Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

╰✯┋Capítulo 26┋

La tarde languidecía por la ciudad. Las calles se veían desoladas. Luego de los sucesos recientes donde él y sus hermanos se habían encargado de asesinar humanos, se habían vuelto menos frecuentes las salidas a altas horas.

Y a pesar de no estar totalmente vacías le provocaba un extraño sentimiento. No imaginaba el paraíso de las estigias sin ningún humano.

De pronto, le miró.

Ahí estaba ese desconocido, sin hacer el mínimo movimiento, respirando despacio, acompañando a un par de niños que le agradecían por haber salvado a su perro en el río.

Lo miró concentrado, no encontraba parecido entre él y el resto de los humanos que había visto hasta ese entonces. Quizás porque como estigia estaba destinado a atraer a las almas sucias.

Hasta que de pronto la mirada del chico tropezó con él. Damien le sonrió e inconscientemente devolvió el saludo. Se quedó aturdido, pero se sobrepuso al instante y empuñó su mano al caer en cuenta de lo que hacía.

Le molestaba el haber sido salvado por él, pero le irritaba más saber que sentía una especie de deuda por haber terminado con el mafioso. O tal vez era por haberlo salvado esa ocasión. O quizás era una mezcla de ambas y eso le irritaba aún más.

Apresuró el paso para marcharse de ahí cuando notó la presencia de Jay.

—¿Qué haces aquí?

—Buenas noticias: me enteré de que Eira vendrá a por este apóstol, es nuestra oportunidad para conseguir la preciada sangre de nuestro padre.

La noticia de alguna manera no le resultó tan satisfactoria como lo hubiera imaginado. No estaba pensando en un plan ni en las consecuencias que acarrearía cualquiera de los posibles desenlaces.

Solo le importaba ella.

La oscuridad bañó el paisaje y la brisa siguió soplando. De pronto el aire se sintió pesado y el apóstol pareció notarlo enseguida.

Materializó un par de sombras para proteger a los niños. Estas se marcharon lejos de manera que pudiera concentrarse en la pelea que se aproximaba.

—Eira Konohen, la primera de las estigias —comentó apenas lo vio— ¿a qué debo el honor de este encuentro?

Eira ni siquiera contestó. Sus gruesas cadenas se materializaron atacándolo desde todas las direcciones posibles, dejándole un mínimo margen para escapar.

Algunas de sus sombras rodearon a la estigia, pero fueron fácilmente apartadas por él y lanzadas por los aires.

El apóstol sonrió con frustración. Aunque le dolía admitirlo, su cuerpo estaba resentido luego de la pelea con el mafioso.

Cada vez que él, o alguna de sus sombras estaban a punto de conseguir golpear a la estigia, este hacía uso de sus poderes telequinéticos para repelerlos.

Lowell observó sin saber cómo reaccionar. Muchas dudas asaltaban sus pensamientos. Miró por encima de Jay, donde el apóstol y Eira peleaban. Algo dentro de él se arrastró con impaciencia y le obligó a no apartar la mirada.

Gotas de sangre salpicaron el suelo. Pertenecían al apóstol que había sido alcanzado por una cadena de Eira que atravesaba su pierna.

El chico se apartó para reunirse con una gran cantidad de sombras suyas, todas idénticas. Aunque dudó que entretuviera por mucho a Eira.

Lowell apretó los dientes, vaciló un momento, pero cuando la cadena se dividió en varias partes que atacaron al mismo tiempo a todas las sombras acabó por interponerse.

Justo su guadaña repelió la cadena que estaba por atravesar al verdadero Damien.

Y así terminó por salvarlo de Eira.

Ambos se miraron extrañados.

—¿Qué estás haciendo, Lowell? —inquirió Jay, saliendo a su lado.

—No hay tiempo para explicaciones —se limitó a responder—. Mi prioridad por ahora es conseguir la sangre de nuestro Padre.

—De acuerdo —balbuceó no del todo convencido—. Espero que sepas lo que haces.

—Estás herido —su índice apuntó a la pierna del apóstol—, es tu oportunidad de marcharte, de lo contrario no puedo asegurar que continúes vivo.

Damien soltó un pequeño bufido y esbozó una sonrisa. Le dirigió una última mirada y se marchó de aquel sitio.

Las cadenas se impactaron cerca de ambos, haciéndolos reaccionar para centrarse en la pelea que habían ido a buscar.

Jay utilizó su poder para interferir en su control de las cadenas y Lowell aprovechó para atacarlo con su guadaña.

Eira cayó dando vueltas sobre las baldosas del puente, pero apenas logró recuperarse se puso nuevamente de pie y creó un escudo con las cadenas.

—¿No se supone que alterarías sus poderes? —inquirió Lowell.

—Eso intento, es difícil transformar la naturaleza de su poder a algo distinto que no le termine dando ventaja.

Eira usó su telequinesis para golpear a Jay, quien se desconcentró debido al impacto y al saber que podía usar sus poderes sin restricción, de inmediato arremetió contra Lowell.

La estigia apenas pudo quejarse cuando el dolor le apuñaló de nuevo y notó a Eira muy cerca.

—¿Es esto lo que buscan? —Eira extendió frente a él el collar del que Jay había hablado.

Lowell se le arrojó para arrebatárselo, pero antes de lograr tocarlo fue golpeado con una gruesa viga de acero.

—Me temo que su plan termina aquí —El collar cayó al piso y Eira lo aplastó con su bota hasta destrozarlo.

Desconcertado, Lowell caminó hasta el objeto que yacía en pedazos.

Y entonces el recuerdo borroso volvió a palpitar en su mente. Su plan para regresar a Charlotte había fracasado.

Eira no esperó a que protestaran, apretó los puños y sus cadenas los apresaron hasta que su piel comenzó a sangrar.

—Es suficiente, Eira —La voz de su creador los obligó a terminar con la pelea—. Lamento que hayas pasado por las consecuencias de sus malas decisiones.

—Caleb... —Jay pronunció el nombre de su padre con abatimiento y sus ojos se abrieron con consternación.

Eira obedeció y los dejó libres. El Creador caminó hasta ellos y les dedicó una fría mirada.

—He venido a hacerles una pregunta y seguramente pueden imaginar de qué se trata.

—Le ruego que deje a Jay fuera de esto —se apresuró a hablar Lowell, haciendo una reverencia frente a él—, yo he sido el único que planeó actuar en su contra, Padre.

—No seas tan engreído, me quitas créditos por mi plan —bufó Jay.

—No. No estoy molesto —aclaró el Creador—, pero sí decepcionado. Traicionaron al resto de estigias, a mí, e incluso atacaron a su hermano ¿y todo para qué? Para resucitar a un par de apóstoles.

La duda invadió a Lowell, que no pudo evitar pensar que su plan no estaba tan equivocado.

—¿En verdad nos ocultaste que era posible traerlos de vuelta?

—Incluso yo mismo no soy consciente del alcance de mi poder. Puede que los regrese a la vida, o puede que la transformación no sea exitosa y solo se ate el alma a un cuerpo vacío que continúe degradándose.

El rostro de Lowell ensombreció al pensar en Charlotte regresando incompleta, sufriendo atada a un cuerpo en descomposición que no era capaz de morir.

—¡Mientes! —sostuvo Jay sin ocultar su molestia—solo es una excusa para evitar el dolor que te provoca mantenernos aquí.

—Jay, basta —pidió su hermano.

—¡No!, ¡no dejaré que me siga ocultando la verdad!

Su creador chasqueó los dedos y apareció frente a ellos el ataúd donde Jay guardaba el cuerpo de Jack. Se acercó hasta el cuerpo y cortó su muñeca para verter la sangre sobre él.

El mayordomo empezó a moverse de manera irregular. Los ojos de Jay se abrieron tanto como pudieron y estuvo por correr a donde él cuando su padre lo detuvo levantando la mano.

Jay lo miró mejor, los movimientos comenzaron a ser más bruscos, cayó convulsionando y luego volvió a quedar inerte.

Las lágrimas de rabia se deslizaban por sus mejillas. Se negaba a creer que todo su esfuerzo había sido en vano.

—En mis palabras no hay mentira. Se los preguntaré una única vez ¿entregan sus nuevas vidas a mi propósito?

—Desde luego, Padre.

—¡No! No seré un esclavo, y no pienso quedarme sin mover un dedo cuando hay una posibilidad.

—La hay —manifestó llamando su atención—. Los apóstoles vivos pueden aceptar mi sangre. Si logro entender la razón, tal vez pueda encontrar cómo traerlos de vuelta. Si eso pasa, les aseguro que les ayudaré a regresar a la vida a aquel par.

Kain apareció detrás de él con el ataúd donde se encontraba el cuerpo de Charlotte. Caleb asintió y la estigia encerró a ambos en una cúpula de hielo.

—Un motivo más para no perder contra los apóstoles. Es su oportunidad de demostrar su lealtad. No me defrauden.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro