╰✯┋Capítulo 33┋
Damien lo había convencido de presentarse ante Abdiel, asegurándole que todos se podrían felices de su decisión de unirse a ellos. Aunque Lowell sabía que su suposición estaba lejos de la realidad sintió que se lo debía.
Dentro de la amplia sala solo había silencio y un incesante sonido de las manecillas moviéndose. Eso y la mirada fija de Abdiel sobre él.
—Unirte a nosotros —dijo finalmente el clérigo, dejando su taza de té sobre la mesa que los separaba.
—Eso es lo que he dicho.
—A pesar de que es tu culpa que Damien terminara lastimado —murmuró Abdiel, sin evitar soltar un pequeño suspiro de agobio.
—... —aunque ya esperaba ese comentario, le tomó desprevenido escucharlo tan pronto y su rostro cambió a uno más triste—. Tampoco yo esperaba involucrarme con ustedes. Pero ahora estoy decidido: los ayudaré.
—¿Cómo sé que tu redención es auténtica y no un intento de usar a Damien para que su creador pueda seguir experimentando?
Un viento se coló por la ventana y nuevamente el silencio regresó.
Lowell apartó la mirada. Tomó un minuto para reflexionarlo y luego contestó:
—No lo culpo por pensar de esa manera. Incluso yo mismo no lo entiendo. Hasta hace unos días lo único que me interesaba era recuperar a Charlotte, y ahora, aquí estoy, pidiendo por una oportunidad.
—Si pudiera ver las almas como lo hace Lawrence —soltó con un suspiro Abdiel—. Es arriesgado, considerando que ya intentaron tener una estigia entre nosotros.
—No es necesario estar entre ustedes para demostrar que estoy de su lado.
—Está bien —aceptó con una pequeña sonrisa de esperanza—. Tienes mi confianza.
Lowell levantó la mirada sin terminarlo de creer.
—No los defraudaré.
—Pero antes debes de responder: ¿qué tipo de estrella serías si pudieras escoger?
Lowell lo miró con una expresión de desconcierto un instante, justo al tiempo que Damien entraba a la habitación.
—¿Tan pronto comenzaron los interrogatorios sobre las estrellas humanas? —cuestionó con una risilla—. Supongo que es buena señal.
—No podía desaprovechar la oportunidad —le susurró a Damien y luego se dirigió de nuevo a la estigia—. Por ahora deberías regresar con ellos, no nos vendría mal tener a alguien cerca del enemigo. Además, quiero pedirte un favor importante.
—No tiene que pedirlo. Cuidaré de Clear.
..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..
Clear creó una ilusión para examinar el bosque del castillo. Podía sentir cada objeto que se encontraba con su copia, aunque por alguna razón cada que llegaba a un punto la ilusión se desvanecía y debía volver a comenzar.
Su versión de sí misma caminaba cuando de pronto encontró a Elizabeth pintando algunas runas.
La chica también pareció darse cuenta de su presencia.
—¿Qué estás haciendo aquí, Elizabeth? ¿De verdad no piensas regresar con los demás?
Pero ella continuó en su labor, casi ignorándola.
—No siento especial aprecio por ustedes. Si he participado es porque no tenía otra opción.
—¿Por qué? Todos ellos no han hecho más que preocuparse por ti, incluso Nico se sacrificó por nosotros —pronunció mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Guárdate tu lástima, Nicholas sigue vivo —le respondió con desdén.
La noticia le quitó un peso de encima, aunque ya no confiaba en ella, estaba segura de que sus palabras eran ciertas.
Las lágrimas terminaron deslizándose por sus mejillas, pero esta vez eran de alivio al saber que su amigo estaba vivo. Y su deseo de ir a donde ellos creció.
—Por cierto, he estado trabajando en algo interesante —habló Elizabeth interrumpiendo sus pensamientos.
Cuando Clear volteó la mirada, notó a la chica activando una de sus runas, y seguido a ello su ilusión se desvaneció.
Abrió los ojos encontrándose en la fría habitación del castillo. Comprendió que Elizabeth había logrado contrarrestar su habilidad, y si quería salir de ese sitio debía de mejorar.
..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..
Kain, que había estado observando, finalmente salió.
—No estuvo mal, aunque dudo que sea suficiente para que nuestro creador confíe en ti.
—Me da igual si no lo hace —rio la chica sin dejar su labor—. Hago las cosas para mí y si en algún momento pretende darme órdenes puede dar por hecho que no las acataré.
—Si mueres ahora ¿A dónde iría tu alma, querida Elizabeth? —interrogó Kain acercándose más a ella.
—¿Qué importa si voy al infierno?, estoy acostumbrada.
—No tienes ni idea de lo que es el infierno —exclamó la estigia al tiempo que una ventisca helada empezaba a rodearlos.
—No te tengo miedo —afirmó poniéndose en guardia.
No intentes jugar conmigo, niña —Una de sus manos se cerró con demasiada fuerza en torno a su cuello—. No si quieres seguir viviendo.
—¿Qué parte de "me da igual" no has entendido? —insistió, sin dejar su actitud de indiferencia.
Ambos se sostuvieron la mirada, a pesar de que la falta de aire comenzaba a afectar a Elizabeth.
Un grito emocionado de Jay interrumpió el momento.
—¿Al fin permitieron que la matemos? Déjame ir primero.
Agitado, incluso materializó su arma, no obstante, Kain negó y la atrapó en una atadura de hielo.
—Por desgracia nos es útil —contestó soltándola y dejándola caer—. Justo nuestro Padre ha encargado una misión para ti. Para ustedes dos, de hecho.
—¿Tendré que trabajar con ella? —el ceño de Jay se frunció en un gesto de desagrado.
Desde el piso, Elizabeth le miró intrigada, sabiendo que, hasta algún punto, las estigias no tenían más opción que confiar en ella.
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