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╰✯┋Capítulo 19┋

Jack intentó dar un paso, pero las heridas lo impidieron y cayó sobre sus rodillas.

—Ha sido más fuerte de lo que creí —pronunció con una débil sonrisa—. Incluso mi poder no fue capaz de alterar su naturaleza.

El rostro consternado de Shannon suplicaba por cambiar lo que estaba hecho, sin lograr entender lo que sucedía.

—Señor Jack... ¿por qué?

El sirviente negó con una sonrisa amable. Se arrastró y llegó hasta su joven amo, atando los zapatos de este.

—Porque al final mi lugar estaba aquí... no te culpes por ello... yo he sido quien así lo deseó.

Shannon intentó ir a donde él, pero el sirviente volvió a negar y con sus últimas fuerzas se dirigió a Jay.

—Por favor amo, acepte este último obsequio a manera de redención.

El rostro de Jay ensombreció, como si estuviera desencajado por el dolor. Se apoyó sobre sus codos y miró a su sirviente cerrar los ojos.

Levantó la cabeza de este y la recargó sobre sus piernas.

—Ey, Jack, no te duermas... —susurró sacudiéndolo—, tienes que despertar, vamos. Tienes que compensar el haberme traicionado.

Las lágrimas de la estigia comenzaron a brotar en cuanto notó que el mayordomo no reaccionaba.

Aunque parecía buen momento para aprovechar la distracción, el mirar aquella escena hizo que algo dentro de él se rompiera.

—Puedo intentar salvarlo —ofreció Lawrence, que también había pausado su pelea con Eira tras lo ocurrido.

—¡No te atrevas a tocarlo! —espetó Jay con tal furia que algunos cortes con la misma escarcha del poder de Lawrence se trazaron en el aire.

Retrocedió entendiendo que Jack había dejado su fuerza vital en su joven amo. Su último obsequio.

Lawrence se preparó para contraatacar, aun cuando sabía que tanto sus heridas como las de Shannon eran considerables como para pelear con la estigia que era más fuerte que antes.

La fuerza con la que todo alrededor comenzaba a destruirse era impresionante, Jay parecía estar fuera de sí.

De pronto, Eira lo golpeó y la estigia cayó al piso, inconsciente. Acto seguido, Eira cargó a ambos, miró fijamente a los apóstoles y se marchó.

El ambiente poco a poco empezó a llenarse con copos de nieve y Shannon cayó sobre una de sus rodillas. Lawrence corrió a ayudarlo, pero Shannon pronunció que estaba bien y se levantó.

El silencio se instaló entre ambos y las sensaciones de confusión y culpa les impidieron hablar.

Shannon ignoró los deseos de gritar y exhaló entré sus manos, intentando calentarlas.

La imagen de la estigia abrazando el cuerpo de Jack se repitió en su mente. Sin embargo, la fría corriente de viento amargo se precipitó a su alrededor y despertó sus sentidos.

Todo lo que había sucedido fue increíblemente abrumador y su mente no podía procesar tantas emociones.

Un profundo suspiro atravesó sus fosas nasales, y, recargándose en la pared de un edificio, inclinó la cabeza hacia atrás. Las temperaturas heladas quemaban la piel de sus heridas expuestas.

Lawrence le acompañó sentándose en la fría acera, hundido en el aguanieve blanco que se había estado acumulando.

—¿Qué color tenía el alma de Jay? —preguntó al fin.

La expresión de la balanza se tensó por un momento y finalmente dejó escapar un bufido de pura frustración.

—De furia, de confusión... y de dolor.

—Lo imaginé —mantuvo la mirada perdida en algún punto del cielo y dejó salir su aliento vahando—. Supongo que, de alguna manera, Jack también era importante para él.

—Ambos lo eran. El lazo que los unía era mutuo.

Lawrence levantó su mano temblorosa para ayudar con las heridas de Shannon, pero no fue capaz. Forzó las manos en el sucio piso para ponerse nuevamente de pie, a la altura del otro y luego volvió a hablar:

—Shannon, yo...

—Shh — Le calló situando índice y corazón sobre los labios —. Sé lo suficiente, aunque no conozca las razones exactas que te llevaron a ayudarles, debes tener tus motivos. Confío en que así es.

Intentó tomar su mano, pero la culpa fue demasiado intensa. La cercanía de Shannon en ese momento le sabía mal y cuando no pudo esconderlo más le suplicó que se marchara.

—¿Por qué? —Estrelló su puño contra la pared—. ¿Qué se solucionaría si me marcho? No importa si debes llorar, gritar o maldecir: yo me mantendré a tu lado.

Lawrence continuó mirando fijamente el blanco piso junto a sus pies y dijo:

—¿Y si solo necesito contar una larga, aburrida y ridícula historia?

—La escucharé hasta el final.

Lawrence suspiró con dureza y hundió la cara en sus palmas. Levantó la mirada impasible y finalmente tomó una bocanada de aire para comenzar con su relato:

—Desde que era muy pequeño he podido mover los hilos de la vida de las personas. Puedo arrebatar vidas, pero no devolverlas; no soy capaz de curar, pero sí de reponer una vida con otra y eso fue lo que hice.

—Reponer una vida con otra... —repitió Shannon en voz baja, intentando comprender hacia dónde se dirigía la confesión.

—Fue antes de que supiese lo que era correcto o no, mis padres usaban ese poder para beneficiar a otros... por desgracia no eran personas con buenas intenciones. De esa manera viví para arrebatar vidas de inocentes y entregarlas a las peores basuras sin renuencia.

»Cuando comencé a ver el color de las almas quise negarme, sin embargo ellos no me lo permitieron. Hui de casa en un intento de redimirme, pero aquellas personas me encontraron. Dijeron que tenían a mis padres, que si quería salvarlos debía de hacer lo que me dijeran.

»Y cuando obtuvieron lo que quisieron de mí, entendí que todo era mentira. Que mis propios padres habían fingido estar en peligro para obligarme a ir, para venderme a uno de esos abominables hombres corruptos. Sus caras mostraban tanta indiferencia ante los hombres que me sometían, ante las vidas que acababan de ser arrebatadas.

»No me importó asesinar a ninguno de ellos, aunque sabía que no podría cambiar el pasado.

» Pero eso no es todo —añadió—. A pesar de que fui libre continúo cargando con aquello, no solo las vidas de las víctimas, de mis padres y de aquellos hombres. Desde que nací las únicas almas que he visto son de la peor cara de la humanidad, incluso cuando llegué a la iglesia: los altos cargos corruptos, los padres pederastas, los creyentes hipócritas que creen que una oración salvará sus almas, solo almas que no merecen ser salvadas...

—Pero si olvidaste ese odio enfermizo; si decidiste dejar de lado el resentimiento y ese anhelo de absurda venganza que te consumía, entonces, tienes más bondad de lo que crees...

—¡No es así! —las gruesas lágrimas marcaban caminos transparentes sobre sus mejillas—. Hasta antes de conocerte no vi algo bueno en la humanidad que me hiciera considerar salvarla. Hasta antes de ti había aceptado el infierno.

Tuvo que apretar los labios porque le costaba hablar. No podía negar que, si bien, antes de Shannon, de verdad no le interesaba la humanidad, tras su llegada habían nacido en él sentimientos de cariño y deseos de proteger a otros.

—Sea cual sea la razón, esto es lo que eres tú —comentó Shannon tranquilo, tomando su mano—. Además, te aseguro que, si tu alma termina en el paraíso o en el infierno, me encargaré de encontrarte.

Los ojos de la balanza se abrieron de más al escuchar aquellas palabras y luego se apartaron, reflejando su pesar.

—Shannon —cerró los párpados sintiendo los dedos del mayor recorrer su mejilla— ¿por qué eres amable aun después de saber lo que soy? Ayudé a las estigias.

El otro, enternecido tomó su rostro entre sus manos y depositó un casto beso en la comisura de sus labios.

—Pero tú no eres como ellos.

—¿Cómo puedes saber que no soy malo? —El viento sopló un par de copos hacia su cabello y abrió nuevamente los ojos.

Shannon quiso reír en ese mismo momento, pero en lugar de ello acarició su cabeza y sonrió.

—Quizás yo no pueda ver el alma como lo haces tú... pero estoy seguro de que no eres malo. Quédate con nosotros y te prometo dos cosas: la primera, que te mostraré el lado amable del mundo, un lado que también desearás salvar. Y la segunda es que jamás te traicionaré.

Lawrence abrió los ojos con lentitud, y esbozó una tímida sonrisa ante las palabras de Shannon. Si cualquier otra persona lo hubiese sabido habría quedado como un monstruo ante ellos. Pero no para Shannon, él, en lugar de ello, había expresado lo que más había deseado escuchar.

—Gracias, Shannon. Siento no haberte contado antes sobre esto —se disculpó con un nudo en la garganta—. En verdad lo siento.

Los ojos de Shannon relucieron y sacudió la cabeza con un aire de tristeza.

—Todos tenemos secretos, no te sientas culpable por ello.

—No los tendré más contigo. Es una promesa.

Shannon asintió y tomó su mano para emprender el camino de regreso.

—Volvamos, debemos avisar a los demás sobre la muerte del señor Jack.

Aunque intentaba parecer fuerte, sus ojos delataban la culpa y el dolor por la pérdida. Eso y que posiblemente solo estaba intentando no romperse frente a Lawrence.

Un nuevo mensaje detuvo su andar. Tomó el teléfono y leyó el mensaje de Damien que se mostraba en la pantalla:

Damien:

"Nicholas ha salido, pero Elizabeth sigue aquí. No quiero levantar sospechas así que me quedaré un momento. Si necesitas ayuda avísame e iré donde estés en un instante"

Mordió su labio inferior hasta casi sangrarlo. Definitivamente eran muchas cosas acumuladas.

Levantó la cabeza, decidido y soltó la mano de Lawrence.

—Hay algo que necesito hacer. Regresa con los demás.

—¿Estarás bien?

—Lo estaré. Esta no es una batalla con el enemigo, por eso me aseguraré de no perder a nadie más.

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