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CAMBIOS


En septiembre dio comienzo un nuevo curso escolar, pero aquel año sería diferente. Luego de décadas de existencia de los IPUEC, dichas instituciones finalmente desaparecerían del sistema de enseñanza, quedando reducidos a IPU (Institutos Preuniversitarios Urbanos). En Florida se habilitaron dos, a ambos extremos del territorio. Yolanda y el piquete matricularon en el IPU República Bolivariana de Venezuela, en el Consejo Popular Argentina.

La extinción de los IPUEC provocó múltiples reacciones en la población. Para muchos, dichas escuelas debían haber desaparecido de hacía tiempo, considerándolas un desperdicio de recursos, alimentos, transporte, combustible y de mantener a los jóvenes aglomerados en una especie de campo de concentración, lejos de sus familias, trabajando como animales, y dándose a toda suerte de libertinajes. Platicando sobre el tema en una calurosa tarde, en una igualmente calurosa aula, Fabián comentó al respecto:

_ No quito veracidad a ese punto de vista, pero viéndolo desde otra posición, si bien es cierto que las becas tuvieron un impacto bastante negativo en ciertos aspectos, también es cierto que propiciaron otros no tan malos. Veámoslo desde nuestra posición, fue en una beca donde nos hicimos amigos, donde nos convertimos en lo que somos ahora. Si bien se pasaba hambre, necesidad, y cuanto pueda uno imaginarse, también es cierto que en todos estos años se tejieron historias de amor y amistad que perduran hasta la fecha.

_ Es verdad._ suspiró Grettel recostando la cabeza en un hombro de Víctor, que la besó en la mejilla.

El profesor Diego entró en el salón y se quedó mirando al grupo aglomerado al fondo del aula:

_ ¿Se puede saber qué están haciendo allí en vez de estar sentados en sus asientos con el libro y el cuaderno abierto, dispuestos a comenzar la clase de hoy?

De inmediato se armó un corre-corre, cada quien yendo hacia su asiento y disponiéndose a la lección. Diego dejó su bolso sobre el buró, escribió la fecha, el tema de la clase, y sacudiéndose las manos, anunció:

_ Les recuerdo a los del grupo de teatro, que a las cuatro y media nos veremos en la casa de cultura para el nuevo proyecto. Y les advierto, será muy interesante.

******************

En los siguientes años, Diego y Claudia prepararon cinco obras teatrales e innumerables coreografías, con la que participaron en no pocos eventos, siempre obteniendo los mejores resultados. Para el festival de la FEEM de ese nuevo curso escolar, el profesor hizo una rítmica y vigorosa coreografía basada en el género merengue dominicano, con temas musicales de Juan Luis Guerra y la 440. En esa ocasión, nadie les pudo arrebatar el Gran Premio del certamen.

Ese mismo primer año llevaron a escena Medida por Medida y Romeo y Julieta, ambas de William Shakespeare. Joel, quien ya estaba sufriendo los embates del servicio militar, y Valeria, enfocada en sus estudios de Estomatología, lamentaron no poder formar parte de aquellos proyectos.

Al año siguiente, cuando ya cursaban el duodécimo grado, los profesores acometieron tres nuevos proyectos: Noche de Reyes, Sueño de una Noche de Verano y una versión moderna de Otelo, con Diogo en el rol protagónico.

No hubo manera de evitar que Katia, Itzel y Salim se unieran al piquete y formaran parte de cada una de las piezas, a pesar de que los tres ya estaban en la universidad. Se las agenciaban para hacer tiempo y cada vez que tenían chance, acudir a los ensayos y a las presentaciones. Incluso Joel, que ya había iniciado su primer año en la universidad de medicina, también se incluyó en el proyecto.

Para él, era una manera de poder estar con Yolanda más tiempo. Ya se había convertido en una costumbre que pasara los fines de semana en Florida, en la casa de su novia, siendo considerado incluso por José Armando, como un miembro más de la familia. Y Yolanda era feliz teniendo tan cerca a su novio.

Salim y Katia estaba estudiando Lengua Inglesa, mientras que Itzel y Joel estaba en la misma aula, estudiando medicina. Brianna fue la única que no pudo retornar, pues se había ido a la Universidad de Las Villas a estudiar Psicología. Oscar y ella habían cerrado su historia, quedando como buenos amigos.

Fueron dos años maravillosos. Una época realmente feliz, de viajes, de sueños realizados, de cultivar una preciosa amistad, de convertirse, más que en un grupo de baile y teatro, en una familia en la que se sentían plenos.

Pero como todo sueño, llega un momento triste, en el que se debe despertar.

******************

Tras la muerte de la abuela de Renzo, poco antes de los exámenes de ingreso, su tía decidió que quizás era tiempo de que la familia se reuniera en España. Renzo fue el primero en abandonar Cuba, y dejar definitivamente el piquete. El día que se marchó a tomar el avión, fueron a despedirlos todos a su casa, llorando. Víctor y Erik estuvieron abrazados a él durante más de cinco minutos. Habían sido los tres mosqueteros por mucho tiempo, y ahora uno de ellos se marchaba para siempre, descompletando el trío. Betsy lo besó largamente y luego lo insultó, llorando como una histérica.

Luis Mario vivió todo ese tiempo con el profesor Diego y Claudia, y finalmente su padre decidió poner una reclamación legal para que su hijo se uniera a él en los Estados Unidos. Luis Mario prometió a Wendy que trabajaría duro para poder sacarla del país y que pudieran estar juntos muy pronto. El día que se marchó, lloró abrazado a Diego y a Claudia, diciéndoles que ellos habían sido los únicos y mejores padres que había tenido alguna vez, y que jamás los olvidaría.

Luego de los exámenes de ingreso, cada quien se labró su propio camino, tomó su rumbo. Dennis y Dalton se marcharon a estudiar a La Habana. El primero, licenciatura en Letras; el segundo, Historia del Arte

Yolanda se presentó ese año a las pruebas de aptitud del ISA, en danza. No pensaba hacerlo, pero el profesor Diego la convenció de intentarlo:

_ No perderás nada solo con probar, y sí tienes mucho que ganar en cambio.

_ Pero... ¿Y si no lo consigo? No creo poder soportar un rechazo.

_ Es una opción que puede pasar, es cierto. Pero puede que sí te acepten. No sabes ni una cosa ni la otra. Y no lo sabrás si no lo intentas.

Y siguiendo aquel consejo, se aventuró... y lo logró. Matriculó en la filial de Camagüey para estudiar Licenciatura en Danza Moderna.

Yolanda no podía creer que lo hubiera logrado, que su sueño, el sueño que alguna vez albergó en su corazón, de repente comenzara a florecer nuevamente. Compartió la noticia con todos sus seres queridos y apreciados, su familia, su profesor, sus amigos, su novio y la familia de este. La tía Petra apenas se atrevió a mirarla cuando la tuvo enfrente:

_ Parece que por fin se te ha hecho justicia. Felicidades.

Tres años después, Pedro Luis, el padre de Joel, se fue en un contrato de trabajo a Ecuador, y comenzó los trámites para reclamar a su esposa y su hijo. Joel dejó bien claro que no dejaría Cuba si no lo hacía con Yolanda.

Ana Rosa, preocupada, se reunió con su hijo, la muchacha y los padres de esta:

_ Pedro y yo estuvimos hablando por teléfono hace poco, y lo único que se nos ocurrió es que estos dos niños se casen para que así ella pueda irse con nosotros sin ningún problema.

Yolanda se quedó aterrorizada, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Joel, sentado junto a ella en el sofá, le tomó una mano afectuosamente:

_ ¿Lo harías? ¿Te casarías y te irías a vivir a otro país... conmigo?

Ella tragó en seco, con la cabeza dándole vueltas, sin saber qué responder. Buscó apoyo en sus padres. José Armando estaba serio, tieso como una roca. Elvira parecía tan traumatizada como ella. Finalmente su padre carraspeó y dijo:

_ No nos mires a tu madre y a mí. Es tu decisión. Lo que vayas a hacer nosotros solo te apoyaremos, porque eres nuestra hija y te amamos y queremos lo mejor para ti. Eres tú quien debe decidir lo que quiere para su vida, para su futuro.

Y no tuvo que pensarlo más. Amaba a sus padres, los adoraba, y siempre los amaría. Pero amaba a Joel y no concebía una vida sin él, sabiéndolo lejos, con todo un mar de por medio, en otro país, quizás en otros brazos.

Miró al joven a los ojos, con la mirada empañada por las lágrimas, y sonrió, mientras le tomaba el rostro entre las manos y le decía:

_ Me caso contigo.

******************

VEINTE AÑOS DESPUÉS...

Veinte años...

Muchas cosas habían cambiado en todo ese tiempo transcurrido.

Los sueños por alcanzar, la madurez forzada, las distancias, los proyectos, todo había atentado para dispersar a los miembros del que antaño fuera un piquete inseparable de amigos. Sin embargo, la amistad seguía intacta. Los sentimientos de cariño y afecto no habían menguado, y cuando Dennis sugirió, a través de un grupo de WhatsApp creado especialmente para compartir vivencias y recuerdos, que organizaran un reencuentro, nadie dudó ni puso pretextos. Los que residían en el extranjero organizaron sus agendas e informaron cuando estarían disponibles para viajar a Cuba.

Además, no solo era necesario aquel reencuentro para verse después de tantos años. Otras razones mucho más importantes los habían llevado a organizar aquella celebración, porque de eso se trataba, de celebrar el tiempo pasado en que habían sido una feliz familia.

El lugar para la fiesta fue en la casa de Víctor y Grettel. Sorprendentemente seguían juntos, y hasta tenían un hijo. Un pequeñín de tres años que era un hermoso querubín, rubio como su madre, con los azules ojos de su padre. Los padres de Víctor se habían marchado a vivir a los Estados Unidos desde hacía mucho, y él estuvo tentado a seguirlos, pero Grettel, negándose a dejar su familia detrás, se negó a abandonar el país. Estuvieron peleados por un tiempo. Realmente, durante la etapa universitaria, la pareja se separó definitivamente, y cada uno tomó por su lado. Víctor estudió elaboración de alimentos, y Grettel se graduó en enseñanza Pre-escolar, en la que solo laboró durante un par de años antes de dedicarse a ser manicurista y peluquera. Finalmente la pareja se reconcilió. Vino todo el asunto de la emigración con los padres de Víctor, se pelearon, y Grettel descubrió que estaba embarazada. Fue allí donde descubrieron que ya no podrían estar lejos uno del otro nunca más. Víctor decidió sacar adelante el negocio del restaurante y el salón de fiestas, que seguía siendo la mejor opción gastronómica y recreativa del pueblo, sobre todo ahora que él era el dueño absoluto y chef en jefe.

Nora, Grettel, Katia e Itzel estaban terminando de colgar en enormes pancartas adheridas a una pared, una galería de fotografías que Fabián les había hecho llegar. Cientos de fotos, de recuerdos colgados que, al contemplarlos, les oprimían el corazón y les hacían lagrimear.

Nora había estudiado Derecho, cumpliendo así su sueño de convertirse en jueza. Estaba felizmente casada desde hacía diez años con un hombre al que definía como, todo lo que había deseado siempre en un espécimen del sexo masculino. Tenía dos hijas a las que se empeñaba en transmitir sus mismos valores. Y hasta el momento lo estaba consiguiendo con creses. Seguía manteniendo el grueso volumen corporal, un poco más que antes, aunque era exigente y muy cuidadosa para que sus hijas no heredaran su obesidad.

Katia se había graduado en Lengua Inglesa, y trabajaba de profesora en el mismo preuniversitario del pueblo en el que habían estudiado. Ya llevaba dos matrimonios e igual número de divorcios, y un sinnúmero de relaciones fallidas. Actualmente estaba sin pareja, pero no perdía las esperanzas de hallar al hombre de sus sueños. Tenía una hija de su primer matrimonio.

Itzel se había convertido en doctora, especializándose en Cardiología. Le gustaba bromear diciendo que había escogido esa especialidad para reparar el corazón de su amiga Katia cada vez que acababa roto luego de una relación. Itzel se había divorciado recientemente, y vivía con su madre y su pequeño hijo de diez años.

Los primeros en llegar fueron María Alejandra y Aarón. Los jóvenes seguían juntos y enamorados como el primer día, disfrutando de un matrimonio que ya estaba cercano a cumplir los quince años. Aún el recuerdo de la boda de ambos estaba fresco en la mente de quienes asistieron a la iglesia, y vieron a Aarón, de pie ante el altar, llorando como un niño en cuanto vio a María Alejandra, radiante y bella, caminando hacia él, con aquel deslumbrante vestido blanco lleno de encajes, tules y perlas. Los padres de él seguían fieles a su fe adventista del séptimo día, y aunque amaban a su nuera, de vez en cuando y a modo de broma (o eso decían) le echaban en cara que había arrastrado a su único hijo al catolicismo. En cambio, no perdían las esperanzas de atraer a las filas de su iglesia a uno de sus cinco nietos:

_ Ustedes dos sí que no perdieron el tiempo._ se burlaba Flavia cada vez que los veía._ Cinco muchachos. No sé cómo pueden. Yo solo tengo uno y me está volviendo loca.

_ Lo que yo no acabo de entender,_ decía Grettel._ es cómo todavía siguen juntos sin haberse separado ni una sola vez. Realmente yo sigo con Víctor porque no he encontrado nada mejor.

_ Hazte, que yo sé que estás loquita por mí como el primer día._ aseguraba Víctor pellizcándole una nalga a su esposa y asestándole una mordidita en el cuello.

_ Eh..._ chilló Katia._ Contrólense y dejen de contar dinero delante de los pobres. Aquí hay personas muy necesitadas de eso que ustedes tienen. No sean abusadores.

_ No crean que en todos estos años no hemos tenido buenos encontronazos._ sonrió María Alejandra._ Nuestro matrimonio no es perfecto. Tenemos altas y bajas, como todo el mundo.

_ Pero nos esforzamos porque funcione, porque se mantenga._ dijo Aarón atrayendo a su esposa hacia él y besándola en la sien._ Ella me escogió, y yo la escogí a ella. No nos interesa estar con nadie más.

Flavia fingió una arcada:

_ Agh... Son tan empalagosos que casi me dan deseos de ir a vomitar al baño. Yo a mi marido a veces quisiera desaparecerlo, borrarlo del mapa, esfumarlo por completo.

Flavia también había estudiado medicina, volviéndose una renombrada clínico. Llevaba seis años de matrimonio y tenía un hijo de cuatro años que parecía haber heredado la antigua pasión materna por los deportes.

Salim hizo una escandalosa entrada, y como siempre, luciendo la más excéntrica vestimenta y sacando selfies con su igualmente escandaloso teléfono móvil:

_ ¡Escondan a sus maridos, perras, porque llegó la devoradora de machos!_ vociferó a todo pulmón, saltando sobre Víctor, colgándose de su cintura y besándolo efusivamente en la mejilla._ Niño, sigues teniendo los ojos más lindos que recuerdo haber visto en mi vida.

_ Y tú sigues siendo una loca de carnaval._ se rió Víctor.

_ Salim, si te lo quieres llevar con gusto te lo regalo._ le dijo Grettel luego de abrazarlo.

_ No hija, no. Gracias. Yo tengo a mi mulatón esperándome allá en Miami, y a ese mastodonte no lo cambio por nadie... Aaroncito, papi... ¿Sigues siendo un angelito o ya decidiste pasarte al lado oscuro y volverte un diablito?

_ Salim..._ dijo Aarón con un leve tono de advertencia.

Salim los abrazó a ambos:

_ Ya veo que siguen felizmente amelcochados. Ustedes dos definitivamente nacieron para estar cosidos por la cintura. Me alegro mucho... ¡Qué viva el amor!

Y los aglomeró a todos para hacerse una selfie.

Salim vivía desde hacía unos diez años en los Estados Unidos, y era una especie de fenómeno en las redes sociales. Un influencer, o como le gustaba definirse, un gurú de la moda más fashion. Hacía podcats, videos para Youtube en donde tenía un canal con más de diez mil seguidores. Promocionaba modas, estilo de vida de la comunidad LGTBQ+ y hablaba de las estrellas de la farándula audiovisual, arremetiendo contra lo que él definía como el maremoto de mal gusto de los últimos tiempos:

_ Esta juventud de ahora no es como nosotros. En nuestra época todavía nos importaban las cosas relevantes. Las buenas películas, la buena música, las buenas conversaciones. El reggaetón cobró fuerza en nuestra etapa, pero con los años ha involucionado de una manera que da asco escuchar cualquier tema de ese estilo. Todo es vulgaridad y mal gusto. No hay poesía en las letras, no hay un contenido agradable. Yo arremeto contra esos dizque artistas que lo que hacen es envenenar las mentes de la juventud con esas bazofias que ellos se atreven a llamar música. Vergüenza debería darles a todos esos oportunistas que ganan dinero a costa de los imbéciles que les siguen el juego.

_ Salim... ¿Tequila, vino, sidra, vodka, cerveza...? ¿Qué vas a tomar?_ ofreció Víctor.

_ Dame un tequilita para ir entrando en calor._ suspiró._ Cuando llegue el resto de la manada quiero estar totalmente desmelenada, sobre todo cuando vea llegar a mi doctorcito ecuatoriano que hace años que no veo.

Desde ese momento, cada vez que llegó alguien, Salim se encargó de anunciarlo a golpe de gritos y chillidos, dándoles la bienvenida. Saltaba sobre los chicos y los besaba efusivamente en la mejilla, refregando a veces el trasero jocosamente contra ellos, y a las chicas las abrazaba y besaba, diciéndoles cuánto las había extrañado en todo el tiempo transcurrido desde que se vieran por última vez. Ah si, y las selfies llovían en cantidades. Los asistentes traían consigo botellas de bebida y platos o tupperwares con dulces o alimentos ligeros que Grettel iba colocando en una mesa donde se exhibía un monumental cake y más fuentes y platos con entremeses, bocadillos o postres.

Yolanda y Joel desataron un verdadero revuelo al llegar. Llevaban años de feliz matrimonio, viviendo en Ecuador. Tenían dos hijos. Un niño de cinco y una niña de tres. Joel se había convertido en un muy prestigioso cirujano, como su padre, específicamente en el campo de la neurocirugía. Yolanda tenía un estudio de baile propio donde daba clases de ballet a niños y adolescentes:

_ ¿Quién iba a decir que ustedes dos seguirían juntos después de tantos años?_ chilló Salim sin soltar el abrazo alrededor de ellos._ Se ven tan lindos juntos... Niña, tienes que darme la receta de seguir siendo tan delgada... Y tú, déjame decirte que esa barbita te queda muy chula. Tienes cierto toquecito europeo. Me encanta papi.

_ Sigues siendo una loca de carroza._ se burló Joel besándolo en la frente.

_ Lo mismo le dije yo._ se rió Víctor luego de abrazar a Yolanda.

_ ¡Selfie...!_ chilló Salim.

_ Ay Salim contrólate un poco. Me vas a volver loca con tantas fotos._ protestó Itzel.

Valeria dejó a todos boquiabiertos cuando apareció, luciendo el cabello tan corto que apenas le rozaba el cuello:

_ Me cuesta reconocerte así._ dijo Salim con un puchero luego de saludarla._ Pareces calva. Ya no te puedo decir Rapunzel, como antes.

_ Te ves muy bien._ sonrió Yolanda saludándola._ Un poco rara, pero te queda bien el cambio.

_ No iba a tener el pelo tan largo toda la vida. Y cómo están las cosas, lo caro del champú, el acondicionador y todo lo demás, mejor tener el pelo corto, créeme.

Se había convertido en estomatóloga. Llevaba siete años felizmente casada, residiendo en Camagüey con su esposo y dos encantadores hijos. Una niña y un niño de seis y cuatro años, respectivamente.

Luis Mario y Wendy eran otros dos cuyo amor había trascendido el tiempo y las expectativas. Una vez que se marchó a los Estados Unidos, la vida de Luis Mario no resultó tan fácil como algunos creyeron que sería. Su padre y él eran un par de desconocidos que no tenían nada en común. El choque entre ambos fue inevitable. El joven se sintió más perdido que nunca en toda su vida. La barrera idiomática; la separación de todos sus seres queridos, sobre todo de su novia; el verso completamente solo en un país, una cultura, un ambiente que no eran los suyos, a los cuales no estaba habituado, lo sacudieron al punto de casi perder la razón. Pero recordó a su querido profesor Diego, y las palabras de aliento, los consejos que siempre le había transmitido, sobre todo cuando estaba a punto de subir al avión, y decidió seguir adelante. Poner todo su empeño y dedicación.

Se esforzó, no descansó, sangró y usó uñas y dientes para establecerse, para hacerse un mínimo sitio en la sociedad norteamericana. A duras penas consiguió dominar el idioma. Alcanzó la residencia y la ciudadanía, y pudo finalmente independizarse de su padre. Con dos o tres amigos, creó una compañía de reparación de autos que, si bien no lo volvió millonario, al menos le reportó las ganancias suficientes para llevar una vida digna. Tenía el suficiente dinero para enviar mensualmente remesas a las personas más importantes en su vida, que había dejado atrás: a su amada Wendy; a su entrañable amigo, Oscar; y a sus queridos padres adoptivos, Diego y Claudia. También mandaba dinero a su madre, que hacía ya algunos años había salido de prisión. No había vuelto a verla desde el incidente en que casi lo había matado.

Diez años después de haber dejado Cuba, regresó para hacer realidad su sueño y casarse con su amada Wendy. Ante todo fue sincero con ella. Todo el tiempo en que estuvieron lejos, él no fue un santo. Había estado con otras mujeres. Pero su corazón siempre fue de ella, y sus pensamientos y sueños, estaban enfocados solo en ella.

Un año después de la boda, Wendy pudo unirse a él en los Estados Unidos. Al año siguiente tuvieron su primer hijo, y después vinieron los otros dos, una niña y un segundo varoncito. Ahora estaban enfocados en llevar a cabo la reunificación familiar de Wendy con su madre. El matrimonio de sus padres había terminado hacía ya algún tiempo, y Conrado acabó casándose con Gema, la instructora de arte, con quien tuvo una hija.

Wendy nunca pudo sostener una buena relación con su madrastra, aunque sentía adoración por su nueva hermanita. A pesar de llevarse bien con su padre y quererlo, no le perdonaba el que hubiese acabado uniéndose a una mujer de tan mala reputación como Gema.

Fabián se había convertido en un excelente pediatra, laborando en el hospital provincial de dicha especialidad, en Camagüey. Continuaba siendo extremadamente atractivo, y su antiguo rastrojo adolescente se había transformado en una muy cuidada barba. Atendía personalmente a los hijos de todos sus amigos del piquete que aún residían en Cuba:

_ Le decimos el doctor sexy._ dijo Valeria a Wendy._ Imagínate que las mamás de los niños que no lo conocen, cuando lo ven por primera vez se quedan locas y babeadas. Y cuando yo llevo a los niños a la consulta para que me los revise, me miran con envidia de lo bien que nos llevamos. Una vez hasta creyeron que éramos pareja.

_ Bueno,_ señaló Katia._ ustedes dos cuando bailaban juntos, se veían muy bien. Hacían una pareja muy bonita.

Lo que resultó curioso para algunos, fue saber que el joven había tenido dos hijos, gemelos, de dos años de edad:

_ ¿Ta pasaste al otro bando?_ preguntó Luis Mario parpadeando confuso.

_ Fue en desliz en una noche de fiesta. Una borrachera._ explicó Fabián entre risas._ Con una enfermera que desde hacía tiempo se me estaba insinuando y ofreciendo. Perdimos la cabeza y acabamos acostándonos y ella quedó embarazada. Le pedí que no abortara, que yo la apoyaría en todo. Esos dos niños son mi vida. Y mi papá no puede estar más contento y orgulloso.

_ Ay, y los niños sí que están preciosos._ celebró Grettel, trayéndole un gran vaso de cerveza a Fabián._ Enséñales la foto, Fabi.

_ Pero... ¿Todavía eres gay, no?_ preguntó Salim receloso, sin poder creer aún la historia que acababa de escuchar.

_ Ciento por ciento._ sonrió Fabián alzando el vaso de bebida.

_ Una lástima._ suspiró Katia._ Cuando lo supe, llegué a tener la esperanza de que fueras mi marido número tres.

_ Pues ya puedes dejar de afilarte los dientes, perra carroñera._ se rió Salim más calmado ante la afirmación de Fabián.

_ Lo que es una verdadera lástima es que Dalton y tú no acabaron juntos._ dijo Yolanda._ Hacían una pareja tan linda, y vivieron una historia de amor tan bonita.

_ Últimamente hemos hablado mucho._ dijo Fabián con la mirada distraída._ Ya saben, chateando por WhatsApp, y eso. Cuando terminamos el pre, él iba a tomar un camino y yo otro. Si hubiéramos seguido juntos habríamos acabado mal. La gente no sabe lidiar mucho con las relaciones a distancia. Él iba a estar en La Habana y yo acá. Por mucho que quizás nos esforzáramos, terminaríamos por agotarnos y nos haríamos daño. Lo mejor fue cortar por lo sano, aunque ambos sufrimos por ello.

_ Yo todavía me maravillo de estos dos._ señaló Nora a Luis Mario y a Wendy._ Estuvieron separados un camión de años, y míralos, juntos y felices.

_ ¿Y estás con alguien ahora?_ preguntó Joel.

_ Ahora mismo no. Terminé una relación de un año hace un par de meses, y me estoy tomando un descanso. Me enfoco en mi trabajo, en mis hijos que demandan muchísima atención de mi parte, y en mi familia.

Salim chilló entonces:

_ ¡Pues nadie sabe! ¡La noche es joven y a lo mejor cuando llegue el morenazo lindo, deciden recordar los buenos tiempos!

Oscar se había graduado en una importante carrera informática en la UCI (Universidad de Ciencias Informáticas), y acabó convirtiéndose en vice rector de dicha universidad, estableciéndose en la capital. Seguía siendo tan delgado como lo recordaban, lo que con un corte de cabello más adulto. Estaba casado y tenía un niño de apenas tres meses de nacido:

_ Querido,_ soltó Salim con malicia luego de sacarse una selfie juntos._ ¿y tu mujer aguanta bien esa cosota que te cuelga ahí abajo? ¿O con el tiempo se te redujo el tamaño?

_ Tú no cambias, Salim._ se rió Oscar ajustándose los espejuelos.

_ Si cambia, pá peor._ dijo Valeria riéndose a carcajadas.

Brianna acabó siendo psicóloga e implantándose en Santa Clara, disfrutando de la compañía de su esposo y su hijita de once años:

_ Espero que la niña no haya heredado los gustos de la madre._ dijo Itzel.

Brianna resopló:

_ Yo creo que es peor. No entiendo qué tienen los niños de esta época. Ahora mi hija lo único que quiere es estar con el teléfono todo el tiempo. Me saca de quicio. A veces le hablo y ni me escucha, porque está metida completamente dentro de ese aparato. Pero es culpa de su papá. Yo le dije que no se lo comprara, que ella no tiene edad todavía para tener un tareco de esos, pero él se empeñó y ahora se está quejando porque la niña tampoco le hace caso a él cuando le habla. Yo quisiera desaparecer todos los teléfonos y no dejar ni uno solo.

_ No se puede negar la tecnología señores._ dijo Oscar con tono apaciguador.

_ Tú tienes tu parte de razón, Oscarito._ señaló Nora._ Pero Brianna también la tiene. En nuestra época, no existía todavía la telefonía móvil, creo que apenas estaba empezando a conocerse en Cuba. Pero nosotros teníamos otras ventajas. No necesitábamos tener un teléfono o internet para ser felices. Hablábamos, nos reíamos, socializábamos, compartíamos en grupo. La generación de ahora no sabe lo que es eso. No lo entiende, o quizás no quiere entenderlo porque sus motivaciones son otras. Ellos son más felices en su mundo de las redes sociales, que en compañía de otras personas. Por eso yo dije que mis hijas, van a ver un teléfono en sus manos cuando yo entienda que tienen la madurez necesaria para lidiar con uno. A veces las dejo jugar con el mío, pero les tengo el tiempo cronometrado. Ni un minuto más ni un minuto menos. No se van a volver unas autistas auto inducidas por cuenta de un aparato absurdo. No me parece.

_ Pues a mi niño la única forma que tengo de tranquilizarlo es dándole el teléfono para que juegue._ confesó Flavia con pesar._ Sé que está mal, pero ese niño en serio tiene un plan para volverme loca. No se cansa. A veces son las doce y media de la noche y todavía no se ha dormido y quiere seguir jugando y dando sánsara, y yo, muerta en vida.

Los cuatrillizos habían tomado rumbos muy diferentes.

Dennis residía en México, donde había publicado ya tres libros. El último de ellos, resultó se la novela que había comenzado a escribir en su etapa de estudiante en el IPUEC, y que recogía, a modo de ficción, episodios vividos realmente por el piquete. La novela había alcanzado tanta popularidad, que ya había recibido la propuesta de un importante productor para comprar los derechos de la obra y convertirla en un serial televisivo. Dennis estaba inmerso en las discusiones legales para dar luz verde al proyecto. En la dedicatoria del libro aparecían los nombres de cada uno de sus amigos, quienes le habían inspirado aquellas historias. Se había casado recientemente y estaba esperando su primer hijo:

_ Espero que no sea tan insoportable ni autosuficiente como su padre._ dijo Luis Mario palmeándole la espalda.

_ ¿Puedes devolverme mis pulmones? Porque con ese golpe me parece que acabo de escupirlos._ espetó Dennis mirándolo con acritud.

_ Otro que no cambia._ se burló Joel.

Denise había cumplido su sueño de casarse con un hombre adinerado, que satisficiera todos sus caprichos. Conoció a un sudafricano durante una salida nocturna a la discoteca de un hotel en Camagüey, y entablaron una relación que acabó en matrimonio y ella yéndose a vivir a Sudáfrica. Aún no tenía hijos, y no tenía apuro por ellos tampoco, aunque Dennis la molestaba todo el tiempo diciéndole que su reloj biológico no iba a detenerse a su antojo.

Dalton se había graduado en Historia del Arte, impartía clases en la universidad de La Habana, donde se había establecido, y gozaba de cierta popularidad en sitios web promocionando literatura y cine LGTBQ+:

_ Lloré como un niño cuando leí tu reseña de la versión fílmica de Call me by your Name._ le dijo Fabián luego de abrazarlo.

_ ¿En serio la leíste?

_ Claro. Leo y sigo todo lo que publicas. Y cuando vi la película pensé en ti todo el tiempo. En nosotros.

Dalton se humedeció los labios con la lengua:

_ Eso me halaga. Realmente fuiste tú quien me empujó a optar por Historia del Arte... ¿Recuerdas que lo que quería estudiar en un principio era...?

_ Periodismo, lo recuerdo._ sonrió Fabián mordiéndose el labio inferior.

_ Tú me impulsaste a leer mucho, a interesarme por saber más de arte y cultura.

Se miraron por un momento, como si no hubiera nadie más alrededor de ellos:

_ ¿Cómo están tus pequeños?_ carraspeó Dalton.

Fabián sacó su teléfono del bolsillo para mostrarle una foto de los pequeños en la pantalla:

_ ¡Ay que bellos! Se parecen a su padre...

_ Tú también sigues siendo hermoso.

Dalton alzó la mirada, encontrándose con los aceitunados ojos de Fabián, que lo observaban con intensidad:

_ ¡Sonrían...!

Ambos parpadearon, cegados por el flash del teléfono de Salim, parado entre ambos y enfocándolos a los tres:

_ Y aquí estamos, como en los viejos tiempos..._ suspiró Salim._ ¿Recuerdan cuándo éramos el trío arco iris del IPUEC? Por Santa Lady Gaga... Qué época aquella. Ahora todo es mucho más fácil para esta generación. Solo lo anuncian y punto.

_ No creo que sea tan simple, Salim._ dijo Dalton._ Auto aceptarse y salir del closet ante los seres que uno quiere, nunca es fácil, sea la época que sea.

_ Pero en parte tienes razón, Salim._ agregó Fabián._ Hasta cierto punto ahora las mentes están un poco más abiertas que hace veinte años atrás. Me atrevo a decir incluso que la homosexualidad se ha vuelto casi una moda, más que un estilo de vida. Nosotros tuvimos que asumirnos, y sufrir acoso y rechazo. Los chicos de ahora eligen, y cambian, y vuelven a cambiar, y no tienen ni idea de quiénes desean ser realmente. Antes todo era más sencillo: o eras gay o eras hetero. Incluso, podías usar el término bisexual. Ahora hay tantos nombres en la ideología de género que pronto no alcanzarán las letras del alfabeto para referirse a la comunidad LGTB.

Diogo, al igual que Dalton, aún residía en Cuba, cuidando de sus padres. Había estudiado Cultura Física y era profesor de Educación Física en una escuela primaria. No se había casado, pero su número de conquistas era grande, y tenía tres hijos con tres mujeres diferentes:

_ Siempre fuiste un picaflor._ le reprochó Valeria abrazándolo cariñosamente.

_ Si, y tú te me escapaste cabrona.

Betsy y Erik llegaron juntos, en un flamante auto alquilado por ella. Betsy residía en los Estados Unidos desde hacía varios años, luego de casarse con un cubano-americano. Seguía siendo la misma desquiciada con el típico estilo gótico, aros en la nariz, en la orejas, incluso sobre una ceja. Además, llevaba los brazos cubiertos de tatuajes:

_ Recogí a esta cosa en el camino._ dijo mientras saludaba, señalando a Erik.

Erik no había cambiado en nada tampoco. Seguía esgrimiendo el mismo aire de chiquillo travieso, con sus enormes orejas como las asas de un caldero o un tazón. Lo único diferente en él, eran los múltiples tatuajes que exhibía en los brazos y el bigote y la barbita muy arreglados alrededor de su boca:

_ ¡Ahora sí, se formó la gozadera!

_ Ya tenía que venir este con su locura._ rezongó Nora.

Erik se frotó las manos:

_ ¡Gorda, ven acá y dame un beso que yo sé que me extrañaste!

_ Échate pá'llá y no te me pegues, mira que soy una mujer casada y con hijos, y mi marido, si te agarra en esa salsa conmigo, te coge y te destripa, que ese sí es un hombre, no un renacuajo flaco como tú.

_ Vamos gorda, que yo sé que siempre he sido el que te rompe el coco a ti.

Erik no había estudiado ninguna carrera universitaria. Al graduarse de bachiller, se dedicó a cuanto negocio pudo llevar a cabo. Comprar y vender era lo suyo, y cuando tuvo la oportunidad de subir a un avión y salir de Cuba, fue cuando en verdad comenzó a prosperar. Iba y regresaba, trayendo toda clase de mercancías que se dedicaba a revender:

_ Al final,_ decía._ siempre fui el bruto de mi familia. Todos ellos se jactaban de sus títulos y sus muchos estudios. Ninguno de ellos ha salido de Cuba, ninguno de ellos tiene el dineral que yo manejo. Yo no estudié, no fui a la universidad, y tengo mil comodidades que ellos no pudieron lograr con todos sus títulos y estudios.

_ Esa es la filosofía de este país que nunca acabaré de comprender._ señaló Nora._ Gente como este adefesio, que no estudió ni se esforzó y gana en un día lo que no ganamos mi marido y yo en un mes.

_ Por eso mismo, deja a tu marido, cásate conmigo y vas a vivir como una reinona.

_ Oigan ¿Y Renzo? ¿No viene?_ preguntó Denise.

_ Fue a comprar más cervezas y botellas de licor._ explicó Víctor mientras repartía vasos de bebidas entre los presentes.

_ Hace años que no veo a ese muñecón._ detalló Salim._ Me he cansado de buscarlo en las redes, pero en su perfil no sale ni una sola foto suya.

Katia e Itzel soltaron una risotada luego de intercambiar miradas. Nora la disimuló lo mejor que pudo. Grettel empezó a decir:

_ A ver, el Renzo que conocimos hace años no se parece mucho al Renzo de ahora, así que, por favor, cuando él llegue, no lo vayan a molestar.

_ ¡Ay!_ protestó Betsy con una mueca._ ¿Cuál es el misterio? ¿Se hizo cambio de sexo?

Y entonces resonó una voz gruesa, con el típico acento proveniente de la península Ibérica:

_ ¡Joder, tíos! En serio no sé cómo es que pueden seguir viviendo en este país... Es abusivo los precios de la cosas acá... ¡No puedo creer la millonada de pesos que he tenido que pagar por unas simples cervezas!

Los que aún no habían visto a Renzo, se quedaron boquiabiertos, observándolo. Renzo sonrió y abrió los brazos, diciendo:

_ ¡Hola, hola gente! ¡A ver, dejen de mirarme así y vengan a saludarme! ¡Además, necesito dos o tres que me ayuden a traer unas cosas del coche!

Salim fue el primero en reaccionar, soltando un gritito de espanto. Betsy, en cambio, dejó escapar una risotada. Los demás trataron de no ser tan obvios:

_ Salim deja de gritar así o vas dejarnos sordos._ ordenó Joel.

_ ¿Es que solo yo me acabo de dar cuenta de que esa cosa enorme que está ahí parada se tragó seguramente a Rencito con ropa y todo? ¿Nadie va a decirlo?

_ ¿Qué? ¿Que parece una calabaza viviente?_ soltó Betsy entre risas._ Dios mío, miren esa barriga... ¿Todavía podrá verse el bicho allá abajo?

_ Si quieres te lo demuestro._ gruñó Renzo mientras hacía intento de desabotonarse la bragueta. Los gritos para detenerlo no se hicieron esperar, mientras Erik protestaba, alegando que esa era su frase, acuñada y certificada.

Muy poco quedaba realmente de la figura gallarda de aquel estudiante guapo y atlético que fuera Renzo. De hecho, podía decirse que no quedaba nada. En su lugar, había un sujeto de gran corpulencia, ancho como un escaparate, con un pronunciado vientre. Su rostro seguía siendo hermoso, con el mismo corte de cabellos erizados, pero con abultados carrillos que hacían su cabeza más redonda. Eran visibles los tatuajes en sus brazos y en sus piernas, e incluso en su rollizo cuello:

_ Estás tan gordo como Nora._ señaló Flavia con la mandíbula casi desprendida._ ¿Qué te pasó?

_ Nada, tuve una depresión cuando me fui para España y comencé a comer sin control. Acabé engordando y no he podido recuperar mi antiguo peso. Búrlense cuanto quiera, ya me acostumbré.

_ Por eso es que no aparecen fotos tuyas en las redes. Pobrecito._ dijo Salim acercándose y acariciándole la cabeza.

Betsy se aproximó, poniendo el rostro a la altura del vientre de Renzo, muy cerca de su entre piernas:

_ Oye... ¿En serio vive alguien ahí abajo? Porque me cuesta creerlo.

_ Sigues siendo la misma insoportable de siempre. Y para que lo sepas, sí vive alguien ahí abajo. Puedes preguntarle a mi esposa.

_ ¿Te casaste? ¡Pobre mujer! ¡Tener que dormir todas las noches con una ballena!

_ Oye Betsy, deja la gracia de estar riéndote de la gente gorda._ advirtió Nora poniéndose junto a Renzo._ Si te caemos encima los dos, te podemos dejar aplastada como una croqueta.

Durante la siguiente media hora hubo risas, muestras de imágenes en sus teléfonos de sus hijos, de las familias que habían construido, de las vidas que habían edificado. Sostuvieron amenas conversaciones acerca del pasado, contemplaron la exposición de fotografías en las pancartas de la pared, rememorando los momentos exactos de cada imagen, viajando en el tiempo a una época donde eran jóvenes, irreverentes y llenos de sueños y ansias de vivir en plenitud. Aquel reencuentro era especial, puesto que volvía a unirlos después de años de ausencia y océanos de separación por el medio. Se estaban reencontrando, y reconociéndose, puesto que ya no eran los adolescentes de años atrás. Habían cambiado mucho: unos más gordos, con más arrugas, los tonos de cabellos diferentes, con menos cabellos. Ellos luciendo bigotes, barbas o rastrojos. Ellas con los signos propios de la maternidad en sus cuerpos. En fin, el paso del tiempo sobre sí mismos. Pero juntos, seguían sintiéndose el mismo piquete bullanguero y alegre y familiar.

Reían, bebían, gritaban, se burlaban unos de otros y gozaban con las excentricidades de Salim y Erik, quienes rememoraban los viejos tiempos bailando juntos y haciendo duetos románticos. No faltaron las charlas entorno a personas de las que no habían oído en mucho tiempo:

_ ¿Se acuerdan de Lilí?_ preguntó Nora._ Supe el otro día que se había ido para Nicaragua, tratando de llegar a los Estados Unidos. Y la Rosemary se casó con un viejo de Bélgica y creo que vive allá desde hace unos años.

_ Vi a Igor hace un año en España._ dijo Renzo a Denise._ Está casado con una viejona y le va de lo mejor.

_ ¿Saben quién trabaja conmigo en el hospital, de enfermera?_ anunció Itzel._ Una de esas tontas que siempre iba detrás de Lilí.

_ Ah si._ chilló Grettel._ Gina. La otra estúpida está casada con un tipo que trabaja en la empresa eléctrica. Tienen un niño que está en el mismo cuido que el mío.

Víctor apareció con su pequeño hijo en brazos. El chiquillo parecía que acababa de despertarse. Grettel corrió para acunarlo en su regazo:

_ La cosita rica de mamá se despertó..._ dijo dándole múltiples besos en las mejillas a su pequeño.

_ ¿Y tú no piensas parir, mija?_ preguntó Flavia a Betsy._ ¿Tú y Denise se han puesto en huelga contra la maternidad?

_ ¿Parir? ¿Quién? ¿Yo? Ni loca. Mi marido ya tiene hijos, así que ni sueñe que yo le voy a dar otro. Que se conforme con los dos que ya tiene. Y si no, que vaya y busque a una yegua y la preñe, porque lo que es a esta que está aquí, se va a quedar con las ganas.

_ Ay Betsy,_ suspiró Valeria._ no sabes lo que te pierdes. Tener un hijo es lo más lindo del mundo. Es una bendición que no tiene nombre.

_ Pues la bendición mía que espere._ aseguró Denise.

_ Y la mía que ni llegue._ acotó Betsy, tajante.

_ Menos mal._ empezó a decir Renzo._ Porque un niño con una madre como tú, sería digno de lástima.

Betsy quiso replicar con alguna grosería, pero Yolanda se dio prisa en intervenir:

_ Después de tantos años sin vernos y no puedo creer que estén peleándose como perro y gata.

_ Sería más sorprendente que no lo estuvieran haciendo._ dijo Dennis con una mueca.

_ ¿Y cuándo podremos leer tu último libro?_ quiso saber Fabián._ Dice Dalton que está buenísimo, y que todos aparecemos en él, con otros nombres, pero es básicamente nuestra historia, todo lo que vivimos.

_ Tengo una caja que traje de México, para repartirla entre ustedes. Cada uno dedicado. Pero con el apuro de llegar temprano la olvidé. Mañana sin falta se los hago llegar.

_ No hay que esperar a mañana._ dijo Renzo._ Vamos ahora mismo en el coche y la traemos.

_ Oigan..._ intervino Diogo mirando su reloj de pulsera._ ¿A qué hora deben llegar Claudia y...?

_ Los llamé hace un rato por teléfono._ contestó Víctor._ Deben estar al aparecer.

******************

Claudia rompió a llorar mientras los abrazaba y besaba a cada uno:

_ Solo mírense... Están tan grandes... Tan adultos... Me hacen sentir tan vieja.

_ Que vieja, ni vieja._ exclamó Salim._ Todavía estás bellísima y muy elegante, como siempre.

Detrás de Claudia, estaban parados tres jovencitos. Dos chicas y un chico, de aproximadamente entre los quince y los dieciocho años, y miraban a todos aquellos personajes que para ellos no eran desconocidos, al menos la gran mayoría de ellos. La mujer abrazó a Luis Mario y lo apartó para mirarlo un instante. Ambos tenían los ojos llenos de lágrimas:

_ Mírate... qué lindo estás..._ de repente lo golpeó en la cabeza._ ¿Por qué no has ido a verme a la casa?

_ Queríamos ir a verte enseguida que bajamos ayer del avión, te lo juro,_ explicó Luis Mario entre lágrimas y risas._ pero a uno de los niños le dio fiebre, y Wendy se puso como loca. Menos mal que hoy por la tarde fue que se recuperó, porque por poco y no hubiéramos podido venir hoy. Los dejamos con mi suegra, que está chocha con sus nietos.

_ Pues mañana me los llevan a la casa porque casi-casi son mis nietos también._ exigió Claudia abrazando a Wendy, que también estaba lloriqueando.

Luis Mario se quedó mirando a los tres chicos, con una expresión de admiración y dolor en la mirada. No era el único. Sus amigos también parecían fascinados, observándolos:

_ Son idénticos al profe. No pueden negar que son hijos suyos.

Yolanda se apartó de Claudia, rompiendo el abrazo, y preguntó:

_ ¿Y dónde está él, Claudia?

_ Aquí, con nosotros.

La mujer se volteó hacia una de sus hijas, seguramente la mayor, que le entregó algo que sostenía entre las manos. Se trataba de una urna de metal.

Grettel le indicó que se acercara a la pared de las fotografías. Claudia colocó la urna en una mesita pequeña, cubierta por un mantel blanco, justo debajo de un gran retrato donde el rostro del profesor Diego sonreía, con la cabeza cubierta por un gorro de lana, aunque con aspecto cansado y enfermo.

Claudia se quedó observándolo embelesada, y suspiró, abrazada a sus tres hijos, y rodeada por el piquete, que guardaba un profundo y solemne silencio:

_ Aquí estamos Diego. Tus hijos y tus chicos. Listos para darte tu último adiós.  

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