Hace 25 años
HACE 25 AÑOS
Cartagena, Colombia.
—¡Mamá, mamá! ¡mírame! —dijo la pequeña Isabella. Su cabello rubio trenzado por su madre brillaba con intensidad bajo el sol de medio día en Cartagena, mientras corría a través de la muralla antigua que guardaba historias ancestrales dentro de sus muros. A sus cinco años era muy vivaz, activa y sobresaliente en todo. Lo pedregoso del camino a veces la hacía tropezar, pero con agilidad se las arreglaba para mantener el equilibrio
—No te alejes tanto, cariño —respondió Carmen mientras veía a su hija revolotear como una mariposa amarilla, mientras exploraba todo lo posible. El amor la consumía por su única hija, este sobrepasaba todo entendimiento, aun en las circunstancias en donde se dio su riesgoso embarazo—. Vlad, ¿Has sabido algo de casa? —preguntó a su esposo quien caminaba con la mirada puesta en su pequeña Bella, llevaba las manos metidas en los bolsillos de su pantalón blanco holgado, con la mente perdida más allá de la conversación. La brisa marina chocaba con sus rostros en una corriente con vida propia que alza el pelo de fuego de Carmen como si fuera una cortina ante el viento azotador, mientras ven a la niña rubia danzar entre las rocas
—No mucho, las aguas se han calmado, o al menos eso dice Theodore y al parecer podemos volver —dijo él con sus ojos azules calmados y emocionados. Guiñó un ojo hacia su esposa en un intento de transmitirle la tranquilidad inexistente dentro de sí mismo, pues trataba de ser el pilar de su familia, pero le era difícil mantener la compostura.
—¿De verdad? —exclamó Carmen con sentimientos encontrados, volver a casa era un anhelo guardado con recelo, pero la inminente posibilidad de la muerte, le gritaba que no era del todo una buena apuesta—. No estoy segura, ¿Qué pasaría si ellos se dan cuenta del engaño sobre mi muerte? Peor aún, la de Isabella. Es un peligro.
—Si Theodore lo dice, todo está bien y yo confío en él ciegamente. Confiar en quien nos ha tendido la mano —replicó Vladimir—. Pero deberemos ser cautelosos.
—¿Por qué no nos quedamos en Colombia? Aquí trabajamos muy bien, ayudamos a las comunidades vulnerables, apoyamos a líderes sociales, y todas las cosas bellas en nuestro trabajo ¿Por qué regresar a la zozobra de dónde salimos? —la pregunta de Carmen flotó entre el aire caliente de la ciudad, pues el hombre no sabía qué contestar. Pronto, la persona esperada llegó con su hijo cargado a quien puso en el suelo para para jugar con su amiga.
—Hola, corazones, ¿Cómo están? —saludó jovial Laura de Falcon quien saludó a la pareja. Su cuerpo menudo se enfunda en un vestido playero vaporoso, moviéndose al son marcado la brisa marina que choca con las murallas de frente.
—Bien, Lau, ahí la llevamos —dice Carme al abrazar a su mejor amiga—. ¿Tú?
—Igual, sería mejor si Theo estuviera aquí, pero el trabajo no le permitió vacaciones —respondió y los tres se pusieron en marcha sin dejar de ver a sus hijos a través del camino áspero de pequeñas piedritas. Ellos eran un aire de vitalidad para sus padres en medio de los problemas, lo más importante aun en medio de todos los problemas que el Consorcio Praetor significaba para ellos. Una vida de estigmas, miedos y una sensación de muerte susurrante siempre acompañándolos, como pago por trabajar en la milicia más cruda del mundo.
Los cinco van a paso calmado por el camino hasta alcanzar la calle del restaurante a donde se dirigían bajando de la muralla, donde dejaron a los niños en la zona infantil, sentándose en una mesa colindante con una calle del centro de la ciudad por donde pasaban palenqueras con sus dulces vendiéndolos, en medio de una promoción con sus voces gruesas, mientras ofrecían su producto.
Lo tres adultos pidieron bebidas en medio de una conversación amena, pero Carmen tenía sus pensamientos en otro lugar. Guardaba muchas cosas en su interior, anhelaba la vida antes del Consorcio, pero no renunciaría a su hija ni a su esposo y su mayor temor era por la vida de Isabella, muchas cosas se pusieron en riesgo en el momento en donde se enteró de su embarazo, mismo arrastró a más de uno al infierno desatado luego de su misión en La Triada. Todo se vino abajo, todo se jodió en cuestión de pocos días llevándola a abortar la asignación antes de tiempo, para salvar su vida ante el monstruo que Kadir Karaman representaba para ella y su creciente familia; ella se involucró demasiado, a nivel personal, pero terminó por enviar todo al demonio. Vladimir, como siempre, la mantuvo con vida, aunque él mismo se pusiera en riesgo, porque las amaba más a ellas.
La Triada había marcado para ella un antes y un después en su vida porque fue la primera vez en donde fue más allá, era una sargento por aquel entonces escogida por su belleza a pesar de ser N1, pero eso no le impidió estar preparada y llevar a cabo su misión a cabalidad, con perfección, siendo medida y sin perder el norte hasta el error más grande de todos, mismo deshizo todo su plan como castillo de naipes ante un huracán. Los Deveraux jugaron un papel importante es ese fracaso estrepitoso, haciéndola famosa en la organización, porque fueron ellos el vértice de su propia desgracia, aunque no muchas personas sabían la verdadera razón tras el final de su misión.
Su familia la había desterrado, desde su padre Ramón Santo Domingo quien la declaró indigna de su apellido cuando se marchó a la milicia, hasta su madre quien nunca quiso volver a saber de su hija menor por más que Carmen buscaba su cariño aun en la distancia, nunca quiso hablarle hasta el nacimiento de Isabella, hasta sus dos hermanos y dos hermanas mayores la sacaron de todo como si no existiese, aunque anteriormente había sido la consentida de todos. Pasó por mucho dolor, pero lo ahogó en el entrenamiento de su alma y su cuerpo para afrontar su nueva vida, pero nunca ha olvidado a su familia, la lleva clavada en el alma.
Laura de repente agitó su mano frente a ella para llamar su atención, pues se había ido a otro lugar, su amiga preguntó si está bien, por ello Carmen le explicó sus pensamientos, recordaba todo lo sucedido con La Triada, pero sobre todo en como Vladimir quería regresar a Nevada, aprovechándose de estar sola con su mejor amiga, pues su esposo estaba en el baño y los niños jugaban en la zona infantil. Su amiga siempre estuvo para ella, siempre fue su apoyo, una hermana, aunque no llevaran la misma sangre, como las perdidas por haber escogido irse con el amor de su esposo.
Laura le reiteró lo dicho por su propio esposo, al parecer a los Karaman se los había tragado el diablo, ella no era de la milicia, pero su esposo la informaba de todo; sin embargo, Carmen se encargó de hacerle saber sobre ese pálpito de no volver, esa sensación de un mal aproximándose; no obstante, el General absoluto los convocaba, por ello si el trámite se completara no tendrían más opciones, pero si les pasaba algo Bella quedaría sola en el mundo. Lágrimas repentinas asomaron en sus ojos avellana, junto con una voz quebrada que exteriorizaba como se sentía de expuesta y el pánico de tener un final espantoso, que dejase sin padres a su hija.
Una vez más, Laura trató de calmarla pidiéndole por evitar pensar, pero en caso de pasar algo así, Dios no lo quisiera, quedará en buenas manos, Lucio y Marina los padrinos de su hija, pues imaginarla en manos de la familia de su esposo le ponía los vellos de punta, además de una cercanía obligatoria con su hermana por parte de padre.
Alexa Miller, pues lleva el apellido de su madre, era un ser cargado de rencor e ira profunda llenándole cada poro de su piel, desde enterarse del nacimiento de una media hermana quien sería la luz de los ojos de un padre que nunca pudo estar cerca de ella, porque su madre lo impedía. Ella siempre fue sido la consentida de su tío, el hermano mayor de Vladimir, quien la trata como a la hija pues jamás tuvo una.
—Tarde o temprano Isabella sabrá de su hermana —dijo Laura al entrecruzar sus dedos y apoyar sus codos en la mesa, sentía su cabello moverse por el viento que aun alcanza el establecimiento—, es mejor si lo escucha de boca de ustedes.
—No es momento, está muy pequeña. Quiero protegerla de todo, sobre todo de ella misma —contestó Carmen, mientras giraba entre sus dedos las puntas enroscadas de su cabello rojo.
—Lo sé, Carmen, pero si vuelven estarán más cerca de esa niña.
—Mamá, Isaac me tiró de las trenzas —dijo Isabella llorando y ello cortó la conversación, mientras señalaba al niño quien llegó con pasos apresurados. Pasa su bracito sobre los ojos secándose las lágrimas escasas que salían de los ojos heredados de su madre.
—Mamá, Isabella me empujó y me dijo cosas feas —se quejó Isaac sacándoles sonrisas tiernas a las dos mujeres.
—No peleen niños, ustedes son como hermanitos y los hermanos no deben hacer eso —calmó Carmen al sentar a su pequeña en las piernas, acarició su cabello y puso un beso en su cabeza.
—Isaac es odioso, mami, no puede ser mi hermano —susurró Isabella pues pensó que nadie más la escuchaba. Ambas adultas se rieron al ver como los mofletes del niño se tornaban rojos, mientras discutía. Todos sonrieron y cuando Vladimir regresó, los niños han vuelto a jugar.
—Entonces nos veremos en Nevada —comentó Laura—. Hay una casa vacía dentro de la urbanización Praetor justo al lado de la mía ¿La reservo para ustedes?
—Sería perfecto, Mijaíl no nos dejará opciones, es eso o renunciar y no podemos darnos el lujo de quedar fuera de la seguridad del Consorcio, es de vital importancia —dijo Vladimir, mientras tomaba la mano de su esposa para besar el dorso—. Si nos cuidamos y seguimos las indicaciones, todo debe salir bien.
Pronto cayeron de nuevo en la conversación sobre Alexa, donde Laura y Vladimir eran partidarios de decirle la verdad a la pequeña ante la inminente cercanía una vez regrese; sin embargo, Carmen se sentía reticente, preguntándole cómo decirle de una hermana con una madre quien la odia pues las cosas no funcionaron con Vladimir, además la familia de Vlad la veía como un problema, una deshonra pues nunca le perdonaron el haberse enamorado de una latina. Laura, preocupada por el bienestar de Bella, les recordó la poca discreción en el Consorcio, algún día le tendrían que contar a la pequeña sobre lo acontecido con Deveraux y Karaman.
De repente una voz inesperada llamándole por su nombre, la dejó paralizada, ella giró sorprendida para encontrarse con su padre y así le llama de vuelta, no lo veía desde hacer cinco años desde el nacimiento de Isabella donde le pidió abandonar a la bebé con Vladimir para volver a casa; pero en lugar de alegrarse, el hombre emprendió contra ella preguntándole qué carajos hacía ahí tan cerca del negocio familiar, cuando notó dos motos con sujetos armado.
—¡Al suelo! —Su esposo, Laura y Ramón entendieron el mensaje con solo ver su desesperación. El ambiente parece detenerse justo cuando una ráfaga de disparos resonó al estallar los cristales exteriores, ello sacó gritos de los comensales y con el sonido de las ametralladoras tronando a su alrededor, Vladimir y Carmen no podían pensar en otra cosa más que en la pequeña Bella.
Ambos reptaron por el suelo en medio de los gritos y los vidrios rotos, cortándose en el proceso aunque las motos se marcharon con su siseo característico del motor, alejándose rápidamente. Hay cuerpos caídos, los disparos habían sido certeros y varios aparentaban estar muertos.
Cuando estuvieron seguros de haber salido del alcance fueron por Isabella corriendo, para abrazarla y verificar su bienestar como el de Isaac Ambos pequeños estaban aterrorizados.
—¡Carmen, Vladimir! ¡vengan a ver esto! —gritó horrorizada Laura. Cuando ambos llegaron vieron un papel sobre el charco de sangre que llenaba el suelo de la calle, por un mesero muerto que cayó en medio del fuego cruzado.
ATT: KADIR KARAMAN
Ahogan una exclamación, su peor temor se ha cumplido, La Triada los encontró.
—¡¿Esta es la vida que escogiste?! —gritó Ramón al sacudir los hombros de su hija cuando avanzaba hacia ella. Isabella lo miró escondida tras su madre—. ¡Sangre, muerte y mierda! —cuando el hombre repara en la pequeña, estrecha sus ojos.
—¿Quién eres tú? —preguntó su voz inocente.
—Es igual a ti cuando niña, pero igual es una bastarda —espetó el hombre retirándose cuando su esposa, la madre de Carmen, lo alcanza viendo petrificada la escena, pero sobre todo a su hija—. Y en esto van a terminar todos ustedes, es el castigo de Dios por haber elegido a un hombre por encima de tu familia.
El hombre salió escopeteado, mientras refunfuñaba por lo bajo entre dientes, pero su esposa se quedó.
—Mami ¿qué es bastarda? ¿por qué soy una bastarda? —preguntó la pequeña Bella, mientras tiraba levemente del pantalón holgado de su madre, pero aquello fue un puñal en el corazón tanto de Carmen como de Vladimir.
—Es el momento, están obligados a irse de vuelta a la central Nevada —dijo Laura en una declaración de aquello en la mente de todos: no hay otra opción.
—¡Mamá! —exclamó Carmen ante la cercanía de su madre quien la abraza con fuerza, llevaba años sin verla, solo escuchaba s voz con llamadas clandestinas a escondidas de su aun furibundo esposo. Abrazó a su hija sin pensarlo dos veces para recibirla como un regreso de su pequeña consentida ya convertida en madre, fue entonces cuando notó a la niña tímida, su pelo rubio denotaba la herencia Santo Domingo, además, su rostro era muy parecido a su madre a la edad de cinco años—. Isa, te presento a mi madre, tu abuelita.
—¿Y ella me va a mirar mal como aquel señor? —preguntó la niña temerosa.
—Claro que no, mi cielo, si eres un regalo de Dios —exclamó la señora, Isabella entonces corrió a abrazarla por las piernas con una sonrisa tierna—. Eres preciosa, mi amor.
—¡Gracias! Tú también eres muy bella —dijo animada la niña dando brinquitos.
—Vlad, ¿puedes llevar a Isa a la zona de juegos? —pidió Carmen—. Te aviso cuando la traigas.
La mujer se lanzó de nuevo a los brazos de su madre, quien la acogió una vez más como muestra de su amor infinito, Carmen se desahogó en medio de sollozos, estaba asustada, seguían allí por miedo a salir y encontrarse con los hombres de nuevo, pero la nota sobre el charco de sangre le ponía los vellos de punta; así podía acabar ella, su marido y hasta su hija. La idea la consumía en un sentimiento aterrador de impotencia acumulada por años, pues llevaba a cuestas esa carga inmensa desde hacía muchísimo tiempo, no solo por su misión en La Triada, sino por otros asuntos, más graves a su parecer.
Al Carmen recobrar un poco la calma, su madre, Gloria Peralta, trató de darle ánimos, le dijo que buscara la fe en Dios y este le protegería siempre, pero al querer continuar la conversación, su esposo regresaba furioso para sacarla de allí por estar con Carmen, aunque ese gesto le doliera internamente, para Ramón no había hijo más amado que Carmen, pero se sintió como basura cuando su hija lo hizo a un lado por otro hombre... él no lo sabía entonces, pero pronto dejaría caer sus murallas para dejarla entrar en su vida una vez fue demasiado tarde.
—Mi amor, tranquila —susurró Vlad a su espalda y allí notó sus lágrimas, corrían libres por su rostro pues el dolor del rechazo paternal aun le dolía, ardía en su pecho como un incendio forestal en el bosque profundo de su corazón afligido en desgracias—, tarde o temprano tu padre recapacitará.
—Puede ser tarde... muy tarde para mí.
—No será así, mie cielo —Vlad se paró frente a ella para secarle las lágrimas—, todo estará bien.
—Gracias por apoyarme, mi amor y perdón por todo lo que te he hecho pasar —mencionó ella con la voz estrangulada.
—Eso es pasado, mi princesa, lo importante es que estamos juntos con nuestra hijita y ahora nada nos separará, en las buenas y en las malas hasta que la muerte nos separe.
Isabella llegó en una carrera con Isaac a su trote, anunciándose como ganadora de esta, por ello el niño le entregó, a regañadientes pataleando, una chocolatina Jet, típica en Colombia a modo de pago y ese gesto de negociación, sumado a que la niña le sacó la lengua burlona, hace reír a los adultos.
Aunque le temían a una muerte prematura, ninguno de los dos imaginó el trágico final respirándoles en su nuca.
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