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╰✯┋Capítulo 05┋

La primera vez que sus ojos se abrieron había tenido lugar varias auroras atrás, un gélido día de invierno. En aquel entonces no percibía ni luz ni oscuridad, simplemente había un vacío que se erigía frente a él.

Una voz hizo eco en sus sueños y finalmente despertó del mar de la inconsciencia. Esa era la primera vez que sus ojos se abrían y podía asegurar que recordaría hasta su último día los del joven frente a él. La blancura de su cabello le había fascinado, era inmaculado como la nieve que caía; y de su pálido cuello colgaba un collar que reposaba en sus clavículas.

—Él es Eira —le presentó un sujeto que entraba a la habitación— al igual que tú, es una de mis creaciones perfectas; y yo, querido hijo, soy Caleb vuestro creador.

Lágrimas, sangre y condena. Una creación simple entre el resto de las creaciones.

—¿Por qué he regresado? —cuestionó quitando el vaho de los cristales para notar el paisaje de afuera.

Al padre le sorprendió que los recuerdos de su vida humana parecieran intactos, al resto de sus "hijos" les tomó más tiempo comenzar a recordar.

—Te explicaré todo, pero antes dime ¿Recuerdas tu nombre?

—... —pareció buscar un recuerdo lejano y finalmente contestó—: Lowell.

Tras la explicación de su padre supo que su trabajo era el de un ángel de la muerte. Guiar a las almas hacía un paraíso al que él no pudo entrar, un mundo creado sólo para ellos. ¡Dichosos esos humanos que eran dignos de ser recibidos!

Sin embargo, mirando el mundo podía asegurar que no lo merecían. Las almas de los humanos estaban podridas, cometían adulterio, mentían, robaban y eran capaces de arrebatar vidas.

Estaba mal. Su Edén se pudría por aquellos que tenían derecho al paraíso que a ellos les fue negado.

Constantemente veía a sus "hermanos" y le desilusionaba que no compartía nada con ellos. Tenía los ojos muy claros con toques verdes y el cabello de un rubio tostado con ondas rebeldes que caían por su frente. Igual que cuando estaba vivo.

Pero tampoco se sentía como el humano que alguna vez fue. A decir verdad, sus recuerdos eran pocos, la única memoria que parecía importante era la de la sonrisa de una mujer que siempre estaba a su lado.

Se preguntaba si sería su hermana, una amiga o quizás alguna amante. No lo recordaba, pero podía asegurar que era bellísima. Deseaba tanto encontrarla, aunque tal vez se asustara de su nueva naturaleza y eso le ponía triste.

Kain entró a la habitación, interrumpiendo sus pensamientos. Lowell le miró con molestia al notar su poca consideración. El enfado aumentó cuando notó que llevaba consigo a una chica, al parecer tan drogada que no era consciente de lo que pasaba.

—Deja de mirarme o harás que me irrite más de la cuenta —bisbiseó el mayor sentándose sobre el sillón y quitando su camisa.

—¿Desde cuándo se supone que eso deba preocuparme? —se quejó el rubio. No encajaba bien con el resto, pero especialmente con Kain tenía fuertes roces—. Además ¿qué planeas hacer con la chica?

—Hacerle un favor —respondió divertido— buscaba ser venerada y enredar sus piernas en mis caderas para exigir placer.

Lowell puso cara de asco.

—Esto es demasiado. No tengo intenciones de verte actuando como un vulgar humano.

—No tenía intenciones de que nos vieras —espetó con molestia el mayor— ¿Cierto mi dulce Charlotte? —cuestionó dirigiéndose a la chica encima de él.

Y algo ardió en el interior de Lowell.

Charlotte era su nombre. El nombre de aquella mujer de sus recuerdos. Y en la mirada perdida de la chica podía ver la misma mirada de la humana que amó cuando aún era humano.

Separó a la chica de Kain y este, con molestia le dirigió una fría mirada al mismo tiempo que el cuarto comenzaba a congelarse como advertencia del futuro que le esperaba si le provocaba.

Pero Lowell no retrocedió, si lo que buscaba era pelea, él estaba dispuesto a enfrentarlo. Sus manos sujetaron el mango de su guadaña, estaba por usarla cuando vio a la chica convertirse en cenizas y a su padre, causante de aquello, cruzando por la puerta.

—Kain, te he dicho que los humanos no pueden pisar este lugar, y Lowell eres nuevo aquí así que te lo dejaré claro: tienen estrictamente prohibido pelear entre ustedes.

—Es repudiable ver a uno de nosotros rebajarse al nivel de los humanos —se excusó Lowell.

—Si eso sucede, seré yo quien deba limpiar el caos de mi creación. Ninguno de mis hijos manchará sus manos con la sangre de sus hermanos. Ahora ve a cumplir con tu deber.

Caleb hizo una seña esperando la confirmación de Lowell, y en cuanto este indicó que comprendía volvió a salir de la habitación.

—¡Vaya desperdicio! —exclamó Kain pisando las cenizas y saliendo tras Caleb.

Lowell permaneció en silencio en medio de la habitación, en cuanto nadie notó, recogió las cenizas de la chica y apretando fuertemente los puños se dirigió a aquel lugar que sabía estaría vacío. Pensó que era lo menos que podía hacer por ella.

..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..

Anduvo por el camino sobre la colina que conducía al cementerio, a pesar de la distancia lo podía sentir tan breve, una percepción que seguro no compartiría si fuese humano puesto que conforme subía se extendía el infinito de bosques azulados, adornando inútilmente un sitio que parecía olvidado.

Entró a aquel campo de cadáveres y soltó las cenizas para que se esparcieran. Miró el viento llevarlas, meciéndolas en su suave brisa. Estuvo por marcharse, pero se sorprendió al notar que un humano dormía sobre una lápida, se acercó comprobando que estaba vivo.

Parecía indefenso, podría haberle matado si hubiera querido, pero algo en él llamaba su atención. No parecía igual al resto de humanos con los que se había topado, escondió su arma y decidió sacudirle un poco.

Shannon despertó bruscamente y al notar al joven retrocedió, haciendo que esta riera.

—Lamento haberte despertado, pero me parece extraño que alguien duerma en este sitio.

—¿Eres el cuidador? —cuestionó relajando su cuerpo—. Lo lamento, no sé en qué momento me he quedado dormido. Saldré enseguida.

—No soy el cuidador, puedes quedarte un poco más con... —leyó los nombres escritos— Jason y Eleonor. ¿Familiares tuyos?

—Mis padres, murieron hace poco... eran buenas personas y aun así... tuvieron que asesinarlos —susurró sin percatarse de que no era momento para decir aquello.

—Debió ser cruel, pero quizás es porque las mejores personas ya están en donde deberían y no en este horrible mundo.

Tal vez porque él sabía que esa era la única manera que conocía de salvación, lo único que daba un poco de paz a su alma, pensar en que aquellos asesinatos que cometía eran para que todos estuviesen en donde les correspondía: paraíso o castigo.

—Puede que sea un horrible mundo, pero es el único que conozco —musitó con un aire de tristeza, limpiando la lápida hasta que se hizo visible la inscripción en ella—. Habría preferido tenerlos más tiempo.

Ninguno alcanzó a apreciar la naturaleza del otro. Lowell no poseía ese aroma a sangre, pero tampoco el desarrollado sentido para detectar a un apóstol.

Sintieron la suave brisa en sus rostros, hubo un momento de silencio bajo el cielo de la noche sin estrellas, la luna se ocultó detrás de la noche y quedaron inmersos en un mar de oscuridad.

—Podría ayudarte a llegar donde ellos —rompió el silencio finalmente el no humano.

Shannon no tuvo tiempo de reaccionar a aquel comentario, cuando giró la cabeza notó la guadaña a una minúscula distancia. Apenas escapó del corte gracias a sus reflejos.

—¡Sabía que no eras un humano como el resto! —exclamó con una sonrisa—. Es emocionante encontrarme con un apóstol así que déjame presentarme correctamente: Soy Lowell Kreine, la séptima estigia.

Shannon aún se encontraba débil tras su anterior encuentro con Eira, intentó esquivar los golpes de su guadaña manteniéndose alerta para estudiar sus movimientos y encontrar una oportunidad.

—Dime tu nombre —exclamó haciendo repetidos movimientos con su arma— quiero saber con cuál de los apóstoles logré terminar.

Shannon chasqueó la lengua, no encontraba una abertura para atacar y a ese paso el cansancio le haría perder.

Se decidió por su último recurso: el letargo del tiempo. Sabía que pagaría un precio alto por utilizarlo, pero a esas alturas parecía ser su única opción. El periodo que utilizó fue mínimo, pero alcanzó para salir de aquel sitio y perderse entre la multitud.

Apenas podía mantenerse en pie, agradeció lo poco empático de las personas pues nadie le prestaba atención al hecho de que parecía desangrarse. Dobló en una esquina cuando un golpe lo recibió.

Incorporándose, notó de nuevo a Lowell, había logrado golpearlo con el mango de la guadaña, pero aun así el impacto fue demasiado para él y su debilitado cuerpo.

—Eso fue por subestimarme y creer que sería fácil escapar de mí. Regresa cuando seas capaz de pelear sin morir por tus heridas.

Shannon le miró confuso sin poder comprender de qué hablaba. Lowell dándose cuenta de ello se lo aclaró:

—No encuentro sentido en terminar con alguien que parece que morirá por sí mismo en cualquier momento. Supongo que eres el humano que enfrentó a Eira. Pelea conmigo cuando te recuperes y entonces te aseguro que no tendré compasión.

Un par de hombres adultos se acercó al callejón, Lowell sin mostrar expresión utilizó su guadaña para matarlos ante los ojos atónitos de Shannon, quien no pudo hacer nada para protegerlos.

La sangre salpicó por su rostro y sintió la rabia apoderarse de su cuerpo.

Una señorita que pasaba cerca gritó horrorizada al notar los cadáveres y corrió regresando por el callejón opuesto, pero Lowell fue tras ella.

Una vez la tuvo acorralada propinó el golpe final, pero antes de que llegara, un joven de cabellos negros y ojos bicolores detuvo la guadaña.

—Otro apóstol, ¡qué conveniente! —exclamó retrocediendo un ápice—. Esto se pondrá divertido.


¡Hasta aquí otro de los capítulos mis queridos lectores! Espero les esté gustando  ♥♥♥

Hasta la próxima!!

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