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╰✯┋Capítulo 04┋


No supo cuánto tiempo durmió, pero a juzgar por sus heridas supuso que fue mucho. Ignoró por qué no había muerto desangrando tras la cantidad de sangre que había perdido. Con dificultad se levantó mientras se repetía que no moriría.

Avanzó con los pies descalzos a través de su habitación, intentando recordar qué había sucedido y se sobresaltó cuando unos pasos quebraron el silencio. Se alejó de la puerta y la perilla comenzó a girar, una silueta se asomó con sigilo y Shannon se preparó para recibirle.

—¡Oh, mi Dios! Shannon, aún es pronto para que te levantes.

Se tranquilizó al ver que era Damien. Notó como dejó una charola con comida para apresurarse a ayudarlo.

—No deberías preocuparte tanto —siseó con debilidad— ya me siento mejor.

—Tú deberías preocuparte un poco más por ti, ¿Tienes idea del estado en el que te encontré? Si continúas involucrándote en cosas malas terminarás muerto un día de estos.

Recordó que antes de desmayarse su amigo llegó donde él, después de ello las imágenes se veían borrosas. Evocó el momento en que vio, o creyó ver, a su pequeño hermano Ellie, pero convertido en uno de esos monstruos.

No quería pensar en eso. Ellie descansaba junto con sus padres, no había manera de que siguiera en ese mundo. Menos de aquella manera.

—No moriré —se limitó a responder.

—Eso espero, porque supongo que esto es un asunto más grande que defender a Nicholas.

Shannon torció la boca, Nicholas era el chico víctima de los bullies de la escuela, y la mayoría de las veces que peleaba era para defenderlo a él o algún otro desafortunado. Por su mente cruzó el deseo de que los enemigos a los que se enfrentaba fueran tan débiles como aquellos bravucones.

—Más o menos, al fin y al cabo, son basuras que intentan abusar de otros.

Damien suspiró pesadamente. Siempre era la misma historia con él: constantemente había alguien a quien protegía y al final terminaba pagando las consecuencias.

—Solucionar los problemas de otros no los hace más fuertes; dejarlos a ellos solucionarlos por sí mismos, sí.

—Incluso tú que lo dices estás ayudándome —soltó con un aire de burla—. De alguna manera supongo que necesitamos de otros, por eso no puedo simplemente ignorar cuando otros suplican por ayuda.

—En verdad no cambias, como sea, hay un asunto importante que debo atender, más te vale quedarte a descansar, por la tarde vendrá el doctor Müller a revisarte de nuevo, hasta entonces no te esfuerces de más. Dormiste todo el día de ayer, pero estoy seguro de que necesitarás más reposo.

—¡¿Todo el día?! —exclamó sorprendido.

—¿Te sorprende más que tu cuerpo necesitara de un largo descanso que del hecho que no murieras luego de las heridas? ¡Sorprendente! —soltó con ironía.

—¿Tus padres lo saben? —cuestionó esperando que la respuesta fuera negativa. Desde que lo acogieron no había hecho más que causar problemas.

—No están en la ciudad —se limitó a contestar revisando la hoja con las indicaciones del médico—. Supuse que estarías más cómodo aquí, pero si quieres ir a casa...

—Gracias —le interrumpió—, esta es mi casa. No puedo seguir causando problemas a tu familia.

—Jamás te veremos como una molestia —manifestó con una amplia sonrisa—. Tus medicamentos están etiquetados en el buró.

Desde que lo conocía, Damien se comportaba como un hermano mayor que lo sobreprotegía. Le debía demasiados favores; de no ser por él tal vez habría muerto hacía tiempo.

Sin embargo, no le desagradaba, le gustaba sentir que tenía alguien en quien apoyarse y a quien apoyar en cualquier circunstancia. Y sobre todo alguien con quien sentir que su vida era más o menos normal.

—Gastas tus energías, no pretendo tomar nada.

La paciencia de Damien desapareció ante la actitud de su amigo y señalándole acusatoriamente con su dedo índice comenzó a regañarle.

—¡Niñato insolente, apenas ignores mis órdenes y me aseguraré de que si no terminaste muerto ayer lo hagas hoy!

—Vale, descansaré el resto de la tarde —desistió finalmente, haciendo una seña de rendirse—. Ve tranquilo y termina lo que debas.

Shannon caminó hacia el espejo, sintiéndose quebrado e incompleto. Los hematomas tomaban colores verdosos y morados e incluso tenía algunas suturas en cuyos extremos se arremolinaba piel con tonos negros. Cerró los ojos y se dejó caer sobre la cama nuevamente.

—Anda, ¿qué esperas? —insistió— no es como que pueda ir a algún sitio en el estado en que me encuentro.

Damien rodó los ojos y abandonó la habitación. Al bajar hizo el ruido de salir por la puerta principal, sin embargo, permaneció sentado sobre uno de los sillones de la sala. Rio al pensar en que bastaba una cuenta regresiva para tener a su amigo saliendo, tomó una revista y esperó.

No pasaron ni diez minutos cuando miró a Shannon marcharse, cojeando, pero recto, suspiró al saber que no podría detenerlo, era demasiado obstinado; sin embargo, la próxima vez se aseguraría de llegar a tiempo para protegerle.

..Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ..

Shannon deambuló por las calles vacías, una tormenta parecía aproximarse. Cansado de caminar con sus heridas, sintió como sus rodillas se combaron y cayó al piso, tuvo que arreglárselas para ponerse de pie nuevamente.

Caminó hasta una iglesia que se mostraba frente a él. Una vez dentro se sentó penosamente. Le dolía todo el cuerpo, buscó en una bolsa de su abrigo y sacó el frasco de analgésicos que Damien le había entregado, vació un puñado y se lo echó a la boca.

Se recargó sobre la columna y cerró los ojos un instante, escuchó una hermosa melodía y se preguntó si estaba delirando. Abrió los ojos abruptamente y visualizó una silueta cerca del altar, la poca luz no le dejaba distinguirle, pero juzgando por la voz supo que se trataba de un hombre.

—Erbarme dich, mein Gott, Um meiner Zähren willen. Schaue hier Herz und Auge Weint vor diry bitterlich. Erbarme dich...

La iglesia se llenó de la melodía, la primera vez que la escuchó fue con sus padres y desde entonces le pareció hermosa. Ahora que la volvía a escuchar notaba la maestría de la voz que iniciaba aquella plegaria, más bella que cualquier interpretación que hubiese oído antes.

—Erbarme Dich Mein Got. —La voz de Shannon hizo que el joven se sobresaltase. Girando de inmediato para encontrarse con él—. Lo siento, no era mi intención asustarte —agregó para mostrarse finalmente.

—Es extraño conocer a alguien que sepa lo que cantaba —siseó levantándose del piso y acercándose para sentarse a su lado.

—Mis padres eran muy católicos —confesó moviéndose para dejarle un espacio mayor.

—¿Eran?

—Sí, ellos... ya no están.

—Lamento escucharlo. Debe ser por eso que tu alma tiene un color tan triste.

—No entiendo por qué lo crees así.

—Porque puedo leer el alma mirando los ojos de las personas. —Le miró fijamente por unos momentos, dejándole contemplar sus desiguales orbes en verde y azul, iluminados por la tenue luz de las velas—. Y sin equivocarme sé que la tuya es un alma pura, con tristeza, pero también bondad.

—¿Qué habría de puro en mi alma? —cuestionó girando la mirada, incómodo por la cercanía del chico.

—En esta época no hay muchas personas como tú, todos se han vuelto tan frívolos que aquello que no tenga que ver con ellos mismos les parece una pérdida de tiempo.

—También soy egoísta.

—Tu alma no parece la de un egoísta —insistió.

—¿Eso no me convertiría en un mentiroso?

—Ya te he dicho que puedo ver tu alma—alardeó con una sonrisa confiada— no hay manera de que me puedas mentir.

—¿Quieres apostar? Podría decirte que mi nombre es Svetlano Diniyar Nikoláyevna Sevigny Kontogiannis. Incluso si piensas que es mentira al final seguirías sin una respuesta verdadera.

—Está bien, tal vez merezcas algunos puntos por lograrme mentir —susurró haciendo sonreír al mayor—. Pero por eliminación hay una posibilidad menos.

Shannon sintió un extraño afecto hacía el chico, si bien sentía empatía por aquellas personas frágiles o necesitadas, siempre mantenía su distancia. Y ahora se encontraba en la iglesia, bromeando con un desconocido.

—Soy Shannon —se presentó finalmente.

—¿Ese es el nombre real?

—¿Por qué no intentas verlo?

Nuevamente el chico le miró fijamente y un instante enseguida sus facciones se suavizaron.

—Es verdad, soy Lawrence.

—¿Tu nombre real?

—¿Por qué no intentas verlo? —imitó sus palabras, pero Shannon no pareció de humor para ello.

—Soy malo juzgando a las personas —profirió recargando su peso en el respaldo de la banca y puso un cigarrillo en sus labios.

—Tal vez es porque intentas ver a las personas en blanco o negro cuando en realidad todos somos una gran mezcla de colores —musitó tomando el cigarrillo—. Solo debes poner atención a cuáles de esos colores sobresalen del resto. — Y como si se tratara de un truco de magia lo hizo desaparecer.

—¡Oye eso era mío!

Lawrence recargó su cabeza sobre las piernas de Shannon, suspiró y volvió a aparecer el pitillo. Shannon lo tomó notando que era en realidad una hoja enrollada, Lawrence hizo un ademán para que lo desenvolviera y al hacerlo se asombró tras leer la nota:

"Me gusta el color de tu alma. Tu cigarrillo está en la cajetilla, pero deberías dejarlo ahí"

—¿Cómo haces eso? —No pudo ocultar su curiosidad ante el truco.

—Solo es cuestión de dejar de ver las cosas como lo hacen los demás, tal vez cuando lo hagas seas capaz de ver las almas igual que yo.

—¿Qué colores tiene tu alma? —cuestionó más intrigado que antes, apartando los mechones de su rostro.

—No puedo ver los colores de mi propia alma, pero supongo que no es difícil verlos.

—¿Un color de tristeza quizás?

Lawrence negó.

—Desde hace mucho que me abandonaron. Crecí en esta iglesia, sin embargo, no me siento triste: he conocido a muchas personas a las que deseo proteger.

—Con ese cuerpo tan frágil deberías preocuparte por no morir al caer —bromeó intentando calmar el ambiente que se formó.

—Tal vez me veo débil, pero te aseguro que es todo lo contrario: tengo bastante fuerza. —Se incorporó con vigor y simuló mostrar sus bíceps— ¿Quieres probarme? —sugirió sonriente.

—Me abstengo, no quiero hacerte daño.

—¿Temes que alguien tan débil te supere en fuerza? —le retó.

—En verdad no me interesa lastimar a otros, no en especial a alguien que parece que se romperá en cuanto le ponga una mano encima.

Lawrence sin escucharle lo derribó y aun cuando Shannon se esforzó no logró quitarlo de encima, puso mayor fuerza, pero el resultado fue el mismo, Lawrence parecía no inmutarse e incluso cuando utilizó todas sus energías no consiguió apartarlo.

No eran solamente sus heridas, supo que aun si no las tuviera, el chico le superaba en fuerza. ¿Uno de los apóstoles que mencionó Eira o acaso...?

Movió su rostro hacía un lado. Las miradas de las figuras de los ángeles y los santos parecían dirigirse a él, viéndole con reproche, y cuando regresó a ver al frente Lawrence acercó más su rostro hasta que sus respiraciones se mezclaron y sobre sus labios preguntó:

—¿Estás asustado?

Shannon negó. No emitía el aura de aquellos monstruos. Sin embargo, sintió la necesidad de alejarse, y apenas Lawrence le soltó, salió de aquel sitio.

El cielo ya estaba empezando a oscurecer dejando ver las primeras estrellas de la noche y la luna llena que se mostraba en todo su esplendor, brillaba como si su vida dependiera de ello.

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