╰✯┋Capítulo 36┋
La neblina era tan densa que no se podía ver más allá de unos metros delante de ellos
—Estamos llegando —informó Damien.
Anais miró al frente, entrecerró los ojos y visualizó la silueta del castillo.
—Es posible que sea la única oportunidad que tengamos —pronunció la mujer en un susurro— no podemos desaprovecharla.
Nicholas trató de calmarse y ralentizar los latidos de su corazón, pero antes de darse cuenta ya estaban atravesando los jardines y llegando al inicio de la construcción.
—¿Qué quiere decir? —cuestionó a Anais.
—Quiero decir —contestó y su voz dominó entre el ruido—, que en este mismo instante no hay tiempo para un enfrentamiento. Lo único a lo que debemos enfocarnos es a sacar a Lawrence de ese sitio o será el fin.
Nicholas suspiró, comprendiéndolo enseguida. Solo eran cuatro apóstoles, una pelea sería inútil.
El silencio cayó y las miradas se dirigieron tras él. Una de las sombras de Damien lo sujetó, derribándolo a tiempo para evitar el impacto del martillazo de Elizabeth.
Su estómago se contrajo y miró a la chica. Había llegado el momento.
—Así que en serio has traicionado a los apóstoles. No me sorprende —le recriminó Anais.
—Para que no perdamos el tiempo seré clara —repuso Elizabeth—, ahorren su saliva y sus palabras bonitas. No me importan ni ustedes ni Lawrence. El punto es que no les dejaré cruzar, si desean apartarme pueden intentarlo cuando quieran.
—Yo me enfrentaré a ella —manifestó Nicholas levantándose.
—¿Estarás bien? —inquirió Anais con preocupación.
Nicholas hizo un débil asentimiento.
—Si ven a Clear en el camino, por favor tráiganla de regreso a casa también.
En contra de su pesar accedieron y retomaron su camino. Elizabeth estuvo por detenerlos, pero fue Nicholas quien frenó su ataque.
—Dije que yo sería tu oponente.
Al subir las blancas escaleras de mármol, la gran puerta se abrió ante ellos y frías ráfagas de frío se colaron por el lugar.
—Ya nos esperaban —susurró Anais sabiendo que sería inevitable pelear—. Retirémonos por ahora, no hay manera de lograr algo enfrentándonos a lo desconocido.
—¡Esperen! —pidió Shannon notando una silueta.
Cuando la luz reveló el interior del castillo miraron a Lawrence, clavado en uno de los muros con varias estacas de hielo que atravesaban sus brazos y piernas.
Shannon lo miró, sorprendiéndose al ver sus ojos mirarle con tanta intensidad. No sonreía como en los días anteriores y tampoco hizo alguna expresión, solo sostuvo la mirada. Quiso caminar hacia él, pero Lawrence agachó la mirada y le indicó con un movimiento de cabeza que no se acercara.
Shannon entendió que sería una trampa, pero eso no le impediría salvarlo esta ocasión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro