuela, en un concentrado preparatorio en el IPVCE de Camagüey, y ya le echaban de menos, principalmente sus hermanos, aunque Diogo siempre decía al final que negaría rotundamente haber dicho en algún momento que lo extrañaba.

Betsy y Renzo estaban insoportables, y en los últimos días no hacían más que discutir aunque luego tuvieran sus retorcidas reconciliaciones. Pero lo cierto es que habían retomado la antigua costumbre de pelearse por cualquier motivo y ya todos habían perdido la cuenta de en cuantas ocasiones habían puesto fin al noviazgo, para retomarlo un par de horas después. Flavia no hacía más que repetirles que habían caído en una real falta de respeto mutuo, y de seguir así, no auguraba un buen final para ambos. Betsy y Renzo concordaban con la chica y con todos cuantos les aconsejaban acabar la relación antes de que terminaran odiándose, pero aún así continuaron juntos y cada vez con episodios de peleas más seguidos.

Tras el apasionado encuentro vivido por ambos una tarde en el salón de clases, Erik y Nora habían iniciado una especie de romance secreto. Ante la vista de todos, seguían siendo los mismos de siempre. Ella continuaba zurrándolo cada vez que se le presentaba oportunidad, criticándolo cruelmente y tratándolo con tanta rudeza como le era posible. Pero en las noches, se escapaban discretamente del autoestudio y se escurrían entre las sombras de la parte trasera de los dormitorios, lejos de cualquier presencia humana que pudiera reconocerlos y delatarlos, y daban rienda suelta a toda una desenfrenada sesión de besos y caricias que Nora disfrutaba sobremanera, aunque siempre tenía que estar atajando a Erik por querer meter las manos donde no debía. Nunca creyó que iba a deleitarse tanto con la compañía del muchacho y lo que hacían en su secretísima intimidad, y ya estaba pensando profundamente ir un poco más lejos. No planeaba acostarse con él, pero de seguro no haría ningún daño el dejarse tocar un poco, y de paso, descubrir la sexualidad masculina por ella misma.

Nadie parecía haberse percatado aún del gran interés que Katia estaba mostrando recientemente por el profesor Diego, y lo mucho que ahora trataba de estar cerca de él, riéndose de cualquier cosa que dijera el hombre por muy simple o carente de gracia que fuera. Nadie, excepto Itzel, que intentaba no abrirse a las sospechas que empezaba a albergar y a las cuales temía sobremanera. Estuvo tentada a comentarle a Salim sobre sus desconfianzas, pero prefirió no aventurarse, y mucho menos abordar a Katia directamente para salir de dudas. Era mejor que las cosas quedaran así por el momento, en simples dudas. Pero el ver a Katia sonriendo como una tonta cada vez que veía pasar al profesor Diego, ofreciéndole dulcecitos y sacándole plática a la menor oportunidad, no podía apartar de su mente un nuevo temor con respecto a su amiga, y tuvo la extraña sensación de un dejá vú.

Aparte de todo lo anterior, Claudia apareció en la escuela, días después del evento de círculos de interés y formación vocacional, y les propuso preparar algo especial con motivo de la próxima celebración del día de los enamorados, y desde hacía una semana había comenzado a organizar una especie de obra teatral compuesta por varios sketch. Realmente era una manera de provocar a Gema, quien, a modo de revancha por la exitosa gala que había preparado Diego semanas atrás, se había propuesto organizar una similar con su grupo de aficionados para la festividad, en la cual, por supuesto, Rosemary y Lilí tomarían amplio protagonismo. Claro, que jamás se imaginó que todo el alumnado y parte del profesorado comenzaría a preguntar, intencionadamente o no, si el piquete del profesor Diego tomaría parte en dicho espectáculo, a lo que la resentida instructora de danza tuvo que responder afirmativamente, aunque por dentro estuviera remordiéndose de envidia y resentimiento.

A pesar de la ausencia de Dennis, Joel y Valeria, Claudia y Diego reservaron personajes también a cada uno, para cuando pudieran finalmente unirse a los ensayos. No era nada complicado, y lo mejor es que no tenían que memorizar textos, puesto que Claudia había empleado una modalidad conocida como teatro gestual o silencio orgánico, donde se podían representar historias completas a través de los movimientos, expresiones faciales, coreografías, en el caso de ellos, empleando temas musicales muy conocidos, apropiados para la ocasión. En un principio, Claudia había querido representar una historia con temática gay, protagonizada por Dalton y Fabián, pero los jóvenes prefirieron no arriesgarse. La escuela aún estaba acostumbrándose a la idea de tener una pareja del mismo sexo exhibiéndose por sus áreas, consideraron prudente no remover demasiado el asunto. Aunque no muy convencida ni contenta con la negativa, Claudia finalmente se conformó con la propuesta de Fabián de interpretar dentro de la trama de la historia, un tema musical del grupo Camila. Aarón no puso reparo alguno en prestarle su guitarra para que practicara.

Aquella nueva aventura mitigó un tanto el aburrimiento y sirvió para mantenerlos en activo mientras continuaban a la expectativa de la noticia de cuándo sería el festival provincial de la FEEM.

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♪...Where hummingbirds are flying in the sky
Dreams are coming true (true)
A magic place where you can count the stars
Just lay down in the middle of the night, look up to the sky...♫

Yolanda suspiró mientras trataba de enfocarse en los deberes escolares y en la hermosa canción que escuchaba a través del MP3. Se había sentado en su sitio favorito bajo un arbusto, recostada a la verja, con las piernas estiradas y los pies fuera de las zapatillas deportivas. Nora y Grettel andaban con el resto de las chicas en alguna trastada, y Joel seguía volcado en sus estudios para los exámenes finales, por lo que últimamente, él y Valeria habían ido poco a los ensayos, y se les veía menos cada vez que el piquete se aglomeraba en el ranchón. Comprendía el estrés de su novio y la poca atención que le había brindado en la última semana, pero no le resultaba para nada agradable y solo deseaba que el período de exámenes concluyera pronto para poder gozar nuevamente de la compañía de Joel a plenitud.

Hojeó distraídamente el libro de Matemáticas y trató de enfocarse en el ejercicio que acababa de plasmar en el cuaderno, pero lo cierto es que no tenía deseos de hacer cálculos, así que los apartó a un lado sobre la hierba y cerró los ojos para disfrutar mejor de la soledad. A lo lejos se escuchaba el bullicio de los estudiantes en la plaza escolar, ahora convertida en área de deportes, donde Renzo, Erik, Luis Mario y Diogo, se enfrentaban a otros estudiantes en un improvisado campeonato de fútbol. Pero en aquel rinconcito, Yolanda se sentía aislada y libre de dar paso a dos preocupaciones que le estaban atormentando desde el inicio del mes más corto del año.

El cumpleaños de Nora estaba próximo. Nora odiaba su cumpleaños. No porque tuviera miedo a envejecer un año más, sino porque detestaba que ese día, todos los que la conocían no hacían más que atosigarla. Cierto que le gustaba que la felicitaran, y recibir regalos ¿A quién no? Pero lo que no resistía, era que su familia quisiera convertir esa fecha en un motivo para hacer una gran fiesta a la cual asistían parientes y amigos que bebían y armaban un jolgorio en su honor, del cual era ella la que menos disfrutaba. Sus padres, que trabajaban y residían en el balneario turístico Santa Lucía, venían siempre, cargados de obsequios, y le organizaban una celebración. Sus abuelos se esmeraban preparando una rica cena. Nora siempre les decía que solo quería pasar el rato con ellos e invitar a algunos amigos y punto, pero que lo que comenzaba como una celebración íntima, acababa en un jolgorio lleno de gente que, la mayoría de las ocasiones ni la misma Nora conocía.

Por suerte, ese año pasaría su onomástico en la escuela, ya había sacado las cuentas, pero ahí radicaba entonces otra complicación. Había una absurda tradición en la que a los homenajeados se les obsequiaba echándoles encima uno o varios baldes de agua. Yolanda había visto en más de una ocasión, a estudiantes siendo ensopados en medio de la plaza, vestidos incluso con el uniforme y siendo choteados públicamente por todos los presentes. Desde la primera vez que presenció tal acto, con verdadero horror de su parte, Nora las forzó a ella y a Grettel, las únicas que conocían su fecha de nacimiento, a que bajo ningún motivo revelarían a nadie cuando era su aniversario. Ella no tuvo inconveniencia alguna. Grettel aceptó a regañadientes, aunque bien sabía que la muchachita estaba maquinando algo entre manos, y solo rezaba porque no surgiera un conflicto entre sus dos mejores amigas.

Y la segunda preocupación era referente al catorce de febrero, el tan conocido Día de los Enamorados, o como se le llamaba últimamente, el Día del Amor y la Amistad. Para ella siempre había sido una fecha sin importancia. Una cursi jornada en la que la gente se felicitaba mutuamente y compartía regalos,_ las parejas románticas, principalmente_ en una especie de orgía romanticoide de detalles inexistentes durante los restantes días del año, limitándose solo a una fecha que ella terminó casi odiando, por parecerle un mero teatro cargado de hipocresía barata.

Como nunca había tenido novio, jamás se preocupó o prestó atención a la festividad del catorce de febrero. Nora y ella compartían el criterio de que el amor no era algo para celebrar un solo día en específico, sino que debería recordarse siempre, los trescientos sesenta y cinco días del año. Pero el venidero catorce de febrero sería muy diferente para ella. Ahora contaba con novio, y no poseía ni la menor idea de qué regalarle. Para alguien que lo tenía casi todo, materialmente hablando, a Yolanda le aterraba la cuestión de hacerle un regalo que no estuviera a su altura. Esperaba de él algo en verdad grandioso y bello, pero ella, que no tenía experiencia en tales asuntos, en serio comenzaba a estresarse. Conversó al respecto con su madre y Elvira le aseguró que no se preocupara, que ella se encargaría de comprar el regalo para su yerno. Yolanda le advirtió que debía ser algo verdaderamente especial, y Elvira a duras penas consiguió calmarla. Solo a duras penas. Sacudió la cabeza y trató de apartar aquellos pensamientos que le atormentaban con su carga de temores, e intentó concentrarse en recordar los pasos de la nueva coreografía que el profesor Diego había preparado para ella y Joel en la obra teatral de Claudia.

Se trataba de Promise, una canción a dúo entre Romeo Santos y Usher. El tema estaba siendo muy pegajoso últimamente y era una combinación de bachata y R&B que el profesor quería ajustar con pasos clásicos, de hecho, le había pedido que la bailara calzando zapatillas de punta, lo que a Yolanda en un inicio le pareció un disparate, pero luego, cuando la coreografía comenzó a tomar forma, le resultó innovadora y muy interesante la perspectiva de su maestro, convenciéndola una vez más de que, de haber continuado con sus estudios, el profesor Diego habría sido un gran coreógrafo, de los que se aventuran y transgreden esquemas sin importarle las fórmulas pre-escritas y los academicismos.

Todos aquellos pensamientos se esfumaron cuando vio a Joel encaminándose hacia ella y no pudo evitar morderse una esquina del labio inferior. Por Dios... A veces le costaba un montón hacerse a la idea de lo atractivo que era su novio. No se cansaba de mirarlo, sobre todo cuando estaba sin ropa. Betsy acostumbraba a decir que no había nada más horrible que un hombre y una mujer encuerados, pero en su opinión, cada vez que veía a Joel desnudo, era como un espléndido día de fiesta. Yolanda sintió una oleada de calor recorriéndole desde la punta de los pies hasta el ombligo y apretó las piernas, consciente de que el solo ver a su novio acercándose, acababa de humedecerla. Con una sonrisa deslumbrante, el muchacho se dejó caer a su lado sobre la hierba y le lamió los labios para decirle luego con voz provocativa:

_ Hola, novia.

Yolanda se acomodó a horcajadas sobre sus piernas y tomándole el rostro entre las manos lo besó con ansias, gimiendo cuando los brazos de Joel la rodearon, apretándola más contra su cuerpo, activado de inmediato. Tenía tantas ganas de él... ¿Cuánto había pasado desde la última vez que tuvieron intimidad? ¿Tres días? Sonaba casi a tres años:

_ ¿Tienes las llaves del laboratorio de Física?_ le susurró al oído mientras entornaba los ojos al sentir la lengua de Joel deslizándose sobre su cuello febril.

Joel soltó una risita y se apartó un poco de ella. Yolanda soltó un respingo a modo de protesta e intentó volver a besarlo. Joel respondió con una sutil caricia:

_ Alguien está un poco caliente._ dijo a modo de broma.

Yolanda aproximó su boca a la oreja derecha del muchacho y susurró:

_ Estoy que quemo.

Joel soltó una carcajada y la abrazó, para luego mirarla durante unos segundos y suspirar. Todo su semblante reflejaba el amor y el deseo que sentía por ella:

_ Oye, hace días que quería hablarte sobre algo.

Yolanda sonrió con malicia y arremetió contra él, besándolo con suavidad en el cuello, en las mejillas, en la boca. Joel jadeó y se mordió los labios. Yolanda le hacía perder el control, y realmente quería hablarle sobre un tema en el que había estado reflexionando últimamente:

_ Yola, en serio. Necesito que me escuches..._ pudo decir a duras penas.

Ella no se detuvo, aunque dijo entre dientes:

_ Te estoy oyendo. No soy sorda.

Si ella no se detenía, no le iba a importar que estuvieran a la vista. La tendería sobre la hierba, le arrancaría la falda short y las bragas; se bajaría él los pantalones y los calzoncillos y le haría el amor allí mismo, y quien quisiese mirar, que mirase. Pero no era ese el punto, y por muchas ganas que tuviera de intimar con ella, había algo mucho más importante. La apartó suavemente y la miró directo a los ojos:

_ Es en serio. Tenemos que hablar.

Yolanda se estremeció. Siempre había escuchado decir que cuando en una pareja, uno de los dos emplea la frase tenemos que hablar, había que esperar lo peor. Tragó en seco e intentó no dar a demostrar su naciente temor. Cruzó los brazos sobre el pecho y preguntó con voz ronca y aparentemente distraída:

_ ¿Qué pasa?

Como si hubiese leído su mente, Joel volvió a carcajearse y la besó intensamente para luego decirle:

_ No pasa nada malo. No pienses tonterías.

_ ¿Cómo sabes lo que estoy pensando?

_ Porque te conozco y sé que ya estabas creyendo lo peor.

Sin poder evitar la tranquilidad inmediata al escuchar aquellas palabras, Yolanda le echó los brazos al cuello, largando un suspiro de alivio. Cuando se apartó, sin quitarle los brazos de encima de los hombros, preguntó:

_ ¿Y sobre qué quieres hablar?

_ He estado pensando en nosotros, en nuestra relación...

_ Se suponía que debías estar estudiando._ le interrumpió ella enarcando una ceja con diversión.

_ Esto es serio, Yola... Mira, creo que le estamos dando demasiada importancia al sexo, y no quiero que eso se vuelva el centro de nuestro noviazgo.

_ ¿A qué te refieres?_ Yolanda se había puesto seria de inmediato, advirtiendo que en verdad se trataba de un tema muy grave.

_ Que no quiero que seamos ese tipo de pareja que no tiene nada de qué conversar y que todo en ellos se resume a acostarse y punto. Quiero que seamos novios, no animales.

Esta vez fue Yolanda quien se rió. Por esa y otras razones era por las cuales se había enamorado perdidamente de Joel. Solo él podía preocuparse por un asunto así. Solo él tendría el detalle de una reacción semejante que, lejos de apaciguarla, había incrementado los deseos que tenía de arrancarle la camisa de uniforme, bajarle los pantalones y los calzones hasta los tobillos y dejar que la penetrara hasta hacerla chillar como una gata en celo. En cambio, se humedeció los labios con la lengua y pegó su frente a la de él, acariciándole la nuca con los dedos:

_ Yo también opino lo mismo. Confieso que últimamente tenía miedo de estar volviéndome una enferma sexual o una adicta a ti.

_ ¿Adicta a mí? ¿Acaso soy una droga?_ bromeó Joel.

_ Algo así._ sonrió ella mordiéndose los labios.

Él amaba cuando ella hacía ese gesto, porque sabía el poder que ejercía sobre su persona, sobre sus deseos, sobre sus instintos, y se sintió sobreexcitado en gran medida. Dejó que sus manos la recorrieran desde las caderas hasta la espalda y le dijo al oído en un susurro cargado de sensualidad:

_ Sin embargo, teniendo en cuenta que hace tres días que no hacemos nada, y que estoy casi trepando por las paredes..._ sacó una llave que ella reconoció de inmediato y la agitó en el aire._ Podríamos hacer una visita al laboratorio de Física... Digo, si todavía tienes ganas.

Se mordió el labio inferior y levantó las cejas repetidas veces. Ella se rió, entornando la mirada:

_ Pensé que íbamos a descansar un poco de tener sexo.

_ OK, llevamos tres días sin hacerlo. Creo que ha sido un descanso suficientemente largo.

_ Bien... ¿Qué hacemos aquí sentados todavía?

Media hora después, estaban desnudos y abrazados sobre la meseta azulejada del laboratorio de Física luego de haber hecho el amor apasionadamente. Ella le hablaba sobre la obra de teatro y especialmente de la coreografía que el profesor Diego había previsto para ambos, mientras él se lamentaba de no poder compartir más tiempo con el piquete, y ansiando que el período de exámenes concluyera pronto. Mientras se vestían y casi a punto de salir del salón, él la detuvo y la atrajo hacia sí, dándole un beso que la dejó sin respiración:

_ Tengo una propuesta para ti.

Yolanda sonrió pícaramente:

_ ¿Qué? ¿Quieres repetir esta noche?

_ No exactamente, aunque tampoco es mala idea._ Joel la abrazó, apretándole los glúteos y atrayéndola más._ Es que ya está cerca el catorce de febrero y me gustaría que lo pasáramos juntos, en mi casa y...

_ ¡Si, si, si!_ chilló ella sin dejarlo terminar de hablar y besándolo con frenesí.

_ Tienes que pedirle permiso a tus padres y...

_ Mi mamá va a decir que sí, eso es seguro, y mi papá, más le vale hacer lo mismo. Además, les debo una visita a tus papás.

_ Entonces... ¿Pasaremos el catorce de febrero juntos?

Ella sonrió:

_ Pasaremos el catorce de febrero juntos. Nuestro primer catorce de febrero.

Y mientras se besaban, Yolanda volvió a ser asaltada por los temores del regalo ideal para su novio.

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Sentado en lo alto de la oxidada escalera de hierro por la que se ascendía a la caseta de vigilancia, Dalton observaba a los jugadores de fútbol. A su lado, Fabián leía tranquilamente un nuevo libro. Dalton suspiró y reclinó la cabeza sobre el hombro de su novio que, sin mirarlo, sonrió y alzó una mano para acariciarle un mechón de rizos. Jamás creyó que llegaría el día en que podría estar así, al lado de él, sin miedo de ser descubiertos por alguien. Aún le resultaba incómodo ver a la gente mirándole y murmurando cada vez que pasaban, y cuando escuchaba temas relacionados con la homosexualidad, no podía evitar sentirse de alguna manera referenciado, como si todo el mundo tuviera conocimiento de su vida íntima y le juzgara por ello.

Tenía que superar tales estados de ánimo. Era gay, lo tenía más que claro, y sus amigos más cercanos y su familia parecían no tener problema con su elección, aunque a veces se sentía perturbado, sobre todo cuando estaba en su casa, en compañía de Fabián. Desde que habían formalizado su relación, acostumbraban a pasar la noche del viernes cada uno en su casa, los sábados con la tía María Elena y los domingos cada uno en su residencia. La tía María Elena era bastante liberal y les había dejado en claro que no había necesidad de que se fueran a tener intimidad en ningún monte o rincón oscuro de la calle, cuando Fabián tenía una habitación cómoda para tales menesteres. En un principio, la pareja se había sentido cohibida, pero el fuego de las hormonas fue mucho más fuerte y terminaron adaptándose a las locuras de la mujer, quien no mostraba señal de escándalo ante la idea de tener a dos hombres teniendo sexo bajo su techo:

_ Si en vez de novio, Fabián tuviera una novia, de seguro sería lo mismo; él queriendo acostarse con ella... ¿Qué tiene de malo que dos jóvenes lindos del mismo sexo, que se quieren, deseen disfrutar como lo haría cualquier pareja heterosexual?

Pero a Dalton jamás se le hubiese ocurrido la idea de llevar a Fabián a su casa con tales fines. Aparte de la falta de intimidad por la cantidad de personas que allí convivían, sabía que Diogo todavía tenía sus reservas, y aunque se portaba de manera campechana tanto con él como con Fabián, todavía se ponía tenso cuando los veía dándose arrumacos, y lo mismo ocurría con su padre, aunque aquel fin de semana último había sucedido algo que definitivamente le había disipado todas las dudas y temores:

_ El domingo hablé con mi papá. O mejor dicho, él habló conmigo.

Fabián apartó los ojos de la lectura y ladeó la cabeza para verle. Estaba consciente de que Dalton aún no se aceptaba del todo y tenía sus reservas con respecto a su familia, aunque fingiera que todo iba bien con ellos. Lo sentía cada vez que estaban en la casa del joven e intentaba darle un simple y casto beso en la mejilla o le abrazaba; sentía la reacción involuntaria de su cuerpo mostrando incomodidad, sobre todo cuando estaba presente alguien de la familia. Dennis y Denise no se inmutaban, y la mamá tampoco; en cambio, Diogo y su papá volteaban la cabeza, carraspeaban o simplemente salían de la habitación donde estuviesen. Por eso, al escucharle decir que había sostenido una plática con su progenitor, le despertaba la curiosidad de tal modo como para apartarle de la interesante lectura en la que estaba enfrascado:

_ ¿Y qué tal fue?

Dalton se humedeció los labios y suspiró antes de comenzar a hablar:

_ No lo sé. Aún intento comprender y asimilarlo.

_ ¿Te reprochó algo? ¿Te juzgó?

Dalton sacudió la cabeza negativamente:

_ Todo lo contrario. Por primera vez desde que salí del closet, sentí que... que mi papá de verdad me ama tal como soy. Y que me acepta.

Fabián cerró el libro y tomó una mano de Dalton, entrelazando los dedos. Dalton miró hacia un punto lejano, más allá de la plaza escolar convertida en campo de fútbol; más allá de las naves de aulas y los árboles y la verja; hacia el cielo plomizo del atardecer:

_ Yo estaba en el cuarto terminando de estudiar, cuando él entró, se sentó en la cama, me acarició la cabeza y me preguntó si era feliz, si las cosas contigo iban bien. Aquello me sorprendió porque nunca me había hecho esa clase de pregunta, y me consta que cuando vas a la casa te saluda y se comporta muy decente contigo, pero nada más. Cuando le contesté, diciéndole que todo iba de maravillas, se quedó callado un rato, y entonces me llené de valor para hacerle una pregunta que he tenido atorada en la garganta desde que todo se supo.

_ ¿Qué le preguntaste?

_ Si se sentía decepcionado de mí porque era gay.

Aquella respuesta pesó durante unos segundos, flotando alrededor de ellos y de la oxidada escalera hasta que Fabián se atrevió a preguntar, con voz cautelosa:

_ ¿Y qué te respondió?

Dalton suspiró y sonrió ampliamente, dirigiendo sus ojos hacia su novio:

_ Me dijo que de lo único que podría sentirse decepcionado, era de sí mismo si algún día dejara de amar a uno solo de sus cuatro hijos.

La sonrisa en el rostro de Fabián se hizo más intensa, y los ojos se le humedecieron. Abrazó más a Dalton, plasmándole un sonoro beso en la mejilla, mientras el otro, sonriendo con emoción y sin poder contener dos lagrimones, continuaba hablando:

_ Yo... en aquel momento... al escuchar a mi papá decirme aquello... me quedé... no sé... no tenía palabras para decirle lo mucho que significaba para mí que me dijera esas cosas.

_ Debes estar muy feliz, y orgulloso.

_ Y lo estoy..._ Dalton aspiró una bocanada de aire._ Papi me dijo que aunque había cosas que no podía entender y que le costaba aceptar con respecto a mi modo de ser, ante todo yo era su hijo, y que no podía hacer nada para que me quisiera más o menos de lo que me quería. Me habló también de cuando supieron que yo había intentado suicidarme. Me aseguró que la idea de que hubiera muerto le hizo más daño que la certeza de saber que yo era homosexual.

Frunció los labios y suspiró, alzando la mirada al cielo. Fabián ejerció presión en las manos entrelazadas, para hacerle entender que no estaba solo, que él seguía allí, a su lado. Dalton esbozó una sonrisa triste:

_ Nunca voy a olvidar lo que me dijo después..._ y pronunció despacio y cuidadosamente._ Quizás creas que te quiero menos porque casi no hablamos, y no es que sea así, es que tengo que aprender a conocerte ahora, a entenderte. Con tus hermanos es más fácil, porque ellos son como la mayoría. Tú no, tú eres diferente, y me gusta que seas distinto. Claro, si te soy del todo sincero, hubiera preferido otra clase de diferencia en ti, pero nadie puede escapar al signo que le tocó en esta vida. Nadie. Y sí, me habría encantado que fueras normal, como tus hermanos, y no porque tenga algo en contra de los homosexuales, sino porque me molesta que haya gente estúpida que se crea con el derecho de humillarte y hacerte la vida más difícil. Eso no es lo que un padre quiere para su hijo. No es lo que yo quiero para ti. Pero es la vida que has elegido y tengo que respetarla, y mi deber ahora es seguir amándote tanto o más que antes, para que sepas que, sin importar lo que hagas o con quien lo hagas, tu papá siempre va a estar ahí para ti.

Los labios de Fabián temblaron antes de que sus ojos se desbordaran de lágrimas. Hubiera dado con gusto cualquier parte de su cuerpo con tal de escuchar palabras similares pronunciadas por su propio padre, pero aquello era una utopía, un sueño imposible de que se hiciese realidad alguna vez. Dalton le acarició una mejilla y pegó su frente a la suya antes de decirle:

_ Terminé llorando como un niño chiquito en los brazos de mi papá.

Fabián mostró una sonrisa temblorosa, y Dalton comprendió lo que estaba sintiendo en ese momento el muchacho al escuchar el relato de aquella conmovedora escena entre padre e hijo, que tal vez, él jamás podría experimentar. Tomó el rostro de Fabián entre sus manos y le obligó a mirarle a los ojos, mientras decía con voz suave:

_ Solo espero que algún día, tú puedas vivir la misma experiencia con el tuyo. Lo deseo de todo corazón. Él tiene que entender el hijo maravilloso que tiene.

_ Ya hablas como mi tía._ sonrió Fabián entre lágrimas.

_ No, si hablara como María Elena, diría algo así como..._ y trató de imitar la voz de la tía de Fabián._ Ese degeneráo no tiene ni idea de lo imbécil y salvaje que es con su actitud.

Rompieron a reír con diversión, llamando la atención de varios jóvenes que pasaron junto a la escalera, y al escuchar las risas alzaron la mirada, solo para que sus rostros mostraran descontento y murmuraran insultos, algunos de manera audible. Dalton y Fabián no tuvieron ni la intención ni el tiempo necesario para responder a las ofensas, puesto que Luis Mario venía tras ellos, acompañado de Wendy, Oscar y Brianna, y al escuchar las injurias, hizo sobresaltarse a los agraviantes al advertirles con un suave toque de amenaza en la voz:

_ Espero que lo que acaban de decir sea entre ustedes y no para ofender a mis dos amigos.

Aquellos no se molestaron en chistar siquiera y se alejaron con paso rápido. Oscar meneó la cabeza mientras pronunciaba la palabra estúpidos, y Wendy besó a su novio en la mejilla:

_ A veces me encanta que seas así de intimidante.

Los cuatro subieron a la escalera y se acomodaron en peldaños inferiores, y entablaron charla con Dalton y Fabián:

_ ¿Cuándo regresa el cerebro con patas?_ preguntó Luis Mario._ Lo extraño.

_ Di mejor que extrañas sacarlo de quicio._ corrigió Oscar torciendo la boca.

_ Es igual._ manifestó Luis Mario con una sonrisa cínica.

_ Bueno, tengo entendido que debe volver mañana, aunque si quiere, puede hacerlo hoy mismo en la guagua de guardia._ respondió Dalton._ Y debo confesar que hasta yo le echo de menos a ese autosuficiente insoportable.

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La suposición de Dalton se hizo realidad. Eran cerca de las nueve y media de la noche cuando la guagua de guardia llegó a la escuela y Dennis descendió cargando su equipaje y se detuvo ante el vehículo, miró en torno y suspiró con una media sonrisa en el rostro. Estaba feliz de haber regresado a aquel fin del mundo que todos llamaban escuela y que a pesar de las carencias, había empezado a ver como un segundo hogar. Luego de estar fuera por toda una semana, había llegado a la conclusión de que tal vez el IPVCE era una institución académicamente superior, con muchas ventajas numerables, pero él no la cambiaría jamás por su IPUEC, y reconocía que su escuela era deficiente en muchos sentidos, pero tenía algo que el IPVCE Máximo Gómez de Camagüey no poseía: sus hermanos, su novia, sus amigos, su querido y admirado profesor Diego. En fin, su piquete.

Los había echado tanto de menos que casi se había sorprendido por ello, sin importarle que todo el concentrado hubiese girado prácticamente en torno suyo, puesto que su redacción para el concurso provincial había sido seleccionada entre todas para ser ampliamente analizada en una de las clases, y nada menos que por el metodólogo provincial de Español y Literatura. No podría olvidar nunca cuando el sujeto, un anciano de unos cincuenta años o más, pulcro y de postura altiva, entró al aula, y todos los estudiantes presentes enmudecieron y se le quedaron mirando, esperando que diera inicio a la clase. Luego del saludo, simplemente alzó una hoja de papel escrita y añadió que, luego de revisar cada una de las redacciones, había encontrado una que le había dejado con un dulce sabor en los labios y en el corazón, y que la había leído en más de una ocasión hasta perder el número de veces. Tanto así le había impactado lo escrito por algún estudiante que ansiaba conocer de inmediato.

Dennis contuvo la respiración cuando el profesor preguntó, oteando a todos los presentes con sus ojos grises tras los cristales de las gafas, quién era Dennis Marty Pons. Siempre le había gustado resaltar. Formaba parte de su naturaleza, lo reconocía. Dennis era vanidoso, arrogante, autosuficiente, competitivo y adicto a que su inteligencia fuera reconocida, pero jamás se esperó aquel momento, por lo que solo atinó a alzar la mano con un poco de timidez. Todos los rostros se voltearon hacia él y de inmediato se convirtió en el alumno preferido del metodólogo provincial, quien usó su redacción como modelo de análisis y en cada sesión, lo tomaba como ejemplo o le dirigía directamente las preguntas o simples alusiones, lo cual, pronto se tornó incómodo, puesto que el anciano parecía haber hecho algún tipo de fijación con su persona, y todo indicaba que el único nombre que dominaba, con apellidos incluidos, era el suyo.

Querer mantener un perfil bajo durante el concentrado fue imposible, ya que pronto se convirtió en el chico talentoso que estaba preparándose para dos concursos a la vez; que no solo parecía ser un auténtico literato, sino que dominaba igualmente bien los números, lo cual no dejó de sorprender a muchos que ya le tenían en la mirilla, y ahora no ocultaban su real desprecio. El culmen llegó cuando se supo que tenía tres hermanos más, nacidos el mismo día, acabando de convertirlo en el centro de atención de todo el concentrado.

Saberse admirado, siempre había sido una debilidad para Dennis, pero como acostumbraba a decir su madre: todo en exceso cansa y aburre, por lo que a veces prefería estar apartado, enfrascado en la redacción de su novela en alguna de las áreas verdes que había en la escuela, o se iba a sentar solo en el anfiteatro, pensando en lo grandioso que sería contar con uno así en el IPUEC, para las actuaciones del piquete. No pudo ocultar su alegría y satisfacción cuando supo del regreso a su hogar y a su escuela, y allí estaba, de vuelta. Bien podría haber regresado al día siguiente, pero las ganas de ver a su novia, a sus hermanos y a sus amigos, eran demasiado grandes. Los tomaría de sorpresa, eso estaba claro.

Empuñó la correa de su maletín colgado en un hombro y apretó la bolsa que traía en la otra, llena de alimentos ligeros para él y sus hermanos y el resto de la jauría de hambrientos que eran sus amigos. Un chillido estridente le hizo dar un brinco y solo atinó a abrir los brazos para recibir a Flavia entre ellos. La chica se dirigía en compañía de Betsy, Grettel y Yolanda para el salón donde se reunirían a ensayar, y al reconocerlo, no había podido evitar el golpe de felicidad que la invadió. Lo besó y abrazó con tanta fuerza que el muchacho terminó quejándose de haberle provocado de seguro una hernia discal y la fractura de varias costillas por el exceso de efusividad:

_ Eres tan blandengue._ dijo Betsy._ Pero igual te extrañamos.

_ ¿Y dónde están todos?_ preguntó Dennis.

_ En el aula, para el autoestudio ahora y ensayar después. Tenemos un nuevo proyecto con Claudia, una obra de teatro para el catorce de febrero. Luego te explico tu personaje y en qué consiste. Es muy sencillo, y hacemos de pareja. Creíamos que ibas a venir mañana.

Dennis besó a su novia en el cuello antes de responderle:

_ No aguantaba más estar lejos.

Yolanda se le acercó y le dio unas palmadas en un hombro:

_ Y nosotros también queríamos que regresaras. El piquete no es lo mismo sin ti.

Betsy entornó los ojos y largó un resoplido:

_ Ay por favor, ya no le alimenten más el ego o no habrá quien lo resista._ se detuvo, miró en torno y preguntó._ ¿Y dónde se metió Grettel? Estaba aquí ahora.

La respuesta llegó de inmediato, cuando vieron acercarse corriendo al resto del grupo, con Grettel a la cabeza chillando:

_ ¡Se los dije, que ya había vuelto!

_ Hay cosas que no cambian aunque uno se desaparezca un siglo entero ¿Verdad?_ suspiró Dennis moviendo la cabeza con suavidad.

_ Esta niña no puede aguantarse la lengua dentro de la boca._ protestó Flavia.

Denise, Dalton y Diogo casi se pelearon por abrazar cada uno primero a su hermano recién llegado, y Wendy regañó a Luis Mario por estar vociferando: ¡Volvió el cerebro con patas! ¡Volvió el cerebro con patas! Dennis hizo un esfuerzo por reprimir lágrimas de emoción. Jamás imaginó recibir una acogida semejante. Los chicos lo ayudaron a llevar el equipaje al dormitorio mientras le preguntaban cómo le había ido en el concentrado de estudios y Erik intentaba husmear dentro de la bolsa para saber la cantidad de comida que había traído consigo:

_ Las cocineras últimamente se están disparando unos menús que ni los puercos del corral del administrador se la comen yo creo.

_ No se crean, que allá en la vocacional tampoco la comida es cinco estrellas._ se rió Dennis mientras caminaba entre sus dos hermanos con los brazos sobre sus hombros._ ¿Y cómo ha ido todo por acá? Me dijo Flavia que están preparando una obra de teatro para el catorce de febrero.

Se dieron a la tarea de explicarle de qué iba el nuevo proyecto y de lo divertido e interesante que era, y que estaban dispuestos a superar una vez más a Gema y a su grupo de artistas. Dennis miró la larga nave del dormitorio, con sus dos filas de literas acopladas, los casilleros intercalados entre las camas y el pasillo central con el suelo de cemento rasposo y lleno de rajaduras y agujeros. Nada había cambiado en una semana, pero él estaba inmensamente feliz de estar de vuelta y rodeado de personas a las que les importaba y que le importaban.

Esa noche, para celebrar el retorno de Dennis, Joel y Valeria se tomaron un descanso en los estudios y compartieron con el piquete. Aquella decisión fue más que bien recibida por sus respectivas parejas sentimentales. Durante el autoestudio se dedicaron a preguntarle a Dennis acerca de la preparación que había recibido aquella semana, y luego le hablaron sobre el montaje teatral que estaban llevando a cabo. A Dennis solo le interesaba saber quién había operado el reproductor de música en su ausencia, y cuando Igor se presentó, solo dijo:

_ Me quedo tranquilo, aunque yo lo manejo mucho mejor.

Su respuesta provocó una oleada de rechiflas y Diogo entornó los ojos para gruñir:

_ Ya empezó. Tenía la esperanza de que te enseñarían un poco de humildad en la vocacional.

_ ¿Y por qué harían eso?_ se sonrió Dennis enarcando una ceja.

Denise le dio un golpecito en un hombro mientras decía a continuación:

_ Ay por favor. No te hagas, que te has pasado la semana entera diciendo lo mucho que extrañabas a Dennis con todo lo insoportable y autosuficiente que es.

_ ¡Yo jamás dije algo así!_ gritó Diogo apartándose de ellos para disimular su turbación y rehuir de las burlas que habían estallado.

Dennis lo persiguió, mostrando un rostro risueño y burlón:

_ ¡Oh! ¿En serio me echaste de menos, hermanito? Ven, déjame darte un besito de cariño.

Luego de aquel momento de diversión, se volcaron en los detalles de la obra de teatro. Salim, a quien Claudia había designado como su suplente para estar al frente de los ensayos, sugirió que se dividieran según los segmentos de la pieza para que los que habían estado ausentes hasta el momento se ubicaran en la historia que habrían de representar.

Gema estaba en el equipo de profesores de guardia esa noche, y pasó cerca del salón, se asomó y los vio inmersos en su ensayo. Ellos se detuvieron y se quedaron mirando hacia la puerta, desde donde la joven instructora de arte los observaba con semblante despectivo. Nadie dijo nada, y ninguno se movió hasta que la profesora siguió su camino tras mascullar algunas palabras ininteligibles que sonaron a insultos:

_ Tan perra..._ escupió Wendy con desprecio en la voz.

_ ¿Qué estaba mirando?_ preguntó Igor.

_ Nada, solo lo hace por joder, porque no tiene nada en qué entretenerse._ respondió Luis Mario.

_ Pues debería ir a buscar a alguien que la consuele._ gruñó Betsy._ Conozco a más de uno dispuesto a pasarle la cuenta.

Unas palmadas violentas hicieron que todos volvieran los rostros hacia el sitio donde estaba parado Salim, con el rostro más serio y siniestro que recordaban haberle visto:

_ ¡Concéntrense! ¡Olvídense de esa arpía ninfómana y regresen a su trabajo!

Sorprendentemente todos obedecieron. Sin poder creer lo que acababa de presenciar, Dennis se inclinó hacia Dalton y le preguntó en un susurro:

_ ¿Desde cuándo Salim es así de agresivo?

_ Se ha tomado muy en serio lo de guiar él los ensayos._ contestó Dalton en voz baja._ Se ha vuelto un nazi, en todo el sentido de la palabra.

_ Pero algo sí es cierto._ intervino Fabián._ Sabe muy bien lo que hace. Es todo un artista. Dice que estuvo en talleres de teatro cuando estaba en primaria y secundaria. Realmente nos ha ayudado mucho y ha aportado cantidad en el montaje. Siempre tiene ideas para mejorar y enriquecer el trabajo. Pero cuando se le sube lo de ser jefe...

Y enmudecieron al instante cuando Salim vociferó desde el fondo del aula, en donde estaba sentado junto a Diogo y Valeria:

_ ¡Espero que ustedes tres estén hablando sobre lo que tienen que hacer!

******************

Las chicas entraron al dormitorio a oscuras y en silencio, y se dispusieron a prepararse para dormir. Nora llegó minutos después, cuando casi todas estaban en sus camas. Mientras se dirigía al baño para cepillarse los dientes antes de acostarse, Grettel sacó el torso por debajo de la mosquitera y se inclinó hacia la cama inferior, donde Yolanda estaba quedándose dormida:

_ Yola... ¿La viste?

_ ¿A quién?

_ A Nora. Llegó ahora mismo... ¿Dónde crees que estaba?

_ Y yo qué sé. Pregúntale tú.

_ ¿Para qué? ¿Para qué me salga con una de sus mordidas?

Yolanda suspiró pesadamente:

_ Entonces no sé qué quieres que te diga. Olvida eso y duérmete de una vez.

Pero la muchacha insistió:

_ ¿En serio no has notado lo cambiada que está la gorda últimamente? Incluso ya no pelea tanto como antes. Yo creo que debe tener a alguien que le está haciendo cosquillitas.

Yolanda sacó la cabeza por debajo de la mosquitera y enfrentó a su amiga:

_ Si te oye diciendo eso, se va a molestar mucho. Lo sabes.

_ Pero es que es la verdad. La gorda siempre ha sido una antisocial, y desde hace unos días para acá está tranquilita y risueña. Yo creo que tiene un macho escondido del que no nos ha hablado. Solo así se explica ese cambio de actitud.

Hizo una pausa y continuó:

_ ¿Será Erik el noviecito secreto?

_ No hables boberías, Grettel._ protestó Yolanda.

_ ¿Qué? Todos sabemos que entre ese par siempre ha habido chispas.

_ Y tú ya quieres provocar un incendio. Acaba de dormirte de una vez. Mañana entonces no te quieres levantar.

La llegada de Nora hizo que guardaran silencio. La joven las observó a través de la oscuridad y la sonrisa misteriosa de Grettel le provocó una sensación de sospecha:

_ ¿De qué hablan?

_ De nada.

_ De ti.

Ambas rompieron a hablar al unísono, y sus respuestas se escucharon una sobre la otra. Nora colocó los brazos en jarra y las encaró:

_ ¿Qué se traen?

Antes de que Yolanda pudiera hablar, Grettel se le adelantó:

_ ¿Por qué llegaste a esta hora? ¿Qué estabas haciendo? O mejor dicho... ¿Con quién estabas y qué hacían?

Nora resopló:

_ Para tu información, no estaba con nadie ni haciendo nada en específico. Me demoré porque... porque tuve que ir al albergue de las muchachitas de onceno para que Itzel y Katia me enseñaran un modelo de vestido para la obra de teatro. Eso es todo.

No muy convencida, Grettel frunció su diminuta boca. Yolanda sacudió la cabeza y puso fin a la plática diciendo:

_ Bien, ya es tarde, así que las dos dejen de chacharear y acuéstense a dormir... Hasta mañana y que tengan dulces sueños.

_ ¡Al fin!_ gruñó Betsy desde su cama._ Ya me tenían borracha con tanta conversación.

Nora se metió en la cama y reinó el silencio unos minutos hasta que escucharon a Grettel decir desde su litera:

_ Oye Nora... ¿Tu novio secreto está bueno?

_ ¡CÁLLATE GRETTEL!_ chilló un coro de voces enojadas, proveniente de las camas de sus amigas, mientras que, cubierta por una manta, bajo la mosquitera, Nora se reía a escondidas, acariciándose los labios donde aún latían los apasionados besos de buenas noches que había compartido con Erik minutos antes, en la oscuridad al fondo de las aulas.

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