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╰✯┋Capítulo 32┋

Los primeros rayos de luz se colaron por el ventanal. Abdiel, que había restaurado su preciado lugar de reunión, parecía terriblemente cansado.

No era para menos luego de la enorme derrota del día anterior. De milagro Nicholas y Damien estaban vivos, aun cuando estuvieron a punto de morir. Pero Clear había sido secuestrada, no sabía nada de Lawrence y Elizabeth había desaparecido como siempre.

Soltó un suspiro cansado notando lo pocos que eran.

—Pero seremos más cuando Lowell se nos una —expresó Damien esperanzado mientras Shannon ayudaba a vendarlo.

A diferencia de Nicholas, las heridas de Damien no habían sido curadas por completo.

—¿Sigues pensando que puedes confiar en la estigia? —cuestionó Abdiel examinando la gran cicatriz que cargaba Damien tras la anterior pelea.

En algún momento le comentó la loca idea de que sentía que podía confiar en él, y, aunque Abdiel no dudaba que pudiera darse el caso, también prefería no ser tan positivo y decepcionarse al final.

—Sí —respondió él con seguridad—. Pero es mejor que no de muchos detalles o los preocuparía más.

—Eso ya es preocupante —Le obsequió una cálida sonrisa y se volvió a incorporar—. Lo que quiera que te estés proponiendo, por favor, ten cuidado. No ganas nada si mueres por aferrarte a creer en algo.

—Todos nos estamos arriesgando por aquello en lo que creemos. ¿Por qué si no seguimos aquí?

—Yo también lo creo —intervino Shannon—. Creo que hay estigias que no son malas, al fin y al cabo, alguna vez fueron humanos.

—Humanos que no merecieron el paraíso.

—Pero tampoco el infierno —protestó de nuevo Damien.

Abdiel dejó salir una sonrisa ladina, rendido.

—Aunque creas que no lo entiendo, déjame ayudarte. Creo que es algo que debía contarles antes. Es una historia sobre el Padre de las estigias.

Hace tiempo existían dos guardianes del inframundo: Abdiel y Caleb. Su único propósito era vigilar que todo marchara bien, llevar a las almas al juez que definiría si entraban al cielo o al infierno y separarlas para que Caronte los dirigiera a su destino.

Entre los aburridos y monótonos días, Caleb descubrió que su sangre podía llevar a los muertos de regreso al mundo terrenal, y no tardó en contar el secreto a Abdiel, quien rechazaba el romper las reglas que les habían sido impuestas.

Pero eso no fue impedimento para que Caleb siguiera probando, curioso de saber qué límites tenía su poder. Reunía pequeños grupos que omitía de ser juzgados y los mantenía ocultos para luego resucitarlos, y entre las personas resucitadas conoció a la mujer que le llevó a tener un corazón.

Cada noche la mujer regresaba para ver a su amado, y al amanecer él usaba su sangre para que despertara en su vida normal

Pero no pasó mucho antes de que descubrieran que algo anormal sucedía y como castigo fue exiliado.

Ese día su amada regresó con la esperanza de volverlo a ver... pero esta vez no regresaría del sueño eterno.

Incluso si encontraba cómo recuperarla, Caronte era el único que podía atravesar el río para llevarla de regreso al otro lado, así que negoció con el barquero.

Aquellos que no cabían ni en el cielo ni en el infierno podían regresar con normalidad, ya que no les era permitido subir al arca. Pero si quería regresar a su amada debía pagar un precio.

El precio era las almas del mundo: de esa manera Caronte podía tener un descanso por la eternidad.

Ambos chicos permanecieron en silencio, los motivos y las habilidades de Caleb -y de Abdiel- parecían empezar a cobrar sentido, y, aunque nuevas dudas nacían ni siquiera fueron capaces de formular sus preguntas.

—Al final, ganemos o perdamos, nuestro destino se ha escrito en las estrellas.

—No perderemos —aseveró Damien—. Y si alguien más lo ha escrito, entonces lo borraré y me encargaré de escribir uno mucho más brillante.

Y sin borrar su sonrisa se marchó, deseoso de demostrarles que no estaba equivocado.

..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..

El cielo crepuscular se reflejaba en el agua turbia, y en la orilla contraria pudo ver la silueta de Lowell, sentado mientras miraba algo muy concentrado.

Parecía dolido, tanto que ni siquiera había notado su presencia, no hasta que estuvo muy cerca.

—Parece que al destino le gusta juntarnos —exclamó haciendo que saltara en su lugar.

—Estás vivo.

—Así que te alegra verme —bromeó sentándose a su lado.

—Me alegra que estés bien, pero debes dejar de creer que me uniré a ustedes. Tus sentimientos casi te costaron la vida.

—Es la fe ciega que se le tiene a un compañero.

La estigia suspiró y pasó las manos por su cabello oscuro, exasperado. Cuando lo miró tenía una sonrisa triste en los labios y el cabello revuelto.

—Aunque me gustaría, no soy tu compañero —contestó sorprendiendo a Damien—. Quedarme con ustedes es perder la oportunidad de que Charlotte recupere su vida.

—Entiendo... amas a Charlotte, seguro que la echas de menos.

El no humano calló. "Por alguna razón, los sentimientos que tenía parecen irse atenuando" es lo que iba a decir, pero se contuvo. Sonaba patéticamente sentimental.

—Siempre la echaré de menos —se limitó a contestar. Había un rastro de dolor en aquella confesión—. Charlotte es quien me hizo llorar cuando aún tenía lágrimas.

—A todos nos pondría felices la posibilidad de volver a ver a Charlotte —continuó Damien, con una sonrisa no exenta de amargura—. Pero la manera de traerla de vuelta posiblemente solo le traería infelicidad.

—Fue un error que ella muriera. Si tuvieras el poder de devolverle la vida ¿simplemente lo ignorarías?

Damien encogió de hombros y apretó su pecho.

—Vivir con la sangre de Caleb da un extraño dolor. No sé si te pasa lo mismo, pero en un sentimiento amargo. Una condena que no desearía que alguien más tuviera que pasar.

Lowell agachó la mirada. Él se sentía exactamente igual y la conversión de Clear solo le confirmaba aquel hecho.

—Si las estigias logran su cometido, el ser parte de ellos sería casi una salvación. Como la chica apóstol, ahora es uno de nosotros.

El rostro de Damien ensombreció ante aquella revelación.

—Una salvación que no necesitan porque no ganarán.

—En la guerra no hay ganadores, solo desolación y dolor.

—Ayúdame a detenerla, te aseguro que me entregaré para que Caleb pueda traer de regreso a Charlotte si es lo que deseas.

La estigia negó con un dolor asomándose en su rostro.

—No podría... si hiciera algo así solo le traería más dolor.

—¿Hay algo que pudiera convencerte de dejar a las estigias y quedarte con nosotros?

—Tú.

El rostro del apóstol ardió y miró fijo al otro.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Desde que volví a despertar en este mundo es como si hubiera perdido algo importante, me cuesta recordar cómo es reír o llorar, cada vez me siento menos como un humano y no quiero perder eso.

—¿Necesitas... sentir que eres más humano?

—Necesito seguir sintiéndolo, tal y como lo hago cuando estás cerca. Cuando estás a mi lado el mundo se ve más amable, más hermoso... menos como siempre se ha visto ante mis ojos.

—Vaya, y pensar que busqué tanto por una manera de convencerte cuando ya existía una —comenzó a pensar en voz alta, asombrado de haber logrado tan pronto su objetivo.

—Eres todo un caso —exclamó la estigia, haciendo un ligero amago de sonrisa que para Damien representó un triunfo.

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